Los sádicos inventos de Samanta: El humanizador 2
Después de verse satisfecha por los encantos de su perrita, decide darle una vuelta por la ciudad, para ver su tasa de adaptación. Sin embargo, esto podría llevar a sorpresas inesperadas.
Vestir a Ángela fue una tarea complicada, le resultaba extraño y no se dejaba, sin embargo su lealtad terminó por hacerla transigir, ante lo que Sam le ordenada. Sam la vistió de cuero, de una forma bastante sexy, aunque no pretendía que pareciese una buscona.
_ Es que no puedes ir desnuda por la calle_ le explicó Sam, divertida por su ingenuidad_ Los humanos llevamos ropa, para permanecer calientes y ocultar nuestras intimidades.
Ángela asintió, dirigiéndole esa mirada tan inocente, carente de maldad alguna. Sam acarició el rostro de la joven y le dio un beso tierno, al que ella respondió deseosa.
_ Vamos a la calle_ le dijo a Ángela, que se dejó llevar sin el menor reparo.
Ángela era una acompañante espléndida. Desde que aprendió a caminar lo hizo de un modo elegante, cogiendo firmemente la mano de Sam, como una verdadera chica enamorada.
_ ¿Podemos entrar ahí?_ preguntó.
_ No creo que sea lo más adecuado_ dijo Sam, a pesar de que el olor había llamado la atención de Ángela_ pero está bien.
Se trataba de una granja poco cuidada, un poco apartada de la ciudad, donde los animales campaban medio a sus anchas.
_ ¿Para qué hemos venido aquí?_ preguntó Sam a la antigua perrita.
Ángela sonrió pícaramente, sin perder la inocencia de su rostro, y besó apasionadamente a Sam, acto seguido la dejó caer suavemente al suelo, y comenzó a besarle el cuello.
_ ¿Aquí?_ preguntó Sam, sin comprender.
_ Quiero que las vacas nos miren_ dijo Ángela, con picardía, mientras iba quitando la ropa a Sam.
Sam podría haberla detenido, pero quería saber hasta donde quería llegar el libertinaje de la perrita que ahora comenzaba a montar su miembro, y le ofrecía su generosos pechos, que ella saboreó con gusto. Enfrascadas en su placer tardaron un buen rato en percatarse de los sonoros pasos que se les acercaban.
_ Ángela, a tu espalda_ exclamó Sam, al ver como el gigantesco animal se acercaba.
La vaca no dio tiempo a Ángela a apartarse antes de introducir su gigantesca lengua en su virginal ano. Ángela se aferró a Sam y le clavó las uñas en la espalda, haciendo unos cortes bastante desagradables. Pero Sam no podía hacer nada con ella encima, siendo probada por el órgano gustativo del animal.
_ Déjala que siga_ dijo la perrita al cabo de un tiempo_ Ya no duele.
Sam se resignó a que la más brillante obra biológica de la historia fuese sodomizada por una vaca pervertida. Cerró los ojos y se centró en su propio placer, tratando de ignorar los mugidos de la vaca. Tardó un tiempo en llenar a Ángela, que aparecía agotada por el esfuerzo realizado.
_ Vamos cielo_ dijo Sam, vistiéndola_ te llevaré a casa.
_ La vaca_ dijo, entre gemidos_ quiero que le hagas lo que a mí. La deseo.
Sam no podía negárselo. No podía negarle nada a ese pequeño angelito que había traído desde el reino animal. Colocó a Ángela sobre el lomo de su última amante, y la cogió por la cuerda de esta obligándola a avanzar. La idea de tener un nuevo sujeto para su experimento le resultaba de lo más interesante. Ángela había sido un éxito, obediente y leal, de aspecto arrebatador y sexualidad exuberante, e inocente como una niñita. Se preguntaba que saldría al usar una vaca en su lugar.