Los placeres del sexo sin amor
Historia autobiográfica de un joven que vive un encuentro de sexo en estado puro con una turista francesa en una playa nudista.
LOS PLACERES DEL SEXO SIN AMOR.
Antes de nada, aprovecho para presentarme. Me llamo Carlos, y vivo en Madrid. Siempre me he enorgullecido de ser extremadamente liberal. No tengo complejos ni prejuicios de ningún tipo, considero que el sexo y especialmente los orgasmos son una bendición que nos ha dado la naturaleza.
A ello unimos que los genes han sido generosos conmigo y que me ha tocado vivir una época como la actual en un país como España. Además de los placeres que nos proporcionan las nativas, cada año 25 millones de mujeres de otros países visitan nuestro precioso país.
Todo lo anterior y mis calenturientos 23 años son una explosiva combinación que me lleva a vivir aventuras sexuales tan espectaculares como la que me ocurrió hace dos semanas en las playas nudistas de la localidad murciana de Mazarrón que paso a contaros.
Mi amigo David me había invitado a su duplex en la bella localidad playera. Al tercer día aprovechó para enseñarme los rincones más desconocidos. Entre ellos destacaban unas playas vírgenes a las que teníamos que acceder por unos caminos sin asfaltar, bastante alejadas del núcleo urbano.
La primera cala, la más grande estaba poblada de parejas, la mayoría extranjeras. De una edad media en torno a los 30 los chicos mostraban orgullosos sus sexos al sol, mientras algunas chicas llevaban únicamente puestos sus tangas y la mayoría llevaba descubierto el pubis. Alguna más atrevida tomaba el sol con las piernas abiertas ofreciéndonos una generosa visión de sus labios vaginales.
Decidimos continuar viendo el resto de las calas. La segunda, tercera y cuarta eran de marcado carácter gay. Parejas de hombres que jugaban al sol, algunos estaban teniendo sexo entre las rocas. Me sentí afortunado de no haberlas descubierto sólo. No porque tenga nada en contra de ellos, sino porque me hubiera sentido incómodo.
La quinta cala me cortó la respiración. Al llegar a pie, observamos una pareja que se movía inconfundiblemente. Estaban follando como posesos. Tendrían en torno a los 25 años, bastante guapos ambos y algo llamaba la atención, no se cortaban un pelo.
Ni deciros que tanto David como yo nos pusimos bastante cachondos, nos miramos y nos reímos. Somos amigos de mucho tiempo y ni cortos ni perezosos decidimos volver a la primera cala a darnos un baño desnudos, algo siempre agradable.
Al volver a la primera cala, se podía apreciar algo que llamaba la atención. Una hermosa chica en torno a los 28 años, totalmente sóla. Nos dedicamos a observarla mientras chapoteabamos en el agua. Transcurrida media hora, me decidí a abordarla. No había nada que perder.
Conforme me acercaba, pude ver lo voluptuosa que era su figura. Parecía una chica de playboy pero en latina. Pechos grandes, delgada, alta y de labios carnosos y un hermosa cabellera morena.
Al acercarme, me espetó un sorprendente; - italiano, arréte, j,ai detèste les hommes italiens (detente italiano, odio los italianos).
Al darme cuenta que ya tenía la excusa perfecta para hablar con ella me sentí feliz y le conteste por supuesto en español; - ¿qué te lleva a pensar que soy italiano?
Me respondió que mi aspecto metrosexual, mi pelo y sobretodo mi chulería.
Puse la mejor sonrisa, la más seductora que tengo y le dije que era español de pura cepa pero que era tan buen amante o más que los italianos. Su reacción fue la mejor posible, me invitó a bañarme con ella en el mar.
Ya en el agua, mi erección era inevitable. Su español con acento francés, su cuerpo, sus pechos botando en el agua y esos ojos pidiendome sexo a gritos sustituyeron cualquier otra consideración. Le pedí irnos de allí para dar rienda suelta a los deseos.
Me dijo que siguiendo el camino que marcaban las rocas se llegaba a una cueva donde había "intimidad" Comosabéis todos en las playas nudistas todo es relativo y tampoco es una tragedia que te sorprendan haciendo sexo.
Cogidos de la mano, salimos del agua y empezamos a recorrer el sendero de rocas. Mi amigo David me hizo un guiño y soltó una carcajada.
Aquellos 30 metros de rocas parecían kilómetros. Llevaba mucha excitación contenida y tenía la posibilidad de deshacerme de ella con creces. Cuando entramos en la cueva ya nada me importaba. Me lancé a comerle el cuello, a besarla como si me fuera la vida en ello. Tenía una lengua áspera que pugnaba por la mía en un enloquecido combate de poseídos por el sexo.
No era la novia que ves todos los días, no era la amiga que se lo cuenta a otras amigas. No había problema en no quedar bien, ni en ser un algo primitivo en la forma de follarla, quería placer y lo iba a obtener.
La tumbé en el suelo y le abrí bien las piernas. Sus pechos de talla grande estaban bajo mis dientes. Me encargué de ponerlos erectos, con una mezcla de mordiscos y lengua enloquecida. Sus primeros gemidos hicieron acto de presencia en medio del discurrir de mis manos sobre sus caderas y sobre su sexo sorprendentemente ya, muy humedecido.
La ví tan necesitada que decidí ser malvado. Sobre sus abiertas piernas,mi lengua golpeaba la zona interna de sus muslos, el pubis, obviando los labios vaginales y su clítoris. Estaba trabajando bien y se notaba en la forma en que movía su pelvis hacia arriba,en inequivoco deseo de que mi sexo la llevara por los placeres de un coito explosivo.
Cuando mi lengua empezó a dar toques intermitentes en su clítoris, como si tratara de quitar el polen de una flor, empezó a vibrar, a mojarse más rápido, a gemir, a gritar Dios mío estaba teniendo ya un orgasmo. Es la chica más caliente que nunca he visto.
Al poner mi cuerpo sobre el suyo, decidí que ya era el momento de fusionarnos de tres modos, por la lengua, las manos y por los sexos. Cogí el pene por la base y le pregunté; - ¿quieres que te folle?
Sus ojos dieron la respuesta que necesitaba. Era una perra en el fondo, pero no estaba dispuesta hablar como una cualquiera para satisfacerme. Cada coito es diferente, y conforme entraba mi pene en su hambrienta vagina, pensaba lo maravilloso que es estar vivo.
Una vez que la totalidad de mi sexo se había adueñado de sus entrañas, empecé un mete y saca brutal. Esta chica no parecía necesitar muchos prolegómenos y en un misionero espectacular le estaba dando el pedazo de carne que ansiaba desde el primer minuto que vio mi espectacular desnudo en la playa.
No sabría explicar porqué estaba siendo tan clásico el polvo con aquella chica tan peculiar, pero estaba funcionando. Por mi parte lamía y mordisqueaba sus pezones, su oreja y su cuello. Ella respondía estrujando mi espalda y mi musculoso culo.
Por desgracia nada es eterno y menos un encuentro sexual. Tras unos quince minutos pude apreciar al menos dos orgasmos más en aquella francesa de oro que sin ser procaz me estaba poniendo más que nunca diciéndome que era el mejor amante que nunca tuvo y que la estaba llevando al paraíso.
Cuando notó por mis movimientos que estaba llegando al orgasmo de un solo empujón me sacó de su vagina y me pidió que me pusiera boca arriba sobre la arena de aquella cueva. Si bien intuí lo que vendría, nunca me imaginé que los hombres teníamos ocultos aquellas fuentes infinitas de placer.
Aquella maravillosa mamada Standard se convirtió para mí en la introducción de los placeres de la investigación con nuestro cuerpo.
Con naturalidad abrió mis piernas y se dedicó a estimular la zona entre los testículos y el ano, mientras me preguntaba si quería volar. Naturalmente le dije que sí.
Como una Diosa del placer su lengua empezó a invadir mi culo, mi ano. Estaba en una nube. Volvía a subir hacia mi polla, hacia mis huevos. Huntó un dedo en saliva y sin pedirme opinión lo noté orgulloso, traspasando mi interior.
No sé que me estaba pasando, porque empezaba a sentir extrañas sensaciones, definitivamente estaba en su poder, era un espantapájaros a su disposición. Las sensaciones venían a la vez de mi próstata y de mi pene.
La vista se me nubló y un latigazo sacudió mi espalda. Empecé a gritar, a mover las caderas, ella seguía mamando y con su dedo despiadado en mi interior. No sé cuantos pudieron ser los chorros de semen que salieron, pero el orgasmo fue el más largo de mi vida. En medio de la bruma pude ver que se había tragado casi todo y que un poco escapaba por la comisura de sus labios.
Nunca había probado mi semen, pero aquella tarde era especial y absolutamente nueva para mí. El orgulloso guaperas que equivocadamente se pavoneaba de haber vivido todo, a sus 23 años estaba viviendo su tarde más gloriosa.
Aquella chica, acercó sus labios, me dijo; -por cierto me llamo Yvette, y compartió conmigo el elixir de los hombres.
Las rodillas me temblaban, parecía que había vivido siete coitos seguidos en vez de uno, pero puedo afirmar sin temor a equivocarme que había sido el polvo de mi vida.
Como si nunca hubiesemos hecho sexo, salimos de la cueva, separados. Ella volvió a su solitaria sombrilla y yo con ganas de contarle a David, aquella maravillosa experiencia.