Los misterios de la vida

Mi vida trascurría monótona en lo que se refiere al amor, en el colegio, no había tenido mucho éxito con mis congéneres del sexo opuesto, cuando llegue a la universidad de medicina, me centre tanto en mis estudios, que dicha parte no cambio mucho.

LOS MISTERIOS DE LA VIDA

Mi vida trascurría monótona en lo que se refiere al amor, en el colegio, no había tenido mucho éxito con mis congéneres del sexo opuesto, cuando llegue a la universidad de medicina, me centre tanto en mis estudios, que dicha parte no cambio mucho Era un estudiante modelo, con un gran porvenir y que ya antes de terminar, mi tutor intentaba guiarme en el mundo que pronto se abrió ante mi. Acabe en el que hoy en día es mi lugar de trabajo y mi segunda casa, el Hospital San Carlos uno de los mejores de mi país. Soy Carlos Grahant médico de urgencias e investigación y desarrollo, mi gran pasión. Había estado en prácticas en numerosos países, todos ellos en guerra o tercer mundistas donde la medicina era un bien escaso, sin ayudas tecnológicas y a veces sin apenas medicamentos, pero que me hacía sentir completamente lleno, pues tenía la sensación cuando regresaba de alguno de esos viajes, que había contribuido a cambiar el mundo, a mejorarlo, si, soy un soñador lo reconozco, bastante emprendedor y con una idea diferente de la vida, lo que algunos llaman "bicho raro" y por lo que otros me admiran, justo en este punto, mi vida cambio inesperadamente, encontré el que pensé que sería el amor de mi vida, estuve a punto de dejar mi residencia habitual para vivir junto a ella, pero un día Patricia desapareció de mi lado sin dejar rastro, sin un adiós, posteriormente supe que se había casado lo que acentúo mi distanciamiento con las mujeres, quede bastante marcado y me costo mucho rehacer mi vida, como siempre me refugie en lo único que controlaba, mi trabajo. Según las mujeres, entre ellas mi madre, soy bien parecido, alto, atlético, musculado, pues mi otra pasión son los deportes que forman parte de mi educación desde mi tierna infancia, aunque ahora la tendencia son los deportes de riesgo, tal vez por las sensaciones que me producen o simplemente como medio de evadirme de mi mundo y sus tensiones, mi pelo ya entrando en canas y largo, mi carácter distante y seguro de mi mismo, hacían de mi una persona realmente interesante y misteriosa. Pero debido a mi único amor, al que todavía no había podido olvidar y al trabajo, no prestaba demasiado interés en las mujeres que se hallaban a mí alrededor. Llego a mi equipo de investigación una nueva colega, tenía 36 años al igual que yo, venía con un currículum impresionante, estudios en Berkeley, ganadora del premio Wolf junto con un equipo prometedor, había viajado por África, India y Oriente, sobre todo China, esto último fue lo primero que me llamó la atención, cuando tuve en mis manos unos días antes de su incorporación su dossier. La foto que adjuntaba la mire con detenimiento, sus ojos verdes, sus labios carnosos y su rostro duro, con alguna arruga reflejaban la madurez y experiencias vividas. Eran las 09:00 de la mañana, cuando me hallaba en mi despacho y sonó la puerta. Pase, dije pausadamente. Nada más entrar la reconocí al instante, era Vera, su pelo había cambiado de forma, rubio, largo y liso la hacía más joven que en la foto y el aire duro de sus facciones era disimulado por su sonrisa. Me incorpore en mi asiento, era capaz de saber estar en casi todo tipo de situaciones, incluso en medio de una guerra mi pulso era firme si tenia que coser, abrir o seccionar, pero ahora mi torrente sanguíneo parecía una tromba de agua, me notaba nervioso y en verdad no sabía el motivo, todo mi equipo era casi en su totalidad femenino y había estado dirigiendo unos años el departamento de Recursos Humanos del Hospital, así que había realizado cientos de entrevistas como esta. La ofrecí asiento, la mire detenidamente como se sentaba, sus movimientos, la posición de sus manos y sin tener que hacerlo posé la mirada en sus piernas, subí despacio por su cuerpo recorriéndolo con la mirada hasta sus firmes senos, que no se hallaban aprisionados por sujetador alguno, lo que dejaba que sus pezones marcaran su forma en el suéter, cuando la mire a los ojos, atisbe en ella una sensación que me inquieto aún más, su sonrisa que intuí de complicidad me descoloco. Hola soy Vera Navarro, se levanto un poco de su asiento y me tendió su mano, que estreche suavemente notando una firmeza que me gusto, su perfume en ese instante llego a mi nariz, aspire haciéndolo mío, ella creo que hizo lo mismo, aunque supongo que mi ausencia de colonia en el trabajo no la dejo la misma sensación. Mientras hablamos no preste demasiada atención a sus palabras, ya la había aceptado en mi equipo el día que leí su currículum, pero eso ella no lo sabía. Sus movimientos posturales reflejaban la seguridad de una mujer que había luchado contra su imagen demostrando a lo largo de los años su capacidad profesional e intelectual en un ambiente hostil como era nuestra especialización. Estaba claro que Vera sabía mucho de mí, aunque yo huía de esa popularidad y conferencias que según el director del centro y amigo mío iban en contra de mi reputación, tenía un historial brillante reconocido a nivel mundial, por lo que mi querida colega estaba ansiosa por ser admitida en mi equipo. Para mi sorpresa, utilice este factor para alargar esos momentos a solas con ella en mi despacho. Alguna veces perdido en sus piernas, otras en sus pechos, y muchas en la profundidad de su mirada, acabe siendo descubierto, pero a diferencia de lo que creía iba a suceder, su sonrisa aumento en un gesto de seducción, aunque sus ojos reflejaron la negación de estar cansada de ser aceptada por su imagen. Cambie y borre mis pensamientos, me asenté en mi silla y modifique el curso de la conversación, volvía a ser el profesional frío y calculador, distante para el sexo opuesto. Cuando di por concluido la entrevista, su mano me devolvió a mis fantasías. Pasaron varios meses, compartiendo experiencias, operaciones conjuntas, sustituciones y guardias, en las que nuestra amistad se hizo creciente, ahora yo quizás por lo que sentía o por mi excesiva profesionalidad, era el que mantenía las distancias y ella la que poco a poco supe después, se sentía inexorablemente atraída por mi. Pasado el tiempo nos fuimos haciendo confidentes, amigos y colegas, cada día que pasaba intentaba estar más tiempo a su lado con cualquier pretesto, al fin y a cabo era su jefe, por lo que inventaba cualquier excusa para llamarla a mi despacho, hablar por teléfono e incluso algún viaje de trabajo. Fue volviendo a China con ella y parte del equipo para una campaña humanitaria, donde me di cuenta de la admiración y deseo que sentía por ella. Nada hubiera cambiado si ella no hubiese dado el paso, nunca habría sido capaz de romper esa barrera. Un día después de una complicada operación de más de 5 horas, acabamos en la sala de descanso, estábamos solos a las 3 de la madrugada, cansados, sentados tomando un café, se apoyo en mi pecho recostándose y su pelo cambio de lugar movido suavemente por la mano, su cuello quedo expuesto para mi, se hizo el silencio entre nosotros, ese tipo de silencio incomodo, del que muchas veces había huido, sus ojos se posaron en los míos, sus labios reclamaron mi boca, rodeo con su brazo mi cuello y me beso, al separarse, nuestros ojos se encontraron de nuevo y mi furia interna, reprimida todos estos años estallo de golpe, la bese con fuerza, nuestras lenguas jugaban mientras las manos recorrían nuestros cuerpos, la apreté sus pechos, a la vez que nos fuimos levantando sin despegar nuestras bocas, abrazados la empuje contra la pared, rompí su bata arrancando varios botones, nuestros ojos, nuestras bocas, todo nuestro cuerpo reclamaba pasión, amor, desenfreno y sobre todo esa noche, lujuria. La subí la camiseta aplastando sus senos entre mis manos, no dejábamos de besarnos y modernos. Follame Carlos, aquí, ahora, follame, me decía constantemente. Sus manos hábiles me habían despojado de mi bata, nos separamos y apresuradamente nos desvestimos mirándonos, uniendo de vez en cuando nuestros labios, no podía frenar, me daba igual el resto del mundo, el hospital, mi carrera, la arranque el tanga y empecé levantando su pierna a lamer con ansia su sexo, mientras ella tiraba con fuerza de mi pelo, la sujete de las caderas para mantenerla estable y para poder comer mejor su coño. Sus jadeos, y sus palabras me trasportaban. Tiro fuerte de mi pelo, y me dijo de nuevo, follame, follame. Me levante y mi miembro entro por completo, mientras sujetaba su pierna flexionada, se abrazo a mi cuello y su otra extremidad rodeo mis caderas, la sujete ambas piernas con mis brazos y la deje caer, hasta que mi polla se clavo entera sacando un grito de placer de su garganta. Si, si, si, sigue Carlos. Te quiero Vera, te quiero, Dios como te deseo. La dije. Mis vaivenes y sus movimientos apoyada contra la pared, nos llevo al orgasmo a la vez, ni siquiera me plante sacar mi miembro, y ella se apretó con fuerza, mientras los dos estallábamos al unísono en gritos, gemidos y placer. La sujete, nos miramos a los ojos y nos besamos, fue un beso largo, profundo, cargado de amor y deseo, pero yo quería más, sin soltarla ande hasta la mesa, ella arqueo su espalda hacia atrás hasta que no pude aguantar su peso y mi miembro aún erecto se quejo de la presión, la apoye en la mesa y de nuevo moví mis caderas con rabia, una y otra vez la penetre, con las piernas en alto sujetas por mis manos, mirándonos a los ojos seguimos gimiendo, sus pechos se movían arriba y abajo con cada empujón de mis caderas, ardíamos de placer, su cuerpo empezó a brillar al igual que el mío por el sudor, me tumbe encima de ella y me abrazo entre sus piernas, nos besamos de nuevo con furia, mientras nuestros movimientos rítmicos nos trasportaban al paraíso, lamí sus labios, mis manos se unieron a las suyas, en un gesto dominante la abrí los brazos con fuerza, bese su cuello, lo mordí, y lo empape con mi saliva, subí hasta el lóbulo de su oreja y lo mantuve apretado entre mis dientes, hasta que de su boca salio un gemido de dolor, chupe luego su oreja y de nuevo regrese a su boca, nuestros movimientos se incrementaron en deseos de llegar al orgasmo, apoye mis manos en la mesa, doblándome hacía atrás para incrementar la profundidad de la penetración, sus manos se aferraron a mi culo, clavando en el sus uñas, mis jadeos se mezclaron con los suyos. De nuevo sentí estremecer mi cuerpo y mi semen inundó su sexo, justo entonces se empezó a correr, me agarro y me suplico, no pares, por favor, sigue, sigue. Apreté los dientes por el placer, pues había terminado y era difícil continuar para mi, pero no me detuve hasta que dijo basta, nos quedamos tendidos en la mesa, ella meciendo mis cabellos y yo rendido vacío de todo pensamiento, nos besamos y un te quiero escapo de nuestras bocas. Nos vestimos lentamente, ella con la bata rota y sin ropa interior, lo que provoco bastantes risas y nos fuimos a los vestuarios, la acompañe a su coche y nos despedimos, con intención de vernos al día siguiente en el trabajo. Los días sucedieron rápido, cualquier descanso o momento a solas en el Hospital lo aprovechábamos como si fuera el último de nuestras vidas, las noches en su casa o en la mía empezaron a ser una constante. Un día decidimos exponerlo al mundo, a nuestros amigos y familiares, este tiempo me lo tome yo, no hubiera sido capaz de superar un segundo fracaso y ella fue muy compresiva al respecto, quizás demasiado, pero me quería, simplemente deseaba que yo fuera feliz y estuviera seguro de comprometerme. En mi casa se alegraron muchísimo, por fin su hijo iba a tener descendencia y sentar la cabeza. Mama que sólo vamos a irnos a vivir juntos. La siguiente pregunta era obvia. ¿No os casáis? Los padres de Vera fueron más sencillos. En el trabajo un día delante del equipo, después de una operación nos abrazamos y nos besamos, los aplausos no se hicieron esperar, las risas y felicitaciones nos confirmaron que lo sabían, supongo que era evidente. Ahora no hago nada más que recordar aquellos momentos a su lado, fueron los meses más felices de mi vida. Una noche la invite a cenar, elegí un buen restaurante de la ciudad, me pase toda la semana planeando esa noche. Con el pretesto del trabajo pude no acudir a casa y vestirme en casa de Ramón y Maria, unos amigos del Hospital, la recogí en el portal con nuestra canción preparada para sonar cuando se sentara en el coche, así entre besos y caricias oyendo nuestra música preferida llegamos al restaurante, el aparcacoches retiro mi BMW mientras nos introducíamos en el establecimiento, una cena romántica entre velas y vino distendida, con un sin fin de miradas cómplices, de que ella intuía que algo pasaba y yo que me reía de saber su incertidumbre, llegamos al postre, justo cuando más relajada estaba me plante de rodillas, saque la caja que había abierto todas las noches desde que la compre y la pedí el matrimonio introduciendo el solitario en su dedo anular. Su risa histérica pero comedida a la vez, así como las lágrimas que resbalaban por sus mejillas me dieron el Si quiero, la gente paró de cenar y los aplausos y algún espontáneo gritando "Que se besen" invadieron el local. Se tiro a mi cuello y caímos de espaldas en el suelo, el beso, su risa y sus palabras llenaron mi corazón para siempre, coreados por un ohhhhh! masivo. Fuimos a la suite presidencial del Sheraton, gracias todo hay que decirlo a mi amigo Richard, el director del Hotel, que por casualidades de la vida le había operado de urgencias hace algunos años. La cesta de bienvenida, el champán frío, el spa preparado con agua caliente y pétalos de rosas contribuyeron a mi causa, después de explorar la habitación y fantasear con la cama con dosel de madera maciza y finas sábanas, volvimos al salón. Abrimos la botella y brindamos despacio, saboreando más que la bebida el instante conscientes de que era irrepetible, pero maravilloso y eterno. Sin hablar, dejamos las copas de fino cristal, y mirándonos nos desnudamos con calma, seduciéndonos con gestos, sonrisas y miradas. Estábamos en medio del salón, la cogí de la mano y nos adentramos en el baño de mármol de carrara pulido, con apliques en oro, estaba presidido por el jacuzi revestido en madera oscura, cogidos de la mano nos metimos dentro una vez dejadas las copas en el borde, vi la sorpresa en sus ojos cuando de fondo empezó a sonar la canción de Soraya y una risa de incredulidad escapo de sus labios. Te quiero, me susurro. Uno enfrente al otro con la copa en la mano bebimos mientras nuestros pies jugaban debajo del agua. Iniciamos los preámbulos, tocando con ellos nuestros sexos, el agua golpeaba sus pechos, y de vez en cuando me permitía verlos en su totalidad, agarre sus tobillos y la aproxime a mi, haciendo que se hundiera por completo, salio despacio, sus ojos se clavaron en los míos mientras emergía del agua, subió restregando su cuerpo contra el mío, note sus pezones en mi pecho y su boca eclipso la mía, cerré los ojos, mientras su lengua y su manos me poseían, sus piernas se abrieron buscando una mejor posición, hundió la mano hasta mi miembro y agarrándolo lo empezó a mover, despacio, rodeando el glande con sus dedos una y otra vez, mientras los besos hacían el efecto deseado, la abrace y en ese preciso instante su mano introdujo mi pene en su sexo, el agua facilitaba los movimientos y mis manos la ayudaron a subir y bajar, mientras ella jugaba con sus senos y apretaba los pezones, de vez en cuando nuestras bocas hablaban de nuevo en silencio, su lengua sus dientes y los míos danzaban en un baile de mordiscos, lametones y succiones, la saliva algunas veces, unía nuestras lenguas con un puente colgante fino y morboso que unas veces hacía mío y otras desaparecía en sus dedos para ser succionada de nuevo por su boca. La aparte, insinuando con mis movimientos que quería su culo frente a mi cara, se apoyo en el borde del jacuzi y su trasero firme y redondo así como su vagina quedaron expuestos ante mi atenta mirada, me puse de pie, agarre de nuevo su cintura y la punta de mi lengua recorrió sus labios despacio, explorando, memorizando cada rincón de su reino, lamí reiteradamente, hasta que los movimientos de su culo empezaron a indicarme que me reclamaba, la agarre y de un movimiento lento y certero la penetre. El sonido de placer que escapo de su interior a través de su garganta me encanto, la saque despacio y volví a introducirla lenta pero continua hasta mis genitales, una y otra vez con cada penetración emitía los mismo gemidos, y mi ritmo sin ser controlado ya por mi mente se fue incrementando. Vamos a la cama, me grito, por favor. La súplica no se hizo esperar y mojando todo nos apresuramos a llegar a la cama. Me empujo, y caí boca arriba, su sonrisa delataba sus intenciones, me quede quieto y se aproximo a mi verga a gatas desde el borde de la cama, su boca se abrió mirándome con frenesí y la lengua toco la punta de mi lanza, recorrió despacio su contorno y bajo hasta la base sin dejar de mirarme a los ojos, lamió y succiono mis genitales y de nuevo recorrió entera mi polla con la lengua, al llegar a la cima abrió la boca, me miro y engullo despacio, haciendo desaparecer mi miembro completamente, aguanto abajo unos largos segundos, se quito de golpe, dejando unida su boca con la punta de mi polla por un hilo de saliva, de nuevo una y otra vez ejecuto a la perfección esta técnica que hizo que mis manos acabarán involuntariamente en su melena, jugando con su pelo la forcé a seguir, cerré los ojos sintiendo aquella profunda felación, de vez en cuando abría los ojos al oír las arcadas. ¿Estas bien? Pregunte en varias ocasiones. Me miraba y sonreía y sacando la lengua en señal de guerra, continuaba. Acallando mis estúpidas preguntas. Cuando estaba cerca de mi orgasmo, la agarre fuerte del pelo y la dije. Ven, súbete y siéntate en mi boca, me toca a mi cariño. Se sentó a horcajadas y con deleite perdí la visión para lamer y asfixiarme con su coño empapado, succione suave, pues la presión casi no me dejaba mover la lengua, la falta de oxigeno hacía que lamiera con más fuerza de la que me creía capaz, una y otra vez con cada respiración, fui notando como la suya se aceleraba, los movimientos circulares de su pelvis, me indicaron que estaba a punto de tener un orgasmo. Sujete su cintura impidiéndola moverse, la desplace y la dije. Súbete encima, quiero ver como te corres. Me recline en la cama con mi espalda apoyada en el cabecero y ella se sentó, al instante estaba moviéndose, la sujete por los hombros y presione para que la penetración fuera más profunda y a la vez controlar sus movimientos, empezó a jadear, las contracciones de su vagina apretando mi pene, empezaron a provocar mi orgasmo, entre gritos y jadeos, si, si, mmmmm, me corro amor, sigue, sigue, llegamos los dos a la vez a nuestro clímax. Su pelo todavía empapado, chorreaba agua que resbalaba y caía en mi cuerpo después de recorrer el suyo, la abrace y lamí sus pechos, su boca, nos fundimos en un beso intenso mientras los últimos coletazos de placer nos inundaban, movimientos lentos y fuertes terminaron por dejarnos exhaustos. Nos tumbamos boca arriba juntos y nos besamos dulcemente. Te quiero, decía ella, te amo respondía yo, así durante un rato jugamos a ver quién de los dos quería más al otro, entre risas y juegos nos fuimos durmiendo, mañana era un día muy duro, tenía que irse a África con parte del equipo en una misión de las Naciones Unidas, en pleno conflicto al norte de Somalia y estaríamos separados unas semanas. La lleve al aeropuerto, una vez recogida la maleta en mi casa, donde pronto fundaríamos nuestra propia familia. Esos eran los planes de fututo, aunque tendríamos que delegar un poquito en el resto del equipo, pero por primera vez en mi vida eso no me importaba. Tuve una sensación extraña cuando nos besamos y la vi alejarse, supongo que el dejar marchar a la persona que tanto tiempo has buscado y que ya pensabas no encontrar jamás, me produjo ese desasosiego. Esa noche me sentí sólo en casa como nunca antes me había sentido, hable con mis padres y mate el tiempo con algo de trabajo en el despacho, me duche, cene y me fui a dormir, no puede conciliar el sueño y las imaginas se sucedían en mi cabeza, allí estaba Vera encima mío en la suite, veía su rostro, su cuerpo, su sonrisa me acompaño en mis sueños. Me sobresalte con el sonido del teléfono, era Mikel un miembro del equipo, su voz sonaba distante, cortada, enseguida note un dolor extraño que me cortó la respiración, no podía, no quería entender lo que me estaba diciendo. Como que ha desaparecido, que coño dice Mikel, grite. La frustración, el miedo, la rabia e impotencia se apoderaron de mí, el inalámbrico acabo por los suelos estampado, desesperado llorando, busque la manera de localizar de nuevo a Mikel. Sonó mi móvil, entre lágrimas y lo siento me dieron la versión oficial, había desaparecido en un asalto de la guerrilla, no sabían siquiera si estaba viva. Cogí el primer vuelo, aunque insistían que no debí ir, moví todos mis contactos, me estaba esperando el equipo y una comitiva de la embajada, sus rostros, los de nuestros amigos y colegas reflejaban compasión y dolor, llevaban conmigo muchos años, eran parte de mi vida y sabían lo que ella significaba para mi, no pude contenerme, sus abrazos desmoronaron la pequeña coraza que traía, pero tenía una idea fija en mi mente, no cesaría en mi empeño hasta encontrarla. Pasaron veinticinco días desde mi llegada, todos había regresado y yo junto con Soguaji mi guía y amigo, al que me aferraba como la única esperanza de encontrarla recorríamos el País, llegue incluso a hablar con uno de los lideres de la guerrilla, el dinero no me importaba, necesitaba encontrar a Vera. Pasados tres meses regrese a casa, no puede con la sensación de vacío y puse en venta la casa, me traslade a pesar de los esfuerzos de mis padres a un estudio de alquiler hasta que vendiera mi vivienda. Los amigos, la gente del Hospital, mi familia, nada consolaba mi espíritu, mi soledad, estaba totalmente hundido, abatido, desconsolado, me fui alejando de mi trabajo y pedí una excedencia, todos me decían lo que debía de hacer, pero nadie entendía lo que sentía, el vacío tan grande que tenía, no quería que se pasará, no aceptaba que el tiempo borrase mis penas, mi rabia, pensaba en esos momentos que ella se desvanecería de mi corazón si se esfumaba mi dolor, estaba ciego de ira. Habían pasado seis meses y la embajada la dio por desaparecida y muerta. Su entierro fue el día más duro de mi vida. 16 de Octubre de 2001, sonó el timbre de mi puerta, cuando abrí, de mis ojos brotaron las lágrimas espontáneamente, que pensé se habían secado ya, era Vera en mi puerta, me quede inmóvil viendo como lloraba, no vi ni a mis padres, ni amigos, sólo ella, de pie, llorando, mirándome acerco su mano y recogió mis lágrimas con sus dedos sonriéndome, el contacto con su piel me dio la vida, nos abrazamos y nuestro beso girando sobre nosotros mismos fue mágico, eterno y maravilloso.

MADRID