Los ligues de mi padre

Cansado de escuchar cada día a mi padre mantener relaciones con diferentes mujeres, en un momento dado esto cambió para mi satisfacción

Hace mas de dos años que mis padres se divorciaron, y aunque haya pasado suficiente tiempo creo que aún no lo he asimilado del todo.

Lo peor es que mis padres ya no viven en la misma ciudad, y como tengo que pasar temporadas con los dos, ando de un lado a otro. Ahora en verano, como no tengo clases, suelo estar un mes con cada uno, ya sabeís por lo de la edad y todo eso, aún tengo dieciséis años.

Cuando estoy con mi madre todo suele ser muy rutinario, mi madre siempre hace lo mismo, y no me sorprende nada. En realidad es con quien prefiero estar. Me hace los platos que mas me gustan, me despierta a modo de despertador,…

Por otro lado, la vida con mi padre es mas desordenada, mas catastrófica, cada uno se hace lo suyo, y se las arregla como puede. Pero lo peor que llevo en la convivencia con mi padre son sus ligues.

Mis padres son muy jóvenes, mi padre aún tiene cuarenta y dos años y mi madre cuarenta. Son demasiado jóvenes y es normal que les guste disfrutar y pasarlo bien.

Pero es que lo de mi padre no es normal. Sabéis lo que es ver a tu padre cada día llegar a casa de noche con una mujer diferente, yo si. En realidad no hay nada de malo en ello, salvo cuando se ponen a follar. Eso es brutal, son auténticos bacanales. Cada día una voz distinta, un gemido diferente, eso si, el sonido de los huevos de mi padre es siempre el mismo.

No es mentiré, al principio e incluso me ponía cachondo y me pajeaba hasta quedarme sin sangre en la cabeza, pero cuando ya es día si y día también, como que ya te da un poco de repelús. Lo pienso muchas veces y me digo a mi mismo, como coño hará este hombre para traer cada día  a un tía diferente, que suerte tiene que se topa a todas las guarras de la ciudad.

Pero al final todo queda en nada, unos cuantos folletéos, una ducha, y la mujer se marcha, nunca veo quien ni como es. O sea que a lo mejor se está follando un orco, y  yo me pajeo en la habitación de al lado, y echo litro y medio de lefa, pensando que es una modelo.

Pero todo cambio un día, lo recuerdo perfectamente. Desde aquel instante, los días que vivía con mi padre pasaron a ser los preferidos.

Como cualquier día en casa de mi padre, me encontraba sentado en el ordenador, mirando cosillas. Escuché como mi padre entraba en casa, obviamente acompañado.

La voz de aquella mujer era muy dulce, no sé, tuve una ligera impresión de que algo era diferente en esa chica.

Pues bien, transcurrió la noche, follaron como era de esperar. Yo me dormí sin percatarme si la mujer se había marchado o no. Al día siguiente me levanté, me puse el pijama, y me dispuse a hacerme el desayuno. Salí de la habitación, cuando cual fue mi sorpresa, mi grata sorpresa. Desde la puerta de la cocina quede observando, paralizado, sin creer lo que veían mis ojos.

Sabeis esa sensación cuando la adrenalina invade tu cuerpo, cuando por ejemplo se le ve el tanga a una chica por la calle o algo por el estilo, ese nerviosismo que rápidamente se transforma en excitación.

Pus fue lo que me sucedió. Me froté los ojos porque creí que era una alucinación. Pero no, ahí estaba, la mujer que había dormido con mi padre, si. Y diréis, y que hay de raro, nada, salvo que se encontraba en bragas, o más bien braguitas. Unas preciosas y pequeñas braguitas encajadas en su pequeño, perfecto y redondo culo.

Me quede observando mientras se calentaba un café, y analizándola detenidamente. Su figura era impresionante, tenía un cuerpo de escándalo, no debía llegar a los cuarenta. Era preciosa, sobre todo su culo, era perfecto, respingón, la braga se le metía por la raja, quedando una nalga al descubierto. Automáticamente di media vuelta y me dirigí al baño, me la casqué. Creo que fue la mejor y más escandalosa paja que me hice desde que mis padres se divorciaron.

Cuando salí del baño mi padre ya se había levantado, me presento a esa mujer, se llamaba Lucia, tenia treinta y seis años, y también era divorciada, quien tendría el valor para divorciarse de semejante mujer. Al parecer mi padre y ella ya se conocían, ya había estado más veces en casa pero cuando yo estaba con mi madre.

Ese mismo día me fui con mi madre, ya había pasado un mes, pero no se me quitaba de la cabeza esa mujer, y sobre todo su culo. Cada día en casa con mi madre me pajeaba pensando en su culo, la braguitas metidas en la raja, me imaginaba su ojete, su coño rasurado. Recreaba una y otra vez esa escena en mi mente, y en ella, caminaba y sin mediar palabra me agachaba y hundía mi cara en su culo.

Un mes después volví a casa de mi padre. Cuando llegue mi padre me advirtió que estábamos acompañados, que había una nueva inquilina, pero no pensé que fuera Lucia.

Como cada día me encontraba jugando con el ordenador. Sentí cerrarse la puerta de casa, mi padre había llegado, pero entonces sucedió algo que nunca antes había ocurrido. Se abrió la puerta de mi habitación y apareció Lucía. Quede perplejo, el recuerdo de su culo en bragas volvió a mi mente, era ella, ahora vivía con nosotros. La relación con mi padre había cuajado y se habían hecho novios.

Entró a saludarme, me dio dos besos y salió de la habitación. Mi polla creció en decimas de segundo como un pez globo cuando se hincha.

Y es que inevitablemente la visión que yo tenía de esa mujer ya no era la simple imagen de la novia de mi padre. Mi mirada hacia ella era de perversión, era follar,eran tetas, comida de culo, corrida en las tetas, mas follar, en definitiva, lo mas bizarre.

Acto seguido entro mi padre a la habitación y me explicó la situación. Lucía vivía con nosotros, así que debería respetarla en todos los sentido y facilitarle la convivencia.

Y vamos que si se la iba a facilitar, lo último que quería es que se fuera.

Como era de esperar esa misma noche se pusieron a follar, pero a diferencia de otras veces ese día estuve esperando. Quería escucharla gemir, quería ponerle sonido a esa imagen, la imagen de su culo en bragas.

Escuché como le daba fuerte, la bombeaba, sus nalgas chocaban con mi padre, sus gemidos eran intensos, e incluso pude escuchar como chaporroteaba su coño al correrse. Sin apenas tocarme empecé a correrme en los calzoncillos. Por momentos tuve el instinto de entrar en la habitación y metérsela yo también, pero obviamente era una locura.

Al día siguiente, esperé que se marcharan a trabajar. Me quedé solo y lógicamente como creo que harían todos los chicos en mi situación, fui a husmear su ropa interior, quería comprobar las armas que utilizaba esta mujer.

Abrí cajones hasta encontrar sus prendas. Había de todo, braguitas, culotes, tanguitas de hilo, era una pasada. Solo imaginármela con ello puesto se me erizaban los pelos.

Pero mi sorpresa llego cuando encontré un tanga usado, en la ropa para lavar, con el que había dormido toda la noche y con el que había follado con mi padre. Sin pensarlo lo cogí, me fui a mi habitación, comencé a olerlo. Saqué la polla y empecé a pajearme mientras lo olía. Era una delicia, una mezcla de olores, coño, flujos, sudor. Me corrí inmediatamente.

Esa noche mientras follaban lo saque de mi escondite y continué oliéndolo a la vez que escuchaba sus gemidos y su golpeteo de nalgas. Lo chupe y note en mi boca un ligero sabor amarinado.

Cada día repetía la misma acción, cogía la prenda que se quitaba del día anterior y la olía y chupaba mientras los escuchaba follar.

Me encantaba, era lo más cerca que podía estar de su coño y su culo. Mi deseo aumentaba cada día más y más, casi me estaba volviendo loco por esa mujer.

Entonces sucedió algo, algo muy inesperado. Jamás olvidaré ese momento y esa experiencia.

Habían pasado veinte días en casa de mi padre. Seguía con mi perversa rutina y mis pajas mentales. Me desperté con mi calentón, y me hice el desayuno. Como ya era habitual me dirigí a recoger mi braguita usada de cada día. Pero entonces cuando abrí la puerta de la habitación de mi padre, ocurrió algo imprevisto. Al parecer ese día Lucía descansaba y allí estaba, durmiendo plácidamente. Por un instante me frustré, porque no podía coger la prenda usada, pero acto seguido la perversión me abrió los ojos y pensé, para que quiero las bragas si la tengo a ella, y mi padre no está.

La lujuria invadió mi cuerpo y por momentos tuve la intención de abalanzarme sobre ella, pero era una locura.

Entre en la habitación sigilosamente y arrime la puerta sin llegar a cerrarla, no quería que ningún ruido de fuera pudiera despertarla y frustrar mi plan.

Tenía la polla casi a reventar, tuve que sacármela porque me hacía daño con el calzón.

Alumbrando con la luz del teléfono móvil me fui acercando sin hacer apenas ruido. Se notaba su perfume en el ambiente. A medida que me aproximaba y la olía más me excitaba.

Me arrimé a ella y me senté muy despacio, estaba totalmente dormida. La observaba mientras me la cascaba. Era preciosa.

Estaba acostada de lateral lo que me facilitaría la causa. Comencé a destaparla muy lentamente. Podía escuchar su fuerte respirar.

Ahí estaba su precioso culo, el que tantas y tantas pajas me había causado en tan poco tiempo. No podía creer que lo tuviera tan cerca. Llevaba un tanguita de hilo, podía apreciar cómo se perdía entre sus carnosas y redondas  nalgas. Deseaba olerlo, y chuparlo. Me pajeaba más y más fuerte mientras observaba su culo a escasos centímetros de mi. Acerqué la nariz y comencé a olerlo. Involuntariamente me acerqué tanto que termine con la nariz entre sus nalgas. Por momentos me precipitaba pero a la vez me asustaba por miedo a que se despertara.

Pose muy despacio mi mano en su nalga izquierda, estaba caliente, era brutal, la adrenalina me invadió, el corazón se me puso a mil, tanto que temía despertarla con los latidos.

La frotaba con mi mano muy suavemente. Tenía la piel suave y áspera.

Pero supe que quizás fuera la única vez que estaría con ella de este modo. Pensé, o me arriesgo, o me quedo con las ganas para siempre.

Entonces decidí seguir adelante. Chupe mi dedo índice y comencé a meterselo por la raja del culo, con ello pretendía que se deslizara mejor. Podía notar la humedad del ano en mi dedo, estaba ardiendo, deseaba que fuera mi polla la que hiciera este recorrido. Hice tope, supe que tenía el dedo justo en su ojete, lo único que tenía que hacer era agarrar el hilo y tirar lentamente.

Logré engancharlo, mi uña estaba en haciendo contacto directo con su ano. No podía creerlo.

Tiré del hilo hasta lograr sacarlo y empecé a apartarlo hacia un lado.

Ahora venía lo más difícil. Debía abrir su culo sin que lo notara. Un movimiento en falso y llegaría la ecatonbe. En estos momentos pensaba lo afortunado que era mi padre.

Comencé a apartar su nalga izquierda descubriendo su ojete y su coño.

Estaba alucinando, no podía creerlo, lo estaba logrando. Me pajeaba mientras observaba su ano. Era precioso. Su coñito, sin un pelo, emanaba un ligero olor a marisco. Me encantaba ese olor, olía a sexo, a placer. Empecé a tocar su ojete y su coño mientras me chupaba el dedo. Sin que lo supiera estaba empapándola en saliva. Tanto, que a la luz del móvil, su coño y su culo brillaban con los regueros que dejaba.

Me agaché y acerqué mi boca. Mi lengua empezó a saborear su raja de arriba abajo. Clave la lengua en su culo y  repañé toda la saliva de su coño. Me encantaba ese sabor, su sabor.

Me decidí a culminar mi acción. Me incorporé de nuevo y acerqué la polla, que estaba al rojo vivo y empapada de saliva. Nada más hacer contacto con su ojete comencé a soltar grumitos de lefa sin apenas haber frotado aún. Era magnifico. Los grumos de semen se quedaban pegados a su culo. Deje que se deslizara de arriba abajo haciendo incapie sobre su coño que estaba lleno de saliva. La sensación era asombrosa, sentí el calor y la humedad del coño en la punta. Por momentos y sin querer, se escapaba y parecía que se iba a meter dentro.

Tras unos segundos frotando la polla, no pude aguantar más, era demasiado para mi, y sin poder evitarlo comencé a soltar chorros de lefa sobre la raja, salían a presión, grumos y chorros que podía escuchar como impactaban sobre sus nalgas y sobre su coño. Calculo que estuve unos treinta segundos soltando semen. Fue increíble. Su coño quedo encharcado en lefa. Podía apreciarse un lamparón en las sábanas El ojete y las nalgas estaban repletas de grumos. Tras acabar recoloqué el hilo del tanguita que quedo ahogado en mi esperma. Volví a taparla tirando sobre ella la manta. Salí de la habitación y continué como si no hubiera pasado nada.

Al cabo del rato, Lucía se levanto, salió de la habitación y se preparó un café, como era habitual. Se acercó a mi habitación a darme los bueno días. Estaba en ropa interior, con el tanga que apenas una hora antes había llenado de esperma.

Se dio media vuelta y pude ver su redondo culo, y su hilo, aún brillaban, podía apreciarse la humedad, estaba mojado. Lo curioso es que ella no se dio cuenta. Entró al baño, se ducho y dejo allí la prenda para lavar.

A partir de ese día, la tensión sexual que tenía quedo un poco mas aliviada, hubiera querido meterla, pero era muy arriesgado. Continué con mi rutina de las prendas, hasta que llego el día de marcharme, no sin haberme llevado unos cuantos tangas a casa de mi madre.

No sé si cuando vuelva seguirá allí, espero que si. Me encargaré de llamar a mi padre habitualmente para aconsejarle, que es una buena mujer para él.