Los pies de mi amado periodista

Es un relato de aventuras sexuales con un periodista (Panamà) hasta el grado de ser ahora su esclavo de los pies...

Nunca pensé que una aventura me convertiría en esclavo de sus pies hasta el día de hoy. Hola me llamo Rafael y soy de Panamá. Esta es mi historia. Tenía en aquel entonces 20 años de edad. Comenzaba a salir del “cascarón”, es decir, que empezaba a explorar el mundo gay. Comencé a frecuentar los bares de ambiente y las discotecas. Era para mí una experiencia diferente. Tenía la noción del sexo pero no con hombres. El sólo pensar en eso me ponía sumamente arrecho. Hasta que lo hice por primera vez con mi pareja. Ahora bien, mi relato no es con mi pareja. Sino más bien con un periodista que conocí en el bar. Uno de esos día cualquiera me escapé de mi pareja y me fui solo al bar. Claro aunque eso representaba problemas después, pero qué carajo me armé de valor y me fui. Llegué al bar y me senté solo y pedí una jarra de cerveza. Noté que en la barra había un man que me estaba observando con mucha frecuencia y su mirada me ponía muy nervioso. Cuando me levanté para ir al baño él se fue detrás de mí y me preguntó si estaba solo. Le contesté que sí. Me invitó una cerveza lo cual accedí. Pasando las horas me estaba entonando. Para disimular el mareo de las cervezas me puse a bailar. Bailé varias piezas luego me senté muy exhausto. Él se acercó y me dijo que bailaba muy bien. Luego me dijo que se llamaba Johny y que estaba encantado conmigo, que quería meterme la verga en ese culo. Lo cual solté una carcajada. Me dijo que no me riera “que el que ríe de último ríe mejor”. No sé cuando en unos de esos momentos accedí ir con él ir al apartamento. Estando allí él se desnudo y sacó su gran verga de cómo 20 centímetros. Estaba totalmente dura. Claro está se la mamé con mucha lujuria de arriba a bajo como si eso fuera toda mía y que nadie tenía derecho a poseerla nunca. Gemía con gran placer. Poco a poco fui deslizando mi lengua por sus guevos y luego por su piernas hasta llegar al empeine de los pies. Él trataba de quitarme de allí, pero me así firmemente de sus pies apoderándome de cada uno de sus dedos largos y bellos. Era para mí como un caramelo que un niño desea con tanto gusto, pero en mi caso lo hacía con tanto placer. El olor de sus pies era indescriptible, puedo decir que era un olor de pies sudado con cuero del calzado. Él solo obedecía lo que hacía mi terrible lengua. Abría los dedos de los pies para que mi lengua entrara en cada unos de ellos y yo lo hacía como si fuera un sueño. Estuve buen rato en ese pies hasta que él me quitó ese para ponerme el otro. Solo escuchaba susurrar diciendo “eso perra, nadie en mi puta vida me había echo eso. Sigue, sigue así. Que rico se siente.” Mientras que con la mano se masturbaba fuertemente. En uno de esos sentí un gemido fuerte. Se había venido, pero su leche se lo echó en la mano. Me dice: “¿quieres mi lechita?” . Le dije que sí. Solo vi cuando unto su leche en unos de sus pies como si fuera una crema. Me dijo: “es toda tuya”. Como un buen esclavo comencé nuevamente a lamer sus pies. Mientras lamía con tanto placer sus pies. Buscó sus zapatos zapatos y me dijo que lo oliera. Lo hice tal como me dijo, luego sacó sus medias que y me la colocó en mi nariz para que aspirara ese olor tan agradable. “Huelen ricos ¿verdad?. Son medias que tengo de esta mañana cuando fui al trabajo y hasta ahora es que me lo quito. “¿Qué tal te parece?”. Solo yo decía: “están ricos mi amor. Ese olor me encanta, por que antes no te había conocido.” Me dijo que era el destino y que en ese día había llegado. Ese olor me ponía más arrecho y lo que él me decía aún más. Tomé mi pene y mientras olía y hacia de todo un poco, me pajeaba con gran placer. Después de esa sesión de pies. Me colocó el culo en el aire y me comenzó a meter esa grandota verga en mi culito. Solo me decía que ahora a él le tocaba gozar, por que ya yo había gozado. Poco a poco fue entrando ese vergón y sus movimientos comenzaron a intensificarse cada vez más hasta que de un suspiro fuerte se vino. Para mí eso fue unas de las grandes experiencias que tuve, por que ese fue mi primer pies que lamía. Ahora han pasado siete años y todavía cuando él quiere nos culiamos, pero siempre me hace sufrir antes de lamerle u olerle sus pies. Es decir, que me pone a que me gane sus pies si obedezco lo que él me dice. Cada vez que lo hacemos es algo diferente y placentero. Ahora tengo el número de su celular y cuando quiero tener sexo con él, solo lo llamo y nos ponemos de acuerdo para fantasear y desbordarnos de placer. Me da risa cuando lo veo dando sus reportajes de televisión y solo digo en mis adentros que ese hombre es mío cuando quiero también. Y que solo sus pies es para mío.