Los mejores amigos de papá

Me voy con mi padre y sus amigos de escapada en verano

Chicos, siento informaros de que mi patreon ha sido cerrado por problemas legales. Decidí tomarme un descanso porque no conseguía escribir buenos relatos y, cuando volví a meterme en la página, no aparece. Siento mucho las molestias y subiré los relatos que tenía aquí para que podáis disfrutarlos.

Mi madre y mi padre tenían un acuerdo. Cada año, cada uno de ellos podía pasar un fin de semana de escapada con sus amigos, mientras que el otro se quedaba cuidando de la casa y de los niños. Se había vuelto una tradición en su círculo de amistades y se lo tomaban bastante en serio.

Muchas veces se alojaban en hoteles, otras alquilaban casas en la playa. Una vez, papá alquiló un baro para él y sus colegas. Mamá solía organizar sus reuniones en primavera, mientras que papá se reservaba el verano para él.

Aquel año, cuando yo cumplí dieciséis, mi padre cumplió cuarenta, y había planeado un viaje muy especial con sus amigos. Siempre estaba entusiasmado cuando planeaba aquellos viajes, pero aquel año parecía aún más contento, quizás porque ya tenía 40 años. Parecía incluso un poco nervioso. Había alquilado una cabaña en un lago cerca de donde vivíamos, rodeado de un frondoso bosque, y llevaba semanas deseando que llegase el día de irse.

-¿Puedo ir? -pregunté por sorpresa mientras desayunábamos, sorprendiendo a mamá y a papá.

-Óscar, sabes que nuestros viajes son para nosotros y nuestros amigos -dijo mi madre-. Nadie lleva ni a su parejas ni a sus hijos.

-De todas formas, ¿para qué quieres ir? -preguntó mi padre- No habrá nadie de tu edad.

Me quedé pensativo durante unos segundos antes de contestar.

-Bueno, es que se te ve tan contento con el viaje... Hace mucho que no te veo tan ilusionado con nada. Así que he pensado que si te lo pasas bien yo también quiero probar e ir.

Ambos se miraron a los ojos, y en ese momento supe, sin necesidad de confirmarmelo, que efectivamente iba a ir de escapada con mi padre.

-Vale, hay algunas reglas acerca de nuestros viajes -dijo mi padre mientras conducía, yo estaba sentando en el asiento del copiloto, y ya íbamos camino al bosque-. Lo más importante: todo lo que pase ahí es confidencial, no se lo puedes contar a nadie.

-Lo que pase en la cabaña se queda en la cabaña -dije bromeando-. Lo entiendo.

-Exacto. Especialmente siendo este tu primer año. Puede que oigas muchas historias, mis amigos y yo nos conocemos desde la universidad. Segunda regla: ni correos, ni móviles ni nada de eso, a menos que haya una emergencia, pero de momento nunca ha ocurrido. Vamos juntos para fortalecer nuestra relación.

-Vale -yo ya sabía aquella norma. Ni papá ni mamá llamaban jamás a casa cuando estaban de viaje.

-Tres: vamos como mejores amigos y salimos como mejores amigos. No te peleas con nadie ni juzgas a nadie.

-Genial.

-Número cuatro, y esto se aplica a ti nada más. Va a haber muchas cosas para beber, muchas cosas para fumar, y te vas a encontrar y va a ocurrir de todo. Ahora, ¿has bebido alguna vez?

Pensé si debía mentir por un par de segundos.

-Sí, papá -admití-. He probado la cerveza con mis amigos.

-Vale. Habrá mucho más de eso. Durante estos tres días te permito que bebas, fumes, digas palabrotas y hagas lo que te de la gana. Cualquier cosa vale en la cabaña.

-Genial -contesté con una gran sonrisa en la cara.

-Te he dejado venir porque tienes 16, ya va siendo hora de que empieces a experimentar. Pero ni se te ocurra engancharte a nada si no puedes controlarlo. Si me entero de que la empiezas a liar cuando volvamos del viaje no te invito más, y además te pego una paliza.

-Vale, papá -dije todavía sonriendo.

-Vale, ¿has tenido sexo con alguna chica? -preguntó de la nada.

-No -contesté, mientras mi sonrisa se borraba y me limitaba a mirar por la ventana.

-Pregunto porque nos oirás hablar mucho de sexo. Somos hombres adultos, y tú casi lo eres. Así que no tienes porqué cortarte con nosotros.

-Papá, estoy en el instituto. Es imposible que habléis de sexo más que mis amigos.

Mi padre se rió y me revolvió el pelo con una mano, mientras que con la otra conducía.

Es gracioso como desarrollas una rutina con alguien y te acostumbras a verlo de una manera, y esa es la única visión que tienes de esa persona. Para mí, mi padre no era nunca alguien con quién yo disfrutase como un amigo. Tanto él como mi madre crecieron con poco dinero, y han trabajado duro para garantizarnos un futuro a mis hermanas y a mí. Esa es probablemente la razón por la que hacían aquellas escapadas anuales con sus amigos y se las tomaban tan seriamente; era su manera de relajarse.

Mi padre era estricto, pero no como los padres de algunos de mis amigos, que eran simplemente cabrones. Siempre era justo, así evitaba que replicásemos o desobedeciésemos lo que nos decía. Cuando era pequeño pasábamos más tiempo juntos y jugábamos más, pero conforme mis hermanas y yo fuimos creciendo, la necesidad de más dinero fue aumentando, por lo que cada vez pasaba más horas trabajando. Solo estaba en casa durante la hora de la cena y el poco tiempo que usábamos para ver la tele antes de dormir.

-Trabaja duro Óscar -me decía muy a menudo-. Dedícate a trabajar duro -supongo que eso era lo que él intentaba hacer.

Tuvimos que conducir por un camino de tierra para llegar a la cabaña. Cuando llegamos por al mediodía al lugar, éramos los primeros. Vi al dueño estrecharle la mano a mi padre y darle las llaves antes de irse conduciendo.

Solo estábamos nosotros dos ahora. Nosotros y los pájaros, que piaban más fuerte de lo que yo recordaba haber escuchado nunca.

Caminé por detrás de la cabaña y andé hasta el inicio del lago. Miré alrededor, inhalando el aire puro. Admito que nunca he sido alguien que ame la naturaleza, pero algunas veces ver una especie de paraíso te dejaba sin habla. Estar allí de pie, en mitad de un bosque casi olvidado por la civilización, al lado de un lago rodeado de naturaleza pura... He de admitir que era sobrecogedor.

Mi padre salió de la casa con una nevera llena de cerveza y refrescos.

-¿Qué quieres tomar? -me preguntó mientras se quitaba su camiseta y se sentaba con los vaqueros puestos sobre el césped.

-Una cerveza -contesté. Imité a mi padre y me quité la camiseta al sentarme a su lado. El sol brillaba fuerte, pero había suficiente sombra proyectada por los árboles como para protegernos.

-Ahí tienes -dijo mi padre mientras abría la cerveza con las llaves y me la daba-. Un brindis.

-Un brindis -repetí-, por nuestra primera cerveza juntos.

Mi padre sonrió, mirándome a los ojos, y me dio un par de palmaditas en la espalda, que en sese momento ya estaba empezando a sudar.

-Es verdad. Brindemos por eso.

Chocamos nuestras cervezas haciendo que sonasen y le dimos un trago profundo. Sabía asquerosa, pero me obligué a tragármela para no defraudar a mi padre.

-Este sitio mola -dije mirando alrededor-. Te lo has currado.

-Gracias, me alegro de que te guste.

Nos sentamos en silencio por unos segundos.

-Verás, la finalidad de estas escapadas es relajarse. Cuando tengas mi edad verás que pasan muchas cosas en tu vida. Tú y tus hermanas sois muy importantes para mí, pero sienta bien volver a ser un niñato universitario por un fin de semana -le dio otro trago a la cerveza, mirando hacia el lago-. Cuando tengas una mujer e hijos propios entenderás lo que te digo.

Miré abajo, hacia la botella, y comencé a despegar la pegatina que tenía.

Seguimos sentados y bebiendo en silencio. Justo me empezaba a acostumbrar a aquel ambiente tranquilo del bosque cuando escuché dos voces graves traerme de vuelta a la realidad. De pronto, dos hombres desnudos vinieron corriendo hacia donde estábamos nosotros, gritando y riéndose. Nos adelantaron y siguieron hasta el lago, encima del pequeño muelle, y se tiraron en bomba al agua.

Me llevó un momento darme cuenta de lo que estaba ocurriendo.

-Menudos cabrones -dijo mi padre riéndose.

En el agua, dos de sus mejores amigos, Paco y Jesús, nos saludaban con la mano en el aire mientras se escurrían el agua de la cara.

Mi padre se levantó y comenzó a andar hacia el lago, quitándose los zapatos.

-¿Vienes? -me miró, su ánimo aparentemente más alegre por lo que había ocurrido.

Había traído varios bañadores para el fin de semana, pero antes de tener la oportunidad de preguntar si debía cambiarme, mi padre se había quitado los zapatos, los calcetines y los vaqueros, dejando un rastro de ropa tras de él mientras avanzaba hacia el lago. Cuando llegó a la orilla, tiró de la cintura de sus calzoncillos hacia abajo, quitándoselos y tirándolos sobre la hierba antes de lanzarse al agua.

Tanto había ocurrido en cuestión de un par de minutos: Jesús y Paco me asustaron, todos se lanzaron al agua, yo vi el culo de mi padre justo delante de mi, aunque fuese solo por unos segundos. Nunca andábamos por nuestra casa desnudos o en ropa interior, no éramos esa clase de gente, todo el mundo iba siempre vestido. Pero ahora que por fin había sido invitado a una de las escapadas no iba a ser un gallina. Si todos se estaban bañando desnudos yo también lo haría.

Me quité toda la ropa y corrí hasta el lago en calzoncillos. Cuando llegué al agua, me los quité rápido y los lancé junto a los de mi padre. A continuación salté.

A esas alturas, los tres adultos estaban salpicando y empujándose unos a otros como si fueran niños. Juzgando por lo escandalosos que eran, pensaríais que había treinta hombre en aquel lago y no tres.

-¡Óscar! -el mejor amigo de papá, Paco, me vio y se acercó hasta darme un gran abrazo.

Supongo que tendría que acostumbrarme a ser abrazado por hombres desnudos, pensé mientras nuestros estómagos y pechos chocaban, y su polla se rozaba contra mi pierna.

-Estás hecho un hombre ya, viniendo con nosotros -sonrió-. Bienvenido al club.

El otro amigo, Jesús, vino y me dio un abrazo más calmado.

-Me alegro de verte Óscar -dijo dándome dos palmaditas en el hombro.

-¿Dónde están CJ y Manu? -preguntó mi padre.

Era raro esta de pie a su lado, sabiendo que ambos estábamos desnudos. El agua era lo suficientemente clara como para identificar el cuerpo de cada uno.

-Vendrán en unas horas -dijo Paco-, se acaban de bajar del avión y tienen que alquilar un coche.

Mi padre tenía cuatro amigos con los que hacía esto cada año, pero de todos ellos tenía más relación con Paco. Ambos se casaron y empezaron a tener hijos al mismo tiempo, así que siempre tuvieron cosas en común.

Mirando a Paco en ese momento, era tan peludo como me lo había imaginado. Nunca lo había visto sin camiseta antes, pero incluso vestido no le faltaba el pelo asomando por el cuello y los peludos brazos. Su pecho estaba cubierto en pelo espeso, que ahora estaba adornado por las gotas del agua del lago.

A su lado, Jesús aparentaba estar completamente depilado, pero no era el caso. Tenía el vello tan claro que no se notaba, pero de todos los amigos de mi padre era el único que tenía una barba frondosa. También era el único que estaba soltero y nunca se había casado.

No estuvimos durante mucho más tiempo en el agua, aunque se estaba increíble. La temperatura era perfecta, y el sol nos daba de lleno. A mi lado, Paco se hizo el muerto, con su estómago, su polla y su matojo de pelo púbico flotando sobre la superficie del agua. Esto era una locura, pensé por un segundo. Ninguna de nosotros era el típico que se sacaba la polla donde fuera y le daba igual quién le viese. Al menos no hasta ese extremo.

La necesidad de ponerse al día y empezar a beber eran mucho más fuerte que la de disfrutar del agua, así que fuimos a la cocina rápidamente. Esperé a que todos saliesen antes que yo. Mientras salía, me tapé la polla y los huevos con las manos para tener algo de privacidad, pero me di cuenta de que ninguno de aquellos tres hombres lo estaba haciendo. Andaban hacia la cabaña charlando, con la tierra, la hierva y algunas hojas quedándoseles pegadas a las plantas de los pies mojados.

En el centro iba mi padre. Si hubiese un concurso de mejor culo entre los tres, él se llevaría la medalla de oro. “¿Por qué coño estas mirando el culo de tu padre?” se preguntó una voz en el interior de mi cabeza. El resto del cuerpo de mi padre no era nada extraordinario, tenía un poco de barriga y un pecho en el que ya se le notaban los cuarenta años. Pero sus muslos y su culo parecían tener 25 nada más. Tenía una capa muy fina de vello sobre los cachetes del culo, y me pregunté si yo algún día los tendría igual.

El dueño de la cabaña había dejado todo en perfecta condición para nosotros. La cocina estaba recogida y todo estaba perfectamente ordenado. Debía de alquilar aquel sitio a menudo. Mi padre bajó las escaleras cargando seis toallas blancas y suaves, y nos las dio a todos los que estábamos de pie en la cocina. Escuché a mi padre y a sus amigos hablar mientras se secaban, tratando de nuevo no quedarme embobado con las vistas, pero era muy difícil resistir la tentación.

Nos secamos completamente, enrollamos las toallas a nuestras cinturas, cogimos unas cervezas y nos fuimos a sentar al salón.

-Permiso para arruinar el ambiente con una mala noticia -dijo Paco, sentándose al lado de Jesús en el sillón.

Mi padre y yo nos sentamos en dos sillas individuales. En la oscuridad del salón (casi todas las persianas estaban bajadas) empezaba a tener frío, pero nadie hizo ningún esfuerzo por vestirse, así que yo tampoco lo hice.

-Venga, cuenta -dijo mi padre dándole un trago a la cerveza.

-Es que no quiero estar pensando todo el finde en el tema -dijo Paco-. María y yo nos vammos a divorciar.

-¿Qué? -preguntaron mi padre y Jesús al mismo tiempo.

-Llevábamos tiempo hablando del tema y por fin hemos decidido que es lo mejor.

-¿Cuánto tiempo? -preguntó mi padre incorporándose en la silla.

-Sobre unos seis meses.

-¿Por qué coño no nos has dicho nada? -preguntó mi padre, más preocupado que enfadado.

Se levantó, fue hacia el sillón dejando su cerveza en el suelo y se sentó al lado de Paco, dándole un abrazo fuerte.

-Ven aquí -dijo Jesús, que abrazó a Paco tan pronto como mi padre lo soltó de sus brazos.

Me sentí extraño, sentado en la silla solo. Nunca había visto a mi padre o a sus amigos actuando de aquella manera. ¿Debía levantarme e ir a abrazar a Paco yo también? ¿Qué era lo apropiado hacer en una situación como aquella? Decidí dejar a sus amigos ocupándose del asunto, yo sería un mero espectador en aquel momento.

-No he dicho nada porque no estaba seguro de qué iba a ocurrir. Habían pasado muchas cosas, llevábamos sin follar tres años... Perdón -me miró pidiéndome perdón por haber usado una mala palabra.

-¿Perdón a mí? ¿Qué coño? Ya soy un adulto -dije consiguiendo sacarle una sonrisa.

-Llevábamos sin follar años, y ya era una cosa sumada a otra. Pero lo mejor es hacerlo ahora. Los niños no son demasiado pequeños, y nosotros tampoco somos tan viejos como para no rehacer nuestra vida de nuevo.

Mientras Paco hablaba, mi padre apoyó una mano en la rodilla de este, y Jesús le acariciaba la espalda. Nunca los había visto tan afectivos.

-Pero, oye, mirándolo por el lado bueno -dijo un sonriente Paco, que le dio una palmada en la pierna a Jesús-, los dos somos solteros ahora, podemos ir a ligar con tías juntos.

-Sí. Por supuesto -dijo Jesús con una sonrisa forzada.

Me miró y yo lo miré a él, hicimos contacto visual durante unos breves segundos y desvió su mirada.

Un par de horas más tarde, CJ y Manu llegaron a la cabaña. A estas alturas, todos llevábamos unos pantalones cortos puestos, pero todavía íbamos sin camisetas y descalzos. La tele del salón estaba encendida y servía como ruido de fondo, y la montaña de cervezas vacías poco a poco iba aumentando.

Paco le contó a los recién llegados el drama del divorcio, y hubieron más abrazos y promesas de que todos lo apoyarían. Tras eso, el ambiente volvió a relajarse.

-¿Has traído? -le preguntó mi padre a CJ sin decir a qué se refería.

-Por supuesto -dijo guiñando un ojo.

CJ era el hippie del grupo, o el perroflauta si preferís decirlo así. Tenía rastas que, ahora le llegaban hasta los hombros, pero que yo había visto cuando era más pequeño con una longitud que le llegaban hasta el culo. Tenía ambas orejas y un pezón con piercings. Era, probablemente, el que mejor cuerpo tenía de todo aquel grupo. Era delgado, pero tenía unos abdominales muy marcados.

Se me hacía raro ver a Manu con nada puesto excepto unas bermudas vaqueras, normalmente iba muy bien vestido. Era el que más había triunfado del grupo (aunque en gran parte por el apoyo financiero de su padre). Normalmente lucía como si fuera el dueño de todos los sitios donde estaba, con sus camisas finas y sus relojes caros, pero estando allí sin camiseta con todos sus colegas, parecía una persona normal y corriente.

-¿Fumas? -me preguntó CJ después de sacar de una pequeña bolsa lo que, asumí, era marihuana.

-No -dije negando con la cabeza.

-¿Quieres probarlo? -me preguntó mi padre, cogiendo un poco de la maría de CJ y ayudándolo a liar los porros.

“Joder” gritaba la vocecilla en mi cabeza. Mi padre fumaba marihuana y me estaba ofreciendo compartirla. En ese momento me di cuenta de que durante toda mi vida jamás había pensado en mi padre como una persona normal, que bebe y fuma.

-Recuerda, esto se queda aquí -puntualizó mi padre.

-¿Alicia no fuma? -preguntó Manu.

-Creo que fuma cuando se va con sus amigas -respondí mi padre-, pero en la casa no hablamos de esas cosas.

Me sentí afortunado de conocer aquel secreto. Cuando los porros estaban liados, mi padre me preguntó si estaba seguro y si quería hacerlo, y yo simplemente asentí con la cabeza. Se acercó a mí y encendió el porro mientras lo tenía en la boca, y me enseñó como inhalar correctamente.

-Pues hala -dijo, dándome en la espalda mientras yo tosía.

Como cualquier estudiante de instituto, yo veía a mis amigos a diario. No sabía todavía lo que significaba un verdadero amigo, alguien que da igual el tiempo que pase, cuando os volvéis a ver retomáis la misma relación que teníais antes y nunca os quedáis sin tema de conversación.

Ese era el caso con mi padre y sus amigos. Después de ir a la universidad juntos, todos se repartieron alrededor del país, por lo que se veían poco. Sentados en el porche trasero de la cabaña, bebiendo y fumando mientras el sonido de los pájaros era reemplazado por el de los insectos nocturnos a nuestro alrededor, mi padre y sus colegas no se cansaban de hablar.

-¿Tres años? ¿Y nunca te has follado a otra? -preguntó Manu sobre el divorcio de Paco y la falta de sexo en su matrimonio. Esta era la segunda o tercera vez que Manu mencionaba el sexo. Al parecer mi opinión acerca de él siendo un hombre aburrido y soso era errónea.

-No -dijo Paco-, y ya que estoy pues esperaré a que termine el divorcio.

-¿Cómo no te tiras de los pelos? -preguntó CJ, a lo que Paco respondió haciendo el gesto característico de la paja, haciendo que todos nos riésemos.

-La Susana y yo lo hicimos la semana pasado -dijo Manu-. Cada vez pasa con menos frecuencia, pero nunca aguantamos mucho sin hacerlo. ¿Tú qué? -le dio una calada al porro mientras miraba a CJ.

-¿Comerse un coño cuenta? Se lo comí a Isa en los probadores del Zara ayer.

Todos se rieron y luego miraron a Jesús.

-Follo tanto como el trabajo me permite. ¿Dario? -preguntó dirigiéndose a mi padre, aparentemente con prisas por esquivar la pregunta.

Mi padre y yo hicimos contacto visual, como si me estuviese pidiendo permiso para responder a aquella pregunta delante de mí.

-Alicia y yo follamos hace tres días -dijo, aún mirándome, y sonrió.

Aquella noche, CJ era el único lo suficientemente fresco como para cocinar para el resto. Nos zampamos las hamburguesas y antes de darme cuenta estaba en el piso de arriba escuchando a papá hablar.

-Son tres habitaciones, así que tú y yo compartiremos la de matrimonio. Las otras dos habitaciones tienen camas separadas, pero pensaba que dormiría solo hasta que te uniste. Tendremos que compartir.

Me quedé sólo en calzoncillos y miré mi reflejo en el espejo mientras me cepillaba los dientes. No estaba súper borracho, pero sin duda iba colocado. Cuando salí de la habitación me encontré a mi padre tirado en la cama, completamente en pelotas.

-Ven aquí -dijo dándole unas palmadas a la cama.

Me costó un par de segundos entender lo que estaba diciendo, ya que no podía apartar la mirada de su cuerpo.

“Este va a ser un finde movidito” decía la vocecilla de mi cabeza.

Quién diría que para el final de aquella escapada ya me habría follado a uno de los cinco hombres que estaban en aquella cabaña