Los Primeros Pasos - Capítulo 1 (Montse)

Nuestra generación tiene el dudoso honor de ser la pionera en los "ciberligues". Y todos los que hemos buscado citas y encuentros por internet hemos tenido unos comienzos desastrosos...

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“Esta historia no está basada hechos reales.

Los personajes aquí descritos bla, bla, bla...

Cualquier parecido con la realidad que si, que si, que si...”

1

MONTSE

Mi vida es aburrida. Mi último año en la escuela de cine pasó sin pena ni gloria, sin amores, sin locuras. Lo más emocionante que podía hacer era presentarme en clase sin hacer los deberes. Así que lo hacía a menudo... Decidí que como tenía 25 años ya era hora de acostarme por primera vez con una chica. Algo había que hacer...

Odio las discotecas y todo el ritual de salir de ligue. Y como tampoco tenía demasiadas amigas solo me quedaba volver a internet. Quedé con el mayor número de tías gordas, feas y estúpidas que nadie se pueda imaginar, mujeres que por motivos evidentes no tenían más remedio que rebuscar entre desperdicios sociales como yo.

La primera chica me envió una foto donde destacaban sus ojos azules y su gran escote. Me gustó que me dijese su peso, 75 kilos. Pesaba más que yo, pero tampoco era una barbaridad. Chateamos y me habló de su exnovio, la acababa de dejar y estaba muy dolida. Parecía lo bastante desesperada como para invitarla a ver una peli  directamente a mi piso, sin vernos antes, sin ni siquiera mandarle una foto. Ella aceptó. Me pidió que la recogiese en la salida del metro, pero me daba pereza, así que ella localizaría mi piso sin ayuda.

Me duché, me recorté la barba, las uñas, limpié el piso, hice ejercicio para que se me marcasen los músculos, me probé veinte camisetas, encendí algunas velas, puse música. Y abrí la puerta.

La chica no mintió, pesaba 75 kilos. Pero medía metro cincuenta. Tenía las piernas tan gordas que no podía andar en línea recta. Además, tenía triple michelín. En cada muslo...

La invité al sofá. Ella empezó a subirse la falda, de repente, me quedé con la boca abierta mirando como una chica a la que apenas le había dicho “Hola” se desnudaba ante mí.

Solo lo hacía para poder sentarse, tenía que abrir tanto las piernas para tomar asiento que se remangaba la falda a la altura de las bragas.

“Oye ¿pero como me vienes en falda, chiquilla? Con el frío que hace.”

“No, si yo solo tengo faldas. No fabrican pantalones de mi talla.”

Continuó con la historia de su exnovio. Habían estado 3 años saliendo, los dos últimos viviendo juntos. Estaban hablando de boda y de como podrían afrontar su futura hipoteca juntos. A él le habían despedido hace poco, así que ella se vio obligada a poner los préstamos a su nombre.

Un día, el portátil de ella no le dejaba abrir algunas webs y su prometido le prestó su sobremesa. La chica vio que entre sus Favoritos estaba la web de Badoo, una página de ligue. Esa noche el chico le dijo que no podía ver una peli, que tenía que terminar cosas del trabajo en el ordenador. Él se encerró en su despacho y ella se conectó a Badoo en su portatil. Vio que el perfil de su prometido estaba en línea. La chica se creó un perfil falso y chateó con él:

“Hola, que guapo eres.”

“Tu si que eres guapa ¿te apetece quedar?”

“¡Oye! ¡Q lanzado! ¿qué diría tu novia?”

“Que va, si no tengo novia ¿quedamos?”

“Entonces ¿no estás con nadie?”

“¡jaja! claro q no. Soy solo tuyo ;)”

El grito de ella retumbó por toda la casa. Corrió hasta el despacho y le dijo de todo. Él se justificó, con toda la presión de la boda le apetecía hacer un poco el tonto, pero nada más, ni siquiera quedaba con esas chicas. Se puso de rodillas y le rogó perdón, se moriría sin ella. La chica le abrazó y le perdonó.

A las dos semanas la dejó por otra. Su explicación fue: “Te quiero, pero es que... esa chica vale mucho”. Ella le pidió una última oportunidad para demostrarle cuanto le quería y decidieron pasar una semana a solas en la casa del pueblo del chico.

Pero él se mostraba distante, apenas hablaba, toqueteaba el móvil todo el tiempo. Al tercer día ella le preguntó:

“¿La echas de menos?”

Él asintió.

“Es q no sabes lo mucho q vale esa chica, de verdad.”

Ella permaneció pensativa, los ojos se le humedecieron.

“Pues... no sé... dile q se venga. Si quieres...”

La explosión de alegría de él fue tan grande que se pasaron todo el día y toda la noche haciendo el amor. A la mañana siguiente ella se levantó temprano.

“Javi, Javi...”

“Mmmm...”

“Javi, la chica, que hay que ir a buscarla.”

“Pero si el coche es tuyo ¿para que voy a ir yo?”

Javi se quedó en la cama mientras ella fue a recoger a la chica al pueblo. Se acercó a la única chica joven que había en la estación de autobuses.

“Hola ¿Eres Bea?”

“Si ¿qué tal?

"Yo Montse, encantada"

Se dieron dos besos y subieron al coche. Bea intentó darle conversación mientras Montse conducía.

"¿Y... qué se puede hacer por aquí?"

"Pues... no sé. Nada, la verdad. Esto está muy muerto."

"Pero tantos días Javi y tú solos... algo haréis..."

"Hmmm... Juegos de mesa, tomar una cerveza... tonterías."

"Ah ¿solo sois amigos, entonces?"

Montse forzó una sonrisa.

"Si, claro..."

Bea y el ex de Montse se saludaron con un apasionado beso. La chica fue al baño y Montse aprovechó para darle un empujón a Javi y reñirle.

“¡Serás gilipollas! ¿No le has dicho nada de mí?”

“Ya, tía, lo siento... ¿n-no... no le has dicho nada? ¿verdad?”

“¡Es que...! ¡Encima eres tan tonto que ni avisas!”

“Joder, muchísimas gracias, cielo. Eres la mejor, de verdad... ¿Te puedo pedir otra cosa?”

“Javi, no jodas...”

“¿Puedes fingir que es la primera vez que estás en el pueblo?”

“¿Eh? ¿Pero qué dices?”

“Que no quiero que se ralle pensando lo que no es... Hazlo por mí.”

“Menuda gilipollez, Javi.”

Aquella tarde fueron los tres a dar un paseo y Montse tuvo que hacer las mismas preguntas que cuando fue allí la primera vez. Y volver a fingir que le importaba lo que Javi respondía.

Por la noche Montse se tomó una pastilla para el dolor de cabeza y se metió en la cama. Pero no pudo dormir. Bea y Javi no dejaron de follar en toda la noche. Montse hizo la maleta y se metió en el coche, llorando. Pero no se fue. Me explicó que quería demostrarle a su chico lo mucho que estaba dispuesta a sacrificarse por él, lo mucho que le quería.

A la mañana siguiente esperó a Javi en la mesa del desayuno.

“¡Tú, a ver! ¿No quedamos en que la niña ésta iba a dormir en el sofá?!”

“Si, si. Y ahí ha dormido.”

“Si, y una polla, que os escuché anoche. Javi, joder...”

“Ostia, lo siento, mi niña. Pero no te preocupes, que anoche ya se lo conté todo y se acabó el teatro este.”

“¡¿Qué?! ¡Javi, coño! ¿Y para eso estuve ayer haciendo el gilipollas? Madre mía, tío...”

Bea baja las escaleras, Javi le pide a Montse que guarde silencio con un gesto mientras da los buenos días a Bea.

“Buenos días, cariño.”

Montse se limita a decir.

“¿Qué tal has ‘dormido’, Bea?”

La chica no responde, cruza el salón y se dirige hacia Montse. Le coge de los pelos y la tira al suelo.

“¡Puta de mierda! ¡Puta, guarra, cabrona!”

Montse chilla, asustada, intenta hacerse un ovillo en el suelo. Bea le abofetea la cara. Coge una bayeta con agua sucia del fregadero y la azota.

“¡Guarra, guarra! ¡Asquerosa!”

“¡Javi! ¡Javi, ayúdame! ¡ayúdame!”

Javi queda congelado, mira la situación con los ojos abiertos. Se levanta de su silla y sale de la cocina ignorando las súplicas de Montse.

“¡JAVI! ¡JAVI, POR FAVOR! ¡JAVI! ¡JAVI!”

El chico cierra la puerta de su cuarto.

Montse me dijo que lo había superado, pero tuvo que agachar la cabeza varias veces mientras me lo contaba.

“Después me largué y... bueno... pues aquí estoy.”

Estaba muy afectada, empezó a sollozar.

“Ll-llevábamos dos meses yendo al médico. Q-queríamos tener un hijo…”

Ha sido Montse quien se ha marchado del piso. Pero como la hipoteca está a nombre de ella, Javi se niega a pagar. Dice que si no quiere pagar dos pisos que se vaya a vivir con él y con Bea. Por eso ella ahora tiene dos trabajos, porque tiene que pagar el alquiler del piso en el que vive y la hipoteca de su ex y su amante.

“He estado con el psicólogo, con pastillas... Y esta... pues es la primera vez que estoy a solas con un chico desde entonces...”

Me sentí profundamente conmovido. Aquella pobre niña necesitaba volver a sentirse deseada y querida, hacía meses que nadie la trataba con cariño. Solo necesitaba que alguien fuese bueno con ella para poder enfrentarse de nuevo al mundo.

La besé con ternura, la toqué con delicadeza. Recuerdo que tenía un cabello en la mejilla y se lo retiré con una caricia. Pero no pude. Aquel pelo de 5 centímetros le salía de la cara. La luz de las velas no me habían dejado verlo, pero tenía algo más que mero bello facial.

“Herencia de mi abuelo. Me los quitaría, pero es q vuelven a salir...”

Ella notó mi cara de desagrado.

“En el cole me llamaban la Barbie. Y… Y yo… yo siempre pensé que era por guapa...”

Las lágrimas le cayeron por el rostro. Yo volví a besarla e intenté animarla con unas cosquillas. También encontré pelo en las axilas y en las piernas. El vello atravesaba sus medias negras. No pude más.

“Montse, es que esto así… de repente... esto es un poco precipitado. No te quiero hacer daño.”

“Que no pasa nada, de verdad...”

“Pero esto... esto es algo que requiere intimidad, tiempo...”

“Pero si yo me siento super a gusto contigo.”

“Si… si… Pero no ¿Sabes?”

“¡A ver, Luis! ¡No me jodas! ¡Me he hecho casi hora y media en metro para venir al quinto coño del mundo! ¡Yo no me voy de aquí sin follar!”

Me quedé blanco. Quería que se marchara, pero no podía rechazarla, no después de todo lo que le habían hecho. Solo se me ocurrió decir:

“Es q... soy virgen...”

Ella me lanzó una mirada llena de desprecio. Los ojos se le volvieron a llenar de lágrimas.

“¡HIJO DE PUTA! ¡HIJO DE PUTA!”

Se marchó llorando y tuve que correr para alcanzarla. Le metí una mano dentro de las bragas. Ella hizo lo mismo conmigo. Intenté quitarme el pantalón con la mano que me quedaba libre, pero no me dio tiempo y me corrí encima. Era la primera vez que masturbaba a una chica y no tenía ni idea de lo que tenía que hacer. Tardé tanto que a ella le dio tiempo a masturbarme otra vez. Al final no conseguí que llegase al orgasmo. Nos despedimos con dos besos y con muy pocas ganas de volver a vernos.

Al mes siguiente yo estaba tan salido que volví a llamarla, afortunadamente no me cogió el teléfono.

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