Los Mundos de Belén 2 When did you steal my heart?

Todo pasa, nada queda. Todo lo que deseas olvidar, lo recordaras

Belén levantó la mirada al oír vibrar el teléfono sobre su mesa. Durante unos segundos fijó la mirada en la pantalla dudando en coger o no la llamada. No le apetecía. Blanca Abogados. Al fin cogió el teléfono y respondió.

  • ¿Si? ¿Blanca? - escuchó como al otro lado le saludaban

  • Si, puedo hablar. No mucho, porque estoy trabajando. Dime -

  • Comprendo. Entonces todo está acordado. ¿Qué flecos? -

  • No, no, está bien así. -

  • Si. Ya sé que podríamos exigir la custodia o incluso la compartida. Pero no. Tengo que pensar en el bienestar de mi hijo.-

  • ¿Sobre la pensión? ¿Qué no quiere? Pero bueno. Vale. ¿Que se conforma que yo corra con los gastos cuando el niño esté conmigo? ¿Eso se puede hacer? Bien entonces vale.-

  • A ver, Blanca. Ya se que no es normal ceder la custodia. Pero ¿Qué vida le espera conmigo? - Belén se sentía mal hablando de aquello una vez más – Ahora, fijate, estoy en Zaragoza, a trescientos kilómetros de Madrid. Mañana puedo estar en el fin del mundo por meses. ¿Entonces qué haría con mi hijo?. Esto es lo mejor para él. Está a gusto con su padre y él lo adora y cuida con dedicación.-

  • No. No. De verdad. No. Solo quiero que me negocies lo de que si no puedo verlo el fin de semana que me toque automáticamente pueda verlo el más próximo. Y que me negocies los días entre semana para que se puedan juntar y que los pase seguidos conmigo. Si. Eso. Tal vez esos días juntarlos y poder disfrutar juntos todas las navidades o semana santa o añadirlos al verano. Cualquier otro cambio tiene ser de mutuo acuerdo.-

  • Ah, que tenga preferencia en el mes de verano que me corresponda. Ya sabes que yo no puedo escoger así como así.-

  • Si. No más eso. ¿Te parece poco?. ¿Entonces qué más?. -

  • Déjalo así. Por favor.-

  • ¿Qué cosa has dicho? -

  • De eso nada. Ni hablar. Le dices que no. Que si eso quiere nos vemos en los tribunales. No voy a consentir que él se lo lleve al otro lado del charco. Imposible. Bajo ningún concepto. En eso muéstrate inflexible. Es más, dile que si sigue por ese camino simplemente de lo acordado nada de nada. Punto de partida ante un juez.-

  • ¿Qué si aceptaría qué? Será cabrón. ¿Pero se cree que puede comprarme y separarme totalmente de mi hijo? ¿Por dinero? Que se vaya a la mierda. Se lo dices si esta en la reunión. “A-la-mier-da”. Textual. Así de claro.-

  • ¿Qué más?. ¿Reparto de gananciales? Pero si teníamos separación de bienes. - aquella exigencia ridícula de la familia de él, pensó Belén – Bueno. Sí. Pues me vale con la valoración que hagas. Si. 50-50. ¿El piso?. No hijita. El piso es mío. ¿Que me lo compra? Tengo que pensarlo. Bueno. No. Busca quien lo tase bien tasado y le subes un 15% y le das esa propuesta. Si lo acepta, y me lo paga, es suyo. Total, nunca volveré a vivir en esa maldita ciudad.-

  • No. ¿Tu crees que aceptara? -

  • Pues si es así ¿Cuándo tendríamos que ir al notario? -

  • ¿Como mucho dos semanas? Dímelo con tiempo para arreglarlo todo aquí. Ya sabes que yo no puedo hacer planes a muy corto plazo.-

  • Gracias Blanca. Un beso. Si, si, me basta un mensajito con la fecha, hora y dirección del notario. Sí. Yo te lo contesto. Sí. Un beso. Adiós. -

Tiró el teléfono sobre la mesa como si le quemara. La boca seca, los ojos húmedos, el estómago revuelto. Como odiaba todo esto. Como lo odiaba. Apoyó los codos en la mesa y se inclinó cabizbaja con los dedos mesándose el pelo, aguantando las ganas de llorar.

Malditos tres meses. Tres meses para negociar. Maldito. Estúpida, estúpida, estúpida, estúpida. Que estúpida había sido. Qué forma más estúpida de destrozar mi vida.

Se recostó en el respaldo del asiento con los ojos cerrados. Intentando dejar la mente en blanco. Olvidándose de todo. No había nada. Solo hoy. Nada más. Solo hoy. Respiró profundamente y se incorporó.

Fuera le esperaba el dolor y sufrimiento de la gente. La enfermedad y la esperanza de superarla. Ella no estaba, aquí y ahora, para pensar en sus propios problemas. Estaba para hacerlo lo mejor posible para ellos.

Tomó del perchero la bata blanca. Se la puso sobre el uniforme de trabajo. Encima del bolsillo el parche rojo con la cruz de malta y las tres estrellas doradas, debajo un simple DR SUÁREZ. Alargó la mano cogiendo el esteto de encima de la mesa y lo metió en el bolsillo. Abrió la puerta y salió a lo que le quedaba de vida.


Estaba tirada en el sofá del salón de su apartamento. La TV emitía ruido sin que la escuchara, solo encendida para sentirse algo más acompañada, estaba perdida en sus pensamientos.

Apenas llegó a casa por la tarde se fue desnudando y luego pasó por la ducha. Como siempre se acarició sin llegar a nada satisfactorio. Hacía meses que no conseguía llegar a ese punto íntimo de satisfacción que le liberaba. Siempre terminaba alcanzando un sentimiento de amargura que le impedía terminar.

Se puso unas bragas y una camiseta y se tumbó en el sofá. Ahí continuaba cuando empezó a oscurecer. Como cada día de cada semana desde hacía meses. Dándole vueltas y vueltas a lo mismo, como si eso fuera a cambiar un ápice de lo que estaba ocurriendo. Al menos había conseguido poner algo de distancia y salir de aquel maldito Madrid que tanto la abrumaba desde entonces.

El pip-pip de un mensaje le hizo sacudir la cabeza y tomar el teléfono.

Blanca. Mensaje corto y escueto. “Todo cerrado. El miércoles que viene a las doce de la mañana en la notaría para firmar. Avenida América 8, 2 piso. No se pueden conceder poderes. Tendréis que estar los dos en la firma. Se puntual. Confirma asistencia. Blanca.”

El alma se le vino a los pies. Lo esperaba. Pero se hundió. Contestó al mensaje con un simple “OK. Mañana por la mañana te lo confirmo. Belén” mientras se le arrasaban los ojos. Lanzó el teléfono sobre la mesa, con tal fuerza que resbaló sobre ella y cayó al suelo. Se giró sobre el sofá quedando boca abajo, hundiendo la cara en un cojín estalló en llanto. Lloró desesperada, con su cuerpo sacudido por el llanto. Ahogando sus lágrimas y quejidos en el cojín.


La mañana de Belén fue bastante ajetreada. Primero mirar que programación tenía la semana siguiente. Ver qué consultas se podían retrasar una semana o adelantar a lo que quedaba de esa. Mirar si tenía o no servicio. Al fin con todo cuadrado fue a administración para solicitar cuatro días de vacaciones.

Después de atender la consulta y pasar a ver a sus pacientes internados se permitió cinco minutos de relax en su despachito. Solo entonces pilló el móvil y mandó un escueto mensaje a Blanca.

“Confirmo asistencia. Miércoles 12.00 AM en Avenida América,8 2 piso. Belén”

Luego buscó en el whatsapp un contacto en concreto. Abrió y tecleó con rapidez - “Puedo llamarte?” - esperó un minuto hasta ver como las dos rayitas azules se iluminaban. Dejó el teléfono en la mesa esperando contestación mientras repasaba y rellenaba fichas de los historiales médicos.

El ruidito del smartphone le advirtió que había recibido contestación. Lo miró. “No puedo ahora. Reunión. Urgente?. Esta tarde?. Avísame antes.” Solo le mandó el signo OK

Fue dejando pasar las horas con bastante melancolía y tristeza. De vez en cuando observaba, con la mirada perdida, la foto de su casi ex-marido ya, con su chico en brazos. Como le sonreían ambos. Como le gustó tomar aquella foto. Recordó aquella tarde de primavera en el Retiro cuando todo parecía que iba a ser genial.

Se quitó la bata, se despidió de la enfermera de turno y bajó a comer. Comió en el comedor del hospital, como era su costumbre, en una mesa aparte. No tenía ganas de charlas insustanciales ni chanzas. Ya se había convertido en una asidua solitaria. Alguna vez que alguien se acercó para compartir mesa, desplegó todo su mal carácter y su bordería. Sabía que se estaba convirtiendo en un ser asocial. Por lo menos así llevaba estos tres meses.

Después, en coche a su casa. Si casa se puede llamar a un apartamento de un dormitorio, salón-cocina-comedor y baño. Allí solo era suya la ropa que contenía. Nada más. Ni un recuerdo, nada. Toda esa parte de su vida esperaba, acumulada en cajas, en un guardamuebles en Madrid.

Se desvistió y se metió en la ducha. Estaba tan abatida que ni siquiera se intentó tocar. Solo se frotó con fuerza la piel y dejó que el agua, como era su costumbre, golpeara con toda la fuerza en su nuca y hombros, mientras apoyaba las manos en la pared. Le resultaba más relajante.

Envuelta en un albornoz, secándose el pelo con energía con una toalla, cruzó el salón descalza hasta el sofá. Se dejó caer sobre él. Mantuvo la toalla, cubriéndole la cabeza, y cogió el teléfono de encima de la mesa.

Otra vez buscó el contacto. “puedo ahora?”... le contestaron “en diez minutos te llamo yo. Maca está aquí”

Resoplo. -Claro... Maca... pobre Maca.- Pensó. Dejó el teléfono en la mesa y se fue a cambiar.

Lo de siempre. Sus sempiternas bragas verdes y una camiseta de Rollings. Lista para terminar el día. Se preparó un café descafeinado con leche. Ya no tomaba colacao. Lo había aborrecido. Había aborrecido tantas cosas de aquel día.

Sorbiendo lentamente esperó, sentada en el sofá, a que el smartphone sonara. Veinte minutos después el ruido de la llamada la sobresaltó. Dejó la taza en la mesa, se frotó las manos en los muslos y cogió el teléfono.

  • ¿Javier? - preguntó.

  • Hola Belén Sí. Yo. ¿Esperabas a otro? -

  • No no, claro que no.- se sentía cortada mientras hablaba con el que era su mejor amigo de toda la vida.- ¿Javier dónde estás? Se oyen unos ruidos rarísimos. -

  • Paseando al perro, Belén Ya sabes como se pone Maca si hablamos. Bastante aguanta ya como para verme hablando contigo. ¿No te parece? -

  • Sí... Sí... lo se.. lo se... -

  • ¿Qué pasa Belén? ¿Qué necesitas? - su tono no era precisamente amable.

  • No me riñas Javi. Por favor, no me riñas. Estoy muy mal – aguantaba sus ganas de llorar intentando respirar profundamente – Necesito verte.-

  • Bueno Belén, ¿qué puedo hacer? ¿Vas a venir a Valencia? - pareció más amable

  • No, no puedo. Vente a Madrid la semana que viene. Estaré allí desde el martes. Por favor ven. -

  • ¡Joder Belén! Bastante problemas tengo cuando vienes, como para ir yo allá. ¿No lo comprendes? -

  • Pero te necesito Javi. Te necesito.- por segundos se sentía cada vez más desesperada. - Me siento tan tan sola. Voy a firmar el divorcio el miércoles -

  • Belén Es imposible. No puedo estar fuera de Valencia. Es nuestro aniversario. ¿Recuerdas? Fuiste testigo. No puedo hacerle eso a Maca.- cerró los ojos balanceándose adelante y atrás dejando que la desesperación la invadiera.

  • Por favor Javi, por favor, por favor. - susurraba mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

  • Pero ¿Todo esto por el divorcio?. Belén, sabías que llegaría el día. Joder. - masculló su teléfono.

  • Lo se... Lo se... Pero no puedo afrontarlo sola Javi. -

  • A ver Belén estaba anunciado. Tu lo sabias. Joder. ¿Cuántas veces te lo habré dicho todos estos años? ¿Cuántas? Esto simplemente es el sepelio del entierro de tu matrimonio y tu sabes quien ha ido echando palada tras palada para enterrarlo. -

  • No me juzgues Javi, no me juzgues.. bastante lo estoy haciendo yo – estalló en un lloro convulso que ya no pudo ocultar.

  • No te juzgo Bel. No te juzgaría nunca. Solo son hechos. Cariño. Deja de llorar Bel.- le hablaba al oído intentando tranquilizarla – Venga Bel, sabes que no soporto que llores. -

  • ¿Vendrás por favor? Lo necesito – le dijo sorbiendo, aun hipando.

  • Voy a ver que hago. Tendré que decírselo a Maca. Pero, si voy, no podré quedarme más allá de un día Belén. El Jueves es el aniversario. -

  • Sí, aunque sea eso por favor, aunque sea eso. Por favor Javi, no quiero estar sola, no quiero – suplicaba de nuevo al borde de la desesperación.

  • Bueno. Le diré a Maca. Me debes la bronca que vamos a tener. Lo intento, solo puedo prometer ahora eso. Intentarlo. ¿Vale Bel? -

  • Sí sí por favor. ¿Me dices algo? -

  • Sí. Te mando un mensajito con lo que sea. Un beso Belén Voy a enfrentarme con mi dragona.- se oyó una risa corta – Intenta descansar, cielo.-

  • Un beso Javi -

  • Beso y descansa. Y no piensessss. Adiós Bel. -

  • Adiós, adiós. -

Belén se fue recostando sobre el sofá, dejó el teléfono sobre la mesa. Se fue encogiendo más y más sobre sí misma, sin dejar de tiritar, hasta que se durmió.

Amaneció en la misma postura. Anquilosada, con todo el cuerpo dolorido. Miró el teléfono. Tenía varios mensajes de Javi. “Iré el martes por la mañana y me volveré el miércoles también por la mañana”. Belén sonrió ampliamente por primera vez en muchos días. “Me debes comida y cena en un sitio de lujo, menudo agarrón hemos tenido”. “¿Te digo la hora que llego y me esperas en Atocha?” “Descansa Bel. Beso”

Contestó a lo que daban sus dedos. “Gracias gracias gracias gracias” “Todo lo que quieras Javi, todo lo que quieras”. “Si, te espero en Atocha. Dime a qué hora” “Ahora si descansaré. Beso beso beso”

Se incorporó sonriendo feliz por fin. Extendió los brazos en cruz y gritando dio vueltas sobre sí misma riéndose.


Belén correteaba desesperada por los pasillos de la estación de Madrid-Atocha intentando orientarse para ir a llegadas. A su paso, el ruido de los tacones, conseguía que algunas miradas la siguieran e incluso algún comentario jocoso o calentorro se había llevado.

Menuda mañanita llevaba. Pensaba para sí al desembocar en un amplio espacio con varias salidas. ¿Ahora qué?. Se preguntó. Miró a su alrededor buscando algún indicador. Nada. ¿Será posible que no llegue a tiempo? ¿Será posible?. Divisó al otro lado de las máquinas expendedoras de billetes a un agente de seguridad.

  • Por favor.- los dos la miraron atentamente – Llegadas, me pueden decir donde está llegadas... de largo recorrido. Por favor. - uno de los agentes señaló hacia su espalda.

  • Viene de allí, señora – que mal le sentó que le llamaran señora.

  • Gracias, gracias – Dio media vuelta y salió trotando de nuevo, maldiciéndose a ella misma.

Al fin entró en el amplio vestíbulo de llegadas. Nerviosa, casi jadeando, consultó su reloj. Bueno, diez minutos antes después de todo. Se permitió respirar hondo y exhalar todo el aire de los pulmones, buscando al mismo tiempo un lugar desde donde poder esperar. Terminó en una mesa, delante de un cortado descafeinado, pensando en cómo había transcurrido la mañana.

Coger el AVE en Zaragoza, llamar desde el tren a Blanca, llamar al hotel para comprobar que podía ocupar la habitación en cuanto llegara, pillar taxi al hotel y luego al despacho de Blanca. Ver como iba a ser todo al día siguiente, reñir al taxista que pretendía darle un paseo por Madrid camino de Atocha, darse mil carreras para llegar a.. ese cortado descafeinado asqueroso, por cierto.

Volvió a mirar el reloj. - Dios que nervios. Cinco minutos. - No decían nada. - Joder, la hora y no dicen nada. ¿Tengo bien la hora? Pues sí.- El puñetero teléfono marcaba ya las 11,25. - Pues pasan cinco minutos.- Resopló e intentó calmarse. Su pie derecho punteaba a un ritmo infernal el suelo.

Pasaban cinco minutos de y media cuando la megafonía resonó. “AVE PROCEDENTE DE VALENCIA. VIA DOS. LLEGADA INMINENTE. VIA DOS.”.

Belén pegó un salto en el asiento. Nerviosa se estiró la falda. Miró alrededor intentando localizar la puerta de llegada y caminó rápidamente hacia esa puerta. Se puso cerca de la pared opuesta a la puerta. Bien lejos de ella. Esperando. Esperando.

Aún pasaron diez minutos hasta que asomó el primer viajero arrastrando una maleta. Luego, poco a poco, fue aumentando el ritmo al que salían los viajeros. De repente lo vio. Le dio un vuelco el corazón. Salió corriendo, como una loca, y se tiró a su cuello apretándole con toda la fuerza que podía, pegando su cara a la de él.

  • Belén, joder Belén, que me ahogas – farfullaba Javier desesperado.

  • Te quiero... Te quiero te quiero te quiero.. Gracias gracias... Gracias Javi, cuanto te necesitaba. - le arrullaba en la oreja pegada a su cara.

  • Belén, calmate.. venga.. calmate.- Belén había apartado la cara de la suya y la cubría de besos sin parar.

  • Que bien que hayas venido. Que bien.-

Cuando consiguió separarse de él, o él consiguió sacársela de encima, se miraron sonriendo como bobos hasta que al final ella le cogió de la mano y le dio un beso ligero en los labios. Buscaron la salida. Ella hablando por los codos y él asintiendo sonriendo.

  • Lo primero, iremos al hotel para dejar esa bolsa perruna que traes. Luego te invito a comer. Luego te invito a correr Madrid. Luego te invito a cenar. Luego te invito a... ¿Te parece?- Le dijo, agarrada a su brazo, casi colgando, pegadita mimosa a su mejilla.

  • Me parece, Belén.-

Abordaron un taxi. Sentados sonriéndose se tomaron las manos como si la distancia, dentro del vehículo, fuera tan grande que no se arriesgaban a no llegar a tocarse.

  • ¿Estás contento? - Él sonrió y asintió.

  • Ni sabes la discusión que tuve con Maca por esto. Pero si, estoy contento de verte. - Belén se sintió eufórica por tenerlo junto a ella, por la pelea que había tenido con su mujer para volar con ella, y dejó caer la cabeza sobre el hombro derecho de Javier.

  • No sabes como te he echado de menos – le susurró.

  • Ya será menos Bel – se rió Javier.

  • Que sí, que muchísimo – la risa de Javi acompañaba a su parloteo casi infantil - ¿No me crees? -

  • No será tanto, mi niña – le dijo guasón Javi.

  • Mira como sí – Le dijo Belén susurrante mirándole a los ojos fijo, mientras llevaba la mano de Javier entrelazada entre la suya hasta meterla bajo su falda, para que entrara en contacto con las bragas en su entrepierna. - ¿Ves como sí? ¿Lo notas? ¿Notas como deseaba que llegaras?

Javier había abierto los ojos como platos mirándola. En sus dedos notaba el calor intenso que ella desprendía y la humedad evidente que traspasaba sus bragas

  • Belén... - musitó suplicante sintiendo como su pene respondía a ese contacto.

  • Ya sé.... solo era para que comprobaras que es verdad – susurró Belén llevó la mano de Javier hasta dejarla entre sus muslos. - solo eso, que lo comprobaras. - le ofreció los labios y Javier, como una mariposa a la luz, se volcó sobre ellos.

Llegados al hotel, Javier curioseó la habitación mientras Belén entraba en el dormitorio.

  • Vaya pedazo de habitación... ¡Belén...! ¿Tardas mucho? - preguntó

  • No. Espera me cambio de bragas y ya.- se oyó desde el dormitorio. Javier soltó una carcajada. Ella que le escuchó le replicó. - No voy a ir con las bragas empapadas todo el día. ¿Vamos a andar mucho? -

  • Pues, supongo que algo.. ¿No? - le gritó. Belén salió del dormitorio lista ya. Sus tacones habían sido sustituidas por unas zapatillas de deportes.

  • ¡Comámonos Madrid! – Dijo riendo Belén.

Cogieron el Metro, como cuando estudiaban en la Complutense, abrazados agarrados a una barra vertical en el vagón traqueteante. Recorrieron los bares de tapas que habían frecuentado. Miraban riendo como la clientela seguía siendo parecida a la de su época. Recordaron tantas tantas anécdotas que provocaban sus risas. Terminaron comiendo en una tasca de La Latina, al lado de San Francisco el Grande. Pasearon por el Retiro, buscando los rincones donde se juntaban en pandilla, con una litrona, un sábado antes de ir de fiesta. La noche les alcanzó paseando cogidos de la cintura, después de abandonar el metro en Concha Espina, en dirección al hotel. En los jardines de Pablo Sorozábal se besaron como enamorados. Cuchicheando secretos, que ellos compartían desde hacía diez años, de intimidad y sobre todo profunda amistad. Cenaron en el mismo hotel, disfrutando de la compañía del otro, sin que ninguno de los dos añorara el resto de su vida. Después, tras tomar un par de copas, medio achispados, subieron a la habitación agarrados por el talle. En el ascensor su beso se volvió tórrido. Como siempre les ocurría. Siempre llegaba un instante, un fracción de instante, en que ambos se necesitaban y chocaban uno contra otro. El beso de él ardiente y disfrutando de su boca. El de ella ansioso y trémulo.

Tras entrar en la habitación, la tensión se convirtió en necesidad. La ropa sobraba. Quemaba. Se tiraron sobre la cama. Sus manos se buscaron. Él jadeó al sentir su mano aferrada a su pene erecto. Ella gimió al sentir sus dedos curiosear entre los pliegues de su vulva y entrar dentro de ella. Y la noche siguió.

Ambos estaban cubiertos de sudor, que hacía brillar su piel. Javier se comía los pechos de Belén, mordisqueaba sus pezones primero uno y luego el otro, abrazado a su cintura, intentando controlar el movimiento desbocado de ella.

Belén a horcajadas, apoyada en el cabecero de la cama, sobre él, estaba realizando una intensa y fuerte cabalgada sobre la polla que la penetraba, con la cabeza inclinada y los ojos cerrados, con un gesto entre concentrado e incómodo, a veces de dolor, a veces de rabia. Sus bruscos saltos y sus giros fuertes y rápidos, Una cabalgada sin fin. Una cabalgada salvaje que le hacía resoplar por el esfuerzo. Una cabalgada, al fin, sin resultados.

  • Belén... joder... ¡Belén...! para coño, para.. que me la vas a partir – Gruñó Javier intentando pararla. Ella no escuchaba hundida en su propia desesperación por conseguir algo más que excitación. Al menos conseguir la excitación que tenía cuando llegó Javier.

  • ¡Belén...! ¡¡Belén...!! - Javier la empujó lateralmente, obligándola a caer sobre la cama – ¿Pero qué coño te pasa?

Con todo el pelo pegado a su cara, Belén se la cubrió con las manos. Lanzó un quejido y empezó a sollozar.

  • No siento nada, Javi.. no siento nada. - balbuceo Belén

  • ¿Pero qué coño dices? - Javi ladeado, le separaba las manos de la cara – No digas bobadas Belén.

  • Que no puedo Javi, que no. Que llevo meses así.- balbuceaba Belén, mirando al techo – me excito, pero cuando intento llegar... Se acabó... Se acabó. Ya no queda nada. -

  • Pero, eso.. ¿Desde cuándo? - le preguntó acariciándole la mejilla.

  • Desde que volví, Javi, desde que volví – le miraba con los ojos llenos de lágrimas – todo por ese hijo de puta.. todo por ese hijo de puta. -

Javier, callado rumiaba lo que le había dicho Belén, la atrajo hacia ella, la rodeo abrazándola contra su pecho. Ella lloraba en silencio, sus lágrimas se deslizaban y mojaban el pecho de la única persona que le quedaba.

Javier permaneció despierto mientras ella iba cayendo en un sueño intranquilo. Finalmente se bajó de la cama y la cubrió. Acarició su cara y salió al saloncito. Miró la hora. Rebusco en su mochila. Cogió el teléfono y llamó.

  • ¿Maca?. ¿Cómo estas cariño? - la respuesta fue un exabrupto bastante tenso.

  • Maca por favor. No empieces. Realmente está mal. Muy mal

  • Joder Maca, ¿Eso que importa? Sí... hemos follado. Ya sabías que lo haríamos. -

  • Pues no. Para nada satisfactorio. No, no ha sido satisfactorio. Que no ha sido satisfactorio. ¿Quieres que te lo pinte?

  • Dos veces. Yo no, ella tampoco. Que no. Que no nos hemos corrido joder.

  • Porque me ha machacado la polla. Eso. Machacado. Joder Maca. No te rías.

  • Ella no puede. No... no puede... desde que ha vuelto. Pues mira, eso pienso yo, que ha sido por lo de Luis. Ella dice que es por el tipo con el que se lió, pero no sé, me parece que es por Luis.

  • De verdad Maca. ¿Cómo te voy a llamar para pedirte consejo para ella? Y no la llames así. Que no lo es.

  • Nooo. No creo nena, no creo que volvamos a hacerlo.

  • Mañana, sí, estaré en casa al mediodía.. bueno a las dos

  • Si, voy a dormir. Te quiero. ¿Qué pasa no me lo vas a decir? Joder Maca, ¿pues por qué te lo voy a decir?. Porque te quiero. Porque te he querido siempre. Esto no tiene nada que ver con lo otro Maca. ¿No me lo vas a decir? Bueno. Vale. No me lo digas. Yo sí te quiero. Descansa. Buenas noches.

Javier no pudo dormir. Se sentó en el butacón al lado de la cama mirando el sueño agitado de Belén. Nunca la había visto así. Siempre había sido alegre, divertida, lanzada, irresponsable con su vida, con tantas aristas y ángulos que había que quererla mucho para comprender sus actitudes. Al mismo tiempo era inteligente, responsable, estudiosa, concienzuda. Siempre carismática, incluso en los peores momentos en que sus más oscuros demonios se manifestaban con toda su virulencia.

No sabía que tenía Belén para él. Pero su destino le unió a ella el lejano día en que se sentó en el aula de anatomía I y saludó a una chica con bonita cara que estaba a su lado, tan novata como él mismo. Ese hola, me llamo Javier y sintió la mano de ella deslizándose en la suya mientras le miraba directamente a los ojos y le sonreía diciendo Belén. Soy Belén. Sellaron una amistad incondicional entre ambos, que aun después de diez años le hacía saltar e ir en su ayuda sin importar nada más.

Verla así, desesperada, hundida, destrozada, al borde de las lágrimas continuamente, con una tristeza profunda que intentaba esconder forzando risas y parloteo pero que le asomaba en los ojos cuando pensaba que no la controlaba. Pero a él no podía ocultarle nada. La conocía tan bien. Conocía cada pequeño gesto que denotaba pesar, intranquilidad, alegría, felicidad. Ahora veía como se revolvía en la cama, agitada por pesadillas que la atormentaban y como, a veces, balbuceaba en sueños palabras incoherentes pero que sonaban aterradas.

Lo que más le pesaba es que por primera vez no sabía cómo ayudarla. No tenia consejos. No tenía regañinas. No tenía nada. Al fin dormitó en el butacón, tal vez un par de horas. Abrió los ojos sintiendo todos los músculos agarrotados. La miró. Sobre la cama revuelta, como si hubiera pasado un tornado por ella, estaba tumbada boca abajo, cruzada en diagonal, ocupando toda la cama. Un pierna un poco doblada y su cabeza apoyada en un brazo con la cara hacia el. Y sus ojos abiertos le miraban fijamente.

Javier le sonrió. Ella apenas movió dos dedos de la mano como saludando. Jorge hizo su sonrisa más amplia recordando.

  • ¿Te acuerdas en cabaña Veronica?- ella asintió cerrando los ojos – Qué frío hacía. Fue la primera vez que te vi así. Desnuda boca abajo. También me mirabas así. - Belén distendió una pequeña sonrisa. - Te mordí el trasero y me gritaste antes de tirarme la mochila. - Javier se rió con ganas. Belén también sonrió más.

  • Eras un cerdo – le susurro con la boca pastosa. - Un mirón. Eso eras. - Javier asentía con ganas.

  • Si. pero lo que yo quería era ver tetas.- los dos estallaron en una risa.

  • Cuantas cosas hemos pasado Belén.- Le salió otra sonrisa recordando – Te acuerdas cuando me hiciste regalarte a Luis. Vaya cara que puso con su regalito.- se rió con ganas aunque ella no lo hizo, tal vez solo asomo una suave sonrisa indescifrable.- Solo a él le han regalado una puta por un mes.-

  • Si... Una puta le regalaste– susurro casi para sí Belén.

  • ¿Y lo que me dijiste?- soltó una risotada – Tu arregla lo de la puta, porque he decidido que me voy a casar con él.- eso sí hizo sonreír a Belén.

Se removió en la cama y se volvió para tumbarse boca arriba. Miraba fijamente al techo como si buscara algo.

  • Deja eso, Javier, dejalo – musitó – es solo pasado que ya no existe.

  • Pues para no existir bien perra te ponía. Y los celazos que te daban cuando alguna se le acercaba. ¿Te acuerdas de la Gran Berta? Del caderazo que le diste no la mandaste a la piscina de milagro.

  • No la llames así -Belén se había reído recordando – Pobre... solo tenía mucha... personalidad.

  • Si... mucha personalidad... tanta que no querías que la tuviera cerca de él– se rió levantándose del butacón, se acuclillo e hizo cosquillas en los pies de Belén. Ella pataleo como loca. Odiaba las cosquillas. El lo sabia, siguió y siguió oyendo gritarle que se parara entre risas. El paró. Con cada mano agarrando un pie de Belén. Ella le miraba levantando levemente la cabeza. El le sonrió con ojillos viciosos. Ella le decía no con la cabeza. El asentía despacio.

  • ¿Te acuerdas cuando os pillé en mi cama... justo en mi cama. Mientras te besuqueaba los muslos y te comía el chichi?- empezó a besar sus pantorrillas lento subiendo poco a poco, sus rodillas y luego la cara interna de sus muslos, sin que ella opusiera resistencia y solo algún resoplido le indicara que estaba viva.- vaya forma de comérselo. Estabas desatada. No le dejaste calvo de milagro. -soplo suave sobre la vulva y recibió a cambio un gemido.

  • Dejalo Javi... por favor no me hables de él.. por favor...- balbuceaba nerviosa Belén.

  • ¿Sabes que me impresionaste tanto que le pregunte como te lo comía?- le dijo soplando sobre los labios. La oyó farfullar.- me dijo que te gustaba sentir el aliento en los labios primero – sopló suave y vio cómo su cadera se movía.

  • No me hables de él porfi... no me hables de él y sigue- balbuceaba.

  • Luego decía que te daba una larga lamida a lo largo de la vulva. Apretando con la lengua plana sobre ella.- no termino de decir eso y lo hizo provocando un largo gemido de Belén y que ella aferrara sus cabellos intentando apartarlo.

  • Justo eso decía que tú hacías. Agarrarle el pelo- fue decirlo y Belén soltó su cabeza como si quemara.- luego ponía la lengua así en punta para irte abriendo los labios – ella gimió sintiendo como la lengua iba arando entre sus labios.

  • Que no me hables de él Javi que no me hables de él- sonaba su voz pastosa pero excitada.

  • ¿Ni de como me decía que te chupaba el clítoris mientras te metía dos dedos así?- haciéndolo a medida que lo decía obligando a Belén a levantar las caderas hasta separar el trasero de la cama y gemir ahogadamente.

  • ¿Ni como me decía que después solo hacía falta la puntita de la lengua golpeando tu clítoris así, para que te temblaran las piernas – empiezo a titilar con la punta de la lengua y a Belén a temblarle los muslos mientras mascullaba.

  • Cállateeee, Cállate, cállate, por favor cállate -

  • ¿Entonces no sigo? Eh ¿No sigo?- mientras sus dedos se movían entrando y saliendo de la vagina empapada.

  • Ssii pero callate... no me hables de él por piedad no me hables de él – gimoteaba desesperada.

  • Vale... No te diré entonces que me decía que era el momento de girar los dedos y apoyar las yemas contra esta zonita rugosa que tienes detrás del hueso... justo aquí- rozando despacio después de rotar los dedos – que ya entonces te temblaba todo –

Belén sufría pequeñas sacudidas, desesperada,.levantaba la cabeza y la dejaba caer, girándola de un lado a otro. Con los labios resecos, lamiéndolos continuamente. Con los ojos ora muy abiertos ora muy cerrados. Aquello la sacudía. Sus manos iban y venían sin saber donde parar. Resoplaba. Se ahogaba. Reía. Lloraba.

De repente con un largo gemido se incorporó sentándose. Atrapó la cabeza de Javier y tiró de ella con fuerza, obligándole a ir subiendo sobre su cuerpo. Tiraba y tiraba, jadeando, hasta que lo tuvo frente a ella, mirándole a los ojos. Belén levantó la cara y lo besó. Con ansias. Con desesperación, hundiendo su lengua en la boca de su amigo. Se abrazó con la mano izquierda a su cuello, balbuceando cosas sin sentido, cayendo sobre la cama, mientras la mano derecha buscaba su pene. Lo atrapó y, con necesidad, lo condujo a su sexo.

Subió la pierna sobre su muslo. Cuando lo noto rozarle entre los labios. Se empujó con las piernas y las caderas y se lo clavó ella misma. Su mano abandonó la polla y se clavó en las nalgas. Él estaba quieto. Belén, sintiéndolo cabecear dentro de ella, apartó un poco su cara para mirarle.

  • Que entonces tirabas de su cabeza hasta tenerlo encima y te clavabas su polla suplicando que te follara.- le susurro Javi, perdido en sus ojos

  • Que no me hablesss de éllllll- gimió- pero... pero... pero follame... follameee por favor por favor.... por favoooor-

Javier salió y empujó con fuerza viendo como Belén ponía los ojos en blanco y levantaba la cara ahogándose, pugnando por meter una brizna de aire en sus pulmones. No necesitó mucho. Tal vez fueron tres o cuatro embestidas, cuando Belén se contrajo con fuerza y empezó a temblar sin parar, lloriqueando en su hombro. Sentía como su polla era comprimida por las paredes de la vagina en sus contracciones y se corrió con un gruñido.

Cayeron sobre la cama uno encima del otro. En silencio. Intentando recuperar la respiración. Apenas una ligera caricia de los dedos de Belén en su espalda le hacían saber que ella estaba viva. Levantó la cabeza y la miró. Estaba con los ojos abiertos mirando a nada. Perdida en quién sabe qué mundo.

  • Belén – le susurró. Ella le miró y le puso un dedo sobre los labios para callarlo.- Belén, debe ser tarde- ella gimoteo.

  • No te vayas. No te vayas todavía Javi.- balbuceó sin mirarle, todavía con la mirada perdida.

Él se obligó a salir de ella. Se incorporó y fue al baño. Tras humedecer una toalla volvió y fue limpiando lentamente sus restos sobre la piel de ella. Se inclinó sobre ella y besó su ombligo.

  • Vamos Belén. A la ducha. Tenemos que vestirnos. Son casi las diez y tengo que estar en Atocha a las once y cuarto. - volvió a besar su ombligo y fue al baño.

Dentro de la ducha, enjabonándose el pelo, sintió los brazos de Belén rodeandole a la altura de su pecho y como sus senos se comprimían contra su espalda. Belén beso su hombro.

  • Gracias por esto Javi... muchas gracias.- susurró. El se rió y se giró dándole frente. Le sacó la lengua y empezó a enjabonarle la cabeza.

Se ducharon juntos. Sin más necesidad que estar tocándose mientras se limpiaban mutuamente. Tras terminar secándose en el baño Javier miraba a través del espejo como Belén se secaba el pelo con el secador.

  • Oye mira- empezó dudando -creo que esta mañana deberías hablar con Luis. Aclarar todo lo que tengáis pendiente. Creo que deberías hacerlo. Por ti y por Luisito.- Belén había parado el secador y lo miraba a través del espejo.

  • Eso no arreglara nada, Javi. Nada – contestó un poco seca.

  • Arreglar lo del divorcio, seguro que no. Pero tal vez explicaros entre vosotros pues como que alivie la presión que ambos debéis llevar.

Belén tiró casi con rabia el cepillo en el lavabo. Se volvió y enfrentó a Javier.

  • No podría hablar con él. Tal vez dentro de más tiempo. Pero no ahora. Por favor. dejemoslo. Bastante tragaré dentro de un rato.- Javier asintió en silencio. Pensó que no era conveniente tirar demasiado de la cuerda.

Se fué a vestir. Estaba terminando cuando Belén salió del baño. Se vistió como para una batalla. Sus horribles bragas. Un pantalón vaquero que no le resaltaba nada. Una blusa hueso cerrada hasta el cuello y una chaqueta negra. Javier estuvo a punto de comentarle algo, pero prefirió abstenerse.

  • ¿Lista? -Belén asintió.

Ambos salieron de la habitación. En la puerta del hotel se estuvieron despidiendo sin tocarse. Javier paró un taxi. Entonces Belén se aproximó y le dio un beso en los labios. Él le acarició apenas sobre las caderas .

  • Cuéntame cómo ha ido, ¿vale? - le dijo ya dentro del taxi, a través de la ventanilla. Ella asintió.

  • Te quiero, mi niña. No lo olvides y, ya sabes, a por ello. - Belén asintió tragándose las lágrimas.

Javier sacudió la mano en señal de despedida mientras el taxi arrancaba. Belén lo siguió con la vista, mirando como Javier se volvía hacia atrás y le seguía diciendo adiós.

Mas tarde Javier, sentado en el AVE camino de Valencia, estará pensando con quien había hecho el amor Belén. Con él no. Estará seguro de eso. Con él follo cuando todo acabo en desastre. Luego, aquella forma de hacerlo no era la habitual entre ellos. El solo había sido un instrumento para que ella volviera a hacer el amor con Luis. Sonreirá pensando que acertó Maca cuando le sugirió, enfadada, que le hiciera recordar todo el rato a Luis. Belén se podía engañar si quería, pero a él no podía engañarle. Luis seguía teniendo todo el corazón de Belén.

Belén Suspiró, viendo el taxi desaparecer en el trafico. Giró y empezó a caminar. Abadón iba al encuentro de Némesis. Era hora de enfrentarlos.


Un cuarto de hora antes de las doce Belén se encontraba en la esquina frente al portal del edificio de la notaría. Miraba a derecha e izquierda por una parte buscando a Blanca, su abogada, y por otra parte temiendo ver aparecer a Luis. Estaba nerviosa y se le notaba. Se movía indecisa, cambiaba de postura continuamente. Respiro profundamente intentando calmarse.

En su cabeza Belén se repetía una y otra vez -vete vete vete- pero parecía enjaulada en aquella esquina. Casi daba vueltas como una fiera de circo en su estrecho encierro mientras seguía oteando a su alrededor. Frenó su movimiento cuando vio a Blanca caminando, por la acera de enfrente, hacia el lugar de reunión.. Ella la vio y levantó un poco la mano en señal de reconocimiento. Belén apenas inclinó la cabeza. Cuando estuvieron juntas ambas se dieron dos besos en las mejillas.

  • Bueno, ya estamos aquí. - dijo Blanca - ¿Qué tal estás?

  • Puedes imaginar.- contestó. - ¿Cómo va a ser?

Aunque obviamente Blanca no sabía toda la historia, pero si sabia lo necesario sobre el motivo del divorcio que se había estado negociando para que fuera de mutuo acuerdo y evitarse el proceso judicial. Belén, había sido muy expresiva y clara cuando se lo requirió. -He puesto los cuernos a mi marido cinco meses y pensaba abandonarlo, pero el tipo me dejó tirada como a un trapo usado. Mi marido lo ha descubierto y esto es lo que hay. Así que, divorcio, hubiera sido de cualquier forma. ¿Cambia eso algo?-

  • Bueno, a ver, subiremos y estaremos en salas separadas hasta que el notario nos pueda atender. Entonces nos reuniremos todos. Ahí tendrás que estar con tu marido, casi ex-marido.- fue relatando Blanca lo que ya le había explicado el día anterior – Primero se firmará la venta del piso. Será rápido. Se te abonará con un talón conformado. - siguió Blanca – Después ya vendrá la firma del divorcio y convenio regulador. El notario tiene que leer punto por punto y os exigirá que aceptéis cada uno de los puntos. Suele ser tedioso y, normalmente, los que se divorcian, quieren acabar cuanto antes. Después firmareis tu y tu ya ex-marido. Los letrados como testigos del acuerdo y el notario. A partir de ahí todo se ha acabado. Nosotros o ellos nos marcharemos por separado.

  • Ex-marido... sí... ex-marido – musitó Belén para si – ¿Te he dicho, Blanca, que nos casamos en San Gines? - miraba el empedrado de la acera mientras desgranaba ese recuerdo – Hacía un día maravilloso de primavera. Todo brillaba como si se estrenara para celebrar con nosotros. Cuando el coche me dejó en la puerta del Templo, imagina en plena calle Arenal, toda atestada, la gente que paseaba se arremolinó, me piropeó y me aplaudió.- Suspiró profundamente. - En casa tenemos.... en casa teníamos la foto de la boda delante del Greco que hay allí.- levantó la mirada con una sonrisa algo triste y algo cínica – La expulsión de los mercaderes del Templo. Tal vez fuera premonitorio, voy a ser expulsada al fin y al cabo. - respiró hondo ya callada mirando hacia el portón de la notaría.

Blanca le pasó la mano sobre la espalda frotando levemente intentando darle ánimos. Belén la miró. Forzó una sonrisa y asintió varias veces agradeciendo el gesto.

  • ¿Vamos? - preguntó Blanca. Belén asintió y cruzaron la calle camino del portón. A las doce menos cinco estaban ambas sentadas en una salita de espera de la notaría.

Pasaron quince minutos. Blanca ojeando algunos papeles de su cartera y Belén enfrascada en sus pensamientos. Una pasante les indico que le acompañaran a la sala de reuniones, que el notario estaría en cinco minutos. La pasante abrió una puerta. Belén seguía a Blanca entrando en la sala y se sintió morir. Estaba él ya allí.


Némesis, diosa vengativa, descarga tu espada sobre Abadón, angel de destruccion

Estaba él ya allí. Sentí como palidecía, como me temblaban las rodillas. Tuve que esforzarme para erguirme y andar detrás de Blanca por el lado contrario de la mesa de reuniones. La pasante me indicó que tenia que sentarme frente a Luis. Dudé deseando no estar allí. -No quiero no quiero-. Pensaba mientras me sentaba sin mirarlo. Creía sentir sus ojos fijos en mí, quemándome.

Agradecí cuando el notario entró en la sala, acompañado de otro pasante con varias carpetas. Cuando el notario se sentó en la cabecera de la mesa lo miré, sin querer viré la mirada hacia Luis. Él me miraba intensamente a los ojos. Sentí como las palmas de las manos me empezaban a sudar. Las escondí bajo la mesa y las froté contra los pantalones para secarlas. Solo había pasado un segundo y sin embargo tenía congelado el corazón. Aquella mirada fría y desaprobadora me iba a perseguir durante muchos días. Hay estaba mi Némesis

Mi particular Némesis. Con la balanza en una mano, donde reposaba nuestra vida en común. Por un lado, lo que él pensara que de bueno había tenido estar juntos, incluido nuestro Luisito. Del otro, todas aquellas cosas que yo, y solo yo, había acumulado en aquel platillo hasta llegar allí. Todas, las que él podía intuir, las que suponía y las que sabía, hasta llegar a esa última que terminó destrozando todo. Sus ojos me habían dicho mira cómo esta de descompensada la balanza. Cómo ese plato se hunde, condenándote. En su otra mano, la espada. Esa espada que me estaba matando desde hacía meses. Que me acabará de matar hoy. Lo peor. Lo peor es que mi Némesis tenía la venda levantada. No se cubría los ojos y me miraba escrutando mi alma con frialdad y desaprobación.

No escuchaba al notario desgranar las condiciones de la venta del piso. De aquel piso que con tanta ilusión había comprado, pensando que ese sería mi hogar, nuestro hogar. Mi remanso de paz. Mi refugio. Para que, al fin, fuera solo el lugar donde acabé de terminar de destruir lo poco que había creado de bueno durante nuestro matrimonio.

Blanca me tocó levemente el brazo volviéndome al lugar donde estaba. El notario me tendía los documentos de traspaso de propiedad. Debía firmar. Maquinalmente saqué del bolso, la pluma estilográfica. Sin mirar a nadie firmé donde se me indicaba. Luego la otra copia, ya con la firma de Luis estampada. Me perdí en los trazos que tan bien conocía y acabé firmando en el lado que me correspondía.

Me retiraron los documentos de compra/venta. El notario me entregó un talón conformado a mi nombre por la cantidad acordada. Ni lo comprobé. Lo doble por la mitad y lo metí en el bolso, dentro del bolsillo, para que no se extraviara. Al hacerlo toqué unas llaves. Las saqué entre los dedos. Tres llaves engarzadas por un llavero de plata. Las puse sobre la mesa, cubiertas por mi mano, y se las deslice, atravesando la mesa, hasta que quedaron delante de Luis. Entonces sí que lo miré. Vi su cara sorprendida. Como las recogía y miraba el llavero. Ese medio corazón partido de plata que él me había regalado, ya ni me acordaba cuando. Ese medio corazón al que le faltaba su pareja que, si no lo había desechado, estaría en su bolsillo engarzando su propio juego de llaves. Al menos su mirada, cuando la levantó, no fue tan heladora como la primera.

  • Pasemos al segundo asunto. Les ruego que intenten mantener la compostura en este acto. Seré lo más breve posible. Primero daré lectura al acuerdo de divorcio de mutuo acuerdo entre ustedes. Después al convenio regulador de dicho divorcio. Debo recordarles que, tanto el acuerdo de divorcio como el convenio regulador no son firmes, hasta que estén registrados en el registro civil. Aun así tengo que informarles que, en caso de litigio posterior entre ambos, la fecha de la firma de estos documentos se considerará fecha de inicio del divorcio.

  • También debo recordarles que este divorcio es sólo y exclusivamente a efectos del derecho civil y, ya que ustedes se casaron por el rito católico, no tiene extensión al ámbito canónico. Si no tienen nada que preguntar podemos empezar.

Ante el silencio de los presentes el notario empezó a desgranar “A tantos de tantos en Madrid. Reunidos ante mi por una parte Don Luis Antonio Betancourt y Pastrana, de nacionalidad Uruguaya y de estado civil casado, con tarjeta de residencia num que exhibe y retira. Por otra parte Doña Belén Suárez Ripoll, de nacionalidad española y de estado civil casada, con DNI núm que exhibe y retira. Que declarando ambos estar casados entre ellos desde … y deseando ambos cesar dicha relación de acuerdo con....

Ya no estaba escuchando. Me había perdido en mis pensamientos más oscuros. Apenas retazos llegaban a penetrar en la coraza de temor, desilusión y desesperanza que me envolvía. Solo palabras como cesando en la convivencia. Divorcio efectivo. Por el deseo de ambos. Llegaban a penetrarme como agujas clavándose en mi piel.

  • Sra Suárez .¿Confirma usted estar de acuerdo en el divorcio? Qué se produce en este acto.- preguntó el notario. Me tome mi tiempo, pensando que pasaría si decía que no, hasta que asentí varias veces con la cabeza

  • Sí, estoy de acuerdo- me oí decir mientras me gritaba no no no

  • Sr. Betancourt. ¿Confirma usted estar de acuerdo en el divorcio? Qué se produce en este acto.- Le escuché un firme y seco -Sí, estoy de acuerdo-. Que me hizo temblar.

Ya está pensé. Némesis ha dictado mi sentencia y la ha ejecutado. La espada ha caído, nos ha cortado. La balanza está vacía y el ángel destructor se precipita con sus obras a su reino en el abismo.

Tras las firmas, la lectura del convenio, aunque tediosa no me produjo más que un malestar continuo, excepto el punto sobre la patria potestad y tutela sobre mi hijo Luis, que me atravesó el alma. Era como si todo lo que había sido mi vida se repartiera y vendiera en almoneda pública.

Obviamente firmamos el convenio, con eso terminó todo. Ahí se habían acabado seis años de matrimonio. Lo único bueno que dejaba atrás era mi hijo, porque sabía que, al cortar la espada, el niño había quedado del lado de Luis.

Ni me despedí. Apenas un estrechamiento de manos con Blanca y un hablamos más tarde. Salí como alma que lleva el diablo. Erré sin rumbo varias manzanas ya con los ojos arrasados y aguantando las ganas como podía. Me detuve un momento, intentando orientarme. Gire tomando la calle de Francisco Silvela y en un jardín busqué una terraza y me senté. Me sentía totalmente agotada y desmoralizada. Como si me hubiera perseguido una jauría de perros.

Después de pedir un cortado busqué el teléfono y le mandé un mensaje a Javier. -“Todo ha acabado. Ha sido horrible. No he hablado con Luis. Me siento una mierda. Ojalá estuvieras aquí conmigo.”- Tomé un sorbo del café, sin quitar la vista de la pantalla, esperando la contestación de Javi, cuando un hola me sobresaltó, al punto de casi tirar el contenido de la taza. Buscando la voz giré la cabeza y eleve la mirada. Me sentí palidecer, aunque ya sabia a quien iba a encontrarme..

Allí estaba mi Némesis, contemplándome, con los mismos ojos fríos como témpanos.


Némesis, tú, Señora de la Venganza y Justicia, asísteme en mi Venganza.

  • ¿Qué haces aquí? -me susurró, mientras metía el teléfono en el bolso apurada.

  • Casualmente tengo el coche en el parking ahí enfrente- le dije señalando hacia la entrada del parking en la acera de enfrente. - La veía abatida y nerviosa, seguramente por mi presencia.

  • No quiero incomodarte, pero al verte he decidido acercarme. Hay algunas cosas que quedan pendientes.

  • ¿Qué cosas? - preguntó mirando hacia su taza.

  • Varias. Entre otras cosas que quieres hacer con los muebles y demás que hay en la casa. No quiero quedarme nada de lo que hay allí. Son tuyos.- la verdad, mi voz sonaba seca y estaba además bastante cabreado por todo. - Ella asintió levemente murmurando para sí.

  • ¿Qué dices? - le pregunté molesto por no oírla. Levantó la mirada y me lanzó una mirada de odio que hacía años no me había mostrado. La misma que aquel maldito día en que rompimos siendo novios.

  • Que ya veo que no quieres nada mío. Menos mi hijo. - escupió con rabia.

  • Mira Belén. No me busques las vueltas porque, ante mi asombro, has sido tú la que no has querido nada de Luis. - me senté sin más, aguantando mi cólera, frente a ella e hice un gesto de que no quería nada a la camarera, que se acercaba a preguntar. Que cara me vería que se dio media vuelta inmediatamente. - Seguramente a tan buena madre, que hace tres meses que no se digna hablar con su hijo, le molestaba mucho tener cerca a un niño que le impidiera seguir disfrutando de su diversión.

La cara de Belén era una máscara de dolor. En realidad yo sabía que la razón era su profesión. Pero no estaba dispuesto a levantar la presión ni un instante. Ya no.

  • Eres un hijo de puta.- masculló con los ojos entrecerrados. Escupiendo las palabras.

  • Pues nada, seguro que lo soy – le repliqué – después de todo, quién mejor que una puta para distinguir a los hijos de sus compañeras.

Se tiró hacia atrás contra el respaldo del asiento como si la hubiera abofeteado. Enrojeció hasta que su cara se volvió carmesí de rabia.

  • ¿Me estás llamando puta? - masculló removiéndose en el asiento a punto de levantarse.

  • ¿No te lo has llamado tu? ¿Nunca has dicho lo puta que eras? Creo que sí. Creo que más de una vez has dicho que eres una puta. - se congeló. Me miraba de hito en hito. Sus manos temblaban – A mí no me lo has dicho, claro, pero a otros sí. ¿No es verdad? - le sonreía cínicamente, lanzándole verdades que tenían que dolerle. - Aunque ahora que pienso... A mi también. ¿O no te acuerdas de aquella puta que me regalaron? ¿Cómo se hacía llamar? Estrella... Eso era... Estrella. ¿No es así? -

  • Jamás creí que me echarías eso en cara. - susurró temblando entera. - Jamás. Eso fue un juego para conquistarte. Nada más.

  • Cierto, cierto... Es verdad... Un juego tuyo para conquistarme. Un juego, el hacerte pasar por puta, para robarme el corazón. Sí. Ya ves, Belén, me has mentido desde el primer día que te conocí. Desde el primer día. Toda mi puta vida me has estado mintiendo. Toda. - ya no sentía rabia, ni cabreo. Estaba sintiendo dolor por mí mismo y también por ella. Pero no me iba a detener. Al menos que encarará la realidad. Mi realidad y la suya.

  • ¡Eso es mentira! Yo nunca te he mentido. - susurró mirándome, pero con la mirada perdida Empezaba a palidecer ostensiblemente – Nunca, nunca te he mentido.

  • ¿Que no me has mentido, Belén? ¿Pero realmente piensas que soy imbécil? Me has mentido desde el primer día. Me has mentido por acción o por omisión. Me has mentido cada vez que no me debas excusas tontas. Me has mentido cuando me decías medio verdades. Me has mentido siempre, Belén, siempre.

Ella negaba, mientras desgranaba esas palabras, apretando y frotándose las manos susurrando – No... No... No... -

  • Pero está claro. Yo soy Luis. El imbécil ese que te esperaba en casa. ¿Verdad? El que no se enteraba de nada. El que daba por buena cualquier cosa que le dijeras. ¿No?. Mientras tanto tu... Tu venga con tu preciosa teoría de que el sexo, es solo sexo si no hay amor. ¿Verdad, Belén? ¿Verdad? ¿Cuántas veces aplicaste esa bonita teoría, que te permitía autoconvencerte que eso estaba bien, durante estos años? ¿Cuántas?

  • Eso te lo inventas tú – sus ojos brillaron por instante rabiosos de nuevo.

  • Pues sí, es verdad. Hace tres meses sí te lo hubiera dicho, estaría inventando. Pero tú no sabes la cantidad de gente, entre ellos tus amigas, que son capaces de dar detalles de todo lo que has estado haciendo durante estos años. ¡Por Dios Belén!. Si hasta me han escrito sobre tu amiguito de Toledo... Tus amigos... ¿Te queda alguno?... Menos Javier, claro. Te tenían muchas ganas tus amigos y amigas, Belén. - ella abrió la boca asombrada. Tardó en reaccionar

  • Todo eso es mentira. Mentira. Te lo inventas. -

  • Pues hasta es posible. Ya no importa mucho. ¿Verdad? Ahora es un pasado que quiero olvidar cuanto antes. Pero aun así, sí es todo mentira, no cambia que se que me has mentido desde el principio. Me querías mentir aquella maldita mañana, hace tres meses, como me mentiste hace mucho más tiempo. - ante mi la imagen de una mujer anonadada, hundida. Pero aún intentó defenderse..

  • Ya te he dicho que, lo de pasarme por puta, fue una forma de acercarme a ti. Horrible pero fue eso solo. - susurró tan bajo que apenas pude oírle.

  • ¿Solo esas dos? ¿No? .- ella asintió despacio - ¿Seguro Belén? ¿Seguro? - volvió a asentir. Me reí. En realidad lance una carcajada hiriente. Me salió. Sin intención de agredir, pero me salió.- Sigues mintiendo Belén. O peor, te quieres mentir tu. Porque, que me consideras un imbécil, ya lo sé.

Me miraba con los ojos abiertos. Por primera vez vi que tenía los labios casi abiertos y pálidos. Jamás la había visto tan pálida. Como si toda la sangre hubiera desaparecido de su piel. Pero seguía rabioso. Cada vez más. Comprobando que seguía pensando que yo era imbécil de nacimiento.

  • Te voy a recordar, Belén. Ya que la cosa está así... Te voy a recordar. - hablándole bajo, acercándome a su cara, inclinándome hacia adelante. - ¿Tal vez se te ha olvidado el día que rompimos siendo novios? - callada mirándome, de repente ella tembló entera. Toda. Todo su cuerpo.

  • Veo que sí recuerdas. Ese día que te esperaba frente a tu casa. Ese día que te bajaste a duras penas del taxi. Que casi caes desplomada al pisar la acera. Ese. Ese, en que el taxista me dijo que había querido llevarte a un hospital y que te habías negado. ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas Belén? - mientras hablaba seguía pálida con los ojos abiertos y se había llevado las manos a la cara tapándose la boca.

  • ¿Te acuerdas Belén? Como te tuve que ayudar a subir a tu piso. ¿Como cada paso era un suplicio de dolor para ti?. Y ya en tu piso. ¿Te acuerdas como no querías que te tocara? ¿Que no querías que mirara que te había pasado?

  • Pero claro, no tenías ninguna posibilidad de evitarlo. Si no podías mover ni un dedo. Así que te desnudé. ¿Te acuerdas Belén? ¿Te acuerdas de lo que vi? - se balanceaba adelante y atrás sin parar como si estuviera en trance – Sí. Te acuerdas. Como para olvidarlo. Yo también, cómo si fuera hoy. ¡Cómo si fuera hoy!. ¿Quieres que te lo recuerde? El cuerpo de mi novia estaba surcado por mil marcas rojizas, alguna sanguinolenta. Azotada de forma brutal. Toda. Pechos, estomago, vientre y ¿La espalda?. La espalda, era simplemente una inmensa mancha roja. Cruzada a cintarazos una y otra vez. ¿Verdad Belén? ¿Verdad?

Me detuve un momento para pasarme la lengua por la boca reseca. Ella no había parado de moverse, balanceándose adelante y atrás. Seguro perdida en el recuerdo.

  • Pero lo peor era tu culo. Todo morado. Una mancha morada que se extendía al principio de los muslos y subía casi hasta los riñones. Vaya si te habían dado duro allí. ¡Hasta hartarse!.

  • ¿Te acuerdas que te pregunté? Sí, me lo dijiste. He vuelto con él. ¡Con el puto sádico!. Sí. Me habías jurado mil veces, cuando empezamos a salir, que nunca volverías. Pero habías vuelto. Y no me lo dijiste con arrepentimiento, me lo dijiste mirandome con odio y, joder, retándome.

  • ¿Te acuerdas que no te recrimine nada? No, no te recrimine nada, mientras repartía crema por todo tu cuerpo para que te aliviara un poco el dolor. Solo para que te aliviara un poco tu dolor Belén.

  • Solo te hice una pregunta. Te pregunté si había pasado algo más. ¿Qué me contestaste Belén? - ella no decía nada.

  • ¡Belén. ¿Que me contestaste?!- casi le grité. Se sobresaltó y volvió a la realidad mirándome.

  • Que nada, porque nada había pasado. - me dijo con voz monótona lenta. Yo asentí

  • Sí, eso me dijiste... Eso... Solo te añadí que tenías que terminar ya con aquella locura. - mi voz se había vuelto un susurro – Tu... Me contestaste, girando la cabeza para mirarme con odio, algo así como que eras así y que si no me gustaba que me largara y que me dieran por culo. ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas? - ella volvio a estremecerse entera, inmóvil en ese momento, casi hierática.

  • Me marché, sí. Me marché pensando que era definitivamente. Maldita. Me marché... Después de haber visto tu coño inflamado, de tanto haber sido usado, y tu culo reventado. ¿Me oyes Belén? ¿Me oyes? No había pasado nada. ¿Verdad? Nada. Solo un pequeño detalle sin importancia. Que te habían follado como a una... Bueno es igual... Y te habían violado el culo, Belén, porque eso era una violación. Porque claro, no sabías que hasta habías sangrado.

  • Así dime ¿Me has mentido más o no? - me eché atrás reposando mi espalda en el respaldo, resoplando, intentando rebajar todo el odio y toda la rabia que sentía en ese momento. No por el puto divorcio. Ni por su folleteo con el tipo ese. No. Por la mentira, por la mentira de entonces y de ahora. Ella estaba boquiabierta. Seguía tan pálida como antes o más. Susurraba, no hacia más que susurrar

  • Lo sabías... Lo sabías... Todo el tiempo lo sabías... - empezó a balancearse de nuevo, apenas unos centímetros, pero más rápido mucho mas rápido

  • Supe más Belén. Tu amigo el sádico disfrutaba mandándome cosas, fotos sobre todo. Supongo que, ademas, tu le diste mi teléfono. No quiero pensar que ademas te divirtieras escogiendo las fotos que ese hijo de puta me mandaba. Pero, para entonces, después de ver un par de esas fotos donde eras un despojo humano, ya no eras nada mío. Eras solo una adulta que se entregaba a un sádico. El resto ni las miré. Pero no sabes como me arrepiento, cada día desde entonces, de haber cogido tu llamada un mes después de romper. Aún si cierro los ojos oigo tus gritos y lamentos y como pides más por favor, suplicando. Y como me gritas, llamándome por mi nombre, diciéndome que te estaban rompiendo el culo en medio de tu llanto y dolor. Supongo que te lo hizo decir. Así que intenté olvidarte. Pero está claro que no lo conseguí. ¿Verdad? - no supe ver que su crisis empezaba o se desataba . Estaba tan concentrado en mi rabia y mi odio que no me fijé.

Belén se había llevado las manos al pecho y empezaba a jadear como si no pudiera respirar. Se iba inclinando sobre la silla hasta caer al suelo. Me levanté asustado. Me incliné sobre ella. Jadeaba. Consiguió decir -corazón corazón.- Empezó a estremecerse. Se llevó la mano al brazo izquierdo gimiendo diciendo -duele duele-.

Llame al 112. Grité que mandaran una UCI móvil porque mi mujer estaba teniendo un ataque al corazón. Los minutos me parecieron horas mientras arrodillado a su lado le susurraba palabras tranquilizadoras oyéndola respirar afanosa a toda velocidad. Al fin la sirena de la ambulancia se fue acercando.

Allí mismo en el suelo de la terraza le hicieron un electro y le tomaron constantes. El médico me preguntó si la conocía.

  • Soy su marido- le dije.

  • Bien. La vamos a meter en la unidad y le haremos otro electro antes de decidir. Allí me quedé. Mirando la chapa del vehículo del SAMUR. Hasta que salió un enfermero.

  • Perdona. Tu mujer, ¿Qué hospital tiene?

  • Gómez Ulla. Es médico militar.

  • Médico. Vale. - se volvió a meter en la UCI

A los cinco minutos bajó de nuevo dejando la puerta lateral abierta. El médico estaba inclinado sobre ella. Le hablaba.

  • Mire Doctora. Todo está bien. No es un infarto. Está bien. Ha sido un ataque de ansiedad de caballo. Nos la llevamos al Gómez Ulla para que la controlen mejor. Tranquila, tranquila. Ahora hablamos con su esposo. Tranquila.- Ella tenia vuelta la cara hacia mi. Me miraba. Nunca olvidare esa mirada de miedo. El doctor se dio la vuelta y salió.

  • Bueno. Creemos que es un ataque de ansiedad. Un ataque de pánico. Le hemos puesto un sedante. Nos la llevamos al Gómez Ulla para que la chequeen bien. Le podrán dar información allá. Estese tranquilo, de verdad, es lo que le digo.

La ambulancia encendió luces y sirenas y dio media vuelta en dirección al hospital.


Luis esperaba en urgencias a que le dieran más noticias de Belén. Dos horas después le dejaron pasar al box donde ella estaba enganchada a un gotero.

Al entrar, Belén lo miró y se le llenaron los ojos de lágrimas y le volvió la cara.

  • Lo siento Belén. Yo no quería que te pasara esto. Lo siento de verdad. -- cerró los ojos arrepentido. Ella lloraba sin querer mirarle. Luis apoyó la mano suave encima de la sábana hospitalaria a la altura de su tobillo.

  • Olvida todo lo que te he dicho Belén. Es pasado. Ya no es nada. Si necesitas cualquier cosa... Llamame... Haré lo que pueda por ti. - se dio la vuelta para marcharse. Estaba a punto de abandonar el box cuando la voz de ella le detuvo y le hizo girar para mirarla

  • Luis.- le estaba mirando. - Lo siento. Siento haberte mentido así, siento haberte mentido toda mi vida. Siento haberte hecho tanto daño. - ella se volvió a girar y la oyó sollozar.


Tres horas después Belén tiraba su bolso encima de la cama del hotel. Sacó las pastillas del bolsillo de la chaqueta.

  • Ansiolíticos... tiene ovarios la cosa.. ansiolíticos. -Tiro el blister al lado del bolso.

Se sentía muerta. Muy, muy muerta. Pensativa se fue desnudando y se metió en la ducha. Dejó el agua correr sobre su cuerpo. Pensaba. Pensaba con tranquilidad. Tal vez por los calmantes recibidos no tenía ganas ni de llorar.

Luis tenía razón. Había sido duro, pero tenía razón. Siempre pensaba que él no se enteraba de nada de lo que ocurría, que no le daba importancia. -Qué tonta fui. Qué tonta.- Pensando en el daño que le había hecho desde que empezaron a salir. Una tras otra, una tras otra. Aun ahora se daba cuenta, que la mentira permanecía entre ellos, porque no había averiguado toda la verdad. Que antes de aquella paliza, quince días antes, ya había estado con él recibiendo una sesión, donde no hubo sexo completo, a la que se entrego voluntariamente.

Pero fue tan, tan impactante saber que él se había dado cuenta aquel aciago día de todo lo que le habían hecho. De saber que sabiéndolo no le reprochó nada. De aguantar sus insultos, a pesar de sus cuidados. De cómo aquel hijo de puta encima le había mandado fotos y fotos, sin que ella supiera nada. De cómo le había oído gritarle que le estaban follando el culo, azuzada por él, sin saber que él había llamado a Luis con su teléfono. -¿Cómo, cómo, cómo lo había soportado?¿Cómo no le había escupido en la cara cualquiera de las veces que se vieron después?

Pero no solo era eso. Lo que más le abrumaba es que había vuelto con ella. Sin preguntas, sin reproches. Sin decir nada. ¿Cómo podía mirarla sabiendo lo que había hecho estando aún con él y después?¿Cómo podía acariciarla, besarla, amarla sabiendo que le había traicionado?

-Si los tranquilizantes no funcionaran estaría bien jodida, hecha un mar de lágrimas- pensó. Así, analizaba cada gesto de Luis. Cada mirada. Cada silencio durante tantos años. Sabía que no solo le había traicionado aquella noche. Le había traicionado muchas veces. Muchas, muchas. Tenia razón Luis, escondiéndose en la excusa de que sexo era sexo sin nada más. Un rato de disfrute y una sucesión de orgasmos que la relajaban. ¿El? Para qué preocuparse. Solo era sexo. Se lo había dicho muchas veces. Claro que, una cosa era decirlo y otra decirle que lo hacia. Pero ¿Él le había dicho lo que pensaba de eso?¿Intento ella siquiera averiguarlo?

Empezó a sentirse culpable. Culpable por cada vez. Culpable por cada silencio. Por cada, fuimos por ahí a tomar unas copas. Culpable por cada jadeo y gemido en cualquier esquina oscura, asiento trasero de coche, cama de hospital u hotel. Y una sensación de vergüenza se fue acumulando en ella. De vergüenza y dolor por lo que habría sentido Luis si hubiera conocido lo depravada que había sido.

Parar rematarlo, sí, rematarlo a él, le dijo que se había enamorado. -¿Enamorada? Estúpida. ¿Enamorada? Imbécil.- se decía con las manos aguantando su cabeza, sentada desnuda en la cama. - Otro calentón. Otra excusa. Eso había sido.- Se lo quiso creer. Y se lo creyó. Luego la realidad la despertó.

Se dejo caer sobre la cama. ¿Y ahora?. Luis la había enfrentado a ella misma. Pero ahora Luis ya no estaba. Ahora sabía lo que Luis pensaba de ella. Lo que hacía años, tantos años, pensaba de ella. Se dejó caer sobre la cama. -Jamás, jamás, jamás volverá a acercarse a mi. Ya no. Ya no puede.- Le había dicho todo lo que sabía de ella. Todo lo que ella había tratado ocultar y él sabía. Cada vez que la mirara él pensaría en todo lo que le había dicho a ella. Ya no podía obviarlo.

-Bueno. Los ansiolíticos estaban dejando de funcionar- pensó Belén notando las lágrimas deslizarse por sus sienes. Pronto sentiría todo el remordimiento mordiéndole. Lo malo es que ya no sería el remordimiento por lo que había pasado. Sería el remordimiento por toda su vida en común. Y lo temía. Temía como la destrozaría cuando todo lo que sentía dejará de estar amordazado por la medicación.

Se medio incorporó y acercó el bolso. Sacó el teléfono y buscó el contacto de Javier. Le empezó a mandar un mensaje de voz.

  • Javier.... al final si he hablado con Luis. Nos encontramos por casualidad en una terraza – ahí acabó su calma. Se rompió. Lanzó un desgarrador quejido mientras su alma se rompía pensando en Luis – Lo sabe todo Javier. Lo sabe todo. Desde que pasó. Lo sabía. Todo este tiempo lo sabía. Me odiara mientras viva. - iba diciéndole con voz entrecortada por el llanto.- Cuando escuches esto no me llames, por favor no me llames. No sería capaz de hablar contigo.- lanzó un largo suspiro -Pero sabes lo peor Javi.. lo peor de lo peor... Es que he necesitado esto para entender que lo quiero. Lo quiero Javi. Lo quiero con toda mi alma. Qué absurdo todo ¿Verdad?- cortó el mensaje de voz y tiró el teléfono a su lado en la cama.

  • Lo quiero – susurro para sí – y no se como castigarme. por todo lo que le hecho y, además, hacer que se aleje tanto de mi, que no pueda volver a hacerle daño, Javi.- como si aun estuviera hablando a su amigo.


Anochecía cuando Belén dejó de cavilar y se incorporó. Se obligó a levantarse y vestirse después de decidir que necesitaba algo más que una copa. Que necesitaba terminar tan borracha que no recordara ni su nombre.

Terminó yendo por los tugurios que antes frecuentaba. De su época de La Enagua. De su época más oscura. Recordando a cada paso lo que había sido.

En El Sol, una cafetería de trasnochadores, se sentó a tomar una copa. Como no era tarde apenas había cuatro parroquianos y un grupito haciendo jaleo junto a la barra preparándose para la fiesta. Nadie reparó en ella. Nadie repara en una mujer vestida sobriamente sin maquillar. Se sentó en una mesa apartada y pidió un Baileys con hielo y un cortado. Estaba probando la copa cuando en la cafetería entraron dos mujeres y un hombre. Ellas sí se hacían notar. Faldas bien cortas. Tops apretado. Maquillaje intenso. Ruidos de pulseras. Y risas. Muchas risas. Se sintió incómoda y se dio un giro para no verlas.

  • Perdona. ¿Eres Mabel? - el escalofrío le recorrió toda la columna vertebral sintiendo que el pasado regresaba. Miró hacia el hombre que le había hablado. - Si claro que lo eres. Soy Pedro... pedrito... te acuerdas de mi.- sonreía encantado de sí mismo – Hemos compartido más de una copa y algo más en La Enagua - para qué mentir: Estaba cansada de mentir

  • Sí, te recuerdo Pedro. Sí. De La Enagua. Pero ya no voy por allí.

  • Lo se, lo se. Yo sigo yendo. Ya me contaron que Braco te puteó.- le dijo sonriendo- Oye... Estoy con unas amigas. ¿Quieres venirte con nosotros a divertirte? Lo pasaremos bien.

  • No es un buen día para mi.- Le contestó Belén.

  • Bueno chica. Si hoy no te apetece vale. - dudó un momento - ¿Te gustaría venir mañana con nosotros a El Cigarral?.

  • ¿El Cigarral?-

  • Sí mujer, El Cigarral... Ese sitio nuevo del que se hablaba que iban a abrir. Pues lo han abierto. - sonrió - es un sitio light para mi gusto. Aun así soy socio. Te puedo invitar para que lo veas.

  • Hace mucho tiempo que no estoy en el mundillo, Pedro. No se de que me hablas. ¿De qué va?

  • ¿De qué va a ir, Mabel?- sonrió cínico

  • Entonces, no creo que me interese Pedro.

  • Bueno. Piensatelo. A ver. Si al final quieres venirte. A las siete pasaré por aquí. Si te apetece al final venir, ya sabes. A las siete. Si no estas puntal... Pues que te vaya bonito. ¿Vale?

  • Vale Pedro, pero no me esperes.

  • Piensalo. El sitio te impactará, aunque solo sea por la visita. Esta genial como lo han montado. Ademas, aunque digas que ya no estás... Quien ha estado una vez, está ya siempre. Bueno niña. Un besazo. Que gusto volverte a ver.

Pedro se inclinó y sin más le dio un beso metiéndole la lengua entre los labios. Era la costumbre de usarla... de poseerla. Tan arraigada que le salio sin pensar. Ella sintió asco. Un asco profundo, no tanto por él como por ella. No respondió al beso.

  • Nos vemos mañana preciosa.- se giró yendo hacia sus amigas. En el último momento volteó la cara y dijo - Recuerda... A las siete... Vestido de cóctel para las señoras.

Asqueada pensando que rápido resurgía el pasado, sin ganas de más, regresó hacia el hotel pensando en cenar allí. Sentada en una mesa en un vacío comedor comía sin degustar una ensalada tibia. Acompañada de una copa de vino rosado.

  • Hola ¿Que tal?- le dijo un hombre de pie frente a ella. Un tipo entrajado, cuarentón con un vaso de tubo en la mano derecha y la mano izquierda apoyada con confianza en el respaldo de la silla que había frente a Belén. Queriendo resaltar el reloj que lucía. No le dijo nada. Le miró un instante y volvió a su ensalada. - Oye tía... Veras.. - Belén levantó la ceja ¿tía? - Estaba tomando, ahí en la barra, un copazo y te he visto aquí muy sólita. Yo también estoy solo. Así que he pensado que podíamos hacernos compañía y luego lo que se tercie. ¿Qué te parece preciosa? - Belén levantó lenta la mirada y lo fue mirando desde los zapatos hasta el pelo pincho que lucía en un peinado juvenil absolutamente ridículo. Masticó el trozo y lo deglutió. Fijó la mirada en los ojos del tipo

  • 2000 - masculló. Volvió a su comida.

  • ¿Como? - dijo el hombre desconcertado

Cogió la copa sin mirarle le dijo

  • 2000 y la cama. Este hotel es caro. Si quieres algo más especial 3000. Por adelantado.- lo miró y sorbió de la copa. El hombre la miraba con cara de estupor.

  • Pero, ¿Eres una puta?-

  • La mejor. - dejó la copa en la mesa. Sonrió cinicamente - Ni te imaginas cuanto.- el parecía no saber dónde meterse. Al final solo se dió la vuelta y se marchó. Belén pensó que no le había mentido

Belén se limpió los labios. Se levantó y fue hacia recepción. Al pasar al lado del camarero le deslizó 10 euros mientras le decía lo excelente que había sido la cena.

Cuando entró en la habitación se desnudó rápidamente. Después de hablar con aquel tipejo necesitaba limpiarse. Se metió bajo el agua helada. Empezó a tiritar. Resistió el deseo de mezclar agua caliente.

Resopló anticipando el desastre. Bajó su mano y sus dedos empezaron a acariciar sin pensar en nada. Se detuvo. Hasta que los ojos verdes desaparecieron. Bufó bajo. Reinicio la caricia rodeando suavemente el pequeño botón, casi desaparecido. Intentaba pensar en la última vez que disfruto en una ducha. En su mente los malditos ojos resurgieron. Se quejó desesperada. Cerró el agua y salió.

  • Maldito... Malditos ojos verdes... Maldito- iba mascullando toda mojada marchando dando vueltas al baño.- Dejadme en paz, dejadme en paz.

Aun mojada se tiró sobre la cama boca abajo. Se removía inquieta. Cerraba los ojos y los veía. Los mantenía abiertos y los imaginaba.

Quiso rememorar la mañana con Javi. Lo imagino entre sus muslos. Comiéndola. Diciéndole cosas que no quería oír. Su mano buscó de nuevo entre sus labios. Los dedos rozaron, imaginando la lengua de Javier acariciándola. Su excitación empezó a subir y subir a medida que rememoraba aquellos momentos.

Se Imaginó de nuevo tirando de su cabeza, atrayendole sobre ella, mientras su dedo castigaba el botoncito que ya asomaba entre los pliegues. El recuerdo del contacto de su polla contra su muslo mientras subía sobre ella. El roce contra los labios. El deseo de acogerlo por más que siguiera hablando.

Entonces recordó cómo abrió los ojos para ver a Javi mirándola, con esos ojos verdes tan bonitos, tan intensos, tan fríos, tan... Se congeló. Javi tenía los ojos castaños. y esos ojos que imaginaba... Esos eran verdes y le miraban. Le miraban... Le miraban. Vio los ojos verdes. Mirándola, mirándola, mirándola y sus dedos se volvieron a mover y gimió mientras empezaba a temblar. Ahogó un quejido mientras se arqueaba sintiendo placer en cada terminación nerviosa y su cuerpo se descargó envuelta, hundida, en aquellos ojos verdes.


Se levantó exhausta. Cómo si hubiera pasado toda la noche corriendo de un lado a otro. Sabía que había tenido pesadillas, pero no recordaba qué. Solo que le aterrorizaban.

Salió del hotel sin rumbo fijo. Bajó al metro, sin pensar, se encontró saliendo por la boca de su antiguo barrio. Apenas a dos manzanas de su casa. De su antigua casa. Iba andando como un trozo de metal atraído por un imán.

Se detuvo en la acera de enfrente de su puerta. Levantó la vista hasta el balcón. Aún estaba cubierto de plantas. Bajo la mirada por la fachada. Consultó la hora. Se pegó a un escaparate a su espalda para que la ocultara algo de la acera de enfrente.

-Se están retrasando. Va a llegar tarde – pensó fija la mirada en la puerta de la casa.

Se abrió. Salió la vecina del cuarto – Pilar – recordó. Pasaron otros cinco minutos hasta que por la puerta salió un niño corriendo, llamado por su padre que salió detrás. Belén se tapaba la boca con las manos para no gritar llamándolo. Luis se giró y corrió hasta cogerse de la mano de su padre. Empezaron a andar por su acera, seguidos por ella en la acera de enfrente, pegada a la pared de los edificios. Tras tres manzanas llegaron a la del colegio. El niño tiraba del brazo de su padre dándole prisas porque el resto de los niños estaban entrando. Luis se agachó y le dio un beso al chaval. Le pegó una cachetada en el culo y el niño salió corriendo.

Luis se metió las manos en los bolsillos. Toda la seguridad, que mostraba caminando con el chico, había desaparecido. Con los hombros hundidos y cabizbajo regresó por el mismo camino. Belén lo siguió sintiendo como la pena le embargaba. ¿En eso lo había convertido? Tanto daño. Tanto dolor. No solo ella se había destruido a sí misma. Lo había arrastrado a él.


Cuando Luis desapareció tomó la decisión de volver a Zaragoza. Sin esperar ni un día más. Había pensado llamar a Luis y decirle que quería estar por la tarde con el chico. Pero estaba claro que eso le haría daño a los tres.

Tomo un taxi y le indico que fuera al hotel Los Madroños. Mientras el vehículo callejeaba, ella miraba por la ventanilla sin ver. Contestaba con monosílabos al taxista. Parados en un semáforo ella vio en un escaparate algo que le llamo la atención. Pidió al taxista que parara, que se bajaba allí.

Se acercó al escaparate. “El corte italiano” se llamaba la tienda. Miraba atentamente un vestido negro, casi hasta la rodilla, con todo el cuerpo cubierto con arabescos de pequeñísima pedrería. -Vestido de cóctel – pensó – tal vez en ese sitio... El Cigarral... tal vez en ese sitio... tal vez, solo tal vez fuera el sitio donde poder ser castigada por todo el mal que había hecho. Y tal vez... la forma de que Luis nunca más se acercara a ella.

Entro en la boutique con paso firme.