Los premios de mamá 8. Final.

No, el título no está equivocado. Llegamos al final de la serie y, tras ser educados por sus madres, es hora de recibir su premio ¿no? Leed y sabréis cómo son Mauricio y Magdalena y las relaciones entre toda la familia.

Los castigos de mamá 8.

Ya era hora de cerrar. Mauricio recogió todo y se montó en su coche para recoger a Magdalena. Ella estaba en casa de una señora que le había encargado hacer un vestido. Había quedado en la puerta de la casa, aparcó y bajó a recogerla

  • ¡Pasa hijo, pasa! - Mauricio escuchó la voz de

D

oña Pura que lo invitaba a entrar en su casa. - ¡Hay que ver que os habéis convertido en un hombre y una mujer! - Dijo mientras Magdalena acababa de poner unos alfileres en el vestido medio cosido que vestía la anciana. - ¡Aún recuerdo cuando os daba caramelos siendo unos niños!

  • ¡Ya queda poco cari...! - Casi se le escapa aquella palabra prohibida a

Magdalena.

  • ¡

Cani

! - Dijo Mauricio para disimular. - ¡Canijo no estoy precisamente!

Después de unos minutos se despidieron de Doña Pura y los dos montaron en el coche. Él llevó el coche por aquellos caminos polvorientos hasta llegar a un paraje bastante oculto

a la vista

de los paisanos.

  • ¿Qué hacemos aquí? - Preguntó Magdalena.

  • ¡Ya no puedo pasar un día sin ti! - Contestó su hermano abrazándose a ella.

  • ¡Aquí no

Mauri

, pueden vernos!

  • ¡Estamos en mitad del campo! - Protestó él sin soltarla. - ¿Quién anda por aquí a estas horas?

  • ¡No seas tonto, vamos a casa y te doy una sorpresa!

  • ¡Claro, otra vez una sesión de sexo furtivo en ese cuartucho de fuera!

  • ¡Anda, no seas idiota, vamos a casa! - Le acarició la cabeza con dulzura y su hermano arrancó y puso rumbo a su hogar que estaba lleno de gente.

No hablaron nada durante todo el camino. Él necesitaba amarla y ella no sabía como decirle los jaleos que había en su familia. Cómo comentarle que había pillado a su madre teniendo relaciones sexuales con su sobrino, en presencia de la propia hermana. Conocía muy bien a su hermano y desde que empezaron aquella incestuosa relación, sabía que él era un hombre que necesitaba hacer el amor casi a diario.

Miraba por la ventana del coche mientras volvían al hogar y una sonrisa se dibujó en su cara cuando recordó cómo empezó todo. Ella tenía catorce años y él dieciséis. Ninguno de los dos eran muy agraciados en belleza, aunque tuvieran unos cuerpos bastante bien formados. Además por allí había poca juventud por no decir ninguna. En verano era cuando se llenaba más de vida el pueblo pues venían los hijos o nietros de los habitantes de allí.

Como Magdalena, que no siendo ninguna belleza por mucho que se maquillara, tenía un cuerpo impresionante, su hermano tuvo que pelear con muchos chicos de fuera del pueblo pues todos querían lo mismo, tirársela, echarle un polvo de verano y si te he visto no me acuerdo. Y así fue como aquella tarde de verano Mauricio se b

atió en duelo por el honor de su hermana y le partió la cara a un niñato que quería aprovecharse de ella.

Desde ese día veía a su hermano de otra forma. Además él no tenía muchos amigos y pasaban mucho tiempo juntos o ayudando a su viuda madre. Poco a poco la admiración que ella sentía por su hermano se fue convirtiendo en cariño. U

n día llegó al pueblo una familia que estarían durante seis meses pues el padre sustituiría al médico hasta que asignaran uno definitivo. Mauricio empezó a tener una especie de relación con la hija de aquel médico. Poco tiempo después estallaba la situación entre los dos hermanos.

  • ¡Desde que estás con esa Cristina tienes abandonada a tu madre! - Le reprochaba Magdalena a su hermano una tarde que estaban solos en casa. - ¡Ya sólo tienes ojos y tiempo para ella!

  • ¡Pero qué te pasa! - Protestó él. - ¡Para una vez que una chica se fija en mí!

  • ¡Eso no me importa, pero crees que ya tienes que abandonarlo todo por ella!

  • ¡Mira Magdalena, creo que estás diciendo tonterías! - Ella se marchó y dejó de hablarle a su hermano si no era necesario.

Durante una semana ella intentó no hablarle, pero los celos la comían por dentro. Cada vez que él salía para encontrarse con Cristina, ella sentía un pellizco en el corazón y se iba a llorar a su habitación deseando que él volviera pronto y le diera su amor. Día a día sufría el desprecio de su hermano y se moría por dentro. Pero una tarde él volvió antes de lo normal. Ella estaba en su habitación resignada al olvido de su hermano, acostada en su cama y reconcomiéndose por dentro.

  • ¡Magdalena! - Escuchó la voz de su hermano. - ¿Puedo hablar contigo? - Ella movió los hombros como si le diera igual pero su deseo era todo lo contrario. - Necesito hablar contigo... He acabado con Cristina... - El corazón de Magdalena se llenó de felicidad aunque él parecía apenado por ello. - Durante todo este tiempo que he estado con ella he intentado acabar con mis sentimientos, pero no lo he conseguido... - Ella se giró para mirarlo esperando que siguiera hablando. - Magdalena, durante todo este tiempo que he estado con ella he intentado acabar con mis verdaderos sentimientos...

Por un momento quedaron en silencio sin decirse nada. Sus ojos hablaron y los dos se fundieron en un abrazo. Ella gozaba al sentir que su hermano había vuelto a ella y le reconocía lo que ella imaginaba y deseaba.

  • ¡Te quiero Magdalena!

  • ¡Y yo a ti! - Respondió ella y los dos se fundieron en un apasionado beso.

Estaban solos y siguieron besándose sobre la cama. Ninguno hablaba, se fueron desnudando poco a poco y torpemente. Era la primera vez para los dos y no sabían bien que hacer. Los dos estaban desnudos y se colocaron frente a frente mirándose apasionadamente. Las hermosas tetas de ella tenían los pezones bien erectos y la gran polla de él estaba erecta como nunca lo había estado.

-

¿Quieres hacerlo? - Le preguntó él.

-

Nunca lo he hecho... No sé que hacer...

-

Yo tampoco...

Se abrazaron, de rodillas sobre la cama sus cuerpos se tocaban desnudos por primera vez. Ella sentía la poderosa polla de su hermano en su vientre y sintió como de su coño brotaba algo, no sabía si se estaba orinando. Sus bocas se fundieron apasionadamente mientras sus manos se acariciaban y recorrían cada centímetro de piel. Mauricio dio el primer paso, su lengua lamió uno

de

sus pezones y ella gimió dulcemente llevando su mano hasta el erecto miembro de su hermano. Sus dedos lo agarraron y podía sentir su dureza, palpitaba y sintió placer sólo con tocarlo.

Él llevó su mano hasta el sexo de su hermana y sintió la humedad que brotaba de su inocente coño. No sabía como hacerlo, pero con su mano lo acarició y pudo ver como ella se estremecía. Ella se echó en la cama y lo esperaba, deseaba que se subiera sobre ella. Su hermano se colocó sobre su cuerpo que temblaba de excitación y ella levantó las piernas para que él cayera sobre su virgen sexo. Podía sentir como la polla de su hermano presionaba sobre su coño que no dejaba de lanzar flujos por la lujuria que los envolvían.

Las grandes manos de él agarraron su cabeza mientras todo su cuerpo descansaba sobre ella y sus bocas empezaron a devorarse con pasión. Las lenguas pasaron de una boca a otra, jugando y disfrutando del contacto de sus sexos. Mauricio empezó a moverse instintivamente y ella sintió el roce de la polla sobre su clítoris. No hablaron, sólo los gemidos eran suficientes para indicarles el placer que estaban sintiendo en aquel primer acto de amor.

Magdalena no tardó en sentir su primer orgasmo con un hombre. No la había penetrado, pero su cuerpo sintió una gran descarga de placer. Su hermano se movía sobre ella y no paraba de restregar sus sexos, el uno con el otro, dándole tanto placer que los gemidos de ella aumentaban de intensidad. Él gruñía y gimoteaba levemente y empezó a dar espasmos. Un líquido pegajoso y caliente se vertió entre sus cuerpos. Mauricio había eyaculado al tener un orgasmos. Entonces, mientras descansaban del placer de aquellos orgasmos, escucharon la puerta de la casa. Su madre estaba allí y los dos corrieron a limpiarse y ocultar el amor incestuoso que se habían declarado.

Magdalena ya podía ver la casa. Él metió el coche en la cochera y paró el motor. Allí estaban los dos, deseándose. Ella agarró su mano y la beso como muestra de cariño, él le sonrió y acarició su pelo.

-

Mauricio, - Dijo ella con una dulce voz. - ¿crees que lo nuestro está mal?

-

Seguro que nadie entiende el amor entre hermanos... Si en el pueblo se enteraran nos llamarían de todo, pero qué puedo hacer para evitar lo inevitable... Te amo Magdalena y no lo

quiero

evitar. Sé que nunca podremos tener hijos, pero siempre estaré a tu lado amándote. - Ella lo besó ocultos en la cochera.

-

Entonces no te parece mal el incesto ¿no?

-

Si las dos personas están de acuerdo en realizarlo... pues no.

-

Pues eso, más o menos, me dijo el otro día mamá... - La cara de Mauricio cambió.

-

¡Mamá lo sabe!

-

Sí, la otra noche me lo dijo...

-

¿Y cómo se ha enterado?

-

Por lo visto lo sabe desde hace tiempo, pero lo mantenía en secreto y nos dejaba al vernos tan felices... - Magdalena se abrazó a él dentro del coche. - La otra noche, después de que estuvimos en el cobertizo, ¿te acuerdas? - Él asintió con la cabeza. - Cuando nos íbamos a acostar vi luz en la habitación de mamá. Abrí la puerta y allí estaban... - Paró de hablar para mirar a su hermano a los ojos.  - Allí estaban mamá, la tita y el primo...

-

¿Y qué pasó? - Preguntó él al ver que ella no seguía hablando.

-

Los tres estaban desnudos... - Los ojos de Mauricio se abrieron mostrando perplejidad. - El primo estaba encima de mamá y la follaba mientras la tita los miraba. - Él agitaba la cabeza como intentando que sus ideas se aclarasen.

-

¡Para, para...! - No sabía que pensar ni que decir. - ¡Me estás diciendo que mamá follaba con su sobrino mientras la madre participaba en ello, su propia hermana!

-

¡Sí! - Ella lo acariciaba para tranquilizarlo.

-

¡Lo nuestro es pervertido, pero nos amamos! - No miraba a ningún lado perplejo por la situación que le contaba su hermana. - ¡Eso si que es perversión!

Magdalena siguió contándole la conversación que tuvo con su madre y su tía y de cómo habían llegado hasta esa situación. Después de muchos minutos, él seguía sin creer lo que le contaba.

-

¿Te parece mal lo que hizo mamá? - Preguntó Magdalena a su hermano.

-

No es que me parezca mal, es muy raro y pervertido... ¡Mamá follando con Paco y tita! - Volvía a agitar la cabeza para intentar asimilarlo. - ¡Es difícil de entender!

-

¡Así me sentí yo toda la noche!

Los dos hermanos salieron del coche y entraron en la casa. Caminaban por el pasillo y escucharon las voces de Paco, Pili y Raquel que venían de la cocina.

-

¡A ver si salen ya estos dos que Mauricio y Magdalena ya estarán a punto de llegar! - Dijo mi madre y al momento escuchamos la puerta de la cochera, señal de que habían llegado. - ¡Parece que ya están aquí! ¿Le habrá contado Magdalena a su hermano lo de anoche?

Mis primos tardaron bastantes minutos en llegar a la cocina. La cara con que nos miraba Mauricio indicaba que su hermana le había contado lo que la noche anterior había ocurrido. Cómo habíamos sido pillados mientras intentaba tener sexo con su madre. Cómo se lo tomaría era algo difícil de saber y temíamos que tuviera una mala reacción. Nos miraba como si no nos conociera y se sentó en la mesa junto a su hermana.

-

¡Hola! - Dijo mi prima. - ¡Hola tita, ya lo sabe! - Todos lo miramos expectantes.

-

¿Estás bien? - Le preguntó mi madre a él.

-

¡No seré yo quién os juzgue, pero me resulta raro por mucho que intento entenderlo!

-

¡Hola hijo! - Escuchamos la voz de mi tía desde la puerta de la cocina. - ¿Estás bien?

-

¡Sí mamá, pero son cosas difíciles de asimilar!

-

¡Lo mismo me ocurrió con lo de ustedes cuando lo descubrí!

-

¡Perdóname mamá! - Mauricio se levantó y se abrazó a su madre para que lo perdonara.

-

¡No te preocupes hijo! - Acarició la cabeza de él. - ¡Me di cuenta que os amáis y por eso dejé que siguierais con ese amor!

Poco después llegó Roque y quedó extrañado por el ambiente que había en la cocina. Se sentó con nosotros y miraba perplejo cómo mis primos estaban abrazados como si fueran novios. Todos sonreíamos felices de que al fin todo estuviera descubierto.

-

¡Sí Roque! - Habló Raquel. - ¡Magdalena y Mauricio son novios! - Mis primos se besaron en la boca felices por no tener que esconder más su amor en aquella casa.

-

¡Creo que esto habrá que celebrarlo con una fiesta! - Dijo Mauricio. - ¡Mañana por la noche haremos una fiesta!

Y así quedó todo descubierto. Mauricio y Magdalena dejaron de esconderse y después de cenar los dos se fueron a la habitación de él. Los gritos de placer de Magdalena se escucharon hasta alta horas de la madrugada. Mi tía decidió que le había gustado la forma de follar de mi amigo y se lo llevó a su habitación para que le hiciera los coros a su hija con sus maduros gemidos. Mi madre y Raquel se marcharon al jardín y allí descansaban en sendas tumbonas mientras charlaban y tomaban unas copas haciendo planes para la noche del día siguiente.

Yo me fui a mi habitación. Me tumbé en mi cama, solo y pensé en la situación en la que estábamos todos inmersas. Aún no había alcanzado la mayoría de edad y estaba en medio de la lujuria incestuosa de aquellas tres maduras que follaban con nosotros. Mi madre y mi tía habían probado el sexo anal con el pervertido de Roque, sin duda el exceso de pornografía le había causado alguna merma en sus

gustos

sexuales. Pero quién era yo para juzgarlo, aunque no había tenido sexo pleno con mi madre, ya había tenido algo. Por lo menos no había quedado prendado de ninguna de ellas. Lo único que necesitaba de mi madre, mi tía o nuestra amiga Raquel era sexo, con eso nos pagaban nuestros esfuerzos en mejorar en los estudios y en el comportamiento, y eso era lo único que teníamos. Mauricio y Magdalena tenían lo que tanto ansiaban desde hacía mucho tiempo, la libertad de amarse libremente, a

unque sólo fuera en el refugio que les daba su casa y la complicidad de su madre. En fin, no tenía idea de qué pasaría en la fiesta, estaba seguro que sexo habría pues aquellas tres mujeres utilizaban cualquier pretexto para follarse a alguno de los dos. Pensaba y el sueño empezaba a apoderarse de mí.

-

¡Paco, Paco! - Escuché la voz de mi madre que me llamaba desde la puerta. - ¿Estás dormido?

-

Dime... - Contesté.

-

¡Por qué no te vienes a nuestra habitación para no estar solo!

No contesté, me levanté y su mano se agarró a la mía y la seguí hasta su habitación. Una tenue luz me permitía ver a Raquel que estaba en la cama, de lado y vestida sólo con una camiseta. Golpeó con la palma de la mano en el colchón indicándome que me acostara junto a ella, en medio de la cama. Lo hice y mi madre se echó junto a mí. Abrí los brazos y ellas apoyaron las cabezas y me abrazaron.

El sueño nos

llegó a los tres.

Era la primera noche en que podían estar juntos sin tener que esconderse de su madre... sin tener que esconderse de nadie.

Entraron en la habitación y se fundieron en un abrazo. Sus bocas se devoraban y al momento estaban sobre la cama, él sobre ella.

  • ¡He deseado esto durante tanto tiempo! - Mauricio besaba a su hermana desesperadamente.

  • ¡Yo también cariño, yo también!

Sus caras mostraban el inmenso placer que sentían. Se besaban, se mordían, se acariciaban enredando sus cuerpos, sus piernas, sus brazos... La respiración entrecortada y los leves gemidos de placer era lo único que se

escuchaba

en aquella habitaci

ón. Ella lo empujó y lo colocó boca arriba en medio de la cama. Abrió las piernas y se sentó sobre su abultado sexo. A través de las bragas podía sentir como la furia de su hermano se frotaba ansiosamente contra ella. Se quitó la camiseta y sus redondos y turgentes pechos fueron liberados. Las manos de Mauricio acariciaban aquellos hermosos pechos mientras las caderas de ella se movían y su sexo daba un suave masaje al abultado pene. Aquel

h

inchado

glande asomó por el filo de los calzoncillos. Los dedos de ella empezaron a acariciarlo. Siempre le había gustado la enorme polla de su hermano y en particular aquel amoratado glande que dilataba su vagina cuando la penetraba. Pensó en esto y sus bragas se mojaron más, llevaba un rato frotándose y estaba preparada para que él entrara.

Los dedos de Mauricio acariciaban los erectos pezones de aquella diosa del amor que era su hermana. Siempre le habían enloquecido sus largos pezones de aureolas pequeñas y oscuras. Los dedos de Magdalena lo acariciaban en la parte más sensible de su cuerpo y sabía que a ella le gustaba su glande.

Ella se colocó a un lado, de rodillas y bajó los calzoncillos por las piernas de su hermano hasta conseguir

quitárselos.

Él abrió las piernas y ella se colocó en medio de forma que su boca quedó a la altura de su polla.

Se movía sola, Magdalena siempre se excitaba cuando la polla de su hermano daba botes sobre su barriga, como pidiendo compasión por no estar dentro. La lamió desde los huevos hasta su glande. Él la hacía botar cada vez que su hermana se alejaba para mirarla y de nuevo se lanzaba para intentar tragar aquella enormidad.

Magdalena se subió sobre su hermano sin dejar de lamer y le ofreció su delicado coño. Delante de los ojos de él apareció la preciosa raja de su hermana. Ella lo cuidaba y lo tenía bien depilado, con un poco de pelo en la parte alta de su raja y el resto bien rasurado. La lengua de Mauricio lamió toda la raja y sintió como el cuerpo de ella se agitaba por el placer. Sus manos separaron los labios de aquel coño y la lengua se hundió para darle todo el placer que pudiera.

Mientras su mano se agitaba por toda la enorme polla de su hermano y su boca apenas podía tragar el redondo y grueso glande, sintió como él la empezaba a lamer. Un leve gemido de placer escapó de su boca  y se apagó al chocar contra la enrojecida polla que taponaba su boca. Por primera vez no tenían que hacerlo a escondidas y disfrutaban de cada caricia que se daban. Muchos minutos saborearon el sexo del hermano, mientras ella daba grandes succiones y acariciaba la enorme hombría de su hermano, él lamía y clavaba un dedo en su delicada vagina. Los dos gimoteaban de placer, pero no se corrían aún.

Fue Magdalena la primera en sentir la necesidad de tener a su hermano dentro. Se levantó y lo empujó indicándole que quería el centro de la cama para ella. Él le obedeció y ella se tumbó abierta de piernas, esperando a su hermano.

-

¡Ven cariño! - Magdalena estiró los brazos pidiéndole que entrara en ella.

-

¿Quieres esto? - Dijo él poniéndose de rodillas entre sus piernas y haciendo que aquella polla botara descaradamente. - ¿Dónde quieres que la ponga?

-

¡Aquí, dentro de mí! - Ella se abría los labios con las manos y le mostraba el interior de su vagina.

-

Voy a coger un

preserv

...

-

¡Hoy no!  - Le interrumpió y él quedó parado. - ¡Hoy quiero sentir la piel de tu polla en contacto con mi vagina!

Él se inclinó sobre su hermana. Los delicados dedos de ella agarraron la polla y la dirigió a su vagina. Se miraban a los ojos, enamorados y deseando sentir el roce de sus pieles. Se dejó caer un poco y sintió en su glande el inmenso calor de aquella ansiosa vagina. Ella veía el placer en la cara de su hermano, él veía el inmenso placer en la de su hermana.

-

¡Magdalena, esto es demasiado placer! - Su polla se puso más dura de lo que nunca había sentido. - ¡No podré aguantar mucho!

-

¡Yo tampoco podré aguantar! - Ella liberó un gran gemido al sentir que su hermano la invadía cada vez más, al sentir como su gruesa polla palpitaba en su interior.

Entró por completo en Magdalena que se agitaba y gemía sin control. Siempre la había penetrado con delicadeza, pero aquella noche no se podía controlar. Sus embestidas eran cada vez más y más fuerte y arrancaban grandes gemidos de ella que gozaba y se corría una y otra vez. Las piernas de su hermana le rodearon por la cintura y sus bocas se unieron. Él no podía más que follarla.

-

¡Cariño, suéltame que me voy a correr! - Le pidió a ella, pero no hacía caso y siguió haciendo presa con sus piernas. - ¡No puedo más, voy a lanzarlo!

Quería salir de aquel coño que devoraba su

polla

. No podía, no podía liberarse ni podía soltar su esperma allí. Seguía clavándose mientras la vagina de su hermana le daba bocados, como si la masticara dev

orándolo en una locura de placer.

-

¡Déjame salir! - Le imploraba a la hermana. - ¡Deja que suelte mi semen sobre tu barriga!

Por mucho que hablara su hermano, ella no le hacía caso. Nunca había sentido tanto placer y no quería dejar de sentirlo, aunque las consecuencias fueran un hijo. Su lujuria y el placer la habían vuelto loca y no atendía a razones. Mientras él le imploraba, sintió en su interior el cá

lido semen que empezaba a brotar de la deseada polla de su hermano. Un intenso orgasmo la invadió y sus fuerzas se desvanecieron liberándolo.

Mauricio no pudo evitar verte

rse dentro de su hermana. Aún seguía eyaculando cuando ella lo liberó, pero ya era tarde y se quedó dentro mientras sentía los gemidos de ambos en aquel incestuoso placer. Por varios minutos permaneció él sobre ella mientras su falo menguaba y la vagina dejaba de dar espasmos de placer.

Ella se echó de lado en la cama y sintió como en su interior se movía el semen de su amado mientras él se acomodaba a su espalda y dormían abrazados como los amantes libres que eran a partir de aquel día. Poco después los dos se durmieron.

Me desperté en aquella cama. Ya había mucha luz y mi madre no estaba. El cálido cuerpo de Raquel estaba junto a mí. Me giré y la abracé pegando mi cuerpo al suyo, mi polla a su culo.

  • ¡Bonita forma de despertar! - Su culo se agitó un poco para sentir mi polla que estaba erecta. - ¡Si te despiertas todas las mañanas así, quiero dormir todas las noches contigo!

Tenía una erección maña

nera, no sabía si por culpa de toda la lujuria y sexo que había en aquella casa, si por el hermosos y sensual cuerpo de Raquel o por que ya mi polla había tomado vida propia y se preparaba para lo que fuera desde muy temprano. La cuestión es que ella disfrutaba con mi polla y la restregaba contra su redondo culo. Una de mis manos se agarró a sus tetas y las acariciaba, mi boca le daba pequeños mordiscos en su cuello para que ella me regalara con leves gemidos.

-

¡Vamos fiera! - Me dijo sin separarse demasiado de mí. - ¡Levantémonos y ayudemos a preparar la fiesta de esta noche! - Ella se levantó y me abandonó.

La podía ver allí sentada. Su redondo culo reposaba en el colchón y su cintura se marcaba. Me daba la espalda y deseaba amarla, follarla y hacerla gozar. La follé en la piscina, pero fue eso, follarla. Deseaba amarla y darle placer durante todo el tiempo que pudiera.

-

¡Tu madre y tu tía han ido a comprar cosas! - Se giró y me besó dulcemente en la cara. - ¡Vamos gandul, hay que levantarse!

Durante toda la mañana estuvimos llevando cosas para un lado y para otro. Mi madre y mi tía trajeron cosas y las guardaron. Mi prima daba órdenes para poner cosas por allí, o por allá. Roque y yo éramos meros operarios y Mauricio estaba trabajando y no llegaba hasta la hora de comer. Poco a poco se puso todo como ellas quisieron pues parecía que los hombres no contábamos allí para nada. A las una y media del medio día se acabó y las mujeres prepararon la comida mientras que nos dejaron descansar en la piscina.

-

¡

Quillo

, tu tía es una fiera inagotable en la cama! - Me dijo Roque. - ¡Hizo que me corriera cinco veces!

Empezó una tediosa narración de cómo se había corrido en su vagina, en su culo, en sus tetas... Estaba un poco hastiado de escucharlo y desconecté pensando en mi prima. ¡Qué feliz se le veía! sin duda el liberarse de tener un amor oculto le hizo más feliz

. Pasó por el jardín mientras Roque seguía hablando de las cualidades sexuales de mi tía, su sonrisa, sus movimientos, su forma de andar... Todo era diferente y más hermoso en ella.

-

¿Y el resto de la familia? - Escuchamos la voz de Mauricio que había vuelto del trabajo.

-

¡Por dentro, preparando la comida! - Le respondí.

-

¡Hola cariño! - Escuchamos a mi prima que lo saludaba desde el final del jardín. Corrieron y se fundieron en un gran beso.

-

¡Qué buena está tu prima! - Dijo Roque que se había convertido en todo un pervertido. - ¡Si pudiera coger ese culo...!

-

¡A comer! - Sonó la voz de mi tía y me liberó de Roque.

Después de comer todos pasamos la tarde en la piscina. Mauricio decidió no abrir aquella tarde, estaba nervioso al verse libre para amar a su hermana. Ella no se separaba de él y se daban todo el tiempo cariño y arrumacos. Nuestras madres y mi tía se habían distanciado de nosotros. Por alguna razón no querían que nos acercáramos a ellas. Roque era la prueba. Cada vez que quería acercarse a mi tía, esta lo echaba sin contemplaciones. Aquella tarde las tres estuvieron toda la

tarde con sus bikinis puestos, muy en plan madres.

Serían las ocho de la tarde cuando nuestras madres volvieron a la cocina a preparar la cena fiesta. Mauricio se dedicó a buscar música para animar la noche en la que celebraríamos la liberación de su amor con su hermana.

La fiesta.

A las diez de la noche toda la comida estaba en la mesa y las tres maduras mujeres nos ordenaron a todos que fuéramos a ducharnos y a ponernos guapos.

-

¡Niños! - Dijo mi tía. - ¡Id todos a la ducha y poneros lo más guapos posible! ¡Esta noche celebraremos la unión de mis hijos!

Después de una hora, todos estábamos de nuevo en el salón de aquella casa en la que Mauricio y Magdalena habían llevado su amor en secreto. Ya era hora de que ellos se unieran como un matrimonio y, aunque no pudieran hacer su amor publico, nosotros estaríamos allí para celebrar con ellos su unión de amor.

He de reconocer que cuando mi madre y Raquel se decidían a ponerse guapas para alguna celebración, se volvían una preciosidades

que a mí particularmente me excitaba. Y mi tía se maquilló de forma que resaltaban aquellos bonitos ojos. Mauricio llevaba un traje de chaqueta como si fuera un novio verdadero y Magdalena llevaba un vestido blanco para mostrar que era la novia que iba a ser ofrecida a su hombre.

En el porche de aquella casa, en presencia de mi madre, Raquel, Roque y yo, mi tía pronunció un discurso y entregó su hija a su propio hijo, haciendo que la incestuosa unión de los hijos fuera reconocida en la intimidad de la familia.

-

¡Podéis besaros! - Dijo mi tía y Mauricio y Magdalena se fundieron en un amoroso beso. - ¡Pues ya están unidos, vayamos todos a celebrarlo!

Y todos entramos detrás de los novios en aquel salón donde la mesa estaba llena de comida para celebrar la unión de mis primos. Mauricio abrió una botella de champán y nos dio un v

aso a cada uno para que brindáramos por ellos. Así lo hicimos y nos sentamos a comer. Nos repartíamos las comidas y celebrábamos aquella inmoral e inusual boda. Pasamos más de una hora comiendo y charlando en aquella mesa hasta que mi tía fue a la cocina y trajo una tarta con unos muñecos de boda. Se cortó y se comió la tarta de celebración.

-

¡Y ahora a bailar! - Gritó feliz Mauricio y se levantó para poner música. - ¡Ven mami, b

aila conmigo!

Tomé a Raquel y bailé con ella. Roque hizo lo mismo con mi madre. Magdalena quedó sola en la mesa, pero se levantó y se unió a bailar con su madre y su hermano. Nos divertíamos. Media hora después estábamos sentados menos los novios, ellos seguían bailando música lenta mientras se besaban y disfrutaban de su libertad.

-

¡Me resulta raro verlos así! - Dijo mi tía a mi madre. - ¡Los he criado como mejor he podido y al final acaban siendo pareja!

-

¡Míranos a nosotras! - Dijo Raquel. - ¡Para educar a nuestros hijos nos hemos tenido que entregar a ellos!

-

¡Y la verdad es que hacen buena pareja! - Dijo mi madre y después suspiró. - ¡Si yo hubiera encontrado un buen hombre!

-

¡Bueno, tenéis a vuestros hijos! - Mi tía habló. - ¿Habéis pensado en tener una relación con ellos?

-

¡Amparo, ya la hemos tenido! - Mi madre le dijo.

-

No me refiero a que os tiréis al hijo de la otra, me refiero a tener una especie de relación sentimental con el vuestro propio...

-

¡A ti el incesto se te ha subido a la cabeza! - Dijo Raquel.

-

¿Veis a mis hijos? - Las dos miraron. - ¡

Pues desde hace varios años estoy enamorada de él...!

  • Una lágrima empezó a asomar por su ojo, y tomó otra copa.

Después de más de una hora de bebida y bailes, el ambiente estaba demasiado cargado de alcohol y de deseo. Los novios estaban sentados en uno de los sofás y se besaban y acariciaban libres de sentirse cohibidos por la presencia de sus familiares. Roque y yo estábamos sentados en un sillón, uno a cada lado y el alcohol nos hacía reír y decir cosas estúpidas y sin sentido.

Las tres maduras madres se levantaron de la mesa en donde hablaban. Raquel llegó hasta mí y se sentó en mi regazo, mi madre hizo lo mismo con Roque que rápidamente empezó a manosearla. Mi tía se colocó delante de sus hijos que estaban en el sillón y los miró. Estaba algo bebida, pero aún no perdía el equilibrio.

-

¡Hijos! - Empezó a hablar. - ¡Os envidio! Creo que tenéis un amor bonito y verdadero, eso sí, nunca estará bien visto por la sociedad... ¡Pero qué carajo! ¡Mientras os améis de verdad, qué se mueran los envidiosos! - Sus hijos sonreían viendo como su madre mostraba claros síntomas de embriaguez. - ¡Os quiero a los dos y aquí, en nuestra casa siempre podréis amaros con total libertad!

-

¡Vivan los novios! - Gritó Roque para animar y todos respondimos a su grito.

-

¡Magdalena! - Mi tía siguió hablando. - Sois hermanos y tendrás que cuidar mucho de él... Espero que la vida no te lo quite como a mí me quitó a vuestro padre... - Su rostro se entristeció. - Pero hay que ver el lado bueno, eso hizo que mi hijo mostrara que era todo un hombre que supo hacerse cargo de nuestra familia... - Se sentó en uno de los brazos del sillón donde estaban sus hijos. - En este verano hemos descubierto que todos somos un poco pervertidos... Hemos follado los unos con los otros. - Los miró. - ¡Lo vuestro puede que sea lo más puro que haya aquí!

-

¡Mamá, nosotros también  te queremos por ser tan comprensiva! - Dijo Mauricio. - ¡Sin ti nunca hubiéramos llegado a tener este amor!

-

¡Tú si lo hubieras tenido conmigo! - Respondió su madre que estaba totalmente desinhibida por el alcohol. - ¡Si no te pilla antes tu hermana te hubiera pillado yo! - Los ojos de mi primo se abrieron de par en par. - Niña ¿compartirías a tu hombre?

-

¡Mamá, quieres a Mauricio! - Dijo Magdalena algo confundida.

-

¡Desde hace varios años! - Se inclinó para hablar sólo con ellos, pero todos escuchamos lo que dijo. - En cuanto tu hermano se convirtió en un hombre, me gustaba estar con él. Pero él se enamoró de ti, desde el principio me di cuenta y os espiaba escondida. Siempre lo he amado.

-

¡Pero... pero mamá! - Mauricio no sabía que decir.

-

¿No te gusta tu madre? - Agarró el mentón de su hijo y acercó su boca

y lo besó

. Se separó y se quedaron los tres, madre e hijos, mirándose.

Mauricio pasó un brazo por la cintura de su madre mientras acercaba su boca pidiendo otro beso de ella. Amparo se lo devolvió y Magdalena se unió acariciando a su madre que compartía la boca de sus hijos.

-

Magdalena, tú serás su mujer y yo su amante... - Habló mi tía. - Lo tendrás siempre y me lo dejarás cuando necesite amor...

-

¡No mamá! - Respondió su hija. - ¡Siempre será para las dos! ¡Él tiene para darnos

amor y

dejarnos bien satisfechas!

Magdalena se levantó, separó las piernas de su hermano y se arrodilló en medio. Bajó la cremallera de su pantalón y miró a su madre mientras una mano sacaba la enorme polla de él. Mi tía se llevó la mano a la boca mostrando sorpresa al ver aquello tan grande y que aún no había tomado toda su dureza y tamaño. La mano de mi prima empezó a agitarla y Mauricio reaccionaba. Él le acariciaba el culo a la madre mientras su hermana empezaba a pasar la lengua por el hinchado glande.

-

¡Dios mío, hijo! - Dijo mi tía asombrada por el tamaño que había tomado su miembro. - ¡Tienes razón, Magdalena, hay amor para las dos de sobra!

Mi tía se arrodilló junto a su hija y la ayudó con aquella polla tan grande que tenía su hijo. Cada una la lamía por un lado y Mauricio disfrutaba excitado al ver a sus dos mujeres trabajando y gozando.

-

¡Mamá, nunca pensé que pudiera sentir tanto placer! - Dijo Mauricio y su madre abrió la boca y se tragó su glande por completo. - ¡Mamá, me corro!

Ella chupó sin liberar la polla de su hijo. Al momento sentía como el semen llenaba toda su boca y lo tragó con esfuerzo. Magdalena se sentía muy excitada mirando a su madre y la besó cuando abandonó la polla para saborear el semen.

Nosotros cuatro veíamos como disfrutaban frente a nosotros. Mi mano se metió bajo el vestido de Raquel y comencé a tocar sus bragas que ya mostraban cierta humedad. Ella me miró y me dio un beso en la boca. La acariciaba y besaba cuando escuchamos a mi madre hablar.

-

¡Eh, tú! - Dijo apuntando con un dedo a Raquel. - ¡No te das cuenta que esta noche es para el incesto! ¡Deja a mi hijo y folla con el tuyo! - Raquel la miró extrañada y sin saber que hacer. - ¡Fuera de ahí! - La cogió de un brazo y la hizo levantarse. - ¡Esta noche eres mío, Paco!

Mi madre se arrodilló entre mis piernas y comenzó a acariciar mi polla por encima del pantalón. Miré a mis amigos que no se atrevían a hacer nada entre ellos y con la mano llamé a Raquel para que viniera a mí. Se colocó de rodillas en el sofá y me ofreció su boca. Nos besábamos y sentí como mi polla fue sacada de su encierro por mi madre. Roque estaba de pie mirándonos y sin saber bien que hacer.

Madre e hija se pusieron de pie y tomaron a su hombre para llevarlo hasta la mesa. Magdalena lo sentó en una silla y lo acariciaba desde atrás mientras su madre se sentaba en la mesa, justo delante de él, y abriendo las piernas de par en par le ofreció su coño. Mauricio podía ver el peludo coño de su madre bajo las transparente bragas negras que llevaba. Las dos piernas de ella estaban una a cada lado, cubiertas con unas medias negras que eran sujetadas por un portaligas. Las manos del hijo acariciaron aquellos muslos hasta llegar al coño de su madre. Lo acarició por encima de las bragas y después las apartó. El olor de aquel maduro coño penetró en su cerebro y su polla reaccionó de inmediato volviendo a ponerse dura.

-

¡Cómele el coño a nuestra caliente madre! - Le susurró Magdalena al oído. - ¡Hazla gozar!

Mauricio intentó quitar las bragas pero las ligas se lo impedían. Tomó un cuchillo de la mesa y cortó los filos de las bragas para después quitarlas y olerlas. Olían a hembra en celo. Separó los pelos y los labios que custodiaban la caliente entrada de su vagina y su lengua empezó a lamerla.

-

¡Dame tu coño! - Le dije a Raquel mientras mi polla era engullida por mi madre. - ¡Ponlo en mi boca!

Roque levantó el vestido de su madre y le quitó las bragas. Acarició su redondo culo mientras ella lo miró. La ayudó a levantarse y ella se colocó delante de mí, dejando su coño a la altura de mi boca y mirando a la pared. Mi lengua comenzó a lamer su raja, buscando su clítoris para acariciarlo. Roque la hizo inclinarse para que su culo quedara en pompa.

-

¡

Ouf

, malditos diablillos! - Dijo Raquel cuando su hijo separó sus nalgas y comenzó a lamer su ano mientras yo trabajaba su coño. - ¡Cómo me gusta, no paréis!

Mi madre seguía mamando mientras yo tenía a su amiga abierta de piernas y con su coño en mi boca. Roque se deleitaba lamiendo el culo que aún no había probado, el de su madre. Mi madre se levantó y se quitó el vestido. Roque de inmediato dejó a su madre y se arrodilló delante de la mía.

-

¡Déjame que te quite las bragas! - Le dijo Roque y comenzó a bajarlas. - ¡Te voy a comer este coño!

Hundió su boca en la raja del coño de mi madre que puso una mano en su cabeza para empujarlo y que le diera mucho placer. Podía sentir cómo su lengua recorría toda la húmeda entrada de su vagina.

Los gemidos de Amparo eran cada vez más intensos. Su hijo le comía todo el coño. Lo amaba en secreto desde hacía mucho tiempo, pero aquella noche ella se lo confesó y él hacía realidad sus sueños más húmedos. Magdalena lo iba desvistiendo. Le quitó la corbata y después la camisa. Después lo hizo abandonar a su madre y acabó de quitarle los pantalones y los calzoncillos. Su gran polla amenazaba a su madre. Magdalena la agarró con una mano y la frotó contra el maduro y caliente coño de su madre. Él quiso penetrarla pero Magdalena no lo dejó. Quitó a su madre de la mesa y pusieron a Mauricio. Amparo se sentó en la silla, frente a su hijo y con aquella polla apuntándola directamente a la cara. Sus manos la acariciaron disfrutando de lo grande y gruesa que era.

-

¡Cómetela mamá! - Magdalena le ordenaba.

Su boca se abrió y el glande desapareció. Lo succionaba y él sentía calambres de placer que recorrían su polla. Amparo intentó tragase más polla y sintió dolor en sus mandíbulas. Su hijo tenía una polla extremadamente grande y su coño se mojó más al pensar que aquella polla atravesara su coño.

-

¡Cariño, necesito tenerla dentro de mí! - Le dijo a su hijo implorando que la penetrara. - ¡Vamos al sillón y folla a tu madre!

Se levantó y se sentó en el sillón donde antes estaban. Abrió sus piernas de par en par para que él le clavara aquella hermosa y dura polla. Magdalena la levantó.

-

¡Así no mamá! - Le dijo a su madre. - Deja que se siente él.

Mauricio tomó asiento y puso el culo en el filo. Su polla endurecida apuntaba al techo y palpitaba deseoso de entrar en el coño de su madre. Botaba cómo a Magdalena le gustaba y su madre reía divertida al verla como si tuviera vida propia. Amparo se acercó a su hijo de cara, pero Magdalena la paró, la hizo girarse y después de abrir la piernas tenía a su hijo apuntando directamente a su coño.

-

¡Vamos mamá, siéntate! - Le pidió Mauricio.

El coño de mi madre estaba totalmente empapado. La orgía que se había formado en aquella casa después de el "matrimonio" incestuoso entre los hermanos había disparado su lujuria. Nunca pensó en tener sexo conmigo, nunca lo deseó hasta aquella noche. Bien me había masturbado y me había besado, pero era más bien por necesidad de sexo que por el deseo de tener a su hijo dentro de su coño. Pero aquella noche no, aquella noche deseaba tenerme dentro de ella y que le diera todo el placer posible. Los gemidos de su hermana y de su amiga hacían que la lujuria la poseyera por completo abandonándose al placer de follar con su propio hijo. Agarró los pelos de Roque y lo separó de su coño.

-

¡Vete a chupar el coño de tu madre! - Le dijo y lo dejó de lado.

Raquel mantenía su coño contra mi boca mientras mi lengua trabajaba su clítoris. Sus gemidos se hacían cada vez más fuertes y sentí como mi boca se inundó de los flujos de su coño cuando tuvo un orgasmo. Sentí una mano que tocaba mi polla. Mi madre me masturbaba un poco y después abría las piernas para clavársela en su coño. Delante de su cara estaba el culo de nuestra amiga que acababa de correrse. El calor de la vagina de mi madre envolvía poco a poco mi polla a medida que iba entrando en ella.

Roque veía como su madre y su amiga gozaban de Paco. Todas las mujeres gemían de placer, todas menos Magdalena que a cuatro patas

entre las piernas de su hermano, lamía sus huevos mientras la polla se hundía y desaparecía dentro del coño de su madre. No lo pudo evitar. Se fue hacia ella y se arrodilló tras aquel redondo culo que aún cubría el vestido blando. Lo acarició y ella dio un respingo al ser sorprendida.

-

¿Puedo? - Preguntó pidiendo permiso. Ella contestó moviendo la cabeza con un sí lleno de dudas.

Levantó la tela blanca y apareció un redondo y precioso culo, de piel joven y suave. Su boca lo besaba por encima de la bragas y sus manos acariciaban aquel cuerpo que tanto lo había impresionado la primera vez que lo vio. Agarró sus bragas e intentó bajarlas. Quedaron trabadas por el portaligas. Soltó una a una las ligas hasta que bajó aquellas blancas bragas hasta las rodillas de ella. Separó sus hermosos cachetes y allí estaba su oscuro y redondo ano. Su boca se hacía agua mientras lamía aquel esfínter al ritmo de los gemidos de Amparo y Pili que eran penetradas por sus hijos. Pasó su mano por la deliciosa raja de Magdalena y su cintura se movía por el placer.

-

¡Dios, hijo! - Gimió y gritó Amparo. - ¡Me corro con tu polla, me corro! - Hundió su polla en lo más profundo de su vagina y soltó todo el placer que aquel orgasmo le produjo.

Raquel se separó de mí. Mi boca estaba empapada en los flujos de nuestra amiga y la boca de mi madre metió su lengua y me lamió saboreándolos. No dejaba de agitarse haciendo que nuestros sexos se frotaran intensamente mientras gruñía y sentía grandes descargas de placer. La mano de Raquel empezó a acariciar mis huevos mientras mi madre botaba sobre ellos. Un gran orgasmo invadía a mi madre que gritó de placer.

-

¡Qué bien follas a tu madre! - Gritaba y se retorcía de placer. - ¡Más, quiero más! - Dijo cuando estalló en un gran orgasmo.

Raquel esperó a que acabara mientras mi madre me besaba. Cuando no pudo más, la agarró y la forzó a dejarme. Mi polla salió de mi madre y Raquel intentó montarme. La paré y me levanté.

-

¡Ponte en pompa en el sillón! - Le dije.

Raquel se colocó como le había pedido, con las rodillas en el asiento y apoy

ando su pecho en el respaldar. Su redondo culo era mío. Me acerqué a ella con mi polla en la mano y la metí entre sus piernas. Sentí sus mojados labios que se separaron al momento, mi glande llegó a la entrada de su vagina. Empujé y mi polla entró suavemente arrancándole un gemido de placer.

-

¡Eso es, fóllame cariño! - Mi polla llegó a lo más profundo de ella. - ¡Muévete, dame placer!

Me movía penetrándola agarrado a sus caderas. Magdalena llegó y se colocó junto a nosotros en la misma postura que estaba Raquel. Mauricio apareció con aquella enorme polla y se colocó tras su hermana. De una embestida la penetró por completo mientras ella gemía de placer. Nos miramos mi primo y yo mientras hundíamos nuestras pollas en nuestras mujeres.

Roque quedó de nuevo sin una mujer a la que dar placer. Amparo

descansaba del intenso placer que había sentido con la polla de su hijo. Pili

miraba como la

polla de su hijo desaparecía y salía del coño de su amiga que no paraba de gemir. Roque miraba con su polla erecta sobresaliendo por la bragueta de su pantalón. Fue Amparo la primera en darse cuenta de lo desatendido que estaba y lo agarró por el pantalón para atraerlo hacia ella. Le soltó el pantalón que quedó hecho un gurruño en sus tobillos. De inmediato comenzó a mamarlo. Pili escuchó los gruñidos de placer que daba el hijo de su amiga y se giró. Como una gata en celo gateó hasta llegar a él, acarició su culo mientras su hermana lo mamaba.

-

¡Qué putas sois! - Les dijo.

Amparo le quitó por completo la ropa. Se recostó en el sillón y tiró de aquella polla para que se la acercara a la boca. Él se puso de rodillas en el asiento y su endurecida polla quedó apuntando a la boca de Amparo que la empezó a tragar al momento. Sintió como sus nalgas se separaban y la lengua de Pili empezaba a lamer su ano. Se estremeció pues no le gustaba que le tocaran el culo, pero poco después empezó a sentir el placer que le daban las dos hermanas. Gimió y gruñó de placer.

Podía ver como la gruesa polla de mi primo penetraba a mi prima, cada vez que salía de ella arrastraba parte de la piel de sus labios. Raquel y Magdalena gemían por el placer que les dábamos. Mauricio me miró y agitó la cabeza al coincidir conmigo en su deseo. Sacamos nuestras polla e intercambiamos las mujeres.

Me coloqué detrás de mi prima y apunté mi polla a su dilatado coño, empujé y mi polla entró por completo, la dejé clavada y miré a Raquel que miraba con desconfianza la amenazadora polla de Mauricio. Su rostro cambió cuando sintió aquel grueso glande que empezaba a empujar en la entrada de su vagina que tuvo que dilatarse para alojar tan majestuoso miembro. Clavó un poco más y poco a poco la fue penetrando. Empezamos a movernos y las dos mujeres gemían, sobre todo Raquel que no daba crédito al placer que le producía sentirse completamente llena de polla.

El hermoso culo de mi prima se agitaba con mi

s

embestidas y parecía que no disfrutaba tanto como con la polla de su hermano. Miré su redondo ano y puse una mano sobre su culo. Acerqué mi dedo gordo a su ano lo acaricié. Aquello pareció gustarle y su gemidos se hicieron más intensos. Apreté un poco y mi dedo comenzó a dilatar poco a poco su esfínter.

-

¡Uf, primo, qué me haces que me produce un placer raro!

-

¡Te estoy follando tus dos agujeros, tu coño con mi polla y tu ano con un dedo!

-

¡Pues sigue, no pares,

ouf

, sigue!

Aceleré mis penetraciones mientras escupía un poco de saliva en su redondo ano para meter más mi dedo. Los gemidos de placer empezaban a brotar de la boca de mi prima. Mauricio empezó a hacerle lo mismo a Raquel que lo miró con el rostro descompuesto implorando que dejara su ano tranquilo, pero el placer que le daba la gruesa polla no la dejaba hablar.

Roque sentía como Amparo se tragaba su polla por completo mientras Pili lamía su culo. Sentía un gran placer hasta que un dedo de Pili empezó a penetrar su ano. Intentó negarse.

-

¡Niño, si te gusta follar nuestros culos debes saber lo que se siente! - Le dijo Pili que seguía clavando su dedo en aquel apretado ano.

No quería sentirse penetrado, se sentía humillado con lo que Pili le hacía, pero la mezcla del placer de la mamada que Amparo le daba y la humillación que le hacia sentir su otra amante, hicieron que consiguiera tener un orgasmo como nunca antes había sentido. Sin poder decir nada, descargó todo su semen en la boca de Amparo. Se separó de ellas y cayó al suelo casado por el placer. Amparo abrió la boca y le mostró a su hermana el semen de su joven amante. Las dos se besaron mezclando sus salivas y el semen con sus lenguas. Se levantaron y tomaron un trago de las copas que habían sobre la mesa. Escucharon como Raquel tenía un tremendo orgasmo con las penetraciones que le daba Mauricio. Los gemidos de las dos mujeres llenaban la habitación. Raquel estaba exha

usta. Mauricio sacó su polla y Amparo hizo que Raquel se quitara del sofá, sentó a su hijo y se montó sobre él para clavarse de nuevo la hermosa polla hasta el fondo.

-

¡Sí, sí, qué buena polla tiene mi hijo! - Botaba y gemía de placer. - ¡Qué bien follas a mamá!

Yo seguía follando a mi prima, metiendo mi polla y mi dedo en ella para intentar darle placer. Y ella me devolvía gemidos que me indicaban que le estaba gustando. Apareció por mi lado Roque con su polla medio flácida, se subió al sofá

y le ofreció la polla a mi tía para que lo mamara.

-

¡Eres un diablillo! - Dijo mi tía agarrando la polla con una mano. - ¡Te la chuparé de nuevo!

Mientras su hijo clavaba su gruesa polla hasta el fondo, la polla de mi amigo desaparecía por completo en el interior de la boca impidiendo que mi tía pudiera gemir cómodamente. Roque volvía a estar bien erecto en poco tiempo y le apartó la polla a Amparo. Se bajó del sofá y se colocó tras ella. Separó su nalgas y ella paró al adivinar que pretendía. Roque escupió un poco de saliva en su ano y otro poco en su glande. Agarró con una mano su polla y la dirigió al culo de mi tía.

-

¡Sabía yo que a ti te gustan los culos! - Dijo mi tía esperando que su ano fuera dilatado mientras su vagina estaba a rebosar con la polla de su hijo.

Nunca había visto penetrar un culo en vivo. El cuerpo de mi tía se tensó cuando el glande de Roque empezaba a entrar. Ella hacía ruidos raros con su boca mientras aquella polla entraba poco a poco en su culo. Por fin entró por completo y los huevos de Roque chocaron contra el grueso tronco de la polla de Mauricio.

Pili lo veía todo desde el sillón, frente a ella estaban los cinco teniendo un sexo en el que ya no importaba si eran madre, hijos o hermanos. Ellas gozaban con las pollas de ellos y ellos con los coños y culos de ellas. Se acariciaba suavemente el coño y sentía placer al mirarlo. Raquel estaba tumbada en el suelo descansando del intenso placer que le había producido Mauricio y también miraba la escena.

Pili se levantó y caminó hasta su habitación, tomó una bolsa que tenía y volvió al salón. Sacó unos consoladores y llamó la atención de su amiga.

Los ojos de Raquel se abrieron al ver el enorme consolador que su amiga le mostraba, tenía como medio metro y un grueso glande en cada punta. Pili empezó a chupar uno de los extremos, lo dobló formando una u con él y mamó los dos glandes.

  • ¡Sí, dame una para mí! - Dijo Raquel poniendo su culo delante de Pili. - ¡Amiga mía, fóllame!

Podía ver cómo mi tía gozaba y se corría sin parar mientras las dos jóvenes pollas la taladraban. La enorme polla de su hijo dilataba su vagina mientras Roque

había roto cualquier resistencia que pudiera oponer su ano. Gruñía, gemía, se retorcía de placer... Le ofrecía su boca a su hijo y a su amante. Mauricio se movía clavando con fuerza su polla a la vez que Roque hacía lo propio en su redondo culo. Iba a perder la consciencia con tanto placer, aquello era lo mejor que había probado en su vida.

Los gemidos de mi madre y de Raquel llamaron mi atención, volví la cabeza para mirarlas mientras follaba a mi prima. Las dos estaban a cuatro patas, enfrentando sus culos y unidas por aquella inerte doble polla que iba del coño de una al de la otra. Se movían adelante y atrás para que les entrara y saliera, con el movimiento de cada una, la otra era follada.

La habitación olía a alcohol y sexo incestuoso. Las madres y los hijos, los hermanos y hermanas, primos y primas, todos en la habitación penetraban o eran penetrados, por conos o anos, por pollas reales o de goma. Los gemidos y quejidos de placer llenaban aquel salón que había pasado de ser un lugar de celebración a ser el cielo de cualquier mortal a que le gustase el sexo... el sexo entre familia.

Roque aún clavaba su polla con fuerza en el culo de Amparo que llevaba un rato derrotada por tanto placer. Aquel culo había dado mucho de sí y ya no le daba placer. Miró a su alrededor y vio a su madre y a Pili a cuatro patas y con aquella cosa de color negro metida en sus coño. "Ese culo no lo he probado aún". Pensó y sacó su polla enfurecida de Amparo dejando un gran agujero negro en lugar de su ano.

Caminaba hacia las dos maduras madres que se masturbaban en el suelo. De pie junto a ellas observó lo que hacían y podía vislumbrar el virgen ano de su madre. "Tiene que ser mío", pensó y tenía que ser rápido si quería follarlo. Abrió sus piernas y colocó una a cada lado de ellas, justo en medio. Las madres gozaban con sus ojos cerrados, sintiendo como les entraban los gruesos consoladores y les daba placer. Raquel sintió unas manos en su culo y miró atrás.

Yo clavaba mi polla en Magdalena y nuestros gemidos anunciaban la llegada de nuestros deseados orgasmos. Miraba el redondo culo y podía ver como mi polla se perdía en el hirviente interior de su vagina. Escuché unos golpes fuertes junto a nosotros,

miré.

Mi primo se aferraba fuertemente con un brazo a la cintura de su madre mientras la otra mano la agarraba de la nuca para que sus bocas se fundieran en un lujurioso beso, mientras sus caderas se agitaban con fuerza follándola rápidamente para arrancarle un último orgasmo. Mi tía estaba como ida, tanto placer la embriagaba y no podía dominar su cuerpo ni su mente. Sus gemidos se hicieron muy agudos y rápidos, tan rápidos como la penetraba aquella endemoniada polla que tenía su hijo. Dio un grito de placer cuando estalló el enésimo orgasmo de la

noche. Entonces él le clavó la polla profundamente y tenía espasmos mientras descargaba su semen el la vagina de su madre.

Ver a mi primo y su madre me preparó para correrme, los gemidos de mi prima que se corría al ver gozar así hermano me hicieron estallar. No sé si algo de semen caería en su delicada vagina, pero nada más salir mi glande lanzó un gran chorro que golpeó contra la raja de su coño empapándola completamente, los siguientes chorros pude dirigirlos contra su culo. Mauricio y Magdalena se besaron apasionadamente mientras me sentaba a descansar en el suelo para ver a mi madre y su amiga. Roque tenía agarrado el culo de su madre y se agachaba dirigiendo su polla contra ella.

  • ¡No cabrón, a mí no! - Gritó Raquel cuando sintió que la polla del hijo empujaba en su ano. - ¡Déjame, eso no me gusta! - Ella se dejó caer hasta que su cuerpo llegó al suelo, él la siguió y ya no podía escapar.

Ella gritó de dolor al sentir que el glande de su hijo dilataba su ano. Todos los miramos y comprendimos que ocurría. Se movía sobre su madre para darle por el culo intentando penetrarla.

Raquel sentía aún esa polla que empujaba levemente y aquello empezó a gustarle sin saber bien por qué. Su ano se relajó y el glande de su hijo empezó a entrar poco a poco.

  • ¡Despacio, cariño, despacio! - Dijo su

madre.

Roque se movía suavemente y su polla empezaba a entrar. Su madre daba pequeños gritos de dolor mezclados con placer. Era la primera vez que la penetraban por ahí.

R

oque sintió que su polla entraba hasta el fondo del culo de su madre, ella no lo podía creer, su hijo le follaba el culo y empezaba a sentir placer. Los movimientos de penetración se fueron haciendo más intensos

y ella daba gemidos de placer. Mi madre se puso al lado de ellos y le ofreció la boca a Roque que la besó mientras penetraba a su madre.

Me arrodillé junto a mi madre y empecé a clavarle aquel consolador en su coño. Ella no dejaba de mirar como el hijo daba por el culo a su madre provocándole gemidos de placer. Lo movía al ritmo de las embestidas de mi amigo y las dos maduras madres gemían, cada vez más fuerte, cada vez más rápido.

Las dos explotaron de placer entre gemidos y chillidos. Roque siguió penetrando a su madre hasta que descargó todo su semen dentro de su culo y quedó sobre ella descans

ando del inmenso placer. Mi madre giró su cabeza y me besó en la boca como agradecimiento.

Así quedamos por unos minutos, cada hijo con cada madre. Me abracé por detrás de mi madre y le besé en el cuello mientras mis manos acariciaban sus curvas. Roque permanecía sobre Raquel, dándole caricias. Mi primo Mauricio estaba en el sillón con su madre y su hermana, los tres se acariciaban cariñosamente mientras eran testigos de la incestuosa muestra de amor que les habíamos ofrecido.

Ya han pasado muchos años desde aquellos castigos, desde aquel primer verano en familia que continuó por todo el mes mostrándonos mutuamente el cariño que nos teníamos. Mauricio y Magdalena tuvieron un hijo y su abuela Amparo se dedicaba a cuidarlo. Cómo pidió mi tía, ella era la amante de su hijo y su hermana era su mujer. Por extraño que pudiera parecer, nunca se supo en el pueblo.

Roque aprovechó su afición por los hermosos culos de las mujeres maduras y después de romper cinco culos más en el barrio, decidió dedicarse al tema más profesionalmente y se dedicó a hacer películas porno con maduras, algunas demasiado maduras para mi gusto.

Mi madre, Raquel y yo decidimos vivir en la casa de mi abuela. Los tres estuvimos algunos años conviviendo y compartiendo juntos todo. Un día me enamoré de Fátima y ellas quedaron un poco desamparadas. Tenía que hacerles algunos trabajitos furtivos a mis maduras amantes y la sorpresa la tuvimos cuando Fátima nos sorprendió un día y se unió a nosotros. Así que desde hace mucho tiempo vivimos los cinco juntos en casa de mi abuela. Y sí, digo cinco pues tuve con mi mujer una hija

a la que sus dos "abuelas" le dan mucho cariño.