Los Mundos de Belén 4 A little interview about you

¿Pretendes ocultar algo? Alguien rascara hasta encontrarlo.

El móvil sonó. Ricardo reconoció el número que aparecía en la pantalla. Lo descolgó

  • Dime Iñigo – respondió escueto.

  • Ha llegado su solicitud como dijiste. Pero te vas a quedar de piedra. -

  • ¿Por qué iba a hacer eso? - enarcó una ceja

  • Adivina que pide en la solicitud. -

  • A ver… ¿Está avalada por Pedro? -

  • No… La ha hecho ella directamente – sus dos cejas se enarcaron.

  • ¿Sin ser avalada? Es decir ¿No quiere una máscara del color de Pedro? -

  • No -

Me parece que no estamos hablando de la misma persona. - tamborileaba con dos dedos sobre su mesa

  • Si. Estamos hablando de la misma persona. Belén Suárez Ordas. De sobrenombre - sonó una risita- no Mabel, si no Mabi. -

  • No puede ser… No puede haber solicitado una máscara negra. - había dejado de tamborilear y su ceño se había fruncido.

  • No, no lo ha hecho… Te dije que no lo adivinarías – dijo al otro lado del teléfono después de lanzar una risa jovial y distendida

  • ¿Pero que ha solicitado? -

  • Ser sumisa sin dueño

Ricardo, aun con el entrecejo fruncido, apretó el puño libre

  • ¿Como? -

  • Lo que oyes -

  • Ella no tiene ni put... No sabe lo que es eso – masticó las palabras

  • Imagino… Pero habrá que explicárselo antes de que firme... ¿No? -

  • Bueno... Vale… ¿Qué has hecho? - volvía a tamborilear con los dedos la superficie de su mesa.

  • De momento le he mandado la dirección y el teléfono del centro de reconocimiento, para que pida hora. -

  • Bien -

  • Ya la ha pedido, diciendo que días tenia disponibles. Creo que lo ha hecho casi al minuto de recibir mi email. El centro me ha mandado un correo con la fecha y hora que le han dado

  • ¿Cuándo? -

  • Mañana mismo. Por la tarde, a las seis. Dice algo así como... Debido a la urgencia de la solicitante… -

  • Entiendo…¿Los resultados? -

  • A los dos días... como siempre. A mí gente, ya la he puesto a rebuscar en su vida. - Puso un gesto de desagrado al oír que estaban investigando

  • ¿Quién llevará la entrevista? -

  • No sé... He pensado en Marcos o en Jorge.. ¿Qué te parece? -

  • Son buenos pero… -

  • ¿Propones otro?.. Tú la conoces más -

  • Si… La haré yo. - la risa se repitió al otro lado del teléfono

  • No me cabrees más de lo que estoy, Iñigo- dijo bufando

  • Vale chico vale… Pero está claro, alguien está marcando territorio. - se volvió a reír el interlocutor - Te pego un toque para fijar fecha y hora que te vayan bien

  • De acuerdo… Llámame -

Cortó la llamada y arrojó el teléfono sobre la mesa. Rememoró la sesión de hacía dos semanas. Cada uno de los instantes que había estado con Mabi. Como en cada ocasión que lo recordaba, volvió a excitarse. Se removió inquieto en el asiento. Hacía tiempo que no le atraía una mujer de esa manera.

Encima había tardado dos semanas en dar el paso y, para su asombro, en vez de ponerse en contacto con el club, para averiguar cómo solicitar su aval como sumisa, por descontado Pedro estaba más que descartado, directamente había solicitado ser sumisa sin dueño. Encima se había cambiado a Mabi. Sonrió socarronamente pensando “Esa mujer es una locura, pero ya la educare… O no”. Terminó sonriendo ampliamente mientras pensaba en el Mabi y en la próxima entrevista.


Cinco días más tarde él estaba sentado en su despacho. La difusa luz de primera hora de la tarde de otoño, que entraba por las cristaleras, iluminaba el amplio despacho dándole un ambiente tranquilizador. Una biblioteca, cubría una pared, con numerosos volúmenes de cientos de colores y tamaños. La mesa, clásica, de despacho. Un sofá y dos sillones con una mesa de estar y una mesa alargada de reuniones con seis sillones formaban el mobiliario del despacho. El suelo estaba cubierto por un par de grandes alfombras mullidas y, en los espacios libres. se veía el brillo de una tarima de madera lustrada y brillante. En las paredes oleos, de indudable valor, y un par de espejos que desde el suelo llegaban hasta el techo, enfrentados uno a otro, en paredes opuestas, ante los que había sendas mesas estrechas de metacrilato transparente.

Estaba leyendo despacio un expediente. En su portada un nombre subrayado, MABI. Dentro de forma explícita y clara se desarrollaba la vida de una mujer llamada Belén Suárez Ordas. Sus datos personales, sus estudios, donde había vivido, donde había trabajado y trabajaba, quienes habían sido sus amigos y novios, quien había sido su primer hombre, sus escarceos en época de estudiante, el profesor que la había iniciado, con que pareja había aguantado, como se había casado, tenido un hijo y divorciado. Su último desengaño amoroso, dentro del matrimonio, con un compañero de trabajo, también casado. Estaba todo detallado.

Junto a ese dossier, estaba un informe médico completo que abarcaba, igual que el de su vida, desde su infancia hasta el momento actual, con los resultados de las pruebas realizadas hacía tres días. Probablemente el reconocimiento médico más profundo al que ella había sido sometida nunca. También incluía un informe psicológico sobre las dos sesiones que había mantenido antes y después del reconocimiento puramente físico.

Acompañado todo por un dossier fotográfico, que abarcaba desde su infancia hasta el día del reconocimiento, con unas fotos que la mostraban desnuda en todas las posiciones anatómicas y un DVD con una serie de clips de vídeo que abarcaba desde su juventud. Incluido un clip de ella todavía bastante joven, muy morboso, ofreciéndose, que había grabado ella misma suponía, a ese profesor.

Era consciente que, Belén, hacía ya una buena media hora que esperaba en una sala próxima al despacho esperando a ser recibida. Se separó de la mesa, levantándose se sirvió un café mientras meditaba cómo iba a desarrollar la entrevista. Ella no era cualquiera. Era inteligente, decidida y demasiadas cosas más. No se dejaría manejar. Habría que usar una táctica de hablarle directamente, con la máxima claridad y sinceridad. Aun así, esperaba sorpresas en la entrevista. Se volvió a sentar en la mesa y pulsó el interfono.

  • Marisa -

  • Dígame Don Ricardo - sonó una voz al otro lado.

  • Por favor, acompañe a mi despacho a la señora Suárez -

  • Ahora mismo, Don Ricardo -

Tras un par de minutos, en que siguió hojeando el expediente, sonaron unos nudillos en la puerta y se abrió, entrando su secretaria, Marisa, y tras ella una figura femenina

  • Don Ricardo - dijo Marisa - la Sra. Suárez - cediendo el paso a la mujer

Se levantó para recibirla.

  • Por favor señora Suárez, pase.. Gracias Marisa.. Ya le llamaré si necesito algo – dijo, mientras señalaba uno de los sillones frente a su mesa a Belén. Marisa cerró la puerta tras de sí. Belén se sentó en el sillón que se le indicaba.

Recorrió con la mirada la figura de la mujer, que tenía enfrente, y le provocaba tanta atracción desde que la había conocido. Ella le miraba de hito en hito, pero sin demostrar reconocimiento.

  • Bien.. No sé cómo prefiere que me dirija a usted… Sra Suárez… Tengo entendido que es señora ¿No? - ella afirmó con la cabeza dejándole hablar - o Belén… o Mabi.. Usted dirá como mejor le conviene.

  • Yo.. Bueno.. – dijo titubeando solo un instante – primero, creo que soy ex-señora, o señora, estoy divorciada, y en cuanto a cómo llamarme, supongo que deberá ser Mabi... ¿No? -

  • No está casada actualmente, pero seguirá siendo señora... y todavía no es usted esa Mabi que desea ser. Solo es una solicitud que ha hecho y que está en estudio.

  • Entonces... ¿No...? ¿Todavía no?... – titubeó ella. El intentó sonreírle amablemente, dándole confianza.

  • Evidentemente, no ha sido admitida su solicitud todavía. Esta entrevista, como las anteriores hasta ahora, son cuestiones previas a aceptarla. Aunque cada entrevista la acerca más a su objetivo. Es más, yo creo que será la primera vez que le han dicho el nombre de Mabi. ¿Me equivoco? – ella negó con la cabeza - eso significa que está más cerca. ¿Entonces Belén? - ella se encogió de hombros levemente.

  • Esta bien Belén entonces, aunque mi familia me llama Bel. Como supongo que ya sabrá. - Él levantó las cejas cómo interrogándola – Lo digo por semejante carpeta sobre mi. Tal vez podría aclararme algunas dudas sobre mi infancia que no recuerdo bien. - Esa afirmación rotunda hizo que él sonriera ampliamente. - ¿Puedo preguntar algo antes de que empiece? -

  • Por supuesto –

  • ¿Que hago aquí, en el despacho del CEO más joven y prometedor del país, además de un conocido playboy? - la mirada de Belén le acuchillaba investigando las reacciones del hombre.

  • Los CEO también tienen actividades... Digamos privadas. ¿Puede creer eso, Dra Suárez? - mirándola francamente a los ojos hasta que ella asintió. - Entonces, ¿Continuamos con la entrevista? - Belén volvió a asentir.

  • Mejor Bel – casi susurró mirándose las puntas de los pies, como arrepentida del arranque que había tenido.

-¿Bel?... Bien. Entonces Bel.- continuó, mientras ojeaba descuidadamente el expediente, percatándose del repentino nerviosismo de ella.- Pretendo que esta entrevista sea distendida – sonrió - tal vez te apetece, si me permites tutearte, ¿un café o alguna otra cosa?

Ella negó con la cabeza.

Se levantó y se sirvió otro café. Dando vueltas, con una cucharilla, a su contenido se fue a sentar junto a ella en el butacón frente a la mesa

  • Así estaremos los dos más cómodos – sonrió - ¿Te importa enfrentar tu sillón al mío?, gracias - sonrió mientras ella, moviendo los pies, hacia girar el sillón hasta que ambos quedaron enfrentados.

  • Este conocido playboy y CEO prometedor también ayuda al funcionamiento de El Cigarral.- mirándola a los ojos hasta que ella enrojeció, para continuar inmediatamente - Esta es una situación algo insólita para El Cigarral, si me permites decir. No es normal tu petición. Lo habitual es que, una persona que desea ser sumiso, venga avalada ya por un socio dominante, que la inicia como propia. Luego es transferida a otro dominante, en caso de que, en este caso serías tú, lo permita la persona sumisa.

  • Pero, hay en el club sumisos que no son de nadie - dijo ella en voz baja

  • Cierto. Pero lo habitual es que, a esas personas, las busquemos y contratemos nosotros. No que se ofrezcan como has hecho tú. En realidad tú no quieres ese trabajo. No quieres remuneración por él. Quieres pertenecer a todo el Cigarral.

  • Algo así supongo - dijo ella

  • A ver… Te invitó... Dominó… ¿No es así? - preguntó. Ella asintió- ¿Por que no le has pedido que te avalara?. -

-No... El no...- contesto dubitativa interrumpiéndose

  • ¿No que? -

  • No… me convence como… como eso... -

  • ¿Cómo dominante? - ella asintió - Entonces ¿Por qué pides el ingreso como sumisa? -

  • Es que, estuve con otra persona… otro dominante -

  • ¿El día que fuiste invitada? -

  • Sí -

  • Eso es bastante inusual. ¿Con quien? -

  • No se como se llama -

  • ¿No te dijo su nombre?- ella negó con la cabeza

  • Es extraño –

  • Bueno, me dijo que le llamaban Erre pero no parece un nombre ¿No? -

  • ¿Erre? -

  • Sí... Sí… - abrió el bolso y extrajo un tarjetón doblado y se lo alcanzó. Él lo abrió y leyó, con una media sonrisa, lo que él mismo había escrito hacía unos días.

  • ¡Ah!… Erre. Entiendo -

  • Eso he dicho -

  • En realidad es una inicial, no un nombre.- sonrió, - la misma, por cierto, de mi nombre. No sabemos porque usa esa inicial. Erre no es cualquier dominante, es uno de los dueños de El Cigarral.

  • Yo quise hablar con él, pero no me lo permitieron y tuve que irme del club -

  • Entiendo... Bueno... Erre solo habla con quien él quiere. - hizo un gesto con la mano - En otro orden de cosas. ¿Conoces cual es la orientación de El Cigarral?

  • Sí, creo que sí. - musito Belén.

  • ¿Conoces o has ido a algún otro club con la misma orientación?

Sí.. - casi susurro su respuesta después de dudar bastante tiempo

¿Cuales? - observando atentamente las reacciones de Belén

  • La Enagua. Solo ese.- había entrelazado los dedos en su regazo y movía las manos nerviosamente.

  • ¿La Enagua? Sí, conozco el sitio. Poco recomendable, según mi criterio.

  • ¿Por qué? - se atrevió ella a preguntar fijando la mirada en sus ojos.

  • Demasiado sádico descontrolado, si me permites opinar así. Ciertas practicas deben estar muy controladas y allí no lo están. ¿Quien te llevo a La Enagua? - ella reflejo un ligero rictus de pánico.

  • Alguien con quien estuve. - terminó contestando.

  • Bel, es conveniente que seas sincera y abierta explicándote. Tengo la sensación de estar extrayendote las palabras con sacacorchos. - le sonrió

  • Estuve con un hombre.. -dijo Belén después de respirar profundamente – durante dos periodos de mi vida. Estuve sometida a él. Me llevó mucho a La Enagua.

  • Entiendo. En La Enagua, ¿Participaste en todas... digamos.. actividades? -

Belén asintió lentamente sin mirarlo.

  • Volviendo al tema de tu solicitud. En realidad, tu petición para ser sumisa de El Cigarral parece un medio para encontrar a Erre. - mientras devolvía el tarjetón que ella metió en el bolso con rapidez

  • En realidad, no estoy segura de eso último - dijo ella encogiéndose de hombros.

  • Voy a hacerte una pregunta directa. ¿Si Erre te avalara, entrarías como su sumisa? - ella se encogió de hombros pero al final asintió.

  • Pero, como eso no ha sido posible, sí estás segura que quieres ser sumisa de El Cigarral. ¿No es así? -

Ella volvió a asentir mirándole a los ojos de nuevo.

  • Entonces centrémonos en esa cuestión, si te parece.-ella asintió- Bien. En el supuesto de que Mabi sea aceptada, se te hará un contrato legal pero privado, exactamente igual al resto de los empleados del club.- ella frunció ligeramente el ceño - Ya sé.. Ya sé.. Has expresado que no quieres ningún tipo de emolumentos por tus servicios. Para evitar eso se hará otro contrato de donación del total de tus emolumentos, menos un euro a la entidad u ONG que prefieras. Nuestro servicio jurídico dice que no puede ser otra cosa. ¿estarías de acuerdo?

  • Sí, creo que sí. -

  • Perfecto. Esta entrevista tiene dos partes. La primera la hemos finalizado ya. La segunda consiste en decidir si eres aceptable como sumisa... llamemos pública del club… desde un punto de vista de tu sensualidad.

  • No entiendo -dijo sintiendo como enrojecía

  • Verás, desde el punto de vista físico... Está claro que eres más que aceptable… - le dijo mientras rebuscaba en el expediente y le mostraba, una tras otras, las fotos que se le habían hecho desnuda en el reconocimiento médico. Ella, viéndolas aun enrojeció más.

  • Ahora bien, el reconocimiento psicológico dice algo así como que, aunque pareces muy receptiva puede que tus condicionantes psicosociales no te permitan realizar ese… digamos… servicio. Recomiendan que primero se compruebe que se pueden romper dichos condicionantes. Y para eso último es la segunda parte de la reunión. ¿Entiendes Bel? -

  • Ella afirmó con la cabeza -

  • Puedes hacerme el favor de verbalizar, Bel -

  • Sí, lo entiendo -

  • Gracias. No sé si te he dicho que, esta reunión está siendo grabada en vídeo y audio. Yo solo soy el entrevistador, luego el comité estudiará la entrevista y mis conclusiones y tomará la decisión final. No hace falta decirte que puedes detener esta reunión en cuanto lo desees. ¿Quieres continuar Bel? -

  • Sí... Sí, quiero continuar – dijo ella tras dudar unos instantes

El se dejó caer apoyando la espalda contra el respaldo sonriendo, pensando que empezaba la prueba de fuego..

  • Enséñame los pechos - espetó sin más

Ella se tensó por un instante mirando a Ricardo, que se llevaba la taza de café a sus labios mirándola. Exhaló el aire ruidosamente. pero estaba preparada para algo así. Sus dedos, algo torpes, empezaron a desabrochar la blusa que llevaba hasta desabotonarla hasta la cintura, abriéndola, mostrando sus pechos cubiertos por un sostén azul de encaje. Él levantó una ceja como esperando más. Belén, respirando despacio y profundamente, sacó de sus hombros los tirantes de encaje y tiró de las copas hacia abajo. Ella mantuvo las manos cubriéndose mientras su cuerpo sufría ligeros temblores, luchando entre quedarse y seguir o salir huyendo, sin que pudiera apartar la mirada de los ojos del hombre. Finalmente, tras un largo suspiro, apartó las manos dejando sus pechos a la vista del hombre mirándolo fijo desafiante.

El, manteniendo la mirada en sus pechos, mantuvo su cara sin ningún gesto que denotara ninguna reacción.

  • Quítate el sostén -

Ella sintiéndose, asombrosamente, más tranquila ante las ordenes directas que recibía, tiró de la blusa hasta sacarla de la falda, llevando las manos a la espalda soltó la traba del sostén. Después desengancho los tirantes de las copas y se terminó de quitar el sujetador.

  • Abróchate la blusa. Solo los botones de debajo y encima de los pechos. Quiero que queden perfectamente a la vista Bel - dijo con voz neutra.

Ella obedeció, dándose cuenta del aspecto obsceno que presentarían, ante él, sus pechos proyectándose desnudos fuera de la blusa. Máxime cuando sus pezones endurecidos resaltaban de una forma claramente visible. Pero no estaba dispuesta a que él la viera débil o apocada y mantuvo la mirada desafiante, clavandola en sus ojos.

  • De pie, Bel -

Ella se puso de pie inmediatamente, casi sin ser consciente adoptó la posición que le habían hecho adoptar en El Cigarral, hacía unos días. Erguida. Con el pie izquierdo delante del derecho, tirando de los hombros hacia atrás.

Procurando disimular mientras tomaba un sorbo de café, disfrutó observando como ella se colocaba como él le había dicho que debía mostrarse. Disfrutó viendo lo receptiva y dispuesta que estaba y al mismo tiempo lo orgullosa y desafiante que se mostraba. -Menos mal que no terminaron de estropearla.- Pensó

  • ¿Por qué te has puesto así? -

  • Él… - dudó un momento - Él me dijo que era como… como… debía ponerme al estar de pie - balbuceo repentinamente insegura

  • ¿Él?.. ¿Erre? - preguntó, afirmando ella con la cabeza. -

  • Gira a la derecha. Quiero ver tu perfil - ella obedeció.

  • Al revés, ahora a la izquierda - ella dio media vuelta mostrando su otro perfil.

  • De espaldas a mi - ella giró para darle la espalda. Se tambaleó ligeramente al verse reflejada en el espejo de la pared.

  • ¿Sorprendida por tu aspecto, Belén? - Ella asintió

  • Provocativa ¿Verdad?. ¿Te gustas? -

  • Sí – dijo después de carraspear sintiéndose enrojecer.- Sí, me gusto.

  • Eso pretendía... Que vieras lo provocativa que puedes ser.- sonrió ampliamente a la espalda de la mujer - Acércate al espejo.- ella avanzó hacia el espejo – Quieta - dijo él cuando estaba a un metro del borde de la mesa transparente que había delante del espejo.

  • ¿Te ves deseable? -

  • Sí - balbuceó con voz entrecortada

  • ¿Sí qué? -

  • Me veo deseable - balbuceó

Se había levantado, seguía sin reflejar ninguna emoción en su rostro. Sin embargo la cara de ella era un continuo de emociones encontradas que se reflejaban en su boca y sus ojos principalmente.

  • Levántate la falda - Ella extendió las manos sobre sus muslos, empezó a levantar la falda que se fue enrollando alrededor de sus caderas, hasta que atrapó el filo de la falda. Haciéndola lucir sus preciosos muslos.

  • Levantala más - ella intentó girar la cabeza para mirarle - No te vuelvas. Levantala por encima de tus caderas -

Ella se balanceó sobre sus pies un instante, mientras respiraba fuerte y profundo varias veces, como tomando impulso. Finalmente, de un tirón, levantó la falda hasta que el borde estaba muy por encima de las caderas. No evito gemir, mirándose, viéndose en el espejo con las piernas y las caderas desnudas, hasta el ombligo, solo protegida por el tanga azul que llevaba.

  • ¿Qué ves? - sonó la voz a su espalda

  • A mi… Me veo a mi… - balbuceo mientras se mezclaban en su cabeza el pánico, el deseo y esa sensación en el vientre de anticipación de lo que podía ocurrir.

  • ¿Una educada profesional o una impúdica mujer? -

  • Im... Impúdica -

  • ¿Tal vez... Una mujer ofreciéndose? - Ella asintió relamiéndose los labios resecos.

  • Todavía no… No seas tan dura contigo misma... Pero lo vas a ser… Bájate ese tanga hasta medio muslo -

Ella lanzo un quejido, al oírle, pero intentó hacer lo que pedía. Pero, mientras empezaba a bajar el tanga, la falda descendía al mismo tiempo. Ella se miraba al espejo desconcertada sin saber qué hacer. El río quedó por primera vez

  • Solucionemos este problema. Date la vuelta. – ella giró dándole frente mirándolo totalmente ruborizada. Como odiaba esa mirada neutra de él. ¿Cómo no se da cuenta de lo que me esta haciendo?. ¿Como no se inmuta teniéndome así?. Se preguntaba Belén mientras con una mano agarraba la falda con otra tenía medio bajadas las bragas. - Una linda figura. - le sonrió con ojos brillantes.

  • No sé… No sé.. como…. -

  • Apoya el trasero contra la mesa. -ella obedeció. - Vuelve a subir la falda - lo hizo, quedando la falda prendida, en su caída, por la propia mesa.

Él se apartó ligeramente a un lado para que ella se mirara en el espejo, similar al que había a su espalda, que había enfrente. Al verse de cuerpo entero ella se ahogó y tuvo que forzarse a respirar profundamente.

  • Ahora bajate el tanga, como he dicho -.

Ella obedeció inclinándose ligeramente y luego se incorporó enfrentándose a su reflejo en el espejo.

  • Si eres aceptada, esos pelillos deberán desaparecer- comentó él señalando, con la cucharilla, el arreglo del pelo del pubis

Ella se estremeció escuchándole. Cada frase tenia respuesta en su cuerpo sin que pudiera controlarlo.

  • Asienta el trasero en el filo de la mesa y abre las piernas - ella le miró casi con horror - No te he pedido que me mires. Hazlo y no quites la vista del espejo -

Ella fue haciéndolo, mientras le iba diciendo bajo - Más…Más… Más… Más… Así - ella se detuvo en ese momento. Su respiración era afanosa, hacía que su pecho subiera y bajara ostensiblemente. Sus labios estaban resecos y entreabiertos. Su mirada brillante, prendida en su reflejo del espejo.

Él se aproximó a su lado, dejó el servicio de café en la mesa al lado de la muchacha. Se inclinó girando la cabeza para mirarse en el espejo junto a ella.

  • Ahora sí. Ahora sí te ves impúdica. ¿No te lo parece? -

Ella asintió, con la respiración totalmente desacompasada.

  • Es más… Ese brillo en los labios de tu vulva… ¿Es muestra de que estás muy excitada?¿Quiere decir que estás mojada, Bel? -

Ella cerró los ojos y asintió. ¿Qué veneno me estas dando? Se gritó Belén

  • No, Bel... No es tan sencillo… quiero tu contestación -

  • Si… - dijo con voz entrecortada y casi llorosa – Si, estoy excitada y hu… húmeda -

  • ¿Así que ahora eres una impúdica caliente? -

  • Sí -

  • ¿Dispuesta a ofrecer tu coño? -

  • Sí... Sí… -

  • Hazlo… Demuestra lo zorra que eres.. Ábrelo y ofrecelo -

Ella gimió negando con la cabeza pero sus manos fueron a su ingle, las puntas de sus dedos jugaron entre sus labios mayores, separandolos, luego buscaron y desplegaron unos bonitos labios menores, separándolos.

  • Así.. Muy bien. No dejes de mirarte. -

El, mirándola en el espejo, busco la cucharilla del café. La tomó por la punta, con la cazoleta hacia abajo. La llevó a la vulva de Belén, hasta cubrir los labios menores. Ella se estremeció con el contacto y se inclinó cerrando los muslos

  • No.- dijo secamente. Ella, sacudida por el seco no, se estiró y dejó de cerrar los muslos.

El, presionando la cucharilla sobre los labios, la fue subiendo despacio hasta que un gemido le hizo saber que apretaba el clítoris. La miró directamente a los ojos. Ya no se mostraba orgullosa. Ella tenía en ese momento la mirada perdida.

  • Es el momento que me demuestres que tan puta eres. - susurró en su oído mientras la cucharilla presionaba haciendo pequeños círculos sobre el clítoris.- Demuéstramelo - dijo interrumpiendo el movimiento de la cucharilla

Ella busco sus ojos, con los labios resecos y mordidos, con una mirada de desesperación que indicaba su deseo de que siguiera moviendo aquello. Él inclinó la cabeza mirándola y una leve sonrisa asomó a su rostro al mismo tiempo que alzaba ligeramente una ceja, como esperando lo que ella tenía que hacer. La comprensión entró en ella que giró la cabeza hacia el frente inclinándola ligeramente mientras que las puntas de sus dedos que, separaban los labios, empezaron a aletear rozando el mango de la cucharilla.

  • No la toques con los dedos - susurro él.- Mantenlos donde estaban -

Ella jadeo, interrumpió su respiración y volvió a jadear. Manteniendo los dedos abriendo los labios empezó a mover las caderas. Impulsándolas hacia adelante. Girando lento. Rotando. Frotándose contra la cucharilla... resoplando... jadeando cada vez más excitada, cada vez más mojada.

El, con la mano izquierda, agarró la cola de Belén. La obligó a volver a mirarse en el espejo.

  • Mirate…. Mira que puta te ves… No dejes de mirarte… Quiero que sepas como te veo yo -

Sus movimientos se hicieron espasmódicos y sin control hasta que un largo y gutural gemido escapó de su garganta, mientras intentaba llenar de aire los pulmones, y el orgasmo explotando en su clítoris arrasaba cada terminación nerviosa de su cuerpo.

Él separó despacio la cucharilla de su coño. Las manos de la muchacha se aferraban al borde de la mesa, incapaz de sostener su propio cuerpo, mientras largos y profundas inspiraciones y espiraciones buscaban volver a recuperar el control de su respiración. De vez en cuando gemía, sus muslos se contraían cerrándose indicando que ,algún espasmo retardado del orgasmo la atrapaba.

Se puso delante, escrutando con la mirada desde los pies, pasando por las piernas, los muslos todavía temblorosos y con marcas brillantes de hilos de flujo, que se había deslizado desde el coño, que se convertían casi en una mancha brillante y húmeda al llegar a la vulva. El mismo coño, todavía abierto, parcialmente, con los labios menores, brillantes por la humedad, asomando entre los labios mayores también húmedos. Su vientre tembloroso, la falda arremolinada en su cintura, la blusa abierta, sus pechos, obscenos, asomando de la blusa, todavía con los pezones endurecidos, y su cara. Su cara, ligeramente inclinada hacia adelante. Mirándole por debajo de las cejas con los labios entreabiertos hinchados, por la propia excitación, la punta de la lengua deslizándose entre ellos y con una cara que reflejaba todo el placer, toda la impudicia y deseo que una mujer puede sentir. Verla así le provoco un estremecimiento a él.

Se llevó la cucharilla a la boca, sacando la lengua, lamió la cazoleta.

  • Tienes un buen sabor. – llevó la cucharilla, de nuevo, a la ingle de la muchacha y raspó la parte interna de los muslos y entre los labios. Después de comprobar que algunas gotas y restos brillantes de flujo estaban en el cazo de la cucharilla la llevó a los labios de la muchacha.

  • Vamos, Bel... Pruébate - ella le miró con ojos suplicantes

  • Pruébate – repitió. Ella obediente entreabrió los labios aceptando la cucharilla y la saboreo en su boca.

  • Dime... ¿A qué sabe? -

  • A mi... - balbuceó

  • ¿Quién eres tú? -

Ella lanzó un gemido ahogado mientras las lágrimas hacían brillar sus ojos. Se había empezado a romper. La coraza con que había llegado se resquebrajaba en ese instante. Por las grietas salían todos sus sentimientos.

  • Soy una puta – balbuceó, con la voz cortada por las lágrimas, estas se deslizaban por sus mejillas - Un guarra... - siguió - Una zorra salida - mientras las lágrimas eran cada vez más abundantes y los sollozos se agolpaban en su pecho pensando en toda su vida.

  • Si, eres todo eso. ¿Necesita esta puta, guarra y zorra salida que la follen?

  • Sí... Sí… lo necesito. -

  • ¿Qué te arrojen al suelo, te castiguen, te fuercen, te tomen, te posean, hasta que te llenen y te cubran de semen? -

  • Sí, sí… - lloriqueaba sin cesar golpeada por los insultos que ella misma se había proferido tantas veces y las situaciones horribles, que le decía, y ya había vivido.

  • Entonces... ¿Una puta para cualquiera? -

  • Si… Si... Una puta para cualquiera - balbuceaba

El, la obligó a dar media vuelta y encarar el primer espejo. Se pegó a su espalda

  • Mirate.. - dijo mientras sus manos la manoseaban los pechos y por detrás el sexo

  • ¡¡Aahh!! - gimió, sin dejar de llorar, cuando dos dedos penetraron en su vagina

Ella se miraba, con la cabeza de Ricardo asomando por encima de su hombro, su brazo izquierdo cubriendo su pecho izquierdo y su mano izquierda amasando su pecho derecho. Su mano derecha. hundida bajo su trasero, con los dedos follandole el coño obligándola a subir y bajar.

Ella miró su cara y gimió. Vio la cara de una mujer, con la lujuria reflejada en el rostro, que la miraba pidiéndole a gritos que fuera a ayudarla a terminar, mientras sus caderas se retorcían y movían contra la mano que la follaba

  • Mirala – le dijo en su oído – Esa... No es una puta…Ni una zorra salida… Ni una guarra…- ella jadeaba y se contoneaba mientras sus palabras la atravesaban haciéndola vibrar - Mirala bien... esa es una hembra... Una hembra de verdad… Una hembra en celo… Lujuriosa como una gata... Deseosa de entregar su cuerpo a un macho que la quiera... para que la domine... Para que la monten... Para que la cubra… Para lo que quiera él de ella... ¿La ves? Una hembra poderosa, orgullosa y deseosa. -

  • Si… Ssssiii.. - consiguió susurrar entre gemidos

  • ¿La conoces? ¿verdad, Bel? -

  • Ssssi…. Siiii – gimio - Yommm -se estremeció mientras jadeaba sintiendo ya los primeros espasmos

  • No… No... Esa no es Belén… Belén puede que haya sido tan puta y guarra como has dicho, es más, lo ha sido. Pero esa no es ella. ¿Quieres saber su nombre? -

Ella cabeceó un sí mientras los espasmos se apoderaban de ella y sus gemidos inarticulados indicaban que empezaba a correrse

  • Esa es Mabi.-

Ella abrió los ojos, de su boca pugnó salir un grito que no consiguió articular, mientras su cuerpo convulsionaba y se estremecía, deslizándose hacia el suelo al no resistir su propio peso.

  • Bien Mabi - dijo Erre, observando el cuerpo de la muchacha que, encogido en el suelo en posición fetal, aún se estremecía - La entrevista ha terminado. -

Ella giró el tronco levemente hasta que su espalda quedó apoyada en la gruesa alfombra. Lo miró. Mientras una de sus manos, temblorosa, se desplazaba acariciando maquinalmente uno de sus pezones. Era una mirada absolutamente sensual. Toda ella desprendía sensualidad. En sus ojos se podía leer un ven y poseeme. Por favor, ven y poseeme. Él sonrió a medias, resistiendo la tentación de arrojarse sobre ella.

  • La valoración de mi informe será que considero que Mabi puede formar parte de El Cigarral en las condiciones que has pedido. -

Dio media vuelta y se sentó tras la mesa de despacho, guardando el expediente en un cajón. Sacó otro del mismo cajón y lo abrió. Dirigió una mirada de soslayo a la mujer, que se estaba incorporando lentamente intentando arreglar su ropa, todavía reflejando, en su cara, su absoluto deseo, pero con un rictus que denotaba que estaba defraudada por no haber conseguido provocar, en él, que la tomara.

El procuró que su mirada no reflejara ninguna emoción ante el aspecto tan tentador que todavía tenía ella. Espero pacientemente a que se recompusiera la ropa y que con gesto nervioso intentara arreglar su peinado.

  • Estoy seguro que Marisa te podrá ayudar algo con tu maquillaje. Dentro de unos días recibirás una llamada del club con indicaciones, bien denegando la solicitud, bien fijando una nueva reunión, que es lo que voy a recomendar, todavía más profunda.- pulso el interfono- Marisa.. la Sra Suárez se marcha. Hazme el favor de ayudarla en lo que necesite -

Tras un sí, Don Ricardo a través del intercomunicador. Volvió a levantar la mirada hacia la muchacha a la que empezaban a arrasarsele los ojos. Quiso morderse la lengua pero no pudo evitar decirle.

  • No se con quien has estado antes, Belén. Pero se que te ha denigrado y te ha hecho mucho daño. Creo que el ingreso en nuestra sociedad, si lo consigues, conseguirá que dejes de verte de una forma tan denigrante y recuperes el orgullo que mereces tener. -

  • Espero que consigas el ingreso en El Cigarral, Belén y que pases una buena tarde.- no había acabado de pronunciar las palabras cuando tras unos golpes de nudillos en la puerta se abrió y asomó la secretaria.

  • Sra Suárez… - dijo la secretaria, cediendo el paso a la muchacha mientras, con una rápida ojeada, observaba su aspecto claramente desordenado.

  • Buenas tardes – balbuceo Belén y se giró hacia la puerta sin volver la mirada.

La secretaria miró de reojo a Ricardo, como su mirada, hasta ese momento neutra, se volvía brillante y un gesto de deseo aparecía en su cara mirando la espalda de la muchacha saliendo del despacho. Marisa, vio el sujetador tirado sobre el brazo del sillón, avanzó, lo recogió y salio cerrando la puerta.

Ricardo se recostó en el sillón, dejando que sus emociones afloraran, resoplando. Acomodo el pene, qué comprimido por el pantalón, le molestaba y cerró los ojos buscando serenarse antes de continuar la jornada.

Tras varios minutos, ya tranquilo sin aquella erección molesta, volvió a abrir los ojos y descolgó el teléfono marcando rápidamente.

  • ¿Iñigo? - preguntó al oír como contestaban - soy Ricardo -

  • Dime, dime -

  • He acabado hace diez minutos -

  • ¿Diez minutos? Vaya, vaya... Creo recordar que la ultima vez, me llamaste, con aquella todavía gimiendo y escuchaba tus embestidas contra su culo - rio Iñigo

  • Ya ves - masculló Ricardo

  • ¿Y bien? ¿Ha pasado la prueba? -

  • Sí... Con sobresaliente. Le daremos lo que quiere… Y lo que no quiere... Se lo daré yo. -

Iñigo se rió con fuerza al otro lado del teléfono

  • ¿Qué tan buena es? -

  • Estoy seguro que, dentro de un minuto, estarás pegado a la pantalla visionando la entrevista… Ya lo verás. -

Una carcajada sonó en el oído de Ricardo

  • Cómo me conoces. -

  • Además... Seguro que intentas probarla antes que yo. No lo hagas. No quiero que me la estropeéis. -

  • Joder… ¿Pero tanto te interesa o no? -

  • Mucho -

  • Entonces, ¿Por qué vas a hacer que se entregue como pública? Puedes tomar posesión de ella antes de eso. -

  • No lo haré. Es lo que quiere y lo tendrá - masculló.

  • Bien, Bien… Lo que quieras... Pero te arriesgas a que se te adelanten. -

  • No lo creo. -

  • En fin.. ¿Cuando la presentamos? -

  • La vamos a hacer esperar. Tengo algo que hacer que me va a impedir ocuparme a fondo del tema. De momento mandale un correo, dentro de un par de días, diciéndole algo así como que el comité ha aceptado mi recomendación. Que será citada para una última entrevista y firmar los contratos inmediatamente después si la pasa. -

  • ¿Pero por qué otra entrevista? -

  • No tengo tiempo de explicarte… Ya te diré... Hasta luego Iñigo -

  • Chao Ricardo... Que sepas que la vamos a tener en ascuas -

  • Eso espero. Adiós Iñigo -

Colgó el teléfono y se removió inquieto en el sillón, sintiendo de nuevo la presión que su erección ejercía sobre el pantalón

  • ¡Joder…! Solo por hablar de ella - musitó para sí. Resopló. Miró fijamente el interfono.

Finalmente se inclinó apretando el conmutador

  • ¿Sí, don Ricardo?- se oyó la voz de Marisa por el altavoz.

  • Ven a mi despacho, Marisa.

  • Sí, señor - contestó y se oyó el clic del cierre de la comunicación.