Los olivenza (12)

Víctor, asistido por Infante, inicia a su sobrino en las prácticas sado-maso. Más tarde. el chico y el entrenador mantienen una relación tórrida de sexo y amistad.

LOS OLIVENZA

(11)

Víctor dejó caer una bolsa de piel encima de la mesa. -Ábrela, es para ti.

Telmo dejó caer el contenido sobre la mesa. Eran correajes antiguos pero perfectamente conservados. Observó los arneses y el suspensorio de cuero. Las muñequeras, las botas largas hasta la pantorrilla y otras correas pequeñas que supuso eran para los biceps.

- Estos correajes los hemos llevado todos el día de nuestra iniciación. Quiero que hoy te los pongas. Luego haz con ellos lo que quieras, pero no los tires. Por cierto. Falta la fusta  La tienes tu.

VÍCTOR Y TELMO

Cuando Víctor despertó, Telmo ya no estaba en la cama. Se levantó y se duchó con agua caliente para relajar los músculos. Luego se dio crema en el pecho y la espalda para aliviar el escozor.

En la cocina le esperaba Telmo con café recién hecho. Se levantó al verle y se acercó para besarle. - ¿Qué tal estás?

Víctor le sonrió - Bien...bien. Ya veo que has hecho café. Que aplicado te veo.

El chico sonrió bajando la mirada. - Es lo menos que podía hacer...después...

  • No, Telmo...quiero que lo hagas porque quieres hacerlo, no por agradecimiento ni por consideración hacia mi. Todo esto no tendría sentido de ser así. Yo lo he hecho porque quería y porque me gusta hacerlo. Si me lo haces tu, mejor, pero no te sientas obligado a corresponder. Haz las cosas porque quieres hacerlas. Nada más.

Besó a su chico tiernamente y desayunaron.

Más tarde conversaron sobre el tema. Telmo seguía queriendo  probar y más después de lo que había vivido la noche anterior. Víctor dijo que tenía que estar presente Infante porque al ser la primera vez, igual había complicaciones y quería estar asistido. El chico no puso objeciones porque tenía total confianza en el maestro. Luego hablaron de dónde hacerlo si en el gimnasio o en casa. Telmo le miró sin entender, entonces, su tío le dijo que le acompañara. Bajaron al garaje y abrió una puerta por la que se bajaba al sótano.

Otro "Santuario", pensó el sobrino. Era una estancia amplia, en una zona había un gran colchón en el suelo cubierto de almohadones, otra zona era parecida a un gimnasio y otra era como un vestuario con su zona higiénica. La luz era tenue y daba una sensación de sosiego. La verdad es que no imponía ni daba escalofríos como el de la hacienda. Era agradable.

  • Aquí- dijo Telmo. Lo haremos aquí. Me gusta y además es tuyo.

Ya anochecido, Infante llegó a casa de  Víctor. Telmo se puso en poco nervioso porque le había llegado la hora. Tenía que demostrar mucho y sabía que era muy duro. No sabía si saldría victorioso del trance, pero estaba dispuesto a intentarlo. Era su "alternativa" y tenía que ser valiente.

Entonces Víctor llegó con una bolsa de cuero la dejó caer en la mesa y dijo: - Es para ti. Ábrela.

Telmo dejó caer el contenido sobre la mesa y aparecieron unos correajes y unas botas. Las observó y supo de que se trataba.

  • Esto nos lo hemos puesto todos los que no hemos iniciado. No es obligatorio.

Telmo observó e inspeccionó el material. - Si. Me lo pondré. Pero esperad un momento que voy a por la fusta-. Al minuto apareció con las famosa fusta.

  • Entonces, vamos-. Dijo Infante con el poder que emanaba.

Se desnudaron en la zona del vestuario. Telmo observaba a los dos adultos. Sus cuerpos, sus miembros, cómo se ajustaban las correas a sus pechos a sus muslos a sus genitales, cómo se ataban las botas dejando al aire parte de los calcetines, su tio los llevaba blancos, el maestro rojos. Les miraba, les admiraba y se excitaba. El cuerpo de Víctor no tenía secretos para el, pero vestido así le daba un poder que a él le atraía y le hacía sentir en desventaja.

El caso de Infante era distinto, cómo un hombre de esa edad podía transmitir ese poderío, ese cuerpo musculado cubierto de vello canoso, esa fuerza que transmitía al moverse y esa mirada penetrante pero que a la vez te hipnotizaba y hacía que le siguieras al fin del mundo.

Esos dos ejemplares eran los que le iban a iniciar en lo que el estaba deseando desde hacía tiempo. Qué más podía pedir.

Fueron a la zona de entrenamiento y Víctor se acercó a su sobrino, le abrazó y le besó en la frente. - ¿Estás seguro?

  • Si

Entonces le sujetaron unas cadenas a las muñequeras y le izaron hasta que el cuerpo se tensó.

Víctor se acercó, le abrazó , le besó y le susurró - Se valiente. Se un hombre. No me decepciones- y le volvió a besar en los labios. Luego se retiró y su sobrino le perdió de vista. Cerró los ojos y se concentró en que tenía que superar la prueba, fuera como fuera. Se relajó....

...Y recibió el primer latigazo en la espalda. El dolor le recorrió todo el cuerpo dejándole sin respiración. No pudo gritar. Se tensó hasta que el dolor amainó.

Oyó muy cerca la voz de Víctor que le decía que no se relajara, que tensara los músculos para que el dolor se quedara más en la superficie.

Intentó hacer lo que le había indicado y el siguiente golpe fue una descarga, pero menos intensa que la anterior. Era lo contrario a dejarse penetrar, pensó, no relajarse, tensarse.

Víctor comenzó a jugar con Telmo, le fustigaba en el pecho y luego le acariciaba un pezón con la punta de la fusta  hasta que se endurecía como un clavo y necesitaba que le mordieran o chuparan y  entonces sentía el dolor agudo de otro latigazo... y volvía a jugar con el otro pezón hasta ponerlo erecto... sintió que el dolor le cruzaba la espalda y se extendía por toda la columna  y se  la acariciaba con la fusta y  así fue jugando con todo el cuerpo, latigazo, caricia, con los glúteos jugó  de otra manera, le daba golpes certeros pero no muy fuertes y luego los acariciaba con ternura...azote...caricia...azote....caricia, como si los mimara sin querer marcarlos demasiado. Con los  huevos jugó también pero no los maltrató, los golpes se dirigían al vientre y juego la fusta jugaba con el escroto, subía suavemente los cojones para dejarlos caer de golpe, le daba un trallazo y luego los alzaba y los dejaba caer. El impacto de  su propio peso le hacía sentir una sensación de excitación que hizo que su polla subiera hasta su vientre. Cuando el turno le tocó a la polla, los golpes los recibió en el abdomen o en los muslos y luego acariciaba el glande o el tronco con la vara y la masajeaba para excitarla más, Recogía fluidos con la punta y luego la disparaba contra su abdomen donde dejaba una marca rojiza y húmeda. El ano fue otro juguete, pero más sutil, después de darle el castigo correspondiente, metía la punta entre las nalgas hasta llegar al agujero y allí jugaba con él para darle placer...Latigazo....caricia con la fusta en la mitad del gusto...latigazo....placer... así, una u otra vez.

Telmo se dio cuenta de cómo estaba disfrutando su tío hasta que...

... él era quien disfrutaba, necesitaba que le diera un latigazo porque después venía la excitación de la caricia en las zonas erógenas y él  era el que estaba disfrutando. Quería un golpe porque luego venía el goce. Quería dolor a cambio del placer. Y así fueron jugando tío y sobrino. Uno porque sabía lo que le estaba pasando a su chico y éste porque había descubierto el juego y estaba gozando de el. Había entrado en ese juego peligroso del que no se podría librar. En el momento que lo entendió, su miembro se encendió, mientras más le castigaba, más se endurecía, quería más dolor para sentir que se hinchaba más su polla. Sigue....sigue...pensaba mientras que de su garganta solo salían gemidos de placer

Víctor veía a su sobrino revolverse de placer y su tranca, que ya estaba como leño, se inflamó hasta el dolor. Uno sacudía y el otro gemía y las pollas se erguían hacia el cielo. No podía seguir azotándole porque había riesgo de hacerle sangrar.

Paró. Se acercó con una esponja y comenzó a refrescarle. - Sigue...sigue...Decía Temo en un hilo de voz...-Por favor....

-No...ahora soy yo el que quiero darte placer y no hacerte daño...- Decía mientras le pasaba la esponja por todo el cuerpo y le besaba y le acariciaba...-Ahora te quiero amar...no dañar.

Ayudado por Infante, bajaron a Telmo de la polea y le tumbaron boca abajo sobre un potro, dejando sus cuartos traseros al aire. Le desató el suspensorio para que sus genitales quedaran al aire, hizo lo mismo con lo suyos, le acarició las nalgas con la esponja y las besó, cogió un tarro de lubricante que le acercó Infante y comenzó a aplicárselo en los rosados pliegues del joven.

Telmo, al notar la fría pomada en su entrada respiró y emitió un corto y agudo gemido de placer.

Víctor se puso delante de su sobrino, se desabrochó y dejo caer el taparrabos, dejando su endurecida y chorreante polla a la altura de la boca del chico. Se la ofreció para que la lubricara y, ante semejante manjar, así lo hizo, el néctar de su tío le pareció la mejor medicina para continuar. Se la metió en la boca y comenzó a lamérsela y metérsela  como si fuera  un helado que un niño come con ansia. La sacó dejando un vacío en  la boca del chico y  fue al lugar donde se requería su destreza.

Puso su húmedo cipote en la entrada lubricada y entró. Entró lentamente de un sola embestida, lentamente, muy lentamente, disfrutando del masaje que le daba el joven esfínter  hasta  que su miembro llegó hasta la base.

Telmo disfrutó de esa penetración  lenta y suave. Notó como esa anguila resbaladiza entraba por su interior sorteando con habilidad los esfínteres y alojándose en lo más profundo de su ser...y gimió de tanto placer...que la mirada se le enturbió.

Entreabrió los ojos mientras era tabicado  y vio a Infante frente a él masajeándo su magnífico cipote. Le miró entre sus húmedas pestañas  y haciéndole un gesto le indicó que se acercara. El maestro se quitó el taparrabos y se acercó con la enorme tranca empinada y dura como un bate y Telmo, agarrando su tronco con una mano y los huevos con la otra, acercó el inmenso y perfecto capullo a su boca y le lamió la humedad, le lamió todo el contorno y se lo metió en la boca.

El placer  que le invadió en ese momento era nuevo en él. La polla de su amor le entraba y le salía de su interior con una inmensa suavidad mientras que mamaba un capullo inmenso, suave y esponjoso. La sensación de ser premiado después se haber sido castigado era doble. Así fue disfrutando de la cogida y de la mamada hasta que todo se desató.

Un géiser de lefa inundaba su interior. A causa del placer que recibía, el chico se corrió sin continencia  e hizo que su lengua se afianzara en el capullo  que invadía su boca  y con la presión provocó otra corrida monumental que le llegó hasta la garganta.

Los tres hombres se vaciaron sin continencia hasta quedar secos.

Víctor se despolmó encima de Telmo e Infante se sujetaba al potro mientras sus piernas temblaban porque hacía mucho tiempo que  no había sentido una intensidad sexual como la que había experimentado esa noche.

Telmo cayó rendido de cansancio a causa de la tensión sexual que había recibido y con la que  había rallado el éxtasis.

Se quedó tumbado en el suelo respirando profundamente mientras notaba que  su hombre le acariciaba el cuerpo y le besaba. Y durmió profundamente.

A la mañana siguiente, Víctor preparó un baño reparador  y bañó y masajeó a Telmo.  Los cuerpos se mecían entre el agua jabonosa. El chico se dejaba masajear y acariciar por por las manos de su tío. - Quiero repetirlo -.

  • Ya lo repetiremos.

  • Hoy

  • No, hoy no. Hay que esperar. No se puede hacer de manera tan seguida. Hay que esperar. Pero lo repetiremos. Te lo juro

  • Hoy. Quiero hacerlo hoy.

  • No seas caprichoso.

  • No soy caprichoso

  • Telmo, ya está bien. Hoy no puede ser. No seas niño.

  • ¡No me llames niño!. ¡No soy un niño!- E intentó salir del baño.

Víctor le agarró y le volvió a meter en el agua. Le abrazó con fuerza y le comenzó a besar y a acariciar. - Ven, mi niño - le decía con sorna - mi niño caprichoso...Ven que tu tío te va a mimar...y querer...mi chiquitín - le decía besándole y riéndose. - Dónde está el pequeñín...- y se volvía a reir, hasta que Telmo se dejó llevar y comenzó a reir y a dejarse acariciar y besar. - Es lo más bonito que he tenido entre los brazos desde tu padre.

Telmo se quedó quieto un instante analizando esas palabras y luego se incorporó y llevó sus labios a los del hombre que le tenía abrazado y se los besó. - Es lo más bonito que me han dicho nunca considerando que papá es la persona  a la que más quieres en el mundo.

Víctor le besó los labios con ternura y dejó que la lengua entrara a la búsqueda de la de su sobrino...y se amaron.

Durante los días que siguieron follaron,  se azotaron, se abrasaron de deseo, de goce, de pasión y lujuria, sufrieron el dolor que se infligían para luego llegar al un orgasmo que los dejaba exhaustos.

Un día, Víctor le dijo a Telmo que debía volver a Madrid para hacerse cargo del negocio. El chico le dijo que se iba con él y el tío le contestó que debía quedarse y seguir con los estudios, que sentía en el alma tener que dejarle pero no era posible. Telmo lloró por la pérdida de su amante, no podía soportar la distancia de su hombre, del cuerpo, del vacío que se avecinaba, se le antojó insoportable. Lloraba tan amargamente que hizo llorar a Víctor. Pero no había remedio. Él se tenía que ir y Telmo se tenía que quedar. -No estamos tan lejos. Nos podemos ver.

-Pero no estarás conmigo como ahora.

-No, no lo estaré. Pero tienes que acostumbrarte aunque te duela. Tengo mi trabajo y tu tus estudios y a tu familia.

  • Eso no me consuela.

  • Ya lo se. Lo siento. De verdad. No hay más remedio.

Víctor se fue y la soledad se apoderó de Telmo.


TELMO E INFANTE

Los días siguientes a la marcha de Víctor fueron un infierno para Telmo. Una ansiedad le invadía el pecho y se encerraba en el baño. Bajo la ducha lloraba hasta que le salían bramidos del pecho, su dolor era tanto que quería morir. Luego caía en la cama rendido y dormía unas horas hasta que volvía a despertarse y se abrazaba con fuerza y gemía acunándose.

Tenía sueños eróticos donde se encontraba con Víctor...pero....también había alguien más...era una presencia poderosa que se hacía cada vez más fuerte....Una presencia que estaba por encima de ellos y cada vez se definía más. Un cuerpo tan fuertey poderoso, que su presencia le imponía. Un enorme pollón se acercaba a su boca mientras Víctor le acariciaba. Un cuerpo que le atraía cada vez más...en los sueños se adivinaba fuerte, como si un gran gorila se acercara y le abrazara entre sus enormes brazos y su gran tótem le acariciara su culo intentando penetrarlo. Telmo se corrió alguna noche soñando en aquel ser.

Comenzó a fantasear con ese gran macho desdibujando la imagen de Víctor.

El Macho tomó poder en sus pensamientos y se fue dejando llevar por la fantasía hasta que tomó la forma de su deseo y se pajeaba pensando en el.

Una noche, en el duermevela en el que su polla le pedía acción, el macho tomó forma y cuerpo, se acercaba a él un gran miembro que conocía y que había probado, se relamió los labios mientras pensaba en metérsela en la boca, se tocaba y se amasaba los huevos al pensar en ese cuerpo que se acercaba con la verga mirando al cielo y el vergajo que le había azotado entre las manos, ese cuerpo hermoso, musculado, cubierto de vello canoso, imaginó su cara curtida, con la nariz partida, los labios finos, con la cabeza y la barba rapada... la imagen le excitaba de tal manera que gemía mientras sentía que  sus dedos apretaban sus bolas y su tranca, que entraban en su culo...era tal la excitación que le despertaba que se corrió como un mulo pensando en Infante. El  macho dominador de los sueños. El gran macho que se adentraba en sus sueños y en sus pensamientos más oscuros era Infante. El maestro.

Ese mismo día le llamó y le preguntó si podía acercarse a verle. Quedaron por la noche en el  "Esparta".  Estaba nervioso de encontrarse con él cara a cara y exponerle sus deseos, pero no podía hacer otra cosa, no había más remedio.

Infante lo miraba  fijamente a los ojos mientras hablaba, unos ojos oscuros que le taladraban.

Telmo se fijó en la fuerza de sus brazos, en el pecho de toro cubierto con la ajustada camiseta de tirantes, observó los pequeños promontorios que eran los pezones y se imaginó mordiéndolos,  lo miraba con adoración. Ahora que lo tenía enfrente se daba cuenta de la fuerza que ejercía y del poder que irradiaba hasta el punto que notaba como le absorbía la fuerza y le dejaba como un muñeco de trapo a su entera disposición.

El maestro se levantó se acercó a él, hizo un gesto para que se levantara el también, y le abrazó, le besó en la mejilla mientras que sus entrepiernas se juntaban y sus respectivos miembros se calibraban. Era un saludo. Apretón de manos, apretón de miembros, lo mismo. Era un acuerdo tácito.

Infante le cogió la cabeza con las dos manos acercó sus caras y le besó en los labios. Se retiró un centímetro para mirar el interior de  los ojos del pupilo y, al ver la aprobación del joven, volvió  a acercarse y le besó con pasión y Telmo se dejó llevar por esa pasión  y ese poder.

Aquel hombre con aspecto rudo y primario le demostró como besaba un auténtico macho, como abrazaba y acariciaba un auténtico macho, como rebozaba su polla hasta hacerla inabarcable. -¿Vas a querer ser mi chico?. Te voy a hacer daño, te voy a hacer sufrir, te voy a hacer gozar hasta que llores de placer...¿Quieres?....

  • Si...si...si...si...respondía a cada pregunta mientras notaba que el calor del cuerpo del maestro le invadía y le absorbía. -Hazme tuyo...por favor...hazme tuyo...no me dejes...hazme daño...dame placer ....

Todo esto se lo decía con difícultad porque entre frase y frase se comía la boca del hombre.

  • ¿Vamos?- dijo Infante.

  • Vamos- respondió Telmo.

Se desnudaron en el "Santuario". Se miraron, se acariciaron los cuerpos, Telmo el de Infante, fuerte, poderoso, velludo como un animal, pero de una belleza extrema. Infante el del joven que había visto nacer, crecer y desarrollarse, un cuerpo bien formado, sin apenas vello, y con esa belleza que da la juventud y que dura tan poco. Le levantó los brazos y apreció el color castaño claro del vello de los sobacos bajó la mirada y vio el mismo color en el pubis. Se relamió ante tal belleza, como un lobo ante un cordero. Le volvió a besar con ansia y recibió la misma sensación de la otra boca.

  • ¿Preparado?

  • Preparado.

  • ¿Quieres arneses?

  • Si tu quieres si. A mi me da igual.

  • Así estas bien. A mi me gustas así.

  • Bien.

El calor de la excitación hacía que las mejillas de Telmo tomaran color y comenzara a sudar. Infante levantó los brazos del chico y los ató a las sogas, tiró de ellas y le alzó hasta que los pies casi no tocaban el suelo. Le refrescó el cuerpo con la esponja. le acarició, le sobó los genitales y el culo, le lamió los labios, le mordió el cuello hasta ver que el miembro del chico se empinaba. Entonces se retiró, cogió una fusta, la batió al aire haciendo que silbara. Telmo se estremeció ante la inminencia del dolor. Luego se relajó y después tensó los músculos, como le había enseñado Víctor, para esperar el primer zurriagazo.

El primero le llegó a la espalda. Esperaba un momento de relajo... una caricia. Latigazo de sorpresa  en el lomo. Le dolió y gimió y de repente, otro en las nalgas que le dolió más. A qué coño estaba jugando ese hijoputa, pensó. Se revolvió inútilmente. Notó que Infante se acercaba, le acariciaba donde le dolía, acercaba la boca y le lamía y besaba en las marcas.

Se relajó pero tensó el cuerpo porque no se fiaba. Enseguida, un latigazo le llegó al pecho, luego, un leve  pero contundente toque a un pezón, hizo que se le pusiera domo un grano a punto de reventar. A continuación, otro latigazo en el pecho y otro toque de advertencia en el otro pezón que reaccionó de inmediato poniéndose erecto. Zurriagazo en el muslo y otro tanteo en el escroto, levantó los huevos y los dejó caer. Lamió la punta de la fusta  cubriéndola de saliva y se la ofreció. El chico se la metió en la boca y la chupó, la saboreó y la la lamió llenándola de babas. El maestro se la arrebató de la boca y  le atizó en el esternón.  Golpe en el otro muslo y la punta de la fusta dio un toque magistral  en el capullo que se irguió como un resorte. Latigazo en las nalgas y entonces la fusta pasó como una culebra entre los cachetes de sus glúteos rozando su ano y provocándole un escalofrío por toda la columna.

Infante jugaba de manera distinta a Víctor, parecida, pero distinta. No acariciaba, tocaba de una manera eficaz donde quería, no daba placer, producía excitación. Telmo entendió el juego y decidió seguirlo. Lo entendió y lo asumió. Esperaba el latigazo para que luego le diera el toque que le excitaría. Su macho era un maestro y sabía lo que hacía. Le dejó hacer. El era su chico.

Notó su cuerpo dolorido y ardiente y no sabía si la excitación de su rabo, igual de fogosa , aguantaría.

Miró a Infante y le admiró, bajó la mirada y admiró más el trabuco que tenía entre las piernas que, mirando al cielo, solicitaba piedad llorando lágrimas transparentes.

Telmo le miró y le sonrió.

Infante le miró, le sonrió, miró la tranca del muchacho y se dio cuenta de que estaban en el mismo trance.

Era el momento.

Le descolgó lentamente y le tumbó en un plinto cubierto con una toalla. Luego se dedicó a refrescar  las marcas de su espalda y de sus nalgas que luego lamía y besaba. Le dio la vuelta e hizo lo mismo con el pecho y el vientre, pero aquí lamía y besaba lugares más sensibles, le lavó los sobacos para lamerlos y besarlos, el pecho para detenerse en los pezones, los muslos y las piernas para chuparle los pies, subió al vientre y se entretuvo humedeciendo los cojones para luego lamerlos, besarlos y mordisquiearlos y al final la polla. Esta no la lavó, bajó la piel hasta el fondo y lamió el glande cubierto de líquido, luego se lo metió en la boca para jugar con la lengua por todo el perímetro, fue adentrándose en el tallo hasta que llegó al final, olió el vello color avellana y subió otra vez hasta el capullo que salió de su boca haciendo un ruido como un tapón de cava. Se rieron.

  • ¿Quieres probarme?

  • Si por favor.  Te deseo tanto...fóllame....

Infante bajó la cabeza, levantó las piernas del muchacho y empezó a lamerle el agujerito rosa. Jugaba con la punta de su lengua y notaba la excitación del chico por como se contraía y se abría la boca de su deseo. Luego lo lamía de arriba abajo como un perro para luego volver a jugar con la punta de la lengua. Telmo estaba fuera de si. El placer estaba situado en ese punto que abría y cerraba como la boca de un pez.

Cogió el bote de lubricante, se untó los dedos y comenzó la dilatación. Los dedos de Infante jugaban húmedos alrededor del joven botón e iba metiendo poco a poco las yemas a la vez que le acariciaba. Poco a poco, Telmo se fue abriendo dejando que fueran entrando más y entraban. Los fuertes dedos del entrenador entraban y salían, abrían el agujero para darle más tamaño y que pudiera alojar su falo de fauno con el menor daño posible.

Cuando el orificio ya tenía un tamaño considerable y Telmo daba signos de desesperación por sus gemidos y sus convulsiones. Infante se embadurnó el cipote de crema y se concentró para la penetración. Puso la punta en el centro de la entrada y dio un pequeño empujón. El capullo entró de una tacada y el chico gimió-gritó. Paró un instante. Sabía que ese salchichón hacía daño. Lo sabía y no quería lastimar a la belleza que tenía abierta porque quería que volviera a por más. Así que con cuidado continuó con la follada.

Respiraba y hacía unas leves presiones. Telmo participaba intentando abrirse para dejar la entrada libre a semejante herramienta. Le dolía pero quería que su macho disfrutara de el, de su cogida y que se corriera en el. Necesitaba su semen en su interior para ser un animal como aquel.

Así fue como, poco a poco fue entrando el mástil y como fue aguantando como un valiente hasta que el vello del pubis y del vientre del maestro tocaron sus huevos y un mujido de placer le hizo saber la victoria alcanzada.

Los dos hombres se relajaron un instante, resollaron, y comenzaron el baile. Infante le metió los brazos bajo los sobacos para levantar el cuerpo del muchacho y que se acoplara a su miembro. Telmo abrazó el cuello de su macho para darle más facilidad en la penetración.  Le olía, le besaba y le mordía mientras sentía como la barra entraba y salia de su culo. Infante abrazaba a su chico y lo mordía y besaba mientras notaba como el anillo le apretaba el miembro y le producía una satisfacción como hacía tiempo no había tenido.

Se acoplaron de tal manera que uno hacía fuerza hacia arriba mientras el otro lo hacía hacia abajo dándose tanto placer que resoplaban cada vez que hacían ese ejercicio. Sudaban y se olían como bestias y ese olor les alteraba y les excitaba cada vez más. Las bocas babeaban juntas, los cuerpos se bañaban en el sudor y no dejaban de apretárselos. La polla y el culo era un poema de lujuria desenfrenada.

Telmo comenzó a convulsionar. Infante, ante la venida del chico, le propinó dos últimas acometidas dignas de Minotauro. Se paralizaron un instante, solo un instante, y comenzaron a mugir a la vez. Fue la gran corrida del siglo. Los cuerpos se tensaban mientras escupían. No podían gemir porque no tenían aire para expulsar. La vida se le iba por el canal de la polla y  la fuerza de un cuerpo contra el otro les impedía respirar.

Al final....Mugieron como auténticos toros hasta el punto que se les saltaba las lágrimas. A Infante le temblaban las piernas y a Telmo el cuerpo entero. Gracias a la fuerza del entrenador quedaron de pie unos momentos. Luego se fueron tendiendo lentamente en el suelo abrazados, muy abrazados, con las bocas unidas y babeantes, los cuerpos pegados de sudor y semen, la tranca aun inmensa dentro del chico que aun temblaba del orgasmo que le habían provocado. La sangre de su cuerpo había desaparecido porque estaba toda concentrada en sus genitales y tenía frío.

  • Por favor abrazame..por favor- E Infante le arropó con su peludo cuerpo dándole calor y relajándolo hasta que el chico quedó en trance.

Infante no recordaba haber tenido una experiencia ni un orgasmo como el que acababa de tener. Quizá alguno con Marcos, el abuelo del chaval, cuando eran jóvenes, pero de aquello hacía tanto tiempo que no lo recordaba con claridad. Se sentía tan eufórico que no dejaba de acariciar al chaval y de besarle.

Telmo fue cayendo en un sopor de felicidad y de relajo que no podía pensar. Sólo sentir ese cuerpo que le cubría dándole calor y sintiendo un amor infinito por él.

Los recuerdos comenzaron a llegar con el duermevela. La belleza de Víctor,  el cuerpo de su padre, los cuentos de los antepasados pasaban como fugaces destellos, el "santuario" con las fotos de hombres medio desnudos con los arreos de cuero, la fusta, los azotes y la penetración a su tío, los cuerpos en el baño, su bautismo y penetración con su tío en el otro "santuario" e...Infante...Infante...Infante...

En Oporto había encontrado al dios Vulcano  que iba a forjar y modelar con su maza  y su yunque la herramienta de su placer. Y esa herramienta le pertenecería porque a partir de ese momento esa herramienta sería su chico, osea,Telmo

Por favor decidme que os a parecido. karl.koral@gmail.com