Los Secretos De La Tía Zulia

La joven Laura con apenas recién cumplido su mayoría de edad decide en contra de sus padres conocer a la misteriosa tía Zulia

Una mañana despejada y alegre en el que Laura iba de camino a la mansión de su tía. La inquietud retratada en su hermoso rostro contrasta con la mirada perdida en sus pensamientos. No iba sola a pesar de parecerlo. Un chofer en silencio la llevaba en un elegante mercedes negro. Este no mostraba ninguna emoción, en el interior del coche reinaba el silencio, y claro…,  Laura se sentía muy incómoda con el. Hubiera preferido ir en el bus, pero su tía insistió mucho en que se dejara recoger por su chofer. Intentó conversar, pero este solo se limitaba a responder si y no señorita. Ni siquiera quiso tutearla a pesar de la insistencia de Laura. Lo único que podría hacer era mirar por la ventanilla y esperar. Y siempre con el mismo pensamiento.... ¿Por que su madre odiaba tanto a su propia hermana?. Y siempre la misma exigencia, siempre ese prohibir de ver y hablar de mi tía. ¿Cual es el misterio?. Por mas que intentó de sonsacar algo de su madre, este le contestaba que su hermana Zulia llevaba una vida pecaminosa e insana. Siempre se la ha pintado como una mala mujer, viciosa e inmoral. Pero.. ¿que es lo que ha hecho?. ¿En que se basaron sus padres e incluso su hermano mayor para calificarla de esa manera?. El caso es que la inquietud de Laura desde que cumplió sus 18 años, la ha llevado a investigar por ella misma. Y ese día llegó…

No fue fácil dar con ella, pero pudo contactar con su tía en secreto. La tecnología y el internet fueron las herramientas necesarias para dar con ella. Pero lo cierto es que su tía dio con ella antes. Laura simuló un fin de semana de camping, eso si, bien pactado con sus amigas. No se dejó nada que pusiera en peligro su mentira. Ninguna sospecha. La realidad era pasar ese fin de semana en la gran mansión de su tía misteriosa.

El coche pronto entró al interior de las privadas fincas de su tía a las afueras de Santa Brigida. Sus ojos celestes miraban el verde abundante en contraste con el cielo despejado. No muy lejos asomó la gran casa y los ladridos de un perro le llamó la atención. Parecía un perro enfermo. Un ladrido poco común. Pudo ver desde la ventanilla la caseta del supuesto perro, pero una mujer fue a reprender a ese supuesto perro. Laura no pudo ver al perro, pero le extrañó la manera de la mujer algo nerviosa y poniéndose delante de la caseta. Como si no quisiera que lo viera los ocupantes del coche.

Se detuvieron bajo un techo de parras y el chofer corrió como si la vida fuera en ello a la puerta de la invitada. Le abrió la puerta y Laura incómoda ante tanta atención salió del gran coche. El chofer bajó su mirada en cuanto Laura le iba decir algo…

  • Gracias!

El chofer no respondió mas que con un gesto sumiso y cogió el equipaje de Laura.

Frente a ellos estaba la entrada principal y Zulia salió a recibir a su sobrina. El entusiasmo era tan evidente que ambas olvidaron al chofer que desapareció con las maletas en el interior de la casa.

  • Pero si eres la misma estampa de tu madre!.

Laura le costó decir algo y con una mirada confundida sonrió. Miraba a su tía asombrada de su aspecto fresco. No se podía creer que era mas vieja que su madre. Apenas tenía arrugas y no le sobraba ningún kilo. La piel bronceada y estirada reflejaba la buena vida que gozaba. Sus palabras dulces... ¿Como podría ser que esta mujer fuera peligrosa para el resto de la familia?. Sus ojos tan claros como los de su sobrina mostraban amor. Casi que lloraban al ver a su sobrina y no dudó en coger su mano y llevarla al interior de la mansión.

La señora Zulia llevaba el pelo color miel como su sobrina. Una cola alta dejaba su corte de pelo semi ondulado hasta los hombros. Una blusa azul marino y ceñida terminaba en unos jeans negros bien ajustados. Laura no podía evitar mirarla de arriba a abajo. Algo mas disimulado, pero la miraba impresionada de su elegancia. Sin embargo la tía Zulia tomando las mejillas de la muchacha, la besaba en la frente y la guiaba tomando sus hombros para obtener mejor visión de ella.

Laura era de esas chicas que siempre iba de negro. No era tan gótica, pero su atuendo no era para nada alegre. No vestía como el resto de chicas de su edad. Mas bien aparentaba mas rockera o heavy con la ajustada camiseta negra, los jeans negro e igual de ajustados y sus botas poco femeninas. Botas negras algo punkarras con los cordones cambiados de color. El derecho amarillo y el izquierdo blanco.

Puede que a la tía no le haya gustado su ropa, pero si le entusiasmó su belleza. La melena suelta y castaña bien cuidada, los ojos celestes en su rostro colorado de sonrojo, y la media sonrisa que la hacía encantadora y coqueta. Se reflejaba su inocencia a pesar del atuendo oscuro.

Pronto apareció la mujer de antes… Para Laura era lógico de suponer que su tía tuviera criados o asistentas para el cuidado de su mansión y fincas, pero esa mujer que luego fue presentada como la ama de llaves Mariela, no parecía trabajar mucho en la casa. No llevaba uniforme y vestida como una oficinista de faldas y camisa saludó con la cortesía de una dama de la mas alta clase. Parecía mas bien una secretaria o una contable. Laura la miraba respetuosamente y respondía su saludo lo mejor que podía. Mariela entonces invita a ambas damas del maravilloso encuentro familiar a tomar algo en una sala especial.

La sala estaba cubierta por cristales que dejaban ver el paisaje y las propiedades de la mansión.  Entonces Laura se sentó en una cómoda semi hamaca de mimbres y cojines frente a su tía. Su mirada hacía círculos por toda la amplia sala y quedó sorprendida por la decoración tan femenina. En las paredes había retratos de mujeres históricas como reinas y princesas de todo el mundo. Pero algunos de los retratos tan bien pintados al óleo eran mujeres de la mitología como Diosas y amazonas. Todo esto le pareció extraño y imaginó una posible secta. Se preguntaba si es por ser de una retorcida o extraña secta, el resto de la familia no la aceptaba. Llegó tener miedo incluso, sobre todo por algunas estatuas  de hombres desnudos en una posición de adoración.

Su tía se dio cuenta de la inquietud de su sobrina mirando los alrededores de la sala y sacó un tema de conversación. Intentó que la joven le prestara atención al mismo tiempo que buscó normalizar el encuentro. Laura la escuchaba y respondía y poco a poco se fue sintiendo mas cómoda.

Pronto apareció Mariela con una bandeja de plata con dos cafés y galletas. Sirvió a ambas damas entrando en una conversación cotidiana. Laura podría notar un complicidad poco habitual entre una señora y su empleada. Le gustaba las maneras. Poco a poco fue sintiendo simpatía por su tía e incluso por Mariela que bromeaba con ellas.

Hablaron y hablaron durante mas de dos horas sobre la familia. Su tía nombraba el pasado de su juventud y niñez con sus hermanos. Pero al contrario que la madre de Laura, nunca habló mal de su hermana. Todo lo contrario, la quería mucho. Cuanto mas hablaba su tía, mas dudas tenía su sobrina por la situación. Mariela salió de la sala en cuando profundizaron con el tema. Salió por su cuenta, a pesar de que Zulia no se lo pidiera. Ella prefirió dejarlas solas.

  • Y que pasó con mamá y usted?.

  • Usted?. Por favor tutéame querida. Me haces vieja. (Risas)

  • Lo siento tía, pero dígame... ¿Por que mis padres no quieren que la conozca?.

  • Ay pequeña!, no se como decírtelo. ¿Que te ha contado tu madre?.

  • Realmente nada. Me evita cada vez que te nombro. Creo que si no llega ser por la pobre abuela, nunca hubiera sabido de su existencia. Y desde que lo se, mi madre me cuenta que no quieres saber nada de la familia. Que llevas un estilo de vida perjudicial...

  • Calla... Recuerdas el funeral de la abuela?

  • Sii, te vi en un gran coche, y fue entonces cuando un señor bajó y me dio la nota. Me acordé incluso de cuando mi madre me decía que vivías con un hombre muy malo, y me asusté mucho.

  • Querida, para mi fue muy difícil asistir al funeral de mi madre. Solo ella me llamaba, aunque se negaba verme aquí. Ella fue la única capaz de recibirme en su casa. Por que aunque no aceptó  mi estilo de vida, no me olvidó.

  • Pero porque el resto te odiaba?, Ese hombre era tu marido?

  • Si, y sigo cazado con el. Y créame si te digo que el no podría hacerme ningún daño.

  • Es que solo medió la nota, y no me dijo nada...

  • Lo se.

Zulia hizo reflexión, mas unas gotas de lágrimas bajaron por su mejilla y miró los ojos de su sobrina.

  • Solo espero que no me odies cuando sepas como es mi vida.

  • Pero dime...  ¿Cual es el secreto?

  • Ya no eres una niña, y mereces saber la verdad. Ven acompáñame!

Zulia se levantó  y tendió la mano para que Laura se acogiera a ella. Dudó, pero al final puso su confianza y anduvieron de manos hacia otra habitación.

  • Ves ese retrato?

Un gran retrato de una señora precedía el salón cerca de ellas.

  • Es la condesa Marla de Uribe. La fundadora de nuestra nueva sociedad.

Laura quedó sorprendida del retrato al óleo de una mujer de vestido antiguo, casi de antes de la guerra civil española, sentada sobre un banco humano.

  • El hombre desnudo que hace de asiento es su marido Julian Uribe.

  • Que?. Pero que clase de condes son estos… Dijo Laura un poco sosteniendo una atrevida risa.

  • Noo Laura, no bromeo.  La condesa Marla hizo pública su forma de ver el matrimonio con su marido y fundó una escuela del que sorprendentemente acudieron muchas celebridades y altos cargos de la sociedad. Claro que al intentar ocultarse de las críticas morales fundaron un club. El Club de las Nuevas Amazonas.

  • Como?. De que va esto tía?!

  • Pues que yo pertenezco a ese club… Ven acompáñame!

Esta vez si que dudó mas Laura en acogerse a su brazo y simplemente la siguió.

Subieron por unos escaleras de caracol hasta otra planta, Allí la primera habitación se les presentó abierta y en su interior sentada en un gran escritorio estaba Mariela. Interrumpió por un momento la escritura a máquina y al verlas  preguntó si deseaban algo mas.  Entonces Zulia le dijo…

  • Que salga mi marido!

Mariela sin vacilar se levantó del asiento y cogió unas llaves sobre su escritorio. Caminó unos metros del amplio salón bibliotecario hasta encontrarse con otra puerta cerrada. Con las llaves abrió y alzó la voz de llamada que sonaba como eco en un entorno oscuro y siniestro el nombre de Mario.

Laura casi que se escondió tras su tía cuando oyó los pasos de alguien acercándose a la salida de esa habitación sin luz. Dios mío!, exclamó cuando un hombre maduro se arrodilla delante de Mariela…

  • Señorita Mariela, a sus pies…

El hombre estaba desnudo salvo un collar blanco con broches dorados, y bajó su mentón para besar los zapatos de salón de Mariela.  Luego al ver a Zulia y a la sobrina se sonrojó un poco, pero levantó pecho y rastreó las rodillas hasta su esposa Zulia y besó sus zapatos negros y de elegante tacón.

  • Ama Zulia, a sus pies…

Laura no daba crédito del entusiasmo del hombre en posar sus labios en el cuero del calzado por encima de la abertura donde asomaba dos dedos con sus uñas brillantes de su tía. Su mente estaba en conflicto y no sabía si gritar o huir de allí. Luego el hombre miró confundido a la joven que casi que se escondía tras su tía horrorizada por el show….

  • Saluda a tu sobrina, Mario. Le ordenó seca y autoritaria Zulia a su marido.

Apenas rastreó unos pasos y se fue acercando a la joven aterrorizada, esta se alejaba de él…

  • Laura, no temas. El solo quiere besar tus botas a modo de saludo.

  • Pero… ¿Como es posible?

  • Es tu tío político, mi marido, pero sobre todo es un hombre.

El hombre gateo para alcanzar los botines de cordones de colores y dio un beso rápido como si aprovechara el despiste.

  • Pero tía… es muy humillante…

  • La sociedad ha le que pertenecemos yo y Mariela ve en el género masculino la esclavitud ideal. El no tiene ningún derecho en mi casa por que me pertenece. Se que verlo desnudo te incomoda pero te acostumbrará a ver este género en su naturaleza sin humanidad.

  • Y el lo acepta?

  • Pues claro querida sobrina!. El acepto el matrimonio conforme a las leyes de nuestra sociedad. No te preocupes por el.

Mario y su mirada fija al suelo era la imagen de la degradación a los ojos de Laura. Mariela tubo que intervenir en las explicaciones de Zulia para calmar y normalizar la situación. Entonces Zulia decidió llevarla a la cocina, Mientras que Mariela se hizo cargo de Mario y se lo llevó a otro lugar.

Las pulsaciones corrían indomables por las venas de Laura. Tuvo miedo, mucho miedo. Su corazón con los pálpitos fuertes como si saliera de un gran susto las podía oír su tía que hacía lo posible por calmarla. La impresión por tal degradación se hizo evidente y empezó nada mas llegar a la cocina. Joder!, exclamó la muchacha.

Allí estaba el chofer sin su uniforme, totalmente desnudo. El mismo que la trajo a la casa en silencio, dejando de lavar lo que pareció ser las tazas de café que antes tomó, y acercándose  en sus rodillas al suelo hasta su tía.

La misma reverencia que Mario, este besó los elegantes zapatos de Zulia y se quedó esperando su presentación.

  • Este es Carlos, el esclavo personal de la casa. La casa se le hacía muy grande a mi esclavo y marido Mario, y por eso he decidido hacerme con otro.

  • Otro esclavo? Cuantos hombres tienes así?

La cara de espanto de Laura se exageró mas cuando Carlos buscó besar sus botines. No le dio tiempo de apartarlos e impotente vio horrorizada la misma situación.

  • Tía, puedes evitar que tus bichos raros me besen los pies?

  • Solo te saludan. En esta sociedad el hombre no está a la altura de expresarse de otra forma.

  • Asco, me da asco! Como puedes permitir esto?

Zulia preocupada intentó de calmar su protesta. Sabía que iba ser muy difícil. La situación se complicaba que incluso Carlos prefirió, no sin antes pedir permiso, salir de la cocina. Pero Zulia se lo negó y este se quedó de rodillas mirando con pena el suelo. Laura no soportaba verlo y salió de la cocina muy afrentada.

  • Laura!, siento mucho… No quería ofenderte.

Laura paró y se apoyó en la pared. Respiró profundo y…

  • Tía, es muy violento… Supongo que es de esto de lo que mi madre me ha querido alejar. Ay tía… no quiero ofenderle, y no es por ti. Pero me cuesta ver a los hombres como usted los ve.

  • Y no tienes….  (Hizo una pausa con lamento).

  • Tranquila, solo quería compartirlo. Como verás nunca me a importado hacerlo público. Y ya que eras mayor de edad querida…

Hizo otra reflexión y…

  • Vale, si te incomoda ver a mis esclavos vámonos de aquí y dejamos a Carlos trabajando en la cocina.

  • Y cuantos esclavos tienes así?

  • Hay un tercero en el jardín. (posó su mano en el fino hombro de su sobrina y le preguntó).

  • Crees que los estamos maltratando?. Yo respeto a Carlos y amo a mi marido. Nada es degradante puesto que es la voluntad de mi marido y el resto de esclavos.

Volvieron a la sala anterior y se encontraron a Mariela en un escritorio utilizando un ordenador y a Mario de pié con las manos atrás. Esta vez Laura sorprendió a su tía cuando esta iba corregir para no entrar.

  • No, Tía. No importa entremos si es lo que quieres. Quiero saber si es cierto que Mario acepta esta vida.

Zulia sorprendida le señaló un cómodo sillón y ambas se sentaron frente a Mariela y Mario.

El pene de Mario se podía ver con suaves latidos sobre los hombros de Mariela que por solo la presencia de Zulia y su sobrina dejó de hacer lo que estaba haciendo.

  • ¿Todo bien?. Preguntó.

Zulia quería sonreír pero temía las reacciones de Laura y le recordó de que no estaba obligada a presenciar esa imagen del hombre desnudo y sumiso. Pero Laura valiente, preguntó en alto…

  • Tio Mario, no?

Mario mas sorprendido por ver como esa joven extraña se dirigía a el, respondió con un si señorita sin levantar para nada su mirada.

  • No te importa que te vea desnudo y sometido por estas mujeres de esa sociedad rara que tenéis?

Entonces Zulia chasquea los dedos y su esclavo respondió acercándose frente a ambas damas. Se arrodilló y respondió…

  • No señorita, me gusta estar de la manera que desee mi dueña y señora esposa.

  • Señorita Laura, que no se le olvide, Mario…. (Corrige Zulia)

Una sonrisa menos ingenua sale de Laura…

  • Te gusta ser su esclavo?

  • Si señorita Laura, la amo.

  • ¿Quieres decir que lo haces por amor?.

  • Por amor y por que acepto las leyes de nuestra sociedad, señorita Laura.

Mario a pesar de el nerviosismo no ocultaba una ligera muestra de excitación. Bajo su ingle arrugada por su sobre peso, su pene parecía ir creciendo y engordando lentamente. Zulia lo sabía y sonreía a sus adentros mientras que Laura se hacía la despida.

  • Y no te importa que Zulia te comparta con otros esclavos?

  • No señorita Laura. Ella puede estar con quien quiera y tener  los esclavos que desee.

A esto se acordó de lo dicho una vez por su tía …

  • Tía, ¿Cual es ese tercer esclavo?

  • Oh si, luego te digo. ( Luego pensó) -

  • Mira mejor!, ¿Que te parece que si te dejo a Mario para que te lleve a ver al mi tercer esclavo?.

Esto le sorprendió hasta Mariela que escuchaba desde el escritorio. Laura abrió los ojos mirando a su tía…

  • ¿Por que? No está aquí?.

  • No Laura, mi esclavo Saúl tiene un adiestramiento diferente a Carlos y mi marido. No está en la casa, pero tampoco hay que salir de mis propiedades para verlo.

  • Ah, seguro que lo tienes trabajando como jardinero o algo así.

  • No, para nada. Está afuera pero trabajar lo que se dice trabajar… (Rió Mariela y Zulia).

  • Mira, mejor me voy contigo pero antes… (Chasqueó los dedos)

Mario le quitó con delicadeza los zapatos y luego besó sus pies descalzos antes de retirarse con ellos.

  • Si quieres la acompaño yo, Zulia.

  • Descuida Mariela, ya de paso le enseño a mi sobrina los alrededores de la casa.

Pronto apareció Mario con unas vans deportivas negras. Se las iba a poner a su mujer y dueña, pero esta las cogió y prefirió ponérselas ella misma.

  • Mario, quédate con Mariela por si te necesita.

  • Si Ama Zulia, como desee.

Zulia se levantó …

  • Vamos Laura, ven que te voy a enseñar mas cosas sobre esta sociedad.

Laura se levantó y con otra sorpresa de actitud se despidió hasta de Mario que ya estaba de pié con una semi erección apuntando a Mariela.

Zulia estaba mas contenta. Notaba en su sobrina un poquito mas de aceptación de su sociedad. Menos nerviosa ya casi era capaz de soportar esa visión. Puede que la practica fuera demasiado, pero por lo menos ese espanto inicial fue desapareciendo. Supuso así que la terapia definitiva estaba en su marido Mario. El que Laura fuera capaz de averiguar por si misma la aceptación de Mario por ser esclavo, y comprobar verbalmente la autenticidad de esa elección, fue el detonante para su seguridad. Casi Zulia que quería que Mario la acompañara y le contara mas sobre su sociedad, pero el caso de Saúl iba ser mas impactante para una Laura que aún estaba convenciéndose a si misma. Lo estaba entendiendo… La imagen excitada de Mario y lo feliz que parecía por ser el esclavo de su mujer le daba una cierta tranquilidad para asimilar esas leyes de supremacía femenina. Quizás siendo ella mujer era mas fácil de aceptarlo, pero otro sentimiento la acechaba…

Continuará en el próximo relato titulado.    El guardián ( Segunda parte de Los Secretos De La Tía Zulia)