Los mundos de Belén: el regreso.
Cuando alguien regresa, todos deben enfrentarse a una nueva realidad.
DÍA D-1 HORA H: TERMINAL DE LA BASE AEREA TORREJON DE ARDOZ.
Aquella tarde en la sala de espera de la pequeña terminal de pasajeros de la base aérea se acumulaban grupos de personas entre expectantes, felices, nerviosas o ansiosas. Grupos que parloteaban y reían bastante alto sin que nadie dejara de mirar nerviosamente a las puertas de llegada de pasajeros. Banderitas, pancartas de bienvenida, peluches y mil objetos con algún significado entre las manos de la gente.
En medio de esa marabunta de sentimientos reprimidos solo se preocupaba de que su mano aferrara firmemente la mano de su hijo de seis años que, contagiado por el ambiente, no hacia mas que tironear intentando salir corriendo.
De repente la puerta de llegadas se abrió como una gran garganta dispuesta a vomitar. El silencio se apodero de la sala unos instantes. Con la llegada de los primeros viajeros estallaron los primeros gritos de alegría, las primeras carreras, los primeros lloros, los primeros besos. A medida que los uniformes áridos surgían de aquel agujero que, para todos, los había aislados durante seis meses toda la cacofonía se empezó a elevar hasta hasta hacerse imposible oírse a si mismo.
Miro hacia su hijo que gritaba como loco agitándose intentando mantener la calma entre todo aquel barullo. De repente el niño se le soltó de la mano corriendo con los brazos abiertos. Le siguió con la mirada hasta que se derrumbo abrazando el cuello de la figura acuclillada que lo recibió con los brazos abiertos envolviéndolo en un intenso abrazo. Ya con el en brazos se incorporo y entonces sus miradas conectaron.
Miradas distintas, siendo las mismas. Mirada que hablaba de calor y distancia. Mirada que hablaba de soledad y espera. Ambas juntas conectando hasta que de ambos surgió una tímida sonrisa de reconocimiento.
Se fue acercando con el niño en brazos y ya cerca le oyó decir
-Que grande estas.. pero que grande estas- mientras lo besaba en las mejillas.
Ya próximos seguían mirándose. Apenas solo el niño separandolos. Aproximaron las caras dudando hasta que sus labios se juntaron apenas unos segundos antes de separarse.
-Al fin has llegado- dijo recogiéndole al niño de los brazos, para que le fuera mas cómodo cargar con el petate.
-Sí, con mucho cansancio, son muchas horas de vuelos- musitó apenas mientras se colgaba el petate al hombro.
-¿Vamos a casa?- preguntó con una media sonrisa.
-Sí.. vamos. Estoy deseando llegar y darme una ducha.
Ambos fueron hacia la salida, rodeados del alboroto y algarabía del resto.
Nadaron casi en silencio hacia el aparcamiento. Solo interrumpidos por el parloteo del chaval hablando por los codos. Al legar al auto, una vez abierto, colocaron al chico en el asiento de niño y el macuto en el portaequipajes.
El se sentó y arrancó el vehículo mientras ella ocupaba el asiento vecino. El coche fue saliendo lentamente del estacionamiento buscando la A-2 dirección Madrid.
Durante el trayecto ambos guardaban un silencio interrumpido por algún comentario sobre el tiempo, el trafico y alguna nimiedad más, como si no quisieran hablar de aquellos seis meses que hoy quedaban atrás. Ella miraba por la ventanilla, perdida en sus pensamientos. El concentrado en el trafico, también perdido en los suyos.
Solo el chaval iba parloteando sin parar provocando el nerviosismo de la mujer hasta que al fin, con cierta irritación, le dijo que se callara.
-Dejalo mujer, esta ilusionado y feliz.- protegió al chaval.
-No es bueno que este así de excitado- contesto ella con voz cansada.
Callaron, hasta que al fin el coche se deslizo por la rampa del garaje del edificio.
DÍA D-1 H+1: EN EL PISO.
Ambos suspiraron con alivio cuando la puerta de su piso se cerro a sus espaldas. Ambos con su carga, el uno con el niño dormido apoyada la cabeza en el hombro, el otro con su petate cargado sobre el mismo hombro.
Se movieron por el pasillo hacia el salón en silencio intentando evitar que el pequeño despertara.
-Creo que me daré una ducha pero ya.- dijo soltando el petate en la misma puerta del salón.
-Vale. SÍ. Yo acuesto al niño.- susurró antes de ir hacia el dormitorio del pequeño.
Se tomó su tiempo en desnudar, acostar y abrigar al niño en su cama. Recorrió el pasillo y puso la oreja en la puerta del baño. El ruido de la ducha era intenso. Abrió la puerta despacio recibiendo la bofetada de vapor que contenía el baño. A traves de la mampara empañada vio su figura inmóvil bajo el fuerte chaparrón,con las manos apoyadas en la pared y la cabeza inclinada dejando que todo el agua le golpeara sobre la nuca y el principio de la espalda.
En silencio, pausadamente, fue recogiendo las prendas tiradas en el suelo. Su uniforme, los pantalones, la ropa interior, los calcetines, hasta las botas que firmes en el suelo esperaban para ser otra vez ocupadas.
Fue a la cocina. Dejó las botas a un lado y fue metiendo las prendas dentro de la lavadora. Al llegar al uniforme vació los bolsillos dejando su pobre contenido en una bandeja. Apenas unas monedas, varios papelitos, un llavero militar que curioseó al no ser de su unidad y su cartera. Al dejar la cartera sobre la bandeja esta se abrió. Desde un lado la foto de su hijo miraba sonriente. Ni se le ocurrió curiosear en el contenido, ni se preguntó donde estaba su foto de carnet, que antes acompañaba en una esquina a la de su hijo.
Durante unos minutos dudó en que preparar para cenar. Mirando sin ver la pared que había frente a la encimera de la cocina. Los pasos a su espalda le hicieron girar. Venia con un amplio albornoz de baño y frotándose el pelo con intensidad.
-¿Que quieres cenar?- le preguntó.
-La verdad, nada- le contestó con un encogimiento de hombros -tan solo quiero dormir. El cambio de horario me esta matando.
-¿Al menos un café con leche?- le dijo.
-No. Mejor algo de colacao- le contestó distraídamente mientras recogía todo de la bandeja y lo guardaba en el albornoz.
El microondas acelero el proceso y le puso el tazón humeante delante junto a una cucharita y el colacao. Apenas se echó media cucharilla del cacao y casi ni dio un sorbo a la bebida
-Demasiado caliente- comento para si.
-Lo siento. ¿Te añado un poco de leche?
-No. dejalo. Si tampoco me apetece. Mejor me voy a la cama.- sin decir más dejo la taza sobre la encimera y se fue hacia la puerta. Allí se giró y preguntó -¿Vienes?
-Ahora voy. Recojo esto.. y voy- le contesto casi en un susurro y vio como desaparecía camino al dormitorio.
No se entretuvo mucho. Tal vez diez minutos mientras recogía y metía en el lavavajillas los tazones y algún vaso. Sacó del congelador un par de trozos de salmón para cocinar al día siguiente. Se aclaró las manos y se secó. Suspiró profundamente y saliendo de la cocina apagó la luz.
Se enfrentó al oscuro pasillo como tantas otras noches. Al pasar frente al salón dudo en entrar y ver algo TV pero, encogiéndose de hombros, siguió por el pasillo y tras echar una breve mirada y comprobar que el niño dormía apaciblemente se detuvo ante la puerta del dormitorio.
Giro el pomo y solo entreabrir la puerta el sonido de una respiración relajada y continua le indico que ya se había dormido. La luz de la calle se filtraba por la persiana medio bajada iluminando parcialmente la habitación. Al pie de la cama observo con detalle como seguía durmiendo igual. El cuerpo apoyado en el brazo derecho, ligeramente encogido y su cabeza metida en el hueco del codo.
Dio la vuelta a la cama y se sentó con lentitud, evitando que al aplastar el colchón pudiera provocar alguna incomodidad. Se fue tumbado lentamente, dándole la espalda, sobre su lado izquierdo. Tan al filo del colchón que sus rodillas sobresalían. Lanzo un ligero suspiro y se entrego a sus pensamientos por bastante tiempo hasta que poco a poco casi sin querer se durmió.
DÍA D HORA H-1: LA MAÑANA SIGUIENTE.
Apenas clareaba la mañana cuando ella abrió los ojos. Instantáneamente sintió el peso del brazo de su marido apoyado sobre su estomago y como parte de su cuerpo le rozaba trasmitiendole su calor. Durante segundos estudió el techo.
Fue arrastrándose sobre el colchón hasta sacar las piernas de la cama. Terminó levantando el brazo y se sentó. Luego fue bajando el brazo dejándolo reposar en el colchón.
Sentada en la cama se miro al espejo. Se removió el pelo y se incorporó. Miró la figura tendida, unos segundos, con sentimientos encontrados. Fue hacia la puerta y abriéndola salio al pasillo tras echar una ultima mirada a la figura yaciente. Directa fue al baño. Se encerró en el. Desprendiéndose de la vieja camiseta que había usado como pijama y de sus bragas se metió bajo la ducha. El chorro del agua le produjo un sobresalto y se dispuso a disfrutar mucho rato del agua tibia que corría sobre su piel.
Sus manos recorrían su cuerpo, se entretuvieron levemente en sus pechos apretándolos ligeramente para luego comprobar como los pezones le reaccionaban. Dejo la mano izquierda encargándose de mantener ese principio de excitación mientras bajaba la derecha hacia su vulva. La rozo con suavidad, notando en sus dedos el calor de sus labios más la ligera humedad que siempre le acompañaba y como al descuido uno de ellos se entrometía entre ellos y los iba recorriendo para centrarse en el pequeño botón que tanto placer le producía.
Cerró los ojos mientras su dedo empezaba un movimiento circular alrededor de ese punto candente. Suspiró. De repente separó el dedo. Se interrumpió en sus caricias. Sacudió la cabeza con un gesto amargo en la cara intentando apartar de ella ciertas imágenes que habían surgido. Puso las manos en el chorro de agua y se las limpio.
Salio de la ducha y se envolvió en el albornoz que quedaba en el baño. Tras secarse usó una toalla para hacerse la rosca con su cabellera mirándose en el espejo intentando reafirmarse en sus pensamientos.
Tenía la boca seca. Fue hacia la cocina y se sorprendió al ver a su marido apoyado en la encimera con un tazón humeante en la mano mirando de reojo hacia la calle. Estaba igual. Tal vez alguna cana más. Alto, fibroso, seguro. Con solo un pantalón largo de pijama puesto, su cuerpo se notaba cuidado.
Sus pasos lo habían alertado y se giró mirándola. Una suave sonrisa se dibujo en su rostro.
-Buenos días ¿Quieres café?- dijo su esposo
EL
-Buenos días, ¿Quieres café?- le dije medio sonriéndole
Ella negó con la cabeza mientras se ajustaba la toalla que rodeaba su cabeza
-Es demasiado temprano.- dibujando una sonrisa suave y melancólica.
Se fue acercando a mi despacio como si temiera cada paso que daba, hasta enfrentarme. Me miró un instante y casi en el mismo momento que bajaba sus ojos note el contacto de sus dedos rozando la cintura de mi pantalón.
Tuve que mirar. Ver como los dedos se deslizaban a derecha a izquierda de mi ombligo
-Ha pasado mucho tiempo- la oí susurrar mientras tiraba de una de las tiras que sujetaban el lazo de la cintura
-Mucho... mucho... tiempo- dijo cuando, una vez suelto el nudo sus dedos se deslizaron entre mi piel y la tela buscando
Tuve que apoyar las manos en la encimera y resoplar cuando sus dedos tocaron mi pene. Como se deslizaban sobre el para luego envolverlo.
La miré. Ella no. Ella se iba acuclillando lentamente mientras al mismo tiempo iba tirando de la cintura de mi pantalón hasta que lo bajo tanto que mi pene y su mano asomaban. En ese momento me la sacó.
La tenia enfrente de sus labios. Mi polla no se estaba quieta, cabeceaba lentamente mientras se iba llenando, sin que la mano de mi mujer se moviera siquiera.
Alcancé una erección casi dolorosa antes de que ella empezara una paja suave y lenta. Alzó su mirada y durante un instante conectamos antes de que volviera a bajarla y acercara sus labios besando la punta.
Tiró de la piel con lentitud haciendo que el prepucio se retrasara y mi glande luciera rozado por sus labios. Solo entonces su boca se abrió y empezó a chuparlo lentamente. Casi como si quisiera acariciarlo con los labios. Concentrada iba acelerando el movimiento de la mano y el chupeteo de mi glande.
Se que no tenia que haber dicho nada. Pero no pude evitarlo. Me corroía por dentro.
-¿Ha habido alguien?- Le dije intentando mantener el control de mi voz.
Ella se interrumpió instantáneamente. Levantó los ojos mirandome, todavía rozando con los labios el glande.
-¿Ha habido alguien estos meses?- volví a preguntar después de carraspear.
Bajó la mirada y volvió a reiniciar la paja y la mamada sin contestar. Al cabo de unos segundos asintió sin dejar de dedicarse a mi polla.
Sentí que toda la sangre me desaparecía de la cabeza. Un vació me invadió. Pero tenia que seguir preguntando.
-¿Cuantos?- susurré.
Ella volvió a detenerse y se separo unos cm de mi glande. Su mano seguía aferrándome todavía por la base de mi erección de caballo. Cerré los ojos esperando su contestación.
-Dos- susurró ella pero a mi me pareció que su voz atronaba.
No me miraba. Estaba quieta, inmóvil. Solo miraba la punta de mi verga.
-¿Solo sexo?- me atreví a preguntar
Me soltó la polla. Sus manos envolvieron mis muslos hasta que note sus uñas clavándose en ellos bajo mis nalgas
-Solo eso- dijo con una voz ronca que me estremeció.
Abrió ampliamente la boca y se la metió de golpe hasta que note como mi glande golpeaba contra el fondo de su boca. Me hizo jadear. Nunca me había hecho eso. Volvió a sacársela y otra vez lo hizo. Me puso en tensión. Otra y otra vez veía como su cabeza se precipitaba hacia mi hasta que mi glande golpeaba en el fondo de su boca.
Llevé la mano a su cabeza con intención de pararla, pero apenas roce su frente porque de repente me vi lanzado a un orgasmo inesperado y salvaje. Empece a soltar leche como nunca había hecho.
Sabia que eso la enfureceria. Odia que pase eso. Que ni siquiera una gota toque sus labios. Pero a pesar de eso, tal vez por la intensidad del momento tras tanto tiempo, ella no se retiro y fue recibiendo descarga tras descarga dentro de su boca sin retirarse y con la polla bien metida dentro. Termine con un largo jadeo
-Lo siento.. lo siento.. no me dio tiempo a avisarte- le susurré temeroso de su reaccción.
Ella se fue retirando apretando los labios alrededor de mi verga, que aun se mantenía erecta hasta que se la sacó de la boca. Entonces se fue incorporando mientras se tapaba la boca con las manos y salio casi corriendo al baño.
Aun temblando, la oí escupir varias veces en el water y tirar de la cadena. Luego el grifo del lavabo y lo que me pareció que era el cepillo eléctrico. Aun la pude oír hacer gárgaras antes de que todo quedara en silencio.
Me había subido el pantalón dejando el pene donde debía estar después de limpiarlo con un papel de cocina.
Por fin asomó por la puerta de la cocina. No sonreía pero tampoco se la veía furiosa ni siquiera enfadada.
Se acercó de nuevo a mi y volvió a enfrentarme mirandome a los ojos.
-Ha sido mucho tiempo- balbuceó
-Si... mucho- respondí perdido en sus ojos
-Tenemos que recuperarlo- me dijo poniéndose de puntillas para besar ligeramente mis labios apenas unos segundos
-Sí- solo le pude contestar eso.
Se giro cogiéndome la mano llevándome hacia fuera de la cocina.
ELLA
-Buenos días, ¿Quieres café?- me dijo sonriendo
Le dije que no con la cabeza preguntándome cuanto tiempo llevaba allí mientras me intentaba sujetar la toalla a la cabeza
-Es demasiado temprano.- conteste, intentando devolverle la sonrisa, aunque no creo que me saliera mas que un remedo de ella.
Me concentré en lo que había pensado. Me fui acercando a él casi obligándome a andar el espacio que nos separaba, hasta enfrentarlo. Lo mire a los ojos pero no pude aguantar su mirada y baje la mía. Adelante mis dedos y le rozaron la piel del vientre notando como se estremecía.
Sin decir nada. Con los ojos cerrados deslizaba los dedos sobre su vientre no sabiendo si seria capaz de seguir.
-Ha pasado mucho tiempo- balbuceé insegura al mismo tiempo que deshacía el lazo que sujetaba su pantalón
-Mucho... mucho tiempo- seguí diciéndole mucho más segura, una vez que ya lo había deshecho. Sin querer sentir lo que hacia fui deslizando los dedos dentro del pantalón rozándole el vientre.
Lo oí dar un suspiro fuerte y como se iba hacia atrás para terminar dando un soplido de excitación cuando mis dedos rozaron la base de su pene. Seguí bajando la mano pasando los dedos sobre el tronco de aquel pene para mi ahora desconocido que me parecía monstruosamente grande y que me producía rechazo. Terminé agarrando el tronco entre mis dedos.
No quería, no podía mirarle. Si lo hubiera hecho él hubiera sabido. Me fui acuclillando ante él muy despacio forzándome a hacerlo, queriendo estar en cualquier otra parte. Al mismo tiempo con mi otra mano bajaba el pantalón viendo como iba apareciendo cada vez mas piel y luego el vello ensortijado que cubría toda su ingle, hasta que vi la base de la polla y como su excitación ya la tenia medio morcillona. Sentí que me daba asco ver mi mano atrapándola. Entonces tiré de ella y la saqué. Aun sin estar dura del todo cabeceaba y crecía.
Estaba frente a mi boca reseca. Me quede congelada mirando como seguía creciendo hasta conseguir una erección completa. Solo entonces desperté de mi letargo y empece a masturbarlo forzándome a mover la mano lentamente.
Levanté la mirada para verle y al ver su mirada intensa dirigida directamente a mi sentí vergüenza y la aparté rápidamente. Entonces, haciendo de tripas corazón, acerqué los labios a la punta y la pase por ellos intentando limpiarla. Enseguida me envolvió el olor de su polla. Un olor que me parecía demasiado intenso, tan distinto, que me asqueaba.
Me force a tirar de la piel y vi como su capullo iba asomando, brillante y húmedo. Una pequeña gota translucida empezaba a asomar. Que asco sentí. Pero me force a seguir frotándolo con mis labios, secándolo, eliminando esa humedad que no quería que entrara en mi boca.
Solo cuando pensé que ya no quedaba nada abrí los labios y empece a chupar lentamente el glande. Solo con los labios. Intentando que no entrara en contacto con nada de dentro de mi boca. Aplastando y retrasando la lengua para no tocarle. Al mismo tiempo iba acelerando la masturbación cogiéndola por la base. Intentando tocarla lo mínimo.
-¿Ha habido alguien?- Resonaron como un latigazo en mi cabeza sus palabras. Me congelé. Mi corazón empezó a bombear a mil por horas. Piensa piensa piensa decía yo.
Levanté la mirada y vi sus ojos inquisitivos mientras sentía la punta de su glande entre mis labios.
-¿Ha habido alguien estos meses?- insistió con una voz como rota.
Le volví la mirada. Ante mi su vientre. Cerré los ojos y continué con la mamada. diciéndome que hago que hago. Dude unos segundos y al final asentí sin dejar de chuparle.
Para que mentir del todo, él al preguntarme ya lo intuía o lo sabia . Solo esperaba que con aquello hubiera terminado todo. Su erección se mantenía y eso significaba que para él no era tan importante lo que había confirmado.
-¿Cuantos?- me dijo tan bajo que hasta me pregunté si eso había dicho.
Volví a congelarme. ¿No podía haberlo dejado así? ¿No podía haberse conformado con saber que sí? ¿Por que tenia que seguir removiendo todo?.
Me separé de su verga apenas nada. Mi mano aflojó la presa sobre su tronco. Mirando el vello que rodeaba la base de su polla le contesté.
-Dos- conseguí balbucear pero manteniendo una voz normal.
Le había mentido. Pero era mejor, que pensara en dos polvos de necesidad, que supiera que solo había sido con uno. Que ese uno había durado casi los seis meses. Que yo hubiera deseado que siguiera durante mucho más tiempo.
Esperé mirando al frente, quieta, inmóvil, sabiendo que aquello continuaría.
-¿Solo sexo?- su voz sonó casi como un gemido dolorido. No quería mirarle porque presentía en su mirada un dolor y un desengaño que no me atrevía a enfrentar.
Termine de soltar su pene. No se porque pase las manos por la parte alta de sus muslos y fui llevando hacia detrás de ellos. Hasta tenerlas en su parte trasera rozando su culo.
-Solo eso- Me atreví a contestar mintiéndole. Pensé que solo como lo dije estaba claro que mentía. Que el al oírlo ya lo sabia.
Tenia que distraerlo de sus pensamientos y lo hice. A pesar de su grosor lo hice. A pesar del asco que tenia lo hice. Lo hice como había aprendido esos meses.
Abrí la boca tanto como pude, clavando las uñas en sus muslos, ayudando con los brazos, me impulsé hacia él hasta que su glande sonó en el fondo de mi boca. Un ruido húmedo que mi boca abierta amplificó.
El tembló y jadeó fuertemente. Volví a hacerlo. Me eché hacia atrás y me lancé. El ruido fue mayor. Un ruido que sonó asqueroso en mi cerebro. El temblaba. Y lo seguí haciendo una y más veces. Noté que mi marido rozo mi cabeza con su mano y pensé que iba a hacer como quien me enseño, ayudándome a impulsarme para metermela en mi garganta. Pero no ocurrió.
Lo oí gruñir cuando volví a golpearme con su polla. Al mismo tiempo noté como la verga temblaba y empezaba a escupir semen justo en el fondo. El sabor me inundó. Sufrí una arcada que, a duras penas, controlé. Quería que eso no estuviera en mi boca quería... quería... quería que no estuviera. Entonces tragué. Lo tragué. Como había empezado a hacerlo hacia unos meses cuando me lo pidió por segunda vez y yo le complací, esa y mil veces más.
Seguí tragando cada vez que escupía una carga que parecía interminable. Me asfixiaba y tragaba. Me repelía y tragaba. Esa masa pastosa, acre y salobre, tan distinta de la otra fluida y suave sin casi sabor apestoso más que un punto salino que disfrutaba engullendo.
Aun con los ojos cerrados sintiendo gotear dentro de mi boca el resto de ese semen me di cuenta de que no. No podía darse cuenta de que lo había tragado. El sabia como odiaba sentir el semen antes.
Dudé entre montarle el escándalo que él esperaba o que hacer. Si le montaba el escándalo él se daría cuenta que no tenia nada en la boca. Así que cerré bien los labios, comprimiendo la polla que empezaba a debilitarse. Inflé los carrillos y fui dejándola salir de la boca. Cuando salio del todo me tape la boca con las dos manos.
-Lo siento... lo siento... no me dio tiempo a avisarte- le hoy con voz quejumbrosa pidiéndome perdón.
Me fui incorporando, lo miré de soslayo un segundo, y me giré corriendo hacia el baño.
Golpeé la puerta y me lance hacia el inodoro. Levanté la tapa y escupí... Escupí... escupí... y escupí. Deseando con toda mi alma que ese asqueroso sabor desapareciera de mi boca. Temblando toda entera. Jadeando sin dejar de sentir el sabor inundando mi boca.
Tiré de la cadena. Mientras se vaciaba la cisterna fui al lavabo y cogí el cepillo eléctrico. Cogí un cepillito que no estaba usado y le puse dentifrico. Dentífrico para varios días. Me limpié toda la boca. Con rabia. Toda. Cada esquina cada rincón. Con los ojos cerrados . Sin querer mirarme en el espejo. Escupí varias veces y me enjuague la boca.
Entonces sí me miré. Miré la cara que tenia ante mí, en el espejo. El rictus de asco todavía. La comisuras de los labios blanquecinas por algo de dentífrico que me hizo estremecer pensando en el semen que había escupido.
Pero el sabor seguía ahí. Casi tiré el maldito cepillo. Busqué en el armarito. Tomé el locutorio, que tiene un sabor asqueroso, e hice gárgaras. Cuando terminé me dejé ese sabor a menta, antes de que el otro recuperara su fuerza.
Mi miré en el espejo. Me esforcé en cambiar la cara. En que dejara de mostrar el entrecejo fruncido y la boca apretada por el mal trago pasado. Poco a poco me fui relajando e hice varios intentos de sonreír Cuando creí que ya estaba más normal pensé que puta eres
Salí del baño dando vuelta a lo que iba a hacer. Al acercarme a la cocina me asomé por la puerta para ver que hacia y que cara tenia. Estaba en la misma posición, apoyado en la encimera, con el pantalón en su sitio. Cabizbajo parecía perdido en sus pensamientos.
Debió presentirme porque giró la vista y medio intento sonreír. Me fui acercando de nuevo a él, como antes. Volví a enfrentarlo. Me costó pero le miré a los ojos.
-Ha sido demasiado tiempo- Conseguí susurrarle
-Sí... mucho- Respondió mirandome pero con la mirada perdida
-Tenemos que empezar a recuperarlo- Le dije ya con voz más segura. me obligué a ponerme de puntillas y besar, casi sin rozarlos apenas, unos segundos sus labios
-Sí- Me contestó mientras le cogía la mano y tiraba de él suavemente para que me siguiera.
DÍA D HORA H: EL DORMITORIO
Lo fui llevando de la mano por el pasillo hacia el dormitorio. Cada paso que daba me costaba un mundo. En mi mente desfilaban todos los momentos importantes, desde que conocí a mi marido. También desfilaban todo lo vivido estos meses. Eso hacia que me sintiera mal por todo. Por lo que había pasado. Por lo que iba a pasar. Por todo. Tenia la sensación profunda de que era una victima propiciatoria que llegada al altar, que era nuestra cama, donde iba a ser sacrificada a los dioses por sus pecados.
Cuando llegué a rozar el borde de mi lado de la cama me giré dándole frente. No dijimos nada. El parecía una estatua de sal. Apenas le acaricié levemente la cara. Me solté el cinto de la bata y me dio vergüenza. Me dio vergüenza que me viera desnuda. Giré sobre mis pies dejándolo a mi espalda y dejé que la bata se deslizara al suelo. Gateé sobre ella, al mismo tiempo que me quitaba la toalla del cabello, y me deje caer sobre el colchón.
Lo oí moverse, entonces me di la vuelta tapándome los pechos, con las piernas bien juntas ocultando mi sexo. Apenas moví la otra mano para cubrirme con una punta de la sabana la ingle. El había dando unos pasos al pie de la cama.
-Ven conmigo- conseguí decirle sin casi oírme yo misma
Mirándome se bajó los pantalones dejando a la vista su verga con una erección completa. Puso la rodilla sobre la cama y yo abrí las piernas. Me obligué a abrir las piernas. Sin dejar de cubrirme con la punta de la sabana. Sintiendo un sequedad horrible y una desazón que me hacia sentir que el corazón se me iba a parar.
Me acomodé bajo él cuando ya sus ojos estaban a la altura de mis ojos. Entonces separé la sabana. Noté el roce de aquella cosa monstruosa entre los muslos y como él parecía buscar donde acuchillar a la pobre victima.
No había forma. No conseguía acertar. Era ridículo. Era odioso. Era asqueroso.
-Deja que te ayude- balbuceé mientras pasaba mi mano entre nosotros. Con dos dedos, y mucha repugnancia, se la cogí. No estaba tan dura como había pensado que estaba. Algo más que medio erecta tal vez. Aun fofa en mi mano. Que asco pensé. Pero lo guié.
Lo guié a la entrada de mi vulva. Se la empujé entre los labios hasta sentir como se encajaba algo, produciéndome un pinchazo de dolor. Toda aquella piel. Toda aquella masa medio informe.
Cerré los ojos y le volví la cara temiendo que en mi cara se reflejara lo que sentía en ese momento.
-¿Ya?- le dije.
El gruñó y empujó un poco. Me provocó dolor que casi me hace quejar. No pude evitar un movimiento de mis caderas para apartarme pero lo corregí apenas iniciado. Empezó a entrar en mí. Me dolía. Ademas de dolerme, me asqueaba pensar que esa cosa estaba invadiéndome. Que estaba creciendo dentro de mí. Que notaba como crecía y crecía.
Entonces sí empujó y entró duro dentro de mí. Me obligó a levantar los riñones y me quejé. Mis manos aleteaban en su vientre intentando que no se metiera más. Pero él volvió a empujar hasta clavarse y llevarla al fondo de mi vagina. Me mordí el labio para no gritar de dolor.
Apenas unos segundos dentro de mi y empezó a bombear sacudiendo mi cuerpo. Yo tenia la sensación de estar fuera de mí viendo como era sacrificada. Dos, tres, cuatro embestidas y de repente se paró.
Me sorprendió tanto que giré la cara y lo miré. Tenia los ojos fijos en mi. Me miraba intensamente. Muy intensamente, como si quisiera ver dentro de mi cabeza. Con los labios apretados y todos los músculos de la cara tensos.
Sentí como perdía la erección. Como esa cosa dentro de mí se iba diluyendo como si no existiera.
Pero.. ¿se ha corrido? Pensé. Aparté las manos de su vientre y extendí las piernas. Ni sentí que saliera de mí. Tal vez ya se había salido antes. Rodó sobre mí y se tumbó a mi lado. Lo miraba de reojo sin comprender. El miraba al techo en silencio. Bajé mi mano para comprobar si se había corrido y no me había dado cuenta. Pasé un dedo entre los labios, incluso lo metí un poco dentro de mi vagina. No. pensé. No... esta todo seco.
Esta todo seco. Me repetí varias veces golpeando mi cabeza cada vez... todo seco. Creo que se me fue toda la sangre de la cara a pesar de que el corazón me bombeaba cercano a la taquicardia.
NINGÚN PLAN DE BATALLA RESISTE DOS MINUTOS DE COMBATE
Se movió y volví a mirarlo de reojo. Se sentó en el borde de la cama y estiró su cuerpo para recuperar el pantalón. Se lo puso y se levantó ajustándolo a su cintura. No me dijo nada. Nada. Solo anduvo, dando la vuelta a la cama, hacia la puerta. Cogió el pomo y la fue abriendo dándose espacio para salir. Sin girar la cabeza, sin mirarme siquiera un instante me dijo
-Tendremos que hablar de como terminamos de acabar esto aceptablemente- Dijo con voz normal, sin alterarse.
-¿Que dices?, ¿Que esto?, ¿Que quieres acabar?- le pregunté seguido. No reconocí ni mi voz. Sonaba tan áspera, tan desencajada.
Entonces sí me miró. Me miró de nuevo con la misma intensidad con la que me miraba estando encima de mi.
-¿Esto?... Esto es nosotros... Nosotros.-dijo calmado. -Y no he dicho acabar. He dicho terminar de acabar... Porque acabarlo, lo que se dice acabarlo, ya lo has hecho tu estos meses, Belén- y salio cerrando la puerta suavemente.
Sentí la angustia invadiéndome. La opresión en el pecho me hacia jadear. Los ojos se me arrasaron de lagrimas. Me fui girando hasta quedar de costado. Encogiéndome más y más, hasta estar en posición fetal, mientras seguía derramando lagrimas sin llorar recordando. Porque él tenia razón. Lo había acabado yo.
Recordar... recordar... recordar aquellos meses, aquellos primeros contactos, aquellas primeras sonrisas, aquellos primeros cuchicheos aparte, las confesiones, lo mal que estaba con su mujer, lo bien que estaba conmigo, los primeros besos tontos, el primer beso de verdad comiéndonos las bocas, sus manos abrazándome, la primera vez en su cama, el sexo arrasador y satisfactorio, el primer te quiero, la primera vez que lo sentí en mi boca, su mano empujándome para que la tuviera toda dentro, el primer tragala... tragala, las noches calurosas cubiertos de sudor brillante hablando al techo dibujando cielos inexistentes, entregada a él en cuerpo y alma porque estaba enamorada. Maldita y perdidamente enamorada. Hasta ser el comentario de todos, porque todos se daban cuenta de lo que pasaba. Así durante cuatro meses. Haciendo planes de futuro tras encuentros salvajes de sexo transgresor
Así hasta hace ahora casi tres semanas que desapareció.
Simplemente desapareció. Al principio ni me preocupé. A veces estaba un par de días fuera y no pasaba nada. Pero a los cinco días ya me empecé a preocupar. Me acerqué a sus compañeros y les pregunté por él. Me miraron con un deje de sorpresa y conmiseración. Alguna mirada cínica también recibí. Uno de ellos me lo dijo.
-Ha vuelto a Córdoba, ha vuelto a casa. Salio para allá con los del lunes- volvió la cara y todos miraron sus bebidas.
No entendía nada. ¿Como que había vuelto a Córdoba?¿Sin decirme nada?
Me fui a logística y pregunté a un conocido el porque de su marcha, antes de lo previsto. Esperé nerviosa a que mirara los datos.
-Mira Belén, lo pidió él, asunto familiar dijo y le dieron el cambio- me dijo mirando el expediente.
-¿Como que lo pidió? ¿Cuando lo pidió?- le pregunté
-Pues no sé, pero aquí esta el volante de su petición. Pedirlo, lo pidió tres semanas antes de marchar.
Me marché noqueada. Como un boxeador al borde del KO. ¿Tres semanas antes? Sin decirme nada. ¿Sin decirme nada? No podía creerlo. Si hasta el día antes de desaparecer estuvo conmigo haciendo planes y haciendo el amor. Tenía que haber una explicación.
Esperé a una hora prudencial y le llamé. Le llamé para ver como rechazaba la llamada. No una, ni dos, ni tres veces. Le mandé mensajes sin recibir contestación. Sin siquiera haberlos abierto. No lo hice un día. Lo hice varios, hasta que al fin entendí que me había bloqueado.
Me sentí tan mal... Tan mal. Que solo el trabajo hacía que no me hundiera del todo. Sola me encerraba y en mi cama lloraba desesperada y me emborrachaba, si podía me emborrachaba hasta caer muerta.
Hace ahora seis días, no, siete. El teléfono soltó el maldito aviso de mensaje al encenderlo. Como siempre lo miré. Uno de mi marido, dos de mi madre y, lo que fijo mi vista, tres de él.
Ansiosa los abrí. Dos malditas fotos, dos. El con su mujer y sus niños sonriendo a la cámara en la puñetera plaza de España de Sevilla y otra él besando apasionadamente a su mujer en un selfie. Me temblaban tanto las manos que no podía leer el tercer mensaje Que seas muy feliz con tu familia
Me desplomé. Hijo de puta. Hijo de puta. Hijo de puta. Hijo de la gran puta. Me había usado. Me había engañado. El maldito había conseguido que me enamorara, que jodiera mi matrimonio solo por tener alguien con quien follar y ya. Hijo de puta, hijo de puta.
Lo odiaba a muerte. No tanto por haberme usado, tal vez hubiéramos caído igual, si no por hacer de mi vida ese caos que yo ya presentía irrecuperable.
Esos malditos días pensando en el reencuentro. Tan distinto del que yo había calculado solo quince días antes, una explicación breve y un adiós para unirme con él. Ahora me encontraba pensando como podría pegar los trozos rotos de nuestro matrimonio, si es que podían pegarse alguna vez. Como si nada hubiera pasado. Con lo que me había esforzado en que los trocitos fueran cada vez mas pequeños y abundantes.
Pero estaba visto que eso no pasaba. Me lo había dejado claro antes de salir del dormitorio. Llevábamos demasiado tiempo juntos como para que no se notaran mis cambios. Lo que es peor, que no se notara que no solo había sido sexo cuando toda yo lo gritaba.
Me senté. Mirando a la mujer que se reflejaba en el espejo de la cómoda. Con la cara cubierta de lagrimas silenciosas.
Casi me burlé de ella. Serás estúpida. Quisiste apostar por el premio y perdiste. Quisiste intentar conservar lo puesto y lo has perdido. Es lo que hay. Estúpida.
Busqué en el cajón unas bragas verdes. Tal vez las más feas de todo el cajón, pero me había acostumbrado a ellas. Me envolví en mi bata de franela porque me sentía helada hasta los huesos.
Me miré bien. El aspecto desolado de mi cara y la figura encorvada. Me estiré. Tiré de los hombros atrás irguiéndome lo más que pude. Cogí un par de pañuelos de papel y me sequé a conciencia la cara. Asegurándome que no quedaba ni resto de mis lagrimas.
Así. De frente pensé sin lagrimas. A lo hecho pecho. Sin lagrimas. Sin lloros. A enfrentarse con todo. A terminar de acabar lo que empezaste. Porque los soldados no lloran estúpida y tu eres un soldado. ¡Un soldado!.
EPILOGO: DOS AÑOS DESPUÉS
Belén, inclinada sobre un manifiesto de carga, punteaba cada articulo mientras su compañera iba cantando los artículos y las cantidades.
De repente un fuerte taconazo resonó mientras con fuerte voz casi le gritaban
-A la orden de usted mi capitán.
Belén levantó la cabeza. Ante ella un figura barbuda, enjuta, rígida en su posición de firmes en primer tiempo de saludo. Con su uniforme verde pálido impecable y los cordones de su condición de gastador cruzandole el pecho y por ultimo coronandolo un gorrillo legionario inclinado airosamente hacia un lado.
-Baja la mano y dime- Le dijo Belén, con una medio sonrisa.
-Mi capitán Por orden del jefe de la Bandera, vengo a informarle de que, la unidad agregada de Córdoba estará al mando de su capitán a las 1030 horas delante de la puerta del servicio de sanidad.- obviamente el legionario no había bajado la mano del primer tiempo de saludo.
-Gracias, recibido.- Contestó seria, aunque en sus ojos brillaba una sonrisa que sin embargo contenía en la cara.
-¿Ordena alguna cosa, mi capitán?- Restalló la voz del gastador
-No. Retirate.
-A la orden de usted mi Capitán.- La mano cayó bruscamente desde la sien del soldado y golpeó con fuerza en el muslo. Dio media vuelta y se alejó a paso vivo.
No pudo evitar verlo alejarse y observar la contundencia de su andar orgulloso.
-Están locos estos legias- rió suavemente la teniente enfermera Ortiz, 25 años recién incorporada.
-Estarán locos todos ellos. Pero como las cosas vengan mal dadas lo que más deseo es tener a uno de ellos a mi lado.- replicó la otra teniente, Toñi para los amigos, más antigua y ya veterana de varias misiones.- porque puedes jurar una cosa. Ninguno de ellos te dejara tirada ni te abandonara.
Belén cabeceó asintiendo mientras recordaba viejas historias, la mayoría de veces sencillas y nada heroicas, que aseguraban lo que afirmaba Toñi. De pequeños o grandes sacrificios individuales en pos del beneficio y orgullo del grupo. Miró su reloj. Quince minutos.
-Os dejo con esto. Voy a ver a los cordobeses.
Se dirigió con paso firme hacia el edificio que albergaba los servicios sanitarios y el botiquín de la base. Al entrar por la puerta trasera observó con desagrado unas manchas de grasa en la muñeca. Donde coño me abre metido yo se preguntaba mientras empezaba a lavarse las manos con contundencia, frotándose los dedos.
-Los de Córdoba están fuera ya mi capitán
-Gracias cabo. Dígale a su capitán que pase por favor.
-A la orden de usted, mi capitán
Belén, aun lavándose, sonrió. Sería mujer, pero el verde los hacia iguales a todos.
Estaba secándose las manos cuando a su espalda una voz la hizo envararse.
-Hombre que sorpresa tan agradable. Belén, no sabia que estabas aquí.
Diez segundos tal vez quince tardó Belén en registrar sus sensaciones. Explorándose a si misma. Queriendo saber que quedaba o que no quedaba. Tiró la toalla sucia a la cesta y se giró para enfrentarlo
-Capitán López de Haya.- dijo seria reconociéndolo.
El se acercó hacia ella, no sabía con que intención. Pero a su encuentro enfrentó Belén su mano en un gesto seco de saludo. El se quedó cortado pero le dio un apretón. Cuando él intento cubrir con la otra mano la suya, Belén la retiro bruscamente.
-Pero Belén, ¿Que te pasa?
-Para usted, Capitán Medico Suárez.- cortó secamente- ¿Su personal está listo y con la documentación sanitaria?
El asintió con el entrecejo fruncido.
-Pues que vayan pasando de a uno, sin la chupa puesta y con los hombros descubiertos para las ultimas vacunas. Usted el primero.
-Martínez- elevó la voz.- Al asomar el ultimo de sus enfermeros le dijo -Encargate del capitán, por favor.
-Ahora mismo.
Belén se fue a su despacho sin dirigir más la palabra al capitán No hubieron pasado diez minutos cuando una voz la distrajo
-Mi capitán- le dijo la cabo asomando la cabeza ligeramente por el marco de la puerta
-Dime
-El capitán ese.. el pistolo de Córdoba. que ya se ha marchado mi capitán
Belén lanzo una risotada sacudiendo la cabeza.
-Tu piensas demasiado Nerea
La cabo sonrió -Pa eso me pagan mi capitán- y su cabeza desapareció.
Belén, sonriendo y moviendo la cabeza, se fue hacia la sala de consulta y se incorporó al trabajo de recoger documentación y vacunar a aquel personal.
Estaba terminando de recoger todo cuando sonó el toque de fajina. Dejó todo medio ordenado y saliendo dijo a todo el mundo.
-A comer chicos. Volvemos todos a las cinco.
-Nosotros no Belén, tenemos briefing a las cuatro y media
-La madre, con esas charlas insulsas. Bueno. Todos aquí a las cinco y me empezáis a clasificar la documentación. Los oficiales nos incorporaremos cuando acabe la maldita charla.
-¿Puedo hablar con usted un momento mi capitán? Son solo dos minutos le dijo la cabo
-Venga iros.- Cuando todos fueron saliendo dirigiéndose a la cabo le espeto -venga suelta.
-Mi capitán, no puedo asegurar que lo que le digo sea cierto, pero los julais de córdoba largan que es un primor. Dicen que han oído a su capitán presumiendo con sus oficiales de que mañana la tiene a usted dando botes en su catre. Que ya se la estuvo trajinando a mansalva en Qala-e-now toda la misión y que es usted una loba que ni se pueden imaginar. Eso es todo mi capitán
Belén con la cabeza inclinada, escuchaba atentamente, concentrándose en cada palabra que la cabo le iba lanzando. Cuando la cabo terminó la miró fijamente a los ojos.
-Ese capitán dice la verdad. Solo se confunde en una parte. Ni por todo el oro del mundo me volverá a tocar un pelo. Gracias Nerea. Vete, que el rancho no espera.
Como no. La charla había sido tediosa. Una vez mas ROES, medidas de seguridad, información de la zona. Itinerarios. Bla Bla Bla. Cuando salieron Belén llevaba la cabeza embotada y en otro lugar y tiempo. Al fin se dirigió a sus compañeros.
-Un café súper rápido y a currar- les dijo.
En ese momento un mano le agarró del brazo izquierdo con una familiaridad que la dejo fría.
-Belén, vamos a hablar, ese numerito que me has montado....
Un frio ardor le lleno el cuerpo invadiendo cada célula de rabia acumulada durante tres largos años. De rabia contra ella, por su estupidez, por su inocencia, por su imbecilidad, por su vida truncada. No le importó estar rodeada aun por el resto de los jefes y oficiales que salían de la reunión.
Giró sobre si misma, con el brazo derecho ya extendido y tenso. La bofetada, brutal, con toda la fuerza que su cuerpo y su rabia podía imprimir, golpeó la cara del hombre. El trastabilleó dos pasos retrocediendo, sintiendo como su cara ardía y el sabor de la sangre, de su labio partido, en la boca.
-¡Nunca!... ¡Nunca!.. ¡Nunca... en tu... puta vida... vuelvas a ponerme un dedo encima!...-Masculló entre dientes Belén, escupiéndole las palabras gritándole, con una rabia que no se podía contener. Tan alto que toda la Base debió escucharla. Luego más bajo, solo para él, pero todavía con un odio más reconcentrado, añadió silabeando
-Hijo de la gran puta