LOS PRIMERIZOS
Una travesti de closet se conoce con un jovencito por medio de internet y deciden juntarse. Ambos tienen algo en común: su inexperiencia.
Una travesti de closet se conoce con un jovencito por medio de internet y deciden juntarse. Ambos tienen algo en común: su inexperiencia.
LOS PRIMERIZOS
Mi nombre es Rafael, pero prefiero que me llamen Brenda, nombre con el cual me siento plenamente identificada. Soy una travesti de closet, pero que ya estoy sintiendo la necesidad de asumir definitivamente mi rol femenino. Tengo 30 años y trabajo en una empresa de computación. No los aburriré contando de mi infancia y de mis inclinaciones. Creo que todas hemos pasado por situaciones más o menos similares. Prefiero contarles mi historia acerca de un tiempo más cercano, cuando sentí la necesidad de ir saliendo un poco más allá del closet y mi primera experiencia.
Siempre he mantenido en el más profundo secreto mis inclinaciones. De aspecto soy bastante delicado, pero es una ambigüedad que deja a los demás en la duda. Tengo un físico bastante aceptable. Lampiña, mi piel es suave, la cuido mucho, mis piernas muy bien formadas, una cola bastante apetecible. Me agrada la ropa femenina muy provocativa y que resalten mi figura. Paso horas maquillándome y cambiándome de ropa, mirándome en el espejo, sintiéndome mujer. Con respecto a mi experiencia sexual debo confesar con cierto dolor y vergüenza que aún soy virgen
Soñaba con salir alguna vez vestida de mujer, pero jamás encontraba la ocasión y tampoco el valor para hacerlo. Quería sentirme admirada, deseada, sentir al caminar la suavidad de la ropa femenina, el roce de las medias, el aire colándose entre mi falda, en fin todas esas cosas que para una mujer son tan normales y que para mí eran un sueño imposible. Así mi vida transcurría entre sueños, fantasías y masturbaciones. A través del tiempo había conseguido hacer un buen acopio de ropa femenina.
Faldas, vestidos, todo lo más sexy que podía encontrar, mucha lencería de todo tipo, zapatos, maquillaje, pelucas. Pero mi gran pena era que todo eso no podía brindarlo ni compartirlo con nadie. Soñaba estar entre los brazos de un hombre que me hiciera estremecer, deseaba más que nada poder tener esa experiencia al menos una vez en la vida, y veía cómo el tiempo iba pasando y la juventud desapareciendo. Apenas llegaba del trabajo me transvestía, igual cosa los días feriados. Era feliz en esos momentos. Está mal que lo diga, pero me veía bastante femenina y aceptable para los ojos de cualquier varón.
Un día viernes en la noche, me instalé frente al computador y entré a un salón de chat donde a veces tenía algo de sexo virtual con alguna pareja ocasional. Como nick siempre utilizaba mi nombre: Brenda. El salón en el cual entraba era para travestis. Jamás, aparte de lo que ya les he contado había sucedido alguna cosa que pudiera ser más interesante como por ejemplo algún contacto personal. Bueno esa noche ingresé, generalmente me quedaba leyendo lo que escribían los demás, esperando que alguien quisiera hablar conmigo. De pronto en la pantalla se abrió un recuadro con un mensaje privado en el que me preguntaban si quería tener una conversación caliente. Su nick, era Penetrón. Bastante sugerente. Le respondí que sí, que me encantaría, pero le dije inmediatamente que era una travesti, por si andaba algo perdido en el saló. Me contestó que no era problemas, por eso estaba allí. Me dijo que le atraían mucho, pero jamás había estado con una. Me preguntó mi edad, dudé un poco en decirle la verdad, pero finalmente me decidí y le escribí: -"Tengo 30 años. ¿Te importa?"- Y quedé esperando su respuesta. Unos segundos después pareció su respuesta: -"Para nada, si no te importan los 17 míos". "Eres bastante joven..." le contesté. Se demoró un poco en contestar. "Si no quieres conversar conmigo, me lo dices. Yo entenderé". Al leer esto me enterneció por completo y me apresuré a decirle que no.
Que lo encontraba muy agradable. Así comenzamos a conversar de un sinfín de cosas. Estaba solo por todo el fin de semana. Sus padre se habían ido a la playa. Pero él no había querido. Resultó que vivíamos en la misma ciudad y por lo demás bastante cerca, no más de unos 10 minutos. Me preguntó si estaba vestida de mujer. Le dije que sí. Al preguntarme lo que llevaba le contesté con lujo de detalles. "Te debes ver muy hermosa"- me dijo. Le agradecí su gentileza. De pronto leo un mensaje en la pantalla que me dejó totalmente estupefacta: -" Me gustaría conocerte". No supe qué decir. Una multitud de sensaciones se agolparon en mi mente. Tal vez podía ser la oportunidad que tanto había deseado, pero mis escrúpulos eran debido a la juventud de Mario, que me dijo era su nombre. Le dije que en realidad no estaba muy segura de si era conveniente vernos. Me dijo que cuál era el motivo para pensar así. Conocernos no tenía nada de malo. Podíamos ser amigos, conversar, en fin tantas cosas. Fue tan convincente que accedí con la condición que sólo sería para conocernos, nada de sexo. No tenía ningún deseo que me acusaran de pervertir a menores. Me preguntó si estaría vestida de mujer. Le dije que sí. Tal como le había descrito antes. Le di mi dirección. En una media hora más estaría por aquí.
Como toda mujer vanidosa, corrí hacia el espejo para arreglarme algunos detalles, de todas maneras deseaba estar lo más bonita posible. Me quité el short y me puse una mini tableada que a mi parecer me quedaba muy bien y hacía lucir mis piernas que eran bastante femeninas. Unas medias de esas brillantes y una blusita muy coqueta. Realmente estaba emocionada. No pensaba tanto en la posibilidad de sexo por las razones que ya dije anteriormente, pero sí por estar frente a un hombre como toda una mujer. Pensaba y pensaba cuál debía ser mi actitud, cómo ser más femenina, ensayaba algunos gestos y poses.
Cruzaba las piernas, cómo sentarme. Era realmente difícil. Una cosa era hacerlo a solas y otra estar frente a alguien. Pasado unos cuarenta minutos sonó el timbre de la puerta. El corazón se me desbocó Me estaba arrepintiendo de ese momento de arrebato en que había aceptado que viniera. Pasó por mi mente el deseo de quedarme quieta y no abrir. Luego desheché la idea, no tenía derecho a engañas a alguien de esa manera. Además había un deseo fuerte en mi interior por vivir esta experiencia. No podía pasar toda mi vida encerrada dentro del closet. A lo mejor esto me servía para ir adquiriendo más experiencia y seguridad.
Me arreglé un poco la falda, y me dirigí a la puerta. Antes di un vistazo por el ojo mágico. Vi a un joven rubio, melenudo con cara de bebé, pero muy hermoso. Deliciosamente joven con una virilidad que apenas comenzaba a florecer. Muy nerviosa abrí la puerta y lo vi. Era muy alto, yo apenas llegaba poco más arriba de su hombro. Me miró de arriba a bajo como asombrado y dijo: -"¿Brenda?" Tratando de controlar mis nervios le dije: -"La misma que viste y calza. Pasa, por favor". .Pasó tímidamente. "Yo soy Mario".- dijo. Y nos saludamos de beso en la mejilla. Lo invité a sentarse, le ofrecí un jugo de naranja que aceptó. Me senté frente a él, crucé mis piernas lo más coqueta que pude hacerlo. No sabía qué hacer o qué decir. Mario se notaba que le sucedía lo mismo. Llevaba una camiseta de esas anchas como las que les gusta usar a los jóvenes, con el nombre de un grupo musical estampado.
Unos jeans sueltos y casi a punto de caer y unas tenis medio gastadas. En la muñecas izquierda tenía una especie de pulserita de cuero de esas artesanales y un pequeño arito en la oreja izquierda que le venía muy bien. Su cabello rubio, largo se notaba brillante y muy bien cuidado pero con cierto aire de despreocupación que le caía a las mil maravillas. "¡Bueno!" le dije, sonriendo nerviosamente.-"Al fin nos conocimos...!" Sonrió brevemente y luego dijo: -"Ajá. Eres muy hermosa. Más de lo que imaginaba". No pude evitar sonrojarme un poco. ¡Era el primer requiebro que recibía Brenda! Una satisfacción maravillosa. No había sentido algo así en ninguna de mis fantasías. Sobrepasaba todo lo que me había podido imaginar.
Era como si algo fuera cambiando dentro de mí. Me iba sintiendo cada vez más mujer. Un calorcito embriagador se iba apoderando de mí muy poco a poco, y dentro de mi tanga sentía que mi sexo comenzaba a despertar. Una idea comenzó a ocupar mi mente. Deseaba ponerme a prueba, no llegar al sexo, pero sí comprobar que tan efectiva podía ser como mujer, hasta qué grado podía llegar a calentar a este muchachito. Me parecía una ocasión excelente para ir acumulando experiencia en cuanto al trato con los hombres. "Tú también eres muy guapo" le dije. Seguramente deben haber muchas jovencitas ansiosas por ti". Le dije. "Algunas hay por ahí" me dijo. "Pero no es eso lo que busco. Son otras cosas las que me atraen". Descrucé mis piernas y me aseguré que mostraran un poquito más de lo conveniente. Apoyé mis codos en mis rodillas, tomándome el rostro con las manos y le pregunté: "¿Y se puede saber qué es lo que buscas?" Me miró, calló por un momento, como buscando las palabras. Para luego decir: "Busco a alguien cómo tú". Su respuesta fue como un golpe directo al mentón. Quise ahondar un poco más en su interioridad. Saber por qué en vez de una mujer deseaba tanto a una travesti.
Me halagaba lo que me decía, pero la curiosidad me devoraba completamente. "¿Te puedo hacer una pregunta indiscreta? le dije. Asintió con la cabeza. -¿Cómo nació en ti esta atracción por las travesti? Eres joven, seguramente ya has gozado de más de alguna jovencita. Tal vez si fueras mayor, podría comprender que andas buscando nuevas experiencias. Pero me parece que tienes todavía mucho camino por recorrer." Le dije. Me miró y contestó: -"No tengo una respuesta muy definida para tu pregunta. Sólo puedo decir que es algo que me sale de muy adentro y que se me hace muy difícil luchar contra ello. Si me dieran a elegir entre una mujer muy bella y una travesti, me quedo mil veces con esta última.
Me atraen poderosamente, las encuentro distintas, hermosas, casi mágicas. No sé qué más podría decirte al respecto.". Encontré muy sincera su respuesta y decidí no seguir atosigándolo con preguntas de ese tipo. Conversamos de muchas cosas, nos reímos, era muy agradable y simpático. Para variar un poco decidimos jugar naipes, pero apostando prendas, para hacer más interesante el juego. Jugaríamos a las 21. Nos sentamos a la mesa, saqué los naipes y le dije: -"Tú eres el hombre, así que te corresponde barajar y repartir. Mario obedeció. Comenzó a darlas. El juego es rápido. Mire mis cartas, sumaba veinte, así que no pedí más. Mostramos el juego. La ganadora era yo. Tenía que pedir mi prenda. No sabía qué hacer. Hasta que de pronto se me ocurrió y le pedí su pulserita. La quitó y me la entregó.
Comenzó el juego de nuevo. Volví a ganar. No sabía qué pedirle, sólo le veía la ropa, pero no me atrevía a pedírsela. Así que le dije. - "¿Y qué me darás por prenda?" . Me miró con cara de circunstancia y me dijo. "No tengo nada. ¿Sirve mi polera?" Yo sonreí y le dije: - "Creo que sí". Así que de inmediato se la quitó dejando su torso al desnudo. Tenía un físico de miedo que disimulaba muy bien con esa ropa tan holgada que usaba. Los músculos de sus brazos se notaban a la perfección en cada movimiento que hacía. En el izquierdo tenía tatuada un águila pequeñita.
El chico en realidad era una verdadera preciosidad. Unas tetillas muy hermosas, y cada músculo muy bien marcado. Su vientre firme, duro, ni un gramo de grasa, pura fibra, y su cabello rubio cayendo sobre sus hombros. "Tienes un físico excelente" le dije. "¿Practicas algún deporte?" Se sonrojó un poco y lego me contestó: -"Practico Karate. En dos meses más doy mi examen para obtener el cinturón negro". Pícaramente le contesté: -"Mmmmm, no me gustaría verte enojado". "No te preocupes. Contigo jamás me podría enojar. Aparte de hermosa eres muy agradable. Me he sentido muy bien contigo en todo este rato". Sus palabras me llegaron hasta lo más profundo del alma. Se veía tan puro, tan desprovisto de maldad, un alma prístina. Seguimos jugando. Esta vez ganó él. "Bueno, qué prenda pedirás? le dije. Quedó pensando un rato y luego me dijo: -"¿Necesariamente tiene que ser un objeto?. Le respondí que no. "Bueno, entonces ya sé lo que quiero". "Espero que no te vayas a extralimitar" le dije en broma. Sonrió también y dijo que no me preocupara. Que no era tan desubicado. "Entonces pide y se te concederá" le dije. "Entonces quiero bailar contigo" me dijo. Su pedido me sorprendió a la vez que me agradó mucho. "OK." le dije. "¿Algo en especial?- "Sólo que sea lento y suave" respondió.
Escogí un CD con música como la que había pedido. Bajé un poco la luz y me puse en medio de la sala. Ofreciéndole los brazos le dije: -"Aquí me tienes". Me tomó de las manos y me atrajo hacia él. Esos momentos eran mágicos para mí. Estaba viviendo todo lo que alguna vez había soñado y era más hermoso a cómo lo había imaginado. Lo abracé del cuello, el contacto con su piel me estremeció. Sentí lo mismo en él. Sólo nos miramos a los ojos.
Me estrechó suavemente por la cintura, con cuidado como temiendo que me fuera a quebrar. Así comenzamos a movernos dulcemente, dejándonos llevar por la música. No nos decíamos nada. Tampoco era necesario. Terminó el primer disco y ninguno de los dos parecía querer separarse así que comenzó la segunda melodía. Era, a riesgo de parecer redundante, un momento verdaderamente mágico. De paz y sensualidad total. De a poco comencé a rendirme, a abandonarme dulcemente entre su brazos y apoyé mi cabeza en su pecho. Con sus manos inmensas comenzó a acariciarme el cabello.Terminó la segunda melodía y esperamos por la tercera. No queríamos separarnos por nada del mundo. Pero era algo distinto, no era una calentura propiamente tal. Era un entregarse al otro pero de alma, de espíritu. El sentirnos compenetrados, como si fuéramos uno solo. En definitiva dos almas gemelas.
Dos principiantes, dos inexpertos, sólo que él no lo sabía. En un momento elevé mi vista, y estaba el mirándome. Nuestras miradas se fundieron y sin darnos cuenta nuestras bocas se unieron en un beso tierno y cálido. Al terminar la música me tomó de la mano y nos sentamos muy juntos en el sofá. Yo estaba encima de él, acariciando su pecho mientras él jugaba con mi cabello. Así estuvimos arrobados no sé cuánto tiempo. Sólo sintiéndonos, mientras su mano se deslizaba por mi espalda.
Cuando miró la hora el reloj indicaba casi las seis de la mañana. Me dijo que debía irse no sin antes agradecerme por la hospitalidad que le había dado. Tímidamente me preguntó si podía volver. Le dije que lo hiciera cuando quisiera que la mía era su casa. Que había tenido una velada maravillosa con él. Lo acompañé a la puerta, nos dimos un beso maravilloso y me quedé en la puerta hasta que lo vi desaparecer. Me sentía completamente feliz. Jamás creí que los sueños pudieran concretarse, pero yo podía dar fe que a veces sucedía. Esta noche había quedado demostrado...
Muchas gracias por haberme dedicado su tiempo en leer mis relatos. Como siempre espero anhelante sus sugerencia a gaybrielatrans@hotmail.com .
Un besito para todos(as)
ANDROGENA