Los malditos metadatos tienen la culpa
Todo iba bien hasta que los metadatos entraron en juego, dándome la oportunidad de forzarte a ser sometida...
Llevaba leídos un par de relatos suyos cuando me animé a escribir un par de líneas al mail que aparecía junto al nombre de la escritora.
"Un relato bien llevado, morboso, excitante, con ritmo.
Una buena lectura que espero no quede interrumpida en este punto de la trama."
El relato en cuestión estaba dentro de la categoría de Dominación, y en él la protagonista era usada por su Amo, el cual, a estas alturas de la trama, no había dejado orificio de la joven sin usar.
La contestación de la joven escritora, educada, me dio pie a mandarla un nuevo correo, preguntándola sobre si la situación era real o se basaba en una fantasía.
Una nueva respuesta indicando que era una fantasía dio pie a un nuevo mail mío, y así empezamos a charlar. Yo, que soy muy curioso en general y sobre las prácticas sexuales de los demás en particular, la iba haciendo preguntas que ella iba contestando. Me excitaba saber lo que deseaba y con lo que fantaseaba, y ella no tenía ningún reparo en contestarme, imagino que amparada por el anonimato de internet.
Las conversaciones, vía mails o chat, sobre aspectos meramente sexuales fueron dando paso a pequeños comentarios sobre aspectos más personales de su vida...
Empezamos a hablar, entre otras cosas, sobre cuáles serían los próximos pasos de la protagonista de su historia y sobre cómo sería humillada y usada por su Amo. Así fue como, tras intercambiar varias impresiones e ideas, decidió enviarme un word con el próximo episodio de la historia.
Y eso cambió todo.
Ella tampoco sabía lo que eran los metadatos, esos pequeños cabrones que se incrustan a nuestros archivos electrónicos como piojos y permiten averiguar, por ejemplo, cuál es el modelo de móvil con el que se sacó esa foto, o incluso la geolocalización del sitio en el que se sacó...
Esos pequeños cabrones me permitieron saber cuál era su nombre real: aparecía en los metadatos del fichero de word.
Seguí hablando con ella con toda naturalidad, como veníamos haciendo desde hacía ya unas semanas, sin decirla nada de mi descubrimiento sobre su verdadera identidad. Por otro lado, la tentación de usar la información de la que disponía en mi propio provecho era tan... tentadora...
Paralelamente a nuestras charlas sobre cuestiones más o menos triviales, cree un perfil falso en redes sociales y empecé a ser amigo de su perfil real.
Como un perfil de alguien como yo, próximo a la cuarentena, cantaría mucho en su entorno veinteañero, adapté mi perfil trampa a su entorno social. Fue fácil hacerlo: la gente valora poco su privacidad en redes sociales y acepta solicitudes de amistad de casi cualquiera que le pida amistad con un argumento medianamente sólido en plan "soy amigo de X, nos conocimos en la fiesta de aquel garito en la que ibas con tus amigas Z y N".
Tras un par de semanas siendo su amigo en las redes sociales tenía información muy útil sobre su familia, amigos, conocidos, hábitos,... Estructuré toda la información en una carpeta encriptada de mi ordenador, información más que suficiente para lograr mi objetivo.
Tras un par de días charlando normalmente, mientras me cuestionaba si realmente estaba dispuesto a dar el paso que tantas veces había imaginado, decidí hacerlo.
Así que, en mitad de una conversación trivial, mencioné su nombre real.
Hablas con más chicas y te has despistado con el nombre -me dijo.
No. Ese es tu nombre real, verdad? -la dije a bocajarro.
Si -dijo ella dudando- Has tenido suerte o te lo habré dicho en algún momento y no lo recuerdo...
Una batería de datos de su yo real aparecieron en su monitor: apellidos, dirección, nombre de sus padres, amigos más activos en facebook y datos de los mismos...
Pe... ppero... ¡eres un cabrón! ¿Cómo has conseguido toda esa información mía? -preguntó, imagino que con lágrimas en sus ojos por haber visto desvelada su intimidad...
Ya te lo contaré en otro momento. Ahora voy a contarte lo que va a pasar: vamos a hacer realidad tus fantasías de ser sometida...
...y una mierda! -me interrumpió
Dejé unos minutos para que se serenase.
No estamos negociando. Eso va a pasar a menos que quieras que todos tus contactos de redes sociales reciban extractos sobre nuestras charlas en los que se exponen tus fantasías y experiencias sexuales vividas. ¿Estás dispuesta a ello?
...
Voy a dejarte tiempo para que pienses en ello. Es decisión tuya, puedes aceptar mis condiciones o asumir la contrapartida por no hacerlo. Sinceramente, creo que ambos vamos a disfrutar de la situación: yo sometiéndote y tú siendo sometida.
Omití decir que apostaba a que, cuando se la pasara el natural enfado, encontraría la situación excitante: podría ver cumplidas sus fantasías de ser sometida y humillada librándose del sentimiento de culpa por "abrazar" sus deseos. Total, siempre podría decirse que no tuvo elección y que yo la obligué, chantajeándola para poder dominarla...
- Para dentro de dos días, a las 21:00 como muy tarde, espero un mail tuyo aceptando ser mi sumisa sexual. Si no tengo mail o este va en otra línea, no volveremos a hablar, pero por la mañana verás que la gente que conoces no te mira igual...
Esos días pasaron despacio. Estaba más pendiente del móvil de lo habitual, esperando su correo.
Sinceramente, no iba a cumplir mi amenaza: soy un capullo, pero no un hijo de puta dispuesto a hundir la vida de una joven, estigmatizándola de un modo del que probablemente no se libraría nunca.
Y creo que a poco que ella lo hubiera pensado, lo habría sabido.
Puede que lo pensara, y no descarto la posibilidad de que lo hiciera pero prefiriera usar mi farol camuflado de chantaje para dejarse llevar, sabiendo hacia dónde la conducía eso, dejándose dirigir por un camino que la conduciría a explorar y cumplir sus fantasías sexuales y esos deseos que confesaba bajo su pseudónimo pero que ocultaba bajo su nombre real...
20:50 enciendo mi portátil, cargo el servicio de mail que uso.
Nada.
Me voy entreteniendo curioseando las novedades de todorelatos: un par de nuevos relatos de dominación interesantes y uno en orgía que guardo para leer luego...
20:55 y aún nada. Curioseo la prensa digital para matar el rato. Habría preferido no hacerlo, visto el contenido de la misma, pero ya es tarde. No aprendo...
21:02 Bueno, tendré que asumir que no me ha salido bien el farol. Una pena, creo que ambos habríamos disfrutado de la situación...
Lo dicho, una lástima: había imaginado varias sesión de dominación. Algo fácil sabiendo como sabía qué la excitaba y qué deseaba experimentar...
21:04 Me dispongo a apagar el ordenador cuando un mensaje nuevo aparece en la bandeja de entrada.
Ella es la remitente. Sin asunto.
Lo abro, expectante y ligeramente excitado.
"Acepto.
Espero indicaciones por chat."
Se me pone dura al instante mientras abro la aplicación de chat.
Buenas noches -saludo.
Ya, claro -contesta cortante.
Has estado sopesando las opciones e imagino que esta es la que menos te desagrada, ¿no? -digo en mi papel de chantajista dispuesto a convertir su vida en un infierno
Si, así es. Dime, ¿qué quieres que pase ahora?
Para empezar, de ahora en adelante te vas a dirigir a mi como Amo o Señor, ¿entendido? Por nuestras conversaciones tengo claros cuales son tus limites, y puedes estar tranquila que no los rebasaremos, aunque te llevaré al límite. No cuestionarás mis órdenes o deseos, los cuales cumplirás o serás castigada por ello. ¿Alguna pregunta de momento? -escribo del tirón.
No, Señor.
Bien, zorrita. ¿Estás dispuesta a ser mi sumisa, a dejar que te utilice del modo que me plazca, a que busque el placer a través de cada uno de los agujeros de tu cuerpo, a que erice cada milímetro cuadrado de tu piel mediante la fusta o la caricia de mis dedos? -pregunto conociendo la respuesta de antemano.
Si, Señor.
¿Estás mojada por la idea, puta? -formulo la retórica pregunta.
...
¡Contesta! No me gusta repetirme -interpelo.
...un poco...
¿Se contesta así?
Un poco, Señor -repite la respuesta.
Eres una perra caliente, ¿verdad? Aunque eso ya lo sabíamos. Siguiendo tu costumbre, estás depilada, ¿verdad?
Si, Señor.
Nunca hemos usado la cam, pero eso va a cambiar ahora. Vas a grabar un vídeo con tu móvil. Ahora te mandaré mi número. El plano inicial será de tu cara, y vas a presentarte con nombre, apellidos y domicilio. A continuación vas a grabar tu consentimiento para ser sometida por el receptor del vídeo, que seré yo. Quiero que des tu consentimiento explícito para que use tu cuerpo a voluntad, disponiendo de él a mi antojo. ¿Todo claro de momento?
Pero...
¡Pero nada! El vídeo va a seguir con un plano de tu coño, sin pantalón ni ropa interior que lo oculte. Vas a palmearte el coño por no haber contestado debidamente antes. Y después vas a masturbarte con el móvil bien cerca, que se aprecie la humedad. ¿Alguna cuestión?
No, Señor
Estás empapada, ¿verdad, guarra?
...Si, Señor...
Espero que no se te haya ocurrido empezar a tocarte. Vas a disfrutar siendo mi zorrita... Son las 21:44. Quiero el vídeo en mi móvil a las 22:00. Ese vídeo será encriptado y lo guardaré en mi portátil, junto a toda la documentación que tengo sobre ti. Quiero que el vídeo dure al menos diez minutos. Nada de correrse, ¿está claro? ¿Alguna pregunta?
Ninguna, Señor, todo claro... -dice con la voz entrecortada, fruto de la excitación.
Espero ese vídeo en quince minutos. Ese vídeo te convertirá oficialmente en Mi Zorrita. Ponte a ello.
Tras esto, la envié mi móvil y cerré el chat.
Estaba durísimo, con el glande húmedo por el líquido preseminal. Me toqué por encima del pantalón durante esos minutos.
A las 21:59 me llegó el vídeo. Doce minutos, siguiendo las instrucciones dadas. Claro, con buena imagen. Se la veía claramente la cara, era imposible no reconocerla. Muy guapa. Seria un placer mancharla con mi leche caliente.
Tras la presentación, una pasada fugaz por su cuerpo hasta llegar a la entrepierna, abierta, brillante. ¡Palmada sonora! Tras la misma, ocho minutos masturbándose durante los cuales se oía de fondo su respiración entrecortada, fruto de la excitación. Bajaba el ritmo cuando se aproximaba al orgasmo sin llegar a detenerse y se mordía los labios; durante un instante, en el minuto noveno, la vi pellizcarse el labio menor derecho para frenar las contracciones y frenar así el inminente orgasmo.
Cumplió bien.
Me pajeé viéndolo por segunda vez, sacando un foto de mi leche sobre mi abdomen. Tras hacerlo, lo ví dos veces más, lo encripté y guardé y la mandé un mensaje al móvil junto a la foto: "Este es el resultado del primer uso que te he dado; no será el último. Espero que no estés tan caliente como para que no te sea posible conciliar el sueño. Buenas noches. ".