Los Mundos de Belén 5 SI VIS PACEM PARA BELLUM

Aquí a lo que sospecho no adorna el vestido el pecho que el pecho adorna al vestido.

Sentada en una silla de campaña a la puerta del botiquín de campaña, Belén miraba el cielo estrellado respirando con calma. De momento todo había ido sobre ruedas. En tres días solo dos esguinces y una dislocación de muñeca. El resto rozaduras, un catarro y algún resfriado. Poco más. Muy poco para 1200 soldados, hombres y mujeres, que participaban en los ejercicios repartidos por todo el campo de maniobras. Uno de ellos se acercó donde estaba.

  • Mi capitán, revisado el BMR, sin novedad y listo. - era el cabo conductor de una de las ambulancias, concretamente un blindado medicalizado.

  • Gracias Agustín. - sonrió asintiendo – Mañana listo a las seis para salir.

  • Sí, mi capitán. A sus órdenes.-

  • Hasta mañana, Agustín.- El cabo se retiró, camino de su alojamiento.

Belén pensó “Eso tendría que hacer yo, irme a dormir” Pero no le apetecía nada. Su corimec le recordaba a otro, casi calcado, de otra época. Entrar en él era como retroceder en el tiempo y volver a sentirse la más estúpida del mundo.

Apuró la taza de café. “Lo que daría por un cigarrillo” se dijo una vez más. Sin poder dejar de pensar en el viejo vicio.

Incorporándose, asomó la cabeza por la puerta del botiquín, para ver cómo la enfermera, de guardia aquella noche, estaba 'poniendo codos' en una pequeña mesa con un flexo, preparando un curso de especialización.

  • Solé, que me voy a dormir- La enfermera giró la cabeza – sí ocurre cualquier cosa me llamas.

  • Sí, mi capitán. Descanse. Seguro que no pasa nada.- Le sonrió la enfermera.

  • Seguro. Pero tú me avisas. - La enfermera asintió.

Caminó despacio, oyendo crujir la gravilla bajo sus botas, en dirección al módulo de corimecs donde tenía su alojamiento. Empezaba a soplar un ligero Cierzo que le helaba hasta los huesos. No había nadie en pie a excepción de la guardia. Cerca del límite del campamento se vislumbraban las siluetas de los centinelas. Justo al llegar a la puerta de su bloque se cruzó con una de las patrullas de seguridad.

Entró en el bloque, abrió su alojamiento. Sonrió tristemente. Era el reflejo de su vida. Un fracaso. Un sitio como ese, tan lejos en el tiempo y en el espacio, representaba su fracaso por estúpida, ilusionada como una adolescente. ¿Luis y su matrimonio?; un fracaso por no pensar, por dejarlo abandonado, por traicionarlo y por intentar engañarle. Su hijo Luis. ¿Lo más maravilloso de su vida?; al llegar el momento antepuso su profesión. ¿El Cigarral?; otro fracaso, hacía más de un mes de su entrevista y no había recibido nada ni lo esperaba. ¿El resto?; más y más fracaso. ¿Cuántas veces había tenido una cita desde que se separó de Luis?; cuatro. ¿Cuál el resultado?; que, en cuanto pasaba media hora, lo único que le provocaron era unas ganas de salir corriendo. Solo Javier no era un fracaso; seguía junto a ella, a pesar de la distancia. Pero pensaba, muy a menudo, que justo por eso, ella provocaría el fracaso de Javier y Macarena.

De momento, solo le quedaba su profesión. A ella se agarraba. Esa ancla de vida que le permitía sentirse viva.

Se tumbó en el camastro, después de despojarse del uniforme. Seguía meditabunda. Pensaba en los hombres de su vida. En los que habían significado algo. ¿El resto? No eran nada. Eran sexo y solo sexo. Nada más.

En esos momentos, si no contaba a su padre ni a su hijo, su vida había basculado entre tres; Luis, Erre y Javier. El primero perdido para siempre. Por su culpa, rematado con su mentira. ¿Cómo podía haberse portado así, si lo amaba?. El segundo. Tan opaco en su claridad, tan reservado siendo abierto. Una posibilidad que parecía que no se produciría. Javi, su amigo. No, 'El' amigo. Capaz de dejarlo todo por ella. Capaz de tener un disgusto con su esposa por ella. Siempre disponible para ella. Siempre comprensivo.

Con los tres debía perder el contacto. ¿Con Erre? Bueno, él se había encargado de eso, estaba segura. ¿Con Luis? Porque, aunque era imposible, si pasaba le volvería a hacer daño. Se conocía, volvería a las andadas. No podía permitirse causarle más daño. ¿Javier? Él no lo veía, pero ya no era lo mismo. Maca era su esposa. Terminaría dándole un ultimátum y temía que él optara por su amistad antes que por su mujer.

Se removió inquieta en la cama. Bajó su mano derecha, metiéndola dentro de las bragas, hasta rozar la vulva. ¿Esto? Seguía sin sentir. Solo dos veces desde hacía meses. Únicamente con Javi y con aquel desconocido. - ¿El resto? - se rio sardónica, burlándose de sí misma. “Dos veces y no dejé que me hicieran nada. Pobres, la cara que pusieron, ridículos con su pene en erección”-

Sin darse cuenta, sus dedos estaban jugando entre los labios. Rozándolos, acariciándolos, separándolos. Notando cada pliegue. Buscando el abultamiento rodeándolo lento. Cerró los ojos y suspiró. Rememoró. Le asaltó aquel desconocido. “Cómo me empujaba. ¡Cómo! Y él mirándome. Acariciándome la mejilla. Sus ojos. Dios, sus ojos. Viéndome gozar con aquel hombre.”

Se puso boca abajo, ahogó un gemido en la almohada. Sus caderas se movían al ritmo que sus dedos marcaban. Entreabierta de piernas apretaba y aflojaba las nalgas, girando las caderas. Temblando. Enganchada, no al desconocido, sino a la caricia en su cara. Sintiendo como subía y subía lentamente, hasta quedar colgada de un invisible hilo que la mantenía unida a él. A sus ojos, a su caricia. Hasta que se rompió y gimió un “te necesito” lloroso mientras se estremecía liberándose.

Inmóvil, boca abajo, respirando afanosamente durante unos minutos. Los dedos húmedos, rozando todavía muy lentamente. Esos ojos, esas caricias que le parecía sentir en su mejilla, se iban difuminando de su mente y su mirada al mismo tiempo.

No quiso pensar, no quiso pensar. Solo un instante para reconocerse que muerta, muerta, no estaba. Y su conciencia se hundió en un extraño sueño donde se mezclaban caras y miradas solo de los tres.


0615Z

La oscuridad de la noche se difuminaba con las luces del campamento. Un ordenado desbarajuste reinaba por todos lugares. Secas órdenes hacían que grupos de sombras armadas se dirigieran de un lugar o a otro. Los motores de los vehículos empezaban a sonar en una cacofonía mecánica. Pequeños claxonazos sonaban cuando alguno de ellos se movía de su lugar. Sus luces partían la oscuridad iluminando a los grupos que, presurosos, se dirigían a algún lugar.

Belén, de pie en la puerta del botiquín, miraba toda aquella agitación mientras apuraba un café con leche bien cargado. El peso del chaleco anti-fragmentos, del que asomaba la empuñadura de su automática, le molestaba un poco en las axilas. El casco sobre la silla.

  • ¿Dónde está el BMR? ¿Está todo listo?

  • Sí, mi capitán. Listas para cargar.

  • ¡A ver si viene! - apuró el tazón. - Esperemos que no tengamos trabajo, chicas.

Los faros de un vehículo pesado avanzando lentamente en la oscuridad de la calle hicieron que girara la cabeza. Allí estaba. Dibujándose a contraluz, el vehículo avanzaba ronroneando, como una bestia despertándose. En su escudo la cruz roja sobre fondo blanco. Su máquina. El vehículo, delante del botiquín, giró hasta poner su trasera hacia la puerta. Se detuvo. Sonaron dos pitidos de claxon y el portón trasero cayó.

Ante ella todo el interior del vehículo. La camilla. Los armarios del equipo. Botellas de oxígeno y demás.

  • Sin novedad, mi capitán. - Gritó el conductor desde el estrecho puesto de conducción. Dejó el tazón. Cogió el casco en una mano y su maletín de instrumental y la carpeta de órdenes y gruñó a su gente

  • A ello chicas. - Trotó hacia el interior, seguida por una enfermera y una sanitaria, cargando el resto del material. La dotación de ambulancia SVA

Medio encogida dentro del vehículo aseguró el casco de combate y se colocó el casco del vehículo. Se bajó el micro a la boca.

  • ¿Está la radio ON?

  • Afirmativo, mi capitán

  • Agustín comprueba la frecuencia. 43.50

  • Está, mi capitán.

  • Vale. - Movió la palanca para transmitir en el mismo momento que los dos pitidos indicaban que la rampa del vehículo subía y los golpes de los seguros al bloquearla. - papa-charlie-cero aquí sierra-alfa, cambio. - Esperó. El ruido de la estática sonó en sus auriculares.

  • Sierra-alfa aquí papa-charlie-cero. Cambio

  • Sierra-alfa en posición, cambio

  • Papa-charlie-cero enterado. Cierro.

Por los altavoces del vehículo sonaban las comunicaciones de todas las unidades reportándose al puesto de mando indicando que estaban listos.

0630Z

El silencio, solo roto por el ruido del motor al ralentí, se hizo en el interior del vehículo. Esperar, esperar. Eso se aprende siendo soldado. Hay que saber esperar. Relajarse y esperar. Es lo más difícil, saber esperar. Belén miraba a su gente. Ambas y el conductor eran soldados curtidos en mucho más que maniobras. “Soldados viejos.” Como se decía antiguamente.

A las seis y media en punto carraspeó la radio

  • Papa-charlie-cero para toda la malla. Iniciamos movimiento. Repito. Iniciamos el movimiento. Toma dirección de malla papa-charlie-alfa. A partir de este momento silencio, silencio, silencio.

Nadie contestó aquella llamada. Todos sabían dónde moverse. Nadie rompería el silencio radio a no ser que fuera por un motivo real justificado. El ejercicio había comenzado.

  • Vamos allá.- Susurró por la interfonía al conductor. El BMR dio un brusco salto adelante y empezó a avanzar. Se colocó en su posición dentro de la columna. El conductor cambió a luces de guerra.

  • Poned la roja – Masculló hacia abajo mientras permanecía de pie, con medio cuerpo fuera, en el portón delantero. El interior del vehículo quedó sumido en una semi penumbra rojiza

Toda la columna avanzaba en la oscuridad de la madrugada, solo guiada por los casi invisibles pilotos luminosos de guerra.

1300Z

Belén, recostada sobre la rampa abierta, se cubría del sol con un chambergo. Llevaban en aquel lugar media hora. A su alrededor, las unidades maniobraban avanzando, cumpliendo los objetivos marcados. Ella esperaba la orden de 'saltar' a la próxima posición de apoyo.

El silencio del lugar solo se interrumpía por lejanas detonaciones de las armas pesadas, que participaban en los ejercicios de tiro. Sonreía pensando la diferencia entre oír aquello y el 'brack' de una granada rompedora de mortero talibán impactando a cincuenta metros.

El ruido de la radio les alertó. Una orden preparatoria para el salto a la nueva posición.

  • Vamos chicas. Agustín arranca la bestia.-

  • A sus órdenes, mi capitán.

Estaban todos dentro del vehículo cuando la radio ladró

  • Real, real, real. Papa-charlie-alfa para Sierra-alfa. Incidente en Cota con número tres, cuatro, siete. Repito cota con número tres, cuatro, siete. Cuadrícula con número tres, cuatro, dos, siete. Repito cuadrícula con número tres, cuatro, dos, siete. Movimiento prioritario. Informe de situación. Repito. Informe de situación al llegar. Confirme recepción. Real, real, real. Cambio.

Sin esperar órdenes, la rampa estaba ya subiendo mientras el conductor movía el vehículo, encarando el camino. Los gritos de - Enclavada - sonaron a la espalda de Belén y el conductor aceleró.

  • A la derecha Agustín. Todo recto. A tope -

  • Oído, mi capitán. -

  • Papa-charlie-alfa aquí Sierra-alfa. Confirmo recepción mensaje. Cota número 347. Cuadrícula 34-27. Iniciado movimiento prioritario. Cambio.-

El viejo BMR se lanzó, con sus 18 toneladas de aluminio y acero sobre sus seis ruedas, por una pista de tierra a todo lo que, el conductor, podía exprimir de la máquina y el terreno permitía, perseguido por una estela gigantesca de polvo que se levantaba tras él. Los bandazos de la amortiguación hicieron que varias cosas saltaran de sus sitios. En un cambio de rasante el BMR se elevó

  • ¡Agarraos! - Gritó Belén, mientras sentía como sus pies se separaban del suelo al descender el BMR – ¡Coño, Agustín! ¡Cuidado! -

  • No lo vi, mi capitán... ¡Joder...! ¡No lo vi! -

  • Pues cuidado. Dale caña -

Al pasar un collado ella vio el lugar. Varios vehículos juntos y gente moviéndose agrupada. Alguien los vio y empezó a hacer gestos con los brazos.

  • Agustín, más despacio. No quiero una nube de polvo en la zona. Reduce -

  • Oído, mi capitán -

1320Z

  • Fuera todos. Marisa. Tú prepara dos de plasma.

Belén acompañada de la enfermera corrió hacia los caídos. Con una ojeada hizo el triaje de los ocho.

  • Primero este... Dos... Tres... Cuatro... Luego el resto - dijo señalando el orden

Se inclinó sobre el primer afectado. La enfermera sacaba sobres con guantes estériles. Exploró al soldado, que, muy pálido, se mantenía consciente

– De donde eres chaval -. Varias heridas por metralla. El chaleco le había protegido de lo peor.

  • De Coria, mi capitán – balbuceaba pero estaba orientado. Lo giró para ver que en su espalda no se veía nada anormal.

  • Eso está por Sevilla... ¿No? - El chaval asintió.

  • Tijera de corte... ábreme el pantalón. - la enfermera obedeció, abriendo una gran raja en el muslo del pantalón liberando la zona afectada. Una fea herida sangraba profusamente.

  • Torniquete.- Gruñó Belén, mientras estudiaba la herida más importante. La enfermera colocó el torniquete por encima de la herida. - Más arriba... A medio muslo.- Corrigió la posición y empezó a cerrarlo. La sangre dejó de fluir lentamente por la herida.

Belén abrió la caja de instrumental después de desprecintar el sello de 'estéril'. Se colocó un par de guantes. Tomo unas pinzas y un separador

  • Lidocaína espray – murmuró, esperando que la enfermera le lanzara a la herida un chorro del anestésico. - Pínchale lo mismo encima de la herida, intramuscular, un vial.

Cuando lanzó el espray, ella esperó unos segundos para explorar la herida. Intentó mover el feo trozo de metralla clavado en el muslo.

  • Nada que hacer. Seguro clavado en fémur. Vamos a cubrir y vendar. No retires el torniquete. Aflojaremos cada diez minutos. Controla la hora. Evacuaremos al hospital. Cuando termines controla presión arterial, oxigenación y ritmo.- Dirigiéndose al soldado pálido que apretaba los dientes – De esta sales chaval. Te has ganado un permiso en casa.-

Se dirigió al segundo. Varias heridas por metralla en brazos. Se las extrajo ayudada por la auxiliar.

  • Mi capitán – le grito a la espalda la enfermera.

  • ¿Sí?

  • Tiene la tensión muy baja y el ritmo es irregular - Miró hacia el primer herido y volvió a él.

  • Qué raro. No tendría que estar así. - Metió la mano bajo el chaleco del herido. La fue pasando por todo el estómago y pecho. La sacó y estaba limpia. Lo inclinó un poco y la metió por su espalda. Noto la humedad. La sacó manchada.

  • Hay que cortar el chaleco. - Le cortaron las hombreras de kevlar y girándolo se lo quitaron.

Belén soltó una interjección. En la espalda algo más arriba de los riñones una gran mancha negruzca cubría el uniforme.

  • ¿Pero cómo ha llegado esto aquí? Corta la chupa... venga, corta ya - la enfermera cortó chupa y camiseta al mismo tiempo, descubriendo la espalda del herido.

Allí estaba. Un largo desgarro que sangraba profusamente. Un trocito de esquirla sobresalía.

Belén observó que la sangre no burbujeaba. Aun así, cogió el fonendo y escuchó la respiración del muchacho.

  • No parece que haya penetrado en el pulmón. Aquí poco podemos hacer. Paquete de contención compresivo. - La auxiliar le pasó el grueso paquete ya abierto por la cara del antiséptico. Lo aplicó contra la herida - Vendar. - La auxiliar ya estaba lista con una venda elástica autoadhesiva que fue aplicando alrededor del tronco del soldado, dándole varias vueltas, cubriendo todo el paquete comprensivo.

Extendieron una manta térmica estéril sobre la que tumbaron al soldado y lo envolvieron en ella para que no perdiera calor corporal.

Belén se fue al dos con la enfermera. Señaló varias de las heridas de metralla.

  • Extráelas. No están profundas. Desinfectar y vendar. Voy al tres. - se encargó ella de la primera cura.

Luego se volvió a ver cómo iba el primer soldado. Viendo que se mantenía estable fue a revisar las pequeñas heridas de los otros.

  • Agustín, la radio ya- gritó. El conductor corrió, hacia ella, con la radio portátil.

Belén iba a informar mientras miraba como la enfermera y la auxiliar curaban al tercer y cuarto herido.

  • Papa-charlie-alfa aquí Sierra-alfa. Cambio. -

  • Papa-charlie-alfa – contestaron

  • Aquí Sierra-alfa. Hierro interesa a Cuarzo. Cambio – solicitando que se pusiera a la radio el jefe del ejercicio.

  • Papa-charle-alfa espere - pasaron un par de minutos.

  • Hierro aquí Cuarzo. Adelante.

  • Aquí Hierro. Solicito HELIEVASAN, para un pax, sobre este punto. Atendidos uno reservado, dos menos graves, cinco leves. Los siete serán evacuados a base para observación de veinticuatro horas. Dos en mi medio, los cinco restantes en medios de su unidad. Cambio

  • Cuarzo recibido. Ya están solicitando EVASAN. Tiempo estimado quince minutos. ¿Algún problema? Cambio.

  • Hierro. Ningún problema. Yo acompañaré al evacuado. Cambio

  • Cuarzo. ¿Algún riesgo grave?. Cambio

  • Hierro. Ningún riesgo vital. Cambio

  • Cuarzo recibido. Buen trabajo. Informa de cualquier novedad. Cambio

  • Hierro enterado. Cierro.

Belén, se quitaba los guantes viendo como las curas habían terminado. Respiró profundo, agradeciendo la suerte que habían tenido. Agustín se acercó a ella con su chambergo en la mano. Lo recibió con una sonrisa. Se cubrió la cabeza del infernal calor del sol.

  • Que los hombres se pongan a la sombra. - dijo en voz alta – tráete la cuchara... Vamos a levantarlo y lo meteremos dentro del BMR, así estará, por lo menos, resguardado del sol

1345Z

Tras transportar al herido más grave dentro del BMR alguien de la unidad de los heridos le ofreció a Belén una botella de agua mineral. Bebió glotonamente hasta quedar satisfecha.

  • ¡Agustín...! Pásame un pito -

  • Mi capitán, que me tiene dicho que no le de

  • No me jodas y pásame un pito... - el cabo, le alargó un Marlboro y el mechero. Belén lo encendió inhalando profundamente, devolviendo luego el mechero. Mientras el conductor se alejaba ella le gritó.

  • ¡Cabo! - Agustín se giró a mirarla - Te tengo dicho que no me des tabaco – mientras daba una larga calada al cigarrillo. El cabo sonrió, volvió a seguir andando meneando la cabeza. Ya sonaba en el cielo el traqueteo de las aspas de un helicóptero que pronto empezaría a ser visible.

-”¡Esta! ¡Esta es mi vida!” – Pensó Belén.