Los olivenza (7)

En este relato vais a encontrar de todo. Sexo a lo bestia entre Marcos e Infante. Relaciones Sado-maso-homo entre los componentes del Club de los Centuriones y otro tipo de sexo y amor entre Víctor y su sobrino.

LOS OLIVENZA

(7)

TELMO

Víctor se despertó al oír abrirse la puerta de su cuarto. - Tío. ¿Puedo dormir contigo?.

Levantó las sábanas y Temo entró en su cama. Se acercó a él. El tío le abrazó, le besó en la frente. -Duerme.

  • ¿Papá también hacía eso?

  • Temo...duerme. Mañana hablaremos.

  • No puedo dormir..después de ver ese sitio y las fotos, estoy nervioso. No se lo que he visto en realidad. Me da miedo. Me da miedo que le hayan hecho cosas a papá. Ahora no se quien es. Víctor...por favor, me lo tienes que contar.

El tío abrazó al sobrino y suspiró. -Telmo, es complicado. Tu padre es un ser maravilloso. Eso no lo pongas en duda. Te dije que era gay...Bueno...más bien lo era, o lo ejercitaba. Se enamoró de tu madre y desde entonces...bueno...sólo alguna vez y sólo conmigo. Tenemos una relación un poco especial. Es difícil Telmo, de verdad. Pero tranquilo. Tu padre no es uno de esos. De los de las fotografías. Aunque (se sonrió),  alguna hay de los dos juntos. Ya te las enseñaré.

  • Tío tienes que contármelo todo. Tengo que saber todo.

  • Vale, pero antes tienes que conocer la historia completa, tienes que saber porqué ocurren las cosas. Te voy a contar todo pero ten paciencia.

  • Víctor...

  • Dime...

  • ¿Me la vas... a meter?

  • ¿Cómo dices?

  • Si alguien me la va a meter quiero que seas tu porque me gustas mucho.

  • Bueno...ya veremos. Ahora descansa. Te voy contando y así te relajas y duermes.

  • Sigue contando

Víctor atrajo a su niño, le abrazó y siguió hablando.

INFANTE

Infante llegó a Extremadura con la ilusión de volver a ver a Marcos y de crear un club de lucha como el de Oporto. Tendría un buen sueldo, viviría en la casona, y sería su hombre de confianza (además de otras cosas). Todo esto le había dicho su pupilo cuando el abuelo Emmanuel murió y su padre, Telmo, le había dicho que tendría que hacerse cargo de la hacienda ya que él no volvería jamás a su tierra.

El edificio era grande y hermoso, de una blancura resplandeciente. Marcos abrazó a su amigo. Le enseñó la zona de la casa que le había adjudicado. Una amplia habitación con zona de estar y baño. Una puerta conducía a otra habitación que según le dijo su pupilo sería exclusiva para ellos dos. Cerró la puerta, le abrazó y se besaron. Hacía tiempo que necesitaba el sabor de su entrenador, no sólo de la boca, sino de su cuerpo, de su polla, del sudor, del olor que emanaba todo el. - No sabes lo feliz que me haces al haber venido- dijo Marcos.

Todo transcurrió según lo previsto. Lo primero que hizo fue dedicarse a arreglar un sótano al que se accedía desde el despacho de Marcos para convertirlo en gimnasio y laboratorio fotográfico.

Cuando amanecía y cuando anochecía entrenaban distintas disciplinas, desde lucha libre, tiro al arco, o marcha y luego se refrescaban en el río.

Marcos había tenido la buena idea de alojarle en un ala de la casona alejada de la vida familiar, para poder tener intimidad. La habitación aneja a la suya estaba insonorizada, de manera que podían ejercitarse en otras disciplinas más complicadas y en las que algún sonido podría delatarles.

Aparte de acondicionar el sótano, también lo hizo en esa habitación, amueblándola y preparándola para  las sesiones de afeitado corporal, masaje y algunos ejercicios gimnásticos. Cuando la tuvo terminada invitó a su compañero a  inaugurarla.

Entraron, cerraron la puerta con cerrojo y se desnudaron. La inauguración fue todo un éxito.

Cuando se quedaron solos. Infante puso la radio para oír música clásica y luego se acercó a Marcos. Se puso delante de el y comenzó a desnudarse. Dejando ver su cuerpo fuerte como un mulo y peludo como un mono. Los ojos verdes estaban fijos en su alumno diciéndole ahora tu. Quiero verte. Marcos le aguantaba la mirada y se desnudó enseñando su hermoso cuerpo fuerte, cuidado y musculado. Infante miró los ojos negros que tenía enfrente y le dijo que le hacía falta un buen afeitado y un buen masaje. Marcos sonrió dejando ver unos dientes blancos que resaltaban en su morena piel  y que pedían un buen lametazo. - Pero antes dame un buen abrazo. Me gusta tenerte aquí.

Los dos hombres se miraron de arriba abajo, se acercaron y acariciaron lo que querían acariciar: los brazos, los pechos, los huevos, los muslos, y entonces se acercaron y se abrazaron con pasión. Se lamieron y mordieron la piel de los hombros, del cuello, de las mejillas, hasta llegar a los labios que también se los lamieron y mordieron hasta que los  abrieron en busca de las lenguas. Las entrepiernas ya estaban jugando entre ellas a esgrima.

Cuando dos hombres llevan tanto tiempo sin tener contacto carnal y están acostumbrados al ejercicio y a la lucha, el deseo se vuelve pasión desatada y violenta. Quieren tener todo, quieren poseer todo como dos lobos enzarzados en una pelea por la jefatura de la manada*. Estos dos hombretones se abrazaban y se acariciaban con tanta pasión que parecía que estaban luchando por la supervivencia. Incluso se hicieron sangre por algún mordisco mal controlado.

Tanta pasión desatada hizo que sus vergas se enfrentaran también con tal fuerza que les dolía cuando se encontraban.

En un momento, Infante paró. -Marcos, nos vamos a matar. No quiero morir ni matarte, quiero disfrutarte.

Se calmaron abrazados y sudados. Las respiraciones entrecortadas se encontraban en sus bocas. Los latidos se juntaban en los pechos, y las pollas eran amantes abrazadas.

  • Me gustas tanto y te necesito tanto...-Le dijo Marcos a Infante.

  • Mi niño. Ha sido un infierno no tenerte entre mis brazos durante este tiempo. Te quiero con locura.

Ahora si, ahora se besaron con amor y con pasión, pero el descontrol había pasado. Había sido un momento de tal euforia que podrían haberse hecho daño y eso no se lo perdonarían nunca.

Ojos verdes frente a ojos negros. ¡Campana!.

El segundo asalto se desarrolla sin penalizaciones.

Infante cogió el bote de crema y fue untando el cuerpo del joven. Untaba una buena porción de crema por el pecho y lo esparcía con su cuerpo, como si fuera una esponja, mientras masajeaba otras zonas ayudándose con las manos y los brazos. Añadía otra porción y se rebozaban los cuerpos, se abrazaban notando como resbalaban sus brazos, sus muslos, sus cuerpos y sus pollas como dos serpientes rabiosas en una lucha a muerte, con las cabezas enfrentadas y escupiendo veneno.

Las manazas de Infante apretaban las nalgas de Marcos metiendo sus dedos entre los cachetes y el chico los abría para dejarles paso y que lubricaran la entrada. Lo había deseado tanto en los últimos meses. El entrenador le masajeaba hasta conseguir que se fuera abriendo y que recibiera el primer dedo. El chico soltó el primer gemido a la vez que se endurecía su cipote abrazado al suyo. Le gustó tanto la reacción que lo volvió a hacer. Empezaron a ponerse burros uno a meter dedos, el otro a abrirse para recibirlo, mientras las pollas resbalaban juntas como troncos de higuera.

Marcos gemía de placer e Infante resoplaba como semental. - Métemela, Infante...lo he esperado tanto...métela...

El Minotauro giró al chico puso su tranca en la rendija y la masajeó con el tronco arriba y abajo. El cuerpo del joven se abrió para dejar espacio a tan espectacular herramienta y dejarle el paso libre. El aparato fue sobando el agujero y cuando el capullo llegaba a su meta, hacía intención de entrar, pero se retiraba, y volvía a hacer la misma jugada. El chico estaba a cien. Cuando notaba que iba a entrar, gemía, luego se quedaba con las ganas y volvía a abrirse para que en la próxima le penetrara. Al fin ocurrió. El cipote se paró en la entrada -Métela ya, cabrón- gritó. Y el capullo entró con un ligero empujón. - ¡SI!.

Infante le sujetó el pecho con sus enormes brazos y fue empujando su tronco hacia dentro. Marcos se revolvía de placer y de dolor mientras el animal le sujetaba para que no se escapara, hasta que la metió entera. Se quedó quieto un instante. Resoplaba en la nuca del chico, le bajaba una mano por el abdomen hasta llegar a su polla, que agarró y comenzó a bombear el culo de su chico. Los gemidos de Marcos fueron subiendo de tono según aumentaba el placer de notar entrar y salir el salchichón del semental. Los bufidos de Infante se fueron convirtiendo en gruñidos según aumentaba la intensidad del goce que le daba el joven anillo alrededor de su manga.

Marcos le agarró de la nuca para acercarle la boca a la suya y que se la comiera mientras le follaba y le pajeaba. Mordió el labio del macho, sacó la lengua para lamer la otra y cuando entró en su boca, se corrió como bestia que era en ese momento con una especie de aullido. Los espasmos anales hicieron el resto para que Infante estallara dentro de él emitiendo gruñidos de fiera herida. Estallaron hasta quedarse vacíos. Uno dentro de escultural cuerpo, otro en la inmensa mano velluda que le daba cobijo. Se quedaron inmóviles, abrazados y jadeantes.

TELMO

Se despertó abrazado a su tío. Y se le quedó mirando. Mirando aquella cara de hombre joven, con los rizos revueltos, los párpados delineados por unas pestañas largas y negras. Los labios carnosos de color canela y perfectamente perfilados. La barba de varios días le daba un toque varonil que al chico le excitaba, sobre todo cuando le arañaba con ella en los sitios prohibidos.

Fue inspeccionando todo el cuerpo que se le antojaba perfecto. Sin un ápice de grasa, con una musculación  fibrada, cubierta por un corto vello negro que le cubría los pectorales, los abdominales hasta llegar a la gran mata de la que salía el pene, ahora reposado, con una funda de piel oscura y que le ocultaba el fruto que tanto le gustaba. Luego se fijó en la perfección de su espalda, sus nalgas blancas cubiertas de un fino vello que se ocultaba entre las dos nalgas para bajar por los muslos hasta llegar a las pantorrillas. Se fijó en unos pies largos con unos dedos finos en los que el mismo vello crecía de manera caprichosa aquí o allí. Pensó que tenía que besarlos algún día.

La erección matinal del chaval subía de temperatura. Se levantó de la cama para ducharse y bajar la calentura. Cuando se estaba duchando oyó ruido en el baño, se asomó y vio al tío orinando. Le miró la polla y como caía el caudal.

Víctor se giró, le miró y le sonrió. -No podía más. Me estaba meando.

Telmo abrió la ducha y le dijo - Ven, enjabóname tu- y le tendió una esponja.

Víctor le sonrió - ¿Me estás acosando?

  • Si- le contesto el chico con otra sonrisa cómplice

  • Vale.

  • Quiero que me hagas lo de Infante y el abuelo. Quiero que...

  • Ya...vale...ya se.

Víctor se metió en la ducha con la esponja en la mano. Se acercó a su sobrino y le besó en la boca. Los cuerpos se encontraron lo mismo que sus pollas, que ya estaban dispuestas a encontrarse. Derramó gel en la esponja y comenzó a enjabonar el joven cuerpo. Comenzó por el cuello y el pecho, le levantó los brazos para lavarle los sobacos, pero antes se los besó y tiró con los dientes del vello, los lavó y siguió bajando hasta llegar al caliente miembro, que descapulló y lo enjabonó con la mano, igual que el bosque castaño y los testículos.

Le dio la vuelta para volver a comenzar desde arriba, por la espalda, para ir bajando lentamente hasta el culo. Metió la esponja entre las cachas recorriendo toda la distancia hasta llegar a los huevos. Telmo se tensó de placer y Víctor continuó. Se apretó a él dejando que su miembro se colocara en la raja del culo, le abrazó con las manos llenas de espuma y comenzó a pajearle mientras la polla se deslizaba entre las nalgas.

  • Sigue, por dios, Víctor..sigue así..

Continuaron un tiempo con ese juego hasta que Telmo volvió a hablar- Por favor...métemela..por favor...

  • Luego...luego...sigue así....así

Le pajeó con más intensidad mientras su capullo se encaprichaba con el botoncito rosado de su sobrino.

Telmo no pudo contenerse cuando notó una cierta presión en su entrada. Solo de pensar que la manguera de su tío iba a entrar, se corrió. Era  tan joven que no sabía retener la eyaculación. El placer le impedía retener, el placer le hacía soltar leche descontroladamente.

Víctor giró al muchacho, le empujó hacia la pared, juntó su cuerpo al del niño, le metió la lengua en la boca y restregó  las pollas lubricándose con la corrida de su sobrino mientras le besaba hasta que se corrió.

Se limpiaron. Se secaron. Y en la habitación, Víctor le dijo a su sobrino. -Telmo, lo siento pero en esta casa con tu padre y tu madre presentes no te voy a follar. Lo siento, pero no puedo.

A Telmo se le enrojecieron los ojos. El tío le agarró la cara con las dos manos y le hizo mirarle a los ojos - Telmo, te quiero. Te quiero mucho. No solo te quiero, te deseo. Eres un hombre maravilloso y precioso. Te follaría en cualquier parte, pero aquí me es imposible.

El chico le abrazó y le besó. -¿Cuándo entonces?. ¿Dónde?...Víctor, necesito probarlo y quiero que lo hagas tu. No quiero equivocarme ni que me hagan daño.

El tío abrazó al joven y lo besó. - Telmo, te juro que seré el primero, pero en esta casa no. Por favor respeta mi decisión. Yo me encargaré, no te preocupes.

MARCOS

La siguiente misión era encontrar chicos que se quisieran apuntar al club. Visitó las haciendas limítrofes y tomó contacto con los jóvenes de su edad. Por su simpatía, su atractivo y su forma de contar como había pensado disfrutar de la naturaleza y el deporte como una forma sana de vida, a la manera de los romanos (a los griegos los dejó de lado porque siempre habían suscitado desconfianza por la fama de tener relaciones entre hombres), del glorioso imperio, ejemplo del nuestro. Los chicos comenzaron a interesarse y aceptar formar parte del club, gracias a la figura atlética, el magnetismo de sus ojos y la oratoria a la hora de contar lo que pretendía conseguir. Les enseñaba el logotipo que era un casco de centurión cruzado por una daga y una jabalina. Les mostraba los uniformes que debían llevar con un cierto contenido erótico, pero sin pasarse.

Al final, consiguió que siete jóvenes se inscribieran. Siete jóvenes eran muchos.

El Club de los Centuriones funcionaba a las mil maravillas, entrenaban los fines de semana de sol a sol, ejercicios de arco, jabalina, carrera o marcha a través y, lo principal, lucha libre y luego se bañaban en el río. La camaradería, el contacto físico, la intención de superación y las clases teóricas, basándose en los principios romanos, hicieron que los siete jóvenes, al mando de Infante, comenzaron a tener una relación y unas sensaciones diferentes, se miraban, se observaban como se desarrollaba uno u otro, se comentaban como se desarrollaba este o aquel, se fijaban en el tamaño de sus miembros ocultos bajo los calzones o el uniforme de lucha. La juventud, la belleza y el contacto corporal fue logrando, poco a poco, lo que Marcos e Infante se habían propuesto.

La naturaleza humana y las hormonas desatadas hicieron el resto. Tanto Marcos como Infante, fueron alimentando las necesidades de uno u otro. Por las noches hacían los planes de los días siguientes. Si uno se había excitado en la lucha, si otro miraba durante los baños, si alguno abrazaba a otro de una forma especial. Experimentaban al decirles como se estaban desarrollando para que los demás le miraran con envidia o expectación. Así fueron formando a aquellos siete jóvenes con ansias parecerse a los centuriones romanos.

Tanto Infante como Marcos fueron llevándolos a su terreno y fueron cayendo uno tras otro. Todos saborearon el placer sexual con otro hombre. Todos.

Un día, a Infante se le ocurrió que debían castigar al último en la nota de las diferentes pruebas.- El que tenga más baja nota, tendrá que someterse a un castigo digno de un esclavo. Las decisiones se tomarán en asamblea.

Un día, uno de los gemelos García-Górriz se empalmó mientras se le azotaba con la famosa fusta. Marcos e Infante se miraron. Ese era el germen. Ahí estaba. A partir aquí caerían todos.

En la siguiente convocatoria volvió a quedar el último. En vez de mostrarse  preocupado y decaído, dejó que le pusieran las muñequeras y le ataran con tranquilidad (más bien deseándolo).

Le dieron varios latigazos hasta que vieron que su taparrabos crecía. Infante se acercó y le puso la mano en el paquete - ¡Dale otra vez!- ordenó. Latigazo. Erección. Gemido.- Otra- Latigazo. Erección. Gemido. -Otra. Y así hasta que bajo la presión de la mano de Infante, el chico se corrió. ¡Bien!. Pensaron entrenador y pupilo. Es el principio.

Infante se dirigió a sus pupilos. - Gracias Hernán, por habernos demostrado cual era el espíritu del Imperio Romano con sus soldados. No hay placer sin sufrimiento. Esto es lo que debemos aprender. Sufrimos y el sufrimiento es goce en cualquier dimensión de la vida. Hernán ha hecho la demostración. Se ha corrido después de haber sufrido. sería un héroe en el Imperio y lo es en el Club de los Centuriones. Un hurra por Hernán.

Aquello fue el delirio. A partir de ese momento, todos querían ser azotados por Marcos y que Infante les metiera la mano en la entrepierna. Si García-Górriz, tan macho, tan buen hombre, se había corrido como lo hacían los héroes romanos... Los demás también lo querían demostrar.

Infante, que observaba el comportamiento de todos, se fijó que Cortés miraba el paquete de los chicos con detenimiento, que en la lucha se le endurecía la entrepierna más que a otros, que durante los baños se le encabritaba  la pequeña a menudo y, sobre todo, si él participaba. Se le ocurrió que ese chaval iba a ser el primero de una serie que serían desvirgados. Eran carne de cañón para él y para su socio.

En efecto. Cortés falló. Hubo que castigarle. Se le ató y se le azotó. Infante se puso frente a él y cuando notó que aumentaba el tamaño del paquete, le bajó el taparrabos para dejar al aire aquel instrumento. El hizo lo mismo y  juntó miembro con miembro.

  • Marcos- dijo en entrenador con un tono autoritario-  utiliza la empuñadura, pero antes dale vaselina.

El resto de los socios miraban asombrados la situación. No daban crédito a lo que estaba pasando, pero el morbo y la excitación les tenía paralizados.

Marcos untó con crema la empuñadura  con forma de falo. Dio dos latigazos más para excitar más a Cortés y luego le fue metiendo el falso falo. El chico se mordía los labios mientras notaba como le introducían algo por el culo y como el pollón de Infante crecía junto al suyo. - Marcos- dijo el entrenador     - Ahora el tuyo. Y Marcos se la metió. El chico intentó gritar pero la boca de Infante le detuvo porque le metió la lengua cuando abrió la boca.

Cortés gemía de dolor y de placer al sentir la lengua del macho en la boca, el inmenso cipote junto al suyo a punto de estallar y el rabo de Marcos dentro de su culo.

  • Infante...- pudo decir entre gemidos de placer-...métemela tu...por favor.. tu...

  • Marcos, deja al chico. Dice que sea yo.

Marcos se apartó y miró a su alrededor. Los otros miembros estaban alucinados y empalmados. Se masajeaban los paquetes.

Mientras Infante se ponía en posición, Marcos les dijo a sus amigos que se bajaran los taparrabos y se pajearan sin problema.

Infante fue metiendo su cipote en el ano dilatado de Cortés. Le abrazaba, le mordía, le sobaba los sobacos afeitados, el pubis lampiño y los suaves huevos mientras lo insertaba y escuchaba como suspiraba y gozaba. Lo folló con ganas, quería que el resto viera como follaba un macho como el, que la imagen se grabara en sus mentes, que pensaran en el, que se pajearan pensando que podría ser el próximo en experimentar el placer que estaba haciendo gemir a Cortés.  Se tornó bestial.

Los chicos que estaban viendo la follada cada vez se calentaban más. Estaban estupefactos. Pero estaban deseando tener al entrenador abrazándolos a ellos. El goce, el placer extremo que sufría su compañero lo querían para ellos. Estaban sufriendo un cambio que no sabían a donde podía llevarlos, pero en ese momento querían ser Cortés.

El bramido de Infante, la imagen de su cuerpo al tensarse, la contracción de su culo, la hinchazón de las venas de su cuello. Aquel fantástico físico apretándose contra el chaval mientras se corría. El cuerpo joven y lampiño de su compañero corvándose y gritando de lujuria mientras soltaba una fuente de semen entre los dedos velludos del gran macho , fue de tal impacto que no pudieron contener la eyaculación. Y uno tras otro se fueron corriendo pensando que tal vez el próximo sería el.

García-Górriz miraba a Marcos con auténtica lujuria

Marcos pensó: Habéis caído. Sois nuestros.

*Esta frase se la dedico a Francisco.

Ya sabéis donde estoy. Espero comentarios. Animaos. karl.koral@gmail.com