Los mejores amigos de papá 3
Al verano siguiente, vuelvo a viajar con mi padre y sus amigos
-Las tradiciones es lo que une a la gente -decía mi padre-. Por eso es por lo que nuestra familia tiene sus pequeños rituales, como los que hacemos en vacaciones. Y por eso, tu madre y yo somos tan serios cuando se trata de nuestras escapadas anuales.
Mi padre estaba en lo cierto. Aquel era solo mi segundo año uniéndome a él y sus amigos, pero ya estaba ilusionado por el viaje. Estaba feliz y, en cierto modo, me sentía afortunado de que me permitiesen unirme al club. No recuerdo que jamás hayan fallado ni un año en su escapada. Mi padre y yo estábamos ahora en un avión, de camino a la casa de su amigo Manu. Manu tenía una casa en la playa, y era el próximo destino del club.
Mi padre tenía unos cuantos amigos donde vivíamos, pero no eran ni de lejos tan amigos como con sus amigos de la universidad. El año pasado presencié la relación tan cercana que tenían y me di cuenta de que, a pesar de que estaban repartido por todo el país, los cinco seguían siendo un grupo unido.
Cuando bajamos del avión, lo primero que noté fue todos los tíos buenorros que había alrededor. Por eso me encantaban los aeropuertos, siempre había tíos que me ponían. Un hombre con unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes pasó por mi lado, con los cascos puestos sin darse cuenta de que lo estaba desnudando con los ojos.
-Vamos -dijo mi padre, despertándome de mi sueño, y conseguimos salir del aeropuerto hasta que llegamos a donde Manu nos esperaba.
Durante el trayecto, me senté en los asientos traseros y escuché a papá y Manu ponerse al día. Manu era el más exitoso de los amigos de mi padre, como ya dije, un abogado de renombre que dejó a su mujer y a sus dos hijos en la ciudad para venir a esta escapada solo de tíos, donde disfrutaríamos de la casa en la playa.
Cuando llegamos a la casa, a la primera persona a la que vi fue a Jesús, otro de los amigos de mi padre. Vivía cerca de Manu, así que era lógico que Manu lo hubiese traído con él. No sabía demasiado sobre Jesús, parecía ser el más tímido de sus amigos, pero siempre estaba sonriendo cada vez que me veía, y yo siempre me alegraba de verle.
Abrimos las cervezas incluso antes de sentarnos. Las mismas reglas que el año pasado se aplicaban: mientras estaba allí, podía beber y participar en las conversaciones de adultos. Lo que pasaba allí, se quedaba allí. La única persona que todavía no estaba bebiendo era Manu, ya que tenía que ir luego al aeropuerto de nuevo a recoger a CJ y Paco.
Un par de horas después, estos dos se unieron a nosotros. Como siempre, mi padre estaba especialmente contento de ver a Paco. Este año, tanto CJ como Paco tenían noticias sobre sus vidas matrimoniales: CJ se casó, y Paco por fin estaba divorciado.
-Lo siento por no poder haber ido a la boda -le dije a CJ.
-No te preocupes -sonrió y me guió un ojo.
Mi mirada fue directa hacia mi padre, que nos miraba calmado y no reaccionó de ninguna forma.
El año pasado, CJ fue el primer hombre con el que follé, y aquello me hizo darme cuenta de que era gay y salí del armario con mi padre. Después de follarme, CJ le contó a mi padre lo que sucedió. Por algún motivo, mi padre no estaba enfadado, creo que por la norma de que durante sus reuniones no podía haber ni peleas ni se podía juzgar a nadie. Había algo casi irreal sobre aquellos viajes. Las reglas eran muy diferentes a las de la vida real.
-¿Cómo te trata la vida de casado? -todo el mundo quería saber qué tal le iba a CJ.
-El matrimonio está bien, la monogamia es lo que me está jodiendo -confesó-. Isa estaba contenta con una relación abierta, pero ahora que nos hemos casado ya no quiere.
CJ, con sus rastas, su piercing en el pezón y su adicción a la marihuana, era lo más parecido a un hippie que yo había conocido. Él y su novia tenían una relación abierta, pero supongo que al casarse no mantenía la misma opinión sobre follarse a cualquiera. Yo estaba feliz de habérmelo follado antes de que fuese considerado infidelidad.
-Yo me alegro de no tener ya ese problema -dijo Paco riéndose.
Recuerdo que Paco dijo el año pasado que había estado tres años sin follar. Aparentemente, ahora que estaba oficialmente soltero, volvía a estar en el campo intentando follar, comiéndose tantos coños como podía, algo que no le importaba relatar en extenso detalle a sus amigos.
-¿Y tu qué, Jesús? Con lo guapo que eres, tienes que tener a las chavalas loquitas -dijo mi padre, haciendo que todo el mundo se girase a mirar a Jesús.
Como siempre, estaba relajado, con una cerveza en la mano y sonriendo, escuchando a todo el mundo pero sin contribuir a la conversación.
-Ya lo he dicho, estoy demasiado ocupado con el trabajo y esas cosas. No tengo tiempo para salir con nadie, ni follar -le dio un trago a la cerveza. Parecía impaciente por cambiar el tema de conversación.
Empatizaba con Jesús, más que nada porque me encontraba últimamente en situaciones similares. Iba a empezar mi último año de instituto, y mis amigos solo querían hablar de sexo y las tías con las que se liaban, con quién lo hacían y qué hacían. Siendo uno de los que hacían siempre deporte,e ste tema siempre se hablaba en los vestuarios.
No había salido del armario en el instituto todavía, más que nada porque... bueno, porque no sabía si podía ser gay y uno de los populares al mismo tiempo. Iba a un instituto grande, y había unos cuantos chavales gays, pero siempre parecían los más raritos, llevaban los pelos de colores y no practicaban ningún deporte. En cierto modo me daban envidia, se relacionaban entre ellos y eran libres. Pero, por alguna razón, sentía que si hacía eso daría la espalda a mi vida actual, llena de deportes, siendo uno de los populares de mi clase, etc., cosas que disfrutaba y con las que me sentía cómodo.
Jesús consiguió que todos cambiasen de tema, y nos pusimos a hablar de cómo dormiríamos. La casa de la playa de Manu estaba genial, pero no era demasiado grande.
-Solo hay dos habitaciones -dijo el dueño de la casa-. Jesús y yo dormiremos en mi cama. CJ ha dicho que a él le parece bien dormir en el sillón. Lo que nos deja con la habitación de mis críos, ahí duermen Dario, Paco y... Óscar -se giró buscándome con la mirada-. Espero que esteis cómodos, hemos juntados las camas para que podáis compartirlas y dormir mejor.
Aquella noche salimos a cenar por ahí y a dar una vuelta. Era una zona donde había muchas familias y se estaba tranquilo, pero había muchos bares y discotecas. Mientras caminábamos, mi padre y sus amigos decidían a dónde ir a beber, pero Jesús les interrumpió.
-Yo os veré en la casa. Me voy a dormir ya.
-¿Qué? ¿Estás bien? -preguntó mi padre sorprendido.
-Sí tío. Es que estoy muerto. Manu, ¿me dejas las llaves de la casa?
-¿Estás seguro de que estás bien? Llevas toda la noche muy callado -dijo Manu mientras le daba las llaves a Jesús.
-Sí, solo que estoy cansado -dijo rápidamente y se giró para irse.
-¡Espera! -grité mientras se alejaba- Yo creo que también me voy a dormir -le dije al resto.
-¿Qué? -fue la reacción de todo el mundo.
-Es que también estoy cansado -respondí-. Además, encontraréis más sitios que os dejen entrar sin un menor de edad.
No me podían rebatir aquello, así que me dejaron irme sin protestar mucho y corrí un poco hasta alcanzar a Jesús.
-Me alegro de que te vengas conmigo -dijo Jesús sonriendo, mientras caminábamos uno al lado del otro en el paseo marítimo, hablando del calor que hacía y del verano, hasta que pasamos por al lado de un grupo de chavalas adolescentes.
-Te estaban mirando -dijo Jesús.
-Bueno -le quité importancia.
-Espero que no te moleste que tu padre nos haya contado... que eres gay -dijo con delicadeza.
-No -no sabía qué decir.
-Creo que es muy... valiente por tu parte ser tan abierto.
-Todavía no soy tan abierto, la verdad. No lo he dicho en el colegio.
-¿Por qué?
-No sé si puedo contárselo a todo el mundo -admití.
-No pasa nada -dijo reconfortándome-. No tienes porqué hacerlo si no te sientes preparado todavía. Saldrás de ahí en uno o dos años, quizás sea más fácil entonces.
-No, quiero hacerlo -insistí-. Solo que no he encontrado el momento adecuado, pero nunca habrá un momento exacto para hacerlo. Así que mejor quitármelo del medio.
El momento en el que lo dije en voz alta lo vi claro. Quería hacerlo en condiciones, decírselo a todo el mundo. Sabía que sería una de las primeras cosas que haría cuando comenzasen las clases de nuevo.
Llegamos a la casa unos minutos después. Ambos nos tomamos un vaso de agua en la cocina y luego nos fuimos a nuestros respectivos dormitorios.
Vi por primera vez las dos camas pequeñas pegadas para que tres adultos, o dos y medio, entrasen ahí.
-Menudo calor va a hacer -pensé.
Me comencé a preparar para acostarme, quedándome solo en calzoncillos, cuando escuché a alguien pegar en la puerta.
-Entra -dije con un tono de voz elevado, y vi a Jesús entrar con una camiseta y en calzoncillos.
-Óscar, yo... -dijo tímidamente- Solo quería decirte de nuevo lo valiente que pienso que eres.
-Gracias -sonreí, aunque notaba una energía extraña en la habitación-. ¿Quieres...sentarte? -le ofrecí, buscando romper aquella rara tensión.
Jesús caminó y se sentó a mi lado en la cama. Lucía más nervioso de lo normal, como si estuviese a punto de llorar.
-Yo... yo también soy gay -me confesó, con la voz titubeante.
No dije nada. Simplemente me giré hacia Jesús y le di un abrazo. Él tampoco dijo nada, y no hacía falta. Todo estaba dicho mientras nos abrazábamos.
Me dormí pronto aquella noche. Me quedé dormido en el centro de la cama, ignorando el hueco entre ambos colchones. Unas cuantas horas después, me despertaron mi padre y Paco entrando a la habitación. Estaban intentando susurrar y ser silenciosos, pero estaban más escandalosos de lo que pensaban. Los escuché tambalearse mientras se quitaban la ropa.
-¡Dario! ¿Qué haces? -escuché a Paco gritar en un susurro a mi padre.
-Ya sabes que duermo desnudo -respondió susurrando-. Y a Óscar no le importa.
-¿Seguro?
-Sí tío, dormimos juntos el año pasado y no le importó.
-Guay, porque yo también duermo desnudo -dijo Paco.
-Como quieras -dijo mi padre antes de levantar la sábana y tirarse en la cama a mi lado, a mi derecha. Unos segundos después, Paco se metió también y se tumbó a mi izquierda. Al hacer esto, si cadera rozó con la mía, y noté cómo estaba desnudo también.
En mis calzoncillos, mi polla se puso dura al instante. Tragué, luchando contra el deseo de bajar la mano y pajearme ahí mismo. No había tenido sexo desde que el año pasado CJ me follase, por lo que estaba cachondo todo el rato, y ahora, con dos tíos desnudos a cada uno de mis lados, no iba a ser menos.
-Dario -susurró Paco como un niño pequeño.
-¿Qué?
-Desde que me he divorciado echo de menos dormir abrazado.
-Abraza a Óscar -dijo mi padre-, no se va a enterar.
A Paco no le hizo falta pensarlo dos veces. A pesar del calor que hacía, se giró hacia mí y pasó su brazo alrededor de mi cuerpo, pegándose a mí. Notaba su polla pegada a mi cadera, y aunque no estaba empalmada, tampoco estaba flácida.
Sin esperármelo, mi padre lo imitó y me abrazó también. Tenía una polla a cada lado de la cadera. Las pollas de mi padre y de su amigo rozándose contra mi cuerpo. Mi propio rabo iba a reventar, y haciendo un esfuerzo inhumano, conseguí dormirme.
-¿Cómo has dormido? -preguntó CJ a la mañana siguiente cuando llegué a la cocina. Estaban todos menos Manu desayunando.
-Bien -mentí. Había dormido fatal.
-Te creo -dijo riéndose-. Alguien se corrió anoche durmiendo -dijo CJ mientras señalaba mis boxers negros.
Miré hacia abajo.
-¡Mierda! -dije, sintiéndome fatal e intentando taparme. Había una mancha enorme den mi entrepierna, era corrida seca.
Todos, incluido mi padre, se estaban partiendo el culo de risa.
-No te preocupes -dijo Paco, con la boca llena de tostada.
-Nos pasa a todos -dijo mi padre.
Noté cómo me enrojecía. Me pregunté si alguno de ellos había oído o notado algo cuando me corrí en mitad de la noche.
-Me voy a duchar -dije y corrí rápidamente a la planta de arriba.
Una vez allí, en vez de entrar al baño entré primero a mi habitación y cerré la puerta. Estaba avergonzado. Respiré profundamente, tratando de calmarme.
Todo estaba permitido en aquellas reuniones, me recordé para tratar de relajarme. Todos éramos hombres. Todos los que estaban desayunando parecían no darle importancia. Al fin y al cabo, cuando estábamos allí, papá y sus amigos todos hablaban abiertamente de sexo, compartían cama desnudos y se sentían libres de no sentir ningún tipo de vergüenza por nada. Si quería ser uno de ellos, no debería sentirme avergonzado por correrme.
Mi pequeña charla interior funcionó y me levanté del suelo. Me quité los calzoncillos y me enrollé una toalla en la cintura, saliendo del cuarto y yendo al baño.
-¡Joder! -pensé cuando entré. El pestillo no estaba echado y la ducha no estaba abierta, no caía agua, así que pensé que el baño estaba libre.
-Mmmhmmhm -Manu gemía suavemente.
Estaba en la ducha, desnudo. En un lado, succionado contra la pared de la ducha, había un dildo de color negro. El amigo de mi padre estaba follándose él mismo delante de mí, con los ojos cerrados y la boca abierta, gimiendo de placer, ignorando el hecho de que yo estaba viéndolo todo.
-Joder -pensé de nuevo, mi boca tan abierta como la de Manu pero por la sorpresa.
Mi toalla se cayó al suelo, empujada por mi polla que crecía por segundos.
No pude evitarlo, me llevé la mano al rabo y comencé a meneármelo sin pensármelo dos veces. Me estaba haciendo una paja mientras el amigo de mi padre se metía un dildo por el culo. Quería escupirme en la polla, pero tenía que ser lo más silencioso posible para que Manu no me viese, así que no lo hice.
Solo me hicieron falta un par de segundos para correrme contra la puerta del baño. Trallazo tras trallazo. No podía dejar pruebas, aunque me habría gustado, así que me puse de cuclillas y lamí toda la lefa que había echado. Encajé la puerta y me fui antes de que pudiese pillarme.