Los pies de mi cuñada
Sus pies hedían demasiado... un hedor demasiado fuerte...
Los pies de mi cuñada
Hace ya un tiempo, yo tenía una cuñada que era muy risueña y simpática. Su nombre era Lilia, y tenía la misma edad que mi chica. Era una chica viviendo sus veintes, alta, espaldona y con unas piernas gruesas y largas, cabello largo y su seña característica era su risa, pues era muy áspera. A esta mujer le pasaban mil cosas, y una en especial era que tenía la piel muy sensible, casi cualquier cosa la marcaba, y por lo mismo, su tacto era mucho muy fino.
Cuando conocí a mi cuñada, me llevé muy bien con ella. Era bastante sociable, y muy realienta, de ambiente grande. Algo que me gustaba mucho de ella aparte de su piel blanca, eran sus pies. Sus pies eran como del 4, y siempre usaba zapatos abiertos de plataforma, de suela anchísima como de suela de llanta., debido a los cuales, sus pies eran sumamente olorosos, y me dí cuenta de ello un día que estaba en su cuarto, y discreta pero pillamente, olí uno que estaba debajo de la cama.
El olor de sus pies era muy penetrante, literalmente le apestaban los pies, pero ese hedor me fascinaba. Cada vez (muy escasa) que podía, aspiraba bocanadas enormes de ese delicioso pero hediondo aroma, cual si quisiera comerlo o no olvidarlo.
Esta travesura se volvió obsesión, pues aún no había logrado poseer en mis manos ese par de deliciosos pies, y más que tenerlos, deseaba olerlos y tocarlos, cosquillearlos, pues aunque mi cuñada era una mujerzota, y su risa era áspera y poco estimulante, había algo oculto que deseaba sentir...
Ya había cosquilleado los pies de mi pareja muchas veces, pero los pies de mi cuñada eran más especiales, y un día, regresé de tomar unas fotografías y pensé en enseñárselas a mi chica. Llegué a su casa, ya era noche, y no estaba, pero mi cuñadita sí estaba, viendo una película y comiendo palomitas. Yo, sentí excitación al verla, pues traía una falda que dejaba ver sus piernas carnosas y sus bellos y apestosos pies. Me invitó a pasar, y como ella era muy borracha, sacó una botella de ron que guardaba desde hacía ya mucho tiempo, la cual pensaba compartir también con su hermana cuando llegara a casa y hacer una pequeña fiesta.
Mi chica se demoró demasiado, y yo, ya en confianza con mi cuñadita (yo no había bebido casi nada, pues me repugna el ron) le hice plática más íntima y salió al tema mi travesura...
-oye, ¿de verdad tienes tu piel muy sensible?-
-sí!- me contestó ingenuamente.-mira, me rasco mi pierna con mi uña y la marca se queda por casi una hora!-
y era cierto. Todo el rato que duré en su casa, la marca que se hizo levemente siguió ahí, como testigo de mi humor torcido...
-vaya! Veo que sí. intencionalmente miré hacia abajo, a sus pies, y donde tenía sus zapatotes de suela enorme.- ¿y esos zapatos no te marcan los pies?-
-sí! Me dejan las tiritas marcadas en las patas- dijo, mientras se sacaba un zapato. Yo casi me salgo del sillón cuando lo hizo. Mi sangre estaba caliente, la sentía hasta mis orejas, y mi corazón palpitaba a más de lo normal. Debía ser discreto y certero para apoderarme de esa deliciosa extremidad...
-¿a ver?- le dije, mientras me acercaba a su pie, y me extrañó de que ella no se apenara por el hedor de sus patas, pues francamente llegaba hasta mi nariz sin acercarme, pero tomé su pie entre mis manos...
-jaaaaaaaaajaaaaaaaajaaaaa! Noooooo!!- contestó a gritos, pues inmediatamente retiró su pie de mi mano, que apenas lo rozó.
-¿qué ocurre? le pregunté
-es que.... mi piel es tan sensible que también hasta el más mínimo roce me provoca muchas cosquillas!-
Aleluya! Pensé, pues exactamente quería averiguar qué tan cosquillosa era mi cuñada.
-a ver, todo es psicológico- le dije vas a ver que puedes controlar tus emociones...-
y volví a tomar su pie en mis manos.
-jooooooojoooooojojojo!! Es inútil,jajajajajaj!! Siento muchas cosquillas- berreaba mientras paseaba mi dedo índice por su arco del pie, y casi lloraba de la felicidad que sentía.
Sus risas eran demasiado fuertes, tanto como el olor que despedían sus plantas de los pies. Paré la tortura un instante, para comprobar que de verdad sus empeines estaban rojos, pues las tiritas de cuero de sus huaraches le habían marcado todo el día,
-¿sabes? Se siente muy rico quitarse los zapatos. Pero me estás haciendo cosquillas y no puedo evitar reírme.
-es que la risa es muy buena...cuchi cuchi- y le cosquilleé ligeramente su planta.
Ella rió en silencio, pero su cara estaba roja.
-se siente chistoso, y sabes que me encanta reírme, espérame tantito...-
acto seguido, se paró y sacó de su cuarto una pluma de ave, muy pequeña y vieja, casi parecía de peluche.
-con esto me imagino que no sentiré tanto, ¿no crees?-
yo me sentí super emocionado, ella me estaba brindando el instrumento con el que iba a rozar sus delicadas plantas de los pies, mientras ella muy probablemente los disfrutaría...
ella se acomodó en el sillón, subió su pierna para no cansarse y yo tomé su pie con cuidado. Comencé a cosquillear su talón, el cual alparecer no era muy sensible, pues hasta tenía un callo que prevenía la sensación de cosquillas, aunque de todas formas reía mientras le pasaba la plumita... después ataqué su arco, donde su risa se hizo más fuerte y ella movía la cabeza hacia los lados, como diciendo "NO" y de nuevo su rostro se puso rojo. Su punto débil era bajo sus dedos, donde de plano sus carcajadas habrían despertado hasta a su vecino...
-nooooooooooo!!jajajajajajajajajajajajajaaaaaaaaajajajajajaj!! ahí no, es mi punto débil!jejejjejejeje!-
yo reía con ella, pues sus carcajadas eran contagiosas, y tiré la pluma, cosquilleando esa zona con mis dedos, con lo cual se convulsionó y casi se cae del sillón.
-Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaaaaaaaaaaaajajajajaaaaaaaaajjjaaaaaaaaa!! Me vas a matar!- gritaba.- ya no puedo más!-
la dejé descansar, y tomé su otro pie, para así botar su zapato y cosquillear su zona más sensible, pero de ambos pies. Cuando lo hice al mismo tiempo, se movió tanto que cayó del sillón y casi me patea la cara. Tomé uno de sus pies y lo olí deliciosamente. De verdad le apestaban y aún terminada la sesión de cosquillas, camino a mi casa l¿mis manos olieron así durante todo el camino.
Justo cuando le dejé descansar de nuevo, llegó mi chica. Como no quería que ella sospechara nada, saqué nerviosamente las fotos, y mientras mi cuñada se metió de nuevo sus apestosos huaraches, como si conociera la intención.
De cualquier modo mi chica se enteró que le había hecho cosquillas a su hermana, pues esta no podía ni hablar, se le resecó la garganta por las carcajadas y hasta le dio un ataque de tos, que se le calmó con otro trago de ron con cola.
Esta experiencia fue maravillosa, pues me dí cuenta que no todos los hedores corporales de la mujer son desagradables...