Los polos opuestos se atraen (2)

Las chicas han quedado para cenar y Lara no se esperaba lo que iba a pasar.

Ya eran las ocho de la tarde y nos estábamos preparando. Yo me había puesto un mini vestido negro precioso con la espalda abierta y unos zapatos a juego, con el pelo suelto y Ana llevaba un vestido rojo con un escote de infarto, con unos zapatos negros. Estaba inquieta desde lo de esta mañana, seguía sin asimilar lo que había pasado.

– Estás muy rara desde esta mañana. ¿Ha pasado algo? – Me dijo Ana desde el baño, estaba acabando de maquillarse. – No no. Todo bien. – Cómo iba a estar bien. A ver, había sido una tontería. Pero no le conocía de nada. ¿De dónde había salido ese hombre?

– ¡Lista! – Me dijo sonriendo.

Ambas estábamos guapísimas. Cuando íbamos a salir me di cuenta de que me había dejado el móvil.

– Vete bajando, espérame en recepción.

Al entrar no encontraba el móvil por ninguna parte. Cuando por fin lo encontré me dirigí hacia al ascensor, estábamos en una octava planta y no iba a bajar con tacones por las escaleras. Me encantaba que tuviese un panel de cristal por el que podías ver el mar. Estaba tan distraída que no me di cuenta de que el ascensor se había parado en otra planta.  – ¿Otra vez tú? Voy a tener que llamar a la seguridad del hotel. – Reconocí esa voz al instante. Me giré y ahí estaba Carlos, vestido con una camisa azul claro que acentuaba su musculatura y unos pantalones blancos que le hacían un tipo estupendo.

– Ha sido pura casualidad. – Sonreí. Nos quedamos mirándonos en silencio, no entendía porque me ponía tan nerviosa cuando estaba cerca de mí.

El ascensor volvió a pararse una planta más abajo, entrando una familia y casi sin dejar espacio en el ascensor. Carlos tiró de mí y me acercó contra él, rozando mi culo con su pantalón y no tarde en notar su erección. Casi se me escapa un gemido pero me mordí los labios. La familia charlaba tranquilamente y Carlos pasó su mano por mi brazo, echando mi pelo hacia atrás, inclinándose para oler mi cuello.

– Hueles muy bien… -  Me susurró al oído mientras con la otra disimuladamente pasaba por el interior de mi pierna. De repente escuchamos como el ascensor se habría en la planta de recepción y me separé rápidamente. Mire hacia él, otra vez tenía esa mirada profunda que me daba escalofríos.

– Lara! ¿Por qué has tardado tanto? Oh hola Carlos! ¿Nos vemos mañana? – Dijo Ana sonriendo.

Los chicos de la playa estaban en recepción. Mire de nuevo a Carlos, estaba algo confundido.

– Claro. Adiós Lara. – Dijo en un tono seco.

Se había mosqueado al ver a los chicos, será idiota. Me olvidé y fui a saludar a los chicos; la verdad es que se habían arreglado para la ocasión, Marc era moreno con ojos negros, llevaba una camisa blanca preciosa y Andrés era rubio con ojos azules también con camisa blanca. La verdad es que estaban muy guapos. Estuvimos hablando unos minutos en recepción y nos fuimos al restaurante.

El restaurante era elegante, con vistas al mar. La cena fue exquisita y los chicos fueron muy amables aunque Andrés no me quitaba los ojos de encima y no era mi tipo realmente, era un poco prepotente. Tras la cena, empezamos a beber en la terraza del restaurante, fueron una copa de vino tras otra y ya me notaba con el puntillo. Le daba vueltas a lo que había ocurrido en el ascensor y sólo de pensarlo notaba como  me humedecía.

En algún momento que no recuerdo Marc se lanzó y acabó enrollándose con Ana. Se estaban comiendo la boca como si fuesen animales. Tras otras dos copas de vino y dada la situación le propuse a Andrés dar un paseo por la playa. No llevábamos mucho tiempo andando por la playa cuando Andrés me dio un beso y me abalancé sobre él, en parte por el alcohol. Pero no estaba pensando en él, solo pensaba en Carlos. Buscamos un sitio más apartado, donde había unas tumbonas y  cuando se sentó me senté a horcajadas sobre él. Empecé a comerle el cuello mientras él estaba entretenido manoseándome las tetas, mientras me restregaba contra su polla, que cada vez crecía más debajo del pantalón. Se lo desabroché y empecé a masturbarle, ambos estábamos fuera de sí. Me baje mi tanga de encaje y me introduje su polla poco a poco, estaba tan mojada que resbalaba sola. Empecé a moverme lentamente arriba y abajo, Andrés me sujetaba por las caderas gimiendo. En unos minutos acabó corriéndose dentro de mí y yo me quedé igual de decepcionada que vosotros. La verdad es que estaba cabreada por no haberme corrido.

Cuando fui a buscar a Ana no la encontraba por ninguna parte y cuando la llamé estaba en un taxi en dirección a casa de Marc. Al menos una de las dos iba a pasárselo bien de verdad. Decidí irme antes de que Andrés me encontrase por lo que pedí un taxi al hotel.

Llegué al hotel llena de arena, despeinada y con el maquillaje corrido, además de mareada por el alcohol. Vi a Carlos en recepción de nuevo y se echó a reír.

– Eres un gilipollas. – Le espeté  –  y me fui a la habitación. Será imbécil, ¿pero de qué cojones se ríe? Era lo que me faltaba para acabar el día. Antes de llegar al ascensor noté como un brazo tiraba de mí.

– A ver, ¿cuánto has bebido? – Me dijo con una mirada divertida.

– ¿Se puede saber qué quieres? – Seguía cabreada y le miraba con odio.

– Anda, vamos, que estás de cojones. – Se rio de nuevo. Cada vez me caía peor. Me acompañó a la habitación, apenas era capaz de meter la tarjeta en la cerradura y tuvo que hacerlo él.

– Venga, date una ducha, que te has puesto perdida de arena, voy a buscarte un vaso de agua.

Me metí en el baño, por momentos pensaba que estaba sola y dejé la puerta abierta, me quité el vestido como pude y me miré al espejo; estaba llena de arena por todas partes y mi ropa interior también. Me dispuse a lavarme la cara y cuando me miré en el espejo estaba en la puerta, sin quitar la vista de mi culo.

– Tienes un culo muy bonito, ¿sabes? – Le volví a mirar con odio. No sé cómo se atrevía a hablarme así pero más tonta fui yo por dejarle estar aquí.

Se acercó a mí y me dio el vaso de agua. – Parece que alguien ha tenido fiesta hoy – Me dijo señalando a mis pechos, se veían algunos arañazos sobresalir del sujetador. Me quedé roja.

– Métete en la bañera. – Me dijo con un tono tan firme que más bien parecía una orden  –  Me quedé quieta mirándole, no me apetecía lavarme delante de él.

– No voy a salir de aquí. – Me dijo divertido.

No me molestaba, en el fondo me lo quería follar. Pensé en que Ana no volvería hasta por la mañana así que de perdidos al río. Me quité lentamente mi sujetador negro de encaje y después el tanga. Dejando al descubierto mis bonitos pechos y mi coño totalmente depilado. Carlos no me quitaba los ojos de encima, tragó saliva y se recolocó el paquete. Se le notaba mucho la erección a través del pantalón y la tenía muy dura. Antes de meterme en el agua se acercó a mí y me agarró del cuello, me separó las piernas con la otra mano e introdujo dos de sus dedos. Mierda. Aún quedaba parte de la corrida de Andrés. No dudó en llevarlos a mi boca.

– Abre la boca.

El sabor no era muy amargo, estaba tan cachonda que los lamí con gusto, como si fuese un helado, sin apartar los ojos de él, hasta que estuvieron limpios.

– Si sigues así voy a acabar destrozándote hoy y no es lo que tengo planeado. Báñate. – Cogió el taburete del lado del lavabo y se sentó frente a mí. Empecé a enjabonarme desde el cuello hasta las piernas, poniendo especial atención en mis pechos, coño y culo. Quería masturbarme, ya no me importaba que estuviese delante y bajé mi mano hasta mi clítoris, estimulándolo lentamente. No tardó en levantarse y agarrarme del pelo.

– ¿Te he pedido que te masturbes? Sal de la bañera. – Estaba cabreado y muy cachondo.

Cogió una toalla y empezó a pasarla por mi cuerpo. Disimuladamente pasó sus dedos por mis pezones, que se pusieron duros al instante, lo que me sacó un gemido. Rozó su mano por la parte interior de mis muslos y apretó mis nalgas, como si estuviese comprobando la mercancía. El cabrón sabía que tenía ganas de follar y aunque él estaba más cachondo que yo, fue a la habitación y me trajo el pijama.

– Descansa. Ya hablaremos mañana. – Y salió por la puerta.

Os podéis imaginar la cara que se me quedó. El imbécil me había dejado con las ganas. Cuando quise mirar la hora eran las 4 de la mañana así que decidí irme a dormir. Mañana ya sería otro día.

  • Fin de la segunda parte*

Hola a todos! Espero que os guste. ¿Qué creéis que pasará en el siguiente capítulo?

Verbena