Los pervertidos de Anabel (1)

Anabel le contó a Johnny muchas historias sabrosas que él narra con su peculiar estilo. Los buenos cuentistas fueron primero buenos oyentes de cuentos.

LOS PERVERTIDOS DE ANABEL

I

EL PAJARITO CANTOR

Anabel es mi mejor amiga. No quiero decir con ello que entre nosotros no haya sexo, que lo hay y del bueno, sino que nos sentimos así, amigos que pueden charlar durante horas, preparar una buena cena para invitar al otro o simplemente ir al cine o pasear por un parque. No tengo muchos amigos, más bien pocos. Un gigoló no nace precisamente para la amistad. Le ordeñan el sexo y si te he visto no me acuerdo. Claro que mi caso es un poco especial. Johnny sabe hacerse con sus clientas, que suelen repetir y gustar de una buena charla amistosa, pero no hay gran cosa fuera del sexo. Lily fue un caso muy especial y Marta el amor imposible que todos pasamos una vez en la vida, como el sarampión. He tenido muy buenas clientas a las que en algún momento consideré mis amigas. Aunque soy consciente de que la amistad me ha sido vedada por la vida, para equilibrar el plato de la balanza, pleno de placer sexual.

Durante mi adolescencia tuve los amigos que todos tenemos a esas edades, compañeros de colegio y de juegos. En la universidad algunos compañeros se arrimaron a mi buscando que les tocara algo del asedio de chicas que sufrí de forma más o menos intermitente. Con dos de ellos llegué a llevarme muy bien. Incluso compartimos piso y no me pusieron el cuchillo en el pecho cuando algún mes me veía imposibilitado de pagar el alquiler. Claro que siempre esperaron que trajera algunas chicas liberales al piso. Daban por hecho que las compartiría con ellos, los amigos están para eso. Pero no hubo mucha oportunidad de compartir nada porque las chicas me llevaban a sus cuartos cuando se enteraban que no vivía solo en el piso. Cuando comencé a ganar dinero con Lily les traje algunas chicas, empleadas de Lily o prostitutas de la calle a las que pagaba de mi bolsillo, con la condición de que se hicieran pasar por mujeres liberales buscando un buen polvo. Suelo ser agradecido con quienes me tratan bien y ellos fueron buenos conmigo. Nunca lo supieron, eran tan tontos para estas cosas que hasta hubiera podido hacer pasar a una profesional de larga trayectoria por una chica virgen.

Más tarde, cuando monté mi negocio, me hice con empleados a mi gusto, algunos de los cuales llegaron a ser buenos amigos (no sabían nada de mi pasado) y algunas empleadas fueron mis amantes a temporadas. Pero amigos, lo que se dice amigos, nunca tuve tantos que pudiera permitirme el lujo de no contestar a sus llamadas. Por eso aprecio tanto a mi amiga Anabel. Es una mulata de curvas tropicales, alegre como unas castañuelas, de piel suave como la piel del melocotón y tan parlanchina como un loro en estado de gracia. Es hermosa, muy hermosa, aunque lo más atractivo para mi sea su buen ánimo. Es difícil verla sumida en la melancolía o hablando de tragedias de la vida. Su vitalidad podría hacer volver las espaldas y enfrentar al enemigo a todo un ejercito derrotado. Y le gusta hablar, mucho, y que yo sacie sus curiosidades de todo tipo, culturales, sobre los hombres, sobre la vida en general.

Anabel fue mi maestra en posturitas del Kamasutra. A pesar de su físico rotundo tiene una curiosa flexibilidad. Parece ser que fue atleta o gimnasta en su juventud aunque a ella no le gusta hablar mucho de su pasado. Ha sido Lily quien me tuvo que contar gran parte de su historia, que dejo para otra ocasión. Lo pasamos muy bien durante mi aprendizaje, nos reímos mucho. Ella tiene un especial vocabulario para casi todo y especialmente para denominar a cada una de las posturitas para el coito que dos cuerpos pueden adoptar y que son casi infinitas, todo depende de la flexibilidad del cuerpo y de las ganas de hacer de contorsionista. Después de haber comenzado mi vida profesional Anabél solía llamarme de vez en cuando. Salíamos juntos, como dos novios, y ella hablaba de lo humano y lo divino. Me hacía incontables preguntas y se reía con mis salidas de tono, mis humoradas. Nos hicimos excelentes amigos sin perjuicio de acabar en la cama si nos apetecía y no estábamos muy cansados de nuestros respectivos ajetreos. Anabél tiene una historia trágica, terrible, otra en su lugar estaría cazando hombres como otros cazan patos o tiran al plato. Yo hubiera cogido la escopeta y me hubiera situado en cualquier punto de la geografía urbana para cazar hombres, sin distinción.

Sin embargo ella parece habérselo tomado con mucha filosofía. Apenas menciona el tema y sus especiales dotes de hacerse con los hombres más raros y violentos hicieron que Lily la encargase especialmente de sus "pervertidos". Esto no significa que sea una experta en sadomasoquismo. Lily ya tiene sus profesionales para este género sexual que tan poco le gusta a ella. Sin embargo hay otros "pervertidos" más inocuos, en el fondo unos pobres hombres, que necesitan "cuidados" especiales que Anabél es capaz de prodigar como una madraza. Conociendo su pasado me resultó sorprendente esta conducta, la de una especie de enfermera de guerra, violada por soldados, que ahora se dedicara a curar las heridas más repugnantes causadas por la guerra. Con el tiempo comprendí que la psicología femenina es todo un universo inexplorado, donde hay tantos mundos distintos, que un hombre no llegará a conocerlos nunca en su totalidad. Me quedé con la conclusión, que a mi me pareció lógica, de que en el fondo Anabél disfrutaba viendo a los hombres a sus pies, esclavos de sus propias debilidades. Sus miserias aliviaban su alma atormentada. Las pocas veces que intenté explicarle mi teoría me cortó con una sonrisa y cambió de tema. No pierdo la esperanza de conocer algún día el "secreto" de Anabél.

En nuestras largas charlas tocábamos todos los temas, sin dejar de lado los avatares de nuestras respectivas vidas profesionales. Ella no se molestaba por los detalles de mis coitos a pesar de haber creído notar un especial afecto por su parte en nuestros encuentros amorosos. Y siempre supuso que a mi tampoco me afectaban los detalles íntimos de las historias que me contaba. Así comenzó a darme noticia de "sus pervertidos" cuando me notaba bajo de forma, como necesitado de reírme un rato. Confieso que le pedí a Lily las grabaciones de Anabél y las visualicé todas. Lily nos grababa a todos, incluso a mí aunque no me lo dijera hasta que la forcé a decirme la verdad. La historia de las grabaciones es demasiado larga para sacarla a relucir en este momento. A mi me mantuvo engañado un tiempo haciéndome creer que solo grababa a los clientes "especiales", por si algún día necesitaba utilizar el chantaje como defensa ante situaciones sin salida. En realidad nos grababa a todos, clientes y profesionales, y todo el tiempo que permanecíamos en sus casas. Lily era una voyerista de mucho cuidado, una verdadera adicta, no solo en cuanto a la práctica del sexo, sino que le gustaba saber todo de todo el mundo. Me refiero a lo más íntimo. Hubiera puesto sistemas de grabación hasta en los ministerios, las presidencias de gobierno y cuarteles de todo el mundo, si la hubieran dejado.

Yo mismo me contagié un poco de esta afición. Gracias a Lily y a Nerea me hice un adicto a los videos, las fotos y las grabaciones de conversaciones íntimas. Estoy seguro de que Anabél me hubiera dado permiso para grabar sus charlas si se lo hubiera pedido, pero me pareció más excitante hacerlo sin que ella lo supiera. Me compré una buena grabadora japonesa de bolsillo y la enchufaba cada vez que iniciaba alguna de sus historias. La del pajarito cantor es una de las más divertidas, al tiempo que de las más mezquinas, miserables y repugnantes que me contó.

Zoilo Gutierrez, Zoilín, como era conocido en la profesión, era un hombrecillo de unos cuarenta años, tan bajito que un mal pensado hubiera imaginado lo pequeño que debería ser el instrumento que tenía entre las piernas. Y así era. Estaba tan obsesionado con "este regalo de la naturaleza", que buscó toda clase de soluciones (hasta se puso en manos de un cirujano plástico para alargar su pene, a punto estuvieron de cortársela debido a una infección y aún le quedó más pequeño). Tenía cara de mala leche y un bigote casi más grande que su cara. Zoilín se dedicaba a la prensa del corazón. En aquellos años no era lo que con el tiempo ha llegado a ser, aunque ya se adivinaban las monstruosidades de la criatura en cuanto creciera un poco.

Zoilín se dedicaba a las tareas más sucias y más ingratas: esparcir rumores sin fundamento, espiar por cuenta de unos y de otros y lo más mezquino de todo, escribía los sueltos incensando a los famosos que pagaban previamente el incienso y lo que hiciera falta. Sus trapacerías de rata cloaquera le llevaron a callejones sin salida en los que a punto estuvo de perder la vida. Lily se enteró de que andaban tras él (Lily se enteraba de casi todo) y decidió ayudarle con la intención de ponerlo a su servicio. Mandó a Gervasio, su guardaespaldas de toda la vida y jefe de su "servicio de seguridad privado", a echarle un cable. Lo escondieron hasta que pasó la tormenta y luego Lily habló con él largamente. De esta forma Zoilín, sin dejar de ser reportero intrépido en asuntos del cuore, se hizo más precavido y asumió otras funciones secretas. Espiaba para Lily las debilidades de los famosos y de esta manera se pudo hacer con alguna famosilla dispuesta a vender su cuerpo para mi querida celestina, a cambio de un módico precio, ustedes me entienden. También soplaba a la oreja de los más lujuriosos dónde podían encontrar la horma adecuada para su instrumento. Esparcía los rumores que le interesaban a Lily, espiaba como un auténtico profesional y creo que hasta llegó a grabar escenas de camas de los personajes que más morbo producían en su dueña. Era un submundo cloaquero del que solo me enteraría a la muerte de la más grande estrella del negocio erótico de todos los tiempos. En su diario se recogían con todo detalle estos tristes episodios.

Zoilín a cambio de tanto trabajo recibía de Lily un abundante pago en especie, sin restricciones. Se acostaba con las pupilas de mi amada celestina, o sea mis compañeras de catre, con el único requisito de concertar previamente la cita cuando no hubiera mucho trabajo de campo. Se acostó con todas y hasta puede que con alguna menor que Lily pidió prestada de otros negociantes del sexo para pagar favores extremos. Ni siquiera la que fuera mi angel del sexo menciona estos detalles en su diario, pero Anabél me confió, a la muerte de su patrona, que a pesar del asco que Lily sentía por involucrar a menores en el negocio del sexo, puede que llegara a utilizarlos como armas en alguno de sus momentos más apurados. Aquello me desagradó profundamente y la hubiera abandonado de enterarme antes de su muerte. El sexo para mi es placer no comercio en el que todo vale, instrumento para alcanzar el poder o forma de satisfacer las perversiones más repugnantes del ser humano a cambio de dinero.

Zoilín se cansó pronto de todo puesto que no encontraba remedio a sus desgracias. Se cachondeaban de su pililita y de la rapidez con que se empalmaba y regaba lo que tuviera más a mano. Era uno de los eyaculadores precoces más rápidos en la historia del Oeste erótico. Curiosamente no sufría de impotencia, rara vez dejaba de empalmarse a la vista de una escena excitante. Pero esta debilidad que ningún tratamiento pudo curar le hacía desear más el divertimento "de visu" que la penetración. Pocas veces lo lograba y en estas pocas rara vez pasaba de los diez segundos, ese era su record de inmersión en profundidades. Cuando descubrió que Anabél no solo era incapaz de reírse de su "desgracia" sino que resultaba maternal, complaciente y dispuesta a satisfacer sus caprichos, se la adjudicó casi en exclusiva. Durante un tiempo Lily le dejó a mamá Anabél para que lo cuidara como a un niñito desgraciado. Luego le quitó a su mamá, reservándola como regalito precioso cuando el niño era bueno.

Continuará