Los intrincados caminos de un amor (24)

Los intrincados caminos de un amor Capítulo 24

Los intrincados caminos de un amor

Capítulo 24

Pablo

Esos días de fin de año, fueron los más tristes de mi vida, no quise volver a Mar del Plata para las fiestas, ¿para qué? ¿estar solo en casa?, me haría muy mal.

Sentía que la relación con Patricia, se iba deshaciendo, que la distancia entre nosotros, no era solo de kilómetros y de días, era también de deseos, de intenciones y de decisiones.

El cinco de enero, me llegó un mensaje suyo, lo leí varias veces, al saber quién era ese hombre que estaba con ella ese día, me sentí un boludo, cómo me dijera Mariana, me había hecho una película equivocada, pero siendo sincero, lo primero que pensé en ese momento es que estaba con otro hombre en otra circunstancia, ¿sobre esos sentimientos estaba pensando en volver con Patricia? En la primera de cambio, pensé que estaba con otro, podía llegar a entenderlo como celos, pero en el fondo era una falta de confianza pensar que se alejó de mí para estar con otro. Mi cabeza estaba hecha un bodrio!

Releyendo nuestros mensajes, veía que no habíamos hablado de sentimientos, no decíamos lo que sentía el uno por el otro. Mi amor por ella todavía estaba intacto, no dejaba de extrañarla, ni de  pensar en ella. ¿Pero era de esa forma como quería que nuestra relación pueda volver a ser lo que fue?

Después de esos mensajes, me di cuenta que esta distancia, sin lugar a dudas, definiría nuestro futuro.

Arranqué el año trabajando, no tenía razón para sacarme vacaciones, ¿con que sentido? Trabajar mantenía mi cabeza ocupada, al menos mientras estaba en la empresa.

Mariana se había ido a Chascomús a pasar las fiestas de fin de año con sus padres, y luego estaría de vacaciones durante la primera quincena de enero.

En esos días no tuve con quien hablar, con Florencia y con Emilia, nos llevábamos bien, pero aún no tenía confianza con ellas, solo hablé un par de veces por teléfono con Miguel, que también estaba de vacaciones con Irene en Bariloche, y con Mariana, que en un llamado, me dijo si quería ir un fin de semana a Pinamar, ella estaba allí con una prima suya de Chascomús y en la casa donde estaban había lugar para que pudiera quedarme unos días.

Le agradecí la invitación, pero preferí quedarme trabajando en Buenos Aires.

No había tenido noticias de Patricia desde el mensaje del cinco de enero, pero no podía dejar de pensar en ella.

El quince de enero me llegó un mensaje de Mariana, diciéndome que llegaría en la madrugada, y que no iría al trabajo al otro día.

Ese día llegué a la oficina temprano, cuando Florencia y Emilia llegaron puntuales, ya las esperaba con el café preparado y unas medialunas.

La verdad es que lo estaban haciendo bien, y el movimiento, a pesar de ser enero, se empezaba a notar.

Las chicas se fueron a las tres y yo me quedé haciendo algunas cosas como hasta las cuatro de la tarde.

Cerré la oficina y bajé, cuando llegué al hall de acceso, a través de los vidrios la vi a Mariana, supongo que esperándome, al verme se sonrió y al salir a la vereda, me dio un abrazo y un beso.

-PABLO: Hola Mariana, ¿Qué andás haciendo por acá?

-MARIANA: Hola Pablo! Cómo anoche llegué muy tarde y no nos vimos, pasé a saludarte, en un rato me encuentro a tomar un café por acá cerca con una amiga de cuando éramos chicas y pensé en pasar a ver como andabas.

-PABLO: ¿Cómo te fue en esas vacaciones en Pinamar?

-MARIANA: Bárbaro! Lástima que se terminan tan rápido, pero estuvieron bárbaras, nos tocaron días re lindos por suerte! Te tendrías que haber venido unos días, la hubieras pasado bien!

-PABLO: ¿Tenés tiempo? Voy a comer algo, estoy sin almorzar y tengo hambre!

-MARIANA: Dale! Te acompaño hasta que se me haga la hora!

Entramos a un café, yo me pedí un tostado con una cerveza y ella solo un agua saborizada de naranja, me contó un poco sobre sus vacaciones y pasadas las cinco, nos despedimos en ese bar y se fue para encontrarse con su amiga.

Fui a buscar el auto y mientras volvía, pensaba en que, a pesar de haberla conocido hace tan poco tiempo, en esos días de no verla la había extrañado, había extrañado las conversaciones con ella…


Patricia

Al día siguiente, busqué pasaje para Buenos Aires, no sabía dónde estaba viviendo, pero podría averiguar dónde estaban las oficinas de la empresa y aparecerme, lo quería sorprender.

En la página web de la empresa, encontré la dirección y el horario de atención de la oficina. Busqué en el mapa y por suerte era en el centro, no conozco mucho Buenos Aires.

Ese día ya no llegaría a su hora de salida, así que compré un pasaje para el día siguiente. Conseguí para las ocho y quince de la mañana, el colectivo llegaría a Buenos Aires a eso de las trece y treinta, con tiempo suficiente para llegar a su oficina antes de la hora de cierre.

No saqué pasaje de vuelta y preparé solo una muda de ropa, no sabía con que me iba a encontrar, ni cómo iba a resultar el encuentro, si tocaba volverme ya lo sacaría allí mismo y si todo iba bien y me quedaba con él, ya me arreglaría con el tema de la ropa.

Llegué pasada las ocho de la mañana a la terminal de Ómnibus y espere el cuarto de hora.

El colectivo salió puntual, durante todo el viaje, no pude tranquilizarme, estaba nerviosa por el encuentro.

Minutos antes de las trece, el colectivo entraba en Buenos Aires, unos veinte minutos después, bajé en la terminal de Retiro y me tomé un taxi hasta la dirección de la oficina, aún era temprano y comí algo en un bar de la otra cuadra.

No sabía si Pablo estaba ahí, pero pasadas las tres de la tarde, me paré en la vereda de enfrente, en la entrada de una galería comercial, desde allí podía ver la entrada del edificio. Entraba y salía gente todo el tiempo, se paraban a conversar en la vereda y luego se iban, parecía la puerta de un banco.

Diez minutos antes de las cuatro, una mujer se paró a un costado de la puerta del edificio, supuse que esperando a alguien, otras personas también esperaban, y cuando alguien salía se iban juntos.

Se hicieron las cuatro y en un momento esa mujer, dio un pasó, se giró y miró hacia adentro sonriendo y segundos después se me paró el corazón, viendo a Pablo caminar hacia ella sonriendo también, abrazándose efusivamente al llegar a juntarse en la vereda.

Me explotaron las lágrimas, desde donde estaba, no alcancé a ver si se besaban, pero él la tomó del hombro, ella de la cintura y caminaron hacia la otra esquina.

Crucé la calle apurada, casi llegaban a la esquina, apuré el paso para seguirlos, tomaron  la calle transversal, y en ese momento me quedé parada en la esquina viéndolos alejarse.

Luego de unos metros ya no iban abrazados, pero caminaban uno junto al otro. ¿Qué sentido tenía seguirlos? ¿Para qué? Si tenía algo con esa mujer, ¿qué hacía yo ahí? ¿Me plantaría delante de ellos? ¿Qué le diría?

Los perdí de vista entre la gente, pensé en qué haría yo ahora. No tenía la seguridad de que pasara algo entre ellos, pero ¿qué podía hacer?

No tuve el coraje de enfrentar la situación, me invadió el miedo de plantarme delante suyo y que me dijera que ya no había podido esperarme más y que su vida había tomado otro rumbo, con otra mujer. El solo pensar en eso, hizo que mi mundo se viniera abajo, lo había perdido, me centré tanto en mí, no miré por él, no pude o no supe entender lo que le pasaba y lo había dejado solo, otra vez, lo había dejado solo…

Decidí quedarme esa noche en algún hotel en Buenos Aires, si volvía a Mar del Plata llegaría de madrugada.

Busque un hotel, y ya en la habitación, me tiré en la cama a llorar, saqué de mi mochila, la carta de Pablo que había encontrado en casa y la volví a leer, por centésima vez.

Bajé para cenar en algún lugar, y volví a la habitación, no podía dejar de llorar, pensando en que lo nuestro no tenía solución. Imaginarlo con esa mujer me lleno de celos y de tristeza, trataba de convencerme a mí misma, de qué no tenía nada con ella, pero no lo conseguía.

Al día siguiente, mientras desayunaba en el hotel, compré el pasaje para volver a Mar del Plata. El colectivo, salía a las catorce y treinta, pensé una y otra vez, si sería buena idea, pasar por la oficina antes de irme.

Finalmente desistí de pasar, entendí que no era el lugar, y no tendría el tiempo suficiente para que hablemos, además me sentía bastante decepcionada por el rumbo que había tomado mi vida.

Dejé el hotel y di unas vueltas por Buenos Aires hasta la hora de tomar el colectivo.

Ya en la terminal de Ómnibus, mientras esperaba la hora, lo llamé por teléfono a Víctor, le conté que estaba en Buenos Aires y lo que había pasado, me dijo si quería que nos encontremos, pero le dije que ya no tenía tiempo, el colectivo salía en veinte minutos. Estuvimos hablando hasta la hora de subir.

En ese llamado, trató de hacerme entender, que quizás no era lo que yo pensaba, qué al igual que pasó con él, quizás fuera una amiga o una compañera de trabajo, o una vecina. Qué tendría que hablar con él y escuchar lo que tenga para decirme.

Durante el viaje de vuelta, no pude dejar de llorar y sentirme muy mal. ¿Lo había perdido? ¿Ya no querría luchar por lo nuestro? Y todo era por mi culpa, buscando solucionar lo que me pasa, dejé a Pablo otra vez de lado, sin dudas, me lo tengo merecido.

Me dio mucho miedo el solo pensar que ya no quisiera estar conmigo, me llené de incertidumbre y de temores. Sí bien yo había planteado la distancia porque necesitaba entender lo que me estaba pasando, el no vernos, me había jugado en contra, me sentí muy mal por haber pensado qué él estaría ahí para mí cuando yo pudiera volver, pero me equivoqué, que egoísta me sentí. No paro de equivocarme.

Llegué a casa pasadas las ocho de la noche, no tenía ni ganas de comer y me fui directamente a la cama.

Si bien ya me había acostumbrado a estar sola, estar en casa sin Pablo, era muy duro, no sabía qué hacer con las horas, para distraerme empecé a preparar algunas cosas para el jardín, el cinco de marzo empezaban las clases y volvería a trabajar. La licencia psiquiátrica que tenía, había terminado en el mes diciembre.

Durante los días que quedaban de enero, no tuve noticias de Pablo, ni él noticias mías. Me dolía pensar que lo nuestro hubiera terminado de este modo, sin siquiera decírnoslo a la cara. Necesitaba verlo, hablar con él, pero no me decidía a llamarlo.

No dejaba de pensar, que así como él pensó que yo estaba con otro hombre, yo también, lo primero que pensé al verlo, es que estaba con esa mujer. Y entendí que la confianza entre nosotros, seguía resquebrajada, probablemente por nuestras infidelidades pasadas. ¿Sintiendo así, sería lógico volver a estar juntos? ¿O cada situación que se presente, volvería a ser lo mismo? Decidí entonces, dejar pasar el tiempo, esperaría que él se comunicara conmigo.

Hablé varias veces con Martina, y siempre me dio ánimo, que no lo diera por perdido, que siga luchando por el amor que nos teníamos, ¿aún lo teníamos? Por mi parte sí, no dejaba de extrañarlo, no dejaba de sufrir por su ausencia, no dejaba de desear estar a su lado, no dejaba de tenerlo en mi corazón y en mi cabeza, pero ¿y él? ¿Qué estará sintiendo él?

Me encontré un par de veces con María Marta para tomar un café, me hacía muy bien hablar con ella, me tranquilizaba mucho y siempre me aconsejaba como una madre preocupada por el bienestar de su hija.

El veintitrés de enero me llamó Valeria, diciéndome que me extrañaba mucho, que tenía ganas de verme, el viernes veintiséis era su cumpleaños, y me pidió que fuera, le dije que no estaba con ánimos, pero me insistió tanto, que al final le dije que sí, pero que solo iría un rato.

Ese viernes llegué a lo de Valeria más temprano, nos abrazamos después de tanto tiempo, los invitados aún no habían llegado, y aprovechamos a charlar un poco mientras le ayudaba a preparar todo, le conté como venían las cosas y al igual que Martina, que María Marta y que Victor, me dijo que no pierda las esperanzas, quizás después de pasado un tiempo, nos podríamos volver a encontrar.

Fueron llegando los invitados, muchos amigos de Valeria que conocía me fueron saludando, entre ellos Román,  un amigo de Facundo, el ahora esposo de Valeria, que yo conocía desde hacía mucho tiempo, pero que no veía desde hace por lo menos, tres o cuatro años.

Ni bien me vio, vino a saludarme.

-ROMAN: Hola Pato! ¿Cómo estás, tanto tiempo sin verte?

-PATRICIA: Hola Román! Es verdad! Cuántos años!

-ROMAN: Esperá que saludo a todos y vuelvo, así charlamos un rato!

Me alegró volver a verlo, siempre me pareció un buen pibe, en algún momento, me había interesado en él, justo en el tiempo que empezó a salir con su novia Lorena, con la que supe por Valeria que tiempo después se había casado.

Después de saludar a todos, se volvió a sentar a mi lado.

-ROMAN: Contame cómo andas, ¿Qué es de tu vida? ¿Soltera, casada o separada?

-PATRICIA: En este momento, indefinido! Estoy con Pablo hace años, pero por algunas situaciones difíciles que tuvimos que pasar, en este momento estamos distanciados.

-ROMAN: Lamento escuchar eso! Yo hace más de un año, qué me separé de Lorena, cuándo quedó embarazada nos fuimos a vivir juntos, creímos que podría funcionar, pero en la convivencia no dimos cuenta de que no iba a funcionar. A pesar de eso terminamos bien, más que nada por Valentina, que ya cumplió los tres años, ¿ustedes tienen hijos?

-PATRICIA: Perdí un embarazo, en julio del año pasado, y quedé muy mal. Eso y otras cosas que sucedieron entre nosotros, nos llevó a distanciarnos, pero eso es una historia larga.

-ROMAN: Lamento que estén así las cosas, imagino lo que han sufrido!

-PATRICIA: Realmente sí, mucho y aún no hemos podido recomponer lo nuestro, pero bueno! Por favor, hablemos de otra cosa.

-ROMAN: Sí por Supuesto! Perdón por preguntarte!

-PATRICIA: No pasa nada! Pero bueno, contame de Valentina, ¿empieza este año el jardín?

-ROMAN: Sí, arranca este año, está re ilusionada, Lorena la anotó en el jardín novecientos quince!

-PATRICIA: Jodeme! ¿En qué turno quedó?

-ROMAN: En el turno de tarde se nos complicaba a los dos por los trabajos, así que va a empezar en el turno de mañana.

-PATRICIA: Yo estoy hace varios años en ese jardín, y este año también tengo la sala de tres del turno mañana!

-ROMAN: No te puedo creer! Vas a hacer la seño de Valentina! Qué bueno! Nos vamos a ver seguido entonces, me encanta que seas vos su maestra! Lorena la va a llevar por las mañanas y yo la retiraré al mediodía para llevarla a casa de la madre de Lorena hasta que ella sale del trabajo y la va a buscar.

-PATRICIA: Así es! Nos veremos todos los días, salvo que por algún problema de salud, yo esté de licencia.

Hablamos durante todo el cumpleaños, pasada la una de la mañana, le dije a Valeria que me iba para casa, Román me preguntó si andaba en auto, y al decirle que me tomaría un taxi, se ofreció a llevarme a casa.

La charla con él había estado muy bien y durante el viaje, iba pensando si estaría bien invitarlo a subir a casa a tomar un café, pero antes de llegar decidí que no.

Llegamos a la puerta de casa y nos despedimos hasta el primer día de clase.

El charlar con él, me había hecho no pensar en mi presente, pero al llegar a casa, la tristeza se volvió a adueñar de mí.

Estaba terminando el mes de enero y no nos habíamos comunicado con Pablo, y eso me tenía muy mal, una mezcla de cosas, tristeza, angustia, enojo y la sensación de un futuro incierto.

El domingo veintiocho, me llamó Martina, hablamos un rato, le conté como estaban las cosas y me dijo que el treinta estaría con Felipe en Buenos Aires por la firma de unos contratos.

-MARTINA: Pato, después nos vamos unos días a Punta del Esta, venite con nosotros!

-PATRICIA: No Marti, no los quiero joder!

-MARTINA: No nos jodés, Felipe está acá conmigo y dice que te vengas! No te quedes sola! No seas boluda! Ahí puse el altavoz!

-PATRICIA: Pero no les quiero cagar las vacaciones!

-FELIPE: No cagás nada nena! Venite y la pasamos bien unos días!

-MARTINA: Andate para Buenos Aires y nos encontramos ahí!

-PATRICIA: Por favor amiga, dejame pensarlo y si me decido te contesto.

-MARTINA: Dale! Pensalo y venite! La vamos a pasar bien!

Después de cortar con Martina me puse a pensar si estaba bien volver a irme a Uruguay, si bien me sentía tremendamente sola en casa, no sabía qué hacer ¿Y si Pablo llegara a volver de Buenos Aires y yo no estaba? Por supuesto no sabía si volvería, ni cuándo y después de mucho darle vueltas en mi cabeza, terminé aceptando irme con ellos unos días a Punta del Este.

Se lo dije a Martina por mensaje de audio y ese mismo día compré el pasaje para Buenos Aires y empecé a preparar la maleta con mis cosas.

El volver a dejar la casa, me hacía sentir extraña, por un lado me sentía perdida estando sola, y por el otro, el irme me hacía sentir que me estaba alejando de mi vida, de nuestra vida, de la que fuera nuestra casa.

¿Seguiría siendo nuestra casa? No tenía nada en claro… ¿Cómo sigue todo esto?

Pensando en que Pablo no volvería, al menos en estos días, decidí no decirle, ni dejarle nada escrito.

¿Qué sentido tenía? Ni yo sabía lo que hacía él, ni él sabía lo que hacía yo. Entre nosotros, un abismo cada vez más grande…


Pablo

No tuve más noticias de Patricia, ni siquiera sabía si aún seguía en Punta del Este o estaba en Mar del Plata o donde estaría. El trabajo en Buenos Aires, ya estaba en marcha, calculé que como mucho estaría aquí hasta finales de febrero. ¿Y después?

¿Qué haría después? ¿Volver a casa en Mar del Plata? ¿Solo? Esa casa sin Patricia para mí ya no tenía sentido.

Y en ese momento me puse a pensar en qué hacer, y decidí que sí al volver, me encontraba a Patricia  en casa, tendríamos que hablar sobre nuestra situación, de lo que nos pasa y lo que no, de lo que sentimos, de lo contrario lo mejor sería buscarme otro lugar para vivir.

Aunque no tuviera ninguna certeza con respecto a ella, la sigo amando, la sigo extrañando y desearía que nuestra situación se pueda resolver de alguna forma y volver a estar juntos.

Con la única persona que hablaba era con Mariana, nos llevábamos muy bien, aunque en algunas situaciones me parecía ver en sus actitudes, algo más que un sentimiento de amistad, algún que otro piropo al verme con el traje, invitarme a cenar y preparar mis comidas preferidas, pasarme a buscar por el trabajo o aparecerse a la hora del almuerzo, esperaba estar equivocado, no quería provocarle ningún sufrimiento, siempre había sido claro con ella respecto de mis sentimientos por Patricia y de mi relación con ella, para no crearle ninguna expectativa, incluso le dije que muy probablemente a fines de febrero me volvería a Mar del Plata, y la última tarde en que hablamos, mientras tomábamos unos mates, se lo volví a decir:

-PABLO: Mariana, la oficina está funcionando muy bien y probablemente me quede aquí, hasta finales de febrero, te lo digo por si necesitás avisar en la inmobiliaria.

-MARIANA: ¿Ya te volvés? Qué lástima! Me había acostumbrado tanto! ¿Y creés que podamos seguir en contacto? ¿Aunque sea por teléfono?

-PABLO: Claro que sí, y seguramente nos encontraremos las veces que tenga que venir a Buenos Aires!

-MARIANA: Te voy a extrañar!

-PABLO: Pero vamos a seguir en contacto!

-MARIANA: Si ya sé, pero no va a ser lo mismo!

Con aquella charla, en parte confirmaba ciertas sospechas, aunque no me dijera nada, podía intuir que le podría estar pasando algo conmigo, o quizás me equivoque y seamos dos “extranjeros” en este mar de gente desconocida, que se hacían compañía.

El viernes dos de febrero, después de darle muchas vueltas en mi cabeza durante la noche, ni bien me levanté, decidí tomar el toro por las astas y volver ese mismo día a Mar de Plata, encontrarme con Patricia y tratar de hablar de lo nuestro, si existe una solución, tratar de encontrarla, y si ya no hay un futuro juntos, tomar cada cual su camino, la incertidumbre de nuestra situación me está matando.

Quiero intentarlo, necesito escucharla, necesito saber de sus sentimientos, necesito mirarla a los ojos, necesito encontrarme en su mirada.

Le pregunté a Mariana si quería aprovechar el viaje a Chascomús ese fin de semana, pero me dijo que sus padres estaban en San Clemente y que prefería ir cuando estuvieran ellos.

Ese día, salí de la oficina un rato antes, pasé por el departamento, me cambié, preparé algo de ropa y salí para Mar del Plata.

Durante todo el viaje, fui imaginando el encuentro, no me puedo mentir a mí mismo, moría de ganas de abrazarla, ya solo faltaban horas, y con cada kilómetro que me acercaba, más nervioso me iba poniendo.

Entré a Mar de Plata pasaditas las ocho de la noche, y antes de ocho y media, ya estaba entrando en el edificio de casa.

Subía por el ascensor y el corazón me iba al galope, puse la llave en la puerta y abrí. La casa estaba a oscuras, prendí la luz y lo primero que me fijé fue que la nota que le había dejado tiempo atrás, ya no estaba.

Pasé por la cocina y vi la heladera enchufada y con algunas cosas adentro, señal inequívoca de que Patricia estaba en casa.

El resto del departamento estaba todo ordenado, entonces pensé que quizás habría salido a hacer alguna compra, o a encontrarse con alguien y que más tarde regresaría y me encontraría en casa.

Bajé a comprar algo para cenar los dos y varias cervezas.

Volví y dejé todo preparado por si llegaba para la hora de cenar.

Me senté en el sillón a esperarla tomándome una cerveza, se hicieron las diez, me tomé otra cerveza mientras me fumaba un cigarrillo en el balcón. Se hicieron las once, entendí que ya no vendría a cenar, quizás habría salido a cenar con alguien y regresaría más tarde.

Para las doce de la noche, ya me había tomado todas las cervezas, ni siquiera había comido, y ahí tirado en el sillón me quedé dormido. Me desperté con dolor de cuello por la posición en que me había quedado dormido, miré mi teléfono y eran casi las cinco de la mañana, y ya me di cuenta que no volvería.

¿Se habría quedando en casa de alguien para no volver tarde? Fui al baño y después a nuestra habitación, entonces se me ocurrió ver si estaba su maleta. Busqué en el placard donde solía guardarla, en la salita, por todos lados y no la encontré. Allí mismo comprendí todo, cabía la posibilidad de que se la hubiera prestado a alguna amiga, ¿cómo saberlo? Busqué en su lado del placard y me di cuenta que faltaban algunas de sus ropas y zapatillas.

Que había estado en casa estaba claro, pero había vuelto a irse, ¿Dónde estaría? Si se llevó la maleta con su ropa, no sería por ese fin de semana, y automáticamente vinieron a mi mente sus viajes con el sindicato y tantos días solo y esperándola.

El sábado por la mañana lo llamé a don Mario, para avisarle que estaba en la ciudad, me preguntó cuando volvía para Buenos Aires y le dije que probablemente el lunes o el martes. Me pidió que el lunes a primera hora, lo viera en su oficina, necesitaba hablar conmigo.

Ese fin de semana fue muy triste para mí, se había ido y ni siquiera me había dicho donde, ¿ya no era importante para ella decírmelo? ¿Ya no quería siquiera que sepa dónde estaba? Yo le había dejado una nota diciéndoselo, pero ella no, esto va camino a una separación definitiva, no puedo verlo de otra forma, no veo otro camino.

Después de hablar con don Mario, busqué aquel departamento amueblado que había visto aquella vez que me fui de casa, aún estaba sin alquilar, concerté una visita para esa misma mañana y fui a verlo. Decidí alquilarlo y volvimos a la inmobiliaria para firmar el contrato por un año con posibilidad de rescindirlo.

No sabía que me depararía el destino para mi futuro próximo. El lunes después de reunirme con don Mario, llevaría todas mis cosas a mi nueva casa.

Llegué temprano a la empresa, don Mario ya estaba en su oficina y me hizo pasar, me saludó con un abrazo, me ofreció un café y nos sentamos.

-MARIO: Pablo, que suerte que viniste, estaba pensando ir a verte a Buenos Aires y de paso conocer la oficina, pero me ahorraste el viaje.

-PABLO: ¿Algún problema don Mario?

-MARIO: No, no, ningún problema, pero necesitaba hablar con vos porque creo que ya es tiempo, que ya llegó la hora!

No sabía por dónde iba la cosa, pero esos segundos de pausa que hizo, me llenó de preguntas.

-MARIO: Pablo, creo que ya es tiempo de retirarme, ya estoy viejo y cansado, quiero aprovechar los  años que me quedan con mi esposa, estar más tiempo juntos, viajar y descansar un poco, fueron muchos años de trabajo, Amanda se bancó siempre mis horarios, mis viajes y mis preocupaciones, quiero que disfrutemos juntos el tiempo que nos queda.

-PABLO: Me parece muy bien Don Mario, se lo tiene merecido, toda una vida de trabajo!

-MARIO: Y es por eso, que quería hablar con vos, quiero que seas vos quien se haga cargo de la empresa, nadie mejor que vos conoce esta empresa y sabe cómo hacerla funcionar, se que con vos la empresa va a crecer, me has demostrado infinidad de veces lo que significa esta empresa para vos, sé que la dejo en las mejores manos.

-PABLO: Para mí sería un honor don Mario!

-MARIO: La empresa seguiría a mi nombre, al menos por ahora, vos serías el gerente, administrador o como quieras llamarlo, pero las decisiones serían tuyas. Por supuesto que estaría de acuerdo con vos si querés hacer cambios en la empresa, solo te pediré que me los comuniques.

Por supuesto tus ingresos no serían los mismos, haciendo algunas cuentas en el aire, creo que el cuarenta por ciento de las utilidades para vos, sería algo así como seis veces o más que tus ingresos actuales, si no estás de acuerdo, lo podemos charlar.

-PABLO: Don Mario, yo le agradezco la confianza, pero eso sería mucho dinero!

-MARIO: No hijo! Después haremos bien las cuentas y si hace falta más, no tendré problemas en dártelo, la empresa quedará en tus manos y es correcto que ganes bien por eso, y yo me podría quedar tranquilo en casa. Sé que tu vida privada, no está en su mejor momento, decidí vos si querés quedarte acá o manejar todo desde Buenos Aires, eso lo dejo en tus manos. Te dejo el tiempo que necesites para pensarlo, cuando me des una respuesta, ya me quedo en casa, por supuesto que cualquier duda me vas a podés llamar, pero ya quiero descansar.

-PABLO: Las oficinas de Buenos Aires están trabajando muy bien, a fin de febrero me vuelvo para acá, ya alquilé un departamento.

-MARIO: ¿Lo tuyo con Patricia no se pudo recomponer aún?

-PABLO: Creo que ya no, vine para eso, pero no la encontré en casa, por el momento, todo sigue igual, no veo que las cosas entre nosotros lleguen a buen puerto…!

-MARIO: Espero que se puedan arreglar!

-PABLO: La verdad es que yo también don Mario, yo también, pero lo veo difícil!

Salí de la oficina de Don Mario y no pude evitar las lágrimas, el mejor momento en mi trabajo, y el más triste en mi vida.

Volví al departamento a buscar mis cosas, en bolsas puse toda mi ropa, algunas cosas personales, y en dos viajes, llevé todo al nuevo departamento.

Volví por última vez a la que fuera nuestra casa, y me senté a escribirle una carta a Patricia.

"Hola Patricia:

Espero que estés bien, en verdad es lo único que de todo corazón deseo!

Volví a Mar del Plata queriendo encontrarte, pero me doy cuenta que lo nuestro es una sucesión de desencuentros… por algo será…

No sé si el universo, la vida, el destino o nosotros mismos, somos los que no permitimos el volver a conectarnos, o quizás sea que ya no debamos contactarnos….

No sé que nos esté pasando, sí estamos enojados, dolidos, decepcionados o simplemente en caminos distintos.

No sé si por enojo, por orgullo o por qué sentimiento, ya ni siquiera nos mensajeamos, ya ni sabemos dónde estamos, cómo estamos o que nos está pasando, parecemos dos extraños que ni siquiera se pueden encontrar para mirarse a los ojos y decirse lo que haga falta decir.

Estás en mi corazón, hoy como siempre, estás en mis pensamientos a cada momento, estás en mis lágrimas, tu vida en la mía me marcó para siempre, cierro los ojos y veo los tuyos.

Solo espero algún día volver a verte, aunque sea para despedirnos.

Solo espero algún día volver a mirarte a los ojos y a entender esta distancia."

Dejé la carta sobre la mesa, no sabía si el irme de esta casa sería para siempre, tenía la esperanza de que no, pero no tenía ninguna seguridad de volver a ella y meno con ella, y mi presentimiento era que esa sería mi última partida.

No sabía dónde estaba, ni cuándo volvería,  busqué por toda la casa sin éxito el teléfono de Valeria o de Martina, ya que nunca las tuve agendadas.

La única que me podría decir algo era María Marta, y decidí llamarla.

Me atendió de inmediato y ante mi pedido, quedamos en vernos esa misma tarde, ya que el martes a primera hora, me volvía para Buenos Aires.

Nos encontramos en un café a la hora que ella salió del sindicato.

-MARIA MARTA: Hola Pablo, me sorprendió tu llamado!

-PABLO: Perdón si te llamé a vos, pero llegué el viernes de Buenos Aires pensando encontrar a Patricia, pero no apareció en todo el fin de semana, y el tuyo es el único teléfono que tengo. Necesitaba preguntarte si sabías algo de ella, si sabés dónde estaba.

-MARIA MARTA: Sabés que no hay ningún problema en que me llames, con Patricia nos vimos hace unos días, me llamó y nos encontramos, estuvimos un rato hablando, pero no me dijo que se iba a ningún lado, me contó del tiempo que estuvo en Punta del Este, y que cuando había vuelto se encontró con que vos estabas viviendo en Buenos Aires.

-PABLO: Sí, estoy en Buenos Aires por el trabajo, pero creo que solo hasta finales de febrero. Pero vine este fin de semana porque necesitaba verla y hablar con ella.

-MARIA MARTA: Perdón que me meta, ya lo hice una vez, pero… ¿pensás dejarla?

-PABLO: No María Marta, en verdad no sé! Necesité encontrarme con ella para tratar de encontrar una respuesta, una manera de seguir adelante.

-MARIA MARTA: Cuándo nos vimos, por supuesto hablamos de vos, pero principalmente hablamos de ella, había vuelto con esperanzas de volver a encauzar la situación entre ustedes, pero el saber qué estabas viviendo en Buenos Aires, la bajoneó mucho. Me dijo que no sabía qué hacer, quizás lo que te voy a decir, no debiera decírtelo, si se entera que te lo conté, ya no va a querer confiarme más nada.

-PABLO: Decime la verdad! ¿Está con alguien?

-MARIA MARTA: No tonto!, Perdón por lo de tonto, me salió!, no es eso, sé que te fue a buscar a Buenos Aires, pero después de eso no volví a hablar con ella.

-PABLO: ¿Me fue a buscar a Buenos Aires? Pero nunca nos vimos en Buenos Aires!

-MARIA MARTA: Me dijo que buscó la dirección de las oficinas de tu empresa y los horarios de trabajo en Buenos Aires, porque no sabía dónde estabas viviendo, pero después no sé qué pasó. Pero claro está que no se encontraron.

-PABLO: O quizás se arrepintió!

-MARIA MARTA: Sé que esta va a ser una pregunta indiscreta, pero, ¿estás con alguien en Buenos Aires?

-PABLO: No María Marta, estoy viviendo solo y no salgo con ninguna mujer en Buenos Aires, ni siquiera para pasar el rato, ¿me entendés?

-MARIA MARTA: Sí claro! Qué no te acostás con ninguna mujer!

-PABLO: Eso mismo! Solo estoy allí por trabajo.

-MARIA MARTA: No puedo ayudarte más, no sé más nada, sabes que me importa mucho su bienestar, espero que entiendas qué no te escondo nada, solo que respeto lo que ella quiera hacer o decir, es más,  si ella no te dijo que había ido a Buenos Aires, tendrá sus motivos, por favor no digas que yo te lo conté. De corazón espero que lo de ustedes se pueda resolver, sé que te sigue amando, y supongo que sí estás acá preguntándome por ella, vos también la seguís queriendo. Espero que se puedan encontrar y tratar de resolver lo que les pasa.

-PABLO: Gracias María Marta, te agradezco tus palabras y la deferencia de encontrarnos!

-MARIA MARTA: No hace falta que me agradezcas! Espero que puedan volver a estar juntos, ambos se lo merecen! Y por supuesto llamame cuando quieras! También estoy para vos, para lo que necesites!

Me despedí de María Marta sin entender qué había pasado, ¿fue a buscarme a Buenos Aires y no me vio? Sí sabía la dirección de la oficina, me hubiera encontrado, estuve todos los días ahí. ¿Se arrepintió de verme? ¿Por qué no me llamó o escribió cuando estaba en Buenos Aires? Me hubiera gustado verla en Buenos Aires, quizás todo hubiera sido muy distinto.

¿Qué hacer ahora? ¿Dónde estará? ¿Con quién estará? Demasiadas preguntas, demasiada distancia, demasiado tiempo...

¿Deberá pasar más tiempo, más distancia? Ya no sé qué pensar ya no sé que sentir, sin dudas se aproximan tiempos de cambio...


Patricia

En esos momentos, me hizo muy bien la compañía de Martina y de Felipe, me hicieron sentir muy bien, me hicieron reír y por momentos, me hicieron dejar de pensar.

Ellos se volvían a Río de Janeiro el veinte de febrero, ese día me acompañaron a tomar el barco para volver a Buenos Aires. Nos despedimos y me subí, durante el viaje, deseaba llegar a casa y que Pablo estuviera, necesitaba verlo, saber de él, necesitaba abrazarlo.

Cuando llegué a Buenos Aires, no tenía pasaje para Mar del Plata, durante el viaje había pensado qué hacer, sí volver a pasar por la oficina antes de volverme a Mar del Plata. ¿Un llamado? ¿Decirle que estaba en Buenos Aires? Un llamado quizás podría hacer que nos encontremos, pero decidí pasar por su oficina, eran las once y media de la mañana, tomé un taxi hasta la oficina, decidida, me anuncié en la seguridad del edificio, le pedí dejar un momento la maleta y subí al octavo, el piso de la empresa.

Me recibió una chica y al decirle que buscaba a Pablo, me dijo que ese día tenía una reunión con un proveedor y ya se había retirado, muy amablemente me dijo si quería dejarle un mensaje o decirle quién era para que pueda llamarme al día siguiente, pero le dije que solo era una amiga que pasaba a saludarlo, qué pasaría en otro momento.

Bajé y recogí la maleta, me fui de ahí caminando, pensando en ¿qué razones tenía el universo, para no permitir un encuentro? ¿Era mi castigo por haber sido tan mala esposa? ¿Qué hacer? ¿Lo llamo o no? Tenía más dudas que certezas, esa determinación de ir a verlo, se me fue esfumando entre pensamientos de desazón e incertidumbre, en la idea de que la distancia entre nosotros era cada vez mayor.

Compré el pasaje a Mar del Plata y esa misma tarde me volví.

Llegué a casa a eso de las ocho de la noche. Al entrar me volví a encontrar una carta de Pablo, había estado en casa, justo cuando yo no estaba. La puta madre!

No pude dejar de llorar mientras la leía,  ¿por qué me tuve que ir? ¿Por qué no puedo hacer nada bien con él?

Desarmé la maleta, pensando en mandarle un mensaje, mientras ordenaba mis cosas iba pensando que escribirle, puse ropa en la lavadora, y el resto lo fui a guardar al placard, cuando abrí el placard, se me paró el corazón, toda la ropa de Pablo no estaba, ni sus zapatillas, ni sus perfumes, fui al baño y sus cosas tampoco estaban, tampoco su cepillo de dientes.

El mundo se me vino abajo, se había ido! Definitivamente se había ido, se había llevado todas sus cosas, se había rendido, ¿habría sentido que ya no había un futuro entre nosotros?, me había sacado de su vida.

Toda la esperanza que tenía en que lo nuestro se pudiera arreglar de alguna forma, se esfumó en ese momento, lo había perdido para siempre, ya no esperó por mí. Y me sentí culpable, otra vez culpable, por dejarlo solo, por preocuparme por mí y no mirar también lo que a él le estaba pasando, por no ser para él, lo que él era para mí.

Volví al estar y sentada en el sillón sin poder dejar de llorar, leí varias veces su carta, me vine abajo, mi vida ya no tenía sentido, me hubiera querido morir en ese mismo momento.

Horas estuve sentada en el sillón llorando, pasadas las diez de la noche, sonó mi teléfono, no quería mirarlo, tenía miedo que no fuera Pablo, pero pensando en que quizás me llamara, miré el teléfono y vi que llamaba María Marta, por un momento pensé en no atenderla, pero necesitaba hablar con alguien. La atendí llorando, le conté lo que pasó y a la media hora estaba en casa.

Ni bien entró, la abracé sin parar de llorar.

-MARIA MARTA: Tranquila mi chiquita! Tranquilízate por favor!

-PABLO: Se fue Mari! Se fue! Se llevó todas sus cosas! Ya no quiere saber nada de mí! Me lo tengo merecido, fui una mierda con él, no merezco a un hombre como él!

-MARIA MARTA: Tranquilízate y escúchame por favor, qué te voy a decir algo!

-PATRICIA: ¿Qué Mari?

-MARIA MARTA: Los primeros días del mes Pablo me llamó por teléfono y nos encontramos.

-PATRICIA: ¿El te llamo? ¿Y qué te dijo?

-MARIA MARTA: Me preguntó por vos, sí sabía dónde estabas, yo le dije la verdad, que no sabía, me dijo que había venido a Mar del Plata para encontrarse con vos, y como no estuviste ese fin de semana, antes de irse me llamó para ver si sabía algo de vos.

-PATRICIA: La puta madre! ¿Por qué me tuve que ir?

-MARIA MARTA: Tranquilízate corazón!

-PATRICIA: No puedo Mari! Se llevó todas sus cosas!

-MARIA MARTA: Y eso que importa, así como se lo llevó, lo puede volver a traer, no seas tonta, no te vengas abajo, no lo des por perdido, no todo está perdido entre ustedes! Tenés que tener un poco de fe.

-PATRICIA: Me lo tengo merecido Mary!

María Marta me preparó algo para comer, que apenas pude probar, no quiso dejarme sola y llamó a su marido para decirle que se quedaba conmigo esa noche.

Al día siguiente me levanté temprano, María Marta aún dormía, me puse a preparar el desayuno para las dos, estaba dolida, enojada, enojada con la vida, enojada conmigo, con mi suerte y enojada con Pablo.

Que se vaya a la mierda, pensé, si ya no quiere saber más nada conmigo, que se vaya a la mierda! Estaba tan enojada que ya no quería saber más nada con nadie.

María Marta se despertó y desayunamos juntas, desde casa se fue a trabajar al sindicato, le agradecí con un abrazo y un beso, y me hizo prometerle que la llamaría más tarde.

Cuando me quedé sola, me fui a dar un baño, seguía enojada, mientras me sacaba la ropa, pensaba en que escribirle, pero decidí que no sería en ese momento, mi enojo hablaría por mí, y seguramente luego me arrepentiría de lo dicho.

Mientras me bañaba, no podía dejar de pensar en lo que había terminado mi relación con Pablo, me sentí tan culpable, que hasta pensé que era lo mejor, él se merece alguien que se ocupe de él de la manera que yo no lo hice, que no lo engañe, que no le mienta, pero… ¿qué hago yo con este amor?...

Continuará…