Los problemas que nos trajo el disfraz de cab... 2

En esta segunda parte sabrás lo que pasó a la vuelta, cuando cambiamos de lugar dentro del disfraz, conmigo ahora adelante. No tengo un culo tan poderoso como el de Rolando, pero por algo me llaman lindo culo...

LOS PROBLEMAS QUE NOS TRAJO EL DISFRAZ DE CABALLO 2

Por Lindo Culo 04.

Nuestras novias habían desaparecido del baile con otros muchachos. Así que su insistencia en que Rolando y yo fuéramos disfrazados de caballo, fue evidentemente con la intención de hacernos carnudos.

Pero a nosotros no nos había ido tan mal. Todavía estábamos dentro del traje de caballo, y aún tenía mi cara enterrada en el gordo culo de Rolando. Y a pesar de habérmelo cogido en el viaje de ida (la carne es débil, y luego de tantas cuadras oliéndole el culo, me empiné a tal punto que terminé garchándomelo, aún dentro del caballo) el continuar con sus redondos glúteos rodeando mi cara, hizo que me empalmara nuevamente. Así que le propuse que fuéramos al baño, con la excusa de que debíamos cambiar de lugar en el disfraz de caballo. Rolando accedió inmediatamente, y para hacerme sentir su buena disposición, me fue frotando su hermoso culo contra mi rostro durante todo el camino al baño. Cuando debimos detenernos un momento para dejar pasar a otra gente, Rolando continuó haciendo rotaciones en mi cara, apretándomelo con ganas. De modo que cuando, por fin pudimos encerrarnos en uno de los cubículos del baño, sin decir palabra nos bajamos los calzones y Rolando se inclinó para ofrecerme su soberbio culazo para que mi garcha enorme y dura se diera el gran gustazo. Así que me lo garché nuevamente.

Esta vez pude garchármelo con más tranquilidad y él me agasajó el miembro con su goloso culo que le hizo todo tipo de atenciones durante los veinte minutos en que estuve garchándoselo. Finalmente le eché todos mis chorros como mi mejor y apasionado homenaje mientras escuchaba sus jadeos.

Realmente, nuestra amistad estaba avanzando a pasos agigantados. La gente que estaba afuera del cubículo pudo escuchar los ruidos de nuestra eufórica garchada, y algunos se quedaron para poder vernos cuando salimos. Pero se decepcionaron. Cuando salimos ya habíamos cambiado nuestro lugar dentro del traje de caballo, así que no pudieron saber quienes éramos. Eso no obstó para que uno le tocara el culo a Rolando a través de la tela del disfraz, lo que fue perfectamente comprensible dado el culo que se gasta Rolando. No sería yo el que lo criticara.

De cualquier modo era yo el que tenía el rostro de Rolando entre mis nalgas. Y aunque no puedo compararme a mi amigo, mi culo también tiene sus encantos.

Como no tenía mucho caso esperar a las chicas que quien sabe por quienes estarían siendo culeadas, decidimos que lo mejor sería volvernos a mi casa. Además estábamos calientes el uno con el otro. Y ahora que habíamos entrado en confianza la cosa se iba a poner buenísima.

Como yo me había echado dos tremendos polvos en el culo de Rolando, ahora iba más tranquilo. Él en cambio se había echado uno solo y todavía no me había probado el culo. Así que lo tenía bien caliente, y disfrute de masajearle la cara con mis glúteos, debo confesar que con cierto sadismo. Me encantaba saber que estaba al palo, detrás mío sintiendo como le masajeaba el rostro con mi orto.

La sensación era muy excitante, especialmente cuando sentí que me lo estaba besando a través de la tela del pantalón, con tantas ganas que ya me estaba empalmando nuevamente. Cuando nos detuvimos en un semáforo, Rolando me bajó el pantalón y el slip, dejándome con el culo al aire, a merced de su lengua. Ahí me pudo. Y me encaminé, con él detrás, hasta un lugar algo más tranquilo en la vereda de enfrente, y como ninguna de las personas que podían pasar nos vería, Rolando empezó a besarme y lamerme el culo con un énfasis diabólico, al punto que sentí que me vacilaban las rodillas.

Mi ojete se abría por si solo, a medida que su lengua golosa e insistente avanzaba entre mis cachetes. Entonces Rolando, viendo como me tenía a su merced, me aferró con fuerza el culo con ambas manos, y abriéndome los glúteos comenzó a cogerme el ojete con su lengua. La tenía gorda, caliente y larga. Y la movía con tantas ganas que me entregué a su pasión y para sorpresa mía, sentí que estaba por hacerme acabar por tercera vez, pese a que no me estaba pajeando con las manos. De modo que cuando me vacié, manché el lado interno del disfraz, y él pudo sentir como a cada chorro mi orto le apretaba la lengua.

La gente que pasó por nuestro lado, al sentirnos jadear habrá pensado que el disfraz nos debía estar resultando muy cansador.

Apenas me repuse, me encaminé al callejón oscuro donde en el viaje de ida al baile, yo me lo había cogido a él. Sentía que ahora era su turno.

De modo que, cuando luego de pelar, él me montó dentro del traje, abrí bien mi culo para que mi amigo me lo ensartara con su tranca, que por su tamaño estaba a la altura de su culo.

Como su garchada lingual me había abierto bien el ojete, la garcha de Rolando, gorda y todo como era, pudo enterrarse hasta el fondo, dilatándome el orto de un modo maravilloso.

Así que lo puse en pompa para que me lo garchase bien garchado. Él también tardó unos veinte minutos en venirse con potentes chorros hasta el fondo de mi ojete. Pero a diferencia de mí, no me la sacó, dejándomela adentro. Yo me quedé gozando de ese grueso chorizo con que me tenía empalado, y poco a poco sentí como se le estaba endureciendo nuevamente, sin haber perdido nada de volumen.

Gozoso me preparé para una nueva cogida. Y cuando comenzó a balancear su bananota en mi orto, lentamente, hacia delante y atrás, le entregué el culo con mi mayor disfrute.

Bueno, que me lo estuvo garchando durante cerca de media hora, haciéndome acabar otra vez, hasta que con una enterrada profunda me fue mandando al carajo con cada chorrazo con el que su pollota se hinchaba con cada emisión.

Y nos quedamos un rato reponiéndonos, para luego, lentamente rumbear hacia mi casa.

Cuando llegamos sabíamos que las chicas aún tardarían bastante, ya que habían ido a conseguir una buena follada cada una y seguramente la habían conseguido, y la habrían repetido una y otra vez.

Pero no era asunto nuestro. Una vez que nos sacamos el disfraz, me arrodillé y empecé a besar la gorda verga de Rolando, que pronto se empinó hasta alcanzar su máximo esplendor.

Pero qué sabor. Todavía tenía su semen como resabio de sus acabadas en mi culo. Y su aroma a macho.

Así que se la mamé con tantas ganas que se corrió en mi boca y pude paladear sus chorros uno a uno. Cuando me relamí saboreando con mi lengua el delicioso gusto de su espesa leche, nos quedamos tirados en el sofá.

Aún tendríamos un par de horas, como mínimo, hasta que volvieran las chicas y me pregunté que podríamos hacer. Pero no tuve que pensar mucho al respecto. Mi amigo se había apoderado de mi polla y estaba chupándomela.

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