Los oscuros secretos del tío Antonio 2 -Revisado
Relaciones Incestuosas, Sexo No Consentido, Sexo Homosexual, Sexo con Maduros son parte de los ingredientes de historia en las relaciones de dos familias.
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| Continuación del relato “Los oscuros secretos del Tío Antonio” , recomiendo leerlo antes de comenzar con este.
En este relato se describen escenas de Amor Filial, Sexo No Consentido, Sexo Homosexual entre hombres y Sexo con Maduros. Deseo que os guste J
EN CASA DEL TÍO ANTONIO
Por fin llegó el fin de semana Isabel y sus tres hijos cogieron un autobús con dirección al Pirineo. El tío Antonio les esperaba con su todoterreno en la estación y se encaminaron en dirección a la finca familiar. El día antes Antonio había recibido con una empresa de transporte las pocas pertenencias de valor que tenía su cuñada y sus sobrinos.
Rosa, la hija de Antonio, les esperaba en la casa cuando llegaron, ni Isabel ni sus hijos la conocían y aprovecharon para presentarse. Los recién llegados sólo conocían al tío Antonio del día que se celebró el funeral en Madrid. Enseguida hubo una buena conexión de Rosa con sus tres primos al ser prácticamente de la misma edad. Antonio propuso enseñarles la casa y sus habitaciones para que dejasen sus cosas.
-Mi hijo Jorge esta con el ganado en el monte, viene al atardecer, luego le conoceréis Tu Isabel te instalaras aquí, .estos son los dominios de Jorge. Siempre quiso tener su espacio, como ves no le falta de nada, tiene dos dormitorios y Jorge es prácticamente de tu edad. Estoy seguro que os llevaréis muy bien -Dijo Antonio enseñándoles la vivienda de Jorge construida donde estaba el antiguo cobertizo. Sin grandes lujos pero disponía de una pequeña casita independiente y anexa al caserón de la familia.
-¡Es preciosa!, Me gusta mucho - respondió Isabel. Ella hubiese preferido estar más próxima a sus hijos pero se resigno y puso buena cara. En Madrid no podían seguir viviendo, sin trabajo, sin recursos, ni siquiera con las ayudas públicas les alcanzaba para pagar el alquiler. Cualquier cosa sería mejor que permanecer en la capital. Su sobrino Jorge con 34 años era apenas dos años más joven que ella, seguro que se llevarían bien, ella estaba dispuesta a hacer todo lo posible para conseguirlo.
Después de que Isabel dejase sus pertenencias en su nuevo cuarto junto al de su sobrino todos entraron de nuevo en aquel caserón de piedra que durante generaciones había pertenecido a la familia del difunto marido de Isabel. Subieron a la segunda planta, fue necesario abrir una gran puerta de roble macizo muy gruesa para franquear el acceso y por fin dentro Antonio les enseñó orgulloso la transformación de los antiguos graneros en aquel espacio diáfano abuhardillado y forrado de manera. La mitad de la estancia estaba sobre elevada con una tarima de madera sobre la que había tres colchones gigantes que se podían unir o separar a gusto de las visitas. Un pequeño baño en la habitación con su ducha y unos grandes armarios empotrados.
-Me dijo vuestra madre que en Madrid siempre habéis compartido dormitorio, por eso creo que la buhardilla os encantará. Tenéis espacio más que suficiente para los tres, imagino que de momento seguro que os gusta más estar juntos. Aquí arriba estaréis más a vuestras anchas, no hay problema de ruido, las paredes de esta vieja casa son tan gruesas que no se oye nada de una planta a otra por mucho que se grite. Así que si necesitáis algo tenéis que bajar abajo para decirlo -dijo Antonio mirando a sus tres sobrinos.
Teresa y sus dos hermanos sonreían encantados. Era algo que se habían preguntado desde que su madre les dijo que tenían que pasar una temporada en casa de su tío. Llevaban toda la vida compartiendo habitación, estaban “demasiado unidos” y ninguno de ellos quería separarse de los otros.
-¡Gracias tío!, lo cierto es que nos apetecía mucho seguir los tres juntos. Hemos crecido siempre en la misma habitación desde niños -dijo Juan, uno de los gemelos, su hermano José asentía con la cabeza y miraba a su hermana Teresa guiñándole un ojo.
-Bien, si os parece os dejamos un rato para que os instaléis mientras Rosa prepara la comida y yo me pongo al día con vuestra madre -dijo Antonio con una gran sonrisa dejando a sus sobrinos a solas en la buhardilla.
Isabel estaba feliz de ver a sus hijos contentos por seguir compartiendo habitación. Estaba muy agradecida a su cuñado, le ofrecía la posibilidad de una nueva vida en el campo, algo que ella siempre había deseado. Los últimos meses habían sido terribles para ella, aterrada al no ver un futuro ni para ella ni para sus hijos, se llegó a ver con las maletas en la calle ya que no le alcanzaba ni para pagar el alquiler. Quería demostrarle ahora a su cuñado que podía ser de utilidad y no ser una carga, predispuesta para ayudar mucho en las tareas con los animales y en la casa.
Mientras tanto sus tres hijos estaban abrazados en la buhardilla, felices por estar juntos.
-¡Chicos esto está muy bien!, Estamos juntos y aquí arriba no tenemos que preocuparnos por el miedo de que nadie se entere de “nuestros juegos” -decía Teresa feliz.
-¿Ya estas cachonda hermanita? Si queréis podemos echar un quiqui rapidito, ¿Que opináis? -preguntó Juan que parecía el más ansioso de los tres por seguir disfrutando del sexo con penetración que acaban de descubrir.
Después de muchos años de juegos, de caricias, de masturbaciones compartidas por fin habían dado el paso para tener sexo completo con penetración. Juan había comprado unos condones y fue el primero en probar con su hermana. José al verlos le faltó tiempo para decir que quería probar también. Los pocos días transcurridos desde que su madre les comunicó el traslado a casa de su tío y su llegada habían sido una vorágine de folladas nocturnas hasta el agotamiento.
Eran jóvenes, estaban ansiosos por probarlo todo, el dolor inicial de Teresa con las primeras penetraciones pronto se convirtió en placer. Curiosos por probar posturas, por descubrir el sexo anal con su hermana, por hacerlo los tres a la vez, aquello último era lo que más les gustaba. Teresa había descubierto que la penetración anal, después de los primeros intentos muy dolorosos, le era especialmente placentera. La postura principal de los tres era Teresa montada sobre uno de sus hermanos que se tumbaba boca arriba mientras el otro se colocaba su espalda para penetrar su culito. Aquella sensación de tener las dos vergas de sus hermanos penetrándola al mismo tiempo volvía loca a Teresa encadenando con facilidad un orgasmo con otro.
-Yo creo que será mejor esperar a la noche, ahora podría subir mamá, el tío, la prima... yo que se. Prefiero a la noche cuando todos se acuesten, ¿Habéis visto que los colchones se pueden juntar? ¡Menuda cama redonda vamos a montar! Jajaja -respondió Teresa entretenida ya en juntar los tres colchones para dormir bien juntitos los tres.
A Juan no le hizo mucha gracia la respuesta de su hermana, se cogía el paquete por encima del pantalón esperando que su hermana se diese cuenta de la erección que tenía en aquel momento.
-¡Voy a tener que hacerme una paja si no follamos! ¡No puedo bajar abajo con esta empalmada de rabo que tengo! -se quejaba Juan
Teresa cariñosa se acercó a su hermano y echó mano al paquete de Juan por encima del pantalón -Ni se te ocurra descargarla sin estar yo presente hermanito, esta cosita tan rica es mía, ¡no lo olvides! Jajaja -rió burlona Teresa
Afortunadamente para ellos se habían contenido, Rosa su prima no tardó en aparecer por la puerta preguntando si necesitaban algo. Los cuatro eran prácticamente de la misma edad y les fue sencillo conectar enseguida. Aparentemente parecía sencillo pero nada más lejos de la realidad, Teresa y sus hermanos estaban acostumbrados a la vida de la capital, Rosa a su rutina del campo, dos mundos completamente opuestos. Sin embargo unos y otros tenían la necesidad de encontrar alguien con quien compartir cosas. Los primos de la capital se partían de risa con Rosa por su aparente inocencia en muchas de las preguntas que hacía y ella a su vez por la ignorancia total de todo lo relacionado con la vida en el campo y los animales.
La situación más incómoda fue la de Isabel cuando llegó su sobrino Jorge, eran dos adultos de prácticamente la misma edad 34 Jorge por 36 de Isabel, pero daba la sensación que se llevaban 20 años. Jorge sentía invadido su espacio que tanto esfuerzo le había costado conseguir con su padre, apenas dirigió unas palabras a su tía, lo imprescindible, prefería ignorar que se encontraba allí. Madrugaba mucho para sacar a sus queridas ovejas y se pegaba todo el día en el campo con ellas. Volvía cansado al atardecer, se preparaba algo de cenar y se encerraba en su cuarto temprano.
Isabel por su parte intentaba ser amable con él y dejarle su espacio. Durante el día pasaba casi todo el tiempo ayudando a su cuñado Antonio con los animales y a su sobrina Rosa con las tareas de la casa.
Teresa pasaba muchos ratos con su prima Rosa que la enseñó a preparar el queso artesano que hacían en su familia durante generaciones, un queso de calidad y prestigio en la zona, aquella tarea le encantó y pronto aprendió los secretos para encargarse de aquella tarea haciéndola suya.
Antonio se mostraba amable y cariñoso con los recién llegados, quería que se sintieran a gusto. Por la noche grababa desde su ordenador y gracias a las cámaras ocultas las tórridas noches de pasión que disfrutaban sus sobrinos a diario. Durante el día aprovechaba cualquier ocasión para visualizar aquellas grabaciones de forma discreta masturbándose de forma compulsiva. A diario dormía con Rosa, su hija, seguía teniendo sexo con ella pero en su cabeza el deseo y atracción que despertaba su sobrina cada día eran mayores.
Teresa a pesar de su juventud parecía insaciable en el sexo, exprimía a sus hermanos en aquellos maratones sexuales obteniendo su jugo al menos un par de veces cada noche. Aquella atracción sexual se estaba convirtiendo en algo obsesivo para los tres.
A Juan y José les gustó desde el primer momento la vida del pastoreo. Su primo Jorge no quería saber nada de que fuesen con él y Antonio propuso que cada día salieran con uno de los tres pastores que sacaban a los rebaños. Pasaban el día en el monte, cabezo arriba, cabezo abajo, pendientes del rebaño y aprendiendo el oficio. Los pastores eran gente sencilla, amable, de la edad de su tío Antonio, tantas horas juntos daban tiempo para hablar de todo, gustos, deseos, ilusiones, fantasías.
Juan, el más extrovertido de los dos gemelos había descubierto en la “relación especial” que mantenía con sus hermanos su bisexualidad. Disfrutaba mucho las penetraciones y el sexo en general con su hermana Teresa del mismo modo que las masturbaciones mutuas con su hermano José. Los dos chicos habían tenido sexo oral entre sí varias veces y le había resultado especialmente satisfactorio. Probaron también la penetración varias veces entre ellos a José le gustaba dar y a Juan recibir, pero para meterla los dos preferían el sexo con Teresa.
JOSE Y SU PRIMA ROSA
José al margen de aquellas experiencias con su hermano no se consideraba bisexual, separaba el sexo con sus hermanos de su atracción por las mujeres y quien cada día le gustaba mas era Rosa, su prima, aquella pelirroja rolliza parecía responder positivamente a sus atenciones, se dejaba querer y no decía nada si puntualmente él le daba algún abrazo cariñoso. Un día José le dio una palmada en su culo en plan de broma cuando estaban en el establo ordeñando las vacas, ¿Qué haces? preguntó sorprendida Rosa extrañada por la reacción de su primo.
-Te la mereces, estas siendo mala conmigo, voy a tener que castigarte -dijo José en tono serio pero sin disimular que era un juego. Le había dado un buen cachete cuando su prima se iba a sentar en un cubo para ordeñar la siguiente vaca.
Rosa giró la cabeza sorprendida por aquella palmada en sus nalgas, nadie lo había hecho nunca salvo su padre. - ¿Por qué he sido mala? - preguntó Rosa de forma inocente como si para ella aquello no hubiese sido una broma.
-Me tienes aquí, a tu lado, ordeñando vacas, ¿imaginas lo que pienso cada vez que estrujo esas ubres y te veo a ti a mi lado? -respondió José con naturalidad como si estuviera hablando con su hermana Teresa.
-¿De verdad piensas eso? ¿Te imaginas que me ordeñas a mí? -preguntó Rosa sin dejar de mirar a su primo
-¡Claro que lo pienso! ¡Me encantaría que fueses tú en lugar de la vaca, no me lo quito de la cabeza cada vez que estamos aquí juntos! -respondió sincero José
-Me gusta saberlo, si te soy sincera yo más de una vez he pensado estos días en “ordeñarte” otra cosa Jajaja -rió Rosa
Para José aquella respuesta fue como si la hubiese dicho su hermana, tenían la misma naturalidad, decían lo que pensaban, lo que les apetecía en cada momento, aquella forma de ser era uno de los motivos por los que disfrutaba tanto con su hermana.
-No te quedes con las ganas Rosa, ¡Hazlo! - respondió José bajando la cremallera del mono azul de trabajo y sacando la verga, estaba completamente empalmado. Avanzó los dos pasos que le separaban de su prima sentada en el cubo, junto a una vaca y se la plantó delante de la cara.
Rosa le miró, no era la tranca gruesa de su padre pero el chico estaba bien dotado, larga, con un glande gordo muy hinchado que destacaba mucho como si fuese un champiñón de tallo largo, desde luego si pasaba la punta pasaba todo. Rosa la agarro con fuerza con su mano y comenzó a menearla, ella no dejaba de mirar fijamente a su primo a los ojos.- ¿Te gusta así? -preguntó Rosa sin dejar de masturbar a su primo.
-Me gustaría más si me enseñas las tetas mientras me la meneas -respondió José.
Rosa no se lo hizo repetir, bajo la cremallera del mono azul de trabajo, se subió la camiseta y sacó los pechos fuera del sujetador sin quitárselo. Grandes, acampanadas, un poco caídas, areolas grandes sonrosadas, apetecibles. José las comparaba con las de su hermana Teresa, eran totalmente distintas, estas mucho más grandes, las otras firmes y puntiagudas, estas algo caídas… le encantaría tener ahora a las dos juntas para poder comparar.
-¿Así mejor? puedes tocarlas si quieres, no me importa. -dijo Rosa sin dejar de mirar a su primo, su mano ahora la movía más rápido,
José se inclinó un poco para acariciarlas, con una mano no era capaz de abarcar una teta -¡Que gordas las tienes!Mmm -decía aumentando su excitación al tocarlas.
-¿Te gustan gordas? - preguntó Rosa y viendo como José asentía con la cabeza y se relamía los labios con su lengua. - ¿Has estado con muchas chicas en la capital? -preguntaba Rosa curiosa por saber si su primo tenía experiencia.
-Solo con una pero muchas veces ¿y tú, has estado con muchos chicos? -preguntó José que también tenía la misma curiosidad por saber si su prima había estado ya con alguien, desde luego no tenía ninguna intención de confesarle a su prima que se lo montaba con sus hermanos.
-Me pasa como a ti, solo con uno pero hemos hecho de todo -respondió Rosa que al igual que su primo tampoco pensaba decir nada de la relación con su padre.
Rosa masturbaba con ganas a su primo con una mano y con la otra acariciaba sus pelotas, realmente le estaba ordeñando con gran habilidad y José no tardó en darle el premio que su prima esperaba con ganas. Entre gemidos del chico le hizo correrse y derramar su leche sobre el suelo del establo.
Aquel día sería el primero de su nueva relación, aprovechaban cualquier ocasión para acariciarse mutuamente, masturbarse y Rosa comenzó a practicarle sexo oral a su primo. De una u otra forma José llegaba a la noche descargado y su hermana Teresa lo empezó a notar, la única mujer disponible en la finca quitando a ella y su madre era la prima Rosa. De este modo Teresa fue la primera en descubrirlos sin verlos, para ella no había ninguna duda. Aquellas sospechas se confirmaron cuando José habló con el tío Antonio para pedirle quedarse con las vacas en lugar de salir al monte con los pastores, su tío no le puso problemas, ahora podía estar cerca de Rosa en todo momento.
JUAN Y PERICO EL PASTOR
Su hermano Juan era feliz en el monte con las ovejas, había hecho muy buena relación con uno de los pastores, Perico, cercano a cumplir los 50. Casi todos los días salían juntos al monte, el tío Antonio aumentó su rebaño a costa de reducir el de los otros pastores para que el trabajo estuviera equilibrado y todos quedaron satisfechos con aquel acuerdo.
Pendientes de su rebaño, con ayuda de varios perros, Perico y Juan pasaban muchos ratos sentados a la sombra de algún pino mientras las ovejas pastaban. A pesar de la tremenda diferencia de edad la confianza y amistad entre ellos se fue estrechando. Diariamente después de comerse el bocata del almuerzo Perico se recostaba bajo un pino para fumarse un cigarrillo y cascársela un rato, Juan le dejaba a solas y aquel rato se acercaba al rebaño para estar más pendiente de las ovejas. Desde el primer día que salieron juntos a pastorear Perico le dijo que tenía aquella costumbre de toda la vida, sin mujer, tan solo los consuelos esporádicos de alguna puta en el club de carretera eran su desahogo en el sexo y no estaba por la labor de prescindir de aquellos breves ratos de gozo consigo mismo.
-¡Chaval! ¿Tú, no te la cascas nunca? -preguntó un día Perico al ver que como hacía siempre Juan se levantaba después de comerse juntos el bocadillo para dejarlo solo.
Aquella pregunta dicha a bocajarro sorprendió a Juan que se quedo unos instantes dudando -¡Claro, todos los días, por la noche! -respondió Juan al final
-¡Anda Ven, siéntate aquí a mi lado! ¡Hazte una paja conmigo! entre hombres hay confianza para estas cosas, ¡no seas tan vergonzoso! ¿No te apetece? -preguntó Perico
La verdad era que Juan sentía cierta atracción por aquel hombre maduro, alto, fortachón, delgado, con aquella barba poblada que le daba un aire de puro macho muy atractivo. Titubeó un poco pero se sentó a su lado apoyados los dos bajo un tremendo pino donde habían colocado unas piedras planas para comerse los bocadillos.
-¡Sácatela y cuéntame en qué piensas cuando te la tocas!, me pone escuchar esas cosas - dijo Perico
Juan estaba algo nervioso, nunca había hecho nada parecido con ningún hombre, sin contar a su hermano claro. Miraba de reojo a Perico con los pantalones bajados por los tobillos y meneándose con fuerza una verga no excesivamente grande pero si totalmente erecta. Le imitó, se bajo los pantalones y se acomodó la espalda en el pino comenzando a meneársela también.
-La verdad no se qué decirte, pienso en chicas que conozco - respondió Juan un poco avergonzado
-¡Oye que estas cosas tienen que quedar entre nosotros eh! a nadie le importa lo que hacemos o decimos, Yo no pienso decir nada y espero que tu tampoco porque si me entero te corto los huevos, ¿estamos? -dijo Perico al ver que el chaval se avergonzaba de hablar de aquellas intimidades.
- ¡Claro, no te preocupes Perico, yo no digo nunca nada de lo que hablamos los dos! - confirmó Juan
- ¡Eso espero! yo es que a tu edad me mataba a pajas pensando en mis hermanas, tenía dos mayores que yo y sobre todo en mi madre, ¡joder que tetazas tenía mi vieja, me la ponía dura nada más verla! ¿No piensas en tu hermana y tu madre cuando te la tocas? -preguntó Perico
-Si, a veces si - respondió escueto Juan que ya se la estaba meneando a buen ritmo y estaba completamente empalmado por la situación.
-¡Joder, están buenas las dos!, yo prefiero pensar en tu madre, me pone más, tiene un buen par de tetas, tu hermana es muy cría para mí. ¡Cuéntame cosas de tu madre! ¿La has visto en pelotas? ¿Has dormido en su cama? ¿La viste alguna vez joder con tu padre? -preguntaba Perico curioso y excitado imaginando aquellas cosas.
- La he visto desnuda muchas veces, en la playa el año pasado fuimos con mi padre y mis hermanos a una playa nudista, en la ducha muchas veces, de más pequeño me gustaba mucho ducharme con ella. El año pasado en una cala desierta en Ibiza, sin que supieran que les estábamos espiando les vimos tener sexo, no había nadie más y la cala era pequeña, escondida, se pensaban que estábamos en el agua. -contaba Juan mientras se masturbaba mirando de reojo a Perico que le daba con más velocidad mientras le escuchaba decir aquellas cosas.
-¡Mmm que rico tiene que ser ducharse con ella! pegarse a su culo, restregarle la polla, Mmm ¿se te ponía dura cuando te duchabas con ella? ¿Sigue teniendo el coño peludo? -preguntó Perico
-Hace mucho tiempo que no me ducho con ella, pero creo que alguna vez si me empalme en la ducha con ella. Si que tiene el coño peludo ¿y tu como sabes eso? -preguntó Juan sorprendido por aquel comentario.
-Mmm ese te encantaría saberlo Jajaja. Te lo cuento con dos condiciones, la primera que jamás lo cuentes a nadie, si te lo digo tu madre no tiene que saberlo - dijo Perico. Juan no se pensó un instante la respuesta - lo prometo, no se lo contaré a nadie - respondió Juan intrigado por conocer la historia.
-La segunda es que nos pajeemos el uno al otro, me da más gusto que alguien me la menee. Podemos imaginar mejor que es tu madre quien nos hace la paja ¿Qué te parece? -preguntó Perico
Juan y su hermano se habían pajeado muchas veces el uno al otro, estaba intrigado por saber cómo aquel hombre conocía que su madre tenía el coño peludo, así que alargó la mano izquierda para agarrar la verga del pastor. Estaba dura, de un tamaño parecido a la de su hermano, quizás un poco más pequeña. Su mano derecha dejó de masturbarse para dejar que ocupase su lugar la mano de Perico, una manaza grande, fuerte, rugosa, nada que ver con la mano suave de su José. Comenzó a sentir fuertes tirones en su polla y la excitación fue en aumento. -Mmm cuéntame, dime como sabes eso -pidió Juan
-¿Tienes ganas verdad?, primero quiero que cierres los ojos, imagina que es la mano de tu madre la que te hace la paja, piensa en ella. Imagina que la tienes desnuda a tu lado, con las tetas al aire, las piernas abiertas mostrando bien ese coño peludo que tiene, pídele que te la toque, que te saque la leche, que te cuente lo que pasó la noche de su boda, ¡pídeselo Juan! -susurraba Perico en voz baja como si estuviera relatando un cuento.
- ¡Hazme una paja mamá!, ¡tócamela, menéala fuerte!, ¡sácame la leche y cuéntame que pasó la noche de tu boca! ¡Cuéntamelo todo! -decía Juan en voz baja como si realmente estuviera hablando con su madre.
La manaza de Perico estrujaba la verga del chico con ganas, dando fuertes tirones de arriba abajo, una mezcla de dolor y placer tenía a Juan cercano a correrse. Aquella situación era terriblemente excitante para él.
-Veras Juan el día que se casó tu madre ella era un poco más joven que tú ahora. Llevaba un vestido de novia blanco corto, un poco más alto de la rodilla. Era verano como ahora, hacía mucho calor, su vestido tenía un generoso escote en forma de barco que cada vez que se inclinaba un poco nos quedábamos todos embobados mirando sus tetas. Llevaba un sostén blanco semitransparente que claramente le venía grande, sería una o dos tallas mayor. Aquel sostén era muy bonito pero no le sujetaba una mierda, se ahuecaba tanto que dejaba ver completamente sus pezones. Al principio se comportaba de forma pudorosa y consciente de que le mirábamos el escote cada vez que se inclinaba un poco ponía la mano ocultando sus tetas de nuestras miradas nada indiscretas. Seguro que te la imaginas, piensa en todas esas veces que en casa con alguna prenda escotada tú la mirabas igual deseando ver esas buenas pechugas que tiene. Seguro que a tú también te pone cachondo que te enseñe las tetas como a nosotros aquel día ¿verdad que si? -preguntó Perico haciendo una pausa en la paja, estaba convencido que de seguir hablando y pajeando el chico se correría sin remisión.
-Mmm si, me gusta mucho, me la pone dura Mmm -respondió Juan sin abrir los ojos, imaginando aquella situación
-¡Dile que quite la mano! ¡Dile que quieres que nos enseñe las tetas!
-¡Quita la mano mamá! ¡Quiero que enseñes las tetas a todos! -respondió Juan en voz alta a las indicaciones de Perico
-¡Eso es Juan, así, muy bien! Ella hará todo lo que quieras, todo, pero tienes que aprender a tratarla, tiene que darse cuenta que tú eres quien controla la situación, tú eres quien manda, tú tienes que decidir lo que se hace. ¿Te gustaría que fuese así Juan? -preguntó Perico
Aquel pastor estaba sabiendo llegar muy bien a la mente del chaval, ponía voz a los pensamientos que Juan había tenido tantas veces. ¡Definitivamente el cerebro es el órgano sexual más potente que tenemos los seres humanos! Juan era una claro ejemplo de ello en aquellos momentos, con los ojos cerrados se concentraba en escuchar la voz del pastor, su verga era hábilmente estimulada al mismo tiempo. Aquel hombre sabía acelerar y frenar sus movimientos como nadie, estaba jugando con él, quizás Juan no era consciente del todo pero lo que si estaba claro que estaba gozando como nunca de aquella paja. -me encantaría que fuese así, siempre he deseado hacerla mía -respondió Juan a la pregunta del pastor.
-Puedes conseguir lo que quieras Juan, solo tienes que desearlo de verdad, yo te ayudaré para que hagas tus sueños realidad. Tu madre siempre ha necesitado un referente, alguien que la guíe, que le diga lo que tiene que hacer. Tú puedes ser esa persona, pero tiene que dejar de verte como a un crio, tienes que convertirte en un hombre para ella, su hombre. -dijo Perico haciendo una pausa en sus palabras que hizo coincidir con un frenar de su mano. Sabía que el chico era muy joven, inexperto, la ventaja que eso suponía era la facilidad para moldear su carácter.
-¡Cuéntame que ocurrió la noche de su boda! -pidió Juan
-¡Esta bien, lo haré! Quedará entre nosotros, ¡no lo olvides! -insistió de nuevo Perico haciendo una pausa.
Pensaba contarle una versión de los hechos que no era lo ocurrido realmente aquella noche. No tenía ninguna intención de decirle a Juan que habían abusado de su madre borracha y colocada con los porros. Su versión era decir que ella les provocó y consintió en todo. Perico sabía perfectamente que nadie iba a rebatir sus palabras, Isabel no recordaba nada de aquella noche y el tenía un par de fotos de las que hizo Antonio, en las que se veía perfectamente a Isabel arrodillada practicando sexo oral a los tres pastores. Le había costado mucho conseguir que su patrón le diese aquellas copias pero a fin de cuentas le interesaba tanto como a ellos que no se supiera la verdad de lo ocurrido.
- Veras Juan, aquella noche todos bebimos mucho, tu difunto padre el que más con diferencia. Estuvimos en la discoteca después de la cena, poco a poco se fueron marchando todos y nos quedamos tus padres, tu tío y los tres pastores que trabajamos ahora en la finca. Tu madre había bebido pero no tanto, se mostraba muy cariñosa, no paraba de bailar con uno o con otro. Ya no se molestaba en tapar su escote con la mano cuando se inclinaba, dejaba que le viéramos las tetas sin problemas, yo creo que le excitaba saber que nos estaba calentando la polla a todos. Se le notaba por cómo se apretaba cuando bailaba con cualquiera. Todos comenzamos a restregarle el paquete con descaro a la menor ocasión en la pista, a tocarle el culo o las tetas ella no protestaba, al contrario, se reía, se burlaba de nosotros, sabiendo que nos tenía cachondos. Sinceramente en aquellos momentos todos pensábamos que tu madre era una calientapollas, ¡una puta! - Perico hizo énfasis en sus últimas palabras, luego una pausa, su mano aceleró los movimientos de la paja esperando una respuesta de Juan.
-¡Menuda calienta pollas, menuda puta! - dijo Juan que no pudo aguantar más aquel silencio fabricado a conciencia por Perico.
Perico tenía a Juan en el punto que quería, pensando y diciendo lo que él le había sugerido a conciencia y quería llevarlo al límite por ese mismo camino.
-Eso no fue todo Juan, fuimos los últimos en salir de la discoteca. Teníamos los coches en el parking de detrás. Tu padre iba borracho perdido y lo ayudamos a tumbarse en los asientos del coche. Tu madre dijo no quería irse a casa con su marido tan borracho, me pidió que hiciese un porro, sabía que yo siempre llevaba. Nos recriminaba que no habíamos subastado sus ligas como es tradicional, ni corta ni perezosa se subió el vestido hasta la cintura y se las sacó, regalándoles el trofeo a los dos primeros que las cogieron. Yo protesté porque me había quedado sin regalo y entonces sin pensarlo se quitó las bragas delante de todos y me las dio. Se quedo con la espalda apoyada en el coche, de frente a todos, mostrando su sexo desnudo. “Ya que me habéis visto todos el coño seguro que no os importa que mee aquí mismo, tengo muchas ganas” - dijo en aquel momento.
-¡Vaya zorra! Enseñando el coño a todos…Mmm -decía Juan entre gemidos, tenía la verga a punto de estallar en las manos de Perico.
-Si Juan, esa era tu madre, ¡una zorra! Se puso en cuclillas delante de nosotros, separó las piernas para que pudiéramos verla bien y se puso a mear. Cuando terminó se nos quedó mirando, sin levantarse y dijo “tengo el coño chorreando, ¿alguien me ayuda a secarlo?” Yo me incliné, pasé la palma de mi mano abierta por su sexo, acaricié aquel felpudo empapado y luego metí un par de dedos en su coño. Comencé a masturbarla delante de todos hasta que se corrió soltando un gran chorro de flujo similar a la meada anterior. ¿Te la imaginas Juan? Piensa que la tenemos ahora delante de nosotros, abierta de piernas, mojada y te pregunta lo mismo ¿vas a secarle el coño Juan? ¡Mete tus dedos en su coño, lo está deseando! ¡Haz que se corra Juan! ¡Hazlo! -decía Perico dando fuertes tirones de la verga del chico que ya no pudo aguantar más soltó un generoso chorro de esperma entre sus piernas.
-Uff ¡Que pasada Perico! ¡Vaya pajote más rico pensando en mi madre! -respondió satisfecho Juan
-¡Muy bien chaval! Así me gusta. ¡Ahora falto yo por correrme! ¿Sabes lo que hizo tu madre después de correrse delante de nosotros? -preguntó Perico viendo como el chaval negaba con la cabeza.
-¡La muy puta nos comió la polla a los tres hasta corrernos en su boca! Quiero mi premio Juanito, quiero correrme igual que aquella noche, ahora seré yo quien cierre los ojos y pensaré que la zorra de tu madre me la esta mamando de nuevo -dijo Perico cogiendo del brazo a Juan para acercarlo hacia el
Juan ya había practicado bastantes veces sexo oral con su hermano. No le disgusto aquella propuesta, se dejó llevar, inclinándose sobre el pastor acercó su boca a la verga de Perico y la metió en su boca poco a poco, saboreándola hasta que la tuvo toda dentro. El pastor estaba encantado con aquella mamada, desde luego se notaba que el chico no era el primer rabo que se comía, lo hacía realmente bien.
-! Mmm así zorrita así, cómele la polla al viejo Perico! ¿Sabes una cosa putita? Aquella noche tu madre no se conformó con mamarnos la verga, quería más y nos la follamos los tres, le dimos rabo por delante y por detrás. La muy puta nos ponía el culo encantada, tú también lo harás ¿verdad que si? Con lo bien que la chupas estoy seguro que te gusta poner el culito. Me lo vas a dar, ¿verdad que sí Juan? -preguntó Perico cogiendo de la cabeza a Juan y sacando la verga de su boca para que respondiera. -Si, si, no hay problema- respondió el chaval
Aquella tarde fue la primera de muchas que Perico y Juan disfrutaban de sexo en la montaña. Juan no era consciente pero el veterano pastor lo estaba adiestrando igual que hacía con sus perros para cuidar las ovejas. Mientras lo hacía fijaba otra idea en la cabeza del chico, la de que su madre era una puta, una calientapollas. El carácter de Juan con su madre comenzó a cambiar, era más seco, cortante, mandón, incluso con cierto aire de desprecio. “Tenía que ser duro con ella si quería que ella hiciese lo que él estaba deseando desde hacía tanto tiempo” le decía Perico una y otra vez mientras lo tenía mamando su polla o se lo estaba follando.
Isabel y sus hijos iban buscando poco a poco su lugar dentro de la familia del Tío Antonio. Aquel puzle familiar iba encajando poco a poco sus piezas, los primeros en definirse habían sido los dos gemelos, José cada día más próximo a Rosa, su prima. Juan había descubierto el placer de la naturaleza, el pastoreo en compañía de Perico, aquel maduro bisexual como él con el que gozaban del sexo entre los dos en plena naturaleza.
TERESA Y EL TIO ANTONIO
Teresa, la hija pequeña de Isabel se fue dando cuenta que cada día la pasión de sus hermanos hacia ella se iba apagando, nada que ver con los primeros días de la llegada a casa del tío Antonio. Ninguno de sus dos hermanos lo reconocía abiertamente pero ella no tenía ninguna duda de que algo pasaba para que ninguno rindiese en el terreno sexual como lo hacían al principio.
El tío Antonio se había portado de forma amable desde la llegada, procurando que su cuñada y sobrinos se encontrasen satisfechos en su finca. Permanecía distante pero atento. No veía progreso alguno de su hijo Jorge que hacía lo posible y lo imposible para no coincidir demasiado con su tía Isabel. Antonio tenía asumido que tendría que presionar de algún modo a su cuñada para que fuese ella quien tomara la iniciativa en aquella relación que parecía imposible. Quizás para aquella batalla la colaboración de la pequeña Teresa podría serle de utilidad.
Antonio revisaba cada día las grabaciones de las cámaras ocultas colocadas en el dormitorio de sus sobrinos. Hacía unos días que la actividad sexual de Teresa con sus hermanos había caído en picado, ahora la veía masturbándose sola por las noches mientras los chicos dormían a pierna suelta. ¿Se habrían cansado de aquella jodienda incestuosa? algo ocurría, no sabía el que pero mientras lo descubría surgió la oportunidad de hablar a solas con Teresa. Una mañana que todos estaban fuera de la casa ocupados en sus tareas y él se encargaba en su ordenador de tareas administrativas, facturación y pedidos de clientes, escuchó los pasos de alguien que había entrado en la casa.
-¿Eres tu Rosa? -preguntó Antonio desde su cuarto
-No tío soy Teresa. He traído unos quesos, me dijo Rosa que son para enviar en un pedido. Hoy ya terminé con los quesos ahora pensaba ir a la vaquería para ayudar a Rosa y a José. -dijo Teresa desde la puerta del dormitorio de su tío, había subido el tramo de escaleras en un momento.
-No hace falta hija, ellos dos son suficiente, es una tarea que antes hacía sola Rosa. Quédate un ratito conmigo, quería comentarte una cosa -dijo Antonio girando la cabeza hacia la puerta.
En aquel verano caluroso a diferencia de Rosa y sus hermanos que solían llevar monos azules de trabajo, Teresa prefería ponerse pantalones vaqueros cortos y camisetas, no soportaba el calor que le daban los aquellos monos cerrados del cuello a los tobillos.
Antonio se la quedo mirando, eran casi de la misma edad Rosa y Teresa pero tan distintas al mismo tiempo. Rosa era grande, rolliza, pechugona, pelirroja, muy blanca de piel y pecosa. Teresa por contra era pequeña, delgadita, morena, no aparentaba ni de lejos los 18 años que tenía, tenía más bien pinta de adolescente. Pero tenía un morbazo increíble para Antonio, aquel culito redondo, respingón, enmarcado en un pantalón vaquero cortito era una invitación descarada a mirarle el culo nada más que se daba la vuelta. Los pechitos pequeños se marcaban en la camiseta, no eran excesivamente llamativos con ropa, pero cuando Antonio la veía desnuda en las grabaciones de las cámaras aquellas tetitas eran una delicia, firmes, puntiagudas, dos conos rectos clavados en sus pectorales, un claro ejemplo de lo que ahora llaman “puffy-nipples” en castellano sería algo así como pezones hinchados.
-¡Ven aquí hija, acércate! ¿Estás contenta de estar aquí? dime la verdad, es importante para mí -preguntó Antonio que permanecía sentado en su sillón frente al ordenador y cogió de la cintura a la pequeña Teresa que le miraba un poco inquieta. Desde que estaban en su casa prácticamente no habían tenido ninguna conversación ellos solos.
-Si tío, todos estamos muy contentos y agradecidos de estar en su casa. Nos gusta la vida en el campo, a mi madre se la nota feliz, en Madrid lo estaba pasando muy mal últimamente. -respondió Teresa
Sincera.
-Lo sé hija, se que lo ha pasado mal este último año. Por eso tenemos que hacer “todos” lo posible para ayudar a que sea feliz. Tu no querrías darle ningún disgusto que os haga tener que marcharos a todos de aquí, ¿verdad? -preguntó de forma intrigante Antonio que clavó su mirada en los pequeños ojos negros de Teresa.
-¡Claro que no tío! ¿Por qué dice eso? -preguntó intrigada Teresa
-Verás hija, hay algo que quería comentarte en privado hace tiempo. No es necesario que me lo niegues, sé que es cierto y podría darte detalles que lo probarían. Conozco la “relación especial” que te une a tus hermanos, comprenderás que no puedo consentir esas cosas en mi casa. ¿Te imaginas el disgusto de tu madre si se entera? Vivimos cerca de un pueblo pequeño, esos cotilleos en los pueblos son muy malos, sería un escándalo, os tendría que echar de casa. ¡Pobre Isabel! Ahora que comenzaba a ser feliz de nuevo - decía Antonio, con voz suave, despacio, recreándose en cada palabra y sin dejar de mirar a su sobrina que le miraba aterrada.
-Tío yo, yo….no volverá a ocurrir, se lo prometo -respondió Teresa visiblemente nerviosa al escuchar aquello.
-Lo sé hija, lo sé, Me creo tu palabra y estoy seguro que no volverá a suceder ahora que comprendes las consecuencias. Yo soy una persona comprensiva, razonable, imagino que a vuestra edad es difícil contener las ganas de sexo, pero con tus hermanos esas cosas no están bien. Desde hoy nada de pajas, ni mamadas y por supuesto nada de follar con ellos, ¿está claro Teresa? -dijo Antonio en tono serio borrando la sonrisa de su cara.
Teresa estaba un poco aturdida por aquella confesión de su tío, ¿Cómo se habría enterado? ¿Alguno de sus hermanos se habría ido de la lengua?, tenía que ser eso, nadie más lo sabía, solo los tres. Seguro que aquello tenía algo que ver con los últimos días que llevaban sin practicar sexo, ¿porque no se lo habían dicho abiertamente ninguno de los dos? No comprendía la reacción de sus hermanos, ignorarla sexualmente en lugar de decirle que se había enterado su tío.
-¡Está claro tío! no se preocupe, no se repetirá - respondió convencida Teresa al tiempo que notaba como la mano de su tío descendía de la cintura para acariciar su culo con descaro, pero ella aguantó y se calló.
-No pretendo que ahora te comportes como una monja Teresa. El celibato no es una opción razonable, ya eres una mujer adulta, tienes tus necesidades como cualquiera. Se lo mucho que te gusta el sexo sobrina, lo sé, no quiero que te avergüences por ello. Yo puedo encargarme de que no tengas que pedirle a tus hermanos que calmen esas ganas que tienes ¿no te parece? ¿Qué opinas? ¿Estás de acuerdo? -preguntaba Antonio a su sobrina, pero aquellas preguntas solo tenían una respuesta, la negativa no era una opción. Teresa era plenamente consciente de las consecuencias que implicaba rechazar a su tío.
Antonio ya no solo acariciaba el culo de su sobrina con descaro con su mano izquierda. Con la derecha manoseaba a placer las tetitas de Teresa por encima de la camiseta. Ni siquiera se molestó en esperar la respuesta de su sobrina.
-¡Estoy de acuerdo tío! Seguro que usted sabe encargarse muy bien -respondió Teresa apretando los puños mientras Antonio manoseaba su cuerpo a placer.
-¡Claro que si hija, claro que sí! ¡Quítate el pantalón y la camiseta ! -ordenó el tío
Teresa bajó la mirada al suelo, soltó el botón del pequeño pantalón vaquero corto y lo dejó caer al suelo, un tanguita blanco quedó a la vista. Luego se quitó la camiseta y la dejó caer junto al pantalón en el suelo, un sostén blanco a juego con el tanguita quedó a la vista. Una mano de Antonio fue directa al cierre del sujetador en la espalda de su sobrina y lo soltó para tirarlo al suelo a continuación.
Luego sus dos manos agarraron del tanga, una de la fina tira de atrás que se metía en el culo de Teresa, la otra de la parte delantera central, las dos manos tiraron del tanga hacia arriba haciendo que se clavase en la raja de Teresa hasta casi desaparecer en su totalidad. La generosa mata de pelo negro de su coño quedó a la vista. Luego manteniendo la tensión del tanga tirando de él hacia arriba, Antonio comenzó a mover sus manos una subía otra bajaba pero manteniendo la prenda clavada en la rajita del coño y del culo de su sobrina. Aquel movimiento de fricción de la prenda era una auténtica masturbación que estaba dando sus frutos vista la cara de placer que ponía Teresa.
-¿Te gusta eh? -preguntó Antonio de forma maliciosa
-Mmm si, Uff me gusta mucho -decía Teresa mordiéndose los labios y separando un poco más las piernas para favorecer aquella fricción.
-¡Jajaja que putilla estas hecha! Te mueres de ganas de meterte un buen rabo ¿a que si? -dijo Antonio mientras paraba sus movimientos con el tanga para bajarlo de repente y dejar el coñito de Teresa ahora completamente desnudo y expuesto a merced de sus manos.
Ahora las dos manos de Antonio atacaban simultáneamente los agujeros de Teresa, masturbándola. Una por detrás acariciaba su culo mientras primero uno y luego dos dedos entraban con facilidad en el ano de Teresa. La otra por delante con la palma de la mano abierta frotaba el sexo al tiempo que dos dedos en forma de gancho penetraban aquel coñito empapado buscando su punto G. Teresa se retorcía de gusto mientras las manos de su tío follaban su culo y su coño al mismo tiempo.
-Jajaja como te pone que te metan dos pollas al mismo tiempo, ¿verdad Teresa? No te preocupes zorrita, paso a paso, primero una y luego ya buscaremos otras Jajaja - reía Antonio viendo como su sobrina estaba cercana al orgasmo retorciéndose entre sus manos.
Antonio solo tuvo que acelerar un poco más la penetración de sus dedos en los dos agujeros y Teresa explotó como quien revienta un gran globo lleno de agua. Aquel chochito tierno manaba como una fuente entre las manos de Antonio encharcando el suelo entre sus piernas. Teresa incapaz de aguantar el placer gemía sin cesar, encogiendo su cuerpo como un ovillo mientras alcanzaba el orgasmo.
-Tengo la sensación que tu y yo lo vamos a pasar muy bien Teresita, Jajaja. ¡Venga, ponte a cuatro patas en la cama! ¡Ahora sobrina vas a probar una verga de verdad! - ordenó Antonio
Teresa dudó un momento, había tardado mucho tiempo en practicar sexo con sus hermanos por el miedo a un embarazo no deseado. Con ellos practicaba siempre sexo seguro con preservativo, le inquietaba pensar que su tío quisiera hacerlo sin protección, no veía a Antonio tener la intención de ponerse ninguna goma.
-Tío yo…. no tomo ningún anticonceptivo -dijo Teresa mientras se colocaba en el borde de la cama.
-Y seguirás sin tomarlos Teresa. ¿Me estas queriendo decir que me ofrecerás tu culo y tu boca cuando quiera para que no me corra en tu coño?
-Si tío, así es - respondió Teresa resignada, sabía que no tenía alternativas sin asumir las consecuencias que implicaban rechazar a su tío.
-Está bien sobrina, reservaré mi leche para otras partes de tu cuerpo. Pero no tengas ninguna duda que voy a follarte el chochito también, no me lo perdería por nada del mundo - dijo Antonio presionando su verga en la entrada de la vagina de Teresa que generosamente le ofrecía desde atrás. Aquella verga tremenda, mucho más larga que la de sus hermanos y de un grosor no comparable presionaba en la entrada abriéndose hueco en el coñito de Teresa.
-¡Ahh Ahh me duele! ¡Es demasiado gorda para mí! - decía Teresa
-¡Nunca es demasiado grande! ¡Ya no estás en la categoría de juveniles, ahora vas a jugar en primera división Teresa! Joder es como el fútbol, cuando juegas con los profesionales ya no te apetece jugar con los aficionados. Tienes un coño de primera, lo haremos grande como una portería para que te entren bien las pelotas, quiero que puedas seguir disfrutando de los rabos de dos en dos como te gusta.- decía Antonio mientras presionaba con insistencia hasta consiguió ensartar por completo aquel conejito tragón que se dilataba por momentos.
-¡Perfecto! ¡Hasta los huevos! Prepárate pequeña, voy a taladrar tu coño hasta que te corras de nuevo. -advirtió Antonio comenzando el mete saca despacio, dejando que la vagina de su sobrina se adaptara al tamaño de la verga que la estaba follando.
El veterano Antonio sabía follar, no había ninguna duda. Jugaba con ella, aceleraba, paraba y la llevaba al borde del orgasmo cuando quería para frenar en seco y hacerla desear que siguiera follándola. Teresa comenzó a gemir como una loca, al principio era dolor, luego el placer se mezclaba con la molestia de aquella verga clavada en su cuerpo. Progresivamente sus sensaciones solo dejaron paso al placer, estaba disfrutando como una perra salida de aquella cogida monumental. El orgasmo no tardó en llegar, un orgasmo salvaje, brutal, jamás sus hermanos la habían follado de aquel modo. De nuevo un gran chorro de flujo empapo la colcha de la cama y la dejó completamente rendida tendida boca abajo.
Antonio no quiso seguir follándola, pensó que sería mejor que su sobrina se fuese acostumbrando poco a poco a la nueva realidad. Dejo que Teresa se recuperara y la ordenó vestirse de nuevo.
-¡No te pongas sostén, no lo necesitas! Tienes las tetas duras y firmes como pelotas de goma -dijo Antonio colocándose en la espalda de su sobrina mientras se vestía y manoseando de nuevo sus pechos. Le volvían loco aquellos pechitos, sin ser grandes aquellos pezones hinchados a la par que sus areolas formaban un cono superpuesto en su pecho, puntiagudo, erguido, desafiante, en perfecto ángulo recto con su cuerpo, Daban la impresión de no modificar su forma por nada, independientemente que su cuerpo cambiase de postura, Boca arriba, boca abajo, daba igual, aquellos dos conos parecían pegados al cuerpo, inalterables. Teresa obedeció y se enfundó la camiseta sin nada debajo.
-Me pareces una chica espabilada, tu madre dice que eras muy buena estudiante. Me ayudarás todas las mañanas con los papeles, las facturas, los presupuestos y todo lo que haga falta. Hablaré luego con Rosa para que ella y José se encarguen de los quesos, estando los dos les sobra el tiempo. -dijo Antonio anunciando el nuevo reparto de tareas en la finca.
-¡Como usted diga Tío! -respondió dócil Teresa
-Ah y otra cosa más. Necesito que me hagas un favor, tu primo Jorge necesita relacionarse más con alguna mujer. Tenía otros planes para él pero creo que voy a cambiarlos. Quiero que desde hoy seas muy amable con él. Harás todo lo necesario para que Jorge se fije en tú y complacerlo. ¿Entiendes lo que quiero decir? -preguntó Antonio viendo como su sobrina asentía con la cabeza.
-Solo tendrás dos tareas en esta casa si quieres que tu madre sea feliz y seguir todos bajo mi techo. ¡Yo y mi hijo!, por ese orden, ¡no lo olvides Teresa! Ya puedes irte, tengo que hablar con Rosa y tu hermano para organizar el trabajo
Teresa salió del cuarto, no era consciente hasta que punto llegarían sus nuevas obligaciones en la casa, no tardaría en descubrirlo. Al día siguiente descubrió cómo su boca y su culo eran capaces de dilatar lo suficiente para admitir en su totalidad la tremenda verga de su tío. Estuvo varios días caminando como un jinete con las piernas separadas, le costaba sentarse por el dolor de su culo. Pasada aquella fase inicial todas las cavidades de Teresa se amoldaron al tamaño de la verga de su tío que penetraba a diario cada uno de sus agujeros. El viejo Antonio sabía muy bien sacarle el jugo a su sobrina que obtenía cada día no menos de dos o tres orgasmos. La estaba exprimiendo a diario como un limón y seguía quedándole fuelle para tirarse a su hija Rosa cada noche.
Su primo Jorge parecía al principio una tarea mucho más difícil para Teresa, le costó varios días comenzar a tener las primeras conversaciones normales sin que el arisco Jorge saliese espantado. Superada aquella fase Teresa se daba cuenta como la actitud de su primo estaba cambiando y era él quien la buscaba.
El tío Antonio habló en privado y por separado con sus dos sobrinos, Juan y José ponían la misma cara de asombro cuando les dijo que estaba al corriente de la “relación especial” que tenían con su hermana. Los dos agradecieron que su tío estuviera dispuesto a guardar silencio de aquello, por supuesto a cambio de ciertas condiciones. Pero el sagaz tío Antonio no era la única sorpresa que les tenía reservada aquel día, no le había costado demasiado esfuerzo sospechar que ambos se satisfacían con alguien distinto a su hermana. Lo siguiente fue tan sencillo como observar con quién pasaban mayoritariamente su tiempo para descubrir que uno con Rosa y el otro con Perico gastaban la leche que no le daban hacía días a su hermana.
-Yo guardaré vuestros secretos con algunas condiciones -les dijo a cada uno de forma privada. -No volveréis a tener ningún tipo de sexo con vuestra hermana de no ser yo quien lo pida expresamente. No me importa que tú des placer a Rosa, que me la calientes, pero no volverás a correrte con ella le dijo a José. Y tu Juan me da igual si le comes la verga a Perico o te la mete, pero no te correrás con él. Como habéis visto me entero de todo en esta casa, tenéis prohibido correros, os vendrá bien una temporada de abstinencia en ese sentido. ¡Podéis haceros pajas pero ni se os ocurra correros hasta que no tengáis mi permiso! ¿Está claro?
Ninguno de los dos se explicaba cómo su tío se había enterado de todo aquello pero su cuerpo se llenó del miedo a las consecuencias. Sería mejor obedecer, al menos de momento. Aquella tarea impuesta no parecía tan sencilla de cumplir, los dos lo sabían.
Antonio ya tenía a sus sobrinos en sus manos, los tres dispuestos a obedecer sus caprichos para mantener a salvo sus secretos. Lo siguiente fue hacer que pocos días después los dos hermanos comenzaron a sembrar en la cabeza de su madre la idea de que Teresa y su primo Jorge hacían muy buena pareja y que los dos parecían corresponder aquella aparente atracción mutua.
Isabel al principio no quería dar crédito a los comentarios de su hijo, era cierto que cada día veía pasar más tiempo junto a Jorge con su hija Teresa. Sin embargo ella seguía viendo a su hija demasiado joven, Jorge por edad podría ser perfectamente su padre. También era consciente que Teresa era ya mayor de edad, no quería ser un inconveniente, si aquella relación realmente era deseada por los dos ella no pondría problemas. Dejó pasar unos días y esperó la ocasión para hablar a solas con su hija.
-Hija todos vemos que Jorge y tú parecéis muy unidos últimamente. ¿Realmente es lo que quieres?, si es así tienes que saber que no pondré problemas para que esa relación prospere. -dijo Isabel de forma cariñosa y comprensiva a su hija.
Cierto era que Teresa a medida que iba conociendo a su primo Jorge había descubierto un corazón sensible debajo de un caparazón de cubierto de odio hacia la mujeres desde el abandono de su madre. Aquella relación “artificial”, forzada y propiciada por su tío no era que la volviese loca de ilusión. Su tío sin embargo había sabido inculcar en su cabeza un cierto sentimiento de responsabilidad de lo que ocurriese con su familia en función de su comportamiento. Sabía que su madre nunca admitiría ni comprendería la relación que habían mantenido ella y sus hermanos, un cierto sentimiento de culpa y de no querer hacer daño a su madre la obligaba a decir lo que su madre quería escuchar.
-Estoy muy a gusto con Jorge, en el fondo es una persona sensible y cariñosa. Nunca ha tenido el cariño de una madre como nosotros. Sí, creo que es lo que quiero -respondió Teresa de palabra a pesar de no estar convencida por dentro de lo estaba diciendo.
-Está bien hija, lo comprendo, sólo quiero que sepas que si es lo que quieres para ti puedes contar con mi apoyo. A pesar de tu juventud eres toda una mujer, es tu primo y casi te dobla la edad ¿lo tienes en cuenta? -preguntó Isabel que necesitaba escuchar de su hija su convencimiento en aquella relación.
-¡Lo tengo en cuenta mama! Agradezco que lo comprendas - respondió Teresa abrazándose a su madre. Nunca confesaría a su madre hasta que punto aquella relación estaba condicionada por la presión de su tío.
En su interior Teresa albergaba la ilusión de descubrir al verdadero Jorge y poder ser felices los dos ¿sería aquello posible si al mismo tiempo su tío no parecía dispuesto a renunciar a ella? Teresa se sentía atrapada, obligada a mantener una relación simultánea con el padre y el hijo. ¿Qué ocurriría si Jorge se enteraba de que le estaba engañando con su padre? Por primera vez en su vida su primo confiaba en una mujer, sus sentimientos estaban cambiando pero si descubría la verdad el choque emocional podría ser terrible para él. Teresa estaba convencida que Jorge no soportaría un segundo desengaño así en su vida, estaba asustada. Aquel miedo que la atenazaba se convertía al mismo tiempo en su debilidad. Una debilidad que su tío aprovechaba en su beneficio usando a su sobrina a su antojo, Teresa no era más que un juguete sexual en sus manos, una muñeca. Por mucho que disfrutara del sexo con su tío se sentía atrapada, enjaulada.
ISABEL SU CUÑADO Y SU SOBRINO JORGE
Las piezas del puzzle parecían ir encajando, para Antonio solo quedaba una por colocar, Isabel, su cuñada. No dejó pasar muchos días para buscar la ocasión de hablar con ella.
-¡Querida cuñada! Tengo la sensación de que nuestros hijos se están haciendo mayores, van trazando su camino en la vida. Tu hijo José y mi hija Rosa parecen muy encariñados. ¡Y qué decir de Jorge y Teresa! Juan por su parte parece feliz en el monte con las ovejas, si te soy sincero y creo que tu al igual que yo también te has dado cuenta que parece le atraen más los hombres que las mujeres. Eso no importa, como padres nuestra obligación creo que ha de ser que nuestros hijos sean felices ¿Qué opinas? -preguntó Antonio a Isabel en el pequeño almacén donde preparaban los quesos y que aquel día era una de las tareas que se estaba encargando Isabel.
Isabel se quedó sorprendida por el comentario referente a su hijo Juan, ella intuía algo como buena madre pero jamás lo había hablado con su hijo. Lo de Teresa y José parecía evidente a ojos de todos.
-Sinceramente nunca pensé que asimilarían tan bien la vida en el campo. Yo he nacido en estas tierras y sé lo que me gusta pero ellos se han criado en la capital. La verdad es que soy feliz si los veo felices. -respondió sincera Isabel.
-Tienes razón Isabel, la felicidad de nuestros hijos es lo primero. Todos hacemos “lo que haga falta” para que así sea, muchas veces a costa de nuestros propios sacrificios. -dijo Antonio en un tono un poco intrigante.
-¿Que me estas queriendo decir Antonio? - preguntó Isabel que intentaba leer entre líneas lo que su cuñado quería decir.
-¡Te seré franco Isabel! Tú eres una mujer viuda, joven, atractiva, en estas tierras hay pocas ocasiones de satisfacer nuestras necesidades sexuales, especialmente para los hombres, las mujeres escasean. Estoy convencido que tú también hechas en falta un buen polvo de vez en cuando ¿o lo has solucionado sin que yo me entere? -preguntó Antonio a bocajarro, sin rodeos, sin anestesia.
-Si la pregunta es si he tenido sexo en el tiempo que llevo aquí, la respuesta es no y eso no quita que yo como cualquiera “solucionemos ese problema” sin necesitar a nadie más. ¿Responde eso a tu curiosidad? -dijo Isabel intentando zanjar el tema.
-¡En parte sí! Solo en parte, queda por saber hasta qué punto estas dispuesta a “sacrificarte” por la felicidad de tus hijos. Estoy convencido que tu sacrificio podría ser muy placentero para tú también. En cualquier caso no voy a obligarte a nada, solo quiero que reflexiones sobre lo que te acabo de decir. Como dice el refrán “el que algo quiere, algo le cuesta”, ¡Piénsalo Isabel, tomate tu tiempo, no tengo prisa! - dijo Antonio saliendo del almacén sin esperar respuesta y dejando a su cuñada envuelta en un mar de dudas sobre cómo actuar.
Pasaron dos días, Antonio esperaba alguna reacción por parte de su cuñada pero esta parecía que como las tortugas había decidido esconder la cabeza dentro del caparazón y el silencio era su respuesta. Entonces fue cuando Antonio junto a sus dos sobrinos y les cambio las tareas, a José lo mando con Perico a pastar al monte mientras su hermano ocupaba su lugar ayudando a Rosa. Aquel cambio de tareas fue un duro trago para los dos chicos que dejaban de estar con quien querían en la finca. Aguantaron un par de días hasta que los dos decidieron hablar con su madre para que intentara convencer a su tío de volver a las tareas de antes. Isabel sabía perfectamente porqué su cuñado había cambiado las tareas de los hijos y entendió de forma sencilla aquella frase de sacrificarse por la felicidad de los hijos.
Isabel se acostó aquella noche preocupada por las palabras de sus hijos, sabía perfectamente que su cuñado la estaba chantajeando con aquello. Aparentemente era una tontería, una cosa sin importancia, pero ella sabía perfectamente que era una llamada de atención. Su cuñado le estaba diciendo claramente que como había dicho la felicidad de sus hijos estaba en sus manos. Con pequeñas cosas Antonio podía hacer que la vida allí fuese un remanso de paz y felicidad para sus hijos o un pequeño infierno. Antonio le estaba obligando a tener que escoger, “sacrificarse por sus hijos” le había dicho literalmente.
¡Maldita sea, porqué las cosas tenían que ser así! se decía para sí acostada sobre la cama. Aquel verano el calor estaba siendo terrible, su sobrino Jorge no había querido instalar aire acondicionado en su pequeña vivienda, un pequeño lujo del que si disponían en el caserón familiar donde vivían los demás. Estaba empapada en sudor, vestida con un camisoncito corto de raso y sus braguitas. A pesar de tener la ventana abierta del dormitorio y la puerta del dormitorio entreabierta no corría ni una brizna de aire fresco.
En su cabeza martilleaba la voz de su cuñado, aquellas palabras que le dijo un par de días antes “ Tú eres una mujer viuda, joven, atractiva, en estas tierras hay pocas ocasiones de satisfacer nuestras necesidades sexuales, especialmente para los hombres, las mujeres escasean. Estoy convencido que tú también hechas en falta un buen polvo de vez en cuando”. ¡Maldita sea, claro que lo echaba en falta!, hacía semanas que no tenía sexo desde que el tipejo de una tienda la había contratado para limpiar y se la estuvo follando una semana a cambio de una miserable cantidad.
Sin embargo como le había dicho a su cuñado en cierto modo no lo necesitaba, se masturbaba cada noche una o dos veces y obtenía un buen par de orgasmos. Utilizaba hortalizas del pequeño huerto para penetrarse ella misma por las noches, zanahorias, pepinos, calabacines. Cada día escogía un buen par de ellas y después de las caricias iníciales se penetraba el coño y el culo con aquellos sustitutos vegetales de buenas vergas. Por las mañanas se despertaba satisfecha como si hubiese tenido una noche de tórrida pasión en compañía de alguien. Sus órganos eran tan intensos que al despertar muchos días tenía la misma sensación del semen pegajoso en sus agujeros después de una noche de sexo con algún hombre. ¡Cada día suelto el flujo más espeso se parece a la leche de los hombres! En cualquier caso la sensación de bienestar borraba enseguida aquella idea de su cabeza, aquella sensación de levantarse recién follada le era más que suficiente, “¿para qué puñetas necesito a un hombre? yo solita me apaño la mar de bien” , se decía Isabel cada día.
Aquella noche estaba tan centrada en sus pensamientos de cómo actuar con su cuñado que ni siquiera se había masturbado. Encendió la luz de la mesilla y entonces se dio cuenta de la taza de infusión que tomaba cada noche, se le había olvidado por completo. ¡Vaya, se me olvidó!, por eso no me duermo” se dijo para sí Isabel al ver la taza. Recordó la conversación con su sobrino la primera noche que llegó y ella le dijo al acostarse que iba a tomarse las pastillas para dormir, llevaba un par de meses tomando medicación para poder conciliar el sueño angustiado por la situación en la que se encontraba.
-¡Nada de pastillas tía! Los medicamentos provocan adicción y que cada vez necesitarás aumentar la dosis para conseguir el mismo resultado. Nosotros empleamos una infusión de hierbas de la zona que te relaja de forma natural y duermes como un angelito. ¡Te voy a preparar una! -le dijo amable su sobrino que poco después le ofrecía una taza caliente de infusión rojiza de apariencia y sabor parecidos al té de roca.
Lo cierto era que aquello funcionaba, la sensación de bienestar y relajamiento eran casi inmediatos. Desde que la tomaba dormía profundamente varias horas seguidas. Mientras aquel brebaje comenzaba a producir sus efectos cerraba los ojos y se masturbaba una o dos veces. El placer del orgasmo solía venir acompañado de un sueño profundo por efecto de las hierbas.
Isabel miró su reloj que estaba sobre la mesilla junto a la taza, había pasado poco más de una hora desde que se acostó. Suspiró profundamente, le costaba respirar por el dichoso calor, cogió la taza y bebió la infusión deseando que hiciese su efecto y poder conciliar el sueño. Se quitó las bragas y las dejó caer junto a la cama, disponiéndose a disfrutar de su ratito de placer privado. Tumbada boca arriba, separó las piernas, su mano se deslizó buscando su sexo, sus dedos se enroscaban en su abundante mata de pelo negro que poblaba su coño. Comenzó a frotar con suavidad su clítoris, estaba mojada como siempre, excitada.
En su mente la imagen de su cuñado Antonio, sus palabras, la insinuación más bien un claro ofrecimiento de que ambos podían satisfacerse mutuamente. Físicamente su cuñado no le atraía, era demasiado grande, corpulento, aquella barba, aquellas manazas, le hacían parecer un orangután. Sin embargo Antonio tenía un aire de salvaje, de pura bestia que producía una cierta atracción animal comparado con la amabilidad y dulzura de su difunto marido eran lo blanco y lo negro. Jamás un hombre así habría entrado en sus planes como posible pareja, pero como fantasía en el sexo tenía su morbo,
Antonio era un hombre dominante, rudo, con carácter, Isabel se veía empequeñecida ante su cuñado, débil, sin capacidad de resistencia. En su fantasía se imaginaba siendo sometida por aquel hombre, amarrada, forzada, era incapaz de imaginar con aquel hombre amor o cariño en el sexo. Sin embargo era el hombre perfecto para tener una fantasía de sexo salvaje, incluso violento, animal, ella se imaginaba a su cuñado como el típico "empotrado", nada de besos ni caricias, ella imaginaba un polvazo de esos que te dejan sin poder sentarte en un par de días con el coño irritado y el culo dolorido.
El ritmo de sus dedos aumentaba las caricias, alternaba la masturbación del clítoris con la penetración de su vagina, estaba chorreando metida en su fantasía, con los ojos cerrados, concentrada en su placer, a punto de correrse, de alcanzar un buen orgasmo pensando aquella noche en su cuñado.
De repente se encendió la luz del salón, la puerta de su dormitorio un poco entreabierta para dejar pasar un poco aire se iluminó un instante antes de apagarse de nuevo al tiempo que se escuchaban fuera el sonido de unos pasos. Isabel cesó sus caricias, se quedó quieta, en silencio, cerrando los ojos, sin mover ni un músculo como si por un momento no quisiera que su sobrino se diese cuenta de lo que estaba haciendo. Sus piernas seguían abiertas, su mano apoyada en su sexo desnudo, quieta, sin moverse. Agudizó el oído esperando escuchar el ruido de la puerta del cuarto de su sobrino al cerrarse. Tenía muchas ganas de terminar lo que estaba haciendo, estaba tan cerca de llegar al orgasmo ¡Uff maldita sea! se dijo Isabel aguantando la respiración, inmóvil, con los ojos cerrados ¡Acuéstate de una vez Jorge! era la frase que se decía para sí ansiando retomar sus caricias.
Sin embargo algo ocurrió que no era lo que esperaba, lejos de escuchar el sonido de la puerta del dormitorio de su sobrino, escuchó el sonido de la puerta pero de su dormitorio. El suave golpear de la puerta con la pared indicaba que acababa de abrirse por completo, ella no podía verlo al tener sus ojos cerrados pero su sobrino, vestido únicamente con un amplio calzoncillo tipo bóxer permanecía inmóvil en el umbral de la puerta. Jorge atento al sonido de la respiración de su tía como queriendo comprobar que Isabel dormía plácidamente. Su mano se acariciaba el paquete por encima del bóxer, estaba empalmado pero también receloso de dar el paso y entrar en el cuarto.
-¿Estas dormida tía? -preguntó Jorge desde la puerta deseando como todas las noches no obtener ninguna respuesta.
El cerebro de Isabel funcionaba a mil por hora, responder significaba que Jorge podría encender la luz y verla desnuda abierta de piernas y con la mano en el coño. Sería mejor hacerse la dormida y confiar que Jorge volviese a su cuarto lo antes posible. No le apetecía lo más mínimo que su sobrino la viese en aquella situación tan incómoda.
Pero Jorge no tenía ninguna intención de marcharse a su cuarto, al contrario, viendo que su tía no respondía estaba convencido que como siempre dormía profundamente. Encendió la luz para verla con total impunidad y se acercó a la cama.
-¿Me estabas esperando verdad? Lo siento tía hoy me retrasé un poco más de la cuenta. Ya veo que estabas impaciente, te has quitado las bragas, ¡Mmm muy bien! sabes que me gusta que me esperes sin ellas. ¡Quita la mano del coño! Me gusta verlo bien y comprobar que estas mojada para mí -decía Jorge hablando para él en voz baja pero que Isabel escuchaba perfectamente manteniendo la postura y haciéndose la dormida.
La mano de Jorge cogió la de su tía que mantenía apoyada sobre su sexo y la dejó caer en un costado apartándola para dejar el coño completamente a la vista. Tranquilamente se sentó en la cama junto a ella, aquel somnífero natural era mucho más potente que cualquier medicamento. Llevaba haciendo aquello desde la primera noche y su tía nunca se había despertado. Podía disponer del cuerpo anestesiado de Isabel a su antojo, daba igual si él le penetraba la boca, el coño o el culo, ella permanecía inmóvil sin enterarse de nada. Jorge se imaginaba cómo se sentían los pacientes anestesiados para una operación en el quirófano, hicieran lo que hicieran con ellos permanecían sin inmutarse y al despertar no recordaban nada de lo ocurrido en la operación. Isabel se había convertido en su paciente desde que había llegado, sin saberlo, ajena a como su sobrino usaba su cuerpo cada noche.
Lo primero que hizo Jorge como cada noche fue comprobar que su tía se había bebido toda la taza de la infusión. De no ser así el efecto podía ser más breve, como siempre estaba vacía por completo. Se levantó de la cama y se quitó el bóxer, Jorge se quedó completamente desnudo, era un tipo alto y fuerte como su padre pero sin barba ni la barriga de su progenitor. Estaba empalmado, excitado, bien dotado pero sin llegar a tener la verga tan gruesa como su padre, comenzó a pajearse mientras manoseaba las tetas de su tía y las sacaba fuera del camisón. Grandes, caídas, se desparramaban por su cuerpo cayendo hacia los lados, aquellos dos flanes grandes tenían los pezones duros, puntiagudos, sensibles al tacto. A Isabel le costaba esforzarse para que su sobrino no se diese cuenta que estaba despierta.
-Estas buena tía pero tengo que reconocer que prefiero las tetas de tu hija, ¡no te imaginas lo firmes y duras que son, las tiene tiesas como si fuesen de cartón! Nada que ver con estas tetazas tuyas, gordas, caídas que te cuelgan como las ubres de una de mis vacas. -decía Jorge sin dejar de manosear las tetas de Isabel al tiempo que se pajeaba con ganas. .
Jorge se levantó, se subió a la cama y se acomodó entre las piernas de su tía.
- ¡Mmm hora de joder! ¿Sabes tía? me encanta montarte así cada noche, sin quejas, sin explicaciones, sin tener que pedirlo, sin excusas para conseguirlo. Eres igual que una de mis ovejas, carne y agujeros para follar. Me alucina cómo eres capaz de mantener el chocho siempre mojado para mí Mmm -decía Jorge metiendo su verga en la vagina de su tía que ciertamente había dejado empapada con sus caricias y ahora él se follaba sin contemplaciones.
-¿Sabes? creo que te echaré de menos cuando no vivas en mi casa. Mi padre me ha dicho que quiere que tu hija viva aquí en tu lugar. Dice que quiere que comencemos a intimar, está ansioso por tener nietos Jajaja. Yo le digo que no hace falta, que me tiro a Teresa todos los días cuando bajo del monte con las ovejas. Mientras tú te dedicas a ordeñar las ovejas que traigo yo ordeño a tu hija Jajaja. Tengo que reconocer que tu hija es buena jodiendo, le pone muchas ganas, se entrega mucho. -decía Jorge sin dejar de follarse a su tía. Isabel aguantaba, contenía sus ganas de gritar, ¿Realmente Teresa deseaba vivir con aquel degenerado? Jorge no dejaba de hablar como si estuviera manteniendo una conversación con Isabel, el mismo se preguntaba y se respondía, una vez su padre le llevó a un psicólogo y le habían diagnosticado un trastorno de doble personalidad. Aquello no le gustó nada a Jorge y no quiso volver más a la consulta, el decía que estaba bien, ¿o no?
-Cuando mi padre decida que se instale Teresa aquí creo que quiere que duermas en la cabaña de los pastores, dice que como tienes que madrugar para ordenar las ovejas antes de que las llevemos a pastar mejor que estés cerca. Pero no te preocupes tía allí también te darán las hierbas para dormir, Perico es un artista haciendo esas pócimas, me la dio él. Siendo prácticos ya no tendrán que venir aquí los pastores un par de veces a la semana para montarte. Si estas con ellos podrán hacerlo con tranquilidad todas las noches Jajaja. También iremos mi padre y yo de vez en cuando ¡no te preocupes! Padre dice que tu coño es el mejor de la casa y tiene razón. Creo que dijo que esta noche vendría así que tengo que terminar pronto -decía Jorge.
Isabel aguantaba en silencio como su sobrino la estaba follando y aguantando su monólogo ¿acababa de decir que no solo él abusaba de ella cada noche? ¿Los tres pastores se la tiraban un par de veces a la semana? ¿Y ahora su cuñado pensaba llevarla a dormir con ellos para que lo hicieran cada noche? Con razón creía que su flujo era cada día más espeso, ¿que se parecía a leche de hombre? ¡Joder, era leche, puro semen! Todos los hombres de la finca se la estaban tirando por las noches y ella no se había dado cuenta ¡Que imbécil! ¿Cómo podía ser tan tonta? Pensando que ella misma se daba tanto gusto que no necesitaba la polla de nadie. ¡Una mierda! Encima que se la follaban, ella inconsciente no lo disfrutaba. Cuando terminara de joderla su sobrino su cuñado vendría también a meterla, ¡era la puta muñeca hinchable de la finca!
Las manazas de Jorge la cogieron de la cintura, claramente iba a voltearla para ponerla con el culo en pompa, la manejaba igual que si fuese un saco de patatas. Se dejó hacer, por primera vez desde que estaba en aquella casa era consciente de lo que ocurría por las noches.
-¡Vamos a probar este culazo! A mi padre le gusta que se lo deje bien engrasado, con ese pollón que tiene cualquier día te lo parte. ¡Deberías darme las gracias tía! ¡Mmm que fácil entra! Qué razón tenía padre, necesitábamos un buen par de putas en la casa, por unos platos de comida trabajan, joden y no tenemos que pagar a ninguna para meterla -decía Jorge mientras enculaba a su tía sin contemplaciones.
Isabel mientras era enculada notaba como aquel sopor de la infusión recorría su cuerpo, ya no cerraba sus ojos voluntariamente, se le cerraban sin querer. La voz de su sobrino sonaba lejos, cada vez más distante. Notaba como cada músculo de su cuerpo se aflojaba, incapaz de sostenerse por ella misma. Se acordó de que había tomado la infusión poco antes de que entrase Jorge a su cuarto, ¡maldita sea! dejaba de estar consciente.
CONTINUARÁ
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Hoy trabajaré en la continuación de “Cuarentena Coronavirus”, ¡Tranquilos impacientes, todo llega!
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MariaRuizRed |
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