Los pezonacos de Alicia calientan a mi mujer

Se colocó detrás de Alicia, le agarró las tetas y empezó a magrearlas. Después le cogió una mano y la puso sobre mi polla invitándola a menearla como había hecho ella. -Ahora te toca a ti, Carlos-. Entendí lo que quería y me lancé a acariciar las tetas de Alicia.

Los pezones tenían el tamaño de la falange de mi dedo índice, pero más grueso, y parecían tener la dureza del diamante a juzgar por como eran capaces de moldear la tela del bikini. Yo juraría que era uno de esos bikinis que tienen forro en el sujetador, con algo de relleno. Aún así los pezones, desafiantes, salían del mar y me miraban, oscuros, así los imaginaba yo, como oscuros era mis pensamientos en ese momento. Estaba empezando a vivir una de esas situaciones en las que pierdo el control de mi mirada y que a veces me generan algunos problemas.

Me había quedado ligeramente traspuesto y al incorporarme la ví saliendo del agua. No podía crear que fuera real. Mi polla se había levantado como un resorte, así es que debía ser absolutamente real. Mi mujer, tumbada en su toalla, no se había percatado de la situación, tampoco creo que le hubiera interesado, pero seguramente sí le habría sorprendido ver que mi rabo estaba pidiendo guerra sin saber por qué.

Yo la había visto antes en el hotel, había llegado casi al mismo tiempo que nosotros, por eso me quedé con su cara mientras esperábamos a que nos atendieran en la recepción. Venía sola, o al menos llegó sola. La verdad es que no me había llamado la atención especialmente. Era una mujer normal, de treintaytantos largos, bien llevados. Rubia natural, diría yo, pero eso nunca se sabe. La piel pálida, los ojos claros, verdes, creo, y una nariz aguileña, algo pronunciada, que se convertía en protagonista de un rostro sin demasiados matices. La boca pequeña, los labios finos y la barbilla ligeramente afilada y adelantada. Los ojos le daban cierta belleza y la nariz un toque distintivo. Una cosa compensaba la otra sin llegar a la armonía. A veces los recepcionistas tardan más de la cuenta en atenderte y hay tiempo para observar.

A pesar de todo no había captado mi atención hasta que la vi salir del agua. Es curioso, la importancia de un sólo detalle, bueno, dos en este caso, que por sí mismos fueron capaces de modificar radicalmente mi percepción de esta mujer. Pasó de ser una moderadamente atractiva vecina de hotel a una obsesión. Absurda pero obsesión. Tenía que disfrutar de esos pezones, al menos, verlos en su esplendor y sin molestas telas velando el espectáculo. Claro, que se me hacía enormemente complicado acercarme a la mujer de los pezones con mi mujer al lado casi 24 horas al día.

De todas formas, me propuse encontrar una manera de acercarme a esta diosa de los pezones sin que mi mujer pensara que estaba intentando ligar con ella en sus propias narices. Tenía que inventar alguna historia para el primer acercamiento.

Cuando vamos de vacaciones la primera noche suele ser un revolcón eterno, casi nos saltamos la cena para irnos a la cama a follar como locos. Hay que aprovechar el tiempo. Pero esa noche, con los pezones arañándome las neuronas, pensé que si bajábamos a tomar una copa al pub del hotel igual nos encontrábamos a la fuente de mis deseos y quien sabe...

Le pedí a Clara, mi mujer, que se pusiera sexy esa noche para ir calentándonos. Se colocó un vestido de un tejido muy fino, suave. Desechó la ropa interior, sabe que eso me pone como una moto, pero sólo me da gusto en ocasiones contadas. Clara tiene unas buenas tetas, de las que caben en la mano a duras penas y la verdad, cuando los pezones se le ponen duros son grandes y duros, aunque no tanto como los de la chica de la playa. Esta noche iba a disfrutar. Sabía que rozarle el culo o las tetas sería casi como tocar su piel y que si se sentaba con cierto descuido dejaría al descubierto su coñito, que esperaba se hubiera rasurado para la ocasión.

Ya en el bar el ambiente no era muy adecuado para mi estado de ánimo. Aún pululaban por el local algunas parejas que trataban de extenuar a sus retoños sin mucha fortuna. Nos sentamos en una mesa discreta, algo apartada del bullicio y me levanté a pedir una copa. Un par de gin tonics. Es poco habitual que Clara tome alcohol, así es que pensé que entre unas cosas y otras andaba cachonda y quería achiparse un poco para terminar de desinhibirse. La dejé sentada y me fui a la barra.

Andaba obsesionado con la posibilidad de que la chica de los pezones estuviera en el pub, pero no la había visto, así es que aguardé a que me atendieran y me entretuve mirando el ambiente. Cuando me volví hacia la mesa vi que Clara se había levantado. Supusé que estaría en el aseo así es que me senté a esperarla tomando la copa. Al poco salió, efectivamente, del servicio y me dejó de piedra. Venía charlando animadamente con la fuente de mis obsesiones, con la chica de los pezones. Las dos se reían y venían agarradas por la cintura hacia mi.

-No te lo vas a creer. Me he encontrado con Alicia, una compañera de la Universidad a la que no veía desde hacía años y la he invitado a tomar una copa con nosotros. ¿No te importa, verdad?

-No, claro que no- dije, mientras me levantaba para besar a la amiga de mi mujer y por mi cabeza corría un velo de confusión. Cómo era posible esta coincidencia, que la mujeres con los pezones más impresionantes que había visto en mi vida hubiera sido compañera de carrera de mi mujer.

Tomamos un par de copas mientras ellas charlaban animadamente, recordando vivencias comunes. Yo me desconecté por momentos, mientras sonreía, hasta que Alicia comentó que no quería trasnochar mucho y que se iba a dormir. Quería ir a la playa al día siguiente. Mi mujer también dio por finalizada la velada y las dos quedaron en verse en el desayuno. -Igual podemos pasar el día juntas en la playa- dijo mi mujer. Yo pensé que ya se me habían acabado las playas nudistas en estas vacaciones. Subimos a la habitación y nada más cerrar la puerta me lancé sobre Clara para follarla, ella no se mostró tan dispuesta como otras veces, pero echamos un polvo, sin más.

Por la mañana bajamos temprano a desayunar, queríamos salir pronto a la playa para poder volver a mediodía y descansar un rato. Clara se colocó un bikini y un pareo y dejamos todo listo. Yo sabía que nos íbamos a encontrar con Alicia en el desayuno, pero la noche anterior no habíamos cruzado muchas palabras, la verdad, me había sentido un poco al margen de la conversación. No tenía muy claro si me apetecía repetir la experiencia, y menos una mañana entera de playa. Claro que la perspectiva de poder gozar de nuevo de la visión de esos pezones en su plenitud me mantenía aún cierta ilusión en el ánimo.

Alicia estaba ya sentada en una mesa y allí nos dirigimos. Tras los saludos y después de aprovisionarnos para desayunar Clara fue al grano.

-Bueno, ¿A qué playa vamos a ir? Alicia, yo no sé si a ti te apetecerá, pero nosotros solemos buscar alguna playa nudista para disfrutar del sol. ¿Tu como lo ves?

Yo me quedé mudo. Hace muchos años que haciamos nudismo pero hasta la fecha nunca habíamos ido a la playa con nadie conocido. Eso era un cambio radical y reconozco que empecé a notar como mi polla se despertaba.

-La verdad es que yo no suelo hacer nudismo, de hecho no lo he hecho nunca, como mucho, y sólo por el tonteo, topless en alguna ocasión, pero si a tu marido no le molesta que yo vaya con vosotros...

No sabía como iba a reaccionar mi polla en la playa ante la cercanía de dos mujeres desnudas, sobre todo de una a la que acaba de conocer y con cuyos pezones estaba obsesionado, pero rápidamente me activé. -Yo no tengo problemas, estaré encantado- dije.

-Ya, ya me imagino- contestó Clara -encantado no, encantadísmo. Pues no hay más que decir, si Carlos no pone inconveniente, en 15 minutos no vemos en la recepción y no vamos a tomar el sol, que ya tengo ganas de quitarme las marcas del bikini-.

Yo había dejado todo listo, así es que no subí a la habitación y les dije a las dos que las esperaba en el hall en un rato, mientras me iba a tomar un café. Al cabo de unos minutos, apareció Alicia en la recepción con una bolsa de playa y lista para pasar el día. Venía con una camisola fina que le cubría hasta medio muslo y dejaba entrever un bikini negro. Charlamos de vaguedades mientras esperábamos a Clara que, cuando apareció me dejó de piedra. Se había puesto un bikini rojo, pequeñito, y un pareo de gasa por encima, pero había optado por no colocarse el sujetador del bikini.

Todas las miradas de los huéspedes se posaron en su cuerpo y se veía que lo estaba disfrutando. La gasa del pareo dejaba ver su tetas con claridad y éstas se bamboleaban rítmicamente al compás de sus pasos. Además, el pareo se abría a cada metro y tampoco es que la braga fuera muy discreta. Estaba espectacular.

-¡Joder, como vienes!- le dije -Tienes ganas de llegar a la playa, ¿eh?.

-Calla tonto y vámonos-

Después de 20 minutos de coche, llegamos a una playa que conocíamos de años anteriores y nos fuímos a la arena. Estaba muy tranquila. Un par de parejas y nosotros tres. No obstante, pensado en Alicia, mi mujer decidió escoger un lugar algo apartado y relativamente discreto para sentarnos. Rápidamente, Clara se soltó el nudo que sostenía el pareo  dejó sus tetas al aire y se bajó la braga del bikini. Alguien tenía que romper el hielo y ella estaba rompedora. Tanto que se había rasurado completamente el coño, cosa que no hace todos los días y que sabe que me pone como una moto. El efecto fue inmediato y me hizo dudar de la conveniencia de quitarme el bañador inmediatamente. -Me voy a dar un baño- dije.

-De eso nada- contestó Clara -primero te quedas en pelotas y después al agua-. Sus ojos expresaban una malicia que yo entendía. Sabía que me había empalmado al verle el coño libre de vello y quería que me quitará el bañador delante de su amiga y en estas codiciones. Me resigné. -Fuera el bañador-. Las dos miraron mi polla y sonrieron pero no dijeron nada.

-Ahora te toca a ti, Alicia- le dije ya envalentonado, sobre todo viendo que no estaba muy decidida a enseñarnos su cuerpo.

-Me da un poco de vergüenza, la verdad, pero....

Alicia se quitó la camisola y nos dejó ver su cuerpo. Sus pezones se había puesto duros como piedras y pedían a gritos más espacio para desahogarse. Yo me senté en la toalla para disimular un poco el estado de mi polla y Clara hizo lo mismo a mi lado. Alicia se soltó el sujetador del bikini y dejó al aire dos pezones oscuros, color chocolate. No me había equivocado eran tremendos. Después se sentó también y se bajó la braga del bikini quedándose en pelotas. Nos observamos los tres y sonreimos.

-Bueno, ya está, ya nos hemos visto todos desnudos- dijo Clara con desparpajo e inclinándose un poco hacia mi me agarró la polla con soltura y mientras la meneaba suavemente arriba y abajo -y parece que a Carlos le gusta lo que ve, aunque a juzgar por el estado de tus pezonacos, tampoco estás muy a disgusto- le dijo a Alicia.

Alicia se sonrojó levemente y nos explicó que siempre se había sentido algo avergonzada por culpa de sus pezones, que en más de una ocasión la habían puesto en situaciones comprometidas, pero que así, todos desnudos era más llevadero, además, ya veía que seguramente yo lo estaría pasando peor.

-Esto lo solucionamos rápido- espetó Clara y se colocó detrás de Alicia, le agarró las tetas y empezó a magrearlas. Después le cogió una mano y la puso sobre mi polla invitándola a menearla como había hecho ella. -Ahora te toca a ti, Carlos-. Entendí lo que quería y me lancé a acariciar las tetas de Alicia. El tacto de los pezones de la compañera de mi mujer era aún más espectacular. Estaban duros como piedras. Mientras Alicia me pajeaba lentamente, yo le estaba acariciando los pezones y mi mujer miraba complacida la escena. Estaba en un paraíso. Hasta que Clara se levantó y agarró a su amiga de la mano. -Se acabaron las presentaciones, vamos al agua que esto se está calentando más de la cuenta-.

Las dos se fueron al agua corriendo y yo me quedé sentado con un palmo de narices y dos de polla, observando los culos de mis dos acompañantes cimbrearse camino de la orilla. Lo estaba flipando. En el agua empezaron a mojarse la una a la otra y, desde mi posición vi como se abrazaban y se manoseaban, se tocaban las tetas y estaba seguro de que se estaban metiendo mano. Alicia me llamó y me fui al agua con las dos a participar en el juego.

Cuando llegué hasta ellas Clara me dijo en voz baja, pero no tanto como para que Alicia no se enterase. “Sé que ayer te embobaste con los pezones de Alicia. Ahora son tuyos. Quiero que te la folles aquí, en el agua”. No me hizo falta más. Sabía que la playa no estaba vacía, pero me dió igual. Me coloqué detrás de Alicia y le abrí los muslos para meterle un dedo en el coño. Estaba empapada y caliente. Clara cogió mi polla con la mano y la colocó en la entrada, lista para metérsela de un empujón. En un segundo le había clavado la polla a Alicia y ésta se retorcía de placer, mientras Clara, delante de ella le comía las tetas. La estuve follando un rato. Bombeaba con fuerza, con rabia y miraba arrobado a los ojos de mi mujer. Las manos corrían de un cuerpo a otro y Clara y yo nos disputábamos la posesión de los pezones de Alicia.

Alicia estaba muy caliente y con la ayuda de mi mujer que le acariciaba el clítoris se corrió dos veces mientras yo seguía follándola. No podía más. -Me voy a correr- dije, y Alicia apretó con más fuerza su culo contra mi al tiempo que Clara me agarraba del culo y empujaba. Solté el chorro dentro del coño de Alicia y ellas se fundieron en un beso húmedo, y salado.

-Ya tienes tu trío, Carlos, esta noche habrá más, si queréis, pero que sepas que ahora me tocará a mi- dijo Clara mientras los tres salíamos del mar agarrados por la cintura para secarnos al sol en la orilla.