Los olivenza (9)

Los hermanos olivenza,César y Víctor se lo hacen por primera vez con el consejo del entrenador Infante. Mientras, la relación entre Telmo y su tío continúa.

LOS OLIVENZA

(9)

  • No me puedo creer que se lo hayas contado a papá.

  • No tenía más remedio.

  • ¿Y se lo has contado todo?

  • Todo.

  • ¿Hasta que quiero que me folles?

  • Hasta eso.

  • Esto es la hostia....¡es la hostia!....¿Y ahora que hacemos?. ¿He, que hacemos?.

  • Lo que queramos. Nos ha dado su bendición.

  • ¿Cómo?...¿Qué?...

  • Telmo...te quieres calmar de una puta vez- Telmo se cogía la cabeza con las manos. - Víctor se sentó a su lado, quiso acariciarlo pero Telmo le esquivó. La segunda vez que lo intentó dejó que le abrazara. Entonces, el tío  le habló con voz suave tratándole de calmar.

  • Escúchame..cálmate y escucha, déjame hablar. Tu padre y yo desde jovencitos nos hacemos el amor, follamos y nos amamos.- El cuerpo de Telmo quedó paralizado - Es más, esta tarde hemos follado juntos mientras estabais de compras.

El chico dio un respingo y se separó de su tío. - ¿Estáis locos?....¿Estáis enfermos?...

  • No más que tu y que yo...creo

Telmo miró a su tío con los ojos enrojecidos.  Víctor acarició la cara de su sobrino, y con mucha dulzura le fue acercando hasta que la cabeza del joven  se posó en su pecho. - Cálmate...mi niño...cálmate...apóyate en mi, relájate...descansa.

El chico dejó que su tío le tumbara junto a él, que le besara la cabeza, que le acariciara. Se fue relajando arropado por el cálido cuerpo de su tío que comenzó a hablar suavemente.

  • Telmo, yo te quiero con toda mi alma y se que tu a mi también, pero a tu padre le amo como a  nadie. Tu padre fue el primero... pero no por eso...sino porque es el ser más maravilloso que he conocido, el más generoso...- El nudo de lágrimas hizo que tragara para no llorar. - Telmo.. por favor te lo pido...Escúchame. No me juzgues mal y menos a él. A él nunca.

Abrazó a su sobrino, le cubrió con la sábana, le besó y notó que se relajaba.

CÉSAR Y VÍCTOR

Esa noche, después de cenar, se fueron a dormir, cuando iban a entrar en sus respectivas habitaciones, César preguntó a Víctor si por fin no iba a dormir con él. El menor no dijo nada, le sonrió y se fue con su hermano a su habitación. Se metieron en la cama y se abrazaron. El mayor le dio un beso en la frente al pequeño. Al cabo de un rato el calor que desprendían no les dejaba relajarse. - Estoy ardiendo- Dijo Víctor. - Yo también- respondió su hermano - Porque no nos quitamos los pijamas, esto no hay quien lo aguante- Sin casi terminar de hablar, el pequeño ya estaba quitándose la ropa.

El mayor se quedó mirando aquel cuerpo sin desarrollar todavía pero le pareció una preciosidad. El pelo negro y ensortijado los, ojos verdosos, los labios carnosos y de un color canela, la piel morena, el incipiente vello sobre el pito, el pito tan moreno, tan suave, tan terso que apretaba lo que había saboreado en la ducha.

El menor vio como se desnudaba su hermano y poco a poco fue admirándole la espalda desarrollada, casi como la de un hombre, pensó. Se bajó los pantalones y volvió a ver ese culo que lo tenía loco. Blanco pero que comenzaba a destacar el vello que lo oscurecería con el tiempo, las piernas ya estaban cubiertas. Se dio la vuelta y toda esa belleza hizo que le diera un vuelco al corazón. ¿Cómo un hombre tan hermoso iba a abrazarle y darle la protección que necesitaba?. Miró la profundidad de los ojos enmarcados por las pestañas y las cejas tan oscuras como el pelo lacio que le caía sobre la frente. El cuerpo algo desarrollado  por el ejercicio y con alguna zona oscurecida por el vello que le iba naciendo.

Se quedó mirándole inmóvil. El hermano le tendió una mano y le dijo: ven, ven a la cama.

Víctor se dejó llevar, se metió entre las sábanas y se acercó al calor del hermano. - ¿Sabes que eres guapísimo'.

  • No tanto como tu.

Entonces, el mayor acercó sus labios a los del pequeño y los besó. La sensación que notó no supo nunca como calificarla. Pero fue de una ternura y de un amor del que nunca pudo deshacerse, incluso hoy, cuando le besaba, notaba esa sensación que le perturbaba y le hacía sentir tan bien, tan, tan bien.

El calor de sus cuerpos les relajaba y les enardecía a la vez. El contacto de sus genitales era tan agradable y tan estimulante que no deseaban separase  nunca. Es primer contacto corporal fue una comunión física y mental de la que jamas se separaron.

A partir de ese momento, dormían juntos todas las noches. Se besaban, se amaban, se conocieron todos los rincones del cuerpo y se daban placer acariciando las respectivas pollas hasta que estallaban y se regaban los cuerpos.

La adoración y complicidad entre los hermanos creció con el tiempo, no sólo en su relación  sexual, sino en todos los conceptos. Víctor veía en su hermano un ser superior que le protegía y le amaba. César veía en su hermano un ser adorable al que había que moldear y querer, tenerlo a su abrigo era lo más importante para el.

Cuando el menor veía al mayor entrenar remo con la camiseta de tirantes verde tensando y forzando los brazos se llenaba de orgullo de que aquel chico fornido fuera su hermano y se erguía como diciendo "yo soy su hermano"

Otro momento del que no fueron capaces de olvidar fue el bautizo de la penetración.

Tardaron tiempo en hacerlo. César quería estar seguro de hacerlo bien y de que su hermano lo deseara como algo vital. No dudó en pedir consejo a Infante.

Se lo planteó después de un entrenamiento en el despacho del gimnasio. El entrenador asintió. Cerró la puerta para que no les molestaran, le dijo que estaba al corriente porque Marcos le había contado todo y le preguntó hasta dónde habían llegado y luego. Entonces le dio instrucciones que el chico fue guardando en su memoria. Tenía que tener cuidado porque todavía era muy joven. No forzar nunca la situación. Estimular la zona día a día con caricias, masajes, con la lengua (hizo un gesto de asco a lo que  Infante le dijo que era primordial la higiene), metiendo el dedo húmedo para no hacerle daño, sino que sintiera placer y que poco a poco sería Víctor el que se lo pediría o haría algo para que César se diera cuenta que estaba dispuesto. También puso en su conocimiento las posturas que se adoptaban para que fuera más fácil y menos doloroso.

Pasó tiempo durante el que el mayor puso en marcha las indicaciones de Infante. El pequeño no puso nunca ningún reparo en ninguna de las nuevas caricias, al contrario, solía gemir de placer cuando le masajeaba la zona, o cuando metía un dedo, pero cuando sentía más placer, y eso lo notaba perfectamente, era cuando se lo lamía. Con el tiempo le fue pidiendo que le le metiera el dedo, que le lamiera, que le masajeara para después pedirle mas dedos, que pusiera la polla en la rendija y se corriera allí. Así fue pasando el tiempo y un día, César tendría casi los 18 y César los 16 cuando se lo pidió.

  • César - le dijo al oído, después de que le estuviera estimulando con los dedos pringados de una pomada que les había facilitado en entrenador - César...¿porqué no me haces con tu polla lo que me haces con los dedos?.

Estaba preparado para escuchar la propuesta pero en aquel momento se quedó inmóvil. Había llegado el momento y no sabía si estaba preparado, quería hacerlo bien para que su hermano gozara pero podía hacerle daño. Le entraron dudas.

  • ¿No quieres? - le dijo el pequeño susurrando al oído - ¿Porqué?...¿Te da miedo?...

  • Si, Víctor, me da un poco de miedo hacerlo mal y que te duela y luego no quieras que esté contigo.

  • Eso no va a suceder. Eso no podrá suceder nunca. Siempre estaré contigo aunque me hagas daño. Eres lo que más quiero y te lo estoy pidiendo yo, no  me estás forzando. Por favor, César, quiero probarlo de ti. Házmelo.- Se lo pedía de tal forma y con tanto deseo que abrazó al pequeño, metió su cara en el cuello para besarle y olerle mientras cogía fuerzas.

Comenzaron con el juego de los labios y las lenguas para seguir mordiendo los cuellos y los lóbulos, lamer los oídos, irse dando la vuelta para besarse y lamerse el cuerpo hasta llegar a las pollas y los cojones. Víctor estiró los brazos para acariciar las piernas de su hermano hasta llegar a los pies y el instinto le pidió besarlos  y lamerlos. Luego volvió a los genitales a la oscura tranca para descapullarla, mientras su hermano hacía lo mismo con la suya y ambas comenzaron a manar.

Víctor se dio la vuelta y se sentó a horcajadas sobre el vientre de su héroe, le levantó los brazos y los sujetó detrás de la cabeza, se inclinó y besó y lamió las oscuras axilas. El mayor se revolvió bajo el mientras el pollón se iba alojando en la raja del culo, el menor se irguió para notar más la dureza que se aproximaba a la entrada y la masajeó con sus glúteos, notando como la humedad de su hermano le lubricaba.

Víctor - dijo su hermano en un susurro - ponte crema en la entrada y embadúrname la tranca.

Así lo hizo sin cambiar la postura. Se aplicó crema hasta dentro metiendo dos dedos y embadurnó a su hermano desde la punta del cipote hasta que llegó a su oscura selva y el comienzo del escroto.

Respiró hondo, miró a su hermano a los ojos. Se adentró en ellos. Le sonrió y cogiendo el rabo se lo puso en la boca del culo y comenzó a metérselo poco a poco. El comienzo le dolió. Notó las manos de su hermano que le abría las nalgas para que el agujero se dilatara más y volvió a apretar para que entrara algo más lo que el más deseaba.

  • Si te duele, déjalo.

  • Ni loco voy a dejar que el dolor me impida tenerte dentro. Ni loco

  • Relájate y vete dejando caer sobre mi... Busca la postura...

Víctor intentó relajar el músculo hostil que impedía su meta. Y se fue dejando caer poco a poco. La verga fraternal fue entrando. Le dolía, pero entraba y entraba. César suspiraba y se tensaba de placer. Ver a su hermano sentir ese goce le animó a seguir. Le miraba y se deshacía. Abrió el culo y volvió a bajar hasta que los pelos de la polla de su hermano le hicieron cosquillas en las nalgas. Estaba toda dentro, había ganado. ¡META!. Pensó con orgullo, pero lo que no sabía era que sólo era una etapa,  la meta final llegaría después.

Una vez calzado por su hermano, el instinto les indicó los movimientos que debían hacer para conseguir el placer. Primero fue Víctor el que comenzó a subir y bajar lentamente hasta que se acostumbró a tener dentro suyo el nabo de su hermano y sin saber ni cuando ni como, fue llegando el placer y los gemidos de los dos hermanos se acompasaban, se movían como un perfecto mecanismo, como una biela, como un engranaje que tenía como fin producir el mayor goce del mundo. El mecanismo comenzó a acelerarse y los chicos casi gritaban de los gemidos que daban. Intentaban mirarse, pero su vista era turbia de placer. Ese momento no era para la mirada, ese momento era para disfrutar como animales del sexo que estaban practicando. El ano dilatado dejando entrar la polla, los cojones brincando, otra polla dándose impulso que hacía estrellarla en el vientre. El tiempo y la luz desaparecieron para dejar que el universo se centrara en el goce que estaban experimentando hasta que tuvo lugar la erupción,

Los volcanes rugieron y escupieron. Las puertas se cerraban alrededor del ariete que se quedó atrancado y gozando de las embestidas que le apretaban ordeñándole hasta dejarle seco. Mientras el Vesubio de su hermano expulsaba lava blanca una y otra vez llegándole a su pecho, su cara, su boca y su vientre. Sus cuerpos se tensaron como sogas y los gemidos desesperados de placer se convirtieron en rugidos, hasta que Víctor cayó sin respiración sobre César y se quedaron inmóviles.

Poco a poco, la realidad volvía, pero no podían hablar. Las sensaciones habían sido tan fuertes que no sabían que decir. En eso, el cipote de César comenzó a deshincharse y a salir suavemente del interior de Víctor, lo que le produjo un placer añadido que le hizo gemir de nuevo. Esta reacción inesperada desencadenó un ataque de risa de los dos hermanos. Que no pudieron parar en un rato.

  • Ha sido demasiado- Dijo César mirando a su hermano.

  • Es lo mejor que me ha pasado nunca.

  • ¿Esto es así siempre que se hace?

  • No lo se. Es mi primera vez, pero debe ser...Si no, no lo harían papá e Infante.

Víctor se incorporó de repente. - ¡¿Qué?!. ¡¿Papá e Infante, se lo montan?!

  • Desde jóvenes, creo.

  • ¿Y te lo han contado?.

-...

  • ¿César, te lo han contado ellos?.

  • ...

  • César...

  • Tengo que contarte una cosa...- El mayor le contó al menor la conversación con su padre y con Infante. No quería engañarle. No se lo merecía. Simplemente, ni podía ni quería mentir a su hermano.

Víctor besó a César en los labios, se acurrucó en su cuerpo y dijo: - Es la mejor decisión que ha tomado en su vida. Cuando le vea, le daré un beso y las gracias.

VÍCTOR Y TELMO

Cuando Víctor acabó de contar, se encontraban sentados y desnudos el uno frente al otro. El sobrino miraba a los ojos de su tío de los que caían lágrimas.

  • ¿Tanto le quieres?

  • Todo, le quiero todo lo que se puede querer.

  • Como os envidio

  • No seas bobo. Tu también amarás.

  • No así.

  • Eso nunca se sabe, niñato.

  • Y cuando me vas a iniciar. Lo estoy deseando y más después de oírte.

  • Pronto. Muy pronto. Pero aquí no. En esta casa no.

  • Víctor...quiero probar la fusta

  • ¿Estas loco?

  • Después de lo que me has contado quiero probarla. Quiero saber que se siente.

  • Ya veremos...

  • No quieres complacerme en nada....

  • ¿En nada?. Esto ha sido para ti. ¿Nada?.

  • No...perdona...perdona...no quería decir eso...lo he dicho mal...

Silencio

  • Quiero decir que...hay cosas importantes que quiero probar...que necesito sentir y tu me das largas...y quiero, Víctor, necesito sentirlas.

El tío abrazó al chaval - Bueno...lo haremos, pero déjame a mi...

Telmo se incorporó con una enorme sonrisa y besó en los labios a tu tío - Te quiero, no sabes como te quiero.

  • Venga...no seas zalamero.

Se levantó, fue a la cómoda, cogió un sobre y volvió a la cama. Sacó unas fotografías de su interior y se las entregó a Telmo. - Estas son las fotos de las que te hablé. Las que nos hizo tu abuelo.

Eran unas fotos magníficas en blanco y negro en la que dos jóvenes posaban en distintas poses. En unas vestidos, en otras medio desnudos. Maravillosos ejemplares masculinos. Su padre y su tío parecían galanes de películas italianas .

Había una de los dos con los brazos sobre los hombros mirando a la cámara, morenos a rabiar, uno con el pelo lacio sobre la frente, el otro con los rizos al aire y esa sonrisa blanca, esa sonrisa que el chico adoraba tanto de su padre como de su tío, con esa alegría que da el amor, era una foto esplendida para dos hombres espléndidos.

  • ¿Me puedo quedar con esta?

  • Por supuesto que si. Con la condición que la pongas en un sitio preferente cuando tengas tu casa.

  • Te lo juro.

  • ¿Y yo, a quien salgo, porque no me parezco a ninguno de vosotros.

  • A tu madre, que es una preciosidad.

  • Eso quiere decir que yo también?

  • No. Tu mejoras la raza.