Los olivenza (5)
Victor sigue contando a Telmo cómo Emmanuel enseña a su hijo su secreto y como éste y Lino tienen la primera relación sado-maso-homo aconsejados por José, el amante de su padre.
Para David
LOS OLIVENZA
(5)
Telmo se acurrucó en el cuerpo de su tío. Apoyó la cabeza en su pecho y le preguntó: - ¿Tu también me vas a llevar a un sitio donde me enseñen cosas, tendré que ser valiente, tendré que sufrir y tendré que confiar en ti?.
Víctor acarició a su sobrino - Si tu quieres, si-.Y le dio un beso en la sien.
Tienes un arte para ponerme a mil- le cogió la mano y se la puso en la entrepierna. Mira como me tienes. ¿Crees que es normal que me tengas así?.
Pues todavía queda lo mejor.
Pues así no puedo seguir porque me va a estallar la polla.
El tío metió la mano entre la sábana hasta llegar a tranca de su sobrino que estaba como una piedra caliente al sol y babeante como un caracol. Se mojó los dedos se los olió y se los chupó. Luego volvió a mojarlos y se los acercó a la boca de su sobrino para que los lamiera. Luego volvió a bajar la mano para agarrar la tranca y comenzó a acariciar la suave piel de prepucio. La subía y bajaba con lentitud para notar como arropaba el glande y luego, lentamente, lo descapullaba. Así, lentamente, le masturbaba, mientras su sobrino tensaba el cuerpo y rebozaba el pelo en el cuello del tío. Bajó la mano hasta encontrar el tronco familiar, que también rezumaba, cogió una muestra, la olió y la lamió mientras Víctor le practicaba una lenta y maravillosa paja.
Telmo llevó su mano hasta el miembro de su tío y comenzó a hacerle lo mismo que le hacía a él. Subían y bajaban las manos arrastrando la piel hasta que el capullo se hinchaba y se mojaba, luego subían la mano hasta cubrirlo de piel. Así una y otra vez, mientras sus cuerpos se rozaban, calientes y sudados. Telmo miró a su tío y la expresión de placer y la belleza que desprendía hizo que se incorporara y le besara en los labios sin soltar la presa que tenía en la mano.
La lengua del tío no tardó en hacer presencia apremiando a su sobrino a lamerla. Y la lamió lentamente, saboreándola, sorbiéndola, besándose los labios, mientras sus manos continuaban con la subida y bajada en sus respectivas pollas. Se tensaron, se apretaron, agarraron bien ambas herramientas tiraron hacia abajo y las dos fuentes soltaron chorros y chorros de semen. Cuando acabaron, se quedaron inmóviles.
Telmo hizo intención se limpiarse la mano cuando su tío le detuvo. -¿No quieres saborearlo?-. El chico se llevó la mano a la boca para chupar todo el jugo de su tío mientras el tío hacía lo mismo con el de su sobrino.
Tío, eres la hostia.
Espero que no-. Se rió y contagió al chico.
Se serenaron. Bebieron. Víctor encendió un cigarrillo. Después de una buena corrida, son los que mejor saben, pensó.
¿Quieres que continúe con la historia?.
Ahora si. Ahora puedes continuar.
¿Donde nos habíamos quedado?.
Cuando los dos chicos se habían desnudado delante de Emmanuel y José esperando, no se qué.
DAVID
Lino abrazaba a David mientras Emmanuel levantaba los brazos y dejaba que José le sujetara con unas muñequeras de cuero a la argolla del techo.
El patrón/padre les dijo que ahora sabrían su verdad. La que nadie sabe. La que quiere ofrecerles. La oculta. - Chicos, esto es lo que soy, luego podréis aceptarme o rechazarme. Pero este soy yo.
El cuerpo quedó desnudo y a merced de lo que fuera. Ese cuerpo tan inmenso, tan fuerte, tan bello que los chicos se hubieran tirado a besarlo y a acariciarlo como perras en celo.
Quedó colgado como un esclavo mientas José cogía una fusta con el mango en forma de pene, lo agarró con fuerza, se puso detrás del amo, levantó la fusta, el cuerpo blanco fuere y lampiño como un arcángel cogió fuerza y le propinó un primer latigazo.
El cuerpo se tensó ante el impacto. El hijo se estremeció y su amigo le abrazó.
Los latigazos se sucedían, el cuerpo se estremecía, el hijo bajaba la cabeza porque no podía ver el dolor de su padre y su amigo le abrazaba y le sujetaba ante tal barbarie.
José se giró para comenzar otra tanda sobre e pecho.
Lino se dio cuenta de que a David le caían lágrimas al ver el sufrimiento del padre. Le abrazó y le dijo al oído. - Niño, tranquilo...tranquilo...no está sufriendo, está disfrutando...mírale la cara, es dolor pero el placer...mírale, no sufras.
David miró la escena y vio a su padre con la cabeza apoyada en un hombro y con una expresión rara, como si no le doliera, como si gozara. Observó y vio como el miembro de su padre estaba erecto e hinchado. Ya no vio a su padre como un ser sufriente, sino como a un hombre lujurioso y excitado que necesitaba de ese dolor para...
- Está disfrutando. Está gozando ese dolor para el placer que le vendrá a continuación- le dijo Lino al oído.
David le miró y no dijo hada. Solo abrazó a su amigo con más fuerza porque lo que estaba viendo le dolía.
Entonces, José tiro la fusta, se desabrochó la bragueta cuadrada dejándola caer como un pequeño mandil sobre sus muslos, dejando su miembro al aire.
Los chicos admiraron aquel cipote blanco, gordo, con un inmenso capullo rosado y brillante de humedad que miraba al cielo. Admiraron como se lo humedecía más con saliva y como lo introducía en la cavidad de su amo con una ternura, con un amor...Se lo fue metiendo hasta el fondo de una sola atacada, suave, delicadamente, mientras el recibido suspiraba colgado, respiraba sosegadamente y los gemidos eran tan placenteros que los chicos, ensimismados en la escena, comenzaron a tener una erección de caballo. Sus pollas se pusieron tan gordas e hinchadas que le comenzó a doler. Se miraron a los ojos. Eso era placer. Eso era amor.
Se miraron las pollas a punto de estallar. Miraron a los adultos como se hacían el amor. José abrazado a Emmanuel metiéndole el rabazo por el culo y el patrón gozando de tal manera que su manguera soltaba líquido sin parar.
David se deshizo del abrazo de lino. Bajó lentamente hasta la polla de su amante que también soltaba fluidos sin parar y cogiéndole de los huevos, lamió el capullo y luego se lo metió en la boca para darle todo el placer que pudiera.
Y pudo.
Fue una mamada gloriosa. Mientras Lino veía como José follaba a Emmanuel (aquellas dos bellezas adultas disfrutar de una las penetraciones más autenticas que nunca vio), David comenzó a lamerle el capullo que no paraba de fluir. Le lamía como un perro mientas el veía la cogida de los mayores.
Agarró la cabeza de su amante y la dirigió para que se la metiera hasta el fondo, y el chico se la hincó hasta la garganta. Estaban perdiendo el sentido los cuatro. Dos follando después de haber azotado uno al otro. David mamándole la polla mientras su padre disfrutaba de una cabalgada que hacía historia.
Cuando comenzó a escuchar los bramidos de los mayores en sus corridas. Cuando vio desde su mirada turbia como se corrían, como se tensaban, como intentaban morderse o besarse mientras su lefa corría y corría. Su capacidad de entendimiento desapareció para dejarse llevar por el placer, por la lujuria y por el sexo en estado extremo y se corrió en la boca de su niño como un manantial desbocado. Aquello había sido bestial. Bestial.
Levantó a David para besarle y abrazarle. La sensación había sido tan fuerte que no podía más que abrazar a su amante. Abrazarle y abrazarle y besarle y besarle.
En el otro extremo de la estancia, José abrazaba a su patrón. Le había descolgado de la argolla y le lavaba con una esponja todo el cuerpo mientras le besaba y le acariciaba.
A Lino se le saltaron las lágrimas. Esa imagen de un amor tan auténtico no lo olvidó jamás.
Tengo algo importante que decirte- le dijo LIno a David que estaban tumbados en el campo con las camisas abiertas para que el sol les acariciara el pecho. Se incorporó sobre un codo y mirando a los ojos de su amante le dijo:- En serio, tengo algo importante que contarte.
Que me quieres- Le respondió pícaramente el chico.
Eso no tengo que decirlo. Eso lo sabes- le besó en los labios. - He hablado con José. Anoche hablé con José...quiero hacer lo que hicieron el otro día.
David lo miraba incrédulo.
- Escucha... tu no lo viste...tu no viste ...
David se incorporó indignado -¿Quieres que te haga daño?...¿Eso es lo que quieres?...
- Espera....por favor...David...espera. Déjame que te lo explique..- David se quedó callado mirándole a los ojos con furia.- Aquello me impactó. Llevo varios días dándole vueltas...No he visto tanto amor, tanto placer y tanta lujuria a la vez... que quiero experimentarlo contigo... David, tu no lo viste. Tu estabas ocupado conmigo, pero yo lo estaba viendo...Esa manera de entregarse, de gozar, la corrida que tuvieron no fue una normal. Ni hablar. Fue algo sublime. David...por favor...tenemos que probarlo...tenemos que intentarlo...- David miraba a su hombre fijamente, sin demostrar ningún sentimiento. -Ayer hablé con José le conté lo que quería hacer. Me dijo que eso tenía que ser consentido entre los dos y que esta noche nos esperaba en la cuadra. Dime que si, por favor...hazlo por mi...ven esta noche. Te lo pido por el amor que te tengo.
Cada vez que Lino le decía que le quería (y eso era verdad), David no podía negarle nada. - Vale. Iré. No puedo prometerte hada, pero iré a ver que nos cuenta José.
Lino le abrazó y le besó con ilusión. Por lo menos había conseguido que acudiera a la cita.
Cuando David entró en la cuadra, vio que al fondo, al rededor de al luz de las linternas, estaban sentados José y Lino. Se acercó con precaución, porque no sabía que iba a pasar esa noche. Llegó junto a ellos, vio que había un asiento libre que su chico le señalaba sonriente y se sentó a su lado.
- Chicos. Esto no es un juego- Comenzó José.- Se que lo que vísteis el otro día os impactó, pero eso es algo normal, que os impacte. Lino me ha dicho lo que sintió al vernos a Manuel...al señor y a mi. Pero ahí entran muchas condicionantes. Está el amor y está la necesidad de llegar a ese estado por medio de algo que no es normal. Llevamos años haciéndolo y nos hemos compenetrado de tal manera que cualquiera de los dos daríamos la vida por el otro. Nos profesamos más que amor. Es compenetración. Es adoración.
Los chicos le escuchaban sin moverse, sin parpadear. - Lino. La fusta duele, y mucho. Manuel...el señor.
-José- le interrumpió David. - Puedes llamarle Manuel delante mío. Si así le llamas en la intimidad, hazlo delante mío. Creo que después del otro día poco queda de intimidad entre nosotros, osea que llámale como lo hagas habitualmente, por favor.
- Gracias. Así me siento más cómodo. Como iba diciendo, la fusta duele y tiene que tener un fin, tiene que tener un fin de placer que merezca la pena haber sufrido antes. Yo soy incapaz, pero Manuel lo necesita. Necesita ese dolor para luego ser recompensado y alcanzar el cielo, y de eso me encargo yo. Se como manejar ese maldito objeto, porque porque llevo años haciéndolo y he cogido práctica para saber lo que quiere, la fuerza que hay que desarrollar y en el sitio donde hay que dar. Odio hacer daño a la persona que más quiero, pero se que lo necesita para luego gozar del placer que le doy.
Lino, si te fustigan...que querrás después? ¿Hacia donde va a ir encaminado ese dolor, que fin tendrá?. Eso es lo fundamental, lo que tienes que pensar y decidir. El fin.
Los zagales se mantuvieron callados mirando a José. Lino rompió el silencio - Llevo días pensando en todo lo pasado. Quiero sentir lo que vi entre vosotros. Nosotros hacemos follamos y nos corremos, y es lo que más me gusta. Pero vi algo especial entre vosotros y quiero descubrirlo. Preguntas cuál es mi fin, mi fin es David, amarle y que me ame, darle todo el placer del que sea capaz y recibir el máximo que me pueda dar. Ese es mi fin. Quiero sentir ese dolor para luego sentir ese gozo. Quiero que me azote para luego hacer lo que el me pida. Se que le gusta que le penetre y a mi´ penetrarle. Quiero hacerlo después de que me haga daño....Por lo menos, quiero probarlo, experimentarlo. Qué se siente ante esas dos sensaciones contrapuestas. David lo sabe porque yo lo desvirgué. Sabe lo que se siente al sentir dolor y luego placer. Un dolor que yo le proporciono lo mismo que el placer que le doy después. Yo sólo siento placer. Quiero sentir las dos sensaciones para amarle más, para sentirle más cerca.
A David le cayeron dos lágrimas al escuchar la declaración de amor más maravillosa que había escuchado o leído en los libros. Nunca había oído hablar tan seguido a su amigo. No daba crédito. Se acercó a él y le apretó la mano. A Lino se le humedecieron los ojos.- Es verdad, David, Todo lo que he dicho es verdad.
José les miraba con resignación. El amor que se profesaban los chavales era auténtico. La prueba que pedían era peligrosa. Estuvo a punto de negarse y comentarlo a su amante antes de tomar una decisión. Pero ver a esos chicos le desarmó. - Bien- dijo - si queréis hacemos una prueba. Yo os enseño. Eso si. Tenéis que consentir los dos. La situación es la siguiente. Quién quiere sufrir es Lino, por lo que te toca a ti, David, dar los latigazos. Cuando Lino crea que está listo te lo dirá para que pueda montarte y tu aceptarás con todo el amor del mundo. Comenzaremos con unos latigazos de baja intensidad para que Lino nos indique si los quiere con más fuerza o no. Otra cosa. La piel del chico es virgen, no como la de Manuel que está curtida por lo que no le daremos más de diez zurriagazos en la espalda y diez en el pecho. Si el lo pide, le daremos cinco en las posaderas. Ya veremos como transcurre la situación.
David temblaba de miedo y excitación. Le horrorizaba dañar ese cuerpo al que adoraba y que acariciaba y besaba. Le excitaba porque había visto como su padre alcanzaba el placer y porque ese chico le había hecho una declaración de amor y no podía rechazarlo. Lino estaba excitado de sentir lo que había estado pensando desde hacía días y quería llevarlo a cabo.
- Bien- dijo José - Ahora, desnudaros.
Los chicos se desnudaron y se quedaron quietos delante del adulto que los observó. Realmente eran dos magníficos especímenes. El pequeño no podía negar la paternidad, porque cada vez se parecía más a su padre. Una cara bien definida enmarcada por un pelo negro lacio, unos ojos negros enmarcados por unas pestañas del mismo color, unos labios finos y oscuros, un cuerpo definido dentro de su juventud, pero el tiempo haría justicia formando a un auténtico Olivenza. El vello ya espeso y oscuro de su entrepierna albergaba una verga muy digna, joven pero muy digna. La piel le cubría el capullo que se adivinaba gordo formando al final un pequeño estrechamiento que a José se le antojó un chipirón. El culo era lampiño, redondo y duro y las piernas fuertes y ya cubiertas con vello. En definitiva un magnífico ejemplar.
Lino. Qué decir de Lino. A sus 17 años era todo un macho. Alto, fuerte, desarrollado como todo un hombre joven. Pelo negro rizado, Ojos también negros algo achinados. Unas cejas negras y espesas los protegían. Labios claros y carnosos. Una barbita lampiña le cubría el rostro como una sombra al igual que los desarrollados pechos, el abdomen por donde corría hasta llegar a la mata por donde aparecía su cipote, oscuro, venoso, como de hombre adulto, con la punta del capullo apareciéndo por la abertura de su prepucio. Esa herramienta descansaba sobre dos criadillas cubiertas del mismo vello espeso y oscuro que bajaba por sus muslos hasta sus pantorrillas formando pequeñas eses morenas. La espalda era fuerte y bien formada. Ya se le notaban unos buenos músculos trabajados gracias al ejercicio de la panadería, al igual que el culo fuerte y desarrollado y cubierto por un ralo vello que bajaba por los entremuslos hasta llegarle a los gemelos, fuertes y desarrollados.
José pensó que no le extrañaba que David se hubiera enamorado de aquel hombre que, a pesar de la apariencia de un auténtico macho, la ternura y amor que había demostrado desarmaría a cualquiera para dejarse llevar por él.
Se quitó la zamarra que llevaba dejando ver su uniforme de fustigador. Botas, pantalón y cinchas de cuero.
- Tranquilizaros- les dijo al notar la impresión que les había dado su imagen. - Yo no os voy a hacer ningún daño. Necesitáis relajaros para comenzar, abrazaos, besaos. Estáis muy tensos y eso no es bueno. Voy a hacer una cosa. Voy a salir. Os voy a dejar solos. Cuando estéis preparados, cuando le hayas atado la la argolla, me llamáis con un toque de esta campanilla. ¿De acuerdo?. - Los chicos asintieron y José salió de la estancia.
Estuvo esperando un rato fumándose un cigarrillo cuando oyó el tañir de la campanilla y entró.
Se encontró a Lino sujeto por las muñequeras de cuero. Su imagen impactaba. A su lado, David, completamente desnudo parecía un arcángel.
José se acercó. Acarició con cariño la espalda de Lino, que se estremeció ligeramente. Acarició el culo, los muslos y el pecho del chico que con cada caricia, se estimulaba. Le dijo al oído que quería saber la fragilidad de su piel y la sensibilidad que tenía. Le acarició la mejilla y se la besó. Se apartó de él, notando que su miembro crecía y se acercó a David.
Creo que tu hombre está a punto. Ahora te toca a ti. Le miró la entrepierna y se dio cuenta que también comenzaba a funcionar. ¿Era por lo que se habían dicho o hecho?. ¿Era por que había acariciado a su macho en las zonas donde iba a sacudirle?.
- David, ponte esto.
David miró extrañado una especie de tirantes que le ofrecía José. - Es un taparrabos y una muñequera. Son para que no te hagas daño. El taparrabos te sujetará los genitales y la polla para que en el esfuerzo del latigazo no se balanceén y te duela. La muñequera es para lo mismo pero en el brazo. Póntelos.
David se obedeció pero no sabía muy bien como hacerlo. José se acercó y le ayudó. Cuando acabó, El chico tenía sus genitales cubiertos por un triángulo de cuero que se cerraba con una hebilla por delante y se ajustaba a los muslos por otras hebillas, dejando el culo al aire. Al chico le recordó a un artilugio que se utilizaba para que cuando las yeguas estaban en celo, los sementales no pudieran montarlas. Le gustó el aspecto que le daba y notar la presión del cuero en su miembro le hizo excitarse. La muñequera, cerrada por dos pequeñas hebillas le hacía pensar en un gladiador o algo similar. Le gustó la imagen de poder frente a su chico indefenso, atado, con su cuerpo a su disposición y se puso delante de el. Ya no era un ángel, era El Ángel Exterminador, Le miró a los ojos, se acercó, le lamió los labios, le tocó los huevos y no pudo resistir la tentación de oler el vello de los sobacos y lamérselos. Cuando notó que la maravillosa tranca de Lino comenzaba a alzarse, se giró y le dijo a José. Estoy listo. Y se puso detrás de su hombre. Miró su espalda fuerte y querida a la que iba a maltratar.
José se acercó a él y le ofreció la fusta con mago de falo. - Tienes que cogerla con fuerza, con el impacto se te puede caer. Debes dar un golpe certero. Fuerte pero seco. La intensidad la tienes que medir tu, pero te aconsejo que al comienzo sea suave. Ten en cuenta que la piel de Lino no ha sido castigada nunca y podrías hacerle sangre. Si esto sucede. Habrá que parar. Ten cuidado.
David le pidió a José que diera él el primer latigazo para ver como lo hacía.
José le preguntó a Lino se estaba listo. El chico asintió con la cabeza. El adulto llevó la muñeca hacia atrás sujetando la fusta, giró la muñeca con precisión y fuerza y el zurriago estalló en la espalda tostada del castigado. Se tensó. Los rizos se alteraron. Las manos se cerraron formando puños. Pero ni un gemido.
El primer latigazo llegó y Lino no pudo controlar el dolor. Una especie de calambre le corrió el cuerpo, desde los pies a la cabeza. Aquello era bestial. No iba a poder soportarlo. Cuando oyó a José decirle a David que ahora le tocaba a él. Que era su responsabilidad. Que era todo suyo.
Lino notó movimientos a su espalda y otro latigazo le cruzó la espalda. Apretó los dientes. No le había dolido como el anterior pero dolía. Joder si dolía. Llegó otro y otro hasta cinco. Entonces notó la voz de José en su oído que le decía: Lino eres tu quien lo ha decidido. Piensa en la imagen del placer de Manuel. Piensa en el placer, en el delirio de goce que vas a tener después del dolor. Piensa en el amor que le tienes a David. Piensa un momento y di si quieres seguir o no, pero no podemos dejar que se enfríe el cuerpo. Eso sería peor. No lo permitiría.
En un instante cruzaron por la mente de Lino, la imagen de Manuel, atado y sufriente pensando en el placer que le vendría a continuación, la imagen de David con su arnés de cuero que le ocultaba sus partes, en el culo blanco sin cubrir, en la follada que le iba a dar después de los latigazos, en un beso, en cualquier beso que se habían dado en el calor de sus cuerpos, en el amor que le tenía, que le adoraba, y entonces asintió, - Sigue, balbuceó. Sigue- dijo con determinación,
David terminó la serie de otros cinco latigazos en la espalda para ponerse frente a él. Le miró a los ojos turbios con duda y con angustia. Levantó la fusta y la dejó impactar en el pecho de su amor. El castigado miró al techo con un rictus de dolor. Al castigador se le saltaron las lágrimas al verlo. -No puedo Lino, no puedo-.
-Hazlo. Sigue. ¡Sigue!- le gritó el herido.
David estampó la fusta en el pecho viendo como se enrojecía la marca en ese pecho tan querido. Volvió a hacerlo, y a hacerlo. Las marcas se cruzaban en el pecho. La cara de Lino se contraía, el cuerpo se desmanejaba, pero había algo...algo que estaba sucediendo.
Lino vio las dudas y el dolor de David pero le venía la imagen de Manuel como si fuera un San Sebastián y se excitaba. -¡Sigue!- gritó. Quería ser ese San Sebastián, ese Manuel sufriente, que aguantaba como un auténtico valiente el dolor, que se extasiaba ante el. Ese era su referente, su ídolo y sería como él. aguantaría el dolor. Lo aguantaría como un hombre. -¡Sigué!. gritó. Y aguantó el dolor de los otros latigazos mientras veía a su amante, tan bello, tan inmenso, levantar el brazo enseñando el vello oscuro de su sobaco y haciéndo estallar la fusta en su pecho. Esa imagen de su amor siendo su verdugo, sudando, con el pelo pegado a su frente, la muñequera en su brazo, y a la espera de su cabalgadura hizo que comenzara a emplamarse como un caballo. Faltaba menos para su placer, para su goce.
David, al notar que su amante se empalmaba, se excitó también y comenzó a azotarlo mirándole a los ojos, al gesto de su boca que enseñaba los dientes apretados, a la polla que se iba poniendo dura, al sudor que le caía por el pecho, cruzado de marcas granas. Así llegó a los diez latigazos. Paró. Miró a Lino esperando su orden. Miró a José que esperaba.
- LIno?- preguntó José.
El chico estaba en trance en ese momento. Oyó su nombre. Abrió los ojos. Vio a David delante suyo y dijo - Continúa... continúa hasta el final... ahora no pares.
El latigazo de las nalgas le dolió, pero ahora tenía otras cosas mas importantes en que pensar. Cerró los ojos pensando en David. Vio a su padre correrse como un animal mientras le follaban. Su polla se hinchaba cada vez que recibía un golpe pensando en su amante, en el final de ese sufrimiento. En el glorioso final. Llegó el último golpe. Calma.
Mucha calma.
José se acercó por detrás para quitarle las ataduras mientras David le sujetaba por delante abrazándole. El pequeño no pudo contenerse y le besó, le acarició apartando el sudor que le caía por la frente y le dejó que cayera poco a poco abrazándolo, acariciándolo y besándolo.
David le dio de beber algo frío que le reconfortó y le pasaba una esponja húmeda por el cuerpo. Lino comenzó reaccionar. Su cuerpo le ardía pero la sensación de tener a David acariciándolo le devolvió la vida. Juntó sus labios con los suyos y abrió la boca para dejar pasar la lengua de su amante que la necesitaba con urgencia.
Con sólo esas caricias y con el contacto de las lenguas, se desató una vorágine de lujuria, de deseo carnal desesperado. Después del dolor que había sufrido, el deseo que sentía por su niño era la única medicina que le reparara los daños. Después del dolor que había inflingido a su amor, lo único que deseaba era que le perdonara con un auténtico auto de sexo. Que le follara, que se calmara, que le perdonara.
Se desabrocho el arnés que le apretaba el sexo, se lo bajó y dejó su desnudez a disposición de su amante.
Lino lo besó, lo mordió, quería hacerle daño, lo acarició con locura, le levantó las piernas y lo penetró. David sintió el dolor de la primera embestida pero no se quejó, después de lo pasado no iba a quejarse. Dejó que la tranca de Lino entrara y se dispuso a disfrutarla y que Lino fuera el hombre más feliz. Apretaba el culo cuando salía y lo abría cuando entraba. Se dejó llevar por el placer y complacer a su semental. Gemían como locos, Se mordían en los hombros y en el cuello mientras follaban. Se apretaban hasta hacerse daño. Era una coreografía de fuerza, placer y deseo, como si se quisieran comer o matar en una fuerza sexual que los extinguiera.
La corrida fue monumental, el orgasmo llegó les llevó al cielo, Se corrían y se corrían, se abrazaban, se besaban, hasta que terminaron, hasta que se secaron, hasta que cayeron sin sentido abrazados el uno junto al otro.
A José se le saltaron las lágrimas al ver el amor tan intenso de los dos chicos. Se enjugó las lágrimas. Cogió una manta y les cubrió. Miró aquellas hermosas caras relajadas, una junto a la otra, les besó en las frentes y se fue.
En el próximo capítulo....
karl.koral@gmail.com