Los intrincados caminos de un amor (21)

Los intrincados caminos de un amor. Capítulo 21

Los intrincados caminos de un amor

Capítulo 21

Patricia

Mi vida no tenía sentido, el volver a pasar por la pérdida de otro hijo, me destrozó, no tenía ya ganas de seguir adelante, a pesar de los problemas que habíamos tenido con Pablo, habíamos vuelto a encontrarnos y la noticia de nuestro hijo, nos había permitido dejar en segundo plano el tema de nuestras infidelidades, aunque era consciente de que seguían existiendo, nos habíamos enfocado en el bebé y mirando hacia un futuro siendo tres, me volví a sentir unida a él, aunque no hubiera sido totalmente sincera con él.

Me morí en vida, no tenía ganas ni de respirar, Pablo me acompañó en todo momento, aunque cada vez que me miraba, sentía que me culpaba por la muerte de su hijo, y eso me hundía más.

Solo quería cerrar los ojos y no ver ni escuchar nada.

Pablo me llevó a ver a la psiquiatra y a la psicóloga que le había dicho la ginecóloga, y después de un par de sesiones, me terminó internando.

Los primeros días, me sentía morir, además de estar sin Pablo, casi que me obligaban a hacer cosas, cuando yo no quería saber nada con nadie.

Empezaron las charlas, las sesiones y los encuentros con mujeres que habían pasado por lo que yo estaba pasando.

Junto conmigo estaban Manuela y Ana Paula, dos chicas que también habían perdido embarazos, aunque en diferentes circunstancias, las tres con el mismo dolor a cuestas.

Manuela había perdido dos embarazos como consecuencias de los golpes de su, ahora ex marido y Ana Paula por problemas de salud referidos a la coagulación de la sangre.

En los pocos ratos libres que teníamos, las tres nos fuimos conociendo y contándonos cosas de nuestras vidas, aunque en los primeros momentos, no quería contarles todo cuanto había pasado, terminaron sabiendo toda mi historia, no solamente las pérdidas de mis dos hijos, sino también de mis relaciones con Mariano, con Pablo, mis infidelidades con Clara y con Carlos.

Las sesiones por momentos me resultaban abrumadoras, el tener que tratar de expresar mis sentimientos, no hacía más que profundizar mi dolor.

Poco a poco aquella sensación de desasosiego se fue apaciguando, haciendo que a pesar del dolor, pueda mirar de frente lo que me estaba pasando.

Las charlas con las chicas me hacían ver muchos de sus sentimientos en los míos, casi sin quererlo, me vi aconsejándolas, como si mi situación fuera mejor que la de ellas.

Extrañaba a Pablo, en él siempre me sentí segura, sé de su amor y de su preocupación por mí, aunque sentía que no lo merecía, me la pasaba preguntando todo el tiempo, cuando podría verlo.

Muchas veces pensaba en cómo estaría, yo por lo menos, las tenía a las chicas y a un montón de personas alrededor, pero no sabía si él estaba pasando por esto solo, y eso me hacía sentir peor.

La primera vez que pudo venir a visitarme, me alegré, necesitaba verlo y saber cómo estaba.

Cuando lo vi, no lo podía creer, se había dejado la barba y estaba más flaco, y aunque delante de él no dije nada, verlo así, me hizo sentir muy mal, podía ver el sufrimiento en su mirada, no hacía más que trabajar y estar solo en casa, me sentía tremendamente culpable por eso y por dejarlo sin su hijo.

Después que terminó la visita, me vine abajo, la culpa me martillaba la cabeza y me costó varios días poder enderezarme un poco.

Le pregunté a una de las chicas asistentes, si sería posible cortarme el pelo, siempre me gustó tenerlo largo y a Pablo también le gustaba que lo llevara largo. Una de ellas sabía cortar el pelo, porque trabajaba en una ONG haciendo pelucas para mujeres que habían perdido el pelo por el tratamiento de quimioterapia. Le dije que le donaba el pelo, y me preguntó si estaba dispuesta a cortarme los veinte centímetros, y aunque me quedaría muy corto, le dije que sí.

Ni a Pablo ni a mí nos gustaban los tatuajes, nunca pensé en marcar mi cuerpo de esa manera, pero decidí qué al salir, me tatuaría, marcaría mi piel como tenía marcada mi alma, con dos angelitos, por mis dos hijos perdidos.

En alguna de las sesiones que lo comenté, Viviana me preguntó si el corte de pelo y la intención de tatuarme, tenían que ver con Pablo, sí quizás inconscientemente, buscaba desagradar a Pablo y hacer qué se alejara de mí, como una forma de castigo hacia mi persona, a no sentirme merecedora de su amor.

En la segunda visita, amé que me trajera flores, y de las que más me gustan, y antes que se vaya, cuándo nos abrazamos, le dije que tenía ganas de volver a estar con él, y por supuesto él me dijo que también. No estoy segura si en verdad las tenía en ese momento, pero además de decirle que lo amo, necesité decirle que también lo seguía deseando.

A principios de octubre, Mónica me dijo que el viernes trece, me daría el alta, pero que tendría que seguir asistiendo a las sesiones con ambas.

El solo hecho de saber, qué tendría que salir de ahí y volver a la vida real, me asustaba bastante, me llenaba de temores.

Tenía tantos miedos... Miedo a quedarme sola, a qué Pablo nunca me perdonara, al no poder ser madre, a no salir nunca de esta locura, a no poder hacer bien mi trabajo, a no tener esperanzas, a no tener sueños, a no tener un futuro...

En las últimas semanas, me habían bajado la medicación, pero tenía que seguir tomando los antidepresivos y la pastilla para dormir.

Llegó el viernes y desde que me desperté estaba muy nerviosa, se lo dije a Mónica dijo que solo por hoy, tomara una pastilla más de las que tomó para dormir.

Preparé todas mis cosas en el bolso, me despedí de las chicas y quedamos de acuerdo en contactarnos cuando ellas también salieran, que sería en una o dos semanas.

Cuando crucé la puerta hacia la recepción de la clínica, Pablo ya me esperaba, se había afeitado la barba y estaba muy lindo. Corrí para abrazarlo, me colgué de su cuello y lo besé, no pude evitar las lágrimas. Tuve que firmar unos papeles, y antes de salir, Mónica y Viviana me saludaron con un abrazo, y me dijeron que nos veríamos la semana siguiente.

Salimos con Pablo de la clínica y subimos al auto, yo estaba muy nerviosa y no me salían las palabras. Pablo me iba hablando y en cada semáforo me abrazaba acercándome a él.

Llegamos a casa, y nuevamente no pude evitar las lágrimas. Pablo me llevó abrazada todo el camino y al entrar en casa, me encontré con un montón de cosas nuevas. Durante el viaje no me había dicho nada, para que me sorprendiera.

Y me encantó la sorpresa, había pintado casi todo el departamento, un nuevo TV, cosas nuevas en el baño y unas hermosas lámparas en nuestra habitación.

La casa estaba perfecta, muy limpia y ordenada.

-PATRICIA: ¿Y todo esto amor?

-PABLO: Te quería sorprender! Además tuve mucho tiempo libre! Necesitaba ocuparme en algo!

-PATRICIA: Sí que me sorprendiste! Me encanta cómo quedó todo! Parece otro departamento! Y ya quiero estrenar la bañera!

-PABLO: Perfecto! Date un baño de inmersión, en el baño hay sales y espuma! Mientras tanto yo preparo el mate y algo para merendar!

-PATRICIA: Te amo mi cielo!

-PABLO: Yo también corazón, me alegra mucho que estés otra vez en casa! ¿Querés unos mates en la bañera?

-PATRICIA; Dale!

-PABLO: Te voy preparando el baño!

Pablo seguía tan pendiente de mí, como antes de la internación, cuando ya había preparado la bañera con las sales, fue a preparar el mate, en ese momento, agradecí no tener que desnudarme delante de él, aún seguía un poco nerviosa, y el baño me vendría bien.

Sumergida y cubierta de espuma con Pablo sentado en un banquito a mi lado, tomamos unos mates con unas masitas, que me iba dando en la boca. Pablo iba tocando el agua, y a medida que se iba enfriando, abría el agua caliente para que yo no tuviera frío.

Estuve en el agua por casi una hora, cuándo Pablo se llevó todo, salí del agua y me envolví en un toallón. Creo que inconscientemente no me quería mostrar desnuda frente a él, no entendía muy bien por qué, pero así me sentía.

Fui a nuestra habitación, al abrir el placard, estaba impecablemente ordenado, con toda mi ropa limpia, doblada y planchada.

Me puse un conjunto de ropa interior, una remera y un pantalón corto. Al ir para el estar, Pablo estaba sentado en el sillón, mirando hacia el TV nuevo apagado. Estaba pensando en algo, con la mirada fija en la negra pantalla. Me quedé mirándolo un momento, cómo iba descalza, no me había oído llegar y lo primero que pensé, es cuan mal la habría pasado él todo este tiempo solo en casa y cargando también con el dolor por la pérdida de nuestro hijo.

Me acerqué desde atrás,  lo abracé y bese su cuello. Tomó mis manos con las suyas, y cuando se giró hacia mí, pude ver sus lágrimas.

-PATRICIA: ¿Estás bien amor?

-PABLO: Si mi vida! Esperaba tanto este momento...! Tranquila que son lágrimas de emoción!

Y dando la vuelta al sillón, me senté sobre sus piernas, lo volví a abrazar y nos besamos. Pude sentir en mis piernas qué se ponía en marcha su erección, pero todavía no me sentía relajada como para encontrarnos. Pablo no me lo iba a pedir, conociéndolo sabía que iba a respetar mis tiempos, y eso me relajó un poco, después del beso, me senté a su lado y me abrazó, prendió la TV y miramos un rato una película que ya habíamos visto, pero igual terminamos de verla.

Por momentos nos quedábamos callados, creo que lo que había pasado y estar tanto tiempo separados, nos había quitado esa conexión cotidiana que solíamos tener.

Sabía que el hecho de no encontrarnos sexualmente, no podría dilatarlo mucho tiempo, por un lado, me gustó provocar esa excitación en él, eso daba cuenta, de que aún me deseaba, pero por el otro, yo, al menos de momento, no me sentía en condiciones de hacerlo.

-PABLO: ¿Te gustaría que fuéramos a cenar a algún lado?

-PATRICIA: Mañana amor, ¿te parece?

-PABLO: Claro que sí! ¿Qué te gustaría cenar? Pensá en algo que hayas extrañado comer!

-PATRICIA: Mmmmm....., Ya sé! ¿ Qué te parece un risotto! Muero por un risotto tuyo!

-PABLO: Perfecto! Marche un risotto para la dama!

Un rato después salió a hacer las compras para la cena, cuándo volvió, vi que no había comprado ninguna cerveza.

-PATRICIA: ¿Y la cerveza?

-PABLO: Si vos no tomás mi cielo, yo tampoco!

-PATRICIA: Tomate una cerveza mi vida! Si te gusta amor mío!

-PABLO: Estando solo, ya me he tomado muchas! Demasiadas diría!

Y me vino a la cabeza la imagen de Pablo tomándose mil cervezas, y me sentí mal, por lo solo que estuvo.

El risotto estaba excelente, me comí dos platos, después de comer Pablo juntó y ordenó todo. Nos sentamos en el sillón y abrazados miramos un capítulo de la serie que había dejado de ver hacía un tiempo.

Cuándo nos fuimos para la cama, en mi interior quería que Pablo no me buscara, al menos esa noche.

Pero no tuvo ninguna intención, nos acostamos, pero solo nos abrazamos, nos besamos y nos quedamos dormidos.

Lo último que recuerdo haber pensado, fue en el maravilloso hombre que tenía a mi lado, pero también lo que supongo que al igual que yo, habría sufrido en soledad, se que él es más fuerte que yo, se que siempre va a hacer todo lo posible por estar entero para mí.

El sábado mientras desayunábamos, le conté de mi intención de tatuarme, su cara mostró su asombro.

-PABLO: Creí que odiabas los tatuajes, recuerdo que alguna vez me dijiste, que ni loca marcarías así tu cuerpo.

-PATRICIA: Sí,  ya lo sé! Pero en la clínica decidí que me quiero marcar el cuerpo, como tengo marcada el alma, quiero llevar en la piel a mis dos angelitos!

-PABLO: Ahora entiendo! Entonces, tatuémonos los dos! Llevemos los dos nuestro angelito!

-PATRICIA: No quiero que lo hagas por mí, es una decisión mía! Pero si lo querés, lo hacemos los dos

-PABLO: Lo entendí amor mío, pero también me gustaría tatuarme! Llevar también en la piel a nuestro angelito!

Y los dos nos largamos a llorar.

En una de las sesiones, la terapeuta me había dicho, qué no tapara mis sentimientos respecto del bebé, que si en algún momento necesitaba llorar, que lo hiciera, qué no me lo guardara, y que mejor que hacerlo con Pablo, con él compartíamos ese mismo dolor.

Cómo el día estaba lindo, me dijo de salir a caminar, y le dije que sí. Caminamos de la mano, hasta la costa, y descalzos los dos, caminamos por la orilla del mar, volver a sentir las frías olas, me hizo muy bien.

Caminamos cerca de una hora y de regreso, me dijo de almorzar en uno de los bares de la costa. Nos comimos unas hamburguesas y volvimos para casa a eso de las cuatro de la tarde.

El paseo me había hecho bien, pero estaba un poco cansada, le dije que me recostaría un rato. Me preguntó que quería cenar, para hacer las compras mientras tanto.

-PATRICIA: Lo que vos quieras amor, pero por favor, cómprate una cervecita! Sé que te gusta, tomátela, yo no me voy a sentir mal por eso!

Podía ver en cada actitud de Pablo, que estaba muy pendiente de mí, de lo que me gusta, de mis necesidades, de mis tiempos, y sentía que yo, también tenía que pensar en las suyas, necesitaba saber cómo se sentía realmente.

Ya lo había visto varias veces, por momentos, con la mirada perdida en algún lugar, pensando vaya a saber en qué.

Me quedé dormida como hasta las seis de la tarde, abrí los ojos, y allí estaba mirándome con esa mirada de amor que tan bien me hace, estaba sentado en la cama con el mate preparado y con un budín cortado en rodajas.

-PATRICIA: Perdón amor! Me re dormí!

-PABLO: No pasa nada corazón, hoy caminamos mucho!

-PATRICIA: La verdad que sí! Hacía mucho que no caminaba tanto!

Mientras tomábamos los mates, me vino a la cabeza lo que había pensado antes de dormirme, necesitaba que Pablo sintiera que también yo estaba preocupada por él.

-PATRICIA: Amor, se qué para vos también fue muy difícil, y me gustaría que me cuentes cómo estuviste mientras yo no estaba, supongo que estando solo, la debes haber pasado muy mal. Por favor, contame la verdad, no te guardes nada.

-PABLO: No te voy a mentir, me sentí muy mal, me partía el corazón, el saber tu sufrimiento. Sé que volver a pasar por eso, te destrozó y tuve mucho miedo, en ese momento no sabía qué hacer, ni qué decirte, porque creía que nada que yo te dijera serviría para aliviar ese dolor. Por eso es que entendí qué era necesario que te pongas en manos de Mónica y Viviana, ellas saben cómo tratar situaciones como la que nos tocó vivir.

-PATRICIA: ¿Y vos mi amor? ¿Y tu dolor?

-PABLO: Mi dolor es por partida doble, por nuestro hijo y por vos. El saberte embarazada, cambio mi mundo, a pesar de lo que había pasado en nuestra relación, un hijo, para mí lo cambiaba todo, y si te soy sincero, nuestros errores anteriores, quedaron atrás, ya ni pienso en eso, ni siquiera lo pensaba estando solo en casa.

Llegar a casa y encontrarla vacía, me mataba, no te voy a mentir, me emborraché muchas veces, tratando de no pensar, para ahogar la soledad y el dolor.

-PATRICIA: Yo también te voy a ser sincera, a pesar de estar un poco más entera, el dolor no se va y creo que no se va a ir nunca. Salir de la clínica, me puso muy nerviosa, volver a la vida real, inevitablemente, me hace pensar en todo lo que pasó, y necesito volver a encauzar mi vida, nuestra vida.

-PABLO: Así es! Pero nos tenemos el uno al otro y eso es lo importante! Nos tocó vivir el dolor más grande qué puede sufrir una persona, la pérdida de un hijo, y en tu caso, por segunda vez. La terapia me ayudó a enfrentar mi dolor, y a entender, que quizás nuestra relación no vuelva a ser la misma, un dolor así, puede llegar a cambiar a las personas, sus formas de ver las cosas. Creo que está en nosotros, el poder seguir adelante con esa carga y seguir viviendo.

-PATRICIA: Ese es mi mayor temor, no sé cómo puede llegar a resultar todo, seguramente no seremos los mismos, tendremos que batallar con nuestros sentimientos, le tengo miedo a mis días malos, porque sé que vendrán, tengo miedo de no poder manejarlos.

-PABLO: Yo también tengo miedo, sobre todo de no poder estar consciente de lo que nos pasa, de no darme cuenta, cuando las cosas no vayan bien. Creo que será día a día, momento a momento, de lo único que estoy seguro, es del amor que te tengo. El estar solo, no hizo más que confirmármelo, no pude dejar de pensar en vos, y en lo que significa en tu vida lo que pasó.

-PATRICIA: Creo que al día de hoy, todavía no tengo claro, cómo me va a afectar de aquí en adelante, y eso me da mucho miedo.

-PABLO: Tratemos de superar juntos nuestros miedos, creo que es la única forma de seguir adelante.

En aquella conversación, pude entender un poco cómo se siente Pablo, tiene tantos miedos como yo.

Se fue a preparar la cena, y yo me quedé sentada en el sillón, pensando en los días por venir, Pablo el lunes iba a trabajar y yo me quedaría sola en casa, me preocupaba el estar sola, qué mi cabeza me jugara una mala pasada.

Cenamos y nos fuimos a la cama, aún no estaba segura de volver a hacer el amor con Pablo, él no tocó el tema, aunque pensaba que seguramente lo estaría necesitando, qué sería importante para él encontrarnos sexualmente, pero no me sentía preparada, quizás por temor, o como una resistencia a volver a quedar embarazada, no sé.

Decidí que esa semana, iría a la ginecóloga para que vuelva a ponerme el DIU. Quizás de esa forma, luego encuentre la manera de volver a encontrarnos.

Se lo dije a Pablo, mientras desayunábamos el domingo.

Por la tarde, hablé por teléfono con Martina, le conté que ya estaba en casa y se alegró mucho por mí, no le conté demasiado sobre cómo me sentía porque Pablo estaba en casa, ya la llamaría en la semana mientras él estuviera en el trabajo.

Cómo el día estaba lindo, salimos a caminar un rato, paramos en un bar a tomar un café y a charlar de otras cosas, hablamos de su trabajo, de las cosas que había hecho en casa, de sus encuentros con Miguel y de su viaje a Rosario para visitar a Sara.

Mónica me había dado una licencia psiquiátrica por seis meses, por eso no volvería a trabajar hasta el año siguiente.

El lunes desayunamos juntos y Pablo se fue a trabajar. Me quedé un rato más en la cama, pero ya no me volví a dormir. Quería intentar volver a la vida normal, haciendo cosas de la casa, aunque no había mucho por hacer, Pablo lo hacía todo, y me sentí mal por eso. Decidí hacer una torta para esperarlo cuándo volviera del trabajo.

Al llegar del trabajo, se alegro al encontrar la torta, tomamos unos mates y después salimos juntos a hacer compras para la cena.

Pedí turno con la ginecóloga y me dio para el miércoles. El martes tenía turno con Mónica y el jueves con Viviana.

Les pedí los turnos en horas de trabajo de Pablo,  yo podría ir sola, y aprovechar el tiempo con Pablo.

Esa semana me sentí algo rara, como que no terminaba de encajar en mi vida, como que me faltaba motivación, quizás el no trabajar, me dejaba mucho tiempo libre, y mi cabeza no tenía más que tiempo para pensar.

En la sesión con Mónica, me preguntó cómo me sentía, y me dijo de continuar con la medicación una semana más y después comenzar a bajarla.

El miércoles la ginecóloga me volvió a colocar el DIU y me mandó a hacer los controles regulares.

La sesión del jueves con Viviana,  me movilizó bastante, sobre todo en mi actitud hacia Pablo y el no haber podido hasta ahora, volver a tener relaciones sexuales con él. Me pidió que de aquí a la próxima sesión,  tratar de analizar esto y pensar si ese sentimiento de "rechazo" a tener sexo con Pablo, tenía que ver con él o con mi miedo a que exista la posibilidad de volver a quedar embarazada.

También me preguntó, si independientemente de Pablo, sentía necesidades sexuales, por ejemplo estando sola. Le dije que a pesar de haber tenido antes una época muy sexual, por el momento no pensaba en sexo, ni con Pablo ni con nadie, como si estuviera negada o bloqueada, no sé.

Me dijo que en mi situación y con la medicación que tomaba, no era anormal que mi libido estuviera alterada.

Paso la semana y yo aún me sentía algo rara, no sabía por qué, pero tenía en la cabeza la idea de que Pablo estaría deseando hacer el amor conmigo, y yo a decir verdad, no estaba del todo dispuesta, hasta pensándolo, me daba miedo, y creo que ese miedo estaba en no poder sentirlo como antes, en no poder volver a conectar con él. Pero decidí que sería ese fin de semana, quería que Pablo sintiera que yo lo deseaba, tenía mucho miedo de que eso resentiera nuestra relación.

Pensé en proponérselo el viernes como solíamos hacerlo, pero no me decidí, ya veríamos al día siguiente.

El sábado después de desayunar, le dije a Pablo, que saliéramos, quería comprarme algo de ropa.

Caminamos por el centro comercial, y al mediodía almorzamos en uno de los restaurantes. Caminamos otro poco y volvimos para casas a eso de las cinco de la tarde.

Antes de llegar a casa, le dije de hacer unas compras para la cena, esa noche yo le iba a cocinar. Se alegró por esto, y me pidió, qué le hiciera unos fideos con crema y hongos que le encantan.

Después de cenar, mientras juntaba todo, le dije que me iba a dar un baño, puse a llenar la bañera, él estaba sentado en el sillón. Antes de sacarme la ropa, fui al estar y abrazándolo por detrás le dije:

-PATRICIA: Amor, ¿Te gustaría que nos bañamos juntos?

Y vi su cara iluminarse, me miró con amor y me dijo:

-PABLO: Por supuesto mi vida! Me encantaría!

Fuimos los dos para el baño, cerré la canilla y puse espuma en el agua, nos desnudamos y nos metimos al agua.

Pablo se sentó y yo entre sus piernas, estaba un poco nerviosa, Pablo comenzó a acariciarme el pelo y los brazos, muy suavemente mientras hablábamos. En un momento, tomé sus manos y las llevé a mis tetas, las acarició suavemente, no las sentía como caricias sexuales sino más bien como un mimo, eso hizo que me fuera relajando, apoyando mi cabeza en su pecho.

Un rato después, tomando su mano derecha, la deslice por mi cuerpo, hasta mi entrepierna, se me aceleró el corazón y pude sentir su erección crecer contra mi espalda. Sus caricias eran suaves y su boca besaba mi cuello.

Estuvimos un buen rato así, sintiendo sus caricias que ya recorrían mi cuerpo, me había relajado y entendí que ya estaba lista.

Salimos del agua Pablo me envolvió con un toallón, él se secó mientras yo me secaba el pelo, fue a nuestra habitación y volvió con un bóxer puesto, me terminó de secar el pelo y salí del baño.

No lo pensé y me fui para la salita, deje caer el toallón y me recosté desnuda en la cama, cuándo Pablo volvió de apagar todas las luces, al no encontrarme en nuestra habitación, fue para la salita y me encontró, automáticamente tuvo una erección que no podía ocultar, se quitó el bóxer y se acostó conmigo.

Me besó muy dulcemente,  nuestras lenguas se encontraron, acaricié su espalda y su cabeza, era un beso muy tierno, con mucho amor. Después beso mi cuello, y bajó basándome hasta mis tetas, las besó y lamió muy suavemente, su lengua recorría mis pezones y se me erizó la piel. Sus manos acariciaban mis piernas y subían hasta mi entrepierna, mi respiración estaba agitada, aunque disfrutaba de sus caricias, no sentía ese fuego de otros tiempos. No sentía mi conchita mojarse, trataba de no pensar en otra cosa, solo de disfrutar y sentir el contacto con Pablo. Sus dedos recorrieron mi raja, pudo darse cuenta qué no estaba mojada. Volvió a besarme y a acariciarme suavemente y cuando llegó a mi oído, me dijo muy dulcemente:

-PABLO: Amor mío, si no estás preparada, no lo fuerces, yo voy a esperar que estés lista, por favor no pienses qué voy a dejar de amarte, se lo difícil que fue para vos y yo voy a estar siempre a tu lado.

Lo abracé y lo volví a besar mientras mis lágrimas caían.

-PATRICIA: No sé qué me pasa, por favor no creas qué no te amo! Sos el ser más importante para mí en este mundo!

-PABLO: Y vos lo sos para mí! Solo abracémonos y nada más me importa! Aunque no parezca, estoy bastante nervioso, después de tanto tiempo sin sentir tu cuerpo.

Me sentí aliviada de que pudiera entenderlo, no me pasaba lo que me tendría que pasar estando los dos desnudos, tocándonos y besándonos.

Irremediablemente me sentí mal, mal por él, por no poder corresponder a su deseo y mal por mi por no tenerlo.

Pablo nos tapó a los dos y nos quedamos abrazados, aún podía sentir su erección contra mí piernas, y eso me hacía sentir terrible.

No sé en qué momento me quedé dormida, y me desperté de madrugada con Pablo abrazado a mí. Lo miré dormir y empecé a llorar, no había podido demostrarle cuánto lo amo, porque en nuestra relación, el sexo siempre fue una maravilla y muy importante, pero no había podido lograr esa conexión de nuestros cuerpos.

Me despertó Pablo con el desayuno, aún estaba desnuda, y como si lo entendiera, me había traído una remera larga para qué me pusiera. Con ese gesto pude ver que Pablo me entendía y que tendría paciencia conmigo.

-PATRICIA: Perdón amor por lo de anoche! No sé qué me pasó! No pude.

-PABLO: No me tenés que pedir perdón! Tranquila, ya podremos!

Cómo el día estaba lindo, después de desayunar salimos a caminar un rato.

Tomados de la mano, llegamos hasta la costa nos sentamos en unas piedras en la playa.

No volvimos a hablar del tema en todo el domingo, pero pasamos un hermoso día.

Necesitaba hablar en la sesión de esa semana, lo que me estaba pasando, y supuse que su paciencia no sería para siempre, y que de alguna manera, tenía que encontrar la solución.

¿O tendría que pensar, que ya no me pasaba con Pablo lo que me tendría que pasar?...

‐--------------------------------------------------------------------------

Pablo

El alta de Patricia, me había llenado de ilusión, de felicidad por volver a estar juntos, aunque sabía qué no sería todo color de rosa, qué habría momentos difíciles, veía mejor a Patricia, pero sabía que todo lo que había ocurrido, la había marcado para siempre y que seguramente iba a tener alguna consecuencia.

Por el amor que le tengo, sabía que retomar nuestra vida juntos, no sería fácil  y que tendría que tener paciencia y estar atento.

Por supuesto, tenía mis dudas sobre cómo actuar con ella, traté de que se sintiera a gusto en casa, qué se sintiera atendida y en la medida de mis posibilidades, comprendida.

Me sorprendió su decisión de tatuarse, nunca nos habían gustado los tatuajes, entendí los motivos, y decidí que lo hagamos juntos, lo hice como una forma de hacerle entender que en esto estábamos juntos. Nunca imaginé tatuarme y tener que soportar ese dolor, pero tratando de que entendiera, qué la acompañaba también en esa decisión, decidí tatuarme.

Cuando me dijo, qué se volvería a poner el DIU, me dio a entender, que por el momento, no quería que exista la posibilidad de volver a quedar embarazada, pero por otro lado,  y que también tenía la necesidad de volver a encontrarnos sexualmente.

Decidí no hacer ningún comentario al respecto, dejé que lo planteara cuando se sintiera en condiciones de hacerlo.

Mentiría si dijera que no tenía ganas de hacer el amor con ella, pero decidí no presionarla.

El segundo fin de semana en casa, me sorprendí gratamente cuando me pidió de bañarnos juntos, desde que había vuelto ni siquiera la había visto desnuda.

Traté de ser cariñoso y delicado en mis caricias, aunque no pude evitar la erección. Me volví a sorprender, cuándo al entrar en nuestra habitación y no encontrarla, fui a la salita y la encontré desnuda acostada en la cama, la erección fue automática, me acosté junto a ella, y la acaricie y besé delicadamente.

En ese momento creí que nos encontraríamos, pero al tocar su conchita, no encontré la reacción de otros momentos, no se había humedecido y entendí que quizás ella se estaba obligando a hacerlo para satisfacerme y decidí dejarlo para otro momento y abrazarla para que no se sintiera mal.

Para las visitas a las terapeutas, tomó turnos en mi horario de trabajo, en un primer momento me sorprendió la decisión, pero comprendí que quizás, estuviera tratando de manejarse por ella misma, de volver a tomar el control de su vida y no le dije nada.

Después de ese encuentro sexual fallido, no insistí, que fuera ella la que dispusiera el momento, cuando estuviera preparada. Aunque en el fondo tenía miedo, de qué ya no se sintiera atraída por mí, y eso me bajoneó un poco.

Hablé en la terapia lo que estaba sintiendo, y la terapeuta me dijo que tendría que tener paciencia y ver cómo se iban desarrollando los días, que quizás esa sensación de Patricia fuera disminuyendo o por el contrario, que la distancia entre nosotros se fuera acentuando, y para eso tendría que estar preparado.

Para principios de no noviembre, Patricia  me mostró unos diseños que había estado buscando para su tatuaje, como yo le había dicho que también me tatuaría, me preguntaba cuál me gustaba.

Nos decidimos por uno no muy grande, y en verdad bonito.

Yo le dije que me lo tatuaría en el brazo derecho, ella aún no lo decidía.

Ana Paula le había comentado de una tatuadora amiga de ella y fuimos a verla. Le mostramos los diseños y nos dijo cuánto costaría y cuanto tardaría en hacerlos.

Como no eran muy grandes, nos tatuaría a los dos el sábado por la mañana.

Así quedamos y volvimos para casa.

-PATRICIA: ¿Será mucho el dolor?

-PABLO: La verdad no lo sé,  pero supongo que debe ser soportable, todo el mundo se lo hace.

El viernes por la noche, Patricia había decidido tatuarse un angelito en cada antebrazo, así podría verlos sin necesidad de un espejo.

Estuvimos toda la mañana tatuándonos, primero fue mi turno, y el dolor no era tal, ni se comparaba con los dolores del alma.

Llegó el turno de Patricia y primero fue un brazo, luego el otro, en sus brazos, además de los angelitos, también se tatuó unas pequeñas flores y finas tiras de pequeñas aves.

Nos dijo todos los cuidados que deberíamos tener durante unos días, y pasado el mediodía, salimos de allí y nos volvimos para casa.

Ese fin de semana tampoco tuvimos relaciones, sabía que tenía que tener paciencia, y en ningún momento le propuse ni insinúe nada.

Los días seguían pasando, y aunque en varias ocasiones, nos volvimos a bañar juntos, al ver su cuerpo desnudo, no podía evitar las erecciones. Pero no quería insinuar ni proponer nada. Un par de veces después de que Patricia se durmiera, me iba al baño a masturbarme.

Al principio de noviembre, la empecé a ver, un poco más errática, por momento se quedaba callada, solo hablaba sí yo le comentaba algo.

Mónica le había empezado a bajar la medicación y lo atribuí a eso, quizás adaptarse a menos medicación llevaría un tiempo.

Pasaban los días, y yo la notaba cada vez más distante de mí, hubo momentos, en que no hablábamos, yo trataba de tener paciencia y entender su comportamiento, pero no conseguía conectar con ella.

A mediados de noviembre, un día al llegar del trabajo, la encontré llorando en el sillón.

-PABLO: Hola amor, ¿estás bien mi vida? ¿Pasó algo?

-PATRICIA: No estoy bien, no estamos bien, te juro que hago el esfuerzo porque nuestra vida vuelva a ser lo que era, pero no lo consigo, soy consciente de lo que me amas, lo que te preocupas por mí y lo pendiente que estás de todo lo que me pasa, pero no puedo seguir así.

-PABLO: Entiendo mi amor que es difícil para vos, trato de hacer lo mejor que puedo, de que te sientas bien!

-PATRICIA: Ya lo sé mi vida, ya lo sé, pero yo no te estoy respondiendo, no sé qué me pasa, necesito averiguarlo antes que las cosas entre nosotros se arruinen, y es por eso, que tomé una decisión.

Aquellas palabras y el tono en que las dijo, me preocuparon, ¿acaso estaba pensando en qué no siguiéramos juntos?

No fue tan terminal, pero casi.

-PATRICIA: Espero que me entiendas y que no lo tomes a mal, pero necesito estar un tiempo sola!

Y la daga llegó! Me atravesó el pecho y no pude evitar las lágrimas.

-PATRICIA: No te estoy diciendo de separarnos, solo que necesito aclarar mi cabeza y entender lo que me pasa.

-PABLO: ¿Y cuál es la decisión?

-PATRICIA: Martina Y Felipe tienen una casa en Punta del Este, Felipe tuvo que viajar al norte del país por negocios y Martina me dijo de ir unos días para allá. Por favor necesito que me entiendas, te sigo amando, pero no encuentro la forma de que volvamos a ser lo que fuimos. Vos no tenés la culpa de nada mi cielo, por favor no pienses eso, tengo mucho lío en mi cabeza y necesito estar al cien por ciento para vos.

-PABLO: Está bien amor, sí es lo que necesitás está bien, ¿qué más puedo decir?

-PATRICIA: Por favor no quiero que te pongas mal, estoy buscando una solución a lo que me pasa, no estoy queriendo alejarme de vos, solo quiero poder darte también lo que vos necesitas de mí!

-PABLO: A vos te necesito!, distancia ya tuvimos, pero veo que necesitás la distancia!

Aquello me destrozó, volvería a estar lejos de mí, no entendía muy bien la razón, pero la iba a respetar aunque no estuviera de acuerdo, pero si era eso lo que necesitaba, ¿Qué opinión podría tener yo? Entendí que ya estaba todo decidido, incluso arreglado con Martina, esto daba cuenta que la decisión no la había tomado en el momento, y eso tampoco me cayó muy bien, lo había decidido sin hablarlo conmigo, quizás para que yo no tratara de convencerla.

Después me enteré que hasta el viaje ya estaba decidido, Patricia se iría en ferri hasta Punta del Este y allí la esperaría Martina para ir a su casa.

Se Iría el viernes diecisiete y me dijo que serían solo un par de semanas.

Ese viernes le pedí a Don Mario el día, para llevarla hasta Buenos Aires desde donde salía el ferri hacia Uruguay.

Por supuesto no estaba feliz con su decisión, recordaba las palabras de mi terapeuta, cuando me decía que quizás en algún momento ella necesitará distanciarse de mí, y para mi desgracia, ese momento había llegado.

El jueves por la tarde, al llegar del trabajo, Patricia ya había preparado su maleta y al verla no pude evitar mis lágrimas, aunque no quise que las viera yéndome a llorar al baño. No pude sino recordar tantas despedidas en sus viajes con el sindicato, aunque creo que esta era mucho más dolorosa para mí.

Hablamos muy poco durante la tarde y la noche, creo que yo también puse cierta distancia. Su ausencia no me iba a ser fácil, ¿estaría tratando de que deje de pensar en ella? ¿Quería que ya no estemos juntos y no sé animaba a decírmelo? Mil cosas pasaban por mi cabeza y no lograba entenderlo.

El viernes desayunamos casi en silencio, solo nos dijimos un par de cosas, esta vez era yo el que solo contestaba sus preguntas.

El viaje a Buenos Aires, no fue muy distinto, yo no quería llorar delante de ella, mi terapeuta me diría que no está mal mostrar mis sentimientos y en ese momento eran de desconcierto, por su decisión y por lo incierto que se planteaba nuestro futuro, al menos para mí.

Llegamos con tiempo a Buenos Aires, y fuimos a tomar un café mientras esperábamos la hora de salida, el barco zarpaba a las catorce diez.

Tampoco hablamos demasiado, faltaba casi media hora para la salida y parecía que no tuviéramos nada para decirnos.

-PATRICIA: ¿Vas a estar bien?

-PABLO: ¿Preferís la verdad o que te diga algo para que te puedas ir tranquila?

Cómo sin quererlo me salió esa pregunta algo hiriente, pero es lo que sentía.

-PATRICIA: Por favor Pablo, no me lo hagas más difícil!

-PABLO: Te juro que trato, todo el tiempo trato, pero no lo logro, perdón!

-PATRICIA: Ya lo sé! Pero necesito que entiendas qué es por nuestro bien!

Ya no quise decir más nada, no había vuelta atrás en aquella decisión, no importaba como yo me sintiera ni lo que yo necesitara, al menos eso es lo que sentí en ese momento.

- PABLO: Entiendo!

Llegó la hora de salida y nos acercamos a la puerta de embarque,  quería que ya pasara, que fuera rápido, sin mucho tiempo para decirnos mucho, ¿Qué decirnos? ¿Qué me podría decir que me conforta en ese momento?

-PATRICIA: Te voy a extrañar mi vida!

-PABLO: Yo también, ya lo sabés, pero no te voy a llamar, cuando así lo creas, llamame vos!

-PATRICIA: Por favor, no me castigues así!

-PABLO: No es un castigo, no lo entiendas así! Necesitás esta distancia, y no es lógico que te esté llamando a cada rato, llámame vos cuando tengas necesidad de hacerlo, cuando sientas hacerlo!

-PATRICIA: Nunca olvides que te amo!

-PABLO: Vos tampoco! Ya lo sabés!

Me dio un abrazo y un beso, mis lágrimas caían y las suyas también. Arrastró su maleta y atravesó aquella doble puerta automática de vidrio, que se cerró tras su paso, se dio vuelta y me volvió a hacer ese gesto que siempre hacía con los dedos formando un corazón. Yo no pude hacer, ni decir nada más, el mundo se me venía encima. Con lágrimas en los ojos, solo la observé alejarse… ¿Para siempre?

Ese diecisiete de noviembre de dos mil diecisiete, quedaría marcado también en mi vida…

Continuará…