Los problemas con Laura _ Episodio 2

No sé si Elsa es la zorra depravada que yo creo, o si me he pasado con mi jueguecito y la he perdido para siempre

"Mario, cógeme el teléfono, que sé que estás ahí. En serio, tenemos que hablar, por favor. Llámame cuando oigas este mensaje."

"Estoy segura de que estás ahí, Mario. No podemos acabar así, joder, llevamos mucho tiempo juntos como para estar con jueguecitos y que no me cojas el teléfono."

"Mario, soy yo, Laura. Llevo llorando toda la semana, necesito verte y explicarte lo que viste. Fue un malentendido, por favor llámame."

Ese era el mensaje número cien que Laura había dejado en mi contestador. No se cansaba de llamar. Desde que la ví engañándome con el cachitas de su gimnasio no me importó salir corriendo y no volver a hablar con ella. Cierto es que la forma en la que Elsa había entrado en el juego no me dejó echar de menos el calor de Laura.

Lo de ayer fue tremendo. Las últimas palabras de Elsa aún resonaban en mi cabeza:

"Eres un hijo de puta, me has violado. Espero que jamás vuelvas a hacerlo, y que nunca volvamos a vernos... Mañana estaré de compras en esta misma tienda a las 6 y media de la tarde, en este mismo probador, espero que no vengas..."

Jamás pensé que Elsa tuviese esos deseos tan oscuros: el hecho de violarla no sólo no la hizo enfadar, sino que le había gustado. El modo en que salió del probador aún con restos de semen por su cuerpo, sus palabras y esa sonrisa... cada vez que recordaba sus perfectos dientes blancos mordiendo el borde de sus labios, mirándome lascivamente e invitándome a poseerla de nuevo mi polla palpitaba con fuerza bajo el pantalón.

Ayer pude ver una parte de Elsa que jamás me hubiese imaginado. Me la había follado salvajemente, atándola y sin su permiso, y se había excitado como una perra en celo. Y hoy... hoy volvería a hacerlo, pero no iba a dejar que la cosa quedase ahí. Tantos años deseando poseer a la mejor amiga de mi novia (o mejor, la zorra de mi ex novia), y había pasado de la forma mas insospechada. El juego de Elsa me excitaba, y hoy daría un paso más allá.

Mil ideas pasaban por mi mente y en todas ellas Elsa era mi obsesión. Su cuerpo perfecto, delgado y con curvas, su piel oscura a juego con sus pequeños pezones negros, que coronaban unas preciosas y redondas tetas, como sólo una chica de 20 años podía tener. Hoy se llevaría una sorpresa. Sabía que estaría a las seis y media en el segundo probador de la tienda de lencería, por lo que tenía unas horas aún para pasarme por el sex shop más cercano y cumplir mis fantasías. Por la noche, cuando lo contase en el bar, el resto de camareros no se lo iban a creer. Lástima que los fines de semana tuviese que trabajar, porque la idea de tener a Elsa dos días para mí era muy tentadora.

Allí me encontraba yo. En el centro comercial más grande de Valencia, con una bolsa de un sex shop en una mano, y la otra mano en el bolsillo del pantalón sujetándome la polla para que mi enorme erección no fuese tan evidente. Entré en la tienda y la dependendienta estaba en la misma posición que el día anterior, sin levantar la vista del ordenador, y la tienda prácticamente vacía. Cuando estuve delante de la cortina del probador me invadieron las dudas ¿y si Elsa se quería vengar y había llamado a la policía? ¿y si dentro había un maromo contratado por ella para darme una paliza? ¿y si.... Elsa no estaba?

Todas las dudas se despejaron cuando al correr la cortina vi el magnífico cuerpo de Elsa esperándome. Llevaba puestas unas medias oscuras que le llegaban por encima de las rodillas. Sus larguísimas piernas acababan en la curva perfecta de su culo, enmarcado por un diminuto tanga blanco con un pequeño lacito en la cintura y con transparencias en la parte delantera. Llevaba además un corsé blanco que le apretaba la cintura y el vientre generando una preciosa curva, pero lo que más me sorprendió es que el corsé sólo llegaba hasta el pliegue inferior de sus tetas, dejándolas totalmente al descubierto y elevándolas aún más si cabe, haciéndolas ver como dos perfectas tetas grandes y redondas con unos pezones negros, erectos y durísimos.

Al verme aparecer Elsa se sonrojó como una niña pequeña que comete una travesura, y se giró hasta colocarse como el día anterior, con las manos en los extremos del perchero sobre el espejo y las piernas separadas junto a las patas del único asiento del cubículo. ¡Elsa quería que la volviese a atar y que me la volviese a follar sin mediar palabra! Por un momento pensé que eso sería lo mejor, pero el morbo que me producía mi plan era mucho mayor.

- Hoy no Elsa, así desde luego no.

Me acerqué y cerré la cortina tras de mí. Saqué una cinta de seda de la bolsa que llevaba y acercándome todo lo posible al cuerpo de Elsa le agarré los brazos y se los coloqué tras la espalda, con sus manos sobre su perfecto culo. Le até las muñecas para inmovilizarle los brazos mientras tiraba ligeramente de ellos para curvar su espalda y que ofreciese la imagen en el espejo de sus preciosas tetas erguidas por la posición. Mientras la ataba había comenzado a rozar mi polla dura, que aún estaba bajo mi pantalón, por sus manos y su culo. Ella se dejaba atar soltando ligeros gemidos y mirándome preocupada, sin saber qué sería lo siguiente. Pero su carita de ángel preocupado no me engañaba, mientras le ataba las manos y le restregaba la polla, ella rozó varias veces mi duro miembro con sus manos, fingiendo que había sido por casualidad, pero yo sabía que a Elsa le gustaba ese juego y que no podía contenerse.

Cuando terminé de atarla me senté en el asiento y le agarré la cabeza, haciendo que bajase hasta colocarle la cara frente a la cremallera de mi pantalón. Ella intentó ponerse de rodillas, para facilitar la tarea, pero yo se lo impedí.

-No Elsa, tienes que estar de pie - le susurré al oído - y ahora lo que quiero que hagas es que busques mi polla usando sólo la boca y que me la chupes hasta vaciarme los huevos. No quiero trucos ni dudas. O lo haces o sufrirás las consecuencias. No pienso tener piedad contigo. ¿Lo entiend...

Prácticamente no había terminado la frase cuando Elsa se lanzó a bajarme la cremallera del pantalón con los dientes mientras su respiración agitada me mostraba lo excitadísima que estaba con mi juego. Ver a esa diosa con sus brazos atados desde las muñecas hasta los codos, inclinada hacia delante, buscando mi polla, con las piernas separadas y poniéndose de puntillas para acercar más la cabeza a mi paquete era maravilloso, y la dureza de mi órgano me indicaba que si Elsa no lograba sacarla pronto del pantalón y del calzoncillo, sería mi miembro el que los reventaría.

Había conseguido bajar la cremallera, y buscaba con su lengua dentro del calzoncillo, lamiendo y buscando mi trozo entre la ropa. Poco a poco consiguió hacer contacto con mi piel y succionó muy fuerte para atraer mi capullo al interior de su boca. Cuando logró meterse la punta de la polla empezó a apartar la ropa, para liberar el mástil y dejar mis 20 centímetros totalmente duros frente a su boca y su nariz. El morbo que me producía la situación se combinaba con una atracción absoluta hacia aquella preciosa niña, que me miraba la polla como si nunca hubiese visto nada igual. Tras unos segundos mirándome fijamente al capullo me miró a los ojos y casi pude ver un atisbo de sonrisa una milésima de segundo antes de que se lanzase como una zorra hambrienta a devorarme el cipote clavándoselo hasta hacer tope con los músculos de la garganta. Empezó la mamada a un ritmo descomunal, dando cabezazos y apretando cada centímetro de mi polla con sus labios como si no quisiese que saliese jamás de su boca.

Este era el momento que estaba esperando para pasar a la segunda parte del plan. Mientras mi preciosa felatriz seguía disfrutando de mi miembro saqué de la bolsa del sex shop los otros dos elementos que había comprado por la mañana. Cogí las bolas chinas y las chupé ligeramente, sin que Elsa se diese cuenta de lo que yo hacía. Sin interrumpir su actuación, y aprovechando que estaba de pie comencé a introducirle las bolas chinas por el coño. Su entre pierna ya había comenzado a chorrear, como el día anterior, humedeciendo toda la zona y dejando caer gotas de flujo que le corrían por los muslos hasta llegar a las preciosas medias negras. Al sentir el contacto de las bolas chinas Elsa abrió aún más la boca si cabe para gemir y tomar aire, cosa que aproveché para hundirle aún más la polla en la boca apretando su cabeza.

- Aaaaaah....  AaaaaaaaGhHHH !!!

Ya había conseguido meterle las cinco bolas chinas dentro y dejar colgando únicamente el cordón que las unía. Elsa se relajó al creerse segura y siguió disfrutando de la chupada de polla que me estaba haciendo, pero no tenía ni idea de que aún quedaba el último aparatito que había sacado de la bolsa. En mi mano tenía un consolador de unos 20 centímetros de largo pero no muy ancho, negro con estrías y con forma de polla. Cuando notó cómo le colocaba la punta del falo de plástico en la entrada de su ano paró la mamada en seco y me miró asustada a los ojos.

- Pórtate bien o te haré daño. Sigue chupando y no me hagas enfadar.

Elsa continuó la mamada, pero a un ritmo mucho más prudente, mientras yo le introducía la polla de plástico en el ano. Notar la resistencia que los músculos de su culo ejercían en el aparato de plástico y verla con cara de susto chuparme la polla fue el detonante para comenzar a correrme.

-¡AAAaaaah! ¡Me corro! No se te ocurra parar de chupar, y no dejes que se salga nada, quiero que mames y que te lo tragues todo. ¿Me entiendes? Si lo haces bien tengo un regalo para ti.

A modo de respuesta Elsa parpadeó con sensualidad, y yo me corrí con espasmos intermitentes en mi polla, que soltaron lo que parecían litros de leche en su boca. Con la fuerza del orgasmo le metí el consolador en su totalidad en el culo, por lo que mi plan estaba saliendo a la perfección. El dolor de su ano la distrajo de la enorme cantidad de semen que se le acumulaba en la boca, por lo que casi sin darse cuenta se lo había tragado por completo.

- Me la has chupado muy bien, y me ha gustado mucho cómo lo has hecho y lo buena que has sido. Por lo que voy a soltarte los brazos, y a dejarte que te pongas la minifalda y la camiseta que traías.

- Qué hijo de puta eres Mario, ¿y a mí me vas a dejar así, con el calentón? eres un puto cerdo depravado...

- Shhh! No te precipites, te he dicho que tengo un regalo para ti, pero tendrás que ser buena. Como me vuelvas a hablar así no tendré piedad y lo pasarás mal. ¿Me has entendido?

- Sí, lo siento. No volveré a hablarte así.

El tono de voz le había cambiado, y ahora volvía a ser como una niña asustada esperando a lo que se le venía encima.

- Vamos, ahora sal del probador conmigo, que vamos a dar un paseíto.

- Pero... ¿y mi ropa interior? Además, te has olvidado de que llevo metidos... bueno, ya sabes, que tengo mis dos agujeritos ocupados.

- No me lleves la contraria. Yo me llevaré tu ropa interior, y respecto a los juguetitos que te he clavado... son parte del regalo. Vamos, sal de la tienda, no me hagas que te lo repita.

Elsa salió de la tienda a mi lado, con unos andares firmes que sólo le duraron tres pasos, hasta que el roce de las bolas chinas en su interior unido a la presión del consolador en el ano empezaron a excitarla de una manera sin igual. Al cuarto paso perdió los andares de diosa que le caracterizaban, y empezaron a flaquearle las preciosas y larguísimas piernas. Me miró con cara de súplica y se ruborizó mirando al suelo.

- Sigue andando, que vamos a dar un paseo tú y yo.

Elsa andaba con dificultad, y el hecho de llevar sólo los tacones con las medias hasta las rodillas, una camiseta holgada y una minifalda sin ropa interior le daban un aspecto de colegiala promiscua que me estaba volviendo a revitalizar el miembro. A cada paso con dificultad que daba intentaba no excitarse mientras ponía los ojos en blanco y la falda se le subía lo justo para dejar ver el inicio de la curva de su culo.

- Ahora vamos a jugar a un juego. Se llama verdad o atrevimiento. Es muy fácil, yo te hago una pregunta, y si me mientes o me contestas mal, tendrás que pasar una prueba. Te recomiendo que no intentes mentirme.

- Eres un hijo de puta degenerado, te juro que me vas a pagar esta humillaci... AAAAAAAHHHH!!!!

Antes de que acabase la frase yo había metido la mano en mi bolsillo donde tenía el mando a distancia que controlaba el vibrador que Elsa tenía clavado en el culo. Con un pequeño giro podía hacer que parase, o que vibrase hasta unos límites exagerados. Sólo con colocar el vibrador de su ano a un tercio de la potencia había desembocado un grito de placer en Elsa que había hecho que la gente que estaba en el centro comercial se girase y la mirase extrañada.

- ¿Ves? Te dije que no me hablases mal. Esto ha sido un aviso, pero ahora que sabes el poder que tengo sobre tu cuerpo, más te vale colaborar.

Su mirada de gatita se acentuó, bajó los ojos y se mordió los labios de placer mientras por sus piernas comenzaron a gotear sus líquidos vaginales. Estaba totalmente excitada y se notaba. Tendría que jugar con cuidado si no quería que se corriese antes de tiempo.

  • Como creo que ya has entendido las reglas del juego voy a hacerte la primera pregunta, eso sí, no puedes dejar de caminar - a medida que le daba órdenes aprovechaba para acercarme a ella y olerla, ya no olía a perfume ni a productos de cosmética, ahora olía a sexo, a fluidos vaginales y a excitación, era una perra cachonda - Mi primera pregunta es fácil, ¿te gustó que ayer te violase?

- Pues claro que no energúmenoooaaaaaaaAAAH!!!!!

Con la mala contestación yo ya había puesto el vibrador a un tercio de potencia. A Elsa le fallaron las piernas y tuvo que sujetarse con los brazos en mi cuello para no caerse al suelo, mientras ponía nos ojos en blanco y desencajaba la mandíbula.

- Te he dicho que no me mientas.

- Sí... me encantó - En un murmullo casi inaudible me estaba confesando que lo de ayer le había encantado, lo cual hizo que me sintiese el tipo más feliz del planeta.

- ¿Cómo? ¿Podrías repetírmelo?

- He dicho que sí. Me encantó todo lo que me hiciste, jamás había vivido nada parecido, y nunca había conseguido excitarme igual.

Ahora sus palabras eran desafiantes, me miraba a los ojos y había recuperado cierta confianza en ella misma, volvía a ser la mulata sexy de mirada canibal que me excitaba sólo con parpadear. La verdad es que me hubiese gustado tumbarla en el suelo y hacerla mía en ese mismo momento, pero este juego aún podía dar más de sí.

- Muy bien, me gusta saber que eso es lo que sientes. Si te soy sincero nunca había hecho nada parecido, pero me está gustando la experiencia - Elsa ahora caminaba despacio y se tocaba con una mano disimuladamente por encima de la camiseta buscando sus pezones, y con la otra mano se paseaba por el pubis, como queriendo masturbarse y acabar con esto cuanto antes - La segunda pregunta es fácil, ¿por qué nunca cediste a mis intentos de conquistarte? porque Laura fue mi segundo plato, tú eras la chica tras la que se me iban los ojos la noche que nos conocimos.

- Porque... no me gustas, me pareces repulsivo. Un cabrón repulsivo mmmmmm mmmm aaaaaaAAAAAAAHHHHHHHHHhhhhh!!!!

Ahora había colocado el consolador a la mitad de la potencia y Elsa había cedido y cayó sobre un banco que teníamos al lado. Sentada, con las manos sobre su pubis intentando contener toda la excitación, con los tobillos separados, las rodillas muy juntas y la cabeza echada hacia atrás.

- Elsa, mientes muy mal, vas a tener que ser más convincente. Tal y como te dije, al mentir tienes que superar una prueba, o pondré el consolador al máximo y te correrás delante de toda esta gente. ¿Prefieres la prueba? ¿o prefieres mostrarle al mundo lo fuerte que gritas cuando te corres?

- Lo siento, por favor, seguiré jugando, no mentiré más, para por favor.

- Tu prueba será fácil, - me acerqué hasta su oído y le susurré - tienes que quedarte sentada en el banco, y tienes que sacarte las bolas chinas del coño, chuparlas y volver a metértelas donde están ahora. Y todo ello mirándome a los ojos. No quiero que apartes la vista de mí ni un segundo.

- Pero... la gente... La gente se va a dar cuenta, van a ver cómo lo hago.

- Tú tranquila, ahora mismo nadie te está prestando atención.

Elsa separó sus rodillas totalmente en una pose totalmente sexual, me miró, y con la falda tapando prácticamente nada de sus genitales comenzó a sacarse las bolas. Cada bola que salía Elsa tenía que contener el orgasmo y actuar de la manera más normal posible, pero no me podía engañar. Estaba disfrutando como nunca lo había hecho, su vagina le mandaba sensaciones que jamás se hubiese imaginado. Cuando terminó se acercó las bolas a la boca y fue lamiéndolas una a una, mirándome y mostrando lascivia. Los señores mayores que estaban en el banco de al lado no daban crédito a lo que veían. Una preciosa mulata vestida de colegiala en minifalda, con las piernas abiertas se volvía a introducir una a una las bolas que acababa de lamer en su vajina. Cuando terminó pude ver en su cara que estaba muy excitada, y que el juego le estaba gustando.

- Ahora te toca responderme a la pregunta, pero esta vez sin mentiras.

- Pues... la verdad es que desde que entramos en la discoteca yo sólo podía fijarme en ti. Me gustaste muchísimo y siempre me has gustado, pero Laura me hizo prometer que no intentaría nada contigo, porque ella decía que te había visto antes. Esa es la verdad, por favor, no me obligues a repetir lo de antes...

¿Cómo? ¿Que Laura fue la causante de que no me ligase a esta diosa de ébano? Qué pedazo de zorra, antes o después Laura tendría que pagármelas todas juntas, esa cerda se iba a enterar. Pero ahora no. No podía pensar en otra cosa que no fuese Elsa.

- Vaya... así que esa es la historia... Bueno, pues voy a hacerte la tercera y última pregunta: ¿quieres correrte?

Sus pupilas se dilataron, se puso de pie y se quedó de frente a mi, con su boca a escasos milímetros de mi boca, respirándome muy cerca y mordiéndose los labios.

- Sí.

- Veo que te has portado muy bien, te lo mereces. Abrázame.

- ¿Qué?

- Hazme caso, abrázame.

Elsa sin saber muy bien qué era lo que le pedía acercó su precioso cuerpo al mío y me abrazó. En el momento en que sus manos terminaron de rodear mi cuerpo puse el consolador de su ano a máxima potencia y ella entendió la situación. Escondió su cara en mi cuello, y se dejó caer para que yo la sujetase rodeando con sus brazos mi cuello, aflojando las piernas mientras me clavaba las uñas en la espalda. Empezó a convulsionar con los efectos del orgasmo más fuerte de su vida mientras que la gente que pasaba cerca no sospechaba ni de lejos lo que allí estaba pasando. Elsa utilizó mi camiseta y mi cuello para tapar su cara y su boca y no dejar que sus gritos saliesen. Mientras me agarraba fuerte notaba cómo su pubis palpitaba sobre mi polla otra vez erecta y sus pezones se me clavaban con fuerza en un abrazo de éxtasis.

Cuando acabó me volvió a mirar a los ojos con la mandíbula desencajada y la mirada perdida. Por sus piernas goteaba el flujo haciendo un pequeño charco bajo su minifalda. Se sentó en el banco y se quedó inmóvil. Ahí me volvieron a entrar las dudas, ¿y si había llevado el juego muy lejos? ¿y si había perdido la oportunidad de volver a estar con ella? Entonces me dí cuenta de la hora ¡joder! las nueve de la noche, en veinte minutos tenía que estar en el bar, sirviendo copas, o mi jefe me mataría.

- Elsa, me tengo que ir. Siento dejarte así... bueno, yo... la verdad es que me gustaría que me dijeses algo. No sé si me siento bien por todo lo que te he hecho, no sé qué pensar, no sé si tú...

- Maldito hijo de puta - Elsa volvía a sonar como la diva altanera que solía ser - ¿Qué clase de puta te crees que soy? ¿Crees que puedo ser el centro de tus jueguecitos depravados? No quiero volver a verte nunca. ¡Cerdo cabrón!

Dicho aquello Elsa se levantó dejándome a mi sentado en el banco totalmente abatido y sin saber qué hacer. La había cagado con ella, pensé que estaba dispuesta a buscar un tipo distinto de sexo, que quería eso igual que yo, y me había equivocado. Seguía mirándola mientras comenzaba a andar. Cuando ya había dado unos diez pasos se paró en seco y pude ver como su mano derecha se movía bajo su minifalda. Elsa se giró y me miró a la cara, y el corazón me empezó a bombear a mil por hora al ver que en su mano derecha tenía las bolas chinas y que se las acercaba a la boca. Una a una las fue lamiendo mientras no dejaba de mirarme a los ojos. Cuando terminó de chuparlas se giró y dejé de ver lo que sus manos hacían. A los pocos segundos  volvió a girarse y para mi sorpresa no tenía nada en las manos, ni rastro de las bolas chinas. Elsa me guiño un ojo y comenzó a andar con paso tranquilo, entre la gente, hacia la salida del centro comercial, dando pequeños saltitos que ondeaban su falda y dejaban ver gran parte de su precioso y redondo culo sin ropa interior provocando al animal que yo tenía dentro.

Vaya, parece que no me equivocaba con Elsa. Llego tarde al trabajo, pero me quedaré cinco minutos más en este banco sentado, a ver si consigo que se me relaje la polla.