Los mejores amigos de papá 2

Al día siguiente, me follo a uno de los hombres con los que me he ido de viaje, ¿será mi padre o alguno de sus amigos?

-Ven aquí.

Por primera vez desde que tenía siete u ocho años mi padre y yo íbamos a dormir juntos. Pero esta vez, él estaba completamente en pelotas.

Sin duda era una imagen diferente de mi padre la que estaba viendo aquel fin de semana. Él y sus amigos estaban todo el rato uno encima del otro, abrazándose, sentándose juntos, nadando desnudos juntos. No era algo a lo que estuviese acostumbrado, y mucho menos a verlo en hombres adultos. Los hombres nunca mostraban sus emociones. Fue en aquella cabaña, en aquellos viajes, donde se sentían lo suficientemente cómodos como para ser ellos mismos.

Ya había visto a mi padre desnudo antes, junto al lago, pero solo me fijé en su espalda y en su culo. Verlo allí tumbado hizo que me recrease mirando su cuerpo de adulto; su pecho y su estómago, su polla morcillona y sus huevos grandes en medio de aquellas grandes y peludas piernas. No quería mirar demasiado, y no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado, quizás solo un segundo, pero fue suficiente para memorizar la imagen de su cuerpo. En cuanto a él, si se dio cuenta de cómo lo miraba no hizo ningún esfuerzo por taparse.

En ese momento, volví a la realidad y me di cuenta de que estaba de pie delante de mi padre solo con mis calzoncillos blancos, y si me quedaba así durante mucho tiempo me empezaría a empalmar. Rápidamente miré hacia otro lado y me dirigí a la cama, a su lado, usando la sábana para taparme.

-Buenas noches -dije, aliviado cuando apagó la luz un segundo después.

Lentamente bajé la mano hasta mi polla y la nota semi-dura. No me hacía falta mucho en aquel entonces para que se me pusiera dura, pero me sentiría muy avergonzado si me ocurriese delante de mi padre.

Mientras mi vista se hacía a la oscuridad que inundaba la habitación, podía notar su presencia justo a mi lado con el resto de mis sentidos. Su cuerpo emanaba un calor que me hacía sentirme atraído hacia él, tentado de rodear todo su cuerpo con mis brazos para estar cómodo y cerca de él. Intenté pensar en otras cosas, respirar relajadamente, y haciendo el mayor esfuerzo por dormirme, pero era inútil.

Empecé a escuchar a mi padre roncar en cuestión de minutos, pero yo no estaba cansado, a pesar de todo el alcohol. Mis pensamientos no eran sexuales, al menos no intencionadamente, pero mi polla no se relajaba. Normalmente me haría una paja rápida antes de dormir, pero no me parecía una opción viable con mi padre justo a mi lado. ¿Por qué estaba tan cachondo?

Me giré bruscamente después de una hora intentando dormirme, y sin querer desperté a mi padre.

-¿Qué pasa? -preguntó con voz ronca en la oscuridad.

-Nada. No puedo dormir.

No contestó. Un par de segundos después, se movió en la cama, se acercó a mí y me abrazó por la espalda, poniendo un brazo sobre mí.

-Venga, a dormir -susurró. Segundos después me estaba roncando en el oído.

Lo que hizo provocó varias reacciones en mí. Primero, hizo que mi polla se pusiera lo más dura posible, tan dura como una piedra. Dos, hizo que mi corazón latiese tanto que casi se me salía del pecho. Pero luego, mientras intentaba desesperadamente relajarme, de pronto empecé a sentirme en calma. Se sentía bien tener los brazos de alguien alrededor de tu cuerpo. Especialmente los brazos fuertes y peludos de papá. Empecé a acariciarlos, suavemente, como si fuera un cachorro, y sentí el calor de su pecho pegado a mi espalda. Mi corazón se calmó, y de la nada empecé a suspirar suavemente, sudando un poco. Sin darme cuenta, me estaba corriendo, me estaba corriendo dentro de mis calzoncillos mientras mi padre me abrazaba de una forma protectora. Tras esto, y con la polla aún dura, me dormí.

Me desperté la mañana siguiente por culpa de los ronquidos profundos de mi padre. Me dolía la cabeza, y no sabía qué hacer aparte de levantarme e ir a buscar una aspirina.

Miré a mi padres espatarrado sobre la cama, ocupando el 75% del colchón, durmiendo con la boca abierto. Me resultó tierno verlo de aquella manera. Luego miré hacia mis calzoncillos, la mancha de lefa no era muy prominente, se podía disimular.

Fui al baño, meé y busqué algo para la cabeza. Nada. No quería despertar a mi padre para preguntarle si había traído algo, así que decidí ir a la cocina a mirar si había. En el pasillo del piso superior, una de las dos habitaciones estaba cerrada pero la otra estaba abierta de par en par. Asomé la cabeza. Una de las camas estaba vacía. En la otra, Manu dormía completamente desnudo, con la sábana arrugada a los pies de la cama. No lo había visto desnudo ayer, y como cada vez que veía a alguien desnudo, mis ojos se fueron directos a su polla. La tenía peluda, y aparentemente debía de estar teniendo un sueño muy bueno, porque parecía que estaba más hinchada de lo normal. Aunque lo veía como el tío aburrido que siempre hablaba de política y trabajo, recordé como ayer no paraba de llevar la conversación hacia el sexo.

Bajé por la estrecha escalera hasta la cocina. Era bastante temprano, las 6 de la mañana, pero la habitación ya estaba llena de luz. El sonido de los pájaros piando entraba desde el bosque. Me gustó anoche, pero ahora con aquel dolor de cabeza me parecía molesto.

Miré en los cajones y armarios pero no había ningún medicamento en ningún sitio. Me tomé un vaso de agua. Había un vaso sucio de café al lado del fregadero, alguien había desayunado ya. Volví a tomarme otro vaso de agua y salí al jardín a investigar.

El aire fresco me pegó en la cara como una ola tan pronto como abrí la puerta. El amanecer me esperaba fuera y salí descalzo al porche trasero. La madera se sentía caliente bajo las plantas de mis pies. De pie allí, solo con los calzconcillos puestos, la temperatura era perfecta. La fría noche se había transformado en otro día cálido.

Decidí caminar hacia el lago, mayormente porque no tenía nada mejor que hacer que eso o volverme a la casa y acostarme. Miré alrededor buscando mis chanclas pero no las conseguí encontrar, así que caminé con los pies desnudos.

Cuando llegué, me di cuenta de que nuestra ropa del día anterior seguía allí. Papá y yo nunca la llegamos a recoger. Cogí los calzoncillos de mi padre y, sin pensármelo dos veces, me los llevé a la cara inhalando profundamente aquel aroma que casi parecía una droga. Olía a nuestra habitación esta mañana. Decidí dar una vuelta alrededor del lago, con los calzoncillos de mi padre en la mano.

Cuando llegué al otro lado, me di cuenta de que no estaba solo. CJ estaba tumbado de espaldas en la hierba, desnudo, con los ojos cerrados, tomando el sol. Miré a su polla flácida y no había otra forma de describirla, simplemente enorme. También estaba completamente depilada, algo que me pareció raro después de ver a todos sus amigos peludos.

Tosí intencionadamente para alertarle de mi presencia.

-¡Oscar, machote! -dijo incorporándose y usando su mano para taparse los ojos del sol- Buenos días.

-Buenos días -dije mientras me acercaba.

-¿Qué tal estás?

-Bien. Me duele un poco la cabeza después de anoche. ¿Tienes aspirinas?

-No necesitas medicamentos para todo. Ven, túmbate conmigo, respira. Ya verás como te ayuda.

-¿No es incómodo? -miré a las hojas y pequeñas ramas del suelo- Puedo ir a coger un par de toallas o sábanas de la cabaña.

-Shh. Venga -me indicó que me sentara a su lado.

Le hice caso, no tenía otra opción, y me tumbé en la hierba.

-¿Mejor? -preguntó al par de minutos.

-Sí -admití.

No se me había quitado del todo el dolor de cabeza, pero era cierto que me encontraba mejor.

Nos tumbamos en silencio durante un largo rato. Los dos solos. Él desnudo y yo en calzoncillos.

-¿Qué tal te lo estás pasado? -preguntó después de un rato en silencio.

-Bien, simplemente me estoy acostumbrando a estar con vosotros.

-Joder, ¿tan difíciles somos? -dijo riéndose.

-No, pero aquí parecéis diferentes a cuando os veo en otros sitios.

-¿Diferentes cómo? -preguntó mientras se incorporaba un poco sobre sus codos, aunque estoy seguro de que sabía a lo que me refería.

-No sé, estáis muy juntos los unos con los otros. Mucho contacto físico.

-¿Y eso es malo?

-Supongo que no. Simplemente me resulta extraño, eso es todo.

-Es raro ver a dos tíos abrazándose o agarrándose de la mano, o siendo cariñosos entre ellos -dijo, con los ojos cerrados-. Venimos aquí para eso.

No sabía que responder a aquello, así que me quedé tumbado en silencio durante un rato.

-¿Has dormido bien? -pregunté un momento después en un intento por romper el silencio, porque a mí me parecía incómodo.

-Como un bebé. ¿Tú?

-Sí -contesté-. He tenido que compartir cama con mi padre. No hacemos eso desde dios sabe cuándo.

-Que pena. Yo nunca conocí a mi padre, pero creo que es importante que padres e hijos hagan cosas juntos.

-Supongo -contesté.

-¿Fue incómodo?

-No, estuvo bien. Simplemente... extraño.

-Usas esa palabra mucho. Extraño -repitió CJ mirándome-. ¿Qué es lo que te preocupa tanto?

-No lo sé. Supongo que me preocupa que, si soy extraño, la gente se ría de mí.

-Oh, se van a reír de ti de todas formas. Que les den.

Solté una carcajada y CJ pasó su mano por mi pelo.

-¿Qué tienes, 16? Tienes mucha presión encima, ahora más que nunca. Simplemente no te preocupes mucho por lo que piense la gente. Si quieres hacer algo, hazlo.

Dejamos de hablar y nos quedamos tumbados en silencio. Esta vez, me sentía más cómodo con aqule silencio. La cabeza ya casi no me dolía. La tierra no era tan incómoda como pensaba.

CJ sacó un porro del bolsillo de los pantalones que tenía tirados en la hierba.

-¿Quieres? -me lo ofreció después de encenderlo y darle una calada.

-¿Por la mañana? -me reí.

-Un buen desayuno, cariño -me miró sonriendo.

Fumamos sin hablar. Miraba el cielo azul sobre nosotros. CJ tenía los ojos cerrados. Noté cómo lentamente empezó a acariciarse la piel con la yema de los dedos, en sus brazos, su pecho, bajando por su estómago. Me fijé en el piercing que tenía en el pezón, y aquella tableta que aparecía en su barriga, que estaba definida. Sus dedos siguieron bajando, acercándose peligrosamente a su polla. Si tuviese pelos en el pubis ya los estaría rozando con los dedos.

Me lamí los labios y miré a nuestro alrededor, preocupado por si alguien nos veía. Sabía que no debía mirarlo, pero nunca había tenido la oportunidad de estar tan cerca de un hombre desnudo. Sí, de vez en cuando veía a tíos en pelotas en los vestuarios, pero ocurría muy rápido, Quería ver a un hombre desnudo como en aquel momento, y grabarlo a fuego en mi memoria. Quería hacer incluso más. Quería tocarlo.

“Si quieres hacer algo, hazlo” las palabras de CJ resonaban en mi cabeza.

No sé si fue por el porro, por el encanto mágico de aquel lugar que hacía que los hombres perdiesen el pudor y la inhibiciones, pero estiré el brazo y toqué bajo el ombligo de CJ. Al principio solo lo rocé con los dedos, pero acabé apoyando la mano completa. Lo acaricié y bajé hasta su pubis.

En ese momento, sintiendo mucha vergüenza, retiré rápidamente la mano.

CJ no abrió los ojos ni dijo nada al respecto. Simplemente me agarró la mano, entrelazó sus dedos con los míos y la apretó.

-Está bien -dijo suavemente-, puedes seguir si quieres.

No podía creer lo que estaba escuchando. Sí, ¡por supuesto que quería! Volví a estirar el brazo, tal vez demasiado ansioso, y puse mi mano entre su ombligo y su polla.

Poco a poco fui bajando la mano. Pronto, sus cojones estaban la palma de mi mano. Los apreté suavemente y su polla empezó a ponerse dura.

Se estaba empalmando, el lo estaba disfrutando tanto como yo.

Puse mi mano alrededor de su polla y la agarré con firmeza. Tenía muchísima práctica con mi propio rabo, pero nunca había sentido el de otra persona. Era como si pudiese sentir la energía de CJ a través de su polla. Se le puso aún más dura, y comencé a pajearlo cada vez más rápido.

Mientras hacía eso, una de las manos de CJ se adentró en mis calzoncillos y estrujaba uno de mis cachetes del culo. Rápidamente me deshice de mis calzoncillos y volví a masturbarlo mientras él juagaba con mi culo. Era una sensación fantástica el notar cómo te hacían algo sí por primera vez.

Sus largos dedos encontraron el camino hacia mi agujero. Respiré profundamente al notar un dedo empujando para entrar.

-¿Puedo? -preguntó en un susurro.

-Sí.

Continuó jugando con mi hoyito, algo que nadie me había hecho jamás.

-¿Te gusta? -me pregunté mientras metía un segundo dedo y jugaba con ellos de una manera más agresiva.

-Me... me gusta -me costaba hablar por el placer.

-¿Quieres más?

De alguna forma sabía perfectamente a lo que se estaba refiriendo. Me giré hasta que quedé tumbado sobre mi estómago, levantando mi culo en el aire.

-¿Estás seguro? -preguntó de nuevo, pajeandose la polla que ya estaba soltando todo el precum posible.

-Sí -quería saber qué se sentía.

Durante años, me había fijado en los hombres de manera más intensa que en las mujeres. Siempre encontraba maneras de convencerme sobre que era algo “normal”, nada más que curiosidad. No podía soportas la idea de ser gay. Para otra gente lo respetaba, pero, ¿para mí? Que va.

Pero cuando mis amigos empezaron a tener sexo y vacilar acerca de ello, me sentí más y más incapaz de forzarme a hacerlo con una mujer. Siempre me daba más curiosidad experimentar con otros chicos.

Ahora, en esta cabaña, todo parecía ser perfecto. Incluso mi padre, que era súper hetero, se quedaba en pelotas y abrazaba a sus amigos. Si dejo que CJ haga esto, significa que soy gay, al menos en mi cabeza. Y por primera vez, quería tener las ideas claras. Quería parar de dudar.

Noté cómo CJ manchaba la entrada de mi culo son su precum tan pronto como presionó la punta de su polla contra mi hoyito. Tomé aire profundamente y me mordí el labio inferior mientras él comenzó a meterla.

Gracias a dios que fumé, porque si no me habría dolido mucho más. A penas podía aguantar aquella polla, pero estaba determinado en intentarlo. Noté como CJ la sacaba por un segundo, lo escuché escupir y luego la volvió a meter. Respiré hondo. El olor a naturaleza era intenso, y por un breve segundo me hizo olvidarme de que me estaban taladrando el culo. Cuando mis músculos empezaron a relajarse, noté toda la polla de CJ dentro de mí. Empezó a embestir, a metérmela y sacármela.

-¿Ya?¿Ya me la has metido? -pregunté eufórico, como si hubiese ganado un premio.

-Toda dentro, cariño -dijo y empezó a follarme más fuerte.

-Oh, joder. Joder. ¡Lo he conseguido! -solté una carcajada.

La sensación de orgullo me ayudó a transformar el dolor en placer, y disfrutaba siendo reventado por el amigo de mi padre, que iba cada vez más rápido y fuerte.

Sudábamos por culpa del sol como si estuviéramos corriendo una maratón. El aroma de nuestros cuerpos se mezclaba con el olor de la naturaleza que nos rodeaba. El lago justo delante de nosotros parecía tranquilo y sereno. Mientras estaba siendo follado, comencé a gemir y gritar de placer, cada vez más fuerte, con más confianza. Disfrutaba el estar en la naturaleza y ser libre.

Mi polla a aquellas alturas estaba completamente empalmada, e intenté masturbarme mientras CJ me follaba, pero encontraba difícil concentrarme en ambas cosas al mismo tiempo. Aún así, el placer que sentía no podía ser superado por nada.

CJ me folló hasta que los dos estábamos completamente cansados. Entonces, noté cómo sacaba rápidamente la polla de mi culo y dio un salto para ponerse de pie.

En un silencio absoluto nos pusimos de acuerdo. Se iba a hacer una paja para correrse sobre mi cara, y yo iba a intentar correrme al mismo tiempo.

Nos llevó menos de un minuto el pajearnos. Pronto, CJ empezó a disparar trallazos de lefa, que caían en ambos lados de mi cara. Abría la boca y saqué la lengua intentando atrapar alguno de los chorros. Al mismo tiempo, yo comencé a correrme sobre la hierba en la que estaba de rodillas. Fui mi orgasmo más intenso hasta la fecha, haciendo sentirme demasiado débil como para quedarme de rodillas. Agotado, me dejé caer en la hierba una vez los dos nos habíamos corrido.

CJ estaba tumbado también a mi lado, y pasó su brazo a mi alrededor. Todavía tenía su crema recorriendome la cara. En ese momento, me percaté de que los calzoncillos de mi padre estaban a mi lado ya que los había traído conmigo. Los alcancé y me limpié la cara con ellos, pasándoselos a CJ para que se limpiara la polla.

-Pfff me voy a duchar -dijo tras unos segundos de silencio-. ¿Vienes?

-Creo que me voy a bañar en el lago -dijo mirando al agua.

-Genial, te veo en un rato -dijo lanzándome los calzoncillos-, te hemos arruinado los calzoncillos -se rió.

-No son míos, son de papá.

-Joder, pues asegúrate de dárselos de vuelta -me guiñó el ojo.

Recogió su ropa y se marchó a la cabaña. Me tumbé por un rato más, disfrutando de la escena. No fue hasta por lo menos diez minutos más tarde que me di cuenta de que había estado sonriendo todo el tiempo. Me levanté y fui corriendo hasta lanzarme al agua. Por primera vez sabía lo que era y estaba en paz: Era gay.

El resto del fin de semana fue magnífico. Los seis nadábamos, hicimos barbacoas, bebimos y fumamos juntos. Vimos la tele sentados unos junto a otros sin camiseta o incluso desnudos. Aquella noche, me quedé completamente desnudo antes de meterme en la cama con mi padre. Ninguno de los dos dijimos nada al respecto, pero pasamos toda la noche haciendo la cucharita. Me levanté por la mañana con la polla como la de una caballo, y fui al baño a cascarme una paja antes de que papá se despertase.

Teníamos conversaciones sobre sexo y pajas todo el rato. Fue durante una de estas conversaciones cuando me enteré de que mi padre se masturbaba a diario, en el descanso para el desayuno, en los baños de la oficina, para relajarse antes de volver a trabajar. Era gracioso, porque yo hacía lo mismo en el colegio.

Vi a CJ y mi padre hablando solos un par de veces. Siempre me miraban a mi, y me llegué a preguntar si CJ le contó lo que había ocurrido. CJ y yo nunca hablamos de ellos, y estaba seguro de que tampoco se lo contó a mi padre porque este no me preguntó sobre el tema-

En el camino de regreso, mientras conducía, papá y yo hablamos.

-Recuerdas las reglas del viaje, ¿no?

-Lo que pasa en la cabaña se queda en la cabaña -dije sonriente.

-Sí. No hay necesidad de hablarlo en casa... Aunque si hay algo que me quieras contar, puedes hacerlo ahora.

Miré por la ventana.

-No hay nada -contesté.

Mi padre mantenía sus ojos en la carretera, y condujo en silencio por un buen rato.

-Óscar, lo sé todo -dijo de pronto.

Me entró el pánico por todo el cuerpo. El estómago, el pecho y la cabeza me iban a explotar.

-¿Qué es todo? -pregunté pensando en cuando me corrí durmiendo con él, en el polvo con CJ, etc.

-Lo tuyo con CJ y mi par de calzoncillos desaparecidos -soltó una carcajada.

No podía hablar. Intenté tragar, pero tampoco podía.

-No pasa nada -dijo mi padre poniendo su mano en mi rodilla-. No estoy molesto por nada.

-Papá... puede que sea gay -dije finalmente tras cinco minutos de conducción en completo silencio. La mano de mi padre seguía en mi rodilla.

-¿Puede? Te la han metido por el culo Óscar -dijo riéndose fuertemente-. Está bien. Si quieres hablar del tema me puede comentar lo que sea. Si no, lo que pasa en la cabaña se queda en la cabaña.

Apretó mi rodilla y tuve que usar toda mi fuerza para no llorar justo en ese momento.

-Papá... gracias por dejarme venir -dije.

-No hay de que, hijo.

-¿Crees que puedo volver el año que viene?

-Ya veremos -dijo sonriendo.