Los ojos de Alma 7

Primeros pasos

PRIMEROS PASOS

Dicen que todos los comienzos son difíciles, pero enfrentar mi nueva realidad, me tenía de los nervios. María me acercó al campus. Se había tomado la molestia de anotarme en todas las materias que debía cursar y agendarme los horarios. Me indicó cómo llegar a mi primer curso pero no me acompañó, con una sonrisa, me dió un beso en la comisura de los labios y me deseó suerte. Era hora de comenzar a caminar solo.

Era todo tan nuevo y majestuoso para mi, comparado con el mundo en el que había vivido, que me costaba respirar. Para rematar la faena llegué primero al aula. Mientras esperaba sentado y ya empezaba a pensar que María se había equivocado, entró al recinto una morena de ojos verdes que quitaba el aliento.

Vestía un top ajustado que marcaba una tetas de escándalo y un pequeño pantalón que apenas cubría su soberbio culo. Completaban su atuendo, una camisola transparente que le llegaba a los tobillos y botas de tacón a la rodilla.

Como todo saludo, me realizó un escaneo tan profundo y apreciativo, como el que realiza un investigador a un insecto en el microscopio. Si Blanca no me hubiera exprimido la noche anterior, creo que hubiera aullado. Madre mía, que mujer.

BEA

Otro año comienza y con él la rutina. Pensar que cuando empecé la carrera de empresariales estaba llena de esperanzas. Soñaba con descubrir ideas nuevas, conocer gente emprendedora y salirme del ambiente pacato y rígidamente hipócrita de mi famila. Salir de la monotonía de mi vida, era el motor que me empujaba.

Y aquí estoy ahora, a punto de empezar tercer año después de pasar un verano de mierda, donde lo más excitante que me pasó, fue alentar al pijo de mi novio en todos los putos campeonatos en los que se le ocurrió participar.

Para colmo de males, mis padres lo adoran. Como no va a ser así, familia beata y meapilas como esa, solo se podía encontrar en mi casa, además, forrados en dinero, dueños de no se cuantas corporaciones y miembros activos del Opus Dei.

Para rematarla, como una idiota me presenté en horario el primer día de clase, como si todos los demás no se cagaran en eso. Bueno todos no, cuando entré ya estaba sentado un gigantón nuevo de muy buen ver. Vestido muy elegante con pantalón y camisa, lo único que desentonaba, para estar dentro de un aula, eran sus lentes oscuros.

Por la forma que mira a todos lados, es la primera vez que viene a esta clase y se lo nota nervioso...

-. ¿Nuevo ehh? Soy Bea

-. Si algo así. ¿Tanto se me nota? Ja ja ja.  Encantado, yo soy Luis

-.  Mucho gusto. ¿como que algo así? No entiendo.

-. Es largo de explicar

-. Tenemos todo el tiempo del mundo, esto va para largo, acá no aparece nadie por un rato largo. Desembucha que estoy intrigada.

Cuando terminó de contarme su historia, no sabía si felicitarlo o mandarlo a la mierda por vacilarme. Cuando estaba por decirle algo, llegaron Nuria y Carla y lo miraron con la boca abierta. Ahí pasaba algo interesante, era evidente que lo conocían. Me  levanté a saludarlas y me las llevé para el fondo.

-. ¿Jardinero y autodidacta? No me jodas. ¿Qué hace aquí?

-. No tengo la más puta idea. Pregúntale a ésta que se lo estaba tirando.

-. Qué dices loca. A ver si me metes otra vez en problemas con Jorge.

-. La verdad no ofende querida. A ver si me creo que te enseñaba matemáticas el paleto.

-. ¿Y si no era verdad que hace aquí? Ehhh ¿cortar el pasto?

-. En eso tiene razón...

Acoté jocosa.

-.

Tampoco hubiera estado mal que te lo tires. Se lo ve bien bueno.

-. Y eso que no le has visto los ojos...

Suspiró Nuria.

-. Ni la polla ja, ja, ja...

Comenté mientras me carcajeaba divertida por la historia.

-. Cómo te escuche Antonio, la vas a tener buena.

-. Cállate, que con lo celoso que es, armaría un escándalo.

-. Que te lo arme a ti, porque con él no creo que le convenga. No sabes cómo se las gasta cuando se enoja.

-. ¿Lo habéis visto?

-. Hace dos veranos Jorge y Ramón quisieron pasarse de listos y los metió de cabeza en la piscina.

-. Ja ja ja, ojalá lo hubiera visto, se lo ve fuerte al paleto...

Nuria me miró contrariada, como disgustada por mi interés por Luis y acotó…

-. Solo te aconsejo una cosa. No te acerques mucho a él... es peligroso.

-. Ja, ja, ja, peligroso...El día que un paleto sea peligroso para mí, me suicido.

-. No digas después, que no te lo advertí.

-. Me quedé mirándola sin decir nada. Algo pasaba que se me escapaba. Ya me enteraría en su momento.

Me propuse conocerlo más a fondo, total no había peligro. Antonio cursaba en otra sede y no se enteraría y por otro lado, a mi no me ponían los paletos. Volví a acercarme a él y lo invité a hacer un recorrido por el campus después de almorzar juntos, pero...con una condición.

Cuando quiso saber cuál, le comenté que después se la diría. Extrañamente me contestó que aceptaba, pero con una condición. Como una estúpida le pregunté cuál y por supuesto me contestó que después me la diría.

Fueron llegando los demás y decidí sentarme junto a él. La mañana pasó rápido y fuimos a comer algo liviano al comedor. Cuando llegamos, observé que un par de mesas más allá, estaban algunos integrantes del equipo de fútbol, conversando animadamente con Laura y el equipo de animadoras.

Cuando me vieron entrar, se pusieron a murmurar, este sería el primer año, que no las lideraría, me cansé de levantar la patita para alentar al equipo de mi novio y que un montón de babosos se pajearan con mi culo. Sin embargo Laura filipaba por haber ocupado mi lugar. Un año mayor que yo, nunca aceptó mi capitanía.

El año se me presentaba raro, todas las cosas que antes me encantaban, como cotillear con las amigas, calentar a los babosos y humillar a los que la van de galanes, de pronto me parecían un sin sentido.

Para remate, estaba por almorzar con alguien desconocido. Un tipo de persona a la que el año pasado no me le habría acercado ni con un traje de protección. Lo peor es que no me disgustaba.

Terminamos de comer, nos tomamos un café y nos quedamos mirándonos en silencio. Silencio que decidió romper él con una carcajada.

-. Hablaste de condiciones.

-. Tu también lo hiciste, dime la tuya primero, así no perdemos tiempo.

Si llegaba a salir por el lado de un beso o alguna tontería así, mejor cortar de movida.

-. Que no me pidas que me saque los lentes... Ahora dime  la tuya.

-. Ja, ja, ja. Pues...que te los saques. ¿Tan común es que te lo pidan?.

-. No tienes idea. ¿Ahora que hacemos?

-. Pues, quédatelos, no me molestan. Vamos.

Recorrimos todos los rincones del campus y del edificio principal conversando entre risas. Terminó siendo una tarde especial. Su conversación acabó siendo fluida y amena. Descubrimos tener muchas cosas en común, como el gusto por la literatura popular, en especial los policiales negros, como los de Mankell y nuestro amado Wallander.

La mutua admiración por la pintura barroca nos sorprendió. Velazquez, Caraballo, Vermeer y la joven de la perla, los niños de Murillo y su tragedia, nos hicieron la tarde corta.

Nos despedimos con un par de besos y descubrí asombrada que quería volverlo a ver al otro día. No había dado dos pasos cuando me llamó. Me dí vuelta y para mi sorpresa me miraba con una sonrisa. Se había sacado los lentes y comentó

-. Gracias por el paseo

Se lo agradecí tirándole un besito, pero estaba temblando. Tenía razón Nuria, ese hombre era peligroso. Ahora no estaba tan segura de verlo nuevamente.

Sin embargo, al otro día a primera hora, estaba sentada en nuestro banco, esperando ansiosa a que llegara. Al entrar al aula y verme, me dedicó una sonrisa que me derritió.

Con el transcurso de las semanas demostró ser uno de los alumnos más aventajados del curso. Cuando me enteré que también cursaba la carrera de ciencias y se disponía a dar clases de apoyo, directamente filipé.

Me fui involucrando en su mundo simple y desinteresado y cuando me quise acordar terminé llevándole la agenda, organizándole los cursos de apoyo y armándole los grupos de trabajos prácticos. Por supuesto que en todos los de nuestra carrera, yo era número puesto.

Un viernes de mitad de año, estábamos en la biblioteca y el día estaba frío y lluvioso. Mis padres se habían trasladado al sur a esquiar y nosotros debíamos terminar un trabajo para entregar el lunes. Como se nos había hecho tarde y faltaba poco para terminar, decidimos hacerlo en mi casa, que estaba camino a la suya en el mismo barrio residencial.

Iba manejando con cuidado por la ruta y estábamos a un par de kilómetros de llegar, cuando al cruzar un badén cubierto de agua, algo se mojó y el Cinquecento palmó y no hubo forma de hacerlo arrancar nuevamente. Mientras yo puteaba al firmamento y buscaba el número del auxilio, Luis más expeditivo y simple como siempre, se puso detrás y lo comenzó a empujar.

Para cuando llegamos y lo entramos, mi compañero estaba empapado y temblando como una hoja. Logré que se saque la ropa en el garaje mientras le traía una toalla. Cuando volví y lo ví vestido solo con su short elastizado, me impresioné. No tanto por su tremendo físico, como por las cicatrices en su cuerpo. Era duro pensar que alguien, menos aún un padre, pudiera lastimar así a un niño.

Le indiqué donde se hallaba el baño de mis padres que tenía un gran duchador, mientras llevaba sus prendas al secarropa. Al volver y verlo desnudo en la ducha no me pude resistir, me desnudé y me metí con él. En lugar de sorprenderse, se giró con una sonrisa y me alcanzó la esponja. Le enjaboné toda la espalda y luego pasé a aclararlo con las manos, recorriendo una por una, cada una de las marcas de su triste niñez.

Abrazándolo por detrás,  le enjaboné el pecho. Luego lo di vuelta y poniéndome en cuclillas, me dediqué a su falo y luego de limpiarlo cuidadosamente, lo engullí con gula. Me considero una gran feladora, pero ese tamaño no era para cualquiera. Me dejó hacer con paciencia y en el tiempo en que mi novio se hubiera corrido dos veces, me levantó, me sentó en sus antebrazos y apoyándome contra la pared me pegó la follada de mi vida.

Si así follan todos los paletos, bendiciones a las ovejas, no sé cuantos orgasmos me sacó antes de explotar como una fuente. Nos secamos entre risas y fuimos a terminar el trabajo.

Cuando finalizamos, pedimos unas pizzas y después de cenar, nos fuimos al dormitorio de mis padres. Jamás pensé que el sexo pudiera ser tan maravilloso, después de tres horas sin parar, nos quedamos dormidos.

Cuando desperté a la mañana, se había ido. Sobre mi mesita de noche, me dejó un ramillete de flores del jardín en un jarrón con agua que tomó de la sala de estar. Me volví a dormir con una sonrisa.

A pesar de lo bien que lo pasamos, nunca volvimos a repetir. Como si una vez saldada una cuenta pendiente, ambos estuviéramos en paz

Tuvimos nuestra primera discusión, el día que descubrí que sus cursos de apoyo desbordaban de féminas salidas que no los necesitaban para nada, con y sin novio buscaban un tipo de apoyo diferente al que allí se brindaba. Pretendí darlas de baja y él se opuso.

-. ¿Es que no has visto como vienen? Parecen putas.

-. Mientras presten atención y hagan sus tareas, no me importa.

-. Pero si muchas de ellas tienen mejores notas que nosotros.

-. Mejor así, significa que los cursos ayudan.

-. Luis no me jodas. Si lo que te gusta es que estén babeando por ti, dímelo, pero no me tomes el pelo.

Me miró como si tuviera tarántulas en la cara. Se dió la vuelta y me dejó con la palabra en la boca.

-. Pues a la mierda tú y tus cursos. Que te los organicen esas putas.

Le tiré todos los apuntes a la cara y me marché furiosa. Debería haberme dado cuenta de lo que me pasaba, pero mi cabreo no me dejaba ver.

Ese día Antonio, decidió pasarme a buscar. Dos profesores suyos habían cancelado sus clases y salió más temprano. Estábamos tomando un café en el bar de la facultad cuando apareció Luis, traía en la mano todos los apuntes que le había tirado. Cuando me vió, me dedicó una sonrisa, se acercó a mi mesa y me los quiso entregar. Lo miré seria.

-. Perdona. No se quien eres. ¿Necesitas algo?

Primero me miró extrañado, luego lo miró a Antonio y pareció comprender. Apenado, me pidió disculpas por el error y se dispuso a marcharse. Antes de que pudiera reaccionar habló Antonio.

-. ¿Y ese fantasma que quería?

-. Yo que sé. ¿Tu me ves hablando con paletos?

Las carcajadas de Antonio fueron estruendosas, mientras Luis quedó paralizado de espalda a nosotros. Como si algo en su interior hubiera descubierto el dolor de la humillación.

Lo que siguió sucedió en cámara lenta, subió su mano derecha a la cara y se sacó los lentes, se dió vuelta y me dedicó una mirada tan triste, que me destrozó el corazón. Luego de dejar los anteojos sobre mi mesa a modo de ofrenda, se marchó sin decir nada.

-. ¿Qué te sucede?

Preguntó Antonio al verme con lágrimas en los ojos. Sin decirle una palabra corrí tras Luis y para mi desgracia, no lo encontré.

Desde ese día, se borró de todos los grupos en los que yo participaba, se cambió de curso en las materias que coincidíamos y me dio de baja en cada curso de recuperación en el que me anoté para verlo.

-. ¿Qué has hecho qué?

Carla me miraba con cara de no creer.

-. Le he faltado el respeto y no me ha perdonado.

-. Te dije que no te le acercaras, no me digas que no te lo advertí...

Replicó Nuria.

-.

Pero si es un pedazo de pan, ¿qué miedo puedes tener?

-. A enamorarte Carla, a enamorarte como una estúpida.

-. ¿Y eso que tiene de malo, Nuria?

-. El tipo de amor que te hace sentir ese muchacho lastima, Carla. No te deja respirar. No es alguien para mujeres como nosotras.

Contestó Nuria con un suspiro.

-. Tampoco te agrandes. Ni que fuéramos diosas.

-. No la has entendido Carla. Nosotras somos demasiado poca cosa para él.

Repliqué entristecida

-.

Nuestro mundo de mezquindades le es ajeno.

Ese mismo fin de semana, le dije a Antonio que me quería tomar un tiempo con lo nuestro. Le expuse todas mis dudas, las cosas que ya no me llenaban y los conflictos interiores que me acosaban. Por supuesto no mencioné a Luis.

Me miró extrañado, sin comprender y rascándose los huevos me replicó

-. O.K.

Al otro día le pregunté a Carla su dirección. Sabía que vivía al lado suyo. Me invitó a acercarme a su casa y pasar a verlo directamente desde el parque, para evitar que me rechace antes de hablar.

El domingo por la noche, me acerqué a casa de Carla. Me llevó al parque y me enseñó la pequeña casa en la que vivía, mientras Nuria que estaba a su lado negaba con la cabeza. No parecía estar nada de acuerdo con mi decisión.

-. Que le den.

Me acerqué temerosa. Golpeé la puerta de la casa y cuando la abrió me arrojé a sus brazos. Solo tenía puestos unos boxers elastizados, y aunque no era la primera vez que lo veía sin ropa, estaba tremendo. Lo abracé llorando y me lo comí a besos. Le rodeé el cuello con mis brazos y busqué desesperada su boca con la mía.

El me dejaba hacer extrañado y no participaba. A mi no me importaba, estaba enloquecida, quería que supiera mis sentimientos. Cuánto lamentaba haberlo lastimado. Lo arrepentida que estaba. Levanté la vista para mirarlo a los ojos y percibí una sombra a su espalda.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió iluminando el ambiente. Una morena espectacular, vestida solo con una minúscula braga me miraba comprensiva. Su rostro reflejaba una extraña mezcla de morbo y tristeza por el espectáculo que yo estaba dando.

Me solté de Luis como si quemara y salí corriendo, sintiéndome la mujer más estúpida del universo, al pasar junto a Nuria alcancé a ver sus labios murmurando

-.Te lo advertí.

Dos semanas después volví con Antonio. Fuí a alentarlo a la cancha y lo esperé a la salida de las duchas. Vestido con una toalla alrededor de la cintura, mientras se secaba el pelo con otra, vino a verme al vestuario contiguo.

Le comenté que ya estaba aclarada, que lo nuestro era muy fuerte y lo había extrañado muchísimo. Que en el universo de los sentimientos, nuestro amor era la constelación más brillante.

Antonio se removió inquieto, como si algo le molestara...Entonces... bajando la toalla que usaba para el pelo, se levantó la que le envolvía la cintura y procedió a secarse mejor el culo. Cuando acabó y se sintió mejor, me miró a los ojos y comentó...

¡O.K.!

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