Los primos de Guadalajara
Diana recibe una visita que le cambiara la vida para siempre...
Todo empezó como cualquier mañana antes de ir al colegio. Me levanté y cepillé mi larga cabellera rubia mientras admiraba mi cuerpo desnudo en el espejo de mi tocador. Nunca nadie lo había acariciado, era tan puro, tan virginal, mi tesoro.
Soy hija única y por lo tanto la consentida de mis padres. Siempre me han dado todo lo que quiero, incluso una aumentación de senos cuando cumplí 18, y debo resaltar que desde ese entonces, no hay muchacho de mi clase que no quiera conmigo, pero todos son iguales, para mí mi cuerpo es un templo y no lo regalaría a cualquiera.
Dado a que no tengo hermanos ni hermanas siempre viví un poco sola, a excepción de los veranos, cuando mi prima de Guadalajara venía de vacaciones a la capital. Ana era mi confidente y mi mejor amiga, con ella siempre platicaba de muchachos, de nuestros padres y de su molesto hermano José, sólo 2 años mayor que nosotras.
Me vestí con el uniforme que debo de usar todos los días, ya saben cual, la mini falda de cuadros con una camisa blanca bien fajada y zapatos negros boleados, en fin, lo que cualquier chica usa. Cuando bajé a la cocina no me esperaba lo que vi, y vaya que fue una grata sorpresa, Ana estaba sentada en el comedor y me miraba con una grande y hermosa sonrisa.
Corrí hacia ella emocionada y la abracé muy fuerte. Hacía ya más de dos veranos que no la veía y la había extrañado. Rápidamente comenzamos a platicarnos lo que podíamos y no quitábamos la vista de nosotras. Ana es una mujer espectacular por lo que había ganado el concurso de belleza de su ciudad y se disponía a ganar Miss México, una belleza morena, todo lo contrario a mí que había salido europea como mi padre.
Con la emoción de ver a Ana no me di cuenta que ahí también estaba José hasta que escuché su voz:
-¿Ya te olvidaste de mi Diana?- me dijo en un tono sarcástico mi primo de casi dos metros.
-Por supuesto que no José.- le dije mientras éste me daba un abrazo muy fuerte, tan fuerte que no pude evitar sentir su verga en mi abdomen. Sin poder evitarlo sentí como una gotita de mi esencia se escurría por mis muslos, ya que yo no uso calzones. Traté de no pensar en ello y me fui rápido con la excusa del colegio.
En clases trataba pero no podía evadir la sensación de la verga de mi primo. No era la primera vez que alguien se me arrimaba pero si la primera en la que me excitaba, y más que lo pensaba, mas me excitaba hasta que hubo un momento en el que me tuve que excusar con la profesora para ir al baño.
Cuando me sentí a salvo en el baño no sabía que hacer. Debía hacer algo al respecto porque si no calmaba mi excitación acabaría por empapar la silla del pupitre. La única opción era masturbarme. Cerré la puerta de uno de los cubículos del baño y me senté en la taza con las piernas abiertas de par en par dejando al descubierto mi coñito empapado en fluidos que seguían saliendo de mi raja. Me acerqué los dedos al coño y lo deslicé suavemente. Me encanta el olor de la vagina así que acerqué mi mano y la olfatee y chupe como si no hubiera mañana. Solo podía pensar en la verga de mi primo rompiéndome y desgarrándome por dentro mientras me pegaba en el clítoris. ¡Como disfrutaba metiéndome los dedos dentro, tan dentro mientras qué con la otra mano me estimulaba el clítoris rápido y sin delicadeza alguna, tal como mi primo me hacía en mi fantasía! Estaba a punto de venirme cuando a mi mente llegó mi prima Ana y relevó el lugar de José chupándome el coño. Fue justo ahí cuando exploté y llene mis dedos de fluidos y de saliva.