Los Prieto (I)
Iniciación de un joven a manos de un hombre maduro.
Tenía catorce años y una vida normal salvo por la necesidad permanente de estar tocándome la verga todo el día, buscaba en mi casa cualquier momento y cualquier lugar para hacer estallar un río de leche en mi mano., Pero en verdad estoy mas que confundido porque no sé realmente lo que me gusta, nunca he hecho el amor con nadie, no he estado con ninguna mujer, aunque en mi cuarto tengo fotos de artistas famosas semi-desnudas que provocan más de una paja, pero últimamente he descubierto el placer que siento al pajearme con una mano y con la otra acariciarme el agujero del ano, solo sé que cada vez estoy mas caliente y solo puedo desahogarme a mano.
Terminaron las clases y mi madre me dijo que iba a buscarme algún trabajito de verano que evitaría que me la pasara vagueando y de paso podría juntar unos pesos para comprar mis libros para el curso próximo.
Cuanto fue mi disgusto cuando a los dos días mi madre me dijo que me había conseguido un trabajo en la fábrica de arpillera que quedaba a dos cuadras de mi casa y que debería presentarme el Lunes.
El Lunes a las 7 de la mañana me presenté a mi trabajo, en la puerta me dijeron que me dirigiera a la oficina de Don Prieto en el primer piso, allí me recibió el dueño, era un hombre corpulento de 70 años de edad, su piel era bastante oscura, tenía la camisa abierta por el calor y se podía ver un abdomen prominente cubierto todo su pecho de un abundante pelamen, me dio la bienvenida y me dijo que no tendría una actividad fija, sino un sinnúmero de pequeñas tareas que necesitaba cubrir, y eso abarcaba desde hacer el café, barrer el depósito o llevar algún sobre a un cliente. Me llamó la atención que todo el personal, que era reducido, era muy mayor, un solo empleado administrativo, cuatro empleados en el taller y depósito y uno en la entrada de la fábrica que inclusive vivía en la misma.
Comencé con mis tareas y allí me di cuenta lo variado de las misma, hacía de todo y de lo más variado, aprendí rápidamente a usar un pequeño autoelevador que permitía apilar en depósito las bolsas de aspillera confeccionadas en el taller y me hice experto en una variada gama de trámites y mandados.
También me enteré que Don Prieto era viudo y que tenía un hijo deficiente mental que deambulada todo el día por la fábrica. Era uno de los últimos en irme porque siempre el patrón tenia algo de último momento para encargarme. A la semana estaba en el vestuario preparándome para irme y decidí darme un baño para aliviar el calor, como acostumbraba en la ducha comencé a hacerme tremenda paja, sin darme cuenta que Don Prieto había entrado y me observaba desde un rincón oscuro, así pudo ver con que placer me masajeaba el culo y ponía mis dedos en mi ojete, de pronto lo vi acercarse y del susto pegué un salto, entonces me dijo "no te asustes es el mejor espectáculo que he visto en años, tienes un hermoso cuerpo y sobre todo esa cola paradita es hermosa", entonces me di cuenta que se había sacado la camisa y que su pantalón desabrochado caía a sus pies dejando al descubierto un largo y antiguo calzoncillo de tela blanca, pude ver que su imponencia era en realidad gordura y que el pelo cubría todo su cuerpo, pero su imagen era de potencia a pesar de su edad.
Se acercó hacia mí y sentí una rara mezcla de miedo, ansiedad y real excitación, se metió bajo la ducha y mientras se mojaba me miró largamente en silencio, luego sonrió levemente y me abrazó con una fuerza brutal que casi me sofocaba, besó un par de veces levemente mis labios y al tercer intento su lengua irrumpió en mi boca hasta mi garganta y entonces respondí a ese beso con verdadera pasión, sentía su lengua en mi boca y la quería en todo mi cuerpo, ese hombre podría ser mi abuelo, pero ahora lo único que deseaba es que fuera mi macho. Tomó mis manos y las dirigió a su verga que no era muy grande, en verdad diría que era pequeña, pero para mí en ese momento me parecía enorme, empecé a acariciarla torpemente y el se dió cuenta y me dijo que hiciera lo mismo que el, entonces empezó a acariciar la mía y en un minuto le llené las manos de leche, me dijo que me daría una nueva lección y empezó a chupar mi verga y producto de la juventud a los cinco minutos volví a acabar pero esta vez en su boca, se tragó toda mi leche y limpió cuidadosamente con su lengua toda mi poronga, entonces me preguntó si había aprendido, respondí que si, al instante tomó mi cabeza con su dos manos y dirigió mi boca a su miembro. Al principio sentir ese pedazo de carne dura en mi boca y ese sabor agridulce, me dio cierto asco, pero enseguida recordé al maestro y comencé a chuparla con verdadero placer, ahí me di cuenta que después de tantas pajas encontraba lo que sin saber muy bien estaba buscando, mi lengua comenzó torpemente, pero poco a poco comenzaba a recorrer esa verga con cierta habilidad, en realidad era pequeña pero muy gustosa, me enloquecía esa sensación y deseaba tenerla para siempre, todo mi cuerpo vibraba y tenía una tremenda erección, la chupé durante un cuarto de hora y Don Prieto me dijo que me detuviera, que a los viejos le cuesta mas acabar pero se reservaba para mi hermosa cola, allí sentí miedo y el se dio cuenta, entonces me dijo que no me preocupara que sería muy cuidadoso con mi ojete, se volvió loco cuando contesté "si papito haceme lo que quieras, porque a partir de ahora quiero ser tu putita".
Me puso bajo la ducha tomó un jabón y haciendo mucha espuma comenzó a lavarme la raja y el ojete , cada vez que pasaba por mi agujero se detenía un rato acariciándolo y eso me volvía "loca" , entonces tomé otro jabón y haciendo espuma comencé a lavar su verga y sus huevos, lo único que deseaba era que se mantuviera dura para mi placer, entonces me dí vuelta y le ofrecí mi cola enjabonada, el comenzó a introducir un dedo, sentí un pequeño dolor pero el jabón era de mucha utilidad y permitía el ingreso fácilmente, me di cuenta que mi ojete comenzaba a dilatarse, entonces Don Prieto utilizó dos dedos y nuevamente el dolor, pero mi esfínter bien enjabonado ofrecía poca resistencia, sin sacarme los dedos me llevó a un banco del vestuario y me puso en cuatro patas con el culo bien levantado hacia él, sacó sus dedos y sentí su cabeza apoyada sobre mi agujero, apenas apretó me la metió y ya no sentí dolor sino un inmenso placer, siguió empujando y la introdujo en su totalidad, y allí nuevamente pude constatar , que eso era lo que mas deseaba en la vida, tenía un hombre desnudo encima mío y su verga ocupaba todo el conducto de mi ano y lo único que quería en ese momento era que no me la sacara y contentar a mi hombre. Don Prieto empezó a moverse suavemente al principio y a poco comenzó cada vez más rápido, hasta llegar a un ritmo violento que me hacia gritar de placer, el tapó mi boca para que nadie me escuchara y continuó con su ritmo, hasta que sentí unos gemidos ahogados y un chorro caliente en mis entrañas, era la primera vez que acababan dentro mío y nunca había sentido placer mayor. Don Prieto quedó agotado y tardó un rato en recuperarse, yo quedé tirado boca abajo en el banco y con el esfínter apretado reteniendo la leche dentro de mí. Al cabo de un rato comenzó a acariciar y besar dulcemente mis nalgas, mi espalda y mi cuello, luego me tomó entre sus brazos fuertes y nos besamos por largo rato, nos bañamos juntos y Don Prieto me dijo que "eres la mejor mujer que he tenido en mucho tiempo y me has hecho muy feliz". Allí comencé mi relación con Don Prieto que tendría muchas sorpresas, pero eso es materia de otro relato.