Los polos opuestos se atraen (1)

En esta primera parte, Lara y su mejor amiga llegan a Tenerife a disfrutar unas merecidas vacaciones.

Esta primera parte no contiene sexo.

PRIMERA PARTE

Por fin estaba de vacaciones. Después de un año de no parar en el trabajo, había conseguido que me diesen una semana y media libre y podía irme a Tenerife, a donde tantas ganas tenía de ir desde hace años. Conseguí convencer a Ana, mi amiga de toda la vida, porque no me apetecía ir sola. Estaba acabando de hacer las maletas, me sonaba el móvil cada 3 segundos, Ana no se decidía con la ropa de baño y yo tampoco, ambas nos habíamos comprado unos bikinis minúsculos, de color rojo, negro y uno blanco, pero quería ponerme morena. Cada vez que los veía me daba vergüenza solo pensar en llevarlos puestos. Mido 1,68, pelo largo y ojos verdosos y a pesar de que había engordado algunos kilitos durante la cuarentena, seguía teniendo un tipo estupendo. – A la mierda Lara, tampoco te vas todos los días. – Me dije a mi misma, los metí de golpe y cerré la maleta. Ya solo quedaban dos días para irnos.

Dos días después

Al fin habíamos llegado. Para ser mayo y ser las 6 de la tarde hacía un calor de mil demonios y estábamos agotadas. Según salimos del aeropuerto miré hacia atrás, Ana traía un montón de equipaje y casi no podía ni andar, estaba rojísima por el calor y el peso de las maletas. - ¿No podrías haber traído más cosas? – Me burlé. – Cállate. – Me dijo con una mirada asesina. Para que os hagáis una idea, Ana mide 1,65, de pelo corto y tiene unas curvas de infarto la condenada y es cien veces más extrovertida que yo; sin embargo, soy la voz de la razón, por eso nos complementamos bien. En seguida pedimos un taxi para que nos llevase al hotel. Decidimos tirar la casa por la ventana y reservamos un todo incluido en un hotel de 4 estrellas solo para adultos, en primera línea de playa. Tras hacer el check-in y siendo el personal del hotel encantador, nos dirigimos hacia la habitación y en seguida se me hizo la boca agua: teníamos una suite con salón, baño enorme con una bañera de hidromasaje gigante y con vistas al mar. Vistas al mar. Solo eso ya hacia redondo el viaje para mí. O eso pensaba yo.

Tras colocar todo rápidamente decidimos ir rápido a la playa, antes de que se hiciese de noche. Adoraba el olor de la maresía y el sonido de las olas romper. Estaba muy feliz. Ana se había puesto un bikini precioso de leopardo, que apenas le tapaba los pechos pero había que reconocer que le quedaba perfecto. La verdad es que yo llevaba el mismo bikini pero en negro, aunque a mí me tapaba algo más. No quedaba mucha gente en la playa cuando llegamos y decidimos ponernos cerca del agua. No quería bañarse y se tumbó en la toalla, sin embargo yo no tardé ni 2 minutos en meterme en el agua. Las olas no eran muy grandes y el agua estaba algo caliente pero estaba en la gloria. Desde lejos vi como dos chicos se acercaron a hablar con Ana. Puse los ojos en blanco. – Me la va a liar. – Pensaba. No había venido con intención de follar. Tras mi última ruptura decidí tomarme las cosas con calma, no me apetecía ninguna tontería. En cuanto vi que se alejaban un poco salí del agua. - ¿Qué narices ha pasado? – Le dije mientras me secaba con la toalla. – Nada de nada. – Me dice sonriente. – Hemos hablado y mañana por la noche nos invitan a cenar. - - Como que a cenar. ¿A santo de qué? No los conocemos de nada. – Le dije malhumorada. – Venga Lara, no seas quejica, es sólo una cena, lo pasaremos bien y ya está. Además, mira que culito tan mono tiene el de la izquierda. – Me dijo riéndose. Me quedé mirando a los chicos, estaban sentados en sus toallas hablando. Estarían cerca de la treintena y ambos tenían muy buen físico. Uno de ellos se giró y me saludó con la mano y yo roja de vergüenza le sonreí. – La que me espera. – Pensé.

Al día siguiente

Tras desayunar un poco, decidimos bajar a una de las piscinas del hotel. Estaba encantada con el concepto “todo incluido” del hotel, más que nada porque significaba que podía beber todos los mojitos que quisiera desde las 11 de la mañana. Me senté en una tumbona y miré a mí alrededor; había parejas de todas las edades, tanto gente mayor como gente joven, grupos de amigos… y me quedé embobada viendo como un chico salía de la piscina. Treinta y muchos, ojos verdes, atractivo a rabiar. Cuando se percató de que le miraba se quedó mirándome fijamente y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y me puse roja de vergüenza. Se sentó con otro hombre que di por hecho que sería un amigo… o su pareja. Intenté pensar en otra cosa y Ana no tardó llegar con un par de copas. Me recosté de nuevo en la tumbona, pero notaba que no me quitaban la mirada de encima y me estaba empezando a poner cachonda notaba como se iba mojando la braguita del bikini. Al cabo de 10 minutos me metí en la piscina. Desde el agua vi como Ana ya se había acabado una segunda copa y me hacía señas para hacerme saber que iba a por una tercera. Había una cola enorme en el bar, pero normal habiendo barra libre. Salí a secarme y la vi coqueteando con el amigo del hombre misterioso. – ¿Tiene intención de tirarse a todo el que vea? – Pensaba. Aunque tampoco era mal plan. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me había percatado de que el hombre de la piscina se había sentado a mi lado. - ¿Qué era lo que mirabas en la piscina? - Me dijo con una voz varonil que me hizo dar un respingo en mi asiento. – Eh yo… nada. No te había visto antes. – Estaba tan nerviosa que no sabía ni hablar. Me mira divertido. Al cabrón le gusta que esté tan incómoda. – ¿Nada? Me has estado mirando un buen rato. Está muy mal espiar a los demás. – Se recuesta sobre la tumbona. Mierda, la conversación va para largo. Le miro de refilón; lleva un bañador verde oscuro y a pesar de ser tipo bóxer se le marca toda la… - ¿Sabes que estoy hablando a ti verdad? Deberías mirarme a los ojos cuando te hablo. – Su tono había cambiado y su mirada parecía implacable. En seguida se me hizo un nudo en la garganta y sentí que empezaba a mojarme de nuevo. Estaba atónita y antes de que pronunciase una palabra, pasó su mano por mi cuello suavemente, levantándome la barbilla, haciendo que le mirase a los ojos, pasando uno de sus dedos por mi labio inferior. – Mucho mejor. – Sonrió, con un tono más calmado, se levantó y antes de irse me dijo – Por cierto, me llamo Carlos. – Y se marchó. Me quedé totalmente muda. Ana llegó por fin de la barra con dos copas en cada mano. - ¿Se puede saber qué te pasa? Tomate otra copa anda que estás pálida. Por cierto Jorge y su amigo Carlos nos han invitado a tomar algo algún día de estos, están alojados en las mismas fechas que nosotras. ¿A que son guapos? – Me dijo mientras bebía de su tercera copa y se ponía los cascos. Yo seguía perdida en lo que acababa de pasar, no sé cómo Ana no había visto nada. Sentía un calor tremendo y estaba mojadisima, me había puesto a mil. Miré hacia donde estaban sentados pero ya se habían ido. Intente pensar en otra cosa. Al fin y al cabo habíamos quedado para cenar con los chicos de la playa. Mierda, habíamos quedado para cenar. Me bebí la copa del tirón y empecé la tercera intentando pensar en otra cosa.

Fin de la primera parte.

Gracias a todos por todo el apoyo recibido, nos vemos pronto :)

Verbena