Los placeres de mi cuñada

Mi cuñada Sandra me demuestra que tras una bonita relación de amistad pueden esconderse placeres indescriptibles.

LOS PLACERES DE MI CUÑADA

Soy un chico muy normal de 24 años, moreno, de ojos marrones, palo cortito, delgado y alto. Llevo saliendo con mi novia un año. Ella se llama Carmen, tiene la misma edad que yo y es bajita, morena, tiene una larga melena rizada castaña y unos ojos muy grandes color miel, su cuerpo es muy bonito, a pesar de tener poco pecho.

Antes de contaros lo que me sucedió os daré algunos datos de mi cuñada. Ella tiene 20 años, es más alta que la hermana, tiene el pelo negro muy rizado, unos ojos negros intensos y un culo prodigioso. Además de todo ello, a mi cuñada le encanta estar atractiva, sentirse guapa y notar que podría tener a cualquier hombre si a ella se le antojase. Eso sí, tiene un novio mucho mayor que ella y que yo sepa le es bastante fiel.

Lo que os voy a contar es lo que me sucedió el pasado fin de semana. Yo me llevo muy bien con mi cuñada, es muy divertida y nos reímos mucho juntos, además ella siempre me ha apoyado cuando he estado decaído y cuando he tenido algún problema con Carmen.

El pasado fin de semana fui a ver a mi novia a su casa y pasar con ella el fin de semana como es de costumbre (vivimos lejos el uno del otro). Nos lo pasamos muy bien, sobre todo la noche del sábado, en la que nos fuimos juntos mi novia, yo, mi cuñada y el novio de ésta. Bebimos mucho, bailamos y nos lo pasamos en grande. En uno de los lances del baile, aprovechando que tanto el novio como Carmen habían ido a pedir otra copa, mi cuñada se acercó a mi, me agarró y me dijo al oído que se lo estaba pasando muy bien y que se le estaban ocurriendo diferentes formas de seguir haciéndolo.

Yo me quedé de piedra y un frio empezó a recorrerme de arriba abajo. Al retirarse hacia atrás, mi cuñada de rozó la oreja con su lengua y yo creí que me moría. Pronto llegaron Carmen y su novio y todo volvió a seguir como hasta entonces. Yo imaginaba que todo se quedaría en un simple arrebato provocado por el alcohol y dejé de pensar en mi cuñada, aunque estaba a cien y Carmen sería quien pagara las consecuencias de mi calentón.

El día siguiente fue muy normal y mi cuñada me trataba como siempre, así que todo había quedado en una simple anécdota. Mi cuñada estudia fuera y me dijo que si cuando me fuera para mi ciudad la podía acercar hasta su piso. Esto era algo muy normal, ya que casi todos los fines de semana ella se venía conmigo en el coche y yo la acercaba así hasta su piso para que ella no tuviera que viajar en el autobús.

Nos despedimos de todos hasta el siguiente fin de semana. Carmen me dijo al oído que me quería y nos fundimos en un fuerte abrazo que ella acompañó de un beso que me dejó los labios apretados a los suyos por el tiempo de un minuto casi.

Nos montamos en el coche y emprendimos el viaje. Mi cuñada, que por cierto no os he dicho su nombre hasta ahora, se llama Sandra, me miraba muy fijamente y empezaba a ponerme nervioso. Nunca me había sentido tan presionado con ella, estaba muy nervioso y no sabía por qué me miraba de esa forma mientras conducía.

De pronto empezó a hablar y me dijo que lo que me había dicho el sábado en la discoteca mientras nuestras parejas pedían en la barra no había sido una frase tonta provocada por el alcohol, sino que lo pensaba de verdad.

Al oír eso el volante me temblaba y sin remediarlo mi miembro empezaba a adoptar medidas desconocidas. Era una simple charla pero me estaba poniendo muy caliente. Mi cuñada estaba buenísima y en aquel mismo instante me estaba diciendo que se divertía mucho conmigo, más que con su pareja y que le gustaría seguir haciéndolo en su piso de estudiante. Yo reaccioné de la peor forma posible ante la maravillosa oferta que se me presentaba y la rechacé.

-No podemos hacer nada cuñi, piensa en tu hermana y tu novio.

-No te atraigo, es que no te parezco atractiva (me replicó)

-No digas tonterías mujer, eres un sol, tienes un cuerpo de vértigo y podrías conseguir al hombre que quisieras con sólo intentarlo (le dije)

-Eso es lo que estoy haciendo ahora misma, intentar acostarme contigo (me dijo con un hilo de voz que a mi me parecían gritos)

Ante aquella situación no podía hacer nada, estaba atrapado y por mucho que mi conciencia se acordara de Carmen, yo estaba cada vez más caliente y deseando llegar al piso para ver en plenitud a Sandra.

Ella, viendo que había ganado, no dejaba de calentarme y ganar la partida preguntándome comparaciones de las que ya se sabría mi respuesta

-Dime, ¿alguna vez has pensado en acostarte conmigo?, ¿me has imaginado desnuda?

Se me hacía la boca agua al momento de reconocer mis fantasías más prohibidas, pero ella seguía

-¿Qué cuerpo te parece más atractivo el mío o el de Carmen?

Mi voz temblaba, no podía fallarle a Carmen, pero era demasiado evidente, el cuerpo de Sandra era mucho mejor que el de mi novia y no podía negar la realidad así que volví a responder afirmativamente. Carmen se aproximó a mi y me besó de forma muy ardiente mi mejilla y me hizo la última pregunta

-¿Mi hermana te deja hacer todo lo que tu quieres en la cama?

No sé si Carmen se lo habría dicho o ella lo intuía pero estaba claro que sabía que yo no hacía todo lo que me gustaría en la cama. Siempre he estado loco por practicar sexo anal y Carmen nunca lo aprobó, así que seguía con las ganas.

-No, me encantaría descubrir cosas nuevas (eso fue todo lo que se me ocurrió)

-No te preocupes, dentro de muy poquito me podrás hacer cualquier cosa que desees (me dijo en un susurro)

El resto del camino (unos diez minutos) fue eterno. Estaba tan caliente que no sabría si llegaríamos al piso y sería capaz de hacer todo lo que se me estaba pasando por la mente. Aparcamos abajo y subimos por las escaleras, ella delante y yo detrás. La visión de aquel tremendo trasero me hacía enloquecer.

Me cogió de la mano y sin dudarlo me llevó a su cuarto y me tiró sobre la cama.

-Desnudate cuñi, que así no podrás hacerme nada verdad? (dijo con sarcasmo).

Me desnudé como pude y quedé totalmente a su merced.

-Relajate (me dijo)

Ella mientras empezaba a desnudarse con parsimonia. Se quitó los zapatos y los tiró hacia un rincón del cuarto, luego le toco el turno al jersey y luego a la camiseta. Tenía un sujetador negro minúsculo y comprobé que sus pechos eran mayores de lo que me imaginé, tendría una talla 95, con lo que le ganaba por goleada a la hermana que usaba una 85. Luego se quitó muy despacio los pantalones de espaldas a mi, con lo que me dejó ver lo mejor de ella, su culo. Al volverse contemplé una imagen impresionante, un tanga negro que enseñaba más de lo que tapaba.

Estaba aún más buena que lo que aparentaba vestida, que ya era mucho. Su entre pierna estaba abultada, por lo que imaginé que no iba depilada. Pronto salí de dudas, de un tirón se bajó el tanga, y pude ver como mis sospechas se aclararon, estaba entera depilada salvo un reducto de vello negro sobre su lindo coñito que dibujaba una gruesa línea muy bien recortada hacía su perla de placer.

Mientras contemplaba tan placentero momento oí caer el sujetador y fue entonces cuando vi por primera vez esos preciosos pechos que botaban ante mi mirada debido a los pasos que Sandra estaba dando hacía mi.

-No estas nada mal (me dijo pasando su mano por mi pecho), creí que estarías más delgado pero tienes un cuerpo muy bonito. Espero que el mío te haya gustado….

-Por supuesto que me ha gustado (le dije), es más, es lo más bonito que he visto nunca y me encantaría probarlo.

-Antes déjame probarte a mi (dijo Sandra introduciendo mi polla entre sus labios).

Empezó a chupármela muy despacio, con detenimiento, como queriendo dejar constancia de cómo su lengua recorría la punta de mi pene, yo estaba que me moría. Sin sacársela de la boca empezó a masajearme los huevos y a ir imprimiendo un ritmo cada vez mayor con su boca. Era una delicia.

Hicimos el 69 y mi lengua se adentró en su pirámide, recorrió la senda que marcaba el vello húmedo y terminó haciendo círculos de placer en el clítoris. Sus jugos y los míos se desprendían a la par, su lengua y la mía dibujaban formas similares y regalaban las más bellas sensaciones.

Nos pusimos de cara y empezamos a besarnos, su lengua se entrelazaba con la mía y la sensación de notar como nuestros cuerpos se erizaban era genial. Me puso bocabajo y sin pensárselo empezó a pasarme su lengua por los cachetes de mi culo. Mientras me masajeaba los huevos y de vez en cuando me masturbaba con la otra mano muy ligeramente. Poco a poco se fue adentrando en el escondite y cuando menos lo esperaba empezó a lamer con ahínco mi ano, la sensación era indescriptible, nunca me habían echo lo nada igual.

Tenía que devolvérsela y mientras le agarraba con fuerza sus preciosas tetas la puse bocabajo y comencé a chupar todo lo que veía a mi paso. Mi lengua se detuvo en su ombligo, en su vello púbico, en las paredes de su sexo, en el clítoris, y más tarde en su ano. A pesar de todo, aquello me parecía increíble y los manjares que tenía al alcance de mi boca me resultaban de un sabor exquisito.

Ella se puso arriba de mi y me dijo que me dispusiera a disfrutar pero que no me corriera, que aún tenía que probar más cosas. De un golpe se sentó en mi polla que a pesar de estar lo más gorda que podía no supuso ningún obstáculo para Sandra. Se movía como loca y sus pezones hinchados saltaban de arriba debajo de forma increíble.

Ella chillaba de placer y yo estaba en el cielo. De pronto se la sacó y empezó a chuparme la polla como si estuviera poseída, sus manos jugueteaban con mi ano y luego sus tetas fueron a parar a mi boca, que adsorbía todo lo que podía, a pesar de que Sandra se pudiera sentir molesta, era mi oportunidad y no la iba a desperdiciar, chupaba como si fuera a tragármelas y a ella le gustaba.

-¿Que quieres hacerme que nunca has hecho? (me preguntó)

-Nunca me habían lamido el ano, y ha sido fantástico pero yo estoy loco por metersela por el culo a una chica

-No te preocupes, así será (dijo con una sonrisa)

Se puso a cuatro patas y me dijo que le pusiera la punta de mi polla en su culo pero que no hiciera nada más que podría dolerle mucho si no lo hacíamos bien. Así lo hice, cuando estaba en la entrada de su ano, chocando con su esfínter le di la señal y fue ella quien poco a poco empezó a empujar hacia atrás. La polla empezó a entrarle y ella chillaba y gemía en una mezcla de dolor y placer, estaba muy cerrada pero ella se masturbaba mucho y al fin la polla entró. Le fui dando poco a poco, la sensación de romper un culo era nueva para mi y me estaba gustando mucho. Ella sin embargo derramaba alguna que otra lágrima, aunque me decía que siguiera, que no parara.

-Sólo lo he hecho una vez y fue con una polla mucho más chica que la tuya (me dijo entre sollozos), pero ya estoy sintiendo el placer.

Mis embestidas cada vez eran más fuertes y Sandra empezó a disfrutar. Mis huevos chocaban contra su chorreante coño, y mis manos no paraban de jugar con sus tetas, su boca, su pelo y su espalda.

-Cuando te vayas a ir avísame, no te vayas a correr dentro (me dijo Sandra)

Yo ya no podía más y se lo dije, -Sandra, me voy a correr. Entonces ella se deshizo de mi y se puso de rodillas frente a mi polla, la agarró con las dos manos y empezó a masturbarme a un ritmo frenético, cuando notó que iba a bombear todo el placer que guardaba para ella se metió se un golpe la polla en la boca y se lo intentó tragar, aunque no pudo y se le derramó todo por la comisura de los labios.

Fue fantástico verla de rodillas tragándose mi semen que ya le chorreaba por las tetas abajo. Quien me iba a mi a decir que un día me follaría a mi cuñada de 20 años. Pero después de esto comprobé que Sandra, además de estar buenísima, es una calentorra que se atreve con todo y no para de pedirme que repitamos la sesión.

Espero les haya gustado y me manden algún email a yosoraya_27@hotmail.com diciéndome qué les ha parecido, sobre todos las chicas que gustan de estos relatos.