Los olivenza (4)

El padre enseña al hijo y a su amante el placer del dolor y la penetración. Los chicos se inician con las enseánzas de José el amante del padre.

"Te voy a llevar a un sitio donde aprenderás cosas. Tendrás que ser valiente, tendrás que sufrir y tendrás que confiar en mi". (Dialogo de una película que no recuerdo cual es, pero que me encantó y la he hecho mía).

LOS OLIVENZA (4)

Durante el día todo transcurrió con normalidad, quitando algunas miradas de complicidad entre tío y sobrino, y otras, con otras intenciones, cuando se observaban en la piscina. Víctor tenía que disimular su erección que se adivinaba bajo su pequeño bañador y Temo, que se daba cuenta, Se insinuaba delante de él.

Al final, todo acabó en un juego de apareamiento hasta que llegó la noche. Todos se fueron a sus habitaciones. La casa se apagó y el silencio inundó la hacienda. Al cabo de un rato, la puerta de la habitación de Víctor se abrió y Telmo entró cubierto sólo con un calzoncillo blanco que le realzaba el bulto reposado de su entrepierna.

Se metió en la cama de su tío, se arrimó a él, se tapó con las sábanas y le dio un beso en los labios: - Continúa. Anoche me dejaste  a tope, pero estaba tan cansado...

  • No se cuando te dormiste.

  • Al final. Cuando Emmanuel decide que José se quede con él.

  • Te acuerdas de todo?.

  • Perfectamente. Sigue contando. He estado todo el día dándole vueltas. Y estoy  salido de pensar en ello.

  • ¿Y en mi no?.

Agarró la entrepierna de su tío que ya estaba en posición de saludo y le dijo: - En ti siempre-. Y le dio un beso en los labios. - Ahora sigue contando, caliéntame y luego nos lo montamos.

  • Tu aprendes pronto, eh?

Telmo apretó los huevos de su tío - Quiero esto con desesperación, pero antes cuéntame...Por favor...

  • Vale.

La relación entre  Emmanuel y José duró años. Su relación se hizo más profunda. La confianza y la intimidad eran totales. Se hicieron uña y carne hasta el punto en que el señor le comentó a José la conveniencia de casarse para que no hubiera comentarios malintencionados. José accedió, se casó y tuvo un hijo. Con eso había cumplido y podía dedicarse a  su señor en cuerpo y alma.

EMMANUEL

Con el tiempo, los rituales sexuales habían llegado casi a la perfección y ello llevó a una relación de intimidad, confianza y amor que hubieran dado la vida el uno por el otro sin dudarlo.

Cuando el patrón le requería, José se ponía el uniforme que le habían confeccionado con instrucciones concretas: botas camperas con borlas en la pantorrilla, pantalones de cuero que se sostenían gracias a unos tirantes del mismo material  que se unían al pecho y a la espalda como una especie de arnés y que la bragueta, al igual que los marineros, era cuadrada y se abría, como un pequeño delantal, dejando al descubierto toda la entrepierna.

El mozo se esmeraba en darle dolor y placer al señor y disfrutar él mismo de esos actos. Le fustigaba con saña, le penetraba con fuerza, seguía sus instrucciones porque a veces necesitaba  más intensidad y, entonces, le metía instrumentos más gruesos que su polla, incluso, cuando estaba desquiciado por la lujuria, le metía el puño, y el amo bramaba de placer. Cuando acababan, José le lavaba las heridas, le daba ungüentos, le acariciaba y le besaba. Su amo era todo para él. Un día, Emmanuel le besó la boca, le introdujo la lengua y aquello fue lo más maravillosos que le había sucedido jamás.

Lo dicho. Para José, Emmanuel era más que un amante. Vivía por y para el. Todo lo que necesitaba de la vida manaba de aquel hombre. Después de él, nada.

Un día, José le dijo a Emmanuel que tenía algo importante que decirle, algo muy importante: habían visto a su hijo fornicar con un chico del pueblo. No follarse al chico, sino que el otro le penetraba a él.

José siguió al hijo de su amante, que por entonces tendría 15 años y que se llamaba David, y ,efectivamente, descubrió que tenía relaciones frecuentes con el mismo zagal. Tenían una relación sexual que podría descubrirse en cualquier momento y eso no podía ocurrir.

Los dos adultos llegaron al acuerdo de que tenían que iniciar en sus costumbres a los dos chicos. Decidieron el día, la hora y el cómo hacerlo.

DAVID

Dos golpes en la puerta hicieron a David apartar la vista del libro. Inmediatamente  se abrió la puerta y apareció su padre. el chico se extrañó porque ya era tarde. A esas horas, su padre nunca le había llamado. Debía ser algo importante. Se incorporó en la cama y se quedó mirándole.  La estampa de su padre siempre la había impresionado. Alto, fuerte, moreno. con un gesto autoritario y serio, muy serio. Nunca la había visto reír.

  • David, levántate y ven conmigo, esta noche va a suceder algo muy importante. Te voy a llevar a un sitio donde aprenderás cosas. Tendrás que ser valiente, tendrás que sufrir y tendrás que confiar en mi.

El hijo miraba a su progenitor sin entender nada. Pero estaba acostumbrado a obedecer sin preguntar. -Si padre. me voy a vestir.

  • No. Así estas bien. A donde vamos no necesitas más ropa. Acompáñame.

Salieron de la casa y se dirigieron al campo hacia la cuadra donde descansaban los cuatro caballos que entonces tenían. Entraron  y David distinguió al fondo de la estancia, en la penumbra,  a dos figuras más. Según se acercaban y gracias a las linternas que estaban encendidas reconoció a José, que iba vestido con.Nunca había visto a José sin ropa y con ese atuendo. Se dio cuenta de que tenía un cuerpo muy bien formado  y le llamó la atención su blanca piel sin un solo pelo que le hiciera sombra a los muy bien formados músculos. Al fondo, en la sombra distinguió a la otra persona, Era Lino, con la mirada gacha y con su gorra entre las manos. A David se le cayó el alma a los pies. Ya sabía que pasaba. Se habían enterado de todo y el castigo que se avecinaba no podía imaginarlo. El color de su cara desapareció quedando una máscara cerúlea y tensa por donde caían gotas de sudor frío. Miró a Lino que no se atrevía a levantar la mirada del suelo.

José se situó detrás de Emmanuel que tomó la palabra. - Chicos, nos hemos enterado de que tenéis relaciones sexuales entre vosotros.

David intentó responder, pero con un gesto le hizo callar. - No neguéis lo que es verdad. Quiero que me escuchéis. No quiero veros con miedo. Tranquilizaos. Relajaos. Lo que no quiero es que lo hagáis en público. Pueden veros y  esas relaciones están prohibidas y las consecuencias pueden ser fatales.

Los chicos miraban a los adultos sin entender que le quería decir.

Emmanuel comenzó a quitarse la ropa ante la mirada incrédula de los chavales. Según hablaba, se iba desprendiendo de su ropa hasta quedarse totalmente desnudo. - Quiero que sepáis que yo también tengo ese tipo de relaciones. Quiero que sepáis que os entiendo y no voy a prohibirlas, todo lo contrario- David no daba crédito a lo que estaba oyendo.

  • Lino. Aquí, tu eres el problema, porque no sabemos la intención que tienes con mi hijo. Si te hacemos confidencias esta noche tendrás que jurar por lo más sagrado que mantendrás el más absoluto silencio. Si nos enteramos de que hablas, que nos delatas y nos enteraremos, de eso puedes estar seguro,  no quiero decir lo que te puede pasar. Lo has entendido?

Lino miró al patrón con miedo y asintió.

Emmanuel continuó - Lo que voy a hacer. Lo que os voy a desvelar es algo tan importante que el silencio es el seguro de nuestras vidas. Decidme si queréis que continúe.

Los chicos, con una mezcla de terror y de intriga, asintieron con la cabeza. Miraron la desnudez del patrón. Seguía siendo un hombre espectacular. Alto, fuerte, los años habían  dejado su innegable huella en la cintura y en las canas que adornaban su cabello y su vello corporal, pero el atractivo era incuestionable. David no lo había visto nunca desnudo y , lógicamente, Lino tampoco. Se quedaron mirando a aquel hombre como si fuera un dios. Un dios castigado por la infinidad de cicatrices que le cubrían el cuerpo. Sin decirse nada, a los chicos le recordó la imagen del cristo que colgaba en el altar mayor de la iglesia.

  • En mi juventud. En la guerra de Cuba, abusaron de mi. Me castigaron y me violaron. Creí que nunca saldría de allí y si lo hacía me suicidaría. Pero no fue así. Salí de aquella puta isla pero en mi se había instalado una necesidad de la que no podía deshacerme.

Gracias a que el destino hizo que me encontrara con José. El me hizo volver a ser feliz a encontrar lo que necesitaba para volver a vivir, y esto es lo que quiero enseñaros.- Se giró hacia José  que tenía la mirada acuosa y le guió un ojo. Lo que vais a ver es duro. A lo mejor os incomoda, pero lo que quiero mostraros es que estas relaciones deben ser ocultas, que nadie, nadie, debe enterarse a no ser que sepáis a ciencia cierta que es de nuestro círculo. Es importante y peligroso. Si esto se llega a saber, nuestras vidas pueden estar en juego. ¿Lo entendéis?.

Los chicos asintieron.

  • Ahora quiero que os desnudéis.  Los dos. Totalmente.

Lino y David se miraron. Estaban incómodos. Aquello les estaba resultando extraño y no sabían como reaccionar. Su relación había sido tan ingenua, tan libre, tan natural, que ahora todo esto les resultaba...incómodo....serio....demasiado serio....demasiado adulto.


Los chicos se conocían desde pequeños. David, ya lo sabemos, era el hijo del patrón. Lino (Avelino) era hijo del panadero. Jugaban juntos con los otros chicos de la zona, hacían excursiones, etc. Pero entre Lino y David siempre había existido algo especial. Algo que les unía y que les hacía sentir a gusto entre los dos. Fueron creciendo y la relación se hizo más íntima cada vez.  Los dos años que tenían de diferencia, hacía que se notara en el desarrollo físico y hormonal de cada uno de ellos. Mientras Lino se desarrollaba, le crecía vello,  los músculos se iban haciendo visibles, y los genitales crecían, David seguía siendo un crío y se asombraba del cambio que tenía su amigo del alma. Seguían siendo niños y jugaban igual, se bañaban desnudos en la presa, luchaban y se abrazaban pero sentían que algo no era igual.

David sentía una adoración por Lino que iba más allá de la amistad.  La adoración por aquel físico era algo que le descolocaba. El hijo del panadero que se sentía más hombre, más fuerte y mayor, desarrolló un instinto de protección hacia el señorito, que al notarle más niño, le hacía sentir una ternura que no había sentido por nadie en la vida.

El tiempo pasaba. Los chicos se desarrollaban y en su intimidad y franqueza se contaban todo lo que les acontecía y las novedades que notaban. Y la principal en aquella edad era la sexual.

Se observaban, se contaban, se tocaban, se analizaban los vellos nuevos que habían salido aquí y allá.

Un día, tras el baño en el río, en el que habían jugado, abrazado y peleado. Salieron y se tumbaron al sol. Lino tenía la verga dura y David la miró con adoración. -Me gustaría tenerla como tu-.

  • Ya la tendrás-, le dijo su amigo. - ¿Quieres tocarla?. Es muy suave.

David no lo pensó dos veces y la tocó. Lino gimió.- ¿Te he hecho daño?-.

  • No. Me ha gustado, pero he sentido algo raro. Hazlo otra vez.

David volvió a tocarle y Lino sintió algo bueno. Le dijo que siguiera, que le tocara más. Se fue poniendo cada vez más cachondo. No sabía lo que era pero le gustaba. Sigue, le decía al más pequeño, y el chico le acariciaba. Le dijo que le acariciara también los huevos y lo hizo. Cuando notó que algo iba a pasar le dijo que parara. El pequeño paró y del rabo del mayor comenzó a fluir un líquido blanquecino mientras gemía y hacía cosas extrañas. Cuando acabó de soltar la leche, Lino se quedó atontado y David se preocupó. Le preguntó si estaba bien, si le pasaba algo. Al final, el mayor le dijo que no sabía que le había pasado. Pero lo que había sentido le había gustado y que quería repetirlo otra vez.

Así comenzó la relación entre los dos chicos. Con el tiempo, las pajas fueron comunes y diarias. Sus cuerpos se desarrollaron con la fuerza y salud que da el campo. Guapos, fuertes y con unas vergas guapas, guapas. La intuición les hizo probar más cosas. Se las mamaron, se comieron sus lefas, se metieron los dedos, se abrazaban para sentir el calor de sus cuerpos y hasta se besaron bebiendo sus babas y lamiendo sus lenguas. Pero al final, no había mas remedio, llegó la penetración y ésta se la realizó Lino a David.

  • Lino, necesito tenerte dentro. Quiero que me la metas.

  • No lo he hecho nunca David. No se hacerlo. Me da miedo.

  • A mi también me da miedo pero quiero. Quiero tenerte dentro. Házmelo por favor. Métemela.

Se habían bañado en el río. Estaban desnudos y limpios, con el cuerpo fresco, tumbados al sol que les calentaba la piel y los genitales. Lino se incorporó y le dio un beso en los labios al hijo del patrón.-¿ De verdad quieres que te la meta?.

David le respondió con una sonrisa y asintió con la cabeza.

  • Yo ya lo he hecho con alguna chica, pero te va a doler. Seguro.

  • Hazlo con cuidado.

  • Te va a doler de cualquier manera. Aunque lo haga con cuidado.

  • Lo aguantaré. ¿Cómo me pongo?

  • Ponte a cuatro patas como los perros.

David se puso a cuatro patas. Pero la inexperiencia de Lino era total.

Lo intentaron pero era imposible. El dolor que sufría David no lo podía soportar. Hablaron de que tenía que poderse, que la gente jodía y no podía doler tanto. A  lo mejor, David no podía. A lo mejor la polla de Lino era demasiado grande. A lo mejor...A lo mejor...

Lino decidió preguntárselo a un primo suyo, que era mayor y se follaba lo que encontraba fuera humano o animal.

Al día siguiente, el chico llevaba la respuesta. Hay que dilatar primero el agujero  con algo que lo lubricara y luego mojar la verga para que entre mejor. El primo le había dado un bote con una pomada que era la que se la ponían a los caballos para la monta de la yegua. -"Con esto lubricarás lo que quieras y tu tranca entrará sin esfuerzo"-, le dijo.

Lino se lo enseñó a David. Lo abrieron y lo olieron. Se miraron con desconfianza. ¿Lo intentamos?, se dijeron. Vale. Confirmaron.

El zagal comenzó a lubricar el ano del señorito que sintió gusto a lo que le hacía. Levantó el culo para dejarlo a disposición de su compañero y que le fuera más fácil. Lino le untaba la entrada con delicadeza y  David se estremecía. Seguía untando y le comenzó a meter un dedo para ver como estaba de dilatado. Le costó un poco pero entró. David se incorporó un poco y gruñó. -¿Te duele?-, le preguntó su amigo. -No, sigue-, le contestó.

Cogió un poco más de pomada, se mojó dos dedos y dejó que fueran entrando poco a poco en el orificio de su amante. Poco a poco fueron entrando. "Dilata la entrada", le había dijo el primo. Entonces a Lino se le ocurrió abrir los dedos como si fueran unas tijeras para que el orificio fuera más grande.

  • Si...haz eso más...- oyó decir a su chico. Entonces Lino metió otro dedo, el tercero y abría los dedos haciendo que el ano se abriera más. Lo miraba incrédulo. No podía creer que el culo se abriera así. Sólo con meter los dedos y abrirlos. David tampoco creía que aquello que le estaba haciendo su amigo fuera tan placentero. Sigue... Sigue..Decía.

Los cuerpos estaban cubiertos de sudor, el calor de sus cuerpos subía, el placer les estaba poniendo las pollas como mástiles. Lino mordía las nalgas a David mientras le metía los dedos en un estado de euforia que no conocía.

  • Métemela ya. Por favor. Métela y fóllame.

Lino sel puso en posición. El culo de David estaba abierto y lleno de pomada. La polla de Lino estaba en su punto y chorreaba. Pero se embarró de pomada para no hacer daño a su amigo. Puso su hermoso e hinchado capullo en la entrada de su amigo . - Voy, David. Voy- ,. Y apretó.

El glande entró con facilidad y David gimió de dolor.

  • ¿Lo dejo, David. Lo dejo?.

  • No. No. Sigue por favor. Sigue. Te quiero dentro. Quiero ser tuyo. Sigue

Lino fue cuidadoso, fue entrando poco a poco. Sabía que David estaba sufriendo y cuando tenía toda la tranca dentro, le abrazó, le besó...- Ya. David. Ya está toda dentro. Ya no sufras más.

Se quedaron quietos unos segundos hasta que el empalado le dijo al empalador: - Muévete...lentamente....muévete...fóllame...

Lino metía y sacaba la polla con facilidad, notando como el esfínter se cerraba en torno a su cipote. David notaba una sensación encontrada. Después del dolor que había padecido, comenzaba a sentir placer al notar como la polla resbalaba en su interior y como el roce con su anillo anal le creaba una sensación de placer desconocido.

Se desbocaron como jóvenes que eran. Jodían como animales en celo. Uno se desataba en placer anal, mientras el otro notaba como su polla sentía algo que nunca había sentido. El goce que le daba el anillo anal de su amante no tenía comparación con nada que hubiera sentido anteriormente.  Esos placeres diferentes pero complementarios se hermanaron en un orgasmo de dimensiones bíblicas. Nunca. Nunca. Habían sentido algo igual. Se descargaron, se abrazaron con fuerza, temblaron. los huevos se les encogió mientras las pollas chorreaban. Lino mordió el cuello de David. Este giro la cabeza para encontrar la boca de Lino que mordió.

Aquel momento fue tan sublime que lo repitieron una y otra vez durante mucho tiempo. Aquel momento supuso el acercamiento, el hermanamiento, el amor que se juraron para siempre.


  • Patrón-. Dijo Lino. - Antes de seguir con lo que tenga que hacer. Tengo que decirle que su hijo es para mi lo más importante que me ha pasado y que lo quiero más que a mi vida, que si tuviera que ofrecérsela, se la daría sin pensar... Quiero que esto le quede claro pase lo que pase esta noche.

A David se le humedecieron los ojos igual que a su padre y a José. Emmanuel se acercó a Lino y le dio un abrazo. Le estrechó entre sus brazos y los cuerpos se encontraron en una sensación de calidez y afecto. Las pollas se encontraron como amigas, se apretaron se saludaron pero no se empinaron. Las pollas tenían sus querencias propias y esta no eran las suya.

Luego, Lino se puso al lado de David. Este dejó caer el camisón, que era la única prenda que llevaba y el panadero se quitó toda la ropa hasta quedarse totalmente desnudo.  David siempre se estremecía al ver la belleza de su hombre. Era tan viril, tan bello, tan joven. A sus 17 años estaba desarrollando un cuerpo fuerte y varonil. La sombra del vello incipiente, le estaba cubriendo el pecho y el estómago ya que en las piernas, los brazos y en los sobacos ya había hecho aparición hacía tiempo y David se había complacido en acariciarlos, lamerlos y besarlos.

Una vez desnudos, el mayor se acercó al chico, le pasó el brazo por los hombros y en esa postura quedaron a disposición de los adultos.

Pr

óxima entrega: LOS OLIVENZA (5)

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