Los Primeros Pasos - Capítulo 2 (Una amiga)
Nuestra generación tiene el dudoso honor de ser la pionera en los "ciberligues". Y todos los que hemos buscado citas y encuentros por internet hemos tenido unos comienzos desastrosos...
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Una amiga
Con el tiempo mis compañeros de piso han dado a mis conquistas el nombre genérico de BBW (Beautifull Big Woman), porque… bueno, es evidente. Entre quedadas y rechazos encontré un anuncio distinto. No era para buscar pareja, sino para buscar amigas. Si hay que estar desesperada y sola para poner un anuncio buscando pareja... ¿cómo hay que estar para buscar amigas? Le escribí y quedamos.
Esperé más de media hora a que apareciera. Me habían dado plantón tantas veces que ya tenía un sms estándar para esas ocasiones, empecé a teclear: “¿Siempre tratas con este desprecio a la gente que es buena contigo? No me extraña que estés sola y tengas que poner anuncios para follar. Eres patética. Me das asco.” Entonces escuché una vocecita que dijo:
“¿Luis?”
Y alcé la vista.
Tenía ante mí a un ángel. Me quedé tan maravillado que no podía ni hablar. Personalidad silenciosa, estilo afrancesado.
Como ella no hablaba tuve que pasarme tres horas charlando sin parar, tartamudeando y ruborizado. De hecho, no me di cuenta de que era norteamericana hasta que anocheció.
Me sentía tan indefenso ante aquellos ojos color avellana que me estampe contra su boca para que me abofetease de una vez. La chica empezó a estremecerse entre mis brazos, me lanzó una mirada llena de pasión. Me acarició, me besó, me arañó, me mordió, y conocí uno de los mayores placeres del mundo: sentirse deseado por una chica hermosa. Fue el mejor beso de mi vida.
Al terminar nos quedamos mirándonos a los ojos, en silencio. Así que hice lo único que podía hacer, acerqué mis labios a su oído y le susurré:
“Mañana tengo que levantarme temprano”
Y me fui cagando ostias.
A la mañana siguiente me maldije por ser tan cobarde. Mis compañeros de piso me anunciaron que iban a ir al cine esa noche, tendría el piso para mí solo. Pero aquella diosa no querría volver a ver con tío raro, friki, cobarde, virgen y al que aún mantenían sus padres con 25 años.
Quedamos a las 8.
Pedimos una copa. Yo estaba tan avergonzado por mi comportamiento del otro día que solo quería disculparme, pero no sabía ni por donde empezar la explicación y ella seguía sin decir nada. Pasaban los minutos y aquel silencio me estrangulaba, tenía que decir algo, lo que fuera, cualquier cosa:
“¿Q-qué t-te parece si… si subimos a mi c-c-casa?”
Ella me miró perpleja.
“¿Así? ¿Ahora?”
“Mmm... si ¿por qué no?”
“Ah... vale”
Fuimos a mi piso. Nos besamos en cada esquina, subimos el ascensor desabrochándonos la ropa. Y me encontré a mis compañeros de piso en el salón jugando al Pro. Habían cambiado de plan...
La idea de perder la virginidad escuchando a esos dos garrulos tirarse pedos no era demasiado atractiva, y decidimos volver al bar. De camino, una pareja salió del portal de un edificio vecino y mi ángel frío, distante y tímido me agarró de la bragueta y me arrastró dentro.
Intentamos acceder a la azotea, pero estaba cerrada, así que empezamos a toquetearnos en mitad de un tramo de escaleras. La luz del pasillo se apagó y tuve que intuir su cuerpo a oscuras. Entonces llegó el momento de la fatídica pregunta:
“Oye ¿tú tienes condones?”
Y así de cerca me quedé esa noche. Entonces ella sugirió que había otras partes de su cuerpo que no necesitaban preservativo... Pero tampoco llevábamos lubricante. Así que me tiré 10 minutos escupiéndole en el agujero del culo. Ella estaba tan cachonda q no paraba de masturbarse y a mi me iba a reventar la polla, pero solo podía echando salivazos en el agujero del culo. Aquello estaba tan estrecho que no entraba ni el dedo meñique.
Desistí y empecé a acariciar la zona frontal. Ella se detuvo en seco y me miró con furia:
"¿Qué haces? ¿¡Qué haces!?”
Me sentí intimidado.
“Hmm… pues…”
“¿Éste es tu agujero?"
"¿C-cómo? ¿Q-qué?"
"¡Vuelve a tu agujero! ¡VUELVE A TU AGUJERO!"
Estaba harto, si quería polla en el culo iba a tener polla. Eché la pelvis hacia atrás, cogí impulso. Se la hinqué con todas mis fuerzas. El cuerpo de ella se puso rígido, empezó a tener espasmos y cayó redonda en mitad de los escalones.
Sin luz, en un lugar desconocido, sin pantalones. No podía ver si tenía sangre, no podía soltarla porque seguía con espasmos y podía rodar escaleras abajo. Yo no paraba de sudar, hiperventilaba, la cabeza me iba a estallar. Usé mi ropa a modo de cuña para evitar que cayese y bajé al pasillo. Manoseé las paredes de arriba a bajo en busca del puto interruptor que no aparecía. Ella seguía inconsciente, parecía que le faltaba el aire. Solo me quedaba una solución: llamar a un portal y afrontar lo ocurrido. Me puse delante de una de las puertas, sudando hielo, dispuesto a asumir el mayor de los ridículos y con mi pene flácido lleno de motitas de mierda. Respiré hondo...
“¿L-Lu… Luis…?”
Era su voz. Troté por las escaleras y la abracé:
“¡Ay, mi niña! ¡Dime que estás bien! ¿estás bien?”
“Me... I don,t know... what happens?”
“¡Mi niña...! ¡Ay, Dios...! ¡Que te he metido la polla por el culo y te has desmayado!”
Aquello le hizo una gracia increíble, empezó a descojonarse de la risa. Yo me cabreé.
“¡Que no tiene gracia! ¡Que te has desmayado de puro dolor! ¡No te rías! ¡que no te rías!”
Empecé a gimotear. Ella dejó de reírse, me abrazó e intentó animarme. Yo estaba tan nervioso que balbuceaba.
“Perdona, perdona. Es que... no sabía que pasaba, y... joder...”
No dejaba de lloriquear, ella me abrazó más fuerte. Apoyó mi cabeza contra su pecho y me consoló.
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