Los pecados de María
Historia subversiva de María que acaba en orgía,interesante experiencia de una esclava
María llevaba horas esperando. Encerrada en aquella pequeña habitación a oscuras, desnuda completamente, fría y nerviosa.
Tan solo estaba atada por el collar que su Amo le había regalado días antes, confirmando que ella sería su esclava. Se lo había ganado a pulso, con la estricta educación que su Señor la había instruido, El simplemente quería que fuera la mejor zorra de todas, pensaba ella.
Había perdido la noción del tiempo, pero solo el pensar que en cualquier momento sonaría las llaves abriendo la puerta, El entraría y entonces no sabía que iba a pasar, que prueba más de Obediencia y Sumisión la pediría esta vez.
Recostada en la pared sentía como los últimos latigazos aun la dolían en su espalda, que había quedado marcada con un rojo intenso, incluso diminutas gotas de sangre perfilaban dibujos en sus nalgas.
El era un hombre fuerte, serio. Un Amo muy severo y quería que ella, su perrita, fuera la envidia de su círculo de amistades, todos eran personas de alto nivel económico y grandes vicios entre los que se incluía tener sus propias esclavas siempre dispuestas a someterse a duras pruebas.
La excitaba esperar y a la vez la llenaba de incertidumbre, no saber que iba a suceder, que sorpresa la prepararía para seguir adiestrándola en el arte del placer y el dolor tan íntimamente ligados en esta, su relación.
De repente, el sonido de las llaves se hizo casi palpable. Allí estaba su Amo, ella adopto la postura de sumisión antes de que cruzara la puerta de la habitación que estaba tan oscura como una noche sin luna.
Sintió pasos, sí, era su Amo. Percibió algunos pasos más, pero en la oscuridad y con su cara pegada al suelo poco podía ver. Sintió como Él la empezaba a acariciar, su perra buena había sabido esperar, ahora debía portarse bien, muy bien.
Lo primero que hizo fue inspeccionar que su sumisa estuviera perfecta, tapó sus ojos y la puso una boca con forma de araña, su boca quedó muy abierta, dispuesta a recibir cualquier cosa que fuera introducida en ella.
Colocó a aquella zorra sobre una mesa estrecha donde sus pechos caían y su culo quedaba a la altura de sus manos para azotarla bien. Bien abierta y expuesta ante los intrusos que miraban como su colega preparaba a su esclava.
Cogió la fusta y la pasó por sus pechos y azotó sus pezones, bajo su cara y pasó su lengua por la de ella, la llenó de babas que se mezclaban con las que resbalaban por su boca inmovilizada y tremendamente abierta.
Su sexo se mojaba, sabía que otros ojos miraban aquel espectáculo, no sabía ni cuantos, ni cómo eran, permanecían absortos admirando la belleza de aquella esclava y de su predisposición.
Cada azote de su Amo la mojaba un poco más. La excitaba y la enervaban los pezones hasta que su Señor se percató y con unas pinzas japonesas las aprisionó con fuerza.
De repente otras manos empezaron a tocar sus desnudos pechos, tirando de las cadenas que unían las pinzas, hasta hacerla gemir por el dolor de esas manos, que no olían a su Amo.
En seguida entendió que la iba a presentar a sus amigos, que debía ser buena perra o el castigo sería sublime.
Otras manos empezaron acariciando su culo, para proseguir golpeándolo cada vez mas fuerte, no podía discernir si había cuatro o cinco hombres a su alrededor, ella seguía gimiendo e increíblemente se iba humedeciendo cada vez más su sexo.
El quería que su perra se mojara, chorreara entre el placer y el dolor.
Sin apenas luz, uno de ellos se bajo los pantalones, la agarró de su melena y la introdujo su pene en la boca, hasta la garganta y sintió como se endurecía con las embestidas en su boca ardiente metiéndola y sacándola sin dejarla casi respirar.
Siguió así durante interminables minutos, cuando apreció unos dedos que se introducían en su vagina que chorreaba sin entender cómo podía estar tan excitada, como podía ser tan puta y promiscua.
Mientras el primero seguía con su polla en la boca, ella en su postura de perra, el segundo la penetró con tanta fuerza que la hizo gritar de dolor. El vaivén de los dos hombres la hizo correrse por primera vez llenando de fluidos la polla de aquel hombre desconocido.
Mientras su Amo la observaba acariciando su pene tan erecto que parecía que iba a reventar viendo como su esclava complacía a sus camaradas.
En el grupo de desconocidos, se encontraba un transexual sumiso, vestido de mujer que empezó a acariciar a María, pasaba sus manos sobre la espalda, suavemente, como si fuera una pluma, acariciaba sus senos y chupaba el pene cuando salía de su garganta, la besaba y la llenaba de sus fluidos.
La quitó el pañuelo que tapaba sus ojos y poco a poco empezó a recuperar la visión en aquella instancia que se había iluminado con velas.
De repente aquel crosdresser, se separó del grupo y a cuatro patas se acercó a su Amo. Él ya tenía su pene muy duro y aquel hombre vestido de mujer empezó a chuparle con ávido placer, se notaba que sabía comer muy bien una buena polla.
María se excitaba aun más de ver a su Amo gozando. Por un lado mirando como abusaban de ella y como le comían su pene a la vez aquella semimujer preciosa y de grandes ojos azules.
Michelle, que así se hacía llamar cuando la ocasión le permitía disfrutar plenamente y libremente de su sexualidad, disfrutaba de la misma manera que yo.
La ató del techo a través de unas poleas, la dejó con un corset, dejando sus pequeños senos y su pene al descubierto y la azotó sin piedad. Michelle gemía de dolor y de placer.
Aquello seguía su curso, después de una buena tanda de azotes, la bajó, la acarició como si fuera a ella misma, y la puso a sus pies como una perrita, otra vez chupando el sexo de su Amo.
Con respecto a María aquellos hombres se intercambiaron los papeles y el que disfrutaba de su boca paso directamente a reventarla el culo sin piedad, mientras el otro introducía su verga hasta el fondo de la garganta, pellizcaba sus pezones, los que previamente habían pinzado para que los tuviera más sensibles y erectos.
El otro la penetraba el culo sin parar en un placer tan frenético que descargó toda su leche dentro de ese oscuro ano tan dilatado, su Amo seguía observando. Tan duro y erecto que apenas podía aguantar tanto deseo de azotarla ese culo que chorreaba el semen de aquel desconocido. Su polla iba a reventar en la boca de Michelle, que la tragaba sin parar.
Con una orden, la cambió de postura, miró el culo de Michelle tan abierto que la empezó a follar como una perra, y a su vez ella metía su pene en mi boca, que seguía babeando muy abierta, aquello era una lluvia loca de fluidos sobre todo el cuerpo de María.
El hombre que había follado la boca de María, se dirigió a su culo ,abierto y la introdujo tres dejos agitándolos dentro de ella ,la abrió bien, y penetró suavemente ,mientras ella no paraba de gritar de placer ,el ritmo subió frenéticamente y la golpeaba con fuerza ese culo que se abría cada vez mas.
Gritó, grito de dolor, mezclado con el placer de ver a su Amo follando a Michelle que a la vez penetraba su boca. El orgasmo fue tan intenso que la hizo perder el sentido por unos segundos, hasta que un estallido de líquido la llenó su culo de blanca leche caliente.
Su Amo, que hasta entonces tan solo había sido un mero espectador de su juego, pasó a la acción, estaba tan excitado, con una verga tan dura como una piedra, la abrió la boca y se la folló con tanta intensidad que ella sintió como se humedecía su coño sintiendo el placer que le provocaba a su Amo que tras unos interminables minutos ,la hizo tragar hasta la última gota de su leche, sin derramar una sola gota de su boca y se relamió con gusto mientras El aun se estremecía.
Y la puerta, se cerró de nuevo, y ellos salieron sin decir nada.
Y ella quedó de nuevo desnuda, sucia, llena de fluidos de su amado Amo, de todos aquellos hombres, incluida la corrida que Michelle dejó sobre su cara.
Y atada a aquella cadena, se quedó dormida.