Los olivenza (3)

Víctor sigue introduciendo a Telmo en los secretos del sexo. El antepasado, Emmanuel, consigue que un pastor (José), sustituya a Machete en sus fantasías sado-maso.

LOS OLIVENZA

(3)

Víctor y Telmo seguían abrazados y muertos de risa. Se relajaron. Se miraron. Y vieron que  los dos tenían la polla mirando al cielo.

-Tío, no podemos quedarnos así...- Dijo Telmo mirándosela.

  • Si, pero no puedo estar dándote mamadas toda la noche, cada vez que te empalmes.

  • Pero si tu estás igual que yo, cabrón.

  • Eh!...más respeto...

  • Ya te digo...después de haber...

  • Calla. Tengo una idea. Nos la hacemos a la vez. ¿Nunca te han hecho un 69?.

  • Un 69...Pues...

  • No, claro que no. Si no te la habían mamado, menos un ...Ven, yo te enseño.

El tío tumbó a su sobrino boca arriba en la cama y el se arrodillo junto a su cabeza. Comenzó a acariciarle el pecho, las tetillas y fue bajando hacia el ombligo donde se encontró con el húmedo capullo de su sobrino y lo acarició. Ya, en esa postura, los huevos del tío estaban a la altura de la cara de su sobrino. Notó que su escroto acariciaba las mejillas de Telmo. Víctor besó los huevos del joven y éste lo imitó, se metió uno en la boca y el chico hizo lo mismo, mordió la piel cubierta de vello rubio y el otro hizo lo mismo con los suyos cubiertos de vello moreno, luego lamió el tronco del pene con las jóvenes venas a estallar, y el cachorro lo imitó lamiendo su oscuro miembro cruzado de venas gordas y oscuras. El tío llegó hasta el capullo a punto de reventar, de un precioso color grana  y goteando précum, sacó la lengua y lo lamió, su niño hizo lo mismo con el suyo que estaba amoratado y  y destilaba líquido que caía en la lengua de su sobrino que lamía y lamía produciéndole un placer sublime.

Agarró el joven miembro con la mano y se lo metió en la boca. Notó como el suyo era engullido en la humedad de la otra boca. Jugó con la lengua y el alumno hizo lo mismo, presionó con los labios el capullo y sintió que jugaban con el suyo. Volvió a morder el escroto de su sobrino y notó que le hacían lo mismo, pero el chico tiró de la piel haciéndole  un poco de daño. Se animó a  jugar y le mordió y estiró la piel. Jugaban al mismo juego el joven y el adulto.

Víctor acarició los muslos de su chico mientras se metía la joven polla en la boca y el chaval le se los acarició a él pero en la zona cercana a las nalgas y haciendo un poco de presión,logró meterse la polla de su tío en la boca. Así comenzaron a comerse los rabos con lujuria, saboreando los jugos ajenos y acariciándose las piernas y los glúteos con pasión.

El estallido no se hizo esperar. Entre el calentón de la narración, el placer que se daban y la juventud del chico... Éste fue el primero en llenar la boca de su tío que le costó tragar la cantidad que soltaba aquel caño y que casi le atraganta. Pero el placer de notar como su niño se corría en su boca hizo que no se pudiera contener e irguiendo algo la espalda y tensando sus músculos, dejó que su tranca comenzara a descargar dentro de la boca de Telmo, que tragaba y tragaba hasta que le salía lefa por la comisura de los labios.

Se giró con rapidez para poner su boca junto a la de su sobrino y saborear las dos leches. El chico abrió la boca para recibir el regalo de su tío y el darle el suyo. Se besaron con pasión, lamiéndose sus respectivos líquidos y saboreándolos.

Cuando se relajaron, Víctor sirvió dos vasos de té que se bebieron de un trago. Se tumbaron juntos en la cama y se abrazaron.

  • ¿Quieres que te cuente más sobre nuestro antepasado, o prefieres descansar?.

  • No. Quiero que me sigas  contando. Si ves que me duermo, no es porque me aburra, es que estoy agotado. Si ves que me duermo, no sigas contando, ya me lo contarás más tarde o mañana. ¿Vale?.

  • Vale- Le besó el pelo, le acarició el hombro y le recostó en su pecho:

  • Emmanuel volvió a su casa, a Extremadura, con una delgadez extrema y con síntomas de (como se decía antes), melancolía, osea, con una depresión de la hostia.

EMMANUEL

Emmanuel regresó a la hacienda familiar con una delgadez y un agotamiento extremo. La alegría de sus ojos había desaparecido lo mismo que su vitalidad. Parecía un muerto en vida. Sus padres le pusieron en manos del médico de la familia que le trató con alimentos adecuados y aconsejándole reposo y un ejercicio progresivo.

El chico fue recuperándose físicamente y al poco tiempo  ya paseaba en caballo por la  propiedad y se fue interesando por el trabajo. Otra cosa muy distinta era el problema sexual que le había producido la experiencia cubana. Por las noches se despertaba sudado y excitado a causa de los sueños que tenía con Machete y que solo se aliviaba haciéndose pajotes y  bonbeándose  el ano con el mango de la fusta que había tallado con una forma parecida a un falo. A veces, incluso, cogía la fusta y se azotaba la espalda para excitarse más.

Transcurrió el tiempo y Emmanuel se casó con una joven, hija de una familia acaudalada de una hacienda cercana. Tuvo un hijo y una hija y su vida transcurría tranquila en el campo extremeño.

Decidió construirse una cabaña en el campo en donde daba rienda suelta a sus más íntimos instintos sexuales. Era impensable tener esa intimidad cuando en la casa vivía su mujer, sus hijos y sus padres.

Así fue transcurriendo el tiempo hasta que un día, paseando a caballo por el campo, vio a lo lejos a un joven pastor que estaba follándose a una oveja.

Se paró en seco. La escena le dejó paralizado y se estremeció.  Una especie de espasmo se alojó en el perineo que se extendió al ano y a la polla. Se quedó mirando las contracciones musculares de los glúteos del hombre y le excitó sobremanera y se allí estuvo hasta que el muchacho se corrió. Sacó una hermosa herramienta gorda y pálida y se la  limpió con un pañuelo que luego se lo anudó en el cuello y  siguió con  sus quehaceres.

Al día siguiente volvió a buscarle y al otro y al otro. Y por las noches, las fantasías eróticas en la cabaña tomaban cuerpo.

Un día tomo la decisión de hablar con el pastor y hacerle una proposición. Se acercó al muchacho y le preguntó su nombre. El chico azorado y con la boina entre las manos le dijo que se llamaba "José, para lo que usted mande".

Emmanuel se sonrió y miró los ojos color caramelo del chico. (Para lo que yo mande....). Bajó del caballo, sacó un hatillo con comida y bebida y le invitó a tomar el almuerzo con él. El chico se sintió avergonzado, pero ante la insistencia del amo cedió. Se sentaron en el campo y comieron pan, queso, fruta y vino. Cuando acabaron, el amo le explicó.

-José, te voy a hacer una proposición que no se la puedes contar a nadie. Es un asunto entre tu y yo, nadie más puede saberlo.

El chico asintió con la cabeza y Emmanuel continuó. - Si aceptas, tendrás casa propia cerca de la casona, trabajarás sólo para mi y tendrás un buen sueldo. Serás el hombre de mi confianza.

José le miraba embobado y asentía, no daba crédito a lo que oía.

Serás mi mozo de cuadra. Yo te enseñaré a vestirte y a lavarte. Tendrás que estar siempre a mi disposición cuando te lo pida.

  • He visto que te apareas con las ovejas.

José se ruborizó...-Señor...eso es normal entre los pastores...

  • Eso no me importa, pero de ahora en adelante eso no va a ocurrir. Veo que eres un joven con la sexualidad a flor de piel y eso me gusta, pero si aceptas mi trato eso cambiará. Tendrás sexualidad pero como yo te indique. Si aceptas, mañana quiero verte después de la cena. Ya te contaré.

Se despidieron y al día siguiente, José estaba llamando  a la puerta de la hacienda.

Emmanuel le enseñó una pequeña casa de guardeses cerca de la cuadra. Era pequeña pero para José era una mansión. Nunca había vivido en una casa así. Miraba a todos lados y no lo creía. Luego fueron a la cuadra en donde sólo había tres caballos.

La parte posterior de la cuadra se abría en una estancia más amplia. Allí, Emmanuel se paró y posó un brazo en el hombro  del chico y comenzó a hablar.

  • José, te voy a ser muy sincero-. Miró a los ojos del chico. - Quiero que seas mi hombre de confianza y eso quiere decir que habrá cosas que sólo tu y yo sabremos, cosas que no podrás contar a nadie. Dime si estas de acuerdo. Si no estás preparado busco a otra persona, pero si decides aceptarlo serás una tumba. Tendrás que hacer lo que yo te diga sin cuestionar si está bien o mal.

  • Señor....-dijo José tímidamente...- me está asustando...no se lo que quiere que haga...yo soy incapaz de hacer algo malo. Yo..No soy violento.

Emmanuel agarró la cara de José y le miró directamente a los ojos. - José. No se lo que estás imaginando. No te voy a pedir que hagas algo contra nadie. No quiero que actúes violentamente contra nada ni contra nadie. Es algo entre tu y yo. Nada más.

  • Te voy a explicar exactamente lo que quiero. No quiero malas interpretaciones. Si luego decides quedarte, bien. Si decides irte, bien, pero con el juramento de que esto no saldrá de aquí.

  • Señor, se lo juro por lo más sagrado.

  • Eso espero- . Se relajó, respiró y comenzó su explicación.

  • Lo que te voy a pedir es algo muy extraño. Entiendo que no lo comprendas en un principio, por eso quiero explicártelo detenidamente y que tu decidas. No te voy a obligar, sólo quiero que me entiendas y que lo pienses.

No se si sabrás que hace años estuve en la guerra de Cuba.- José asintió con la cabeza. - Bien. Allí ocurrieron cosas horribles que no te voy a contar ahora. Una de las que me marcó más profundamente es por la que estás ahora aquí.

Me azotaban todos los días con una fusta hecha del vergajo de un mulo. Me dejaban la espalda, el culo y el pecho en carne viva para después violarme.

José miraba a su señor con los ojos desorbitados.

  • Había un mulato al que llamaban Machete, imagínate el cipote que se marcaba para que le llamaran así, que me azotaba y me violaba sin compasión un día si y otro también. Un camarada me aconsejó que no me resistiera, que era peor, que me relajara para dejar entrar el cipote de esa bestia  y que así me haría menos daño. Le hice caso. Era verdad. Tan verdad que al final me gustó tanto que me corría cuando me penetraba.

José seguía mudo y con los ojos como platos mirando a Emmanuel, que continuó hablando. - No he podido olvidar esa sensación en los años que han pasado. Cuando te vi montando a esa oveja pensé que si lo hacías con un animal porqué no podrías hacerlo conmigo. Necesito que alguien de confianza haga lo que Machete hacía . Lo necesito. A cambio te daré una vivienda, te vestiré, te daré un trabajo estable y sencillo que será el tener a mis corceles limpios y aseados y que cuando te pida el servicio para el que te necesito, sea a la hora que sea, me lo des. Eso es todo. Piénsalo y me lo comunicas.

  • ¿De verdad le azotaban de esa manera?. En ese momento fue lo único que se le ocurrió preguntar.

El hombre se quitó la camisa dejando ver las cicatrices en su espalda y pecho. El chico se quedó observando las marcas con espanto. Entonces el hombre se desabrochó el cinturón y se dejó caer los pantalones para que el chico le viera las nalgas.

  • Es horrible-, dijo José. - Debió ser terrible...

  • Lo fue. Pero le fui cogiendo el gusto y al final necesitaba que me fustigaran y que me montaran... y...necesito que me lo vuelvan a hacer...quiero disfrutar de esas sensaciones que se me han hecho imprescindibles. Lo necesito.

  • Y usted quiere que yo se haga esas barbaridades?

  • Si. Eso quiero. Pero antes de que aceptes quiero pedirte otra cosa. Quiero verte desnudo. Necesito ver quién me va a azotar y montar. Quiero ver que calibre gastas. Necesito verte para ver si es lo que realmente quiero.

José estaba estupefacto. No daba crédito a lo que acababa de oír, pero como si alguien del más allá se lo ordenara, se fue desnudando lentamente. No sabía lo que le transmitía ese hombre pero era tan fascinante, tan extrañamente bello, que notaba que haría lo que de pidiese.  Una atracción especial había surgido. Al verle desnudo, tan hermoso, tan castigado, con un poder innato pero a la vez tan débil, le cautivó y le venció.

José se desnudaba poco a poco, se quitó las alpargatas, el chaleco y la camisa, el pantalón, los calzones. Al final sólo se dejó el sudado pañuelo que llevaba al cuello.

Emmanuel miró al zagal atentamente. Era un auténtico ejemplar.  El moreno de la cara y los antebrazos contrastaba con la blancura casi nívea del resto del cuerpo completamente lampiño a excepción de la mata oscura que le abrigaba los genitales y de los que desprendía unos buenos huevos y un pollón gordo, no demasiado largo, pero, por lo que ocultaba la piel, prometía una buena tranca en su estado más caliente.

Le miró y le gustó. Era un buen macho joven, que con el tiempo sería un buen macho alfa. Se fijó en sus tiernos pezones rosados y en su joven musculación, en la piel clara que cubría el deseado capullo y esa maravillosa polla gorda y con apariencia suave como de gamuza.

Emmanuel se empalmó y José pudo ver como la enorme polla de su amo se iba agrandando en longitud y anchura y como el capullo iba apareciendo, deslizando la piel que le albergaba mientras se agrandaba hasta que quedó totalmente al aire.

Dos hombres frente a frente. Uno oscuro y velludo, alto  y fuerte. El otro más menudo, lampiño y blanco. Ojos negros contra ojos caramelo.

Se quedaron mirando fijamente. Inmóviles. Los cuerpos tensos y sus órganos erectos. Fue un momento tan tenso, tan erótico que ninguno de los dos supo que hacer hasta que Emmanuel rompió el silencio con su voz grave y cascada.

  • Quiero que hagas una prueba de lo que quiero. Ahí arriba hay una argolla y una soga. Aquí al lado he dejado mi fusta. Tu tienes  la herramienta. Átame a la argolla, fustígame y cuando te lo diga, penétrame. De ti depende. Soy todo tuyo. Hazme tuyo.

Levantó los brazos hacia la argolla dejando el vello de sus sobacos al aire. José no vio  a su amo, vio a un animal en su más esplendorosa belleza que se le ofrecía. Tan fuerte, tan bello, tan oscuro. A él, tan poca cosa, tan blanco, tan nada.

No. Tan nada no. Era menudo pero fuerte. El señor le había escogido a él. Le estaba dando la oportunidad de su vida. Acabar con la miseria para vivir con un lujo que desconocía y servir a ese ejemplar que se le estaba ofreciendo. Cambiar a las ovejas por darse y dar placer a ese maravilloso macho no cabía lugar a dudas.

Le ató las muñecas a la argolla del techo dejando el cuerpo tenso y desvalido.

  • Bien- le dijo Emmanuel,- ahora coge la fusta, agárrala fuerte y azótame. Primero la espalda, luego el pecho y después las nalgas. Hazlo con fuerza. Cuando te indique, me penetras hasta que te corras en mi interior.

José siguió las instrucciones de su señor. Comenzó a fustigar la espalda. A cada latigazo, el cuerpo del dueño se tensaba y gemía. Cuando la espalda ya estaba lo suficientemente enrojecida y el chico temía que comenzara a sangrar, se dirigió al frente para azotar aquel maravilloso pecho. Cuando lo tuvo de frente, se dio cuenta del empalme que tenía su amo. La polla estaba a reventar. Tenía la cabeza inclinada apoyada en un hombro y la mirada la tenía perdida hacia el techo. Le dio otra andanada de azotes.  José se excitaba cada vez que le daba un golpe y Emmanuel gemía. Le notaba sufrir y a la vez gozar. Le miraba y cada vez le admiraba más y le excitaba más. Su tranca también comenzó a tomar las dimensiones dignas para una penetración salvaje.

  • Señor...¿Vuelvo atrás?

Emmanuel le miró, bajo la vista hasta que visualizó la verga de su zagal. Se sonrió dando el beneplácito y afirmó con un gesto de la cabeza. - Pórtate como un auténtico macho.

Esas palabras hicieron que José se creciera. Tenía que dar  a su amo el placer que pedía y del que dependía su futuro.

Se puso en posición y descargó la fusta contra los glúteos ya castigados hasta que se tornaron granas. Entonces tiró la fusta al suelo. Escupió en la entrada de su próximo amante, lo mismo que en su cipote, que había crecido hasta que todo el capullo había salido de su funda y se humedeció todo el rabo. Quería follarle bien, no quería hacerle más daño que el imprescindible.

Puso su órgano en la entrada de su amo y comenzó a meter la herramienta. Nada más penetrar el glande, el amo gimió y abrió las piernas dando permiso para continuar. Siguió hincando poco a poco. Sacaba un poco y metía. Cada vez que hacía ese gesto, el cuerpo del atado se estremecía y de su boca salía un gemido ronco que demostraba un placer sublime. Continuó con la penetración y cada vez el movimiento se hizo más rápido y firme. Metía la polla hasta los huevos, la sacaba hasta que el capullo aparecía por el orificio y volvía a meterlo hasta el fondo. Entre gemidos de placer llegó el orgasmo del chico que, sin poderse contener, gritó como un animal. Su polla se hinchó y comenzó a soltar trallazos en el interior de su amante. Entonces notó como el culo de su amo se succionaba el rabo. Trallazo, succión, trallazo, succión. Hasta que se quedó seco y se abrazó a aquel cuerpo maltratado pero maravilloso y sus manos abrazaron el pecho varonil de su amante.

La excitación que experimentó Emanuel mientras le azotaba aquel chaval le llevó de nuevo a Machete. Cada fustigazo era una sensación reencontrada y casi olvidada. Cuando el chico comenzó a penetrarle, no pudo contener un gemido de placer. Si. Si. Eso era lo que había echado de menos tanto tiempo. Abrió las nalgas para dejar paso a la tranca que le estaba sodomizando, y fue entrando. Luego fue un auténtico placer logrado por un maestro de la penetración. Gozaba como no recordaba. Ese chico era un auténtico semental y con un arte desconocido. Se abrió para recibir. Y recibió.

Gemía como un loco a causa del placer recibido y cuando notó que el cipote crecía y comenzó a soltar trallazos, no pudo contenerse y el también estalló. Notó como su anillo se cerraba al rededor del miembro invasor a cada corrida. Luego, cuando en sus huevos ya no quedaba rastro de leche. Notó como el cuerpo del chico se apretaba a él, le abrazaba el pecho y apoyaba la cabeza en su espalda.

Ese gesto le conmovió hasta el extremo de darle las gracias. El chico, le abrazó más fuerte y sollozando le dijo que las gracias se las daba a el y que esperaba ser digno de su señor.

  • José. De ahora en adelante vivirás con y para mi.

V

íctor se despertó empalmado y con una ganas incontenibles e mear. Fue al baño y dejó salir toda la orina con fuerza. La sensación de masaje que le daba el líquido al salir por la punta de su capullo le encantaba. Tuvo una larga meada. Se la sacudió. La hinchazón había bajado pero su chica seguía peleona.

Fue al cuarto y se quedó observando al muchacho desnudo en su cama. Realmente era un chico guapo con un cuerpo de vértigo. El ejercicio con los remos le había formado los músculos en su perfecta armonía. El sueño la daba a la cara una tranquilidad y una belleza infantil que conmovía y que incitaba a abrazarlo y besarlo sin malicia, sólo con ternura y protección.

Oyó ruidos por la casa. Se acercó a su sobrino y le intentó despertar, pero el sueño era tan profundo que Telmo no se inmutó.

Víctor se acercó y le besó en los labios. -Telmo...Telmo....despierta...

El sobrino gimió de una manera extraña y se apoderó de la boca de su tío.

-Telmo. Tus padres se han levantado. Telmo despierta. Tienes que irte a tu habitación.

Telmo se desperezó dejando ver su cuerpo, su polla empalmada, sus vellos castaños  en la entrepierna y en los sobacos.  La cara era una preciosidad embotada por el sueño y esos labios rosados, hinchados y carnosos que decían: "Muérdeme".

  • Telmo. Levántate y vete a tu habitación. Tus padres se han levantado ya.

De repente, el chico se despertó y, como un resorte, se levantó de la cama y se fue a  su habitación.

Cuando iba a salir del cuarto, se giró y le dijo a su tío: -Esta noche nos vemos. Tienes que terminar  de contarme.

  • Esta noche. Esta noche te espero.

Esta es la tercera entrega. No tengo idea de cuantas escribiré. Según el numero de lectores, aunque la verdad es que  me estoy divirtiendo escribiéndolo.

karl.koral@gmail.com