Los Serr-ano
Episodio 1. Un Despacho Para Dos
¿Te pillo liado, Fermín?
Fernaaaaaaando, Diego, Fernando
Coño, eso; Fernando.
No, hombre, no Para los amigos siempre tengo un momento; pasa, pasa
Diego entró en el pequeño despacho del colegio, habilitado para Fernando, el psicólogo del centro. Aún sin haber avisado, Diego tenía la suficiente confianza con Fernando después de las múltiples aventuras disparatadas que habían corrido juntos, como para presentarse de improviso.
Fernando, sólo ver el azoramiento de Diego, ya supuso que pasaba algo grave.
Bueno, Diego, tú dirás -, dijo, sentándose en su butaca; Diego tomó asiento delante del escritorio.
Fernando, verás No sé cómo empezar, estoy hecho un lío
A ver, tranquilo Diego; empieza por el principio.
Verás Cómo sabes, tengo a mi hijo, Marquitos, por casa estos días
Sí, lo sé,- afirmó el psicólogo. - ¿Qué tal le va en Francia con Eva? La verdad es que es un muchacho estupendo, al igual que ella.
Lo sé, lo sé, gracias, Fernando. Bueno la cosa es que Marcos ha venido a pasar una temporada con nosotros; Eva está en Londres con un master y la niña, y mi hijo ha aprovechado para venirse pa Madrid y vernos. Lástima que se haya encontrado a Teté, Guille y Curro de colonias, pero en fin.
Bueno, -comentó Fernando, -más tiempo para disfrutar de vuestra relación, Diego. Es tu hijo mayor, y seguro que ahora que ha formado su propia familia, necesita tu apoyo y tus consejos más que nunca
Si, es verdad. Y estoy contento de disfrutar de mi chaval Además, desde que Celia me dejó, la verdad, no me encuentro, Fernando no me encuentro
Bueno, bueno, Diego Tranquilo, eres un hombre maduro pero no viejo, con negocio propio, tu taberna; con una familia que te quiere, con buenos amigos Date tiempo.
Tienes razón como siempre, Fernando.
Ja, ja . No digo más que la verdad, Diego, en serio. Pero, vaya . Algo te preocupa para venir a verme, ¿no?
Si, si . Ay, Fernando Es que vaya lío .
Venga, Diego, arranca, anda - le animó el psicólogo.
Verás Hace un par de días, por la mañana, mientras me afeitaba en el baño, pasó una cosa, Fermín, digoooo, Fernando, que .me lleva la cabeza loca, yo no sé, no sé, pero no estoy bien, Fermín, que no estoy bien, que me noto yo que
-¡Para, para!- exclamó Fernando, divertido. -¡Que te embalas, y te pierdes, Diego! A ver, estabas afeitándote por la mañana en el baño, ¿y?
- Bueno Mientras me afeitaba, entró Marcos, para ducharse. Coño, es mi hijo, y estamos entre hombres, así que ningún problema. El caso es que se desnudó, yo le veía por el espejo, y me llamó la atención que iba todo depilado. Me sorprendió, anda que no le había visto veces desnudo en las duchas del gimnasio del instituto, después de los partidos de fútbol, y bien peludo que era, como yo y como padre ¡Coño, Marquitos! exclamé, ¿desde cuando se depilan los hombres Serr-ano?, en un tono divertido. Ja, ja, ja . Papá, no seas antiguo replicó, riendo, me lo pidió Eva, y bueno es lo que se lleva hoy en día. Je, je, je . Como es de Barcelona, debe ser más moderna, y más viviendo en Paris, dije, jocoso. Anda, papá, no seas carca, replicó mi chaval, siguiendo la broma, y se metió en la ducha
Fernando escuchaba, absorto, con las manos bajo la barbilla.
Bueno Yo seguí afeitándome mientras Marcos abría el grifo y empezaba a ducharse. No había cerrado bien la cortina, y podía verle enjabonándose, en el espejo, debajo del chorro de la ducha. En un momento se giró, dando la espalda Y Uf, Fermín que no sé yo cómo contarte esto, que no es de hombres bien nacidos, Fermín, que no lo es
Fer-Fer-Fernando, Diego, -puntualizó Fernando. El psicólogo era abiertamente gay, todos lo sabían, incluso Diego, Fiti, Santiago le habían apoyado en un antiguo desengaño amoroso, y aquella historia .aquella historia le estaba empezando a poner nervioso.
Eso, Fernando. Ay, es que me pongo rojo solo pensar en contar esto, ay .
Sigue, -pidió el psicólogo. -Vamos, Diego, suéltalo, adelante
Uf Bueno Marcos me había dado la espalda Todo depilado Veía en el espejo como le caía el agua por la espalda y por donde la espalda pierde su nombre, Fernando Por las piernas, torneadas, fuertes de practicar fútbol y y y sin un solo pelo. Igual que ay, Dios mío .igual que el culín redondito, durito Hubo un momento en que se agachó a coger champú poniendo ese traserito en pompa ¡ay, Fermín! To depiladito tan suave que se veía
Fernando ni siquiera corrigió esta vez su nombre Conservaba las manos cerradas bajo su barbilla, los codos en la mesa, sentado en la silla de despacho y notando como aquella historia estaba empezando a excitarle Era surrealista, lo que Diego, un hombretón como Diego parecía que le estaba contando, era muy, muy grave, pero no lo podía evitar, y notaba que se estaba empalmando por momentos
Diego, -acertó a decir el pobre psicólogo, -¿qué .qué ocurrió?
Ufff . Yo yo me di cuenta de que llevaba un buen rato mirando había dejado de afeitarme y tenía llevaba los calzoncillos, y te-te-tenía - balbuceaba Diego.
¿U-u-una una ere-erección? - el psicólogo casi ni se atrevía a decirlo en voz alta - ¿Tenías una estooo una erección, Di-di-diego?
¡Un empinamiento de cojones, Fermín! -reventó por fin Diego. - ¡Dios mío, Ferm, ay, Fernando se me puso como a un burro!
¡Diego!- casi saltó también Fernando en su silla. -¡Tranquilo, tranquilo !
¿Pero cómo cojones voy a estar tranquilo? ¡Que se me empinó mirando a mi chaval, Fernando!! ¡Qué soy un degenerao, un degenerao, eso es lo que soy! ¡Que se me puso el cipote como una roca con el culito de mi hijo!- soltó, pegando un puñetazo en la mesa.
¡Diego, para! A ver tranquilízate - acertó a decir el psicólogo. Estuvo a punto de levantarse, apoyando a Diego, tranquilizándole, pero pero nada, a pesar de lo violento de la situación, de lo surrealista, el psicólogo sí que tenía en ese momento un buen empalme. Sentado en la silla, notaba toda la empalmada La punta del nabo se adivinaba en el principio del muslo, bajo los pantalones de algodón. Mejor no levantarse, pensó, o esto va a ser peor aún para Diego . Pero lo cierto es que esa historia, las expresiones soeces de ese tíarro maduro que era Diego, le habían puesto cachondo como a un mono .
Diego parecía más tranquilo, callado, con un aire de tristeza y preocupación que Fernando, sin duda, tenía que arreglar, como pudiera.
Diego - empezó, - vamos a ver Llevas mucho tiempo solo, después de lo de Lucía y el abandono de Celia Hum, te he dicho antes que eres un hombre maduro, sí, pero aún joven Creo que no me equivoco si digo que hace muuucho que no tienes, ejem, relaciones sexuales, ¿no es verdad?
Sí, sí -musitó Diego.
Bien Sé que es complicado, y muy violento aceptar esto, pero vaya, la visión de, bueno de un trasero, sin un solo pelo, joven, terso, suave, duro y prieto bueno tú eres un hombre, Diego, y no digo que sea normal.normal, peeero creo que tu reacción aunque sorprendente, entra dentro de la naturaleza animal
Ay, Fermín -suspiraba Diego. - Que es mi hijo, mi chaval, Marquitos Que no sabes lo dura que se me puso mirándole, ahí, a medio afeitar, con una tienda de campaña de la hostia Y y .que no es solo eso, Fernando que, estamos en verano, y y .va-va-vamos por casa en pantalones cortos en calzoncillos por la mañana, y .Fermin, que no puedo apartar mis ojos de mirar ese traserito .ufff .ese traserito de mi chaval .
Con todo esto, a Fernando no se le bajaba Al contrario, se marcaba toda la polla bajo la pernera del pantalón y una manchita justo en la punta del capullo delataba que aquello le ponía burrísimo Pero algo debía hacer para ayudar a su amigo Diego.
Diego, escucha: ¿tú tú le has dado al onanismo, pensando en esto que me cuentas?
¿Al enanismo?- preguntó Diego, confuso.
Que si te has masturbado, Diego, pensando en tu chaval Vaya, en el trasero de tu chaval
-¡Por supuesto que no! ¡Amos, anda, Fermin, por quién me tomas! - se enfadó Diego.
Vale, vale, cálmate . Mira, Diego, sólo veo una solución a esto
Dime, dime, Fermín; sin paños calientes.
Verás . Todo esto te supera porque, vaya, que te excite un familiar es considerado occidentalmente tabú. Sin embargo, uno es libre de fantasear, cualquiera que sea su fantasía Sólo en tus fantasías podrías bueno podrías, ejem .meter mano a ese culito, a esas piernas, sin sentirte culpable. Y, al hacerlo, superar los miedos que te causa esa esa especie de atracción hacia Marcos, y hacer que esta desaparezca.
¿Fantasías? No te sigo, Fermin, no te sigo .
Sí, hombre, Diego . Mira: que te masturbes pensando en ese culín.
¿Cóooomo? - se agitó Diego.
¡Que sí, que sí, Diego! Siéntete libre para pensar en Marcos de esa manera, y mastúrbate Eso será una vía de escape.
Pe-pero . Yo no sé, no sé, Fermin .
Que sí, Diego Esa es la salida Mastúrbate tranquilamente, en casa, sin miedo, sabiendo que son solo fantasías
Hum . Pero en casa, Fermin . No sé, me voy a sentir peor .pensando que puede pillarme mi hijo . A mis años . Ay, Fermín .
Diego, no te agobies; no lo hagas en casa, si no vas a sentirte relajado, pero debes aceptar esas fantasías para que no se hagan, ni por asomo, reales. Piensa, visualiza a tu hijo, a Marcos . La ducha .el agua cayendo por la espalda, fuerte resbalando hacia ese culete
Diego había medio cerrado los ojos, y se dejaba llevar:
Fermín .uf, sí, lo veo .se agacha haaala .todo el culito ese culito durito, en pompa . Sin un solo pelito
Eeeso, eso es, Diego, -continuaba Fernando, -déjate llevar .
Sí . Uff .es mi hijo, pero qué culito .qué culo, Fermín Ay la hostia, qué culito
Diego continuaba con una mano sobre la mesa, pero con la otra, pensando en su chaval, había empezado a acariciarse la bragueta. Fernando se percató del movimiento, alucinando, y no pudo evitar que su rabo, tieso hacía ya rato, pegase un bote bajo los pantalones Discretamense se miró el regazo, y, aunque ya había notado humedad, empezó a sudar de verdad cuando vió el, ahora sí, manchón de precum en los pantalones . Cómo le estaba babeando la polla, uf . Volvió a mirar a Diego, que continuaba sobándose el paquete La situación superaba al pobre psicólogo; mira que hacía años que conocía a Diego, y más de una vez se había descubierto a él mismo, tomando una caña en la taberna, sin poder apartar la vista de ese culazo marcado en los pantalones, grande, aún levantado Un culazo de machote que le encantaba. Pero ahora ahora .
Di.diego - musitó Fernando, - ¿qué qué haces?
Uff .. Fernando, ufff .. Que te estoy haciendo caso, y me imagino agarrando ese culito con mis manazas .uffff ..y, y . que me estoy empalmando, Fermin .que me estoy empalmando como un caballo ..
Y era verdad; Fermín echó un vistazo a la bragueta de Diego, y el bultazo que se marcaba ahí era impresionante . El tabernero había abierto más las piernas, medio espatarrado en la silla, y no paraba de sobarse todo el paquetón
Di-diego .- empezó Fernando, -creo que deberías . -iba a decir parar, pero pudo más su profesionalidad como psicólogo, y continuó así: -deberías .hacerlo.
¿Qu-qué .? -preguntó Diego.
Eso .ahora .estamos solos en el instituto .y te vas a liberar .Ufff, Diego ..creo creo que es el momento .
¡Uf .Fermin .que se me ha puesto muy dura .!¡Joder, la cabrona .cómo se me ha puesto ! -gemía Diego, sobándose con más fuerza aquel paquete enorme.
¡Suéltate, Diego!- repicló el psicólogo. -¡Adelante . Vamos, piensa en tu chaval .venga, y date gusto .! ¡No tengas miedo, date todo el gustazo del mundo!
¡Buahhh!! Ostiaaaas, Fernando .creo creo que me voy a tener que hacer ese pajote .ufff - gemía Diego.
-¡Vamos!-le animaba el psicólogo, -¡vamos, Diego, no te cortes!.
Diego, animado por Fernando, se medio incorporó en la silla y, con dificultad, se desabrochó el pantalón, bajándoselo hasta las rodillas.
¡¡Diooooooos!! -se sorprendió Fernando. Sentado, en gayumbos, el paquetón era espectacular. Habíha visto muchas pollas antes, pero aquello
¡Ufff ., -gimió Diego, - la tengo que va a reventar, la puuuuta!
El rabo se marcaba en el gayumbos levantándolo de una forma que parecía que fuese a reventarlos, y la cojonera .¡Uf, la cojonera! Abultadísima, como si llevase dos manzanas.
-¡Diego, Diego .- ahora casi gemía el psicólogo, - maaadre mía .vamos, vamos .!
Diego, animado por su amigo, se apartó los calzoncillos, bajándolos por debajo de los huevos.
-¡Haaaaaaala! - se sorprendió Fernando.
-¡Buahhhh! -gimió Diego, ante el salto que pegó el cipote, una vez liberado. Pedazo pollón el del tabernero; la punta del capullo sobrepasaba con creces el ombligo. Un señor cipote, venudo, grueso, con un capullazo morado, brillante Más que empinado contra la barriga de Diego, parecía el cipote de un semental. Y los huevotes, pedazo de par de pelotas Dios mío, pensó Fernando, ¿cuánta leche deben llevar encima esos cojonazos, por Dios?. Y es que eran como dos manzanas, velludos, se veían pesados Joder, qué polla .qué poooooolla . pensó Fernando.
-Uahhh . Fermin, coño que te voy a hacer caso . Me la casco .por mis cojones, que me la cascoooo .- gemía Diego, con toda la pollaza enhiesta contra su estómago.
¡Si .eso .eso es, Diego .da-dale .! Ufff .qué aparato .qué aparato, Diego ..
Joder .¡que me la casco!¡Que me la casco bien, Fermin! - bramó Diego, cachondo perdido y, espatarrado en la silla, empezó a cascarse aquella polla gigantesca . Agarrándosela con todo el puño, a duras penas podía cogérsela entera.
¡Uffffff ..Diego ..eso es .así, daaaale ! -acertaba a animarle Fernando, con los oos desorbitados . Contemplando como el tabernero se la pelaba frenéticamente. Estaba empalmadísimo, sin poder contenerse de babaear, y sus pantalones ya estaban mas que encharcados de precum.
-¡Ah! ¡Joooder! -iba gimiendo Diego, venga a pegarle al rabazo, - ¡Ufff .to.tooooma, Marquitos .! ¡Tooooma .esta porra pa tu culito, hijopuuuta!! -iba diciendo, cachondísimo, sin dejar de menársela a toda hostia delante de Fernando.
- Eso es .Ay, Diego .ufff .piensa piensa en ese Marquitos y dale .coooño, menudo miembro .
Diego seguía dándole caña al nabo, arriba y abajo, sudando a chorros; Fernando no paraba de alucinar, viendo a ese machazo pajeándose a lo bestia tan ricamente.
-¡Ay!¡Ayyy! ¡Jooooder, Fermin .!! -empezó a gemir Diego, dándole más fuerte a la zambomba, -¡que que .que me voy a correr, jooooder!!!
Los huevazos saltaban a cada sacudida De vez en cuando, Diego se la soltaba, y el cipotón, enhiesto, bandeaba de un lao a otro, como pidiendo guerra Fernando no podía más, con la polla aprisionada en los pantalones, babeando como una locomotora, los pantalones pringaos hasta arriba de precum .
-Co-co-coño, Diego ay la hostia .- se soltó el psicólogo.
-¡Buahhh! ¡Jooooder! ¡No puedo máaaaas!!! ¡Ay que me corro!! ¡Ay que me corro, coooooño!!!¡ Joooder .que me corro encima de ese culito, coño!! ¡Que lo lleno de leche de macho hasta arribaaaaaa!!!
-¡Hostiaaaaa!!¡Hostiaaaa, Diegoooooo!! -bramó Fernando. Miedo le daba imaginarse la leche que podía soltar semejante capacidad escrotal
-¡Que me vooooooooy!! ¡Buahhhh, toooooma corridaaaaaaaaa!! -y, con un par de sacudidas salvajes, el pollón de Diego soltó un par de espesos chorros de leche hirviendo que le impactaron en toda la cara, mitad en la mejilla barbuda, mitad en toda la boca.
-¡¡Uahhhhhhhhhh!!!Slurps, slurps, jooooooder, me cago en la puuuutaaa agggghh .slurps, auhhhmmmmm . -se retorcía el tabernero polludo, intentando apartar con la lengua el lecherazo que se había llevado en toda la boca, producto de sus cojonazos. Pero el rabo seguía corriéndose, esos cojones estaban más que llenos, y dos, tres chorrazos más le estamparon en la camisa, empapándola de lefada recién ordeñada.
-¡Hos-hos-hooooooostiaaaasss!!- berreó Fernando, que, viendo como Diego se ponía perdido a cañonazos de su propia leche, no pudo más y, sin siquiera tocársela, notó como de la punta de la polla empezaba a manar lefa, manchando y traspasando como un lago los pobres pantalones de algodón; se estaba corriendo solo como un cerdo, con aquel pedazo de macho sudoroso, prinago en su propia lefada, delante suyo.
-Ufff ..Hostia puta, hostia puuuuta .- gemía ahora Diego, recostado en la silla. La mejilla y la barbilla, resbalando lefada; la camisa, echa un cromo de manchotes de corrida . El nabazo, aún grande, reposando sobre los huevos, vacíos del todo. - Fermín, vaya tela, vaya tela .
Fernando, sentado en la silla, con los pantalones empapaos de precum, de corrida, no podía ni contestar. Sacando fuerzas de donde no podía, se dirigió a Diego:
Ufff ..Diego .¿Me-mejor? -acertó a preguntar.
La verdad que sí, Fermín, la verdad que sí, -asintió el tabernero. A pesar de semejante corrida, el psicólogo notó que aún se le ponía dura, viendo a aquel cabronazo delante suyo, sudao, cubierto del producto de sus propias pelotas Con aquella pollaza morcillona aún babeando gotas de leche, manchandose las pelotazas, el suelo de la oficina
Bueno .creo .creo que tengo alguna camisa en el despacho, por si acaso . -abrió un cajón, y le pasó una a Diego.
Gracias, gracias, Fermín, -dijo este, levantándose y ajustándose calzoncillos y pantalones.
Y, de lo que hemos hablado . Ya sabes la solución, Diego, -remató, sin atreverse a levantarse y que Diego viera el corridón que se había pegado a su costa.
Sí, sí -respondió Diego, poniéndose la camisa que le prestaba Fernando. - Como siempre, eres una gran ayuda, Ferm, ay, Fernando. No sé qué haríamos sin ti
Nada, nada . Estoy para ayudar.
Bueno . He de ir a la taberna, Santiago está solo y debe estar refunfuñando como siempre. De nuevo, Fernando, muchas gracias.
Se despidieron con un apretón de manos, mientras el psicólogo continuaba sentado; una vez solo, Fernando se maldijo por no tener también unos pantalones de repuesto