Los Juegos de Tía Paula (4 Bis)
Bueno... la historia da un giro al pasado y cambia de escenario... de patagonia a Europa.
Las vacaciones terminaron y volvímos a la plantación, la fiestas navideñas estaban cerca y por mi parte debía supervisar algunos arreglos en la casa, quería corregir un poco el desorden arquitectónico imperante, tirando alguna pared por aquí, o cerrando alguna abertura por allá, además de remozar algunas habitaciones. También mandé a construir una austera piscina. Al llegar Paula revisó la correspondencia acumulada, y sus ojos se iluminaron al detenerse en una.
-Chicos, que alegría ! Es de Astrid, desde Dinamarca. La leeré en la sala y después nos reuniremos para contarles lo que dice.Christin Ann prepara té, por favor.
-Si, Paula.
-Me encargaré del equipaje.-, comenté. -Rosario, ayúdame...
Nuestra tía Astrid, era dos años mayor que Paula y menor que mi madre, se había casado con un funcionario del Foreing Office inglés, y desde hacía mucho tiempo vivía dando vueltas por el mundo. A su marido lo había conocido en uno de los viajes a Dinamarca porque era tía Astrid la encargada de supervisar el cuidado de la casa de nuestros antepasados, en las afueras de Copenhagüe. Nos sentamos a tomar el té y a que Paula nos comentara la carta.
-Bueno mis queridos..., creo que vamos a hacer otro viaje. Astrid nos invita a Frederiksvaërk, hay que arreglar algunos papeles de la casa de nuestra abuela, su bisabuela Helga Sofía, y además hace tanto que no nos vemos...
-Como ocho años. Recuerdas esa fiesta de Fin de Año ? -, indicó Christin.
-Claro ! Astrid, Astrid... -, meneó la cabeza y continuó. -Además me cuenta que se divorció hace algún tiempo y fijó su residencia allí, porque trabaja en el consulado de Gran Bretaña.
-Un gran viaje ! -, gritó mi prima excitada.
-Cómo estará ? -, pregunté, casi no la recordaba.
-Creo, que mi hermana seguirá tan coqueta como siempre. -, me respondió con marcada emoción.
-En algunas semanas terminaran los arreglos en la casa, será maravilloso ir.
-Allá vamos ! Será fantastico comenzar el año nuevo todos juntos... - dijo Paula poniendo sello definitivo a la desición.
-Dinamarca... , tía Astrid... Uauuu!
♥♥♥
Las semanas pasaron volando, tan volando como nos encontrábamos a no se cuantos miles de pies de altura rumbo a Dinamarca. Estábamos nerviosos y excitados por todo lo nuevo que vendría, Paula se encontraba senciblemente emocionada lloriqueaba con solo mencionar que estábamos llegando. Arribámos, y en el aeropuerto nos esperaba tía Astrid, el encuentro fue exaltado y de un profundo enternecimiento, lágrimas y abrazos se confundían con el bullício del recinto.
Astrid era un poco más delgada que Paula y aunque enfundada en un elegante trajecito azul marino entallado, denotaba una sensual figura con unas piernas bien torneadas.
Su cabello, modernamente peinado, y que decir de sus ojos..., iguales que los de sus hermanas y su sobrina. Eran de un profundo azul intenso, se me ocurrió como calcados, la forma de mirar, además del color, hacían notar un indudable parentesco. Abrazada a mi lloró. Lloramos largo tiempo, tiempo de profunda emoción, solidamente tomados como un peñón, en ese momento reviví la terrible pena que me había marcado.
Al abrazo se unieron Paula y Christin Ann.
Fuimos recomponiendonos poco a poco e inicié los trámites para entrar al país y recojer nuestro equipaje.Tía Astrid facilitó mucho las cosas y en un impresionante y negro BMW partímos raudamente, hacia Frederiksvaërk. Esta era, una pequeña ciudad a las afueras de Copenhagüe , de unos cientoveintemil habitantes a orillas del hermoso lago Arresö . En el pasado había sido un importante puerto militar, más precisamente de la naval alemana, en donde se abituallaban los submarinos "Lobos Grises" de Dönitz. Lo bien abrigado del puerto, servía para que las naves salieran con cierta seguridad camino del Atlántico. Con un paisaje bucólico de suaves colinas salpicadas de bosques y serpenteantes caminos, llegámos a la casa de marcado estilo nórdico medioeval.
Detrás de la singular construcción se dejaba ver un tupido bosque de Hayas y Robles, que pertenecían a la propiedad, dando un digno marco a la imponente mansión.
Una vez dentro de la casa, transportamos las valijas al gran salón, donde con Christin, comenzámos a recorrer las numerosas relíquias que allí se hallaban, incluídas fotografías y pinturas de nuestros antepasados, algunas con personajes bien conocidos.
Nos causaba mucha gracia el castellano de Astrid, mal conjugado y mezclado con inglés, se trababa al hablar y cuando no encontraba la manera de hacerse entender claramente, disparaba una andanada de rápido danés a su hermana.
-My apologizes, my malo manera..., de hablarla..., hablar ! Ya acostumbrar with..., with you here, I shall speak better, OK !.
Nos encontramos conversando en idioma inglés, aunque yo no lo hablaba con la fluidés de Paula y de mi prima, entendía y me comunicaba bastante bien. Relajadamente nos reponíamos del viaje y de la emoción del reencuentro, disfrutando del cálido ambiente, generado por un enorme hogar de piedra ornamentado con hierro y bronce, extasiádos por las antigüedades que decoraban con fino gusto el lugar. Sentía esa sensación de incredulidad, de no hallarme donde estaba, y creo que por su expresión boquiabierta, Christin sentía del mismo modo.
En un momento cuando estábamos entregándole algunos presentes a Astrid, hizo su aparición bajando las escaleras, un muchachito alto y delgado de cabello lacio y obscuro, de tez aceitunada, que nada tenía que ver con la de la raza nórdica.
De inmediato, Astrid lo llamó con una seña y abrazándolo lo presentó como su hijo adoptivo. Riva, tenía catorce años y había nacido en Grecia.
Cuando tía Astrid estuvo destinada en Athenas, tomó en adopción al niño que era hijo de una mujer griega muy amiga de Astrid. De ese hecho hacía seis años atrás.
Comentó también que a causa del accidente en que había perdido a su madre, se volvió casi mudo y parco, auque entendía perfectamente su lengua materna, Riva se hacía entender por señas o por escuetas frases.
El problema de su falta de comunicación era psicológico y no físico, siendo más bien un jovencito huidizo e introvertido.
Por supuesto que todo el discurso de Astrid fue en riguroso danés traducido por Paula que además sugirió, hablarle a su hermana en inglés para entendernos más fluidamente. Aunque entre nosotros tres habláramos en castellano.
Cenamos y nos retiramos a descansar, el día había sido largo y tedioso, la casa, cálida y acogedora, tenía dos plantas y habitaciones suficientes para ospedarnos a todos con desmesurada comodidad.
A la mañana siguiente nos dedicámos a instalarnos y a recorrer los nevados
alrededores con nuestros anfitriones como guías.
-Cuántos recuerdos, Astrid ! -, comentaba Paula tomada de la cintura de su
hermana. A cada paso Astrid se detenía tomaba a alguno de nosotros y lo abrazaba fuertemente, sonriendo, lagrimeando...
Paseamos los cinco por los blancos paisajes jugando como niños con la nieve hasta quedar agotados. Al atardecer, Astrid nos sorprendió con una interesante y reparadora propuesta. En la parte de atrás de la casa, se encontraba un lujoso y cómodo sauna, al mejor estilo escandinavo. Demás está mencionar, como alimentaban la caldera de mi imaginación, las imágenes de las tres mujeres envueltas en las blancas toallas ceñidas al pecho. La belleza de tía Astrid era muy interesante, al parecer se mantenía sexualmente apetecible y dispuesta, claro que todo deducido por lo pulcro y atlético de su figura.
En un instante aparté los truculentos pensamientos que me asaltaban... Para la jornada siguiente acompañé a mis tías, muy temprano, a Copenhagüe para arreglar los documentos pendientes. Luego de la labor administrativa, debo confesar que despojada de toda burocracia, un paraíso de eficiencia, algo inédito para un latinoamericano, fuimos al Tivoli a tomar algo reconfortante. La mañana soleada, a pesar de los -6º, tentaban a disfrutar el paseo por la Gran Plaza Municipal, rodeada de pintorescos hoteles y entidades bancarias. Los serpenteantes tranvías dobles que se deslizaban por las calles, pintados de un amarillo intenso daban la nota de color característica de la añéja Copenhague. Como genuinos pueblerinos fascinados, cruzábamos las calles distraidamente, contemplando la austera belleza del lugar, sorprendidos por bandadas de ciclistas, que pululaban por doquier rumbo a sus actividades, dando sobrada prueba que la bicicleta es el medio de transporte nacional del país.
Que orgulloso me sentía de estar acompañando a dos atractivas y elegantes damas, porque, válgame Dios ! , tanto Paula como Astrid son dos mujeres hermosas que levantan miradas a su paso. Compramos algunos obsequios, Paula quería agasajar a su nuevo sobrino, a quien consideraba un jovencito hermoso por el agraciado rostro que poseía y lo bien educado que se comportaba.
Regresámos casi al finalizar la tarde, al llegar Christin Ann y Riva nos esperaban con una prolija mesa.
-Cómo irte con Riva, Christin Ann ?
-Muy bien tía, es muy atento y me ha ayudado mucho, ya nos hicimos buenos amigos.
-Riva ven... toma estos obsequios, son para ti. -, tía y sobrino se enfrascaron en un revoltijo de papeles crujientes. No se quien estaba más ansioso de develar los regalos, ambos en el suelo rompían los envoltorios. Paula para estar más cómoda, antes de arrodillarse, se despojó de los zapatos, tirándolos por la alfombra.
El regalo principal consistía en un completo equipo fotográfico nipón , que por chisme de Astrid, sabíamos que Riva anhelaba. Cuando tía Paula ragala... Regala !
Era casi un equipo profesional, envidia de cualquier paparazzi ; Riva que por su intrísica retracción era muy demostrativo en gestos, tanto por gusto o por disgusto, se sorprendió gratamente con el presente.
Estaba dichoso... no sabía como expresarle su alegría, gesticulaba y en un momento se abalanzó sobre tía tomándola por el cuello estapándole un sonoro beso en la mejilla.
El sorpresivo acto tomó desprevenida a Paula y ambos fueron a dar al suelo, acogidos en su caida por la mullida alfombra. Las prístinas carcajadas de Paula resonaron en toda la enorme sala.
-Qué "nuevo" sobrino cariñoso que tengo ! -, veíamos a Paula muy contenta y felíz.
-Nunca pensar..., eh... to have... , a good loking nephew.-, dijo Astrid, a su vez, tomando mi brazo camino a la sala.
-Nunca pensé en tener otra tía tan seductora...-, contesté, tomándola audazmente por la cadera. Estaba embobado.
♥♥♥
Christin Ann Digna hija de su madre
Vistas de Frederikvaërk