Los intrincados caminos de un amor (26)
Los intrincados caminos de un amor Capítulo 26
Los intrincados caminos de un amor
Capítulo 26
Patricia
Los días pasaban y llegar a casa y estar sola me costaba bastante, Román seguía llevándome a casa todos los mediodías y las tardes se me hacían interminables.
Algunos días me encontraba con María Marta, otras me iba al centro y otras tan solo salía caminar y pensar.
Mi sexualidad había entrado en una etapa un tanto más predispuesta, me masturbaba bastante seguido y lo había vuelto a tener a Pablo en cada orgasmo que me sacaba.
No podía dejar de extrañarlo y tenía ganas de verlo, pero por otro lado entendía que no quisiera verme, había sido una mierda con él y él se merecía una buena mujer.
Un día después de que Román me dejara en casa, me cambié y me fui caminando hasta el trabajo de Pablo, no sabía si estaba allí o en Buenos Aires, necesitaba verlo, aunque más no sea a la distancia, no sé por qué, pero necesitaba verlo.
Habitualmente salía a las cuatro de la tarde, y había llegado unos minutos antes. Desde la vereda de enfrente a unos treinta o cuarenta metros, no veía su auto en el estacionamiento y creí que no estaba, pero igualmente esperé hasta las cuatro.
Salieron dos chicos, minutos después dos chicas más y cuando ya pensé en irme, lo vi salir, se me aceleró el corazón, iba de traje y corbata y con un maletín en la mano, estaba muy lindo, se acercó a un auto blanco y se subió, ¿había cambiado el auto? Me quedé en la puerta de un negocio y lo vi pasar con la ventanilla baja y el corazón me latía a mil ¿Dónde estaría viviendo?
Me volví a casa caminando y diciéndome a mi misma que era una tarada por no haberme acercado y haberle hablado, no tuve el coraje.
Me sentía muy sola, durante los días de trabajo lo llevaba mejor, pero los fines de semana eran muy tristes, y no dejaba de pensar en qué así se habría sentido Pablo cuando yo me iba de viaje. Qué egoísta fui! Yo disfrutando de todo aquello y él solo en casa, una mierda.
Un jueves de principios de abril de camino a casa después del jardín, Román me dijo que al día siguiente, había en su casa una cena de amigos, qué irían Valeria con su esposo y algunos amigos más.
Mientras me lo decía, iba pensando en qué buena excusa darle para no ir, no estaba con ganas de muchas cosas, pero al decirle que no andaba con ánimo, me insistió tanto qué le termine diciendo que iría.
Por la tarde me mandó un mensaje, que como la reunión era en su casa, Valeria me pasaría a buscar para llevarme.
Ese viernes, Valeria me mandó un mensaje a la tarde, diciéndome que a las nueve menos cuarto de la noche me pasaba a buscar.
Pasaron puntuales a buscarme por casa y llegamos pasadas las nueve a casa de Román.
Esa noche comeríamos asado y Román era el cocinero.
En la casa estaban ya dos parejas más, las mismas que en casa de Valeria la vez anterior, seríamos ocho en total.
Entre todos preparamos una picada, y mientras se terminaba de cocinar la carne, dimos cuenta de la picada con unas cervezas.
En verdad la cena estuvo agradable, era gente copada, me divertía mucho con ellos, con sus ocurrencias y con sus bromas.
Facundo y Valeria se iban temprano, Facundo había llegado de Mendoza ese mismo día y estaba muy cansado, cuando le dije que me iba con ellos, Román dijo que después me llevaba, Valeria me dijo que me quedara, ni siquiera habíamos comido el postre aún.
Cerca de la una de la mañana, otra de las parejas, también se fue, unos de sus niños al día siguiente, jugaban al fútbol temprano en la mañana.
-ROMAN: Chicos, ¿me bancan que me doy una ducha rápida, así me sacó el olor a humo?
Y todos dijimos que sí, me quedé Charlando con Mauricio y Pía y diez minutos después volvió Román y dijo:
-ROMAN: Bueno chicos, ahora sí!
Y del bolsillo de su short, saco un cigarrillo de marihuana, lo encendió le dio una pitada y lo fue pasando, Mauricio lo pitó y se lo paso a Pía, que también le dio una calada, luego me lo pasó a mí pero yo dije que pasaba.
-ROMAN: Dale Pato, no te cortes, una pitada!
Y por no quedar como cortada, le di una pitada y se lo pase a Román. Lo pitó y volvió a pasarlo, en ese momento se levantó, fue a la cocina y volvió con una botella de champagne, que le pasó a Mauricio para que la abriera, mientras iba a buscar las copas.
Mauricio sirvió las copas y al llegar a la mía, le dije que solo un poco, pero entre risas, casi la llenó. Brindamos y tomé un trago, volvió mi turno de pitar el porro, le di otra calada y se lo pase a Román.
Después de un momento empecé a sentir los efectos, cualquier cosa que se dijera, era motivo de risa.
En un momento, Mauricio y Pía dijeron que se iban, me paré para saludarlos y todo me daba vuelta.
Román los acompaño a la puerta y regresó.
Me dijo de entrar al estar y sentarnos en el sillón.
Seguimos hablando y me volvió a servir champagne, le dije que ya no quería pero me insistió y lleno mi copa. Ya sentía que no estaba con todas las luces, cuándo volvió a encender el porro qué se había apagado, le dio una pitada y lo acerco con su mano a mi boca.
-PATRICIA: Ya está Román, vasta por hoy!
-ROMAN: Dale, terminémoslo!
Y ya sin poder negarme le di otra calada.
Me recosté en el respaldo del sillón, y apoye mi cabeza quedando con la mirada hacia arriba.
Momento después sentí su mano apoyarse en mi boca.
-ROMAN: La última y se termina!
Y luego tomó su copa y me dio la mía.
-ROMAN: Otro Brindis! Por una linda noche!
Y chocando las copas, me tomé el champagne que quedaba.
Necesité ir al baño, al pararme, todo me daba vueltas, Román se dio cuenta y me dijo de acompañarme. Entré al baño, cerré la puerta e hice pis.
Al salir Román me esperaba, me tomó de la cintura y volvimos al sillón.
Nos sentamos sin que me soltara, miré hacia un costado sin mirar y cuando volví mi cara hacia él, me encontré con su boca acercándose y pegándose a la mía.
Su brazo acercó mi cuerpo al suyo, sin que lo pudiera evitar y me besó.
En un rápido movimiento, su mano acarició mi muslo, después subió acariciando mi panza y llegando a mis tetas, me tocó por sobre mi ropa, mientras me seguía besando. Intentó desabrochar los botones de mi camisa y ante mi resistencia, bajó su mano hasta llegar a mi entrepierna por sobre el pantalón.
En ese momento le dije que necesitaba ir al baño nuevamente, me volvió a acompañar y ya dentro del baño me miré al espejo y me dije a mi misma, ¿Qué estás haciendo? ¿Querés olvidarte de Pablo? Este no es el camino nena!"
Me lavé la cara con agua fría, tratando de aclararme un poco, me acomodé la ropa y salí del baño.
-ROMAN: Por fin te decidiste reina! Ahora vas a ver lo que es bueno! Lo vas a pasar muy bien!
-PATRICIA: Perdoname Román, creo que no es lo que quiero en este momento!
-ROMAN: No seas tonta, no te lo niegues! Es lo que estás deseando desde hace rato!
Ese comentario, me sacó de mis casillas y ya en tono menos complaciente, aunque tratando de no generar una situación tensa le dije:
-PATRICIA: Aunque te cueste creerlo, no estoy deseando nada de esto! Creo que es mejor que me vaya para casa.
-ROMAN: No podés hacerme esto, ¿me calentás y ahora te querés ir?
-PATRICIA: Creo que si te calentaste es problema tuyo, yo en este momento lo único que quiero es volver a mi casa!
No quería que se le ocurra llevarme y llame un taxi desde mi teléfono, me acompañó hasta la puerta, me dijo:
-ROMAN: Vos te lo perdés nena!, ya vas a volver con el caballo cansado ! Nos vemos el lunes!
Me subí al taxi, todavía sin poder creer lo boludo de este tipo, y entonces comprendí que toda esa buena onda de llevarme a casa los medios días era solo porque quería cogerme, que pelotuda me sentí, ¿qué estaba haciendo? ¿Castigándome? Me sentí para la mierda!
Y en ese momento, decidí que solo sería la maestra de Valentina, con él no quería ningún contacto más!
Llegué a casa casi a las cinco y media de la mañana, aunque era tarde y estaba para tirarme a la cama a dormir, decidí darme un baño, para que no me quedaran rastros de este boludo.
Después del baño me acosté y me dormí pensando, ¿qué estaba haciendo con mi vida? Y cuando pensé en Pablo no pude evitar las lágrimas, lloré de tristeza, de impotencia, decepcionada de mí misma y de lo que estaba haciendo.
El lunes al mediodía, cuando lo volví a ver en el jardín, le dije que no iba para mi casa, qué me encontraba con una amiga. No quería que se generara ninguna situación conflictiva en el jardín, busqué que se diera cuenta que ya no quería saber nada con él.
Al día siguiente, que tenía que quedarme para una reunión con la directora, al siguiente qué me venía a buscar una amiga, y así hasta que entendió que ya no quería que me llevara, ni siquiera que me hablara.
Cómo extraño mi vida!
Esta no es mi vida!...
Y en ese momento decidí que tenía que hablar con Carlos…
Pablo
Desde que volví a Mar del Plata, me sentía perdido en mi propia ciudad, cuando salía de la empresa, me sentía vacío, sin nada que hacer, sin nada que esperar, más que el día siguiente para volver a la empresa, no encontraba un camino a tomar.
La cerveza volvió a ser mi mejor amiga, y había noches en que ni cenaba, arrancaba temprano con la cerveza y ya ni comía.
Uno de los proveedores que nos visita todas las semanas, me comentó que tenía su auto en venta, le pregunté cuanto pedía y como me cerró el precio, decidí vender el mío y comprárselo, un Ford Focus blanco que lo tenía desde cero kilómetro.
Publiqué el mío a buen precio y la segunda persona que lo vio, me lo compró. A los dos días, ya tenía mi nuevo auto.
Un martes que tuve que ir a uno de los bancos con los que trabaja la empresa, al salir, decidí pasar por el jardín de Patricia, para verla a la distancia, aunque más no sea.
Llegué a las doce menos diez, estacioné el auto a la vuelta y me paré en la vereda de enfrente a unos metros. Ya sé agolpaban los padres en la puerta, a las doce en punto empezaron a salir los niños y entre tanta gente no podía verla.
De a poco se fueron yendo, y pasados unos minutos la vi salir de la mano de una niña, ya en la vereda, la niña saludó al que supuse era su padre y para mí sorpresa, Patricia subió al auto de ese hombre, que estaba estacionado en doble fila.
Un sentimiento amargo se apoderó de mí, ¿era casualidad, algún conocido o estaba con ese hombre?
Volví al auto y al subir me embargó la tristeza.
Volví a la empresa y tuve que hacer un esfuerzo para concentrarme en el trabajo.
Me quedé intrigado, y dos días después, volví a la puerta del jardín, y eso que había visto hacia un par de días, se volvió a repetir, Patricia volvió a subir sonriente al auto de ese hombre.
Estaba todo perdido ya, ¿Qué podría llamarla o mandarle un mensaje para saber con certeza las cosas? Claro que podía, pero no quise, ella tomó sus decisiones, y yo las mías.
Y esa tarde noche al llegar a casa me emborraché como tantas veces.
El mes de marzo terminó, dirigir la empresa se me daba bien, pero llegar a mi departamento, era el peor momento del día.
Algunas noches, cruzaba mensajes o audios con Mariana, contándonos cómo iban nuestras cosas, algunos días, era con ella y con Miguel, con las únicas personas que hablaba de mi vida.
Algunos días me quedaba más tiempo en la empresa, para no llegar a casa tan temprano.
En los primeros días de abril, invadido por la duda, volvía a pararme frente al jardín de Patricia a la hora de la salida, y tal como me lo esperaba, Patricia volvió a salir con la niña en brazos y saludando ambas a aquel hombre, volvieron a subir a su auto e irse.
Esto me hacía pensar que algo estaba pasando entre ellos, no podía ser casualidad, definitivamente, todos los días se iba con él.
El dieciocho de abril, tuve que viajar a Buenos Aires, además de las chicas, había visto la necesidad de tener un empleado más para varias tareas contables.
Hablé con Emilia y le mandé el aviso que le pedí que publicara en un diario de Buenos Aires de mucha tirada.
El día anterior de viajar, llamé a Mariana para decirle que iba para Buenos Aires, se puso contenta y me preguntó:
-MARIANA: Que bueno! Te extrañaba tanto! ¿Dónde vas a parar?
-PABLO: En el hotel de siempre!
-MARIANA: ¿No querés quedarte en casa?
-PABLO: Preferiría que no! Aunque te voy a ir a visitar!
Y en tono gracioso, me dijo:
-MARIANA: Más te vale! Si estás en Buenos Aires y no pasas a verme, no te escribo más!
El diecinueve llegué a eso de las diez de la mañana a Buenos Aires, pasé por el hotel a registrarme y dejar mis cosas. Después me fui para la oficina, las chicas me recibieron con un café y unas facturas, charlamos un rato y Emilia me mostró una lista con las posibles seis candidatas que encuadraban dentro del perfil solicitado, a las que tendría que atender ese día después de almorzar.
A su horario las chicas se retiraron y yo seguí con las entrevistas, la última era a las siete de la tarde.
La que me parecía la persona indicada, era Antonella Miranda, una contadora de veintinueve años, soltera, de la zona y que había trabajado hasta hacía unos meses en un estudio contable.
Cuando salí de la oficina, me fui para lo de Mariana, ya le había avisado que pasaba y me había invitado a cenar.
Al llegar y subir a su piso, me recibió con un abrazo y un beso. Ya tenía todo preparado y nos sentamos a cenar. La comida estuvo bárbara y después de juntar todo entre los dos, nos sentamos a charlar en el sillón.
Después tomamos un café y cerca de las doce de la noche, le dije que me iba para el hotel.
-PABLO: Bueno nena! Me voy que estoy muerto!
-MARIANA: ¿Hasta cuándo te quedás?
-PABLO: Me voy el sábado a la mañana!
-MARIANA: ¿Querés quedarte a dormir?
-PABLO: Marianaaa!
-MARIANA: A dormir boludo nada más! Para que no manejes hasta el hotel!
-PABLO: Te veo la cara de picara!
-MARIANA: ¿Qué te creíste? ¿Qué te iba a pedir que me hicieras el amor como esa vez? No seas loco! ¿Cómo te iba a pedir que me sacaras otra vez esos orgasmos? Ni se me ocurrió eso!
Y riéndonos los dos, nos dimos un abrazo y me fui para el hotel.
Cuando me subí al auto, pensé que si me hubiera insistido un poco más, quizás hubiera terminado en su cama, la verdad es que ganas no me faltaron, ando un poco necesitado.
Al día siguiente les consulté a las chicas por mi elección y les pareció bien. La cité para el viernes a las doce del mediodía, hablaríamos los cuatro para ponerla al tanto de la empresa y luego nos iríamos a almorzar.
Llegó puntual, venía algo más arreglada que la primera vez. Habló un momento conmigo y después con los tres, podía ver la alegría en su cara, aunque estaba nerviosa. Le conté de los días y horarios de trabajo, las primeras tareas que tendría que empezar a hacer el lunes, y casi a la una nos fuimos a almorzar los cuatro.
Ya en el restaurante, se tranquilizó un poco y nos fue poniendo un poco al tanto de su vida.
Nos despedimos luego del almuerzo en la puerta del restaurante, luego de que se fueran Emilia y Antonella, Florencia me dijo:
-FLORENCIA: Pablo, quería contarte algo!
-PABLO: Contame Por favor! Lo único que espero es que no me digas que conseguiste un trabajo mejor!
-FLORENCIA: No, tranquilo, nada tiene que ver con el trabajo. Conocí a un hombre, bueno en realidad ya lo conocía, tiene una empresa de camiones, y yo fui su abogada en el juicio de divorcio. Estuve un tiempo sin verlo, y hace un tiempo me llamó para que lo represente en un juicio que le había hecho un empleado.
Nos vimos varias veces, la primera me invitó a tomar un café, después me invitó a cenar y la verdad es que me encantó, es un tipo sencillo, pero tiene buen corazón.
-PABLO: ¿Estás enamorada?
-FLORENCIA: Creo que sí, no sé, pero todo el tiempo estoy deseando que me llame y que nos encontremos, y eso me hace pensar que sí.
Y dándole un abrazo le dije:
-PABLO: Me alegro mucho por vos, si lo sentís así, dale para adelante, ya el tiempo lo dirá, pero te deseo que hayas encontrado el amor de tu vida.
Nos volvimos a abrazar y la acompañé hasta su auto.
De allí me fui al hotel caminando y fumando un cigarrillo.
A eso de las cinco de la tarde me llamo Mariana preguntándome sí tenía planes para la noche, le dije que no y quedamos en ir a cenar a algún lado.
A las nueve pasé a buscarla y fuimos a cenar a un bonito restaurante de la costanera.
La cena estuvo estupenda, cerca de medianoche volvimos a su casa. Al día siguiente por la mañana me volvía para Mar del Plata.
-MARIANA: No te lo pregunto, pero si querés yo estaría encantada!
-PABLO: Te agradezco la invitación, pero mañana tengo que levantarme temprano. Espero que sigas bien y será hasta la próxima vez que venga.
MARIANA: Espero que no sea dentro de mucho, te voy a extrañar Pablito.
Volví a mi hotel, me di una ducha y me fui a dormir.
Al día siguiente salí como a las nueve de la mañana para Mar del Plata.
La ruta estaba tranquila y a eso de las dos y media de la tarde ya estaba en casa, solo!
¿Me tendría que acostumbrar a esta soledad?
Cuando mi cabeza no estaba pensando en trabajo, irremediablemente lo hacía en Patricia, ¿estaría con ese tipo con el que se iba todos los días del jardín?
El fin de semana se me hizo eterno y pensé que me tendría que haber quedado en Buenos Aires o en algún otro lugar, el solo hecho de saber que estábamos en la misma ciudad y no nos podíamos encontrar, me entristecía y era mi fiel amiga la cerveza, mi única compañía.
Arrancó mayo con un fin de semana largo, y mi soledad se multiplicó. No sabía qué hacer en los días en que no trabajaba, limpiar el departamento, lavar el auto, salir a hacer compras, nada me daba satisfacciones, solo lo hacía para matar el tiempo, lo único grato era encontrarme con Miguel algún día para tomarnos una cerveza y contarnos cosas, era con él con el único que hablaba de mis sentimientos y tengo que agradecerle lo mucho que valoro su amistad.
Tengo que hacer algo con mi vida...!
Patricia
Ese mismo lunes, al salir del jardín le mandé un mensaje a Carlos, “Hola Carlos, necesitaría que hablemos, pero no en el sindicato”
Su respuesta fue inmediata, “Hola Patricia, me sorprende este mensaje” y otro mensaje tras ese que decía, “cuando quieras y donde quieras, solo decime el lugar y la hora y allí estaré”
Le dije si podía ese mismo día a las seis de la tarde en un café céntrico, me contestó que allí estaría.
Pasé por casa para cambiarme, comer algo y poner en una bolsa el primer vestido y los zapatos que me había regalado.
Llegué a ese café unos minutos antes y me senté en una mesa, pedí un café y esperé a que llegara.
Pasadas las seis lo vi llegar, nos saludamos sin un beso, solo de palabra y antes de sentarse, le pidió un café al mozo.
-CARLOS: Realmente me sorprendió tu mensaje, no me lo esperaba!
-PATRICIA: Necesitaba hablar con vos, creo que tendría que haber sido antes, pero bueno…
-CARLOS: ¿Cómo están tus cosas? ¿Ya nació tu hijo o hija?
Esa pregunta me hiso entristecer y creo que no lo pude ocultar.
-CARLOS: ¿Todo está bien?
-PATRICIA: No Carlos, en realidad nada está bien, el embarazo lo perdí en el mes de junio del año pasado, y después de eso mi relación con Pablo se fue a la mierda.
-CARLOS: Lamento oir eso!
-PATRICIA: Pero eso no es lo que vengo a decirte, lo que te tengo que decir es sobre el trabajo de secretaria en el sindicato.
-CARLOS: ¿Necesitás volver? Las puertas están abiertas!
-PATRICIA: Justamente lo que no haría es volver, no hay día de mi vida en que no me arrepienta de haber aceptado el trabajo de secretaria en el sindicato, ese fue el peor error de mi vida, a pesar de haber vivido fiestas, lujos, hoteles, restaurantes y todo aquello, tarde me di cuenta que eso no era más que boludeces que no supe parar a tiempo…
-CARLOS: Patricia escuch…..
-PATRICIA: Dejame terminar!, y en cuanto a vos, no te creo un mal tipo, pero sí uno que buscó encandilarme con regalos, salidas, fiestas y tentaciones, hasta que caí como la más boluda, claro está que lo que tengo ahora en mi vida es todo lo que me busqué, por haber jugado con fuego y sí, me quemé. Que Pablo se haya ido de casa, es lo menos que merezco, todo lo que le hice no me lo voy a perdonar nunca. Mi intención en este encuentro era decirte esto que llevo adentro desde hace mucho tiempo, seguramente vas de conseguir alguna otra boluda, que como yo, que pise el palito.
Chau Carlos, que tengas suerte en la vida! Ah! Esto ya no lo quiero en casa!
Terminé de decir todo aquello, me levanté, le di la bolsa con las cosas que me había regalado y me fui del café sin siquiera volver a mirarlo.
Me fui caminando hasta casa, pensando en la cara que había puesto mientras yo decía todo eso y ni siquiera le había dado lugar a meter un bocadillo.
Los días fueron pasando y despertarme para ir al jardín, era lo único que me motivaba, a principios de mayo, no podía dejar de recordar que hacía un año me había enterado que estaba embarazada y recordando esos momentos de incertidumbre, me largué a llorar.
No dejaba de pensar en Pablo y en el daño que le había hecho, por un lado me sentía mal por haberlo perdido y por otro deseaba que esa mujer con la que lo vi, lo hiciera feliz como yo no supe.
Una tarde de principios de mayo, al salir del jardín, me fui caminando para casa, había tomado esa costumbre, para distraerme un poco. Todas las veces cambiaba de recorrido, para ver otras cosas.
Uno de esos días iba distraída mirando vidrieras, cuando alguien que caminaba en dirección contraria a mí, frenó a unos pasos, lo miré sin mirarlo, se quedó parado a tres pasos de mí y dijo:
-MARIANO: ¿Patricia?
Y al mirarlo me di cuenta que era Mariano, hacía años que no sabía nada de él. Iba vestido con un saco y una camisa y con carpetas en la mano.
-PATRICIA: Mariano!
Nos acercamos y nos saludamos con un beso.
-MARIANO: Qué gusto encontrarte! ¿Cómo estás tanto tiempo?
-PATRICIA: Bien, ¿Y vos?
-MARIANO: Bien llegando tarde, tengo que entrar a dar clases y no encontraba lugar para estacionar. Me da mucha alegría encontrarte, pero me tengo que ir, ¿te podré llamar un día de estos? Para hablar un poco, digo!
-PATRICIA: Sí dale, agendá mi teléfono, pero tiene que ser por la tarde, en las mañanas estoy en el jardín.
Agendó mi número en su teléfono, y me hizo una llamada perdida para que me quedara el suyo.
Nos despedimos con un beso y siguió caminando apurado.
Mientras seguía caminando, iba pensando en él, aunque nunca lo busqué, siempre me quedé mal por la forma en que habíamos terminado, en ese momento estaba muy mal, y no pude, ni supe cómo hacer para no terminar con él.
Quizás un encuentro, me serviría para pedirle perdón por no haber encontrado la forma de seguir con lo nuestro.
El viernes de esa semana, me mandó un mensaje a de las tres la tarde, diciéndome que daba clases hasta las cinco y que luego estaba libre, que le dijera un lugar y allí nos encontraríamos.
Le di la dirección de un café en el centro para encontrarnos a las cinco y media.
Llegué puntual al lugar, y él llegó minutos después, también a las corridas.
-MARIANO: Hola Patricia, perdón la demora, últimamente soy un desastre con los horarios!
-PATRICIA: Hola Mariano, no pasa nada, recién llegué!
Pedimos dos café, y mientras los traía me contó que era profesor de historia en varias escuelas secundarias, que iba de una escuela a otra todo el día.
De haberlo conocido, a pesar de llevar años sin verlo, lo notaba algo nervioso, o ansioso… o inquieto.
-MARIANO: Contame cómo estás, cómo venís con el tema de la epilepsia.
-PATRICIA: Desde hace un tiempo, por suerte mucho mejor, fui a ver a un especialista a Buenos Aires y me dio una medicación qué me cambió la vida, tomo solo una pastilla por día, y desde que empecé ese tratamiento, hace más de un año, solo tuve un par de crisis.
-MARIANO: Qué bueno! Cuánto me alegro! ¿Estás trabajando como maestra jardinera?
-PATRICIA: Sí, ya hace varios años titularicé como maestra de jardín, y ahí me voy a quedar, es lo que más me gusta, lo que más feliz me hace!
-MARIANO: Y... ¿te puedo preguntar si estás con alguien?
-PATRICIA: Sí claro que podés! En este momento estoy sola, a esta altura, el año pasado estaba embarazada, pero en junio lo volví a perder, quedé muy mal, estuve como dos meses internada en una clínica neuropsiquiátrica y al salir, las cosas no estuvieron bien, en realidad yo no estaba bien.
-MARIANO: ¿Y te separaste?
-PATRICIA: En realidad no, las cosas no estaban bien con Pablo, así se llama, y necesité tomar un poco de distancia, pero todo se fue complicando y… aquí estoy.
-MARIANO: Pero seguís enamorada de él?
-PATRICIA: Sí, no te puedo mentir, sigo enamorada y esperando que lo nuestro se pueda resolver, aunque no lo veo probable.
-MARIANO: ¿Y él?
-PATRICIA: También, pero han pasado otras cosas, es un poco larga la historia.
-MARIANO: Perdón, perdón! No quiero parecer un chusma.
-PATRICIA: No pasa nada, las cosas están así! Después de encontrarnos por casualidad el otro día, me fui pensando en vos, hiciste muy bien en llamarme, me di cuenta que necesitaba que hablemos. Después de separarnos, estuve un año muy mal, tiempo después pude levantar cabeza, gracias a Valeria. Pero con el tiempo, me di cuenta que en ese momento, no pude pensar en vos, no tuve la fuerza para luchar por lo nuestro. Y tiempo después, ya estando sola, creí que era lo mejor. Supe que te había lastimado mucho. Y quiero pedirte perdón por eso, por no poder pensar en vos en ese momento.
-MARIANO: Yo también estuve muy mal después que nos separamos, en ese momento, no encontré la forma de remontar nuestra relación, y creí que lo mejor, era que cada uno siguiera por su lado. Después de mucho tiempo, me di cuenta que te seguía queriendo, pero no tuve el coraje de buscarte y con el tiempo, sentí que sería mejor así. Aunque tengo que ser sincero con vos, nunca dejé de quererte.
El otro día cuando te vi caminando de frente, se me aceleró el corazón, y me puse muy nervioso.
-PATRICIA: Me di cuenta! ¿Y vos estás con alguien?
-MARIANO: En estos años, salí con dos chicas, con la primera seis o siete meses y con María Paz, vivimos juntos más de dos años, pero a decir verdad, a ninguna de las dos pude quererlas como a vos.
-PATRICIA: ¿Tuviste hijos?
-MARIANO: Benjamín, de casi tres años, el amor de mi vida!
Y en ese momento se me llenaron los ojos de lágrimas.
-PATRICIA: Por suerte pudiste tener un hijo! El que yo no te pude dar!
Y tomándome la mano me dijo:
-MARIANO: Por favor Patricia, no te pongas mal, no fue tu culpa, fue un accidente! No te sientas culpable por eso. No te voy a negar que me dolió mucho, pero nunca te culpes por eso, yo nunca te hice responsable de lo que pasó. Tan solo paso! Y pudimos seguir adelante. No te voy a negar que pienso muchas veces en eso, pero te juro que nunca te culpé.
Hablamos mucho rato, nos pedimos perdón mutuamente, en parte me sentía mal, porque él seguía queriéndome, pero después de tanto tiempo, tantas cosas vividas y lo que siento por Pablo, no podría corresponderle. Mirándolo a los ojos, podía ver a ese buen chico del que alguna vez me enamoré.
Se nos hizo la hora de la cena y me preguntó si no tenía problemas en cenar con él. Por supuesto que no lo tuve y fuimos a un restaurante a cenar. Después de todo era un buen hombre del que alguna vez había estado enamorada, nos habíamos separado por esas cosas que tiene la vida y nuestros caminos habían sido diferentes, pero por esas cosas, nos habíamos vuelto a cruzar.
Después de cenar, me llevó hasta casa y antes de bajar del auto, me dijo si podía llamarme o mandarme mensajes de vez en cuando para saber cómo andaba.
Le dije que por supuesto, que no tenía problemas.
Cuando llegamos a la puerta de casa, se bajó para despedirnos y le di un abrazo.
Subí pensando en él, pero la vida quiso que las cosas fueran así, y qué años después encontrara al que, sin lugar a dudas, era el amor de mi vida, aunque en ese momento, no tuviera la certeza siquiera de volver a verlo, pero sin embargo estaba en mi corazón y en mis pensamientos.
A fines de mayo, me llamó y nos volvimos a encontrar, esta vez para cenar.
La cena estuvo muy bien, hablamos mucho, recordamos algunos buenos momentos y en un par de ocasiones no pude evitar las lágrimas. En esos momentos, Mariano me tomaba de la mano, y a pesar de no tener más que un buen sentimiento hacia él, me reconfortaba que lo hiciera.
Días antes de ese encuentro, ordenando mis cosas en casa, dentro de una caja, había encontrado unas fotos que eran de él, de cuando era niño y de adolescente.
Ese día que quedamos en encontrarnos, había olvidado llevarlas, y cuando terminamos de cenar, le comenté de esas fotos y le dije que pasáramos por casa y se las entregaba.
Llegamos a casa y subimos a buscarlas, le pregunté si quería tomar un café y me dijo que sí.
Puse a calentar el agua y fui a buscar sus fotos.
Mientras tomábamos el café, las vio y me agradeció, me dijo que tenía muy pocas fotos de cuando era chico.
Hablamos de otro montón de cosas, y cerca de las dos de la mañana, me dijo que se iba, que ya era tarde.
Lo acompañé hasta la puerta del edificio y nos volvimos a despedir con un abrazo.
El haber podido hablar con él, me había dado mucha paz, el explicarle lo que había pasado, me liberaba un poco de esa culpa que cargaba por habernos separado, aunque me dijera que aun seguía queriéndome, me sentí mal por no poder corresponderle, ya no podía, hacía tiempo que ya no estaba en mi corazón…..
Pablo
A finales de mayo, un día salí tarde de la empresa, no tenía ganas de volver a casa y decidí comer algo por ahí antes de volver al departamento.
Di algunas vueltas buscando un lugar para comer, estacioné el auto y empecé a buscar un lugar caminando.
Cómo si de una jugada del destino se tratara, al pasar por un restaurante vi a Patricia y se me aceleró el corazón, estaba cenando allí con un hombre, tratando de no ser visto, volví a pasar y pude reconocer al hombre, era Mariano, su anterior pareja, lo reconocí por haber visto varias fotos de él.
No supe que hacer, me quedé un rato observándolos, hasta que vi que él le tomaba la mano.
En ese momento no pude seguir mirando.
Pero no sé porqué, ni con qué intención, volví a buscar el auto, y me estacioné a unos treinta metros del restaurante, a esperar que salieran.
Un rato después, los vi salir caminando uno junto al otro y subieron a un auto. Y como si de un espía se tratara, los seguí, dándome cuenta que el camino que tomaba era en dirección de casa de Patricia.
Pararon en la puerta del edificio de la que fuera nuestra casa, bajaron los dos del auto, y entraron.
No pude evitar las lágrimas, me fui llorando sin rumbo, buscando un lugar para tomarme una cerveza, una, qué terminaron siendo cuatro.
Volví a casa medio borracho, al no haber comido nada, las cervezas habían hecho lo suyo.
Al llegar me tiré en la cama vestido como estaba. ¿Habría vuelto con su ex? ¿Si no era así, por qué lo habría llevado a su casa? Pero me cuestioné a mi mismo, ¿Qué más te da Pablo? ¿Qué te importa con quien está o deja de estar? Si fuiste vos el que se fue de allí con todas sus cosas, vos estás haciendo tu vida, ¿por qué no puede ella hacer la suya?
Me dormí, pensando en ella y en cómo había terminado todo.
Lo último que recuerdo haber pensado, fue que a esta altura, el año pasado, estábamos felices por nuestro hijo.
Empezó el mes de junio y lo único bueno de mi vida era el trabajo en la empresa, me había reunido con don Mario para proponerle algunos cambios en la empresa, quería saber su opinión y escuchar sus consejos. Estuvo de acuerdo y empezamos a modernizar algunas líneas de producción, eso redundaría en una mejora en los volúmenes de producción.
El doce de junio, tuve que viajar a Buenos Aires, hacía unas semanas que veníamos gestionando la exportación de uno de nuestros productos enlatados a Malasia, si eso llegaba a buen puerto, tendríamos que incrementar la producción y había pensado, en generar un turno de trabajo por la noche. Pero las trabas burocráticas, hicieron que ese acuerdo se postergara, por lo menos hasta el mes de Julio.
Dos días, estuve en Buenos Aires, la noche que pase allí, nos encontramos con Mariana para cenar, por supuesto qué graciosamente, me preguntó si quería quedarme a dormir en su casa, pero amablemente, le dije que no era un buen momento para eso.
Llegué a Mar del Plata el catorce como a las cuatro de la tarde, pasé por la empresa y después me fui para casa, a la triste soledad de aquel departamento.
El mes de junio, me resultaba particularmente doloroso, en unos días se cumpliría un año de la noticia más triste de mi vida, ese veintidós de junio de dos mil diecisiete que me hice tatuar debajo del angelito.
¿Cómo lo estará viviendo Patricia? Sin duda para ella tampoco debe ser fácil, a esta altura, el año pasado estábamos felices, juntos y felices, a pesar de todo lo que había pasado, volvíamos a estar juntos.
No sé para Patricia, pero para mí la vida era un gran vacío, que solo en parte lo ocupaba el trabajo en la empresa.
El veintiuno de junio al mediodía, decidido en tratar de ver a Patricia al día siguiente, la llamé por teléfono a María Marta, necesitaba pedirle un favor.
-MARIA MARTA: Hola Pablo, que gusto escucharte!
-PABLO: Hola María Marta, ¿cómo estás? Como siempre, llamándote para pedirte un favor!
-MARIA MARTA: Si corazón, decime!
-PABLO: Necesitaría hablar con vos, ¿nos podremos ver hoy?
-MARIA MARTA: Si claro! ¿Te parece en el café de la última vez, a las cuatro y media?
-PABLO: Perfecto! ahí estaré!
Ya no me pude volver a concentrar en el trabajo, al día siguiente, había decidido encontrarme con Patricia y darle un abrazo, no me importaba que estuviera con alguien y no pretendía más que eso, abrazarla y llorar juntos en una fecha tan difícil, aunque sea por un momento.
La ansiedad me pudo y a las tres y media salí de la empresa. Llegué a las cuatro pasadas al café y me senté a esperar a María Marta.
Entró al café a las cuatro y veinte, y al ubicarme, se acercó a la mesa.
Me paré para saludarla con un beso y nos sentamos.
-PABLO: Gracias por hacerte el tiempo de encontrarnos!
-MARIA MARTA: Me alegra verte! ¿Cómo estás vos?
-PABLO: ¿Que te puedo decir? sigo viviendo, sigo trabajando, pero mi vida es solo eso, la verdad me siento vacío!
-MARIA MARTA: Me imagino, y más en estos días!
-PABLO: Justamente por eso necesitaba pedirte un favor, no estoy seguro de si Patricia querrá verme, pero mañana me gustaría poder abrazarla, solo eso, abrazarla y llorar juntos, no me importa con quien esté. Se me ocurrió que vos podrías decirle que pasas a verla, que estás cerca de su casa y en el momento que vos tocas timbre, yo entro a verla, tengo miedo de avisarle y que no quiera verme.
-MARIA MARTA: Pará Pablo, Patricia no está en Mar del Plata!
Y en ese momento no pude evitar las lágrimas.
-PABLO: ¿Y sabes dónde está?
-MARIA MARTA: Si, hablamos antes de ayer y me dijo que mañana no quería estar en Mar del Plata, que necesitaba irse, es un día muy doloroso para ella y no podía estar acá sola.
-PABLO: Seguramente se quería ir para no estar cerca de mí!
-MARIA MARTA: No corazón, no es por eso, no quiere estar ese día acá, pero no por vos, por ella! Tiene miedo, miedo a encontrarse con vos y que le digas que ya no querés saber nada de ella.
-PABLO: ¿Y dónde está?
-MARIA MARTA: En este momento camino a Córdoba, con mi marido tenemos una cacita en Villa Icho Cruz, cerca de Villa Carlos Paz y salió para allá hoy a las seis y media de la mañana en colectivo.
-PABLO: ¿Sabés hasta cuándo va a estar allá?
-MARIA MARTA: Vuelve el domingo.
-PABLO: ¿Sabés si se fue sola?
-MARIA MARTA: Si corazón iba sola, le dije de acompañarla pero no quiso, quería estar sola! Pero quedate tranquilo que va a estar bien!
-PABLO: María Marta, ¿me podrás dar la dirección?
Y sacando un papel doblado de su cartera, me dijo:
-MARIA MARTA: Acá te traje un planito para llegar a la casa, hay que dar una vuelta por acá, y hacer tres cuadras por acá a la derecha, la casa está de mano izquierda se llama “El encuentro”, tiene un cartel en la pared del frente. Y te traje un juego de llaves por las dudas.
-PABLO: ¿Cómo sabías lo que te tenía que preguntar?
-MARIA MARTA: Intuiciones que tenemos las viejas!
Llevé a María Marta hasta su casa y esta vez me despedí de ella con un abrazo.
-MARIA MARTA: Cualquier cosa me llamás!
-PABLO: Te agradezco María Marta! Sos un amor!
-MARIA MARTA: Suerte! Espero que no vuelvas solo!
Volví al departamento, preparé un par de cosas en un bolso, llené el tanque de combustible del auto y a las siete y media de la tarde, estaba saliendo de Mar del Plata por la ruta dos.
Buenos Aires a la hora que la atravesé, no tenía tanto tráfico, como así tampoco el acceso Norte para tomar la ruta a Rosario.
Bordeé Rosario como a las cuatro de la mañana para tomar la autopista a Córdoba.
Llegue a Córdoba a las ocho de la mañana. Pare en una estación de servicio a tomar un café y a mirar en el teléfono la ruta hacia Icho Cruz, el recorrido era de más o menos una hora, no sabía si Patricia se despertaría temprano, si la noche anterior había llegado a última hora.
Me termine el café y retomé el camino, fui tranquilo, como para llegar pasada las nueve de la mañana.
Al llegar saqué de mi bolsillo el planito qué me había dado María Marta y después de unas vueltas, encontré la casa.
Las persianas estaban bajas, seguramente estaría durmiendo. Di unas vueltas por el pueblo, y debajo de un árbol, en una zona próxima a un río, paré el auto para hacer un poco de tiempo.
Me quedé dormido, cuando desperté, mire la hora en mi teléfono y eran casi las once de la mañana. Bajé del auto y mirando si no había alguien cerca, hice pis contra un árbol, me lavé un poco la cara con el agua de la botellita que siempre tengo en el auto, me fumé un cigarrillo y volví para la zona de la casa.
Antes de llegar ya veía las persianas abiertas.
Estacioné el auto en frente, respiré hondo y bajé. Para que mentir, estaba muy nervioso, no sabía siquiera si Patricia querría que yo estuviera allí.
Le di tres pequeños golpes con los nudillos a la puerta de madera, esperando que abriera.
Espere un momento pero no hubo respuesta. Minutos después volví a golpear, tampoco me contestó, ¿habría salido? Seguramente habría ido a hacer algunas compras.
Dejé el auto y empecé a caminar por esas calles de tierra.
Muy poca gente andaba por la calle, solo crucé a un hombre corriendo y a una señora mayor que iba con algunas bolsas de compras.
La saludé y diciéndole que no era de por allí, le pregunté dónde podría comprar algo para comer, amablemente me indicó por donde había algunos negocios, le agradecí y fui por donde me había indicado, quizás por allí la encontraría.
Entré a todos los negocios que encontré en la zona, en ninguno de ellos estaba, decidí desandar el camino y volver a la casa.
Volví a golpear la puerta, nuevamente sin éxito, ¿por dónde andaría?
Decidí buscarla en el auto, quizás había salido a caminar por el pueblo. Di varias vueltas, incluso volví a pasar por la zona de los comercios sin poder encontrarla.
Y me puse a pensar, en un día tan triste, ¿qué haría yo?... Me iría al río, pensé.
Volví a la casa, y sabiendo para dónde estaba el río, dejé el auto y fui caminando en esa dirección.
Eran tres o cuatro cuadras o quizás más, la mañana estaba fresca, con sol, pero con algunas nubes, que por momentos lo escondían.
Llegué a una de las orillas del río, miré hacia un lado y no vi a nadie, hacia el otro lado, había un sendero que bordeaba el río y decidí tomarlo, caminé unos metros y a la distancia pude verla, sobre una piedra a la orilla del río, con sus rodillas encogidas, sus brazos apoyados en sus piernas, y su cabeza apoyada en sus brazos.
Me acerqué en silencio, el corazón iba al galope y las lágrimas me brotaron, a unos diez o quince metros antes de llegar donde ella estaba, pisé una rama caída de un árbol, el crujir de la madera al romperse, hizo que se diera vuelta, y al mirarme, pude ver sus ojos llenos de lágrimas...
Continuará…