Los porno Simpson (3)

Tercera parte de las aventuras sexuales de la familia de Springfield. Bart es ahora quien tiene el control de la situación. Las otras dos partes se encuentran en la categoría de parodias, se recomienda leerlas para seguir bien el hilo de la historia.

Tercera parte de las aventuras sexuales de la familia de Springfield. Bart es ahora quien tiene el control de la situación. Las otras dos partes se encuentran en

la categoría de parodias, se recomienda leerlas para seguir bien el hilo de la historia.

Era la hora de almorzar y Homer y Lisa ya se encontraban en el domicilio familiar. La familia Simpson al completo estaba sentada alrededor

de la mesa del comedor degustando las famosas chuletas de cerdo de Marge.

Los temas de conversación eran los mismos que los de un día normal, aunque como todos sabemos ese día hubiera sido de todo

menos normal, del tipo ¿Cómo te ha ido el día en el cole Lisa? o ¿Qué tal en el trabajo Homi?

Todos parecían comer y charlar tranquilamente sin que nada en especial pasara por sus mentes, pero no era así, pues Bart no se podía creer todavía lo que le había pasado hacia varios minutos con su querida madre, si, esa mujer que ahora servía la comida a su hija o que

ofrecía salsa a su esposo para las chuletas, hacía escasos minutos era una

perrita en celo succionando el miembro de su hijo como una verdadera ninfómana.

MARGE.

¿Dime Lisa como te salió el examen?

LISA.

Bien muy bien, he sacado un sobresaliente.

MARGE.

Qué bien cariño me alegro por ti. ¿Y tu

Homer como has pasado el día en la central?

HOMER.

Si te lo cuento no te lo crees Marge, me han dado una placa por salvarle la vida a ese apestoso del señor Burns.

MARGE.

¿Sí? ¿Y eso como fue?

HOMER.

Pues nada que por lo visto el pobre viejo llevaba desde el día anterior encerrado en el baño ya que ayer antes de irse a

casa entro allí y al querer salir se partió el pomo de la puerta y quedo

encerrado dentro. Y ahora es cuando entro yo Marge, veras fui a la máquina a

por unos cuantos donuts pero como en horas de trabajo no nos está permitido

comer cogí mis donuts y me fui a comérmelos al servicio, entonces al abrir la

puerta allí estaba Burns deshidratado y muerto del asco, ya ves tú como estaría

que se alegro tanto de verme que me ha dado una placa conmemorativa al mejor

empleado de la semana y este mes me ha doblado el sueldo. Qué suerte tengo.

MARGE.

¡Qué alegría Homer!, con ese dinerillo nos podemos permitir algunos caprichillos.

HOMER.

Pues si encanto, pero ya pensaremos en que nos lo gastamos. ¿Y tú que estuviste haciendo toda la mañana?

MARGE.

Yo estuve toda la mañana con mi pequeño hombretón haciendo algunas cosillas los dos juntos-. Dijo Marge dejando escapar

una breve sonrisa.

HOMER.

Eso es, me gusta ver que la familia esta unida, cuida bien de tu madre hijo, es la única que tienes.

BART.

Estate tranquilo Homer que mama está en buenas manos conmigo-. Dijo el pequeño Simpson en tono burlesco.

Pasados unos minutos Lisa se levanto de la mesa pues ya se había terminado su comida y se dirigió a su habitación.

Mientras Marge, Bart y Homer se quedaron en la mesa. Este último se había

puesto en modo depredador y no había manera de conseguir que sacase la cabeza

del cerro de chuletas de cerdo que tenía frente a él en su plato, era realmente

impresionante ver como ese hombre podía engullir tal cantidad de alimento.

Entonces Bart se aprovecho de la situación. El travieso niño dejo caer un trozo de pan intencionadamente al suelo, una vez

estuvo debajo de la mesa hizo un rápido movimiento metiendo sus manos bajo las

faldas de su madre, quitándole a esta las bragas de un tirón. Marge quedo

perpleja, casi sin darse cuenta su hijo había conseguido quitarle sus braguitas

dejando su intimidad al aire.

La situación era muy incómoda para Marge, pues aunque le había encantado hacerlo con su hijo antes, esto era distinto

pues estaba Homer delante. Marge mataba a su hijo con la mirada y se volvía

loca haciéndole gestos para que le devolviera las bragas antes de que Homer se

diera cuenta. Pero al parecer Bart no estaba muy por la labor de obedecer a su

madre.

Bart sacó las bragas rojas de su madre de debajo de la mesa y las puso sobre ésta. Marge no podía creer lo que le estaba

sucediendo. Entonces el pequeño sacó un lápiz del bolsillo trasero de sus

pantalones cortos y le anotó  a su madre

en una servilleta de papel lo que tenía que hacer si quería que su esposo no se

percatara de nada de lo que allí ocurría.

Bart pasó la nota a su madre, esta la cogió y la leyó, las instrucciones eran claras

“súbete el vestido por encima de la cintura y empieza a masturbarte tu

rajita”. Marge miró fijamente a su hijo intentando encontrar en sus ojos un

poco de compasión, pero lo único que se desprendía de la mirada de su pequeño

era lujuria y vicio.

Entonces ella obedeció la orden y tal y como le había dicho Bart se subió el vestido y empezó a masturbarse muy

lentamente. Bart estaba que no se lo creía, pues tenía a su madre tocándose el

coño contra su voluntad justo enfrente de las narices de su padre.

Bart tomo de nuevo el lápiz y le paso una segunda nota, “muy bien mami, ahora incrementa el ritmo”. Marge obedeció la

orden ya que sabía de sobra que ese pequeño cabroncete era muy capaz  de contarle a Homer que su madre le había provocado

y había terminado con la boca llena de leche proveniente nada más y nada menos

que del rabo de su hijo.

El ritmo que Marge estaba poniéndole a su masturbación ya se estaba empezando a notar pues se veía claramente como sus

pezones estaban duros como piedras, por no hablar de su agitada respiración

intentando contener sus gemidos. Aquello tenía a Bart súper caliente, pero no

se conformo con eso, no, él quería ir un paso más allá. Cogió de nuevo su lápiz

y le escribió otra nota a su madre, “coge el bote de salsa échate un buen

pegote en las manos y embadúrnate el coño con ella”.

Marge no entendía muy bien para que Bart quería que ella hiciese eso pero en fin supuso que el pequeño quería comerle el coño y

que le gustaba más de esa manera, de modo que tomo el bote de salsa echó una

buena cantidad en su mano derecha y se la paso por el coño hasta que este

estuvo bien cubierto de la sustancia.

Marge levanto su cabeza y vio a Bart como esbozaba una pícara sonrisa. El pequeño en vez de bajar bajo la mesa a comerse

el coñito de su madre como todo hacía presagiar, sacó su pene de sus pantalones

y empezó a masturbarse. Marge no entendía nada ¿Por qué le había hecho echar

salsa en su coño si no se lo iba a comer? Entonces Bart alargo el brazo,  puso su mano cerca de su madre y con gestos

le indicó que le escupiera en ella, Marge lo hizo al instante y Bart retiró su

mano y empezó a pajearse con la mano bien lubricada por la saliva de su madre.

Bart tomó por cuarta vez el lápiz y escribió lo siguiente,”ahora te voy a dar una sorpresa, espero que no intentes

resistirte, si lo haces atente a las consecuencias. Posdata: intenta que tus

gemidos no se noten demasiado je, je”.

Entonces Bart chasqueó los dedos y llamo la atención de su perrito, el pequeño ayudante de santa Claus. El perro acudió de

inmediato a la llamada de su amo.

Marge estaba flipando en colores, ahora lo entendía todo, ese pequeño cabrón pretendía que su madre se dejara comer el

coño por aquella bestia inmunda. Marge estaba asombrada y asustada de comprobar

hasta dónde podía llegar la calenturienta mente de su hijo, pero no tenía nada

que hacer, estaba entre la espada y la pared, pues estaba claro quién era el

que tenía la sartén por el mango, y no era precisamente ella. Así que la esposa

de Homer se aseguro de que esté seguía entusiasmado en las chuletas y se limitó

a ver como su hijo se juntaba el dedo en salsa y se la daba a chupar al perro,

después de comprobar de que a este le gustaba bastante el sabor y que pedía más,

le mostro el camino hacia la rajita de su madre.

El cuerpo de Marge se estremeció con el primer lengüetazo que el can le propino en su intimidad, nunca jamás,  ni en sus fantasías más oscuras Marge se

había podido imaginar que acabaría siendo comida por un perro mientras su hijo

la observaba pajeándose y su marido justo enfrente de ella no se enteraba una

mierda de lo que allí pasaba.

El pequeño ayudante estaba haciendo bien su trabajo, pues su lengua parecía un molinillo, recorría cada centímetro del coño

de la mujer, de arriba abajo, de izquierda a derecha e incluso metía su áspera

lengua en el interior de la vagina como si estuviera buscando la fuente de la

que brotaba ese dulce manjar. Marge iba a enloquecer, nunca antes había

recibido una comida de coño con esa fuerza y continuidad, aquel bicho era

incansable. Bart mientras tanto ya no ponía ningún empello en ocultar que se

estaba pajeando, pues lo hacía a rienda suelta y de una manera desenfrenada.

La cara de Marge era un poema, la pobre ya no sabía cómo ocultar sus gemidos, lo que al principio la asustaba ahora la

tenía realmente cachonda, estaba a punto de explotar, pues el perro no paraba d

lamerle su entrepierna y ella ya sin ningún pudor estaba abierta de piernas

para facilitar la entrada de su hocico hasta lo más profundo de su cueva. Ya no

aguantaba más tenía la boca abierta babeando saliva y se estaba pellizcando los

pezones con mucha fuerza, no pudo más y se corrió como pocas veces en su vida,

llenando la cara del pequeño ayudante de santa Claus de sus fluidos femeninos.

Bart al ver como su madre llegaba al orgasmo no aguantó tampoco más y se vino

sobre las braguitas de su madre.

Ambos quedaron exhaustos tras el jueguecito. A todo esto Homer seguía a lo suyo, es decir devorando chuletones a

cascoporro sin enterarse de nada, era increíble como aquel hombre cuando se

trataba de comida se olvidaba del mundo, ya podía caer una bomba nuclear en la

puerta de su casa que él no levantaba la cabeza del plato.

Entonces Bart volvió a escribir una nota”esta noche por fin te voy a follar mami”. Y se la entregó a su madre junto

con sus braguitas. Al contrario de lo que pudiera parecer  cuando Marge leyó la nota sonrió con picardía

pues al parecer le había acabado gustado el chantaje al cual le había sometido

su propio hijo. Entonces Marge ni corta ni perezosa para acabar de poner

cardíaco as u hijo cogió sus bragas y sin limpiarlas se las puso de nuevo sobre

su coñito con todo el semen de Bart sobre ellas.

Marge se levantó de su asiento y al pasar por el lado de su hijo le dio un beso en la mejilla y le susurró al oído lo

siguiente “gracias cariño”.

Bart se quedó contemplando como la figura de su madre se alejaba en dirección al baño con sus muslos chorreando una

mezcla de salsa, saliva de perro y sus propios jugos femeninos.

CONTINUARA

Como siempre digo espero que les allá gustado el relato y que se lo hayan pasado muy bien

leyéndolo. Si les apetece pueden comentar que les pareció o que es lo que les

gustaría que pasara próximamente. Saludos y gracias a todos y a todas por

dedicar un poco de su tiempo e leer mis relatos.