Los pies de Alicia

Soy un fetichista de los pies y termine rendido a unos...

LOS PIES DE ALICIA

Me llamo Jose, trabajo en un gran bufete de la ciudad y me levanto a las 6 de la mañana todos los días para ir a trabajar. La mañana del lunes pasado jamás se me olvidará, porque un sueño se me hizo realidad.

Como de costumbre llegué a la oficina a las65:30, la ciudad aún estaba en tinieblas mientras conducía mi Golf, llevaba mucha prisa porque tenía que preparar una demanda para la reunión de las 9 con mi director. Entré a mi oficina directo a buscar mi taza de café cargado, me quité la chaqueta, e inmediatamente me aflojé la corbata, encendí mi agenda electronica y la otra computadora, y me puse a trabajar como si se estuviese acabando el día que acababa de empezar.

Estaba sumergido en las profundidades legales, cuando de repente entró Alicia, la chica nueva que acababa de incorporarse al bufete. Sus referencias eran impecables: licenciada con honores en la facultad de derecho, directora del periódico estudiantil, y estaba tan buena que era imposible mirarla como abogada. Alicia mide 1.70, tiene la tez blanca, pelo castaño claro, delgada (diría que pesa unas 60 kilos) y todos los días parecía vestir el mismo atuendo de chaqueta y falda azul marino, y unas sandalias de color negro que dejaban al desnudo unos pies largos y blancos, con la pedicura francesa hecho como tallada en columnas griegas, y dedos y uñas de un largo calentísimo (confieso mi fetichismo de pies, me parecen sensuales).

Hola, me dijo apenas entró, - ¿qué estás haciendo? - contesté haciéndome el desentendido, ante la impresión que me dejó: - preparando una demanda importante - Inmediatamente me dijo que apagara la computadora, que ella se había quedado toda la noche trabajando, y estaba harta de las computadoras, y que quería hablar conmigo. Así lo hice, y comenzamos a charlar acerca del tiempo, de las noticias, de todo un poco. No podía dejar de mirarle los pies, a veces ni siquiera la miraba a los ojos, sólo a los pies, tenían un arco perfecto y jugaban con las sandalias sensualmente.

Se quitó las sandalias porque decía que le dolían, y que quería dormitar en el sillón de mi oficina; yo le dije que por mí no se preocupara, que estaba bien. Acostada en el sillón me pidió un vaso de agua, y acudí en su ayuda como por arte de magia, fui a por el vaso y lo llené de agua. Cuando estuve cerca del sillón me acerqué por la parte de los pies para extenderle el vaso de agua, intencionadamente lo había llenado hasta el borde, así que cuando llegué a la altura de sus pies, derramé un poco. No había comenzado a disculparme, cuando un gemido de éxtasis salió de su garganta, como si yo hubiese vertido una cubeta de agua encima de un pequeño incendio.

Me preguntó si le podía hacer un pequeño masaje en los pies y le contesté que por supuesto, así que me senté a sus pies. Ella todavía estaba acostada y puse sus pies en mis piernas. A estas alturas mi verga estaba a mil, la tenía dura, muy dura, así que comencé a acariciar sus pies. Eran delicados y largos, con dedos flacos, y estaban muy cansados. Los acaricié para excitarme, tenían un olor exquisito, olían a pata, pero eso me ponía más caliente. Deslicé lentamente mis dedos por toda la planta del pie, y ella no sintió cosquillas. A medida que aumentaba el ritmo, Alicia emitía suaves quejidos que se iban intensificando. Subía por los tobillos y como la pequeña falda se había subido, podía ver sus pantaletas: eran un hilo dental que descubría un muy bien depilado clítoris y una pequeña toalla sanitaria se aferraba a la pequeña tanga.

Me armé de valor y puse su pie izquierdo encima de mi verga parada, a través del pantalón, ella dijo - Huy cielo , que rica la tienes, parece un palo - A continuación me pidió que le chupara los pies y así lo hice, tomé su pie derecho y lo olí, lo olí profundamente, hasta que la cabeza de la verga me cabeceó queriendo acabar. Lo seguí oliendo y me lo llevé a la boca. Primero el dedo gordo, exquisito, luego lo chupé con dedicación como un dulce. Posé mi lengua en la parte de abajo de sus dedos, y el sabor me enloqueció, me metí los cinco dedos de su pie derecho en mi boca. Estaba tan entretenido en mi tarea de chupador, que no me di cuenta que ella se masturbaba por encima de su pequeño bikini. Seguí chupando los dedos de los pies y sus tobillos, tomé una sandalia de las que se acababa de quitar y la olí, olía espectacular, una mezcla de sudor y jabón de baño. La etiqueta de la marca del zapato estaba un tanto gastada por el paso del tiempo, lo olí todo de arriba abajo y seguí chupando mi nuevo juguete.

Ella acabó cuando me vio lamer el zapato, se sacó la toalla sanitaria que llevaba debajo y me la mostró. - Ando con el periodo: mira mi toalla-, en efecto, estaba empapada de sangre, me la lanzó y la olí también, la chupé como si fuera una esponja y no pude más. Me saqué la verga y restregué la toalla en todo el glande, jamás la había tenido tan parada, subí inmediatamente y la penetré con una furia de perro en celo. Solo le había dado tres embestidas cuando la verga se me llenó de semen, ella me dijo que llenase  sus pies con mi leche; saqué la verga y le eché encima cerca de ocho chorros de una espesa leche, todos sus dedos se llenaron de ella, incluso en medio de los dedos que luego comencé a limpiar con mi lengua.