Los Mundos de Belén 8 Semana de Celebrities

Ya sabeis... camaras, fotos, television, revistas, cuore, etc. Mucho etc.

Lunes

Ricardo se paseaba por el despacho rumiando. No tuvo bastante con el numérito de Belén, sino que además tuvo que enfrentarse con la desobediencia de Marisa y sobre todo con la bomba que le dejó preparada Belén. “Papá”. Esa bomba aún tenía que hacerla estallar. De pie como estaba se inclinó sobre la mesa y pulsó el interfono.

  • Marisa ven para acá… Ya – no esperó contestación antes de soltar el pulsador. Ni un minuto había pasado cuando los golpes en la puerta sonaron. Se abrió la puerta y allí estaba la compungida Marisa.

  • Pasa, pasa – señaló uno de los sillones. Justamente el que había ocupado Belén cuando estuvo en su despacho. - siéntate, por favor. - Marisa obedeció en silencio dando los pasos que le separaban del sillón. Se sentó erguida. Con la espalda bien apoyada en el respaldo. Con las manos en el regazo entrecruzando los dedos y la cabeza algo gacha.

  • Mírame Marisa. - le dijo intentando que sus palabras sonaran lo más suave posible. Ella levantó la cara y le miro a los ojos - ¿No tienes confianza en mí?

  • No sé por qué dices eso – balbuceó – Claro que tengo confianza. Toda la del mundo, Ricardo.

  • ¿Sí? Entonces explícame una cosa – siguió intentando no ser mordaz - ¿Por qué tengo que enterarme por la Dra. Suárez que estás embarazada?

Marisa abrió la boca y los ojos. Estaba petrificada. Su tez empezó a palidecer más y más, hasta que la piel parecía cera de lo pálida que se quedó. Llevó las manos a su boca. Se levantó a toda prisa y salió corriendo del despacho, ante la asombrada expresión de Ricardo. Tardó diez minutos en regresar.

  • Perdón… Yo… Yo… Me he encontrado mal. – Su cara estaba demudada. En la mano un pañuelo que se pasaba por los labios. Ricardo achicó los ojos

  • Así que sí – susurró – Has ido a vomitar ¿No? - ella asintió.

Él se sentó en el sillón, casi se dejó caer en él. Rumiando lo que aquello significaba. Sintiendo una profunda emoción por el hecho que ella tuviera, creciendo en su vientre, a su hijo. Controló la voz.

  • Ven aquí. - se acercó a él con paso vacilante hasta quedar rozando sus rodillas. Ricardo cogió su muñeca y tiró, haciendo que se sentara sobre su regazo.- Es aquí donde te quiero. - el suspiro de ella lleno toda la estancia, mientras dejaba caer la cabeza sobre el pecho de Ricardo.

  • ¿Por qué me lo has ocultado? - se encogió de hombros - ¿Acaso no estás contenta? - sacudió la cabeza varias veces asintiendo.- ¿Entonces?

  • No sabía si tú… - se interrumpió dudando. Recibió un abrazo estrujante que la dejo sin respiración

  • ¿Qué no sabías? - besuqueo su coronilla - ¿Qué me harías el más feliz del mundo? ¿Eso no sabías? - Marisa empezó a llorar. De repente se irguió mirándolo con ojos muy abiertos. Se incorporó y volvió a salir corriendo fuera del despacho seguida por la carcajada de Ricardo.

Mientras esperaba, él había vuelto al sillón de su mesa. Sonreía escuchando el taconeo rápido que se dirigía hacia su despacho. Marisa apareció en la puerta abierta, roja como un tomate y jadeando un poco

  • ¿Pero quieres decirme por qué tienes que venir corriendo? - Dijo Ricardo

  • Por favor… - balbuceó Marisa cerrando la puerta tras de sí - Discúlpame… Pero uff… Es superior a mí y no puedo… Es que me vienen y tengo que salir corriendo… - Él se rio mientras la miraba acercarse a la mesa.

  • ¿Qué esperabas? ¿Ser una de esas raras mujeres que no tienen vómitos cuando están embarazadas?

  • Uff Qué asquito… Qué asquito - susurró Marisa mientras recogía del suelo una carpeta que había tirado, cuando sintió las repentinas ganas de vomitar y tuvo que salir corriendo del despacho.

Ricardo aferró su muñeca y tiró de ella, obligándola a inclinarse sobre la mesa hasta que su cabeza estuvo próxima a la suya. Con la otra mano aferró su pelo y la obligó a levantarla y mirarle.

  • ¿Eso te disgusta o estas contenta de sentir como crece dentro de ti mi hijo? - Marisa le miró y sonrió encantada. "Como adoro esa sonrisa" pensó Ricardo

Ricardo inclinó la cabeza de Marisa y aplasto los labios contra los de ella, empujando su lengua, arrasando la boca de Marisa que gimió. Mientras, al mismo tiempo, soltaba la muñeca para sopesar, a través de la blusa, los pechos de Marisa

Ricardo separó los labios de ella escuchando, encantado, como suspiraba con los ojos entrecerrados.

  • Están creciéndote… son más pesados y están más tersos

  • Son tuyos, pero es muy pronto aun para eso - balbuceó

Lo sé - susurró Ricardo pegado a su oreja - Lo sé, tú eres mía… y solo mía… y estoy deseando que se llenen para beberme tu leche – haciéndola temblar

Ricardo soltó su cabello permitiendo que ella, con la respiración agitada, se incorporara mirándole con los ojos brillantes

  • Soy un asquito - murmuró - Todo el rato vomitando y mareada y con arcadas y… y estoy insoportable y me volveré gorda.

Ricardo se volvió a reír, viendo la cara compungida de Marisa. Giró el sillón poniéndose de lado a la mesa. Hizo el gesto con el dedo de ven y se golpeó al mismo tiempo los muslos con la otra mano

Marisa dio la vuelta a la mesa y se sentó sobre las rodillas de Ricardo como le pedía.

  • ¿Mi niña se da pena? - Marisa se encogió de hombros ligeramente

  • Estoy hecha un asquito… - Susurró, con las manos en el regazo y la cabeza baja. - Mírame… Lloriqueo… Me mareo… Tengo arcadas… Vomito… uff… Y encima estoy gorda…

Ricardo sonreía mientras la obligaba a recostarse sobre su pecho. - ¿Así que estás gorda? ¿No? Cierto, cierto… Estoy notando como se me duermen las piernas -

  • Ohhh - gimió de pena por sí misma

  • Y además… Mírate… Esas tetas tan gordas que se te están poniendo… Si casi no puedo cogerlas con una mano… ¿Y esa tripa…? Terrible… - Marisa casi gimoteaba de la pena que sentía por sí misma

  • Además… Tu humor… Cierto. Estás insoportable… Creo que ya no voy a follarte más - Marisa se tensó como si le hubieran pegado

  • ¿Q... qué?

  • Eso… Que paso de follarte mientras tengas ese bebito dentro… Esperaré hasta que mejores

  • Sí… Sí… Tienes razón… Como quieras… - Marisa con la cabeza hundida en su pecho susurraba, mientras sus ojos se arrasaban de lágrimas

  • Bueno… Volvamos al trabajo… - Marisa se levantó de sus rodillas, sorbió tragándose las lágrimas de espaldas a Ricardo.

Cuando ella fue a dar un paso para alejarse, las manos de Ricardo se aferraron a sus caderas, la giraron enfrentándola a la mesa. Mientras una mano subía por su espalda, obligándola a inclinarse, la otra se metía entre sus muslos acariciándolos subiendo hasta rozar sus bragas.

  • Pero… Pero… - Musitó sorprendida Marisa, mientras sus pechos se apoyaban contra el tablero de la mesa

  • ¿Pero qué?

  • Has… Has dicho…

  • ¿Qué he dicho? - Mientras tiraba de las bragas, apartándolas, fijándolas en la nalga izquierda de Marisa

  • Qué… passaabaaasssss - Gimió sintiendo los dedos de Ricardo rozando los labios de su coño

  • ¿Qué paso de follarte hasta que no mejores?

Asintió mordiéndose los labios, hundiéndose en las sensaciones que le producían los dedos de Ricardo

Ricardo se levantó del sillón y manipuló su pantalón hasta que liberó la polla, sacándola por la bragueta. Luego tiró de la falda subiéndola, sin dejar de jugar con los labios del coño de Marisa

  • Eso es lo que hago… He esperado hasta que has mejorado… Un tiempo eterno

Él apoyó el glande en los labios del coño, lo empezó a subir y bajar despacio, abriéndolos. Luego empujó ligeramente en la entrada de la vagina de Marisa

  • ¿No te ha parecido un tiempo eterno? - Susurró encorvándose sobre ella. Mientras ella jadeaba, con la respiración entrecortada, y separaba los pies esperando

Ricardo se agarró al filo contrario de la mesa y se impulsó con todo el cuerpo contra Marisa hundiéndose en ella con dureza

¡Aahhhhhhhh! - gimió Marisa sintiéndolo abrirse paso hasta el fondo

Ricardo empezó a follarla con dureza y rapidez sintiendo como ella respondía y se estremecía bajo él

  • Eres mía… - Le susurró, propinándole fuertes embates, sacando prácticamente la verga de ella y volviéndola a hundir con fuerza - Mis propiedades siempre son preciosas y deseables para mí. Y tú lo eres. Ahora y cuando estés de nueve meses.

Marisa ni escuchaba solo se concentraba en las sensaciones que sufría. Las pequeñas y bruscas contracciones que le producía el roce intenso dentro de su vagina y contra su clítoris

Empezó a sentir como se venía. Sintiendo como su vagina, palpitando se iba contrayendo, se llenaba de flujo. Sus piernas y toda ella convulsionaba y se contraía sin poder mantener el control. No podía dejar de gimotear, mientras Ricardo seguía bombeando con violencia dentro de ella, haciendo que el chapoteo de su coño se volviera audible y por sus muslos corrieran hilos de ese flujo tan ligero que llegaban a sus tobillos

  • Mmmm sabía que eras así de ardiente… Cuanto me ha costado soltarte… pero al fin te estoy dando el orgasmo que necesitabas de verdad… - le susurraba mientras la follaba con más y más violencia.

Marisa no solo no conseguía controlarse y terminar. Por el contrario, su cuerpo reaccionaba volviéndola a lanzar a la cúspide de otro orgasmo, que la hacía contraerse y sacudirse, mientras sentía como si se orinase goteando un flujo muy ligero. Con el bombeo de la polla, el flujo saltaba, salpicándolos a ambos, goteando sobre la alfombra.

Ricardo gimió, clavando las uñas en las caderas de Marisa. Empujó forzando en profundidad, hasta que sintió el roce del fondo de la vagina en su glande y se dejó ir. Se vació dentro de ella mezclando su semen con el flujo de Marisa.

Ella quedó medio desmayada sobre la mesa. Ricardo se dejó caer sobre el sillón jadeando recuperándose de la corrida.

  • Mmmmm Marisa… Creo que voy a tenerte todo el tiempo embarazada.

Ricardo miró, con una sonrisa, sus pantalones perdidos. Un manchurrón le cubría toda la ingle. Marisa se bajaba la falda a duras penas todavía. Él sonrió al precioso trasero que tenía enfrente. Con cuidado colocó de nuevo el tanga en su sitio, dejando que se empapara del contenido que empezaba a salir.

  • Bueno. Será cosa de trabajar un poco.- ella se fue incorporando todavía jadeante.

  • Sí Ricardo -se fue hacia la puerta con andares inseguros. Tenía ya la mano en el picaporte cuando Ricardo le hizo girar la cabeza

  • Dama. - ella se congeló cuando la llamó así. Le miró fijamente. Erre tenía la mirada puesta en ella. Una mirada penetrante. Muy penetrante

  • ¿Si Erre? - balbuceó

  • No te olvides nunca que te amo con locura. - ella dibujó en la cara la sonrisa más maravillosa que podía esperar Ricardo.

  • Nunca lo olvido Erre. Nunca. Pero no podrás amarme tanto como te amo yo a ti. - salió presurosa. No por no oír nada más, sino porque volvía ser acuciante el ir corriendo al baño.


Ricardo, con la cabeza en el respaldo de su sillón, sonreía bobamente pensando en el hijo que Marisa le iba a dar. “Dios. Tantos años amándola. Ocultándolo porque estaba casada. Que perdida de tiempo. Si hubiera sabido que ella sentía lo mismo. Si hubiera sabido que ella quería algo más. Pero bien.” Ya todo empezaba a estar en su sitio. Se sentía feliz. Aunque ahora era cuestión de ocuparse de la Dra. Suárez.

Llamó por teléfono a Íñigo, ¿A quién podría encargar algo así sino a su mejor amigo y socio?

  • Buenas, crápula – Oyó la voz de su amigo

  • No tanto muchacho, que voy a asentar la cabeza. - oyó la risa desenfrenada al otro lado de la línea.

  • Antes me haré yo cartujo, Ricardo. Venga ¿Qué quieres?

  • Verás. Belén Suárez. ¿Te acuerdas?

  • Cómo para no acordarme. - se rio Íñigo

  • Necesito saber donde está cada minuto de cada día. Necesito saberlo todo.

  • ¿Eso es por algo en concreto? ¿Tiene que ver con El Cigarral?

  • No. Es algo particular. Pon a tus chicos a trabajar. Me lo facturarás.

  • Si hombre – se rio Íñigo – En eso estoy pensando. ¿Aquí en Madrid o también fuera de Madrid?

  • En todos los lados. Pero que no lo note. No quiero que se dé cuenta.

  • Vale muchacho. ¿Estás cerrando el cerco?

  • Algo parecido. ¿Le das a tu gente el número de mi corporativo? Qué me manden mensaje cada vez que haya algún cambio o algo que informar. ¿De acuerdo?

  • Ok. Cuando recibas el primer mensaje sabrás que ya ha empezado el seguimiento.

  • Gracias, Íñigo. Y pásame la minuta, que tú no trabajas por amor al arte.

  • Ya veremos. ¿Nos vemos el jueves y comemos?

  • Sí. Si no puedo te lo digo

  • De acuerdo. Hasta luego.

  • Adiós Íñigo

Aquella misma tarde, justo después de comer, recibió el primer mensaje. “Inicio seguimiento. A esta hora el sujeto ha entrado en su apartamento sin compañía.”


Martes

Belén había tenido un principio de semana infernal. El lunes había sido de locura. Un montón de pacientes. Dos ingresos nuevos en planta. Dos horas de quirófano. “En fin, como media semana completita.” Pensaba mientras se duchaba.

Lo peor es que le esperaba otro día parecido ese martes. Como siempre, unos jeans no muy ajustados. Un jersey vuelto y unos zapatos bajos. Moño bien apretado. Sombra de ojos y listo. Salió hacia el hospital.

Al llegar, como siempre que no tenía quirófano, se cambió en el vestuario, la ropa por el uniforme. Sobre él, la bata. Subió hacia las consultas.

Inicialmente no notó nada extraño, pero al ir pasando la mañana un quinto sentido le indicaba que algo estaba pasando. Cuando andaba por los pasillos del hospital, detectaba ciertas miradas, algunos cuchicheos, sonrisitas, hacerse los despistados a su paso. En fin, algo estaba pasando.

Se encontró con Pilar, una compañera del departamento de digestivo.

  • Hola, Pilar. ¿Cómo va la cosa? - la saludó. Era, probablemente, una de las pocas compañeras a la que aguantaba bien.

  • Bien Belén, aunque no tanto como tú – sonrió

  • ¿Cómo yo? Bueno, yo más o menos como siempre.

  • Sí, sí, cómo siempre – le guiñó un ojo. Belén ya estaba con la mosca tras la oreja.

  • A ver, Pilar. ¿Qué pasa?

  • No me digas que no sabes lo que pasa. – Belén negó con la cabeza. - Anda chica, vente conmigo. - Pilar la llevó hacia la cafetería. Antes de entrar, giró y se metió en el quiosco de prensa. Cogió una revista y se la pasó a Belén

  • Anda, mira, mira – Belén no entendía nada. En sus manos la revista ¡Adiós! Una de las de mayor tirada de las del corazón.

  • ¿Pero, qué tengo que mirar? - mientras hojeaba la revista. Pilar se la cogió cerrándola, le puso la portada ante sus ojos señalando una foto de dos personas en la esquina inferior izquierda. Belén se quedó con la boca abierta sin creer lo que veía.

Una foto de Ricardo y ella en el evento. Ella estaba apuntando con el dedo índice amenazador la cara de Ricardo, que la miraba circunspecto. El pie de la foto era ¿Quién es ella? Belén palideció. Miraba de hito en hito a Pilar, con su sonrisita, y la foto de marras.

  • Te la regalo -Dijo Pilar con guasa – así lees el contenido. - Belén había enrojecido hasta las raíces del pelo.

  • Verás. No es lo que parece. - musito Belén. Provocando la risa de Pilar

  • Nunca es lo que parece, cielo. Anda ya me contarás los detalles.- Emprendieron el regreso hacia la zona de consultas. Antes de separarse Pilar apostilló.

  • Por cierto, nena, ya me contarás como es en la cama – Riendo, se metió en su consulta oyendo el bufido de Belén.


Belén había terminado las consultas, aprovechaba para leer el artículo que sobre Ricardo y ella publicaban. Era complementario a uno sobre el evento con profusión de fotos. Entre otras la de Ricardo y Sara, así se llamaba la rubia de bote y plástico, ante el photocall.

En el 'suyo' una pequeña columna indicaba que a medias del evento se presentó una joven desconocida que entabló una 'conversación claramente tensa' con Ricardo Torreblanca. Hasta el punto que la joven y bellisima acompañante, Sara Fontcoberta hija del afamado industrial Rafael Fontcoberta, tuvo que apartarse. Según declaraciones, a ese medio, del entorno de la joven, fue una situación muy desagradable, ya que la joven desconocida amenazó a Sara. En el momento de la edición se desconocía el nombre de la desconocida aunque estaban intentando conocer más detalles del hecho.

Todo eso acompañado de una serie de fotos donde se les veía, a ella medio lateralmente por la espalda y a él perfectamente. Todas ellas, excepto la última mostraban la irritación de Belén y los gestos de amenaza. La última era la peor porque se le veía la cara completamente, ya que se correspondía a cuando se marchaba con cara de enfado y lo peor de lo peor. Roberto mirándole descaradamente el trasero.

“Será cerdo”- Pensó – “Después de todo lo que le dije y me mira el culo.” - A pesar de pensar eso se le escapó una sonrisa.

Estaba pensando justo eso cuando Pilar se apoyó en el quicio de la puerta.

  • ¿Qué tal, Celebrity? - Levantó los ojos y bufó.

  • Déjate de coñas, Pilar. Era una discusión profesional. Nada más. - inventó sobre la marcha

  • Claro, claro, totalmente profesional.

  • Mira Pilar, que no estoy para bromas -Pilar se partió de risa viendo el malestar de Belén

  • Anda, vengo a hacerte un favor. - dejando unas gafas oscuras encima de la mesa

  • ¿Y Esto?

  • ¿Tú crees que nadie se ha chivado de quien es la desconocida? Me juego algo a que ya hay algún paparazzi merodeando. Por lo menos, con las gafas, pasarás más desapercibida – Belén cogió las gafas y sé las probó.

  • Gracias Pilar, puede que tengas razón.


Saliendo del Hospital tuvo que pegar un frenazo en seco. Un tipo con una cámara se había puesto frente al coche grabándola. Al mismo tiempo otro con un micro golpeaba la ventanilla pidiéndole unas declaraciones. Belén hizo avanzar el coche hasta que el cámara tuvo que apartarse. Entonces Belén aceleró, saliendo al fin a la calle. Aún vio como otro par de tipos apuntaban sus cámaras y la fotografiaban

Llegó al apartamento totalmente superada. Totalmente en shock. Fue a cambiarse y oyó pitidos en su móvil. Cometió el error de mirarlo. Había ciento. Uno de su madre pidiéndole explicaciones. Varios de conocidas felicitándola por el ligue. Uno de Javi preguntando si se había echado a ese maromo. “Por fin apareces cabrón” Pensó. Y uno de número desconocido. Lo abrió. Soltó una imprecación.

“¿Estás contenta de lo que has conseguido con ponerme verde?” - más una carita mirando hacia arriba como pensando. “Serasss cabrón” Le salió del alma a Belén. “Tú... Maldito.” No dudó un segundo en contestar.

“Te odio te odio te odio te odio te odio te odio te odio te odio te odio te odio te odio te odio TE ODIO” – Así... Solo trece veces y porque los dedos se le cansaron. Tiró el teléfono sobre el sofá. No había dado un paso cuando a su espalda el teléfono sonó. Lo miró con miedo. Lo recogió y tragando saliva leyó. “Yo también te quiero Mabi.” Lo lanzó otra vez sobre el sofá como si le hubiera mordido.


Aquella tarde fue un suplicio para Belén. En la televisión el programa Rescatarme no hacía más que meter baza en el tema, enseñando las fotos con profusión. Los comentaristas no hacían más que opinar. El calvo de Paco Matalobos aseguraba que sabía de buena tinta que el reciente divorcio de la mujer tenía mucha relación con el playboy. Una víctima más de él, aseguraba. Otra, Petra Sánchez afirmaba que se dedicaba a la sanidad. Pero no creía que fuera Ricardo la causa del divorcio, porque sabía de buena tinta que ella había estado en extranjero durante muchos meses. Luego seguía la colección de ex-amigas-novias que habían sido las 'víctimas' del conocido playboy

Para Belén fue demasiado. No podía más. Hizo lo que siempre hacía cuando estaba en ese estado casi depresivo. Llamó a Javi. Él cortó la llamada. Belén le mandó un mensaje.

“Por favor Javi, necesito desahogarme. No puedo más”. - esperó inútilmente respuesta mientras sentía que todo se tambaleaba a su alrededor. Terminó en la cama. Encogida, hecha un ovillo sollozó una noche más.


Miercoles

La mañana siguiente, miércoles, al llegar al hospital había un grupo de paparazzi delante de la puerta de acceso al aparcamiento. Había tenido la precaución de colocarse las gafas oscuras. Intentaron bloquear el coche, la empezaron a asaltar con preguntas. Uno incluso intentó abrir su puerta. Amenazó con un acelerón del coche y los que estaban delante saltaron hacia los lados. Así pudo entrar por fin en el aparcamiento.

Se cambió con bastante desgana, rumiando todo lo que estaba pasando. Cuando llego a su despacho se encontró una nota pidiendo que fuera a dirección en cuanto llegara. No tuvo que esperar mucho para ser recibida por el director del hospital.

  • Pasa Belén, pasa – Dijo amablemente. - Siéntate por favor.

  • Usted dirá.

  • Bueno, es por todo este jaleo de la prensa y de la televisión. - Visiblemente molesto – me llamaron ayer por la noche del ministerio. Quieren que te cojas unos días de vacaciones. Hasta que esto se calme.

  • Ya no me quedan días de vacaciones. Así qué, es imposible. - musitó Belén.

  • No importa. De momento te tomas dos semanas. Ya hemos hecho los cambios necesarios. - Belén empezaba a estar molesta. Él se dio cuenta – No te enfades Belén. Es, simplemente, para que esto se calme y la prensa deje de fijarse en ti. Con tu vida puedes hacer lo que quieras, pero esto es incómodo, como comprenderás.

  • Lo comprendo, pero no es culpa mía. - masculló Belén. - Así voy a llegar justo para tener que irme de peñones.

  • Lo sé, lo sé. Precisamente por eso. Dos semanas de descanso y luego todo el mes en Alhucemas. Eso dará tiempo para que todos se olviden de ti. Animo Belén. Verás como pasa eso.

  • Veo que no tengo opción. ¿No es así?

  • No, Belén. No tienes opción. - Sonrió el director débilmente – Alegra esa cara. Te evitas unas cuantas guardias.

Belén se despidió de la mejor manera que supo y se fue a cambiar. No tenía ganas de hablar con nadie. No fue a buscar el coche. Directamente salió por la puerta trasera del hospital y allí cogió un taxi. Tuvo la extraña sensación de que un coche les seguía un tramo del trayecto. “No me jorobes. ¿Encima me siguen?” Sin embargo, el coche que pensaba, giró por una transversal a su calle y desapareció.

Estar en el apartamento, todavía le resultaba más agobiante. Sacó la mochila de fin de semana y metió prendas sin pensar mucho. Cuando terminó se sentó en la cama mirando a su alrededor sin ver. Sintió la opresión en el pecho que le anunciaba que volvería a llorar. Resopló con fuerza, sacudió la cabeza y miró la hora. “Bueno aún estará en la oficina.” Pensó. “Tal vez mejor. Así no le dará tiempo a preguntar mucho.” Buscó en el móvil, marcó un contacto. En ese momento no dudó en apretar el círculo de llamada. El teléfono sonó hasta que una voz dijo que el teléfono no había respondido. Lo miraba sin verlo. “¿No quiere cogerlo? ¿Por qué?” Dudaba en volver a llamar cuando el timbre del suyo le hizo pegar un brinco. En la pantalla solo una palabra Luis. Descolgó

  • Hola, Luis – odió que su voz se sintiera tan débil

  • Belén

  • Mira te llamo por una cosa. Tengo dos semanas libres antes de irme de peñones.

  • ¿Dos semanas libres más? Que suerte tienen los funcionarios últimamente. - su voz sonó terriblemente irónica.

  • Es que he tenido un problema y tengo que tomarme las dos semanas obligatorias.

  • ¿Un problema? Comprendo. ¿Algo que ver con tu fiesta del viernes noche? - su voz ya no sonaba irónica sonaba sardónica – Con lo famosa que te has vuelto no me extrañaría.

Belén había palidecido. “Cómo no, se ha enterado. Como para no enterarse.”

  • A ver Luis. Era cuestión de trabajo. No es lo que parece. - Luis se rio al otro lado

  • Es que no cambias Belén. Sigues pensando que soy idiota. - Él bufó – Ya no hace falta que me tomes por tal. Puedes hacer con tu vida lo que te dé la real gana. Pero deja de tomarme por idiota. Así que si era para esto, mejor colgamos y seguimos con lo nuestro.

  • Espera Luis. Jo. Espera. De verdad que no es lo que parece. No era cuestión de trabajo. Pero... Bueno... Lo que quería era ponerlo verde. Eso solo. Me la jugó y... Y... Quería ponerlo en su sitio. Pero se me fue de las manos - No se había dado cuenta que estaba sollozando. - De verdad Luis, de verdad. No pienso que seas idiota. La idiota soy yo. - El silencio se prolongó hasta que la voz volvió a oírse más normal

  • ¿Qué quieres Belén? - suspiro aliviada.

  • Voy a ir a Madrid. Si no te importa querría pasar estos días con Luis. Iré a buscarlo a casa por la mañana... - se corrigió sobre la marcha- A tu casa por la mañana. Lo llevo al cole y lo recojo. Y luego, por la tarde, a la hora que me digas voy a por él hasta la hora que me digas. También puede comer conmigo. De verdad. Como quieras. Por favor Luis. - el silencio se había hecho de nuevo.

  • ¿Estas dos semanas?

  • Sí, sí. Estas dos semanas. - Sabía que le estaba suplicando. Su voz lo decía a gritos.

  • Verás. El fin de semana tenía pensado pasarlo en la sierra con unos amigos – a Belén se le cayó el alma a los pies – A él no le apetece mucho venir a la sierra. Si quieres, puedes ser su niñera el fin de semana.- Belén gimió de alegría

  • Sí, claro que quiero, claro que sí. Por favor sí.-

  • Pero tendrás que dormir en nuestro piso. - Ella palideció un poco. - Bueno, venirte el viernes por la tarde, cuando me vaya, hasta el domingo por la noche.

  • Como quieras Luis como quieras.

  • Bueno, vale. ¿Tienes alojamiento ya?

  • Sí, ya tengo. Sí,

  • Bien. ¿Entonces te espero mañana a las ocho en el portal?

  • Sí, claro. A las ocho. Sí.

  • Bien. Tengo que seguir con el trabajo. Hasta mañana Belén.

  • Hasta mañana Luis. Gracias, de verdad. Muchas gracias.

Colgó reconfortada. A pesar del tono irónico y sarcástico de Luis. A pesar de todo. Tenía que.. “Por Dios tengo que moverme.” Llamó para reservar habitación. Cogió la mochila, el bolso y tomo el camino de la estación del tren.


Ricardo miró el móvil por tercera vez ese día

El sujeto a tomado el AVE con destino Madrid Atocha. A las 13,45 prevista llegada 15,12. Se ha comprobado que ha tomado el convoy. En Atocha continuará seguimiento.

Ricardo dejó el teléfono con la mirada perdida


Belén dejó tirada la mochila encima de la cama. Se fue desprendiendo de toda la ropa, hasta quedar desnuda. Pasó al baño y se metió en la ducha. Quería darse una larga ducha. Una larguísima ducha. Aún no había terminado de mojarse cuando oyó que golpeaban la puerta. Resopló. Se puso el albornoz y descalza salió a ver que pasaba.

  • ¿Quién es?

  • Sra. Suárez, disculpe, soy el director del Hotel. Ha habido un problema.

Belén abrió parcialmente la puerta mirando por la rendija. Ante ella estaba un botones y un hombre trajeado.

  • ¿Qué problema?

  • Es que verá, esta habitación ya estaba reservada con antelación. Siento mucho la molestia, pero tendrá que abandonarla.

  • ¿Qué me vaya? - Belén empezó a enfurecerse.

  • No, no, solo le cambiaremos de habitación. Una de mejor clase, sin cargo añadido por supuesto.

  • ¿Por qué no se va ese cliente a esa habitación?

-Una cuestión sentimental, Sra. Suárez. Ellos pasaron en esta habitación su noche de bodas. - Sonrió – Celebran los cinco años.- Belén asintió sonriendo por primera vez.

  • Está bien. ¿Me dice qué habitación?. Me visto, cojo mi equipaje y salgo.

  • Siento la molestia de nuevo. Pero es que están por subir. Si no le importara.... - Belén estalló en una carcajada

  • ¿Quiere que me vaya en albornoz? - El hombre asintió. - Lo que hay que ver.- Detrás del botones apareció el carro de una limpiadora. - Vale de acuerdo. ¿Puedo al menos recoger la ropa que me he quitado?

  • Por supuesto señora. El botones se llevará todo a su nueva habitación.

Dejó que pasaran, ni le dio tiempo a recoger la ropa tirada en el suelo. La limpiadora rápidamente la recogió doblándola con eficacia. Entregándola al botones, que ya llevaba la mochila al hombro y que automáticamente salió.

  • Bueno. ¿Dónde vamos? - Mirando al director.

  • Por aquí por favor. - La guio por el pasillo al ascensor. Belén iba pensando socarronamente que vaya pinta tendría para cualquiera que saliera entonces al pasillo.

Abordaron el elevador y el director pulso la última planta. “Este me lleva a una buhardilla.” En la planta, muy luminosa, el director la llevó hasta la puerta. 602. Abrió la puerta y le cedió el paso.

Belén se quedó de piedra. Aquello no era una habitación. Aquello era una Suite. Menuda Suite.

  • Espero que el alojamiento sea de su agrado, Sra. Suárez.- dijo, a su espalda, el director. Ella cabeceó un sí, sin dejar de estar asombrada

  • Por su puesto, todos los servicios de la suite están a su disposición, como agradecimiento del hotel, por el favor que nos hace. - Belén seguía anonadada. - Si me permite. Le muestro. - Se acercó al ventanal, corriendo la cortina, abrió una hoja. Belén lo siguió como una autómata. La terraza era simplemente ma ra vi llo sa. En una esquina un jacuzzi parecía esperarla.

  • Menudas vistas – susurró Belén

  • Oh sí, tal vez las mejores, Sra. Suárez. El servicio de habitaciones está disponible para las suites las 24 horas. Obviamente está a su disposición sin cargo. - Belén asentía sin ser consciente de lo que le decía – Bueno. Creo que ya la hemos molestado demasiado. Si no necesita nada me retiro

-¿Eh? Sí, gracias, gracias por todo – Belén sonreía de oreja a oreja. - Una pregunta. ¿Cuándo se van los del aniversario?

  • Pasado mañana. Pero no se preocupe. Este alojamiento será el suyo durante toda la estancia en nuestro Hotel. Por cierto. Los mandos de la televisión y del equipo de música están sobre la mesita. Buenas tardes, Sra. Suárez

  • Buenas tardes. Gracias.

El director salió de la habitación. Belén fue dando vueltas, recorriendo cada esquina de la Suite. El baño le impactó. “Por Dios, si hay caben cuatro”. La ducha era una pasada. Todo era simplemente perfecto. Riendo se dejó caer sobre la cama con los brazos en cruz. “Una cosa me ha salido bien por lo menos.” Pensaba mientras se veía reflejada en un espejo veneciano que estaba en el techo.


Según sus indicaciones el hotel ha cambiado el alojamiento del sujeto. Suite 602