Los Juguetes de Tedy (06)

Tamara, con la ayuda de una Domina, deshumaniza al cornudo hasta convertirlo en un perro que será el obsequio de cumpleaños del Dominante y Guapo Amito...

Los Juguetes de Tedy (VI)

La Mascota de Tedy

Cada vez nos hundíamos más en la espiral de degradación que nos imponía Tedy.  Mi novia y yo nos habíamos vuelto unos adictos irredimibles de las humillaciones, los usos y los abusos a los que nos sometía mi hermanito menor.  Vivíamos por él y para él.  Tedy se había convertido en nuestro Dios y Señor y nuestra mayor felicidad era estar postrados a sus pies.

Un par de días antes del cumpleaños de su, mi novia y yo hablamos sobre qué obsequio podríamos darle a mi hermanito menor.  Pero todas las opciones que se nos ocurrían las íbamos descartando casi de inmediato, sabiendo que ninguno de aquellos objetos que proponíamos iba a ser digno de Tedy o tal vez no lo complacería como nosotros esperábamos.  Hasta que a mí me surgió una idea que podía funcionar.

—   ¿Y si le obsequiamos un perro? – le propuse a Tamara.

—   Naaa… – me respondió Tamara –…es demasiado común…

Tuve que admitir que mi novia tenía razón.  Además que ya me veía a mí mismo teniendo que cuidar al perro.  Tedy no estaría nunca dispuesto como para sacarlo a pasear y menos aún para ir por ahí recogiéndole las gracias al cachorro.  Incluso tal vez ni fuera a agradarle a mi hermanito recibir como obsequio un simple y común perro.

—   Espérate…y…y si… – dijo Tamara –…y si el perro que le obsequiamos a Tedy es bien especial…

—   ¿A qué te refieres con “especial”? – le pregunté intrigado.

—   Bueno…estoy pensando si no será buena idea que tú…

Abrí los ojos como platos.  Ya me imaginaba para dónde iba mi novia.  ¿La muy salida pretendía que yo me convirtiera en el perro de Tedy?  Que ni de coña…no estaba yo para rebajarme tanto.  Bastante tenía siendo el esclavo cornudo y lame – pies de mi hermanito, como para que a Tamara se le ocurriera hundirme aún más.  Aquello ya iba más allá de mis límites.

—   Mira… – me dijo Tamara con cara de maestra –…piénsalo de este modo: tú ya eres como el perro de Tedy…todos los días te la pasas lamiéndole sus pies…no hay día que no le estés mamando su grandiosa y hermosa verga…ya no es posible que te rebajes más…

—   Pe…pero…pero es que… – alcancé a ripostarle, casi con un sollozo enredado en mi garganta.

Las palabras de Tamara me avergonzaban demasiado, tanto que hasta me ponían al borde de las lágrimas.  Pero tenía que reconocer que a ella le asistía toda razón: pasar de ser el esclavo de mi hermanito a ser su perro, no es que socavara mucho más mi dignidad.  Y de todas formas, esclavo o perro, siempre iba a estar arrastrándome a los pies de Tedy.

—   Pues nada… – sentenció Tamara –…hoy mismo vamos a comprar algunas cosillas para ponerte de perrito…bien digno de tu Amo Tedy…jijijiji…

La risilla de mi novia acabó de avergonzarme.  Me imaginé cómo mi hermanito se iba a descojonar de risa viéndome puesto a cuatro patas ante sus pies como un miserable perro y no estaba seguro de querer pasar por esa humillación.  Entonces traté de zafarme poniendo una pega al plan de Tamara.

—   Pero es que no tengo ni un centavo… – le dije –…tú ya sabes que mi mesada se la doy completa a Tedy…

Sin embargo, aquella disculpa no me valió de nada.  Tamara estaba decidida a que yo fuera el obsequio de cumpleaños de Tedy y no iba a escatimar para que mi hermanito se sintiera agasajado.

—   No te preocupes...tú te encargas de ser un buen perro obediente para Tedy… – dijo mi novia –…y yo me encargo de ponerte como se debe…

Y aquella tarde, comido de la vergüenza y de los nervios, me vi obligado a irme con Tamara a buscar las “cosillas” que ella preveía para hacer de mí un perrito digno de convertirme en la mascota de mi hermanito menor.  Aunque yo no tenía ni la menor idea de qué sería lo que mi novia utilizaría para dejarme en condiciones de agasajar a Tedy.

Llegamos directamente a un sex shop, una pequeña tienda de apariencia muy acogedora.  Tamara entró y yo atrás de ella, temeroso de lo que pudiéramos encontrarnos allí dentro y aún no demasiado convencido de prestarme para lo que mi novia preveía como obsequio de cumpleaños para Tedy.

En el lugar no había ningún cliente y al parecer no había nadie allí que nos atendiera.  Y aunque eso me hizo respirar a mí con algo de alivio, a Tamara no le importó y se fue derecho a una gran vitrina en cuyo marco se leía la palabra “Dogtraining” .  Tomó directamente del aparador un collar negro, de cuero y guarnecido con una hilera de taches puntiagudos.  Y estábamos allí contemplando ese elemento cuando oímos que alguien dijo a nuestras espaldas:

—   ¿Puedo ayudarte en algo, querida?

Nos dimos vuelta y quedamos frente a una mujer realmente impresionante.  De unos 35 a 40 años, con un rostro muy bonito y muy bien maquillado, cabello color cobre liso cayéndole como en cascada hasta su cintura.  Iba con un vestido negro enterizo, muy cortito, de cuero.  Tocada por guantes como de seda del mismo color del vestido y calzados hasta los codos.  Su presencia era imponente y su elegancia y hermosura se hacían aún mayores por aquellas botas hasta la rodilla y con tacos de aguja como de 15 centímetros que llevaba puestas.

—   Hola… – dijo Tamara –…verás…quiero algunas cosillas de perro…

Yo estaba lo suficientemente intimidado y nervioso por la presencia de aquella mujer tan guapa e imponente como para decir nada.  Además que ella se había dirigido directamente a mi novia llamándola “querida” , de tal forma que a mí me había excluido, cuando no ignorado.

—   ¿Quieres convertir a este bonito en tu perrito? – dijo la mujer.

Me estremecí acometido de una mezcla ansiedad, de vergüenza y de humillación.  Por un lado, aquella hermosa mujer me había llamado “bonito” y eso me había hecho sentir una tremenda desazón como entre gozo y humillación.  Por otro lado, el que ella adivinara la intención de Tamara de convertirme en un simple perro, me avergonzaba a más no poder.

—   Si… – respondió mi novia –…bueno…si y no…verás…lo quiero poner de perro, pero no para mí, sino para obsequio de cumpleaños de su hermanito menor…

—   Oh...pero qué lindo detalle… – dijo la mujer –…eres una chica muy afortunada…

—   Claro que sí… ¡Tedy me hace gozar tanto…!

—   Será muy lindo tu novio Tedy… – afirmó la hermosa mujer.

—   Jijijiji… – rió Tamara señalándome –…jijijiji…mi novio es éste…Tedy es el hermanito menor…jijijiji…

En ese momento yo estaba sintiendo que iba a morirme de vergüenza.  La humillación era tanta, que inconscientemente me había ido encogiendo hasta casi doblarme sobre mí mismo, queriendo desaparecer.

—   ¡Qué historia bonita! – dijo la mujer con una sonrisa – ¡¿Cómo lo logras, querida?!

—   Jijijiji…no es tan difícil…como ves, tengo mi encanto… – dijo Tamara moviéndose sensualmente –…y Tedy es tan hombre…es súper guapo y…bueno…tú me entiendes…es que la tiene tan grande…y uffffff…la tiene tan grande y tan hermosa…y su aguante…uffffff…Tedy es un Dios…

—   ¡Qué historia tan excitante! – dijo la señora.

Y enseguida puso una de sus manos enguantadas sobre mi cabeza y empezó a acariciarme como si lo hiciera con un perro.

—   Es decir que tú eres el cornudín de tu hermanito menor… ¿eh bonito? – afirmó la señora.

No pude más que tragar saliva y mover un poco mi cabeza de forma afirmativa.  Pero entonces la señora dejó de acariciarme los pelos, puso la punta de sus finos y largos dedos enguantados bajo mi mentón empujándome la cara hacia arriba y obligándome a mirarla.

—   Venga, bonito… – me dijo con firmeza –…que no creo que seas mudo… ¿Eres el cornudín de tu hermanito menor?

—   S…si…si Señora… – le respondí con un hilo de voz.

—   ¿Y tú lo disfrutas, bonito? – volvió a preguntarme la señora – ¿Disfrutas que tu hermanito le meta su grande y hermosa verga a tu novia?

—   S…si…si Señora… – le respondí de nuevo.

Aquello era increíble.  En ese momento me parecía que no podría sentirme más avergonzado y más humillado.  Pero paradójicamente, me estaba excitando…mi pollita se estaba poniendo tensa entre mi calzoncillo.

—   Bien, linda… – dijo la señora dirigiéndose a Tamara –…dame un minuto cierro y vamos a la trastienda…quiero sugerirte algunas prendas que puedes llevar para que tu Tedy se quede bien satisfecho con su nueva mascota…

Enseguida la señora fue hacia la puerta principal y luego de asegurarla, volvió hacia la vitrina, tomó de allí algunos elementos y luego convidó a Tamara hacia la trastienda.  Por mi parte, completamente intimidado, me quedé junto al aparador sin saber muy bien qué debía hacer.

—   ¡Venga, bonito! – dijo la señora – ¡Vamos a la trastienda que te vamos a poner como un bonito perrito…!

Me fui atrás de mi novia y de la señora, terriblemente humillado y temeroso, pero sin poder dejar de observar las pronunciadas curvas de aquella mujer tan guapa.  Y entramos en la trastienda, que ni más ni menos se parecía a una mazmorra de la inquisición, por la cantidad de instrumentos de tortura que había allí.  ¡Joder…como si me faltaran motivos para estar nervioso!  Y para rematar, la señora se volvió a verme y me ordenó:

—   ¡Tú, bonito…desnúdate!

No muy convencido, cada vez más nervioso y avergonzado, pero teniendo claro que debía obedecerle a esa señora casi como le obedecía a Tedy, empecé a quitarme la ropa, mientras aquella escultural mujer iba mostrándole a mi novia los elementos que había llevado con ella desde la vitrina del “Dogtraining” .

—   Este es el collar… – decía la señora –…apreciarás la fina manufactura…trae su mosquetón para enganchar la correa y la respectiva placa…en la placa va grabado de un lado el nombre del Amito, del otro lado va el nombre del animal…

—   ¿Y es posible grabarle de una vez el nombre de Tedy? – preguntó mi novia.

—   Claro querida.  ¿Cómo es el nombre del Amito?

—   Tedy Hamilton – respondió mi novia.

—   Ya está… – dijo la señora luego de accionar una máquina que hizo un ruido chirriante –… “Propiedad de Tedy Hamilton” … ¿Deseas que grabe también algún nombre para el animal?

—   Mmmm…no…tal vez a Tedy no le haga gracia que yo escoja el nombre de su mascota… – respondió mi novia.

—   Está bien, querida… – continuó la señora –…ésta es la correa…acá trae el mosquetón para engancharla al collar…

Para ese momento ya había terminado de quitarme la ropa.  Solo mantenía puesto mi calzoncillo, del que no me resignaba a despojarme, como tratando de mantener en esa última prenda al menos un mínimo vestigio de mi vergüenza y de mi dignidad.  Aunque la verdad es que suponía que ya no podría estar más humillado de lo que estaba, oyendo aquel diálogo entre mi novia y la señora, que hablaban ignorándome por completo.

—   Mira…acá está el bol…es esencial para cuando el Amito desee divertirse alimentando a su mascota…– decía la señora –…también suele llevar el nombre del animal grabado…pero esperaremos a que Tedy bautice al cornudín…

—   ¿Y esto de acá qué es? – preguntó Tamara señalando uno más de aquellos elementos.

—   ¡Oh querida…un perro no es un perro si no trae una cola que menear para halagar a su Amito! – dijo la señora – Eso es la cola, querida…

—   ¿Pero y esta forma? – preguntó de nuevo Tamara.

—   El extremo fino, es la punta de la cola…el otro extremo es un plug anal… – explicó la señora –…se le inserta en el culo al animal y así la cola se queda bien paradita y firme…ya enseguida te hago una demostración de cómo se usa…

La verdad es que poco entendía de la conversación entre la señora y mi novia.  Lo único que podía comprender era que cada palabra que ellas pronunciaban me avergonzaba y me humillaba más cada vez.  Estaba encogido como un animalito temeroso, con mi cabeza inclinada y mis manos sobre mi entrepierna, cubriendo mi pajarito que se debatía de excitación entre mi calzoncillo.

Percibí que la señora se acercaba a mí y acabé de encogerme aún más de lo que estaba y casi me puse a gemir.

—   Venga bonito… – me dijo –…que vamos a examinarte…

Puso su mano bajo mi barbilla y me obligó a levantar la cabeza.  Pero como yo seguía encorvado, me asentó una fuerte nalgada y me ordenó que me enderezara, cosa que por supuesto obedecí, sin poder evitar temblar como una hoja mientras ella sonreía divertida y mi novia me miraba de forma inexpresiva.

Enseguida me ordenó retirar mis manos de mi entrepierna, pararme derecho, con los brazos a los costados y con las piernas separadas.  Y cuando me tuvo como quería, puso sus manos enguantadas sobre mí y se dedicó a recorrer mi piel mientras mi pequeña polla se revolvía inquieta entre mi calzoncillo y la piel se me ponía como de gallina.

—   ¡Tienes un buen culito… ¿eh, bonito?! – dijo la señora sobándome el trasero – ¡Lo tienes como de chica…seguro que serías un buen putito!

—   Jijijiji… – rió Tamara –…jijijiji…seguro que sí…sería un gran puto…jijijiji…si no más lo vieras cómo le mama la hermosa verga de Tedy…jijijiji…y se la come toda entera…jijijiji…

Me quería morir.  No era posible que mi novia fuera por ahí contando cómo yo le chupaba la poderosa verga a mi hermanito.  No había derecho a que todo el mundo se enterara hasta qué punto me había rebajado mi hermanito menor.

—   ¡Qué bien, bonito! – dijo la señora – ¡Eso es lo que debes hacer…mamarle la polla a tu hermanito que te pone los cuernos follándose a tu novia!  ¡¿Eh, bonito?!

—   S…si…si Señora… – me escuché decir con voz temblorosa.

—   ¡A ver bonito…fuera ese calzoncillo! – ordenó ahora la señora.

Me volví a mirar a Tamara con desconsuelo, como si buscara su protección.  Pero mis ojos llenándoseme de lágrimas no me valieron el apoyo de mi novia.  Ella se limitó a soltar su risita y yo me vi obligado, instado por la señora, a terminar de desnudarme.

—   ¡¡¡Qué monada!!! – dijo la señora sonriendo y exagerando un tono de voz melosa, mientras observaba mi pequeña polla – ¡Mira no más el pirulí tan chiquitito que tienes, bonito!

Y lo más humillante y vergonzoso es que muy a mi pesar, mi pito estaba tan tieso y empinado que se me pegaba al vientre.  La señora entonces puso uno de sus enguantados dedos sobre la cabeza de mi pollita y presionó hacia abajo.  No pude evitar soltar un gemidito y la señora quitó su dedo y de inmediato mi pirulí saltó para volver a empinarse pegándose a mi pubis.

—   Qué chiquitín tu pirulí y lo durito que lo traes… ¡¿eh, bonito?!

—   Y no solo es que lo tiene chiquitito… – sentenció mi novia –…si no que no aguanta nada…antes de que viniera Tedy, ya éste me tenía harta…no acababa de meterme su pirulí y ya se estaba corriendo…

—   ¡Diablos! – exclamó la señora – ¡Mejor será entonces que deje de tocarlo o va a regarla y arruinará mis guantes!

Creí ingenuamente que allí terminaba todo aquello.  Pensé que ya no había nada que me hiciera sentir más avergonzado.  Pero aún faltaba lo peor.

—   ¡Venga, bonito…súbete acá! – me ordenó la señora dando una suave palmada sobre una mesa metálica que había en la estancia – ¡Y ponte en cuatro patas…como un buen perrito! – remarcó enfáticamente.

Con demasiada torpeza hice lo que la señora me ordenaba, izándome sobre aquella mesa metálica y poniéndome en cuatro patas, con la cabeza tan inclinada que casi la tenía metida entre mis brazos.

—   Toma esta redoma con vaselina querida… – dijo la señora.

Enseguida, la propia señora me obligó a levantar la cabeza y tomando el collar empezó a probármelo, ajustándolo para comprobar varios niveles de holgura en mi garganta.

—   Querida úntale la vaselina en el culo… – dijo la señora y enseguida me preguntó: ¡¿Ya tu Amito te ha metido su vergota por el culo, bonito?!

—   N…no…no Señora…

—   No…no se lo ha follado…pero cuando este cornudo le está mamando su gran verga, Tedy a veces ordena que le meta mis dedos en el culo… – dijo mi novia empezando a desparramar la vaselina por mi ano.

Era increíble cómo Tamara iba soltándole a una completa desconocida las formas en como Tedy me humillaba y cómo yo me arrastraba ante él como un perfecto y servil esclavo sexual.  A ese paso, la señora ya estaría convencida de que yo era un maricón y ello aumentaba mi vergüenza y hacía que arreciara el temblor de mi cuerpo y mi excitación.

—   ¡Qué bonito espectáculo debe ser ese, ¿eh, bonito?! – dijo la señora con tono de burla – ¡Tú en cuatro patas mamándole la vergota a tu hermanito pequeño, que acaba de follarse a tu novia…y ella metiéndote los dedos en el culo por orden de tu Amito corneador… ¿eh, bonito?!

En ese momento sentí un primer dedo de Tamara entrando en mi ano y un sobresalto me hizo revolverme inquieto sobre la mesa, al tiempo que un gemido se me escapaba de la garganta.  La señora rió divertida y me preguntó enseguida:

—   ¡¿Te gusta mamarle la vergota a tu hermanito mientras que tu novia te meta los dedos entre tu culo por orden del Amito que te acaba cornear?!  ¡¿Eh, putito?!

—   S…si…si Señora… – me escuché decir con voz temblorosa.

—   Jejejeje…qué buen putito y cornudín sumiso eres... ¡¿Eh, bonito?! – se burló la señora – ¡Lo que va a divertirse tu hermanito corneador cuando te tenga de mascota!

Entre la vergüenza que me sacudía y la humillación que me provocaba sentir que Tamara me hurgaba el ano con sus dedos, no me di cuenta en qué momento la señora había tomado entre sus manos una fina fusta negra y la agitaba enérgicamente ante mis ojos, haciéndola emitir un chasquido agudo que me ponía los pelos de punta y me hacía gemir de puro miedo.

La señora posó una de sus manos enguantadas en mi trasero y se dedicó a sobármelo suavemente.  De ahí pasó a darme sobijos más recios, apretándome el culo con fuerza, mientras mi novia seguía metiéndome dos de sus dedos en el ano, llenándomelo de vaselina.  Casi estaba a punto de echarme a llorar.

—   ¡Tienes un lindo culo, ¿eh, bonito?!  Parece culo de chica… – decía la señora mientras me daba sobijos –…con ese culito serías una putita muy asediada por los chicos…ya verás cómo goza tu hermanito el día que te folle ese culito tan bonito…

—   P…per…pero…s…seño…

—   ¡Shishsh…calla, bonito! – me ordenó la señora - ¡Los perritos no hablan…y tú eres un perrito…desde ahora solo ladras, aúllas, jadeas…!  ¡¿Entiendes bonito?!

Quería decirle que yo no era un putito, que mi hermanito no iría a follarme el culo, que yo no era un maricón y que jamás en la vida se me pasaría por la mente ir por ahí mostrándole el trasero a los chicos e incitándolos para que me cogieran.  Pero la señora había decidido que ya no podía hablar.  De ahí en adelante debía comportarme como un miserable perro.  Sin embargo, aún no lo tenía muy claro, así que casi por instinto intenté responderle:

—   S…si…si Seño…

En ese momento oí un chasquido agudo y al mismo tiempo sentí que algo me quemaba en un punto del trasero, como si me hubiesen acercado un cerillo encendido apagándolo sobre mi piel.

—   Aaauuuuuu…. – chillé.

Oí la risita de Tamara que me sonó muy lejana, a pesar de que dos de sus dedos seguían bien adentro en mi ano.  Volví a oír el chasquido agudo y de nuevo…

—   Aaauuuuuu….

Y así, un total de seis azotes en mi culo, propinados con fuerza y con certera puntería, mientras mi novia no paraba de reír con esa risilla aguda y yo aullaba como un verdadero perro con cada golpe.

—   ¡Bien, bonito! – dijo la señora finalmente, luego de haberme marcado el culo con la fusta – ¡Ahora te voy a poner tu colita y vas a quedar muy mono para que tu Amito Tedy se divierta!  ¡¿Lo comprendes, bonito?!

Estuve a punto de responderle con mi habitual “si señora”.  Pero inmediatamente vino a mi mente la fusta que seguía en manos de aquella imponente mujer, así que me limité a mover mi cabeza afirmativamente, sintiendo mis ojos llenos de lágrimas.  Pero aquello no me valió, porque no acababa de expresar mi gesto afirmativo cuando otra vez aquel chasquido agudo y de nuevo…

—   Aaauuuuuu….

—   ¡¿Entiendes lo que te digo, bonito?!

Razoné en una millonésima de segundo y concluí que si mover mi cabeza con gesto afirmativo me había valido un nuevo azote, seguramente era porque la señora quería mi respuesta expresada de otra manera, así que sin el menor escrúpulo por mi menguada dignidad ladré como un pobre perro:

—   Gguuuaaaauuuu…gguuuaaaauuuu…gguuuaaaauuuu…

Una vez más oí la risita de Tamara, que seguía hurgándome el ano con dos de sus dedos.  Ahora lo que más me preocupaba era que la señora no fuera a azotarme de nuevo el culo.  Así que me quedé quietecito, sin proferir el menor sonido, tratando de contener la respiración, puesto ahí en cuatro patas, desnudo, con aquel collar bien apretado en mi garganta.

—   Observa, querida… – le dijo la señora a Tamara –…esta parte de la colita…el plug anal…va precisamente en el ano del animal…retira tus dedos y observa…

Sentí como mi novia retiraba su par de dedos de mi ano y de inmediato algo con forma de pico se puso en la puerta de mi lubricado agujero.  La señora empezó a empujar con fuerza mientras mi culo iba separándose por la presión de aquel objeto que se ensanchaba a medida que entraban en mi ano y que con cada centímetro que avanzaba me hacía ver los mil demonios volando alrededor mío.

—   Aaauuuuuu…. – aullé cuando aquel objeto parecía que iba a partirme en dos.

Pero en el mismo instante en que creí que ya no iba a soportar más el grosor de aquella cosa entrando en mi culo, oí un sonido extraño, como un “cloock” , e inmediatamente mi ano se contrajo como un anillo elástico, abrazando aquel objeto pero en un punto en donde el grosor era más que soportable.

Sentía mi culo lleno a tope.  Era muy incómodo, pero ni de lejos tan doloroso como la entrada de aquel objeto o como los golpes de fusta.  Así que me mantuve quieto, puesto en cuatro patas sobre aquella mesa.  Sin que me diera cuenta, sin tener conciencia de ello, estaba empezando a comportarme con la misma docilidad de un perro bien adiestrado.

—   Jijijiji… – se reía Tamara –…jijijiji…Tedy se va a partir de risa cuando lo vea…jijijiji…seguro que a Tedy le va a gustar su obsequio de cumpleaños…jijijiji…

—   ¡Bien, querida…me alegra que vaya a gustarle al Amito su nueva mascota! – dijo la señora - ¡Ahora solo falta enseñarle un par de cositas y ya!

Enseguida la propia señora enganchó la correa del collar y sosteniéndola con una de sus enguantadas manos, mientras en otra mano blandía la fusta, tiró con fuerza haciéndome emitir un gemidito y me ordenó:

—   ¡Venga, bonito…al suelo!

La señora había halado con tanta fuerza de la correa, que estuve en riesgo de caer desde la mesa al suelo.  Por fortuna, me moví con agilidad y logré plantar mis pies sobre el piso, quedándome de pie, todo lo encogido que podía, con aquel collar ciñendo mi garganta y aquella cola de perro bien afirmada en mi culo gracias a ese plug anal.

Terriblemente humillado y tratando de taparme la erección de mi pequeña polla con mis manos, encorvado hasta donde más podía, oí de nuevo aquel chasquido agudo y una vez más el dolor de la fusta quemándome el trasero.

—   Aaauuuuuu…. – alcancé a aullar.

—   ¡En cuatro patas…que los perros van en cuatro patas! – me ordenó la señora.

Ni qué decir tengo que obedecí de forma automática.  Caí en la posición que la señora me indicaba y agaché mi cabeza tratando de ocultar mi rostro entre mis brazos, mientras oía como a lo lejos la aguda risa de mi novia y algunos comentarios que ella y la señora cruzaban sobre cómo estaba empezando a verme y a comportarme como una verdadera mascota.

Pero mi docilidad no me libró de un nuevo azote en el culo.  Sosteniendo la correa con su enguantada mano izquierda, la señora blandió la fusta con su mano derecha para volver a marcarme el trasero con un fustazo.

—   Aaauuuuuu…. – aullé de nuevo.

—   ¡Levanta la cabeza, bonito…que tu Amito te vea orgulloso de ser su mascota!

Obedecí de inmediato.  Pero aún faltaba algo más.  La señora ahora quería que empezara a batir la cola y para ello me incentivó con un nuevo par de fustazos en el culo, lo cual no sólo me hizo aullar una vez más, sino que me sirvió como la mejor y más clara de las explicaciones.

Quedé ahora sí como un verdadero perro, puesto en cuatro patas, con la garganta ceñida por aquel collar, sujeto por la correa que la señora mantenía firmemente agarrada, con la cabeza levantada y meneando el trasero para batir mi cola de una manera tal, que Tedy pudiera leer en ese gesto mi alegría por pertenecerle.

En medio de semejante humillación y vergüenza, mi pollita se mantenía demasiado tiesa, como si su vigor fuera siendo incentivado por las risotadas y los comentarios de Tamara, que se hacía lenguas hablándole a la señora de lo mucho que iba a partirse Tedy de risa viéndome como había quedado y diciéndole además que seguramente mi hermanito iba a recompensarle su ocurrencia dándole una follada como pocas.

—   ¡Venga bonito! – me ordenó la señora dándole un tirón a la correa – ¡Vas a pasear un poco para ver cómo te mueves!

Guiado por la señora que iba sosteniendo la correa, anduve en cuatro patas por toda la trastienda, recibiendo fustazos en el culo con los que la imponente mujer iba indicándome el paso que debía tomar, la forma en como debía mantener alzada mi cabeza y los meneos de mi trasero para que se viera cómo agitaba la cola que sobresalía desde mi ano hasta unos 30 centímetros de altura.

Las risotadas de Tamara y los ladridos que me obligaba a dar la señora, iban poniéndome cada vez más nervioso y haciendo que algunas lágrimas escaparan de mis pupilas, pero a pesar de todo, mi pequeño pito seguía tan tieso como el acero.

Guiado por la señora que seguía manejando la correa enganchada a mi collar, me desplacé sobre mis cuatro patas y meneando el trasero hasta ponerme cerca de un gran sillón negro.  Allí se acomodó la imponente mujer.

—   ¡Bien, bonito… ¿has visto cómo se paran los perritos sobre sus patas traseras y jadean?!

A esas alturas sabía muy bien que si respondía de una forma diferente que no fuera ladrando, la señora iba a fustigarme el trasero.  Así que hice lo que consideré que ella esperaba:

—   Gguuuaaaauuuu…gguuuaaaauuuu… – ladré tratando de responder afirmativamente a la pregunta de la señora.

Las risotadas de Tamara se escucharon de.  Y a pesar de que ello seguía humillándome, para ese momento ya no pensaba más que en hacer lo que la señora me mandaba.

—   ¡Muéstrame cómo lo haces, bonito!

Enseguida erguí mi torso y con las piernas dobladas casi me senté sobre mis talones.  Pegué los brazos a los costados y adelanté los antebrazos con las manos desgonzadas por las muñecas.  Enseguida saqué mi lengua lo más que pude y traté de imitar lo mejor que pude el jadeo de una canino.

—   Agssss…agssss…agssss… – empecé a jadear.

La señora, que mantenía la correa sujeta con una de sus manos enguantadas, adelantó la otra y la posó sobre mi cabeza acariciándome los pelos al tiempo que sonreía divertida.  Sintiéndome aprobado por la señora, ya no me importaron en lo más mínimo las risotadas de mi novia y seguí jadeando.

—   ¡Querida… ¿te importaría si lo uso para darme gusto?!

Tamara paró de reírse y se volvió a ver a la señora con cara de no entender.  La verdad es que yo tampoco imaginaba de qué iba la cosa.  Pero mi novia meneó su cabeza de lado a lado, como indicándole a esa hermosa mujer que no le importaba la forma en que quisiera usarme.

La señora entonces haló de la correa hasta casi hacerme poner el rostro sobre su regazo, afirmó mis pelos con una de sus enguantadas manos y me atrajo obligándome a meter la cabeza por entre su corto vestido de cuero.  Cuando ya me tuvo como quería, separó sus piernas, apartó a un lado su diminuta tanga y dejó casi pegado a mi rostro su coño, voluptuoso e impregnado con un fuerte y excitante olor a sexo.

—   ¡Venga, bonito! – oí que me decía la señora con mis labios y mi nariz a milímetros de su voluptuoso coño – ¡Vas a comerme la concha…que si me das gusto, te voy a regalar la fusta para que se la lleves a tu Amito y él tenga con qué castigarte cuando le apetezca!

¡Joder!  ¡Qué gusto tan grande comerle el coño a esa señora tan bonita y tan imponente!  ¡Pero…joder!  ¡Qué humillación hacerlo solo por ganarme una fusta para llevársela a mi hermanito para que él me castigara cuando le apeteciera!  De cualquier forma, no podía hacer nada diferente a obedecer.  Y lo que más me obligaba a ello era la oportunidad de darle gusto a la señora.

Enterré mi nariz entre el coño de la señora y me llené los pulmones con aquel fuerte y excitante aroma.  Y sin pensármelo saqué mi lengua todo lo que pude para dedicarme a lamer y a chupar aquella fabulosa concha tan jugosa.

La señora empezó a gemir y de momentos cerraba las piernas atrapándome la cabeza, para enseguida distensionarse de nuevo y volver a gemir con fuerza, indicándome así todo el gusto que yo estaba dándole con mis labios y mi lengua.

En cierto momento atrapé entre mis labios el clítoris de la señora, dedicándome a mamárselo y lamérselo suavemente pero sin darle tregua.  Mi propia calentura era terrible y ello me impulsaba a hacer el mejor trabajo posible sobre aquel coño fragante y voluptuoso.

Hasta que con un gemido profundo, mientras sus piernas apresaban firmemente mi cabeza y mis labios y mi lengua acariciaban con verdadera pasión su clítoris y todo lo que podía acariciar de los labios de su vulva, la señora se estremeció y se corrió, llenándome la boca y la cara con un verdadero río de jugos que no alcancé a tragar aunque me esforcé en ello.

Luego de su orgasmo, la señora aflojó sus piernas.  Pero yo seguía con mi cabeza metida debajo de su vestido, hasta que ella haló con fuerza de la correa obligándome a poner recto mi torso nuevamente.  Volví a mi posición de jadeo, con mi lengua lo más larga posible y bañada, igual que mi cara, con los jugos del coño de aquella impresionante mujer.

—   Agssss…agssss…agssss… – volví a jadear.

—   ¡Bien, bonito…lo has hecho bien! – me dijo la señora mirándome con una sonrisa desde su sillón – ¡Ahora voy a compensarte…ya te ganaste la fusta…ahora también voy a darte un gustito… ¿eh, bonito?!

Volví a jadear con más entusiasmo que en ningún momento.  No era solo la perspectiva de que la señora fuera a darme algún “gustico” , sino sobre todo el hecho de que ella había aprobado mi servicio haciéndome saber que lo había hecho bien.

Sujetando la correa con firmeza, sonriéndome al verme jadear con entusiasmo, la señora estiró una de sus torneadas piernas y acercándome su pie a mi vientre, asentó la suela de su bota sobre mi erecto pito y empezó a darme suaves pisotones, haciendo que mi pollita vibrara y se agitara sin control.

En menos de nada, no pude evitar emitir un gemido, me retorcí sin poder contenerme y me corrí como un verdadero marrano, embarrando mi leche sobre la bota de la señora y salpicando incluso hasta mi barbilla.

—   ¡Venga, bonito… – me dijo la señora halando con fuerza la correa hasta hacerme caer en cuatro patas –…límpiame mi calzado!

Literalmente me lancé a lamerle las altas botas a la señora, repasándole la lengua por todos lados, tragándome mi propia lefa y sin poder pensar en nada más que en ser un buen perrito.  Mi novia y aquella señora habían acabado de deshumanizarme, convirtiéndome en una mascota para ser el obsequio de cumpleaños de mi hermanito menor.

Mi gratitud para con:

mamona viciosa           (http://www.todorelatos.com/perfil/1011343/)

Martinalem                  (http://www.todorelatos.com/perfil/1374805/?sb=5&nh=1)

ladoncellaaudaz           (http://www.todorelatos.com/perfil/1364527/)

sumisito                      (http://www.todorelatos.com/perfil/292273/)

Por todo el apoyo que he recibido de su parte, por inspirarme y por motivarme a continuar.  Un gran abrazo.

Mi mail: corderillo_solo@yahoo.es