Los primos de Guadalajara 2
Diana experimenta por primera vez el amor filial.
Terminé completamente agotada de tanto placer. Inmediatamente tomé papel de baño y me limpié como pude mi mano pegajosa y muy olorosa. Mi corazón palpitaba a mil por hora debido al orgasmo que había sucumbido a mi virginal cuerpo. Traté de lavarme pero no había manera de tapar ese olor tan reconocible, por lo que saqué una botellita de perfume que siempre guardo en mi bolso. Eso escondería el aroma, al menos por un rato.
El día escolar pasó más lento que de costumbre, y para cuando llegue a casa y ví a mis primos esperándome, no pude evitar sonrojarme y sentir un poco de culpa por haber satisfecho mis necesidades carnales con sus imágenes en mi cabeza.
Cenamos todos juntos, mis tíos y mis padres por igual. Debo aclarar que mi casa es muy grande y que por lo tanto todos cabrían sin problema, pero Ana y yo teníamos tanto que platicar que decidimos compartir mi habitación.
Después de cenar los adultos se fueron a un bar en el zócalo para tomar y ponerse al corriente, mientras que nosotros nos quedamos en la casa a descansar. José nos dejó solas y se marchó a su cuarto para tener sexo telefónico con su novia que vivía en la capital, por lo que se desentendió completamente de su hermanita y su prima.
Ana y yo subimos muy contentas a mi habitación. Hacía ya mucho tiempo que Ana y yo no nos veíamos y teníamos tantas ganas de pasar la noche en vela platicando, pero el clima era tan caluroso que yo sentí una gran necesidad de ducharme.
Me metí al baño y entrecerré la puerta, ya que de cerrarla completamente se puede trabar y cuesta mucho trabajo abrirla. Me fui quitando el uniforme mientras que me miraba en el espejo. La camisa blanca estaba manchada de sudor y mi faldita escocesa tenía manchas blancas de mis fluidos vaginales. No pude evitar mirar mi rajita completamente depilada mirándome. Ya tenía 19 y aún no había sentido ninguna verga dentro de mí, y no es que no lo ansiara. Todas las noches me masturbaba como loca histérica con 3 diferentes vibradores que guardo debajo de una tabla floja en el piso de mi habitación. En verdad deseaba sentir una polla haciéndose lugar entre mis estrechas paredes pero no había encontrado la correcta para mí, nadie lograba darme suficiente calentón.
En eso estaba pensando mientras enjabonaba mi cuerpo cuando escuché un ruidito insignificante. Voltee enseguida para buscar el culpable y lo único que logre percibir fue que la puerta estaba un poco más abierta de lo que lo había dejado. Debe ser el aire, pensé.
Me vestí con mi camisón de gatito y me sequé el cabello con la toalla. Ya que no traía brassier se me veían los pezones paraditos a través del algodón. No pude evitarlo y me sobé por debajo de la ropa mis senos. Se sentían tan suaves y limpios, y mis pezones eran tan tersos. ¡Cómo me gustaría que alguien me los mamara y me hiciera un delicioso masaje con su lengua calientita y jugosa!
Cuando entré al cuarto encontré a Ana tocándose por debajo de las sábanas disimuladamente. Ella, al sentirme entrar, apresuradamente sacó su mano de donde la tenía y con una sonrisita nerviosa me dijo que me estaba esperando. Yo, para no hacer más incomodas las cosas, fingí no haberme dado cuenta y salté a la cama, a su lado.
Ana se paró automáticamente de la cama y fue al baño sin decirme nada. Me imaginé que fue a lavarse los dedos que habían estado encajados en su panochita.
Cuando regresó platicamos de muchas cosas y se nos hizo de noche. Al día siguiente era mí último día de escuela y debía pararme temprano por lo que intenté dormirme. En eso estaba cuando sentí la respiración de Ana en mi cuello, como olfateándome. Una vez más fingí no darme cuenta y me hice la que estaba profundamente dormida
Ana lo llevó más lejos y me comenzó a acariciar el brazo con las yemas de los dedos, muy despacio y suave. Esta caricia me comenzó a electrificar, sentía como todos los vellos de mi cuerpo respondían a sus dedos y mi conchita comenzaba a despertar. Ana lo disfrutaba, y aunque jamás lo hubiera siquiera pensado, yo también. Acercó su cara un poco más y sentí la puntita de su lengua recorriéndome el cuello, subió al lóbulo de mi oreja y me mordió despacito, creía que aún seguía dormida. Yo no hacía ningún ruido, no me movía, prácticamente no respiraba, el único signo de que seguía viva era mi rajita chorreando borbotones de fluidos cálidos.
Mi prima bajó su mano por mi vientre hasta encontrarse con mi rajita y mi botoncito, donde estuvo jugando hasta que se cansó de la posición. Sentía su necesidad de moverme para poderme disfrutar mejor, pero yo no estaba dispuesta a hacerle saber que estaba despierta, no sabía si este juego delicioso iba a parar o como reaccionaríamos en la mañana.
Dejé a Ana jugar con mis labios mayores y mi botoncito. Sabía que no iba a correrme porque no lo hacía con suficiente fuerza para no despertarme, pero no me importaba, estaba disfrutando de lo lindo con los deditos de mi prima amada.
De repente paró y sentí como se movía la cama. Estaba tocándose con sus manos llenas de mis fluidos. La idea me volvió loca, necesitaba meterme los dedos bien adentro y gritar como leona, pero no me era posible, si lo hacía Ana iba a parar, y yo no quería eso, ya mañana habría tiempo de correrme las veces que yo quisiera, pero hoy era una noche especial, diferente.