Los primos de Guadalajara 3

Diana descubre el secreto de su padre.

Primero que nada quiero agradecerles a todos por sus comentarios y buenas vibras. Si quieren ponerse en contacto conmigo mi e-mail es moniecat@live.com.mx .

A la mañana siguiente desperté sintiéndome muy mal. Nunca me había considerado lesbiana y mucho menos capaz de cometer incesto, pero es que no lo pude evitar. Ana tenía unas manos magnificas, tan suaves y hábiles que hubieran derretido hasta a la más puritana y heterosexual del mundo.

Ana ya no estaba en la cama, pero eso no era raro. Ana tiene un cuerpo muy atlético que debe cuidar y por lo tanto es su costumbre correr en las mañanas antes de que el Sol esté en pleno cénit.

Bajé a desayunar aún en mi pijama ya que era muy temprano y no debería de estar nadie en la cocina, pero me equivoqué. Ahí parada en la barra del desayunador había un culito respingón moviéndose. Era mi tía Sofía, la madre de Ana, quién estaba recostada en la barra desayunando un yogurt bajo en calorías. Debo admitir que cuando tenga su edad quiero lucir como ella, ya que es una escultura tallada por Miguel Ángel. Su descendencia tailandesa la hizo ser pequeñita y muy delgada pero con un culo de dioses. Sus tetas son pequeñas pero muy bien torneadas y sobra decir que no hay ninguna arruga ni muestra de celulitis en todo su cuerpo. En fin, a pesar de tener 40 y tantos parece de 30, podría ser hermana de mi prima sin duda alguna.

Mi tía se sobresaltó al verme entrar y me sonrió de una manera muy dulce, muy fraternal.

-¿Estás despierta tan temprano Dianita? Pobrecita nena, ven aquí que te hago el desayuno.-me dijo mientras sacaba unos sartenes de la gaveta.- Tal vez cuando regreses del colegio no estemos. Es que quiero llevar a los niños de compras ya que al parecer no trajeron suficiente ropa.

-Ehm…si no te preocupes tía. –le dije tragando saliva.

-Ya después tendrás tiempo de sacarlos a rumbear. ¿Hoy es viernes no? ¿No acostumbran hacer eso los muchachos de hoy?

Yo sólo me reí un poco y le dije que sí, que los sacaría a bailar en la noche para entretenernos un poco en lo que ellos salían a tomar.

Ella se sonrió y me empezó a platicar de su día de ayer y de lo bien que se lo había pasado en compañía de mis padres en un piano bar donde habían cantado y bailado toda la noche hasta ya bien entrada la madrugada.

Yo sólo me le quedé viendo ahí pensando en cuantos hombres no habrán nalgeado ese culito tan sabroso que tiene, es completamente envidiable.

Sofía y yo platicamos de cosas tontas mientras me comía los huevos rancheros que me había preparado, pero mientras que hablábamos yo no podía dejar de pensar en lo buena que estaba. ¿Es que acaso me estaba volviendo una loca? ¿O tal vez me estaba volviendo lesbiana? No lo sabía pero definitivamente me asustaba.

Apuré mi desayuno y me subí a mi cuarto dándole las gracias a mi tía. Ya no quería seguir pensando en eso. Me vestí rápidamente y busqué las llaves de mi automóvil, no quería llegar tarde a clases y la verdad no quería ver a Ana, quién todavía no llegaba de su entrenamiento matutino.

Al arrancar el auto no pude evitar sentirme sucia, ya que siempre me habían inculcado que el incesto es un pecado y que por nada del mundo podría tomar parte en ese mundo, era algo completamente antinatural, ¡oh que equivocada estaba!

Traté de disfrutar mi último día de preparatoria con mis amigos de toda la vida quienes lloraban y se abrazaban. Yo busqué a mis amigas y nos pusimos a recordar viejos tiempos aunque en realidad en mi mente sólo estaba Ana.

El día escolar terminó y llegué a mi casa. La camioneta de mis primos no estaba en el porche, así que asumí que habían salido tal como mi tía me había informado.

Saqué del refrigerador una cerveza bien fría y me dispuse a subir a mi habitación para darme un baño de agua helada, el perfecto remedio para el calor que se vivía en ese verano tan memorable. Subí por las escaleras principales que daban a las habitaciones. Todas las puertas estaban cerradas y no se oía ningún ruido. Continué caminando hacia mi cuarto, que es el qué está hasta el final del pasillo, y de ahí se escapa un pequeño rayito de luz. Me acerqué distraídamente hacia ella y cuando estaba a punto de abrirla escuché algo parecido a un gemido. Me paré en seco. ¿Venía de mi cuarto? Quise asomarme pero la verdad es que tenía un poco de miedo. ¿Quién podía ser? ¿Ana masturbándose otra vez? No, ella no estaba en la casa. ¿José? No lo sabía pero estaba muriendo por saber.

Los gemidos seguían saliendo de mi cuarto así que me decidí ser valiente y mirar porque de solo escuchar me estaba mojando y no podía evitarlo.

Empujé con la yema de mi dedo la puerta de madera y rece por qué no fuera a rechinar, cosa que no pasó afortunadamente, por lo que fui capaz de asomar mis narices en el angosto hoyo de la puerta.

Lo que vi ese día fue algo que cambió completamente mi vida, y me alegro. Frente a mí estaban mis padres sobre mi cama follando como desesperados, pero eso no era lo raro. Ya los había cachado haciéndolo y más de una vez me había masturbado viéndolos, así fue como descubrí mi pasión por el voyeurismo. No, eso no era lo que me choqueó, fue otra cosa, para ser más específica la vestimenta de mi madre.

La muy puta traía puesta mi falda escocesa que había utilizado ayer y que estaba lleno de mis fluidos, de igual forma tapaba sus tetas enormes con uno de mis brassieres de encaje rosa pálido que me había comprado en uno de mis viajes a Estados Unidos. La zorra de mi madre estaba arriba de mi papá quién gemía como un loco en un manicomio.

La imagen me excitaba muchísimo, ver como sus tetas aprisionadas en mi sostén 2 tallas menor saltaban como queriendo escapar de su prisión hacía que me empapara y que, sin poder evitarlo, mis dedos bajaran a mi rajita.

Mi padre la volteo y se la cogió por el culo regordete mientras que la jalaba de la coleta que tenía en el cabello. Las venas de la frente de mi padre parecían que iban a explotar y sus nalgas desnudas se tensaban al ensartar a mi madre en su mástil.

Me encantaba ver el cuerpo bien torneado de mi padre, porque a diferencia de la puta de mi madre, el si hace mucho ejercicio por lo que tiene un abdomen marcado y los músculos de sus brazos son fuertes como piedras, me pongo caliente de solo pensarlo, y esa noche verlo usarlos con tanta fuerza me prendió a mil y me sobaba mi conchita con una gran desesperación que no creía que existía en mí.

Mi madre disfrutaba como una puta de la verga de mi papá. La tenía tan adentro y la estaban bombeando tan fuerte que me daba envidia. Una verga como la de mi padre era lo que necesitaba para sentirme llena de la misma forma en la que mi mamá estaba siendo en ese mismo momento.

Estaba disfrutando de lo lindo tocándome viendo al semental de mi padre cogiéndose a la vaca de mi padre cuando escuché lo más bello de ha dicho: Mi nombre. ¡Mi propio padre estaba fantaseando que el hoyo donde estaba metiendo su polla era el mío! No me lo podía creer, estábamos compartiendo la fantasía y había posibilidades de hacerlo realidad. A pesar de que soy virgen y por lo tanto amateur estaba segura que podría hacerlo sentir más placer que lo que mi madre podría llegar a proporcionarle. Tan sólo la idea de su verga en mi boquita me hizo venirme en silencio, pero fue un orgasmo intenso y duradero que hizo que temblara de emoción. Casi al mismo tiempo mi padre terminó de llenar a mi madre con su leche por lo que tuve que salir corriendo de ahí para que no se dieran cuenta que los estaba espiando. Pero idearia un plan, y mi padre sería mío, costara lo que costara.