Los sacrificios de una madre V2

Este es mi segundo relato sobre sacrificios que hace una madre por sus hijos, pero aquí pla protagonista es otra. Disfrútenlo. Vendrás 3 más.

Les comparto mi segundo relato de este tipo, aunque no es la segunda experiencia. Tengo como 4 más que he estado buscando el tiempo para escribirlos, pero la verdad me ha faltado impulso. Sin embargo, esta situación que viví ayer, y que aun la estoy disfrutando, me da para empezar con este, y seguramente me anime en los próximos días a escribir los otros, así ya me queden en desfase de fechas.

Eh aquí pues, una nueva historia, pero con otra protagonista de…

“Los sacrificios que tiene que hacer una madre por sus hijos”.

Mi primer relato data del 2010, cuando tenía 25 años, es decir ahora tengo 35. Las cosas de la vida me llevaron a que me casé con la persona que narré en mi primer relato que era mi pareja (pero no era la protagonista el mismo), y luego de 10 años de convivencia me separé. Actualmente estoy solo, tranquilo, con mi trabajo, un buen ingreso económico que me sigue permitiendo dar ciertos lujos cuando los quiero y sobre todo disfrutar de una buena sesión de sexo sin mayores complicaciones.

Sin embargo a mi historia le hacía falta ese toque que viví en mi primer relato, algo más allá de solo sexo con la pareja, con alguna amiguita por ahí. Le faltaba poder, dominio, etc, y después de casi 2 años de mi última experiencia (que se las contaré en relatos posteriores), pues me llegó una nueva oportunidad como bandeja de plata. Así que disfrútenla.

Era un domingo cualquiera, cerca de las 8:30am. Yo había viajado a una ciudad cercana a mi ciudad de origen y alquilado un apartamento amoblado, de esos de solo un fin de semana. Yo ya me encontraba despierto porque desde que tengo uso de razón de domingo a domingo siempre he sido demasiado madrugador. Ya incluso me había bañado y había desayunado. Como encontraba solo, pues ya me imaginaba un domingo en paz y tranquilidad, un poco de piscina y netlix, para al otro día ir a trabajar como Dios manda… y bueno, justamente esta historia, algo Dios tiene que ver, porque, aunque ustedes no lo crean, hace parte de la historia.

Estoy alojado en un edificio de apenas 5 pisos, yo estoy en el cuarto. No hay vigilancia sino intercomunicador. En cada apartamento hay una cámara que conecta con el intercomunicador de la calle, y así uno puede ver quien toca el timbre, siendo totalmente impertinente un domingo a las 8:30am.

¿Quién o quienes más podrían ser a esa hora? Seguro algunos de ustedes adivinaron. Sí, los testigos de Jehová. En verdad en que a veces se pasan de intensos y molestos. Normalmente suelen ser un grupo de entre 4 y 6 personas, conformados por todo el núcleo familiar, papá, esposa, hijos. Uno normalmente les dice que no, y listo, pasó el momento amargo por la interrupción y todo vuelve a la normalidad. Supongo que al ser yo el 4to piso y 7 apartamentos ignorados después, era mi turno. Sin embargo, esta vez había algo diferente. En el intercomunicador pude notar que no era el grupo abultado de personas que suelen llegar, esta vez era solamente una señora, difícil calcular su edad con la resolución del intercomunicador, y una muchacha que se veía en la adolescencia quien la acompañaba. De hecho, al ver que sólo eran dos, dudé que fueran de los testigos de Jehová, y procedí:

-    ¿Buenas? ¿A quién necesita?

-   (la inconfundible frase de cuando uno va a caer en sus redes) Hermano, buenos días, somos de la iglesia XXXXX y venimos a traerle la palabra, ¿nos puede atender unos minutos?

Ya toda la situación para mi era extraña. Me pregunté, ¿solos dos mujeres esta vez?, la verdad me dio tanta curiosidad el tema que, solo por desocupado ese domingo pensé… “pues tengo claro que no me voy a volver testigo de Jehová, pero filosofemos un rato, y así no será tan aburrido el domingo”.

-        Bueno, acabo de desayunar, pero creo que no hay ningún inconveniente es escucharlas un rato. Les dije.

A lo cual respondió la señora

-        Que bueno hermano que quiera escuchar la palabra de Dios. ¿Puede entonces bajar para que hablemos?

-        De ninguna manera, respondí. Si quieren conversar conmigo, suban, que aquí estaremos más cómodos. El sol está inclemente la mañana de hoy.

-        Lo siento hermano, no podemos acceder a eso, nuestra moral y las normas de la iglesia no nos permiten entrar en residencias ajena. usted entenderá, ¿verdad?

-        Es una lástima, entonces tendremos que hablar en otra oportunidad, volví a decir, porque no pienso bajar. Que tengan entonces un excelente día, le dije.

La señora puso cara de decepción, e intercambió algunas palabras con su hija que no pude identificar, y creo que a raíz del rechazo que había tenido, imagino que no solo en los otros siete apartamentos de mi edificio, sino de la cuadra entera, me dijo.

-        Está bien, subiremos, pero de ninguna forma entraremos, estaremos siempre en la puerta de la casa. Si tiene reja, mejor. Me dijo la señora.

-        Perfecto, no hay problema, ustedes en la puerta, yo en la comodidad del sofá de mi sala. Empujen la puerta cuando sientan el ruido. Las espero.

Unos minutos después aparecieron en la puerta de mi casa dos mujeres. La señora, y mamá, tenía aproximadamente 45 años. Su vestido de falda ancha y chaleco no dejaban saber mucho de su físico, pero si tenía una cara preciosa, con su cabello negro, largo, pero lo llevaba recogido en un extraño moño, a pesar de la edad, y se le veía un buen busto. Enseguida pensé, que era una lástima a veces ver mujeres tan hermosas en estas iglesias que se cohíben de la buena vida, sin tener certeza alguna de lo que pasa en la realidad. Sin embargo, su hija, ella si me hipnotizó inmediatamente. Supe que tenía 18 años recién cumplidos, se llamaba Samantha, y al cumplir la edad de los 18 debía empezar a divulgar la palabra de Dios. Su cara era realmente angelical, con su cabello negro oscuro, largo, casi suelto, sujetado por una vincha, y aunque tenía también faldas largas y holgadas, era fácil adivinar el escultural cuerpo que debía tener… y casi sin equivocarme, virgen… Esos pensamientos seguramente me condenará al infierno, y si es así, llegaré allá feliz, después de lo vivido.

La señora sacó una revista que sé que se llama “La Atalaya”, aunque no pertenezca a esta religión y a ninguna otra (tampoco soy ateo, pero no es tema de este relato), si conozco muy de fondo a muchas religiones, y una que otra cosa, del pensamiento retrogrado de esta religión conocía y la iba a usar a mi favor… Samantha, a como de lugar, iba a ser mía, y estaba seguro que su mamá iba a colaborar conmigo si decía las palabras claves, en el momento clave.

Indudablemente no escuchaba nada de lo que la señora, que por cierto se llamaba Sara, decía. Ella leía y yo tejía un plan en mi mente y de inmediato lo puse en marcha

-          Disculpe Sara, ¿le puedo decir Sara?

-          Bueno, no es apropiado hermano que me llame directamente por mi nombre, le agradezco si se dirige a mi como hermana Sara y a mi hija como hermana Samantha.

-          Ok hermana Sara (lo dije en tono burlón-sarcástico), para que entremos más en conversación directa del tema. Le voy a ser muy sincero, no le he estado prestando atención a nada de lo que dice, pero estaba pensando en otro versículo de la Biblia, que seguramente usted conocerá mejor que yo. ¿podemos hablar sobre él?

-          Bueno hermano, yo debo seguirme a las enseñanzas de nuestra revista del día de hoy…

-          La interrumpí. sí, eso lo puedo entender, pero usted verá. Yo realmente no voy a ninguna iglesia, no creo en ellas, pero he estudiado del tema y por eso he tomado mis decisiones. Ahora, no sé si usted tal vez pueda y quiera escuchar alguna de ellas, y si usted me logra dar una respuesta convincente, pues a lo mejor logre convencerme y yo vaya a su iglesia.

Los ojos de Sara se llenaron de iluminación, yo diría que divina. Ella dijo que le parecía perfecto, mencionó que su esposo es un importante ministro de la iglesia, que ahora se encontraba dando unas conferencias a nivel internacional justamente sobre el estudio de la Biblia, y que si bien ella no tenía el mismo título que él, si había estudiado a su lado, así que se sintió plenamente confiada que cualquier cosa sobre la Biblia, ella podría responderlo como si lo hiciera su respetado e ilustrado esposo.

Cuando escuché eso, confieso que me dio un poco de temor perder la batalla sin iniciarla, pero conversaciones similares había tenido con pastores y sacerdotes católicos a los cuales nunca había encontrado una posición convincente, pero nunca había visto en ellos el brillo de seguridad que vi en sus ojos, por lo cual a pesar de ese pequeño temor decidí echarme al agua…

-          Ok, veamos, le dije. Recuerda usted “hermana” Sara (haciendo nuevamente énfasis sarcástico en hermana) cuando Abraham va a sacrificar a su hijo ante el pedido de Dios, Hijo que por cierto casi no puede tener y que solo una señora vieja y estéril, curiosamente tocaya suya, ¿le pudo dar?

-          Claro que sí hermano, eso está en Génesis 22:2 ¿Cuál es su duda?

-          ¿Por qué un Dios iba a querer que su más fiel seguidor sacrificara su hijo, que por cierto lo tuvo gracias al mismo Dios?

-          Muy sencillo hermano, porque Dios quiere que solo lo amemos a él y nada más que a él por encima de cualquier cosa, incluyendo nuestros hijos, y que hagamos cualquier cosa que él nos pida. Si es en nombre de Dios, todo se podrá.

En ese momento dije… ella cayó redondita a mis pies… Hasta ese momento Samantha miraba muy atenta a su mamá, como aprendiendo de cada palabra que decía y aunque no tomaba apuntes, se notaba que lo anotaba en su memoria para que nunca se le fuera a olvidar.

Entonces le dije:

-          Ok y si de alguna forma Dios te hiciera una revelación similar, ¿sacrificarías a alguno de tus hijos que Dios te diga?

-          Mi única hija, hermano, es mi hija Samantha y está al lado mío, y la protegeré contra viento y espada si es necesario, pero si Dios decide disponer de ella de alguna manera, pues que así sea.

Samantha puso voz de incredibilidad y asombro, pero dejó escapar un leve pero audible “amén”.

-          Entiendo. Bueno, tengo que confesarle algo, hermana Sara (aquí si no le puse sarcasmo para que fuera más natural) ¿Recuerda que le dije que no estaba prestando atención a lo que usted leía del manuscrito?

-          Si señor, lo recuerdo.

-          Ok, resulta que en ese momento me llegó una voz a mi mente que me decía que le hablara a usted sobre ese versículo de la Biblia y el pasaje de Abraham. ¿será alguna coincidencia divina que usted tenga el mismo nombre de la esposa de Abraham cuyo único hijo iba a ser sacrificado por su padre, y su madre no podría evitarlo de ninguna manera?

Sara tenía cara pálida y respiraba agitadamente, y parecía perderse en buscar alguna respuesta.

-          ¿Qué quiere decir exactamente? Dijo

-          El mensaje que me llegó hermana Sara, es que ahora mismo usted debe hacer un sacrificio, concretamente de su hija, y según su posición, el único que podría evitarle es su esposo como hombre jefe de la familia, ¿verdad?

-          No estoy entendiendo nada de lo que está diciendo. Dijo en tono incluso molesta y haciendo que Samanta quedara de espaldas suya.

-          No se preocupe hermana Sara, que Samantha estará bien, usted más que nadie sabe que los sacrificios en la Biblia son de muchos sentidos, pero todos significativos, así que el mensaje que hoy le envían a usted y su familia no es como el que estaba destinado el hijo de Sara y Abraham,  (hice énfasis en su nombre, para resaltar que eran tocayas). No, existen muchos otros tipos de sacrificios.

Ella, toda embalentonada dijo:

-          Todo sacrificio descrito en la Biblia es porque se espera una recompensa divina. No sé que tipo de sacrificio está hablando usted, pero tampoco ha mencionado la recompensa divina.

-          Claro hermana Sara, (le dije), tiene toda la razón. La recompensa es que su iglesia ganará un nuevo miembro convertido a la palabra del señor y usted y su familia quedarán consagrados como la familia que logró que un ‘no creyente’, una oveja perdida, volviera a las puertas del señor. (Creo que en alguna vida pasada debí ser actor, porque la entonación que puse en cada palabra y en cada gesto, realmente fue magistral, y eso lo hice porque, como mencioné ya conocía por menores de esta religión y sabía lo que a ellos les gustaba oír)

Sara, al escuchar mis palabras se le iluminaron los ojos casi igual a cuando supo que iba a hablar de la Biblia. Estoy seguro que se imaginó a su esposo ascendiendo de ministro a pastor de su iglesia, por haber convertido a una oveja perdida. La Azaña real sería de ella (o de su hija) pero el crédito se lo llevaría totalmente él, y su familia sería altamente beneficiada, bendecida y enaltecida.

-          ¿En qué consiste el sacrificio?, preguntó.

Mi corazón en ese momento estaba a mil por hora, pero mantenía una tranquilidad visual, que ni yo mismo me la creía.

-          Sencillo, entrégame a Samantha en sacrificio para que yo sea su primer hombre carnal, y de seguro se cumplirá la palabra de Dios de mi conversión a él y estaré siempre en su iglesia, hermana Sara. (como había adivinado su pensamiento de triunfo, en su iglesia, le agregué). No solamente su esposo se convertirá en pastor de su propia iglesia enaltecido por los demás creyentes, sino que su hija Samantha podrá mostrar a todos el poder Dios al tenerme siempre a su lado convertido. Seré un ejemplo viviente del poder de Dios.

Sara no digería del todo lo que le decía. Creo que su instinto de mujer y mamá, independientemente de su religión le mandaban señales de alerta. Samantha estaba boquiabierta y asustada ante lo que acababa de escuchar, pero no decía ninguna palabra.

-          Hermana Sara, ¿me escuchó lo que le dije? Interrumpí sus pensamientos, para seguir con el tema.

-          Yo creo hermano que usted está entendiendo mal el mensaje de la Biblia, y todo lo que dice está errado. Creo que todo esto fue un error, y hemos terminado. Hasta luego.

Previendo algo así, y con el as bajo la manga le dije.

-          Entiendo hermana Sara, pero ¿Quiénes somos nosotros para juzgar los designios de Dios y cómo envía sus mensajes? No creo que quiera usted de pasar a pensar que podría ser enaltecida en su iglesia, su esposo pastor y recibir todas las bendiciones, a ser la señalada como la persona o la familia que no siguieron los mensajes de Dios, desobedeciéndole. Pasará de enaltecida a casi expulsada, y lo sabe muy bien hermana Sara. ¿Qué pasará con su esposo, que da grandes conferencias sobre la Biblia y su esposa no es capaz de interpretar un simple versículo y tirarse todo el porvenir familiar?, y con porvenir me refiero al terrenal y por su puesto a cuando mueran y le den cuentas a Dios.

En ese momento miré a Samantha y su cara era un poema. Cuando mencioné el rendir cuentas a Dios, y sabiendo lo que eso significaba, su cara era de miedo y casi llorando. Era claro que ella no quería ir al infierno, por culpa de su madre, pero seguía muda, sin decir nada.

Sara, con una lagrima en el ojo, sabiendo el poder de mis palabras dijo:

-          Eh aquí la esclava del señor, hágase en mi según su palabra. (Me extrañó mucho que recitara esas palabras que no me lo esperaba, justamente por ser una religión que no le dan importancia a María la madre de Jesús, como se la dan otras creencias o el catolicismo.

Acto seguido Sara volteó y miró a su hija a los ojos, ella confusa por la situación y con cara de pánico, asintió y dijo

-          Eh aquí la esclava del señor, hágase en mi según su palabra.

Y se fundieron ambas en un abrazo interminable. Yo no daba crédito a lo que estaba ocurriendo, mi corazón y mi cabeza iban a mil por hora. Lo que parecía un simple domingo de descanso, se estaba a punto a de convertir en algo épico.

Sara me miró con ojos llorosos y dio:

-          Creo que el mensaje de Dios es claro y en ausencia de mi esposo, igual debo cumplir y hacer cumplir la palabra de Dios.

Ante semejante situación y comenzando a ejercer mi poder, seguí sin dirigirme a Samantha, como ignorándola. Me hacía pensar como eran los matrimonios arreglados de hace unas décadas y siglos, en donde todo lo cuadraban los padres sin pedir la opinión de los hijos. Entonces le dije a Sara.

-          Tu más que nadie entiendes el papel del hombre, dile a Samantha que deberá ser obediente en todo lo que yo le diga, deberá hacerme caso en todo lo que yo le diga y a absolutamente nada opondrá resistencia. Es necesario para que se cumpla la palabra de Dios.

Sara volteó nuevamente donde Samantha y le dijo: Ya escuchaste, Dios te lo recompensará en esta vida y cuando llegues al cielo, a lo cual Samantha aun con cara de pálida, asintió y tragó saliva.

Estiré mi mano, lo cual Sara cogió la de Samantha y la estiró también para que se juntara con la mía. En ese momento tuve otro macabro pensamiento y me la jugué.

-          Hermana Sara, mientras cumplimos con los designios del señor, no quiero que te quedes ahí de pie, por favor, entra tu también a mi casa, ve a la cocina y prepara algo de comer, seguramente estaremos muy hambrientos al terminar. Tu ya sabes a que me refiero.

Sara, boquiabierta, salió de sus pensamientos y asintió. Si hermano, tiene toda la razón. Ambas entonces entraron, y le pedí a Sara que cerrara la puerta. Le indiqué donde estaba la cocina, y que se sintiera en libertad de preparar lo que quisiera a la altura de un banquete que solo Dios se merece, (afortunadamente había de todo tipo de cosas para cocinar). Sin decirle ni una palabra aún a Samantha le halé el brazo para que caminara conmigo y nos fuimos a mi habitación.

Entré, el aire acondicionado estaba prendido, cerré la puerta con llave, y le die:

-          ¿Entiendes lo que está ocurriendo? ¿harás caso a todo lo que te diga y cómo te diga y no pondrás resistencia?

Samantha temblaba de miedo, todo su cuerpo era una gelatina en movimiento, pero me dijo que sí, que entendía todo y lo aceptaba. Le dije que si quería ir al baño antes, y se lo señalé. Ella asintió con la cabeza y se dirigió al mismo.

Pasaron como 5 minutos, cuando por fin salió. Le pregunté cosas que ya me imaginaba la respuesta, pero quería estar seguro.

-          ¿Has tenido algún novio alguna vez? R/ No

-          ¿Algún chico te ha pretendido y te ha dado un beso o has tenido algún acercamiento sexual con alguien?  R/ con cara de indignada y ofendida, No

-          ¿Tu has tenido algún tipo de deseo sexual, te has tocado tus partes intimas alguna vez? R/ con cara ruborizada y ofendida. NO

-          Perfecto, le dije.

-          ¿qué sabes sobre el sexo?

-          Es el contacto que tiene el hombre y la mujer para procrear, aunque entiendo que no siempre ocurre un embarazo, no sé bien por qué, pero si nos han explicado como es.

-          ¿Cuándo tuviste tu última menstruación?, pregunté

-          Hace dos días, justo el día de mi cumpleaños fue la última vez que manché.

Esa información me llenó de alegría, porque mi satisfacción sería total.

Le dije, quiero que muy despacio, te empieces a quitar toda la ropa, no pares hasta quedar completamente sin nada.

Me dijo que eso le daba mucha pena, que ninguna persona la había visto desnuda antes. Que sabía que cuando un hombre y una mujer tenían relaciones para procrear, ambos usaban unas batas con aberturas abajo (esa información me sacó de quicio e imaginé inmediatamente a su madre y  a su padre en esas, que desperdicio)

Le dije:

-          bueno, tu estás aquí para cumplir un designio de Dios, y no tengo esas batas que dices, ni las quiero tener, y aceptaste hacer todo lo que yo te diga, como te diga y de la forma que te diga. Sino estás dispuesta a cumplir, puedes irle a decir a tu mamá que está cocinando un rico banquete para Dios, que esa bendición no llegará, porque no obedeciste.

Su cara volvió a palidecer y me dijo

-          No por favor, obedeceré, y extrañamente volvió a repetir: “Eh aquí la esclava del señor, hágase en mi según su palabra”, y comenzó a quitarse la ropa.

Su ropa era un largo vestido único, ancho, que le cubría desde el cuello, manga larga, que le cubría hasta los pies, con zapato cerrado. Mejor dicho, solo se le veía el rostro angelical y las manos. Comenzó a quitar uno por uno los botones desde el cuello, lo hacía temblando y muy despacio, yo  solo esperaba ansioso, disfrutaba del momento. Llegó a la zona de la falda, donde buscó un cierre que yo no había visto, y lo bajó. Sacó con muchas dudas un brazo, y después el otro, quedaron sus hombros descubiertos cubiertos por un sostén, tal vez el más feo y poco sexy que he visto en mi vida, pero no me extraña para la gente de esa religión. Se notaba unos prominentes y generosos pechos, más grandes de los que me imaginaba, pero sin ser exagerados. Eran tamaño perfecto. Procedió a bajar la falda, quedaron al descubierto unas espectaculares piernas, cubiertas por igualmente el calzón más feo y poco sexy que había visto en mi vida pero ya no me sorprendió, por el contrario, me dio risa. Se quitó los zapatos y dejó totalmente descubiertos sus pies. El vestido entero cayó al piso y ella seguía temblando como una gelatina y cruzaba sus brazos como tratando de ocultar su cuerpo con ellos.

No hacía ningún otro movimiento y con la mirada le hice énfasis en que era todo. Con lágrimas en sus ojos, tendió su brazos hacia atrás y desabrochó el sujetados, muy lentamente lo dejó caer al piso y dejaron ver el par de tetas mas espectaculares que había visto en mi vida. Estaba a punto de abalanzarme hacia ellos, pero me contuve, quería esperar… luego con más lagrimas se dirigió a su feo calzón y lo iba abajar y la interrumpí… le dije.

-          Espera, quiero hacerlo yo.

Ella empezó a temblar más aún cuando con mis manos empecé a tocarla, me acerqué a ella lo más que pude, y empecé a besarle el cuello, tenía un aroma increíblemente delicioso. Puse lentamente mi mano derecha sobre su estómago, y mientras le basaba el cuello, empecé a subir lentamente sobre sus pechos. Ella quiso apartarse cuando llegué a ellos, pero al estar cerca la pared, le fue imposible, lo cual facilitó mi labor. Eran unos senos increíbles de tocar, con aureola pequeña y pezón apenas visible pero un tamaño generoso. Eran realmente un manjar de dioses. Seguí besando su cuello mientras ella lloraba, mis manos se recreaban con sus senos. Me senté en la punta de la cama y admiré como niño un juguete ese par de melones, los cuales empecé a besar y chupar. Jugaba con mi lengua. No sé que estaba sintiendo ella, pero lloraba. Es claro que no quería estar ahí pero no se atrevía a moverse, solo se dejaba, pero sus sollozos eran cada vez más fuertes. Yo ignoraba todo eso y solo disfrutaba. Abandoné sus apetitosos pechos y seguí besando por su pancita. Era plana, estoy seguro que le dedicaba algún tiempo al gimnasio o ejercicio, porque su cuerpo era realmente escultural. Puse mis manos en su par de nalgas, no eran muy grandes, más bien tendía a ser chata, pero igual era un manjar completo todo su cuerpo, así que las sobé a mi antojo mientras le besaba su ombligo. Ella seguía sollozando o lloraba en silencio. Me dio la impresión que incluso algunos rezos decía, pero yo estaba en mi mundo que no le entendía nada.

Puse mis dedos en el elástico de su horrible calzón y la miré a los ojos, y comencé a bajárselo muy lentamente. Ella me miró primero y después cerró los ojos y los apretaba, yo me divertía con la escena y le bajé totalmente la prenda. Me sorprendió que aunque tenía algo de pello púbico, lo tenía recortadito y arreglado. Teniendo en cuenta las cosas de la religión, me imaginé una vagina muy peluda y desordenada. Eso me gustó. No era muy abundante, y estaba cortadito y aseado. Ya en ese punto mi excitación era monumental.

Recorrí con mis manos sus piernas, las besé también, le di la vuelta y empecé a subir de nuevo tocándola y besándola. Besar su trasero fue exquisito, su espalda, que se arqueaba al contacto de mis labios y mis manos que volvían a jugar con sus pechos mientras la seguía besando por la espalda hasta llegar nuevamente a su cuello. Ahí aproveché para restregarle mi pantalón en su trasero y sintiera un poco lo que le venía luego.

La solté de repente y ella se sorprendió. Le dije que era una mujer muy hermosa y que cualquier hombre estaría más que satisfecho de disfrutar de esa ricura. Ella tomó mis palabras con desprecio y bajó la mirada.

Le dije

-          Samantha, ahora te toca a ti. Quítame tu toda la ropa.

No iba a ser una tarea muy difícil. Al ser domingo de descanso, solamente llevaba una playera y una sudadera, con medias puestas.

Ella se me acercó, fue increíble verla caminar desnuda, por lo cual la interrumpí y le dije.

-          Espera, antes de eso, da otra vuelta por toda la habitación, quiero verte nuevamente caminar así desnuda.

Ella no comprendía porque yo le daba esas órdenes. Su concepción era que las relaciones sexuales eran para procrear y ya, y ella se sentía humillada y ultrajada que yo hiciera con ella cosas que no le habían enseñado de ninguna manera. Aún así hizo caso y caminó. La habitación no era muy grande, unos 20 metros cuadrados con una cama doble atravesada así que tampoco había mucho espacio de passarella, aun así, disfruté del espectáculo. Sus pechos rebotaban con la gravedad a medida que daba un paso. Fue hasta la parte más lejana donde podría ir, y ahí le ordené que volviera donde mí ahora sí a terminar su labor.

Fue increíble verla llegar desnuda hasta mí, mi erección era monumentalmente dolorosa ante semejante espectáculo. Alcé mis manos para que ella entendiera la orden de quitarme la playera, lo hizo. Cogí sus manos e hice que tocara mi pecho. Ella se resistía un poco, pero lo hizo. Lentamente bajé sus manos hacia el elástico de mi sudadera, y le dije:

-          Antes de bajarlo, arrodíllate.

Ella, abrió los ojos muy fuertes y dijo:

-          Lo siento, solo me arrodillo ante mi Dios, así lo contrario me implique la muerte. Y antes de que digas cualquier cosa, te recuerdo que en Génesis 41:46, José se presenta ante el Faraón, y es el único que no se arrodilla, y le dice que solo ante su Dios lo hará, así eso lo implique la muerte. Todo eso lo dijo entre lágrimas y sollozos

Yo quedé hipnotizado. ¿cómo podría citar algo de la Biblia en semejante situación? Como su argumento era lógico y yo no me iba a poner ahora a verificar si era verdad o no, pero quería seguir manteniendo el poder, le dije.

-          Ok, tu ganas esta.

Me acosté en la cama y le dije:

-          Ven a mis pies y continúa tu labor de quitarme la sudadera, y después las medias.

Resignada así lo hizo. Bajó mi sudadera. Abrió los ojos más grandes aún que cuando le dije que se arrodillara cuando vio el bulto que quedaba aprisionado con mi boxer. Terminó de quitar la sudadera y las medias. Le dije que ahora quítame el boxer.

Cómo sabía lo que venía se puso a llorar. Me pidió que no siguiéramos, que estaba segura que ya habíamos cumplido más que suficiente el sacrificio. Que finalmente el hijo de Abraham no había muerto, y que Dios le había dado la oportunidad de vivir.

Ahí si me puse muy serio y bravo, y le dije, que el sacrificio solo estaría completo cuando yo así lo dijera, y que no iba a permitir de ninguna forma que todo se perdiera ahora.

Ella hizo ademán de levantarse y coger su ropa. Claramente se iba a rebeldizar. Creo que hasta ahí había llegado su limite de la creencia religiosa. Creo que su instinto de mujer también le decía que algo no estaba bien. Entonces, apresurándome a y previendo lo que venía le dije

-          Espera, antes que cometas una locura y lleves a tu familia a la condena en el infierno por no cumplir un mensaje de Dios, piensa lo que vas a hacer. Piénsalo muy bien.

-          Esto que estamos haciendo no está bien (me dijo), las relaciones sexuales son solo para procrear y entre esposos. Tu no eres mi esposo y yo tuve mi periodo hace 2 días así que aquí no estamos haciendo nada de Dios. Esto es pecado, y ya no puedo aguantar más.

Creyendo que se me salía la situación de control, tuve una idea fugaz, y era mi última carta.

-          Ok, hagamos algo, entiendo lo que estás pasando y yo cumpliré mi promesa de convertirme a tu iglesia y estar a tu lado siempre. Seguramente luego si terminaremos casados después de esto. Si lo que te preocupa es tu virginidad, porque sabes lo que viene, ok, lo puedo entender y haremos otro trato. De momento no tocaré tu virginidad, es decir, no te voy a penetrar, pero, terminarás de hacer algo y eso si no lo podrás evitar, o sino, todos en tu iglesia sabrán lo que aquí ha pasado, y sabes que el hecho de que ya estés encerrada con un hombre, desnuda, y sin casarse, será motivo suficiente de expulsión tanto para ti, como para tu familia por permitirlo.

Su cara era un espanto, yo no sé de donde mi fluían a mi esa idea o si de verdad era inspiración divina, o maligna, no sé, pero todo me fluía como debía ser. Ella asustada ante la situación me dijo

-          ¿Cuál es el trato entonces?

-          Muy sencillo, le dije. Vas a bajarme el boxer, si verás mi pene muy erecto, lo tocarás, lo masajearás, y en vez de que entre por tu vagina, entrará por tu boca. Lo besarás, lo chuparás, lo lamerás y harás todo lo que yo te diga y hasta que te diga. Una vez terminado eso, serás libre.

Ella lloraba nuevamente al escuchar cada una de mis palabras, sopesó los pros y los contras, puso cara de odio, y dijo, está bien “eh aquí la esclava del señor, hágase en mi según su palabra”, pero una vez haga esto, no haré nada más.

Se acercó nuevamente a la cama, tomó mi boxer y lo bajó. 18cm de un muy erecto pene quedaron a su vista. Juro que escuchaba los latidos de su corazón y su mirada fija de miedo al ver mi pene. Le recordé la orden, a lo cual, con su tímida mano lo toco. Dios, de solo sentir su manita en mi pene casi me corro, era una sensación jamás vivida. Comenzó una lenta paja, no sabía ni como hacerlo así que la guié. No quería perder mucho tiempo así que le recordé lo de la boca. Lloró un poco más pero se acercó. Comenzó a dar tímidos besos con sus labios, apenas y si lo tocaba. La situación era extremadamente morbosa y excitante pero divertida. Le dije que abriera del todo la boca y se lo metiera. Su cara era un poema, pero lo hizo. No pude evitar recordar la terrible mamada que me hizo Catalina en el primer relato que subí. Esta sin duda era mucho peor que esa, pero extrañamente más excitante aún. Comenzó un torpe sube y baja. Instintivamente jugó con su lengua, pero claramente no lo disfrutaba, ni sabía que estaba haciendo. El que disfrutaba con el morbo era yo. Así la tuve unos 15 minutos. Ella no disfrutaba nada, solo chupaba, lamía, botaba saliva, volvía y chupaba. Era realmente un desastre, pero para mi era el mejor placer del mundo aunque fuera la peor mamada. Ahora sí sentía que no iba a aguantar más y sin ningún aviso, aceleré un poco más las embestidas, hacía que ella solo chupara pero no lo sacara de su boca y pffff, me descargué en su boca….

Que corrida tan monumental. De esas que solo son épicas unas cuantas veces en la vida. La pobre Samantha que no sabía que eso venía, no sabía ni que hacer. Creo que se tragó la mitad, otra parte la escupió, y algo aun le quedaba en la boca… Era un poema muy excitante ver la cara que hacía y lo que no sabía ni que hacer. Yo reía de verla ahí, y ella tosía y escupía. Le dije que fuera al baño y así lo hizo. Yo tenía unas toallas húmedas por ahí, así que limpié lo que había regado al piso mientras ella en el baño se le escuchaba llorando, lo hacía inconsolablemente.

En ese momento venía me segunda parte del plan. Cuando le dije a ella que si me la chupaba era el fin del trato, obvio era mentira, pero era la única manera para que hiciera esta parte por su voluntad, para yo poder emplear mi fuerza entera para hacerla mía, cueste lo que cueste.

Pasaron como 5 minutos y no salía del baño, así que le pregunté si estaba bien. No había respuesta, pero se oía su llanto. Para sorpresa y suerte mía, no había puesto seguro a la puerta, así que la abrí, y ahí estaba ella, sentada sobre la tapa del sanitario, con las manos en la cara, llorando inconsolablemente, desnuda, sin nada que la protegiera… y Ahí estaba yo, sabiendo de mis intenciones nuevamente excitado al 100. Ella no había visto que la excitación me había bajado un poco después de la corrida que tuve, lo cual es normal que pasé, pero al verla ahí sentada, desnuda, sobre sus manos, mi amigo tomó nuevamente erección de campeonato. Ella no me miraba, solo lloraba tapándose el rostro. Le tomé una mano para halarla hacia mí, ella hizo resistencia haciendo fuerza, pero pude yo más que ella, se puso de pie y fue cuando se percató de mi erección. Se puso a temblar de nuevo, y lloraba. Yo la saqué del baño, la puse de frente mía y la abracé. Sobaba su largo cabello negro oscuro, me tropecé con su vincha, la cual se la quité para que su pelo quedara totalmente libre suelto. Sentir su cuerpo desnudo sobre el mío así de pies y mi pene super erecto tocando su vientre fue una sensación increíble, yo solo la seguía sobando, y giraba lentamente hasta que ella quedara de espaldas a la cama… cuando estuvo así, le dije al oído

-          Eres la mujer más bella e increíble que he tenido. Hay que disfrutarte toda. Y la empuje a la cama.

Ella cayó en ella asustada, con sus ojos abiertos y pálida como si viera un fantasma… o un demonio. Lloraba, pero no tenía fuerzas para gritar. Yo me subí en la gama y a gatas me acerqué a ella, sobre su cuerpo. Ella temblaba, se intuía lo que venía, pero sabía que pelear era inútil y no articulaba palabra alguna por su llanto, pero todo lo decía con sus ojos, de súplica. Como en sí no puso ninguna resistencia, quedé acostado encima de ella, abrí sus piernas lo más que pude y dirigí mi super erecto pene hacia su premio mayor. Sabía que sería difícil, sabía que ella no estaría lubricada en absoluto, sabría que sería hasta doloroso para mi, pero… el premio final valdría la pena. Con mi pene apuntando directo a su entrada, empecé a pujar. No cedía nada. De repente lo sentí en la posición adecuada, en el punto no retorno, y con todas mis fuerzas, sabía lo que venía entonces le tapé la boca y pffff, hasta el fondo de su ser… efectivamente fue hasta doloroso para mi realmente entrar en esa cueva tan estrecha, recién inaugurada y con cero lubricación. Creo que nunca había sido ni tan doloroso para mí, pero Samantha era otro cuento. Si no tapo su boca, seguramente hubiera alertado a algún vecino y eso no hubiera sido bueno. Su boca había quedado abierta pero ya con el grito ahogado y cero fuerzas de parte de ella. Yo me acomodé como pude para tener un mejor movimiento. Samantha tenía la boca muy abierta aún y la mirada perdida. Creo que se le habían acabado ya las lágrimas. Su respiración era agitada y su corazón bombeaba a mil. No me importó.

Empecé a tocar sus pechos con mis manos y a besarlos, a disfrutar de nuevo de ese manjar de cuerpo que tenía a mi merced, aunque ella parecía una muñeca inflable. Ya no emitía sonido alguno y solo se dejaba hacer. Cuando sentí que su vagina se acostumbró un poco a mi pene, creo que por forma natural, lubricó un poco, pero lejos de cualquier placer de ella. Eso me permitió empezar a moverme e iniciar unas ricas embestidas en ese apetitoso cuerpo que ahora era mío y solamente mío. Como ella no se movía pero no ponía mayor resistencia, la puse en diferentes posiciones que me permitieran disfrutarla hasta el último rincón de su cuerpo. La puse en cuatro, y la penetraba duro. Luego con los pies de ella sobre mis hombros, y era la gloria. Como había tenido una corrida monumental hace unos minutos, mi resistencia aquí era máxima y sabía que iba a durar mucho para disfrutarla. La besaba por todas la partes, le chupaba todo su cuerpo, y ella solo miraba lejos sin hacer ni decir nada. Si no es porque sentía los latidos de su corazón, no habría diferencia alguna con un cadáver, pero como sabía que no lo era, pues disfruté de ella.

En una de esas la volví a poner en cuatro, y mientras la penetraba, me dije a mi mismo que ya hecho lo hecho, íbamos con todo. Le saqué mi pene, y sabía que solo tendría una única oportunidad, era todo o nada, así que apunte lo más que pude, y sin previo aviso lo volví a tapar la boca y se la metí de un solo totazo por su ano… la posición en la que le tenía me facilitó labor porque mientras la penetraba en cuatro le iba abriendo las nalgas y preparaba para el acto, ella no se lo esperaba ni imaginaba. Indudablemente su grito fue mucho más desgarrador que la primera penetración, además porque fue totalmente desprevenido para ella. La entrada se me facilitó por la mezcla de los fluidos de ella de su vagina y la sangre del desvirgue, entonces no fue esta vez tan doloroso para mí. El tema fue mucho más incómodo que cuando la penetraba por su vagina, así que en una de esas se me salió mi pene de su ano, y ella de alguna forma se cambió de postura y no me permitió seguir, pero si me facilitó volverla a penetrar por su vagina, lo cual lo hice gustoso. La miraba a los ojos sin piedad, mientras ella me miraba con compasión y odio. No sé que pasaba por su cabeza, pero no decía ni hacía nada. Yo seguía bombeando en ella muy fuerte y pasados unos 10 minutos, ni yo mismo me di cuenta y pfff acabé dentro de ella también de una forma monumental. Ella lo sintió y empezó a llorar nuevamente, sabía que ya todo había acabado, sabía que ese era el final, pero sabía también que si yo había incumplido el trato de no penetrarla, sabía que no iba a ser cierto que yo iría con ella convertido a su iglesia; todo eso me lo dijo con la mirada mientras lloraba.

Yo salí de su cuerpo y me acosté a su lado. Quise abrazarla y consolarla, pero ella seguía como una muñeca inflable. Lo entendí.

Tomé nuevamente toallas húmedas y las pasé por todo su cuerpo, le limpié su vagina de los restos de semen y sangre. Le limpié el ano también, que aún lo tenía abierto.

Le dije.

-          Samantha, ya puedes vestirte, tu mamá nos debe estar esperando con la comida hecha.

Ella lloró otro poco, pero como pudo se levantó de la cama. Indudablemente no podría casi mantenerse en pie. El dolor en su vagina y en su ano se lo impedían. Yo tomé su ropa interior, se la puse, luego su sostén. Ella me miraba con odio, yo le sonreía. Luego busqué su vestido y sus zapatos, igualmente se los puse, le subí el cierre de la falda, acomodé sus brazos en la parte superior del vestido, y abotoné uno a uno sus botones, muy despacio cada uno hasta llegar al último que le amarraba el cuello. Cogí su vincha del pelo y traté de ponérsela como la tenía antes. Ella me seguía mirando con odio. Finalmente, yo me puse mi boxer, ya mi excitación había desaparecido por completo, estando más que satisfecho. Luego me puse mi sudadera y la playera, me quedé sin medias.

Le dije que ya podía salir del cuarto, pero ella no dijo, ni hacía nada. Solo estaba ahí de pie, casi pegada contra la pared. Esa situación, inevitablemente me hizo recordar a Catalina. Definitivamente esa mujer dejó una huella en mi, porque ahí la recordé, justo en una situación muy similar la que estaba Samantha, así que me le acerqué y pegué todo mi cuerpo al de ella. Ella empezó a respirar nuevamente de forma acelerada, y yo sin previo aviso, besé sus labios… ella no hizo nada, se quedó quita, no respondió a mi beso ni nada, todo lo hice yo. Sin embargo, al besarla, la había hecho ahora sí totalmente mía, incluyendo sus labios.

Al dejar de besarla la miré de nuevo a los ojos, su mirada era un poema de incredibilidad, me miró con cara de “te llevaste lo último que me quedaba de dignidad” y adivinando sus pensamientos le dije.

-          Tu sacrificio está completo, porque fuiste completamente mía.

Acto seguido le tomé la mano de la misma forma como habíamos entrado a la habitación, abrí la puerta y la halé conmigo, llegamos al comedor. Su mamá estaba con lagrimas en los ojos, se notaba que había llorado mucho también, pero noté que había una rica cena servida. Cuando se vieron, mamá e hija empezaron a llorar y se fundieron en otro eterno abrazo, como cuando Sara me entregó a la hija. Me miró y me dijo:

-          Todo está hecho. En la atalaya que está al lado de la comida está la dirección de la iglesia y la dirección de nuestra casa. Solo Dios sabrá que hay en tu corazón después de todo lo que ha pasado hoy.

Acto seguido tomó sus cosas, abrió la puerta y salieron el par de mujeres del apartamento. Yo no super que decir ni que hacer. Solo cerraron la puerta y se fueron. Ni siquiera supe como salieron de la portería, con algún vecino se debieron de encontrar, y se perdieron de vista.

Vi el folleto con los datos que me habían dado. Tomé la cena que Sara había preparado, que la verdad estaba deliciosa. Dos horas después, me hicieron el llamado que era hora de entregar el apartamento que había rentado y así lo hice.

Ahora me encuentro, en la comodidad de mi casa, que como lo dije al comienzo, es en otra ciudad, escribiendo este relato, con el folleto de la Atalaya #69 a mi lado.