Los placeres que da mamá
Una mezcla de alcohol, sexo y amor. ¿Lo has hecho con tu mamá?
Los placeres que da mamá.
En cierta forma mi madre se merecía tanto como yo el viaje a la playa que tanto estuve planeando durante los dos últimos años de mi carrera, para lo cual ahorré mucho con el fin de darle a ella, y a mí, claro, uno de los mejores paseos de su vida.
Después de que se separaron mis padres, fue ella quien se hizo cargo de mis estudios, por lo que yo estaba más que agradecido porque sacrificó mucho para que yo pudiera graduarme y después de tantos años, llegó el día de mi examen profesional, y el tan anhelado viaje.
Ya en casa, después de aprobar la prueba en la universidad, le pedí que cerrara los ojos y puse frente a ella los boletos para una semana en Cancún en uno de los mejores hoteles. Se emocionó mucho pero me dijo que no, que lo mejor era guardar ese dinero, pero nada haría cambiar mi decisión, así que en tres semanas arribamos a la playa.
Cada uno tenía su habitación, no había nada de raro o morboso en el viaje y la estábamos muy bien, hasta que en la tercera noche todo cambió para nosotros, llegando a suceder algo que jamás habría imaginado.
Esa noche salimos a cenar, sería comer algo, quizá pasear un poco y regresar al hotel no muy tarde, pues al otro día tendríamos una excursión temprano, pero ahí comenzó todo y fue gracias al vino. Ni mi madre ni yo somos bebedores, pero al indicarnos el mesero (y súper recomendarnos) que sería delicioso acompañar nuestros platillos con vino, aceptamos. Para alguien que bebe, quizá una o dos copas de vino no son nada, pero a nosotros nos provocó más charla y risas. Sin notarlo, el mesero fue sirviéndonos más y más, por la plática ni reparamos en ello y al final ambos estábamos borrachos. El tiempo se había ido, eran las dos y decidí pedir la cuenta, pero también, pedí una botella más, indicando que nos la llevaríamos. Mi madre me miró con cara divertida como de regaño, pero se echó a reír, dándome a entender que estaba de acuerdo. Esta sería la tercera botella de la noche.
Abordamos un taxi, yo estaba mareado, igual que mi madre pero seguíamos riendo, disfrutando, hablábamos y de repente nos tomamos de la mano, cosa que no sucedía casi desde que yo era niño, me gustó la sensación de su mano, el jugueteo de nuestras palmas, los dedos enredados y eso me llevó a otra cosa, de repente sentí excitación, sentí que mi pene comenzaba a ponerse duro, pero mis pensamientos me aterrizaron y calmé la situación.
-¿En tu cuarto o en el mío? me preguntó mi madre refiriéndose al sitio en el que beberíamos el vino.
-mmm el tuyo.
-Me parece perfecto.
Como dicen, "el aire" nos había pegado aún más, acrecentando nuestra borrachera. Nos sentamos a beber en la cama y a platicar y la charla se fue a cuando yo era pequeño.
-Estabas así de pequeño, me encantaba cuidarte, me encantaba ayudarte en todo, me encantaba tenerte en mis brazos, acariciarte, me encantaba
-¿Te encantaba qué mamá?
-Ahh, me apeno
-No, no hay por qué.
-Bueno, tú sabes, una como madre, disfruta mucho ver comer a sus hijos.
-¿Te gustaba darme pecho? Pregunté eso sin pensarlo, lo cual me produjo pena y noté que a ella también.
-Bueno, tú sabes, es el amor de entregarle todo a un hijo.
En ese instante regresó la erección, y mi vista se fue casi de manera automática a los pechos de mi madre. Ella es de senos grandes, y hasta ese instante reparé sexualmente en la manera en la que ella se vestía. Siempre usaba brasieres como muy entallados, por lo que sus pechos parecían querer escapar de la tela. Esa noche llevaba ella un vestido rojo, escotado, medias transparentes y zapatos altos. Mis ojos se quedaron ahí, en esos pechos grandes de mujer de 45 años.
-S.. sí, -dije tartamudeando- tú siempre me has entregado todo. Eres la mejor madre, la madre más hermosa.
-Jajaja de dónde sacas eso de hermosa.
-Pues de mirarte.
-¿De mirarme?
-Sí, es decir, mírate estás más que hermosa, con esa cara tan linda, esa sonrisa y
-¿Y?
-Tus tu cuerpo.
Mi madre notó que la cosa empezaba a irse por otro lado y me dijo que se sentía muy muy mareada y que lo mejor era descansar y añadió:
-Ya sólo voy al baño y me acuesto, si quieres ve a dormir.
Pero al decir eso intentó levantarse y por su borrachera casi cae al suelo.
-Espera, yo te acompaño al baño.
Abrí la puerta del baño para que entrara, pero le era casi imposible mantenerse así que, por lo difícil que veía la situación para ella, le dije:
-Espera déjame llevarte adentro
-No, no, cómo crees.
Hm, tú me cuidabas antes, me ayudabas, ahora déjame hacerlo yo. Comenté refiriéndome a lo que habíamos platicado.
-Creo que no me queda de otra.
Abrí la puerta, pasamos y sin decir más me agaché un poco frente a ella, mientras ponía sus manos en mis hombros y metí mi manos debajo de su falda para bajar sus pantis y al hacerlo, en lugar de realizar lo pensado, comencé a subir mis manos desde sus muslos hasta sus nalgas. Oí una exclamación de asombro de ella y entonces mi mano derecha comenzó a sobarle la concha. No tuvo tiempo de nada, ni ella ni yo, todo sucedió muy rápido, entonces la senté me puse frente a ella y no sé por qué dije:
-Yo también quiero orinar.
Ella bajó el cierre de mi pantalón mientras decía:
-Yo te ayudo mi niño
Mi pene saltó y ella lo tomó y sin más lo hundió en su boca, yo estaba a mil.
La tomé del cabello, no decíamos nada, sólo jadeábamos y en ese momento escuché como ella, de la excitación y las ganas, comenzaba a orinar muy fuerte, mojando su vestido. No sé por qué, pero eso y la mamada que me daba hizo que yo estallara, inundándole de leche la boca. Era la más sucia corrida de mi vida y todo esto que nos sucedía era apenas el principio de una noche en la que no íbamos a parar